lunes, 17 de febrero de 2014

ANDRÉ CHÉNIER [11.003]


André Chénier

André Marie Chénier (Estambul,1 30 de octubre de 1762 - París, 25 de julio de 1794) fue un poeta francés, ejecutado durante el periodo del Terror de la Revolución francesa acusado de «crímenes contra el Estado». Su poesía sensual y emotiva le convierte en uno de los precursores del Romanticismo. Hermano del político y escritor Marie-Joseph Chénier. La vida de André inspiró el libreto de la ópera del compositor Umberto Giordano Andrea Chénier y se recrea también en la novela de Charles Dickens Historia de dos ciudades.

Nació en Gálata (actual barrio de Karaköy, en Estambul), hijo de Louis Chénier (un comerciante de ropas procedente del Languedoc que había llegado a ser el equivalente al cónsul francés en Constantinopla. Aunque su madre, Elisabeth Santi-Lomaca se jactaba de sus orígenes griegos (su hermana será la abuela de Adolphe Thiers), estos son bastante dudosos.
Cuando André tenía tres años de edad, regresó con su familia a Francia. De 1768 a 1775 su padre trabajó de cónsul en Marruecos, pero su familia permaneció en Francia. La infancia de André y su hermano Marie-Joseph transcurrió en Carcasona, en casa de una tía, hasta que marcharon a París para estudiar en el Colegio de Navarra entre 1773 y 1781 (colegio en el que se habían formado personajes tan importantes como Jean Gerson o Bossuet). Realiza su primera aproximación al mundo de la literatura, junto a su hermano Marie-Joseph en el salón literario de su madre, al que acuden algunos de los intelectuales más conocidos del momento, como el poeta Lebrun-Pindare, el químico Lavoisier, el compositor Lesueur, el caballero Dorat (escritor) y, un poco después de estas fechas, por el pintor Jacques-Louis David. Aún adolescente, trabajará en unas Elegías. En 1783 ingresó como cadete en el regimiento de Estrasburgo, pero su paso por el ejército fue breve.

Vocación poética

Ya en París se manifestó su vocación poética y su gusto por los poetas clásicos. Su viaje a Roma en 1784 le confirmó su amor por la Antigüedad. Visitó también Nápoles y las excavaciones de Pompeya y volvió a París con la mente llena de imágenes poéticas y de proyectos, de los que realizó muy pocos. Durante cerca de tres años estudió y experimentó obras en verso sin que su familia le presionara para que se dedicara a otras labores o le interrumpiera. Escribió principalmente églogas y poesías bucólicas, a imitación de las obras de Teócrito, Bión de Esmirna y del resto de poetas de la Antigua Grecia.
Entre los poemas que escribió o esbozó durante este tiempo se encuentran L'Oaristys, L'Aveugle, La Jeune Malode, Bacchus, Euphrosine y La Jeune Tarentine ("La joven de Tarento"), este último un buen ejemplo de cómo Chénier asimilaba e integraba las influencias clásicas, pues es una especie de mosaico personal en el que hay reminiscencias de una docena de poetas antiguos. Eran los tiempos del Neoclasicismo en el arte y Chénier prefería el helenismo al periodo ático. Chénier fue mucho más que un imitador: "La joven de Tarento" es una obra de emoción e inspiración personal; aunque su colorido poético proceda de la Mitología clásica, su espíritu es totalmente propio, como lo son otras obras de inspiración clásica de poetas como Milton, Gray, Keats o Tennyson.
Además de sus églogas y sus elegías, Chénier experimentó también desde su primera juventud con poemas de carácter filosófico y didáctico. Cuando comenzó su Hermes en 1783 tenía la ambición de condensar la Encyclopédie de Denis Diderot en un poema, a la manera de lo que había hecho Lucrecio. Este poema meditaba sobre la posición del hombre dentro del Universo, primero solitario y después en sociedad. El poema nos ha llegado de manera fragmentaria y aunque tiene pasajes de gran calidad, es demasiado deudor de las ideas de Erasmus Darwin. En otro fragmento poético titulado L'Invention encontramos una declaración de principios de Chénier sobre su poética: Sur des pensers nouveaux, faisons des vers antiques («Sobre pensamientos nuevos, hagamos versos antiguos»). Suzanne se inspira en la historia bíblica de Susana (narrada en el libro del profeta Daniel) y es una obra ambiciosa, escrita en seis cantos.
Durante este tiempo André no publicó nada y muchas de estas obras quedaron inconclusas.

