sábado, 22 de abril de 2017

ALDEN VAN BUSKIRK [20.101]



Alden van Buskirk

Alden Van Buskirk (1938-1961) fue un poeta perteneciente a la Generación Beat norteamericana.

No se conocen demasiados datos sobre la vida de este joven que murió el 16 de diciembre de 1961, antes de cumplir los veinticuatro años, y del que tenemos una sola obra, publicada póstumamente. Se sabe que pasó los tres últimos meses de su vida en Oakland (California), y que antes había vivido en St. Louis; en ambas ciudades hay un número importante de ciudadanos afroamericanos, que son, junto con la ciudad misma, tema recurrente en sus textos. Su estilo de vida reunió todos los elementos característicos de la cultura beat, como el rechazo a los valores establecidos, la desinhibición sexual, la afición a los psicotrópicos, el gusto por la música jazz y por los ambientes nocturnos en la ciudad. Tal como él mismo escribió apenas tres meses antes de su muerte:

Así pues morí muertes heroicas como protagonista
de sueños sin tiempo, y practiqué todas
las posturas visionarias.
Fue entonces cuando me convertí en un
escritor celeste, en un aeroplano fuera de control,
y aquí estoy, enfermo otra vez, en el
remolino de aquel sueño

(Fragmento del poema Niño enfermo)


Lami

Lami es el título de su única obra, un conjunto de textos líricos, tanto en verso como en prosa, que su amigo David Rattray recopiló tras su muerte y publicó en 1965. Algunos de estos escritos ya habían sido publicados en revistas. La edición de Rattray, de 1000 ejemplares,1 iba precedida de una nota del editor y de una introducción en la que Allen Ginsberg, uno de los escritores más importantes de la generación beat, ensalza la fuerza de las imágenes de Burskik y lamenta no haber tenido ocasión de conocerlo. Según Rattray, los textos originales estaban garabateados de modo que algunas palabras resultaban ininteligibles y, de hecho, en la práctica totalidad de las composiciones, que eran primeras versiones sin corregir y muchas inacabadas, aparecen espacios en blanco.

Estructura

Las composiciones van precedidas de la mencionada introducción de Allen Ginsberg y de una Breve nota a propósito de los poemas, en la que el editor explica el origen de la obra y el significado de la palabra Lami.

Rattray puso título a los textos, los ordenó de un modo coherente con el contenido de los manuscritos y estructuró la obra en dos secciones

Lami en Oakland, que incluye poemas los poemas que Buskirk escribió en Oakland tres meses antes de su muerte
Lami en St. Louis, que contiene poemas compuestos seis meses antes que los de la primera sección.
La edición de Rattray incluía como apéndice una selección de Otros poemas y parte de una carta de Buskirk, fechada en noviembre de 1961, que termina con varias composiciones fragmentarias. Respeta así el orden cronológico inverso en que aparecen los textos en el cuerpo de la obra y cierra el libro con el último verso de la carta:

"A vosotros os dedico mi lamento, este lamento".

Significado del título

Según explica Rattray, la palabra Lami puede designar a diferentes seres fantásticos; un demonio,masculino o femenino, a veces negro u oriental, o un elfo barriobajero y chulesco, y puede también referirse a los descendientes de las "gentes ingenuas exentas de todo vicio" de Chaucer, o bien puede significar l'ami, el amigo.

En cualquier caso, es el nombre de un ser presente en la mayor parte de los textos y considerado un álter ego del autor; se trata de un antihéroe, un macarra, cruel, chulo e insensible, que encarna los contravalores y el estilo de vida que atraía a los enfants térribles de la generación Beat.

Temática e influencias

En Lami se hallan presentes todos los referentes culturales de la generación Beat; tópicos, mitos, autores de culto, temas, iconos y fobias.

Tanto desde el punto de vista estilístico como temático, es evidente la influencia de autores como Keats, Walt Whitman, Blake, Rimbaud, Henry Miller, William Burroughs o Ginsberg, a los que Burskik admiraba. Al igual que ocurre en la obra de estos autores, en Lami son constantes las referencias a la música, casi siempre el jazz y el blues, pero también Beethoven y Glenn Miller

En los poemas, con intensas imágenes oníricas y muchos de ellos en un tono delirante y alucinado, son frecuentes las referencias a la pintura surrealista, en concreto a Dalí, que se mezcla con iconos de la civilización occidental como el ratón Mickey Mouse. Los textos se ambientan en la noche urbana, en ambientes marginales, con personajes en ocasiones depravados y cuyo modo de vida contraviene los valores establecidos; son constantes las transgresiones lingüísticas y sociales; el lenguaje grosero, los anacolutos, los insultos crueles y las referencias al sexo, al alcohol y las drogas.




