domingo, 1 de febrero de 2015

REBECA HENRÍQUEZ [14.636] Poeta de EL Salvador


Rebeca Henríquez

Silvia Rebeca Mejía Henríquez. Nació el 18 de octubre de 1982 en San Salvador, El Salvador. Estudió en la Universidad de El Salvador la carrera de Licenciatura en Ciencias Jurídicas. Fue finalista del Certamen “Nuevas Letras” organizado por La Prensa Gráfica y del I Premio Internacional de Poesía “Carlos Ernesto García”. Fue merecedora del Premio Único en los IXX Juegos Florales de Usulután en el género de poesía. Certamen Nacional para jóvenes, Premio Único en los XX Juegos Florales de Usulután en el género de poesía. Certamen Nacional para jóvenes y Premio Único en los XVII Juegos Florales de La Unión en el género de poesía infantil.Ha aparecido en diversas antologías como Antología de poesía joven salvadoreña “Las otras voces”. Dirección de publicaciones e impresos de la Secretaría de Cultura de la Presidencia y Antología de poesía salvadoreña ecológica “Libro verde”. Sus libros son Estropicios de una ciudad. Poesía. Inédito y El verano aventurero. Poesía infantil. Inédito.


EL BUQUE DE ARRASTRE

Un anochecer extraño se despliega sobre el agua.
El tajamar de la proa de un barco surca una ola pequeña
y sus amarras se deslizan por la orilla del muelle
con la serenidad de un hombre que se mira a sí mismo,
solitario.
Sus tripulantes se elevan hacia el estribor
como una gaviota que lleva en su cabeza la máscara de un verdugo;
su estela se divisa desde las montañas y se sabe que es de tormento
y desolación.
Debajo de la quilla el horror zambulle su pecho
y bucea lenemente
mientras extiende sus membranas oscuras de gárgola
al filo de las rocas en el fondo marino.
Los corales se arrumban con la guadaña de hilo trenzado.
Las medusas muestran el fulgor de la muerte.
Los espiráculos de los delfines sangran desmesurados.
Y las estrellas
son las caracolas que huyeron de las redes
por las calzadas añiles del firmamento.



ESTADO ONÍRICO

Me es imposible dormir en esta ciudad
sin que el pavor llegue como la Salamandra que espira el fuego
y el estío sobre mi cabeza
y que provoca las llagas que corroen la carpa que sujeto a la intemperie
por si acaso llueve
y caen truenos.

Su noche es recorrida por unas criaturas
cuyos brazos terminan en navajas agudas y rutilantes;
sus lenguas terribles se alargan hacia todas las ventanas
como hiedras invasoras que resoplan fuera de ellas.

Los postes
que detrás de sus espaldas se erizan
son los fanales altivos que esperan un rival o una víctima
para obsequiarles las heridas y la muerte; esa que nadie es capaz de impugnar.

Sobre las sábanas
el letargo es una ceguera que a veces se retracta
y me muestra las imágenes de la vida en un tono gris
y empapado como la medianoche,
con una sinfonía hecha con los rugidos penetrantes de un océano prehistórico
en el que mi nombre resuena en la barcarola
que un marinero infortunado canta
mientras su cuerpo se desplaza como una boya
hacia un remolino de peces y de algas.




La poesía de Rebeca Henríquez

En su poesía, muy afín al surrealismo, Rebeca Henríquez reconstruye con detalles alucinantes la experiencia cotidiana, transformando los escenarios urbanos —salas de cine, calles o jardines— en ámbitos simbólicos, donde sus personajes —seres ordinarios hechizados por su poética, tan visual— adquieren un aura mítica, como en este esplendente retrato de una madre: “Ella siempre ha sido el respiro de un jaguar, / suspendido por una saeta en el follaje del bosque”.

Su imaginación interpretativa y una simbología muy personal la ubican en una línea de la poesía salvadoreña que Carlos Santos nombró la “tradición subterránea”, y en la que también se distinguen poetas como Alfonso Kijadurías, Rolando Costa y Jorge Ávalos. En esta tradición, Rebeca Henríquez se distingue por la manera tan personal en la que trata temas sombríos: la alienación social de la mujer, los efectos de la violencia en la conciencia y la angustia ante la muerte.