Estancia en Inglaterra

En noviembre de 1787 se le presentó una gran oportunidad: el nuevo embajador francés en Londres, M. de la Luzerne, le ofreció ser su secretario. El puesto era demasiado bueno como para rechazarlo, aunque no apreciaba al pueblo inglés y escribió amargas burlas sobre Ces Anglais. Nation toute à vendre à qui peut la payer. De contrée en contrée allant au monde entier, Offrir sa joie ignoble et son faste grossier. («Estos ingleses. La nación entera se vende al mejor postor. De pueblo en pueblo se extienden por el mundo entero, ofrecen su alegría innoble y su fasto grosero») y se retrató a sí mismo odiándose por estar en las orillas del fière Tamise (el «orgulloso Támesis»). No estudió a fondo la literatura inglesa, aunque parecía interesado en la obra de John Milton y James Thomson y en alguno de los versos de Chénier se aprecia una remota inspiración de Shakespeare y de Thomas Gray.

Revolución francesa. Prisión, últimas obras y muerte

Los acontecimientos de 1789 y el éxito de su hermano menor, Marie-Joseph, como polemista político hicieron que todos sus pensamientos estuvieran puestos en Francia y que tomara la decisión de regresar. En abril de 1790 abandonó Londres y volvió a la casa paterna en la calle de Cléry de París. Francia estaba en aquellos momentos en un periodo de convulsión política, al borde de la anarquía. Chénier pensaba que la revolución había cumplido sus objetivos con la implantación de una monarquía constitucional y abogaba por su fortalecimiento y porque a partir de entonces todos los franceses se sometieran al imperio de la ley. Aunque moderado en sus ideas políticas, era muy apasionado en la defensa de sus opiniones y peligrosamente impetuoso al rebatir las ideas contrarias. El anterior poeta pastoril se había transformado en un maestro de la sátira. Su texto Avis au peuple Iran Qais (24 de agosto de 1790) tuvo su continuación en el retórico Jeu de paume, suerte de oda moral dirigida al pintor Jacques-Louis David.

Frecuentó el Club de los Feuillants y colaboró frecuentemente en el Journal de Paris entre noviembre de 1791 y julio de 1792, cuando escribió su inflamado poema a Collot d'Herbois, Sur les Suisses révoltés du regiment de Châteauvieux. La insurrección del 10 de agosto de 1792 anuló y dispersó a los miembros de su partido y sólo se salvó de las matanzas de septiembre gracias a que huyó camino de Normandía. Al mes siguiente su hermano, Marie-Joseph, formó parte de la Convención Nacional. André veía sombrío la marcha de los acontecimientos en Francia. Escribió una Ode a Charlotte Corday felicitando a Francia porque Un scélérat de moins rampe dans cette fange («Un malvado menos» -Marat- «se arrastra por este fango»). En un escrito dirigido expresamente a Malesherbes reúne argumentos en defensa del rey Luis XVI.