POESÍA BEAT: LAST WILL AND, DE ALDEN VAN BUSKIRK

 Por PIPA PASSES

“NUNCA CONOCÍ A ESTE JOVEN POETA QUE LAMENTABLEMENTE MURIÓ A PRINCIPIOS DE SUS VEINTES, PERO PENSÉ DE INMEDIATO LEYENDO SUS VERSOS ‘AH, QUÉ ENCANTADOR COMPAÑERO HUBIESE SIDO PARA HABLAR EN LO ALTO DE TECHOS Y PUENTES, O SENTADOS CON UNA BOTELLA DE VINO O UN DELICADO MARTINI EN EL SUELO DEL SALÓN A LAS 3 DE LA MAÑANA’”, ESCRIBIÓ ALLEN GINSBERG EN SU CORTO PRÓLOGO PARA LAMI, EL ÚNICO LIBRO DE ALDEN VAN BUSKIRK, PUBLICADO EN 1965, CUATRO AÑOS DESPUÉS DE SU MUERTE.
POCO SE SABE DE SU VIDA, AUNQUE SU BREVE OBRA HA QUEDADO LIGADA CON LA GENERACIÓN BEAT NO SOLO POR LA BENDICIÓN DE GINSBERG, SINO TAMBIÉN POR SUS TEMÁTICAS SOBRE LA ALIENACIÓN EN LA SOCIEDAD ESTADOUNIDENSE Y EL ALARIDO DE LOS DIFERENTES.
DAVID RATTRAY, EL AMIGO DE VAN BUSKIRK QUE RECUPERÓ LOS TEXTOS Y EDITÓ LAMI, AFIRMA EN UNA BREVE ‘NOTA” QUE LOS POEMAS “FUERON ESCRITOS EN LOS ÚLTIMOS ONCE MESES ANTES DE LA MUERTE DEL POETA EN DICIEMBRE DE 1961”, EN UN HOSPITAL DE SAN FRANCISCO CON APENAS 23 AÑOS. “LA MAYORÍA ERAN BORRADORES EN GARABATOS CASI INCOMPRENSIBLES. SALVO UNAS POCAS EXCEPCIONES, TODOS ESTÁN INCOMPLETOS Y LOS ESPACIOS EN BLANCO NO HAN SIDO LLENADOS”, EXPLICA.
LES PRESENTAMOS LAST WILL AND Y OAKLAND, 1961, AMBOS INCLUIDOS EN LA PRIMERA PARTE DEL LIBRO, LAMI IN OAKLAND, Y QUE CORRESPONDEN CRONOLÓGICAMENTE A LOS ÚLTIMOS TRES MESES DE SU VIDA.

M. R. A.



ÚLTIMA VOLUNTAD Y

Si muero durmiendo será en una convulsión cuyo “terror”
y “belleza’ demostraron ser finalmente irresistibles. Me elevo, el
tembloroso capullo temeroso de florecer.
Surge de sueños donde la música,
el color y los objetos se intercambian
solo por su continua llama. Es en el interior de la llama-
flor, que soy arrastrado sudoroso, a medias despierto y
horizontal. La columna se arquea en breves
espasmos. No veo nada arriba.
Oscuridad por doquier o mis ojos se han apagado.
Hasta ahora: sucumbí a la vida y desperté
temblando- un cobarde.
Pero cada vez más rígido,
cada vez más tenso, me hiero
con el deseo de
estallar y juro no más retiradas.
Dios quiere cogerme también,
y la muerte será mi última amante.
A ella entrego todo.