Tres veces ganadora de premios nacionales de poesía, su obra aparece seleccionada en dos antologías: Las otras voces: Antología de poesía joven salvadoreña, San Salvador, DPI, 2011; y El libro verde: 39 poetas en defensa de la tierra, Fundación Metáfora, México, 2012. Ha publicado: El verano aventurero. Poesía infantil. Colección Juegos Florales Vol. 8. DPI, 2013. Inéditos: En el año del error (poesía); y Vidas Irremediables (cuento).

Nota y fotografía de Jorge Ávalos



A PROPÓSITO DE LA MUERTE DE PAUL RÉE

Muchas cosas coinciden ahora para llevarme
al borde de la desesperación. Y una de ellas
es también, no quiero negárselo, mi desilusión
con respecto a Lou Salomé.
Carta a Paul Rée de Friedrich Nietzsche

Los hombres se suicidan por placer, no por amor.

Que no te engañe ese bandido del inframundo.
Que no pretenda jugar contigo
y sus naipes de misterio profesado.
Ten cuidado con ese raptor de la gracia del arcoíris,
ese ladrón de axiomas furtivos
y amante de las apuestas ladinas.
Que no sea tu rostro el de un arlequín
que cambia de tristeza a furia y de alegría a espanto
en las cartas de su mano fantasmal.
No convides a la culpa, al pudor o a la demencia
para que cierre tu corsé de inocente pensadora.
No despliegues los rizos de tu cabello,
desde un puente hacia el abismo,
como una soga de luz para sus manos.
Deja que caiga aquel
quien con sus emociones te perjura,
deja que el leviatán
le reciba en la hondura de sus entrañas,
que el espiráculo de un delfín oscuro
le aspire con lujuria,
hasta que sus dedos no puedan señalarte
o escribirte un verso
o acariciar la delgadez de una sábana
mendigando la tersura de tu piel.

Que no te engañe, mi aturdida Lou,
los hombres se suicidan por placer, no por amor.



CINEMA

El ciego avanza por una fila.
Taciturno.
Su travesía es dirigida por las máculas
que vuelven decadentes las galaxias.
Posa sus brazos morenos
sobre el aparador,
y de sus vellos caen gotitas de sándalo.
El rumor de las máquinas nunca cesa,
en sus pantallas los números aparecen
como actos de magia
para los seres que habitan en las cuencas de sus ojos.

El ciego avanza por una tundra.
Taciturno.
Con las suelas de sus zapatos percibe la lisura de la alfombra
y el fulgor de las luces que
—atrapadas en pequeños círculos—
brillan en medio de ella.
La película está a punto de comenzar.
Él,
con sus pupilas indolentes, se resigna a reír
cuando ríen los demás,
hasta que todo es un largo silencio.



JARDÍN DE BONSÁIS

Nunca olvido a la muerte.
Es un cascabel que repica en la punta de mi melena,
la cual se alarga con los años hacia la cuenca terrosa del sepulcro.
Y no es que esté inmersa en mi hechura:
es que yace junto a mí,
se adecúa a la furia del estío en los recovecos de mi piel
y se acurruca en el centro de mi pecho como un murciélago sombrío.

La muerte siempre está conmigo.
Y puesto que la memoria es una repisa atestada de films inapreciables,
ordenados en una trastienda
donde sólo el murmullo de los gorgojos
podría cuestionar con agujeros su existencia,
así la muerte,
con sus atuendos extravagantes,
está apilada en las celdas acuosas de mi recuerdo.

Allá,
en algún jardín memorial,
un celador recoge los ramos marchitos de los mausoleos
y los extiende sobre un sillón agradable.
Sabe que la muerte es nada,
tanto como yo sé que con el tiempo
los troncos de un roble diminuto
se inclinarán hacia mis labios
para adornar la estrechez del jardín
donde la muerte
es un cascabel que repica en la punta de mi melena.





2 comentarios:

  1. rebeca enriquez .... es una persona q trata de motivar con su poesia ....... genial 1000 respetos .

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  2. rebeca enriquez .... es una persona q trata de motivar con su poesia ....... genial 1000 respetos .

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