Tras la ejecución del rey, salió de París y se refugió en el campo, en Satory (Versalles). Sólo abandonaba su casa cuando caía el sol. Allí escribió poemas inspirados por la señorita Laurent Le Coulteux (a la que llama Fanny en sus obras), entre otros la exquisita Ode à Versailles, uno de sus mejores poemas. Su vida solitaria en Versalles duró cerca de un año. El 7 de marzo de 1794 fue arrestado en la casa de la señora Piscatory en Passy. Dos agentes del Comité de Salud Pública había llegado en busca de una marquesa fugada y encontraron en la casa al desconocido y sospechoso Chénier, que estaba allí de visita de cortesía.
Fue conducido preso al Palacio de Luxemburgo (situado en las afueras de París) y después a la prisión de Saint-Lazare. Durante los 140 días de su prisión escribió los maravillosos yambos (en versos alternos de doce y ocho sílabas) que (en palabras de la Encyclopædia Britannica, 1911) hiss and stab like poisoned bullets («silban y cortan como balas envenenadas»). Estas obras llegaron a conocimiento de la familia de Chénier gracias a la venalidad de uno de sus guardianes. En la cárcel escribió el más conocido de sus poemas, el patético La jeune captive («La joven cautiva»), un poema lleno de encanto y de desesperación. Sofocado por la atmósfera de crueldad y vileza, la agonía de Chénier pudo expresarse en estos últimos yambos que escribió contra la Convención. Su hermano Marie-Joseph hizo cuanto pudo por socorrerlo y liberarlo, pero fue inútil. Diez días antes de morir, el pintor Joseph-Benoît Suvée acabó el más conocido de los retratos del poeta.

Fue mandado ejecutar por Robespierre (que había sido una de las personas más criticadas por Chénier en sus artículos del Journal de Paris). Al atardecer André fue conducido en una carreta hacia la guillotina, junto a una princesa de Mónaco, y ambos fueron ejecutados en la Plaza de la Nación.
Tres días más tarde, Robespierre fue depuesto e igualmente guillotinado, terminando así el periodo del Terror.

Existe un testimonio sobre los últimos momentos de Chénier debido a Latouche. Su relato es demasiado melodramático y debe ser tomado con prevención.

El cuerpo de André Chénier está sepultado en el cementerio de Picpus.

Obra

Publicaciones

La muerte prematura de Chénier (no había cumplido treinta y dos años) interrumpió abruptamente una carrera destinada a lo más alto, dada su sensibilidad y la maestría que demuestra en los poemas que pudo escribir.
En vida sólo publicó Jeu de paume (1791) y el Hymne sur les Suisses (1792). El resto de su obra apareció póstumamente, incluido el Jeune Captive, publicado en la Decade philosophique el 9 de enero de 1795. La Jeune Tarentine apareció en Mercure el 22 de marzo de 1801 y Chateaubriand citó algún pasaje de esta obra en su Genio del cristianismo.

La primera edición de la poesía de Chénier fue la que hizo el escritor Henri de Latouche en 1819. Después de esta editio princeps se descubrieron numerosos poemas y fragmentos. Becq de Fouquiéres editó un nuevo volumen en 1862 y otro más completo en 1872. El mismo investigador publicará en 1875 Nuevos documentos de André Chénier. En 1892 la señora Elisa de Chénier legó a Bibliothèque Nationale los manuscritos que conservaban los familiares del poeta. Paul Dimoff pudo finalmente fijar la obra completa de André Chénier, que se publicó en la editorial Delagrave.

Fortuna crítica

A lo largo del tiempo la opinión de la crítica sobre la obra de Chénier ha fluctuado extraordinariamente. Sainte-Beuve en su Tableau de 1828 canta las alabanzas de Chénier. Le considera el mayor poeta francés desde La Fontaine y sobre todo un heroico precursor del movimiento romántico y de Victor Hugo. Chénier, según Sainte-Beuve, había «inspirado y determinado» el Romanticismo. Esta idea tuvo gran éxito y se convirtió en un lugar común entre la crítica.
Anatole France disintió de esta opinión y lo expuso en el segundo volumen de La Vie littéraire. Para él Chénier estaba muy lejos de ser el iniciador del Romanticismo: por espíritu y por su respeto a las formas clásicas, era un perfecto representante de la literatura dieciochesca. Para France no había que emparentar a Chénier con Hugo ni con Leconte de Lisle, sino con sus contemporáneos Suard y Morellet.
Según Émile Faguet (en su estudio sobre la literatura del siglo XVIII, 1890), los verdaderos discípulos de Chénier fueron Leconte de Lisle y José María de Heredia. Ambos comparte el amor por la belleza clásica y pagana, por «el arte puro» y la «poesía objetiva». El propio Heredia asumió el juicio de Sainte-Beuve de que Chénier era el primer poeta en componer versos modernos y añadió: «No conozco en francés un fragmento más exquisito que los tres centenares de versos de las Bucoliques».
Morillot resume la opinión general de la crítica francesa cuando señala que, por una parte, si se juzga a Chénier por las características prototípicas del movimiento Romántico (dominante en Francia a partir de 1820, con su gusto por el medievalismo, las leyendas del Norte, el experimentalismo), su obra se aparta indudablemente de tales intereses. Por otra parte, Chénier anuncia el mundo sentimental y melancólico propio de la poesía posterior a su tiempo y, de hecho, si su obra se hubiera publicado en vida se habría ganado el rechazo de los poetas contemporáneos, pues está lejos de las convenciones típicas del siglo XVIII. Hoy nadie duda de la grandeza de Chénier como artista. Al igual que Ronsard rescató para la poesía francesa motivos de inspiración que hasta él parecían secos.