OAKLAND, 1961

en otro universo mental cuyas
asociaciones orbitan hacia afuera a la teoría
infinita mientras los cuerpos
se descomponen en cuartos amueblados de Oakland
se dispersan sobre los campos de maíz de Nebraska-
En Nueva York
el último reloj se agota
he terminado revolcándome con la última
mujer a punto de colgar su ropa,
besando al último bebé chino en la nariz.
Mi ternura va al cine
en Los Ángeles y está pegada al respaldo de una
butaca de terciopelo, la goma de mascar
de mi ternura
endureciéndose ahí con
los envoltorios de dulce de la nostalgia,
las palomitas de maíz de la compasión…
el último noticiero retransmitido hacia atrás
recupera la última casa ardiendo
y la gente escabulléndose adentro otra vez a través de las ventanas:
veo diez filmes de gángsteres en un día, masturbándome
tranquilamente con vestidos de 1920 y comiendo
toneladas de palomitas de maíz.
Luego danza mi propia sombra en la pantalla y
salgo corriendo para un último vistazo.

En cada ciudad lo mismo, esto es algo un poco de
ciencia ficción – ¿Estoy
allí entre los descerebrados? cadáveres hinchándose
en remolinos flotan de regreso al mar ahora,
yo llevado con la marea, no
aún puedo soñar al sol, el
ojo indiferente del sol, terremotos de cristal,
montañas las rodillas del
rugiente trueno de antiguos dioses, éste no
es mi fin, quizás peyote si pudiese
hallarlo, peyote para el mundo
para matar a la mente, aunque la mente ha
proscrito al espíritu y cubre todo
Estados Unidos con cemento, una enorme autopista
que no va a otro lugar que al mar.

El musgo del mar acecha al concreto,
el pez me ama no estoy perdido.
El mar avanza en la tierra, y suavemente
metódicamente toca con dedos húmedos las
últimas cenizas calientes.






LAST WILL AND

If I die in sleep it will be in a convulsion whose “terror”
and “beauty” proved irresistible at last. I rise, the
quivering bud afraid to blossom.
It comes out of dreams where music,
color and objects interchange
but for their continual flame. It is within the flame-
flower I am drawn up sweating half awake and
horizontal. Spine arches in short
spams. I see nothing above.
Darkness everywhere or are my eyes gone out.
Before now: I gave in to life and awoke
trembling- a coward.
But every time more rigid,
every time more pull, I
hurt with desire to
explode and vow no more retreats.
God wants to fuck me too,
and death will be my final lover.
I giver her all.






OAKLAND, 1961

in another mental universe whose
associations orbit outward to infinite
theory while bodies
decay in Oakland furnished rooms
blow over in the cornfield of Nebraska-
In New York
the last clock runs down
I have finished screwing the last
woman about to hang out her wash,
kissing the last chinese baby on the nose.
My tenderness goes to the movies
in Los Angeles and is stuck to the back of a
velvet seat, the sweet gum
of my tenderness
hardening there with
the candy wrappers of nostalgia,
the popcorn of pity…
the last newsreel running backward
restores the last burning house
and the people skitter in again thru windows:
I see ten gánsters films in a day, quietly
masturbating over 1920 dresses & eating
the pounds of State popcorn.
Afterwards dance my own shadow on the screen &
run out for a last look.

In every city the same, this is some science
fiction thing – am I
there among the senseless? corpses bloating
in eddies float back to sea now,
me carried along in the tide, no
I can still dream the sun, the
indifferent eye of the sun, earthquakes of crystal,
mountains the knees of
old gods bellowing thunder, this is
not my end, maybe peyote if I could
find it, peyote for the world
to kill the mind but the mind has
outlawed the spirit and covers all
America with cement, a huge highway
going nowhere but to the sea.

Sea moss creeps up the concrete,
the fish love me I am not lost.
The sea advances on the earth, and gently
methodically touches wet fingers the
last warm ashes.


ALDEN VAN BUSKIRK, FROM LAMI, THE LAST POEMS OF A POET WHO DIED IN 1961 IN HIS EARLY 20S COLLECTED FROM HIS WRITINGS BY DAVID RATTRAY, THE AUERHAHN SOCIETY, SAN FRANCISCO, 1965.
TRADUCCIÓN © MARIANO ROLANDO ANDRADE.