Influencia posterior

Chénier ha tenido gran influencia en la literatura rusa. Las últimas horas de su vida sirvieron de inspiración para Aleksandr Pushkin, quien compuso un importante poema sobre este asunto en 1825. Por su parte, Iván Kozlov tradujo La Jeune Captive, La Jeune Tarentine y otras obras de Chénier.
Para los poetas ingleses Chénier ha sido más importante que otros poetas franceses de mayor reputación. Pese a su lenguaje retórico y a veces muy artificioso, posee cualidades muy apreciadas en la poesía inglesa, como su amor por la Naturaleza. Esto y su fervor político recuerdan a Shelley, así como su evocación de la belleza de la Grecia Antigua le aproximan a la sensibilidad de Keats. Por estas razones, el aprecio por su poesía ha sido en Inglaterra mayor aún que en Francia y siempre se le ha considerado un poeta «mayor».
En la literatura en español encontró un gran defensor en Rubén Darío. En una entrevista a La Ilustración Española y Americana, declaró:
Entiéndase que nadie ama con más entusiasmo que yo nuestra lengua [...] y que soy enemigo de los que corrompen el idioma; pero desearía para nuestra literatura un renacimiento que tuviera por base el clasicismo puro y marmóreo en la forma, y con pensamientos nuevos; los de Chénier, llevado a mayor altura: arte, arte y arte.

Rubén Darío:
Más allá de su poesía, la propia vida de Chénier (y, sobre todo, su destino trágico) ha inspirado muchísimas obras teatrales, pinturas y poemas dentro y fuera de Francia. Destaca especialmente la ópera Andrea Chénier de Umberto Giordano, el epílogo de Sully-Prudhomme, Stello de Alfred de Vigny o la estatua de Denys Pierre Puech.






La joven tarentina

Dulces alciones, oh pájaros sagrados, llorad,
Llorad, oh, dulces alciones, amados por Thetis,
Pues su vida ha vivido la joven tarentina.
A la playa de Camarina un barco la llevaba.
La boda, las canciones, las flautas, lentamente
Debían conducirla al umbral del amante.
La llave vigilante guardó para ese día
En el cofre de cedro tu vestido de bodas,
El oro que en la fiesta adornaría tus brazos
Y los perfumes listos para tu rubio pelo.
Pero, sola en la proa invocando los astros,
El viento impetuoso que distiende las velas
La envuelve, la sorprende, y de los marineros
Lejos, grita cayendo en medio de las olas.
En medio de la mar, la joven tarentina.
El bello cuerpo cae en las olas marinas.
Thetis en la oquedad de una roca, llorando,
A los monstruos voraces se encarga de ocultarla
Y siguiendo su orden las nereidas hermosas
La levantan encima de sus húmedas casas,
La llevan a la playa, y en ese monumento,
en el cabo del céfiro, la acuestan suavemente
Y, con voz desgarrada, llaman a sus amigas.
Y las ninfas del bosque, del monte y de las fuentes
Golpeándose los pechos y vestidas de negro
En torno de su féretro repiten su lamento.
¡Ay!, hasta tu amante ya no te llevarán.
No vestiste el vestido de tus bodas, ni el oro
En torno de tus brazos ha apretado sus nudos,
Ni han mojado los suaves perfumes tus cabellos.

Traducción de Miguel Frontán Alfonso.





La jeune tarentine

Pleurez, doux alcyons, ô vous, oiseaux sacrés,
Oiseaux chers à Thétis, doux alcyons, pleurez.
Elle a vécu, Myrto, la jeune Tarentine.
Un vaisseau la portait aux bords de Camarine.
Là l'hymen, les chansons, les flûtes, lentement,
Devaient la reconduire au seuil de son amant.
Une clef vigilante a pour cette journée
Dans le cèdre enfermé sa robe d'hyménée
Et l'or dont au festin ses bras seraient parés
Et pour ses blonds cheveux les parfums préparés.
Mais, seule sur la proue, invoquant les étoiles,
Le vent impétueux qui soufflait dans les voiles
L'enveloppe. Étonnée, et loin des matelots,
Elle crie, elle tombe, elle est au sein des flots.
Elle est au sein des flots, la jeune Tarentine.
Son beau corps a roulé sous la vague marine.
Thétis, les yeux en pleurs, dans le creux d'un rocher
Aux monstres dévorants eut soin de le cacher.
Par ses ordres bientôt les belles Néréides
L'élèvent au-dessus des demeures humides,
Le portent au rivage, et dans ce monument
L'ont, au cap du Zéphir, déposé mollement.
Puis de loin à grands cris appelant leurs compagnes,
Et les Nymphes des bois, des sources, des montagnes,
Toutes frappant leur sein et traînant un long deuil,
Répétèrent : " hélas! " autour de son cercueil.
Hélas! chez ton amant tu n'es point ramenée,
Tu n'as point revêtu ta robe d'hyménée.
L'or autour de tes bras n'a point serré de noeuds.
Les doux parfums n'ont point coulé sur tes cheveux.





"La joven cautiva" de Andre Chenier

Andrè Marie de Chenier fue un poeta frances nacido en Constantinopla (Turquía) en 1762, de un diplomático francés y madre griega. De temprana edad manifestó su interés por las letras.

Luego de una estadia en Londres, regresa a Francia en 1790, donde adhirió muy entusiastamente a la reciente revolución; no pasó mucho tiempo para que sus ideales humanista-revolucionarios se vieran absolutamente pasados a llevar por la tristemente celebre "Epoca del Terror" incentivada por Jean-Paul Marat y liderada por Maximilien de Roberspierre, lider del Partido de los Jacobinos, a quienes Chenier criticó duramente en sus escritos y artículos para Le Moniteur. Fueron estos artículos los que motivaron su encarcelamiento en la prisión de San Lazaro en marzo de 1794 junto con su amigo y colega Roucher, bajo los cargos de traición a la Revolución. Es en este lugar donde conoce a la joven noble Anne Françoise-Aimée de Franquetot de Coigny, quien durante sus 141 días de presidio se convertiría en la musa inspiradora de gran parte de la mucha poesía que escribiera en cautiverio, la que se considera que es su mejor obra. Ejemplo de esta es el último poema de Chenier, llamado La Jeune Captive (La Joven Cautiva), donde Chenier expresa toda su desesperanza ante una inminente condena a muerte



Sazónase la espiga,
Respétala la hoz;
No teme al viñadero
El pámpano lozano,
Y bebe del rocío
Dulce y sabroso frío
Que suave templa el estival calor.

Yo, hermosa cual la espiga,
joven como la vid,
Aunque es mi vida triste,
De penas agitada,
Y siempre abrumadoras
Pasan mis largas horas,
Aun no quiero morir.

Que con enjutos ojos
Y con serena faz
Caiga el estoico altivo
En brazos de la muerte;
Yo espero, y mi quebranto
Consuelo con el llanto,
Y la cabeza doblo
Si ruge el huracán.

Levántola si pasa
Su soplo destructor;
Que si hay amargos días
También hay dulces horas;
¿Qué miel tras su dulzura
o deja la amargura?
¿Qué mar nunca ha sentido
Del Bóreas el furor?