LAMI

"Fue entonces cuando me convertí en un

escritor celeste, en un aeroplano fuera de control, 
y aquí estoy, enfermo otra vez, en el
remolino de aquel sueño"



"Consumida por el cáncer,
las piernas le resplandecían al morir"



Jazz, psicotrópicos, ciudades de noche. La escritura siempre brillando aunque se escondiera en cualquier suburbio o bar. ¿El Rimbaud de la generación Beat? Alden Van Buskirk murió sin cumplir los veinticinco años y sin ver publicado su primer libro de poemas. Lami, una recopilación de todos sus poemas y textos, acompañados de la letra del mismo Ginsberg, nos enseña la rabia y la dulzura, la luz y la fuerza de un poeta que murió demasiado pronto. 




Lami en Oakland (fragmento)

Hace años 
descubrí Oakland en Vermont.
Tumbado en la hierba pálida del verano
      hice volar por los aires el nuevo aparcamiento, el almacén
      de cemento que está al otro lado de la calle (¿dentro?).
Dos años antes, la calle principal no era más que una
estrecha franja de alquitrán alabeado & álamos arrancados de raíz,
ahora hay nuevas manzanas, 
    edificios,
        industrias,
               mugre.
Imaginé ciudades de cemento del color nuevo del metal &
pude hasta sentir el plástico derritiéndose en las ventanas;
soñé esa ciudad de Oakland a partir de un mapa escolar,
de la química de sus colores,
de las formas de sus peces derretidos &
los rostros vacuos...
            pero nunca imaginé este vacío que hay en mí.

http://martinaraujo.blogspot.com.es/2012/12/un-poema-de-alden-van-buskirk.html




Van Buskirk: El Más Certero Escupitajo Beatnik

Dulce introducción a la nada

by Robert Cappa…palabras, sólo palabras. Palabras ardientes, recalcitrantes, palabras empedernidas e indiferentes. Palabras sofocadas de tanto correr en la huida del sentido, la huida eterna del acérrimo enemigo. Una habitación infesta, desangelada…quiero decir: la habitación modélica del adicto: sin objetos de valor, sin enchufes sanos, sin paz. El hombre de los huesos marcados en la piel detecta con el rabillo del ojo la llegada del frenesí. Sus ojos ya no sirven, ni sus manos, ni su pija, ni sus piernas. No sirven al menos para lo que él quiere, para lo que necesita. El estallido se produce: allí está la palabra rondándolo violentamente sobre su cabeza, como un murciélago espástico, enloquecidos ambos en el encierro de la habitación. El hombre sabe, ya sabe…observó demasiadas cosas como para no saber: la lucha es inútil. El hombre traga la palabra como si se tratara de cien litros de aceite capilar. Cree que va a morir, y de algún modo está en lo cierto; pero momentáneamente la tortura cesa y la palabra regurgita desde sus entrañas, surge desde sus labios y resuena aterradoramente en la habitación, se posa en el viento y asume la eternidad.

El hombre es Alden Van Buskirk

La palabra…bueno, la palabra la conocen todos pero nadie sabría decirla. Es la palabra sin palabra.

De Van Buskirk se sabe poco y nada. Murió en 1961, antes de cumplir sus 25 años, gustaba de Keats, de Burroughs, de Beethoven y de Charlie Parker. Consumía todo tipo de drogas y de alguna manera ofició de enfant terrible de la Generación Beat o así dicen sus escasos críticos.

Ah, por cierto, también sabemos que escribió un solo libro, póstumamente recopilado y titulado Lami. Y los que lo leímos, también sabemos que es un estiletazo en el corazón de la vida sosegada.

Van Buskirk trabaja con esa palabra, con la palabra-sin-palabra. Es esa la palabra que lo persigue y lo alucina, es esa misma palabra la que él mismo persigue en el último estertor del ánimo. Van Buskirk penetra a la palabra y es penetrado a su vez por ella. La palabra-sin-palabra. La nada. Eso es: la única, exigua y rejuntada obra de Van Buskirk es una dulce introducción a la nada. A la ausencia de la ausencia, al calamitoso sentido del sinsentido:

“Venga, ¿has bajado ya las chimeneas impasables?
¿Me has enviado más guías aún para orientarme por el horror?
¿Has meado rojo, llorando, porque le faltaron sables?
Las hormigas han tapado los desnudos a color de los carteles”

Van Buskirk desata las cuerdas de la nada, las extiende, las inocula en las palabras. ¿O será que las palabras ya tienen una parte de nada? ¿O será que las palabras están hechas de nada; atiborradas, exhaustas, hartas de nada? Van Buskirk no puede una obra, o quizás no quiere, lo mismo da. Van Buskirk narra desde el sótano del hombre y vaya si se le nota el moho. El moho, que es como una nada que mancha. El moho, que es casi como las palabras.



Eso que no cabe nunca en el cuerpo

ninobatallondeaceroLos poemas de Lami – que en verdad se distribuyen entre poemas, prosas poéticas, fragmentos de cartas y otras yerbas – reflejan (como la nada refleja en el espejo ese vapor que nos desvela en las malas noches) un estilo de vida beat ya rendido, desastrado, entregado al inexorable futuro de una nueva dimensión, se llame esta muerte, locura o misticismo. Van Buskirk está enmarcado en la Generación Beatnik porque Ginsberg le tenía algún cariño y porque su propio estilo se nutre de algunos motivos típicos de Burroughs pero en realidad no pertenece a ninguna “generación”; en todo caso pertenece de otra manera, pero en lo que respecta a su manera de escribir, a su universo literario, Van Buskirk se hunde en un vacío que sólo alcanzaría un Kerouac viviendo como Burroughs.

Quiero decir: la desesperación que puebla Lami es comparable a la del último Kerouac, al de Big Sur, pero Kerouac no estaba tan resignado como consternado, y esa pavura en Van Buskirk deviene otra cosa, precisamente porque Van Buskirk está resignado a su forma de vida, no siente culpa alguna por ella. Escribe en el poema Última voluntad y:

“Hasta la fecha me entregué a la vida y desperté
tiritando, como un cobarde.
Cada vez más rígido empero,
Víctima de un arrastre mayor cada vez, muero
De deseos de explotar y juro no volver a batirme en retirada.
Dios también ansía follarme,
Y será la muerte mi última amante.
A ella me entrego”

Van Buskirk quiere explotar, y su literatura – tan vacía de “literaturidad”, tan desinteresada de cualquier gesto voluntario – también. El poeta le canta (con voz agria y oxidada, con una voz que, se me ocurre, solo Leonard Cohen podría encarnar) a eso que no cabe en el cuerpo, eso que jamás se serena del todo, eso que satura a ciertos seres humanos hasta el terror. Van Burskik se agencia un lugar en el otro lado del pensamiento y desde allí escribe; el lado humillado del pensamiento, el cono fuliginoso desde el cual solamente se puede balbucear. Desde allí envía sus notas a un cuaderno traslúcido, como de agua. Desde allí escribe: “Toda humillación es espiritual, toda degradación religiosa”. Es el fondo del mar, el mismísimo fondo del mar en donde siquiera agua queda, un desierto de aire que no sirve: el adicto rindiéndose cuentas a sí mismo sin mirarse a los ojos. Sin contrición y sin esperanza, sin remordimiento y sin futuro.



Rapsodia de la vida sin hechos

El primer Wittgenstein – el del Tractatus – dice, en el comienzo de su trabajo, lo siguiente:

1. El mundo es todo lo que acaece.
1.1 El mundo es la totalidad de los hechos, no de las cosas.
1.11 El mundo esta determinado por los hechos y por ser todos los hechos.
1.12 Porque la totalidad de los hechos determina lo que acaece y también lo que no acaece.

Como puede notarse, Wittgenstein (que escribía estas notas en las trincheras de la Gran Guerra, literalmente) no estaba bromeando en sus aporreos con la tradición filosófica: el mundo ya no estaría definido a partir de ser un conjunto de cosas sino más bien de hechos, lo que llamamos mundo no sería otra cosa que la combinación de hechos atómicos (es decir, hechos simples, sin partes que a su vez sean hechos). Por mi parte, me atrevo a decir que Van Buskirk es el pensador más serio de los que ha intentado refutarlo. Escribe en El poema del primer día:

“No subsiste ni un solo hecho
ni siquiera la desintegración
que da origen del poema
antes de que el lápiz se ponga en movimiento”

Van Buskirk no parte del pensamiento: él habita en el fondo del mar, sus palabras no tienen referencia ni sentido (tal como exigen los filósofos analíticos), sus palabras constituyen en realidad una sola palabra, la palabra-sin-palabras. Por eso puede responder de una vez y para siempre, porque Wittgenstein tampoco había partido del Pensamiento (en tanto institución), tampoco había leído a los filósofos tradicionales. Sólo desde la ignorancia de las categorías tradicionales básicas con que el pensamiento occidental se puede pensar, o eso al menos parece el caso de estos dos hombres.