»Mora en mi blando seno
Fecunda la ilusión;
En vano de una cárcel
Los muros me detienen;
Dame alas la esperanza,
Cual ruiseñor se lanza
Ya libre de las redes
Del fiero cazador.

¿Por qué inocente debo
Tan joven, ¡ay!, morir?
Tranquila yo me duermo,
Despiértome tranquila;
Ni en sueño ni en vigilia
Con agudo tormento
Viene el remordimiento
Mi corazón a herir.

Vanse los ojos todos
De verme el parabién,
Cuando abandono el lecho
Al despuntar el día,
Y en esta mansión lúgubre
Mi aspecto sonriente
Serena toda frente
Que abate el padecer.

De este camino hermoso
Lejos estoy del fin;
Apenas he pasado.
Los árboles primeros;
Apenas he tocado
La copa centelleante,
Sentada un solo instante
De la vida al festín.

Estoy en primavera,
Quiero las mieses ver,
Quiero como los años
Seguir mis estaciones,
Quiero acabar el día,
Vi sólo el alba hermosa,
Soy cual la blanca rosa
Adorno del vergel.

Espera, negra muerte,
Aléjate de mí;
Hiere al triste que gime
De espanto y de vergüenza;
A mí el Amor me ofrece
jardines deleitosos
Y cantos armoniosos;
Aun no quiero morir.»

Así burlando el tedio
De mis pesados días,
Mi lira resonaba
La voz de una cautiva,
Y las amables quejas
De su boca sencilla
Al yugo de los versos
Mi labio sometía.
Testigos armoniosos
De mi prisión prolija,
Al estudioso amante
De dulces armonías
Harán tal vez que inquiera
Quién la beldad sería.
En su voz y en su frente
La gracia sonreía,
Y cual ella, temieron
Ver acabar su vida
Aquellos que vivieron
Cerca de la Cautiva.






INVOCACIÓN A LA POESÍA

¡Ninfa tierna y bermeja, oh joven Poesía!
¿Qué bosque en este día elige tu retiro?
¿Qué flores, tras la onda en que se van tus pasos,
bajo pies delicados, se inclinan suavemente?
¿Dónde te buscaremos? Mira la estación nueva:
sobre su blanco rostro, ¡qué purpúreo destello!
Cantó la golondrina; Céfiro está de vuelta:
regresa con sus bailes; amor renacer hace.
Sombra, praderas, flores son sus gratos parientes,
y Júpiter se goza contemplando a su hija,
esta tierra en que dulces versos, apresurados,
brotan, por todas partes, de tus dedos graciosos.
En el río que baja por los húmedos valles
para ti ruedan versos dulces, sonoros, líquidos.
Versos, que en masa se abren por el sol descubiertos,
son las fecundas flores de cáliz encarnado.
Y montes, en torrentes que blanquean sus cimas,
lanzan versos brillantes al fondo del abismo.

Bucólicas, 1785-1787. Traducción de Paco García.




INVOCATION A LA POÉSIE

Nymphe tendre et vermeille, ô jeune Poésie!
Quel bois est aujourd’hui ta retraite choisie?
Quelles fleurs, près d’une onde où s’égarent tes pas,
Se courbent mollement sous tes pieds délicats?
Où te faut-il chercher? Vois la saison nouvelle:
Sur son visage blanc quelle pourpre étincelle!
L’hirondelle a chanté; Zéphir est de retour:
Il revient en dansant; il ramène l’amour.
L’ombre, les prés, les fleurs, c’est sa douce famille,
Et Jupiter se plaît à contempler sa fille,
Cette terre où partout, sous tes doigts gracieux,
S’empressent de germer des vers mélodieux.
Le fleuve qui s’étend dans les vallons humides
Roule pour toi des vers doux, sonores, liquides.
Des vers, s’ouvrant en foule aux regards du soleil,
Sont ce peuple de fleurs au calice vermeil.
Et les monts, en torrents qui blanchissent leurs cimes,
Lancent des vers brillants dans le fond des abîmes.

Bucoliques, 1785-1787.






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