Y Van Buskirk responde: los hechos, lo que imaginamos como “hechos”, no subsisten, los hechos que presuntamente nos constituyen como seres humanos, se diluyen antes de ser. La palabra-sin-palabras para el hecho-sin-hechos. Porque, claro, son ciertas las armonías de Monk y los cogollos pringosos de marihuana; son ciertas las habitaciones vacías y las autopistas fulminantes. Pero son ciertas de otra certeza…su certeza, su efectividad, están en otro orden del mundo, en un pretérito siempre huyente y al alcance de la mano. Los hechos no subsisten en el sumidero del mundo; Van Buskirk lo dice: “Aquí en el pantano se pudre el neumático, el caucho se derrite, la luna parte los cajones de madera tragados por las aguas servidas, sus amantes parasitarios recorren las tablillas…Y mi tronco erguido, con el gargüero ceñido hasta la asfixia, todo rezo”

El mundo de cualquier adicto terminal, antes de perecer experimenta el despoblamiento paulatino de sí mismo. Los hechos mismos van desapareciendo como tales, tornándose otra cosa, hecha más de relámpago y sangre que de duración o discernimiento. El adicto extremo, el que ha entregado su cuerpo y su espíritu (los adictos tal vez sean los únicos que conocen de veras la existencia y densidad del espíritu humano cuando contemplan su ruina) a aquello que lo hace consistir en algo, recorre un camino de despoblamiento, de borrado de huellas. El adicto extremo vive en el mundo sin hechos; un mundo que, pese a Wittgenstein o a quien sea, puede ser el mundo.

Gilles Deleuze, en el Abecedario que construyó junto a Claire Parnet, se refiere a las adicciones en los siguientes términos: “Está muy bien beber, drogarse. Uno puede siempre hacer lo que quiera si ello no le impide trabajar, si es un excitante; además es normal ofrecer algo del propio cuerpo en sacrificio, todo un aspecto muy sacrificial. En las actitudes de beber, de drogarse, ¿por qué uno ofrece su cuerpo en sacrificio? Sin duda, porque hay algo demasiado fuerte, que uno no podría soportar sin el alcohol. El problema no es aguantar el alcohol, sino más bien que uno cree que necesita, que uno cree ver; lo que uno cree experimentar, cree pensar y que hace que uno experimente la necesidad, para poder soportarlo, para dominarlo, de una ayuda: alcohol, droga, etc.”. Algo demasiado fuerte; enseguida se plantea la objeción que exige la determinación de ese algo. Nuestro carácter científico civilizatorio así lo reclama: la resolución del misterio, su reducción a unidad, a rótulo, a sustancia. Quizás sea la hora de no pedir más rendiciones al respecto, de mantener a ese algo en la indefinición que lo define.

Van Buskirk, por su parte, no tiene dudas, no tiene tiempo para inventar dudas. Sabe qué es ese algo demasiado fuerte que no se soporta. Aunque, más que su qué, conoce su escalofriante cómo: “Al mundo que despierta le han dado cuerda al revés, cuerda negra”. El camino invertido, el lento desandarse de los adictos perdidos, el retorno hacia el vacío que ahora ya no está tan vacío, que no puede estarlo, que está poblado por los fantasmas de los hechos, los fantasmas de los fantasmas. Van Buskirk tuvo tiempo tan sólo para un último lapso de lucidez, un postrero escupitajo hacia el mundo referencial y aparente, con cáustico cariño:

“Anunciamos/anuncio palabras de fuego negro a
los oídos obstruidos por letras impresas en amianto, yo, yo,
mensaje intemporal para todos los colgados,
perdedores y tristes desenamorados de esta tierra.
A vosotros os dedico mi lamento, este lamento”

https://laperiodicarevisiondominical.wordpress.com/2009/11/05/van-buskirk-el-mas-certero-escupitajo-beatnik/





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