lunes, 30 de junio de 2014

ISRAEL DOMÍNGUEZ [12.097]


Israel Domínguez


Placetas, Villa Clara, Cuba (1973). Licenciado en Lengua Inglesa. Ha publicado los poemarios Como si la muerte hubiera sido un sueño (Ediciones Vigía, 1998), Poemas tempranos (Ediciones Aldabín, 1999), Invitaciones (Ediciones Vigía, 1999), Hojas de cal (Editora Abril, 2001), Collage mientras avanza mi carro de equipaje (Ediciones Vigía, 2002), Sobre un fondo de arena (Colección Sur, Ediciones Unión y Diputación de Córdoba, 2004), Después de acompañar a William Jones (Editorial Letras Cubanas, 2006), Del ciruelo y otras observaciones (Ediciones Vigía, 2010), Glorieta sin agua (Ediciones Vigía, 2011) y  Viaje de regreso (Ediciones Matanzas, 2011). Poemas suyos aparecen en revistas y antologías del país. Reseñas y traducciones de su autoría han aparecido en diversas publicaciones periódicas, entre ellas Matanzas, Amnios, El Caimán Barbudo, La Revista del Vigía y La Letra del Escriba. Se le han otorgado los Sellos Conmemorativos por el XX y XXV Aniversario de la AHS.




Si tuviera que ser la memoria de mis hijas
comenzaría con el silencio.
Un hijo es profundidad,
un enigma al que bajamos.

Supera la figuración,
el defecto y la virtud,
el idilio de los labios que se desbocan.

Cuando mis hijas viajan
algo de mí va con ellas.

Yo las amo desde el instante
en que los primeros ojos saltaron al vacío,
desde la existencia apenas perceptible,
desde la noche en que subí el mosquitero
para ver si respiraban,
ahora que me abrazan y se refugian en mí.

La memoria de mis hijas se ramifica.
La distancia entre ellas y yo se ramifica.
El amor, eterno y extraño, se extiende
entre cielo y bosque.





Piedra o columna

a Jean Pierre


Como una columna
o una lanza de hielo en la caverna
la sangre entre segmentos.

Color dorado de la piel,
jeans, thrillers, discotecas;
oscuras formas de la lengua racional,
vuelta al origen en el cuadro del artista;
dinero y más dinero,
olvido de las estrellas y sus ideas.

Pasan los días
como el olor a Octubre en la ventana
pero el corazón de la hoja queda intacto
como una piedra en los ojos del ausente.






El tac-tac de la chancleta izquierda

A Rolando Estévez

quien conversa en la cocina de mi casa
mientras Mireya hace café.

ponerlo a la mesa, mostrarlo a los amigos.
Alberto Rodríguez Tosca



Cuando mi madre arrastra su pierna
yo no me compadezco como el vecino
que cumple con su deber de buen ciudadano:
el dolor se encharca
y el alma se cubre de limo.

Cuando en la oscuridad del corredor imaginario
mi madre camina, y mientras avanza
retumba el tac-tac…de su chancleta izquierda
yo no me compadezco como el buen samaritano:
por mis conductos fluye un río de fuego
y las paredes se estremecen revolviendo el ácido
que se concentra en las articulaciones

Mi madre arrastra junto a su pierna
el alzhéimer de mi abuela
y yo no me compadezco como el espectador
que se reconforta
ante el show de la podredumbre ajena:
mi dolor es el dolor de César Vallejo:
hoy no sufro solamente.

Mi madre arrastra junto a su pierna
la tragedia de mi padre, la alegría estúpida
de los enemigos, la indolencia, el marabú…
y yo no me compadezco como un simple compañero:
rabia la sangre y de un manotazo
tiro las miserias.

Sin embargo, no siempre fue mi madre
la angustia que hoy se me atraganta.
Hubo un tiempo de epifanía inmarcesible:
un aire fresco y saludable que inundaba la casa,
un instante en que se creía en el amor
como en casi todo,
y era mi madre la línea parpadeante,
la dulce ingenua idea de que nada se iba a acabar

Trato de conformarme
pero la conformidad es un cuchillo de doble filo.
Trato de aceptar, y aunque sé que la vida
siempre abre una puerta
poner la cabeza donde va el corazón
es el hermoso traje de la sabiduría
que ahora no me sirve.
Si mi madre es el dolor permanente
también pudiera ser el único alivio a ese dolor.
Veo a  mi madre infatigable, dura
como el quiebra hacha,
acomodando al Abadón de su cervical
con la misma humildad con que un varentierra
resiste un ciclón.
Cuando está a punto de decir basta hasta aquí
ya me cansé
el gesto se suaviza, cobra su rostro
la dulzura habitual
Y convierte al alzhéimer en un niño pulcro y oloroso.
Veo a mi madre arrancando los coágulos
que se pegan a las hojas del marpacífico.
La veo con los zapatos gastados, las manos limpias
mientras camina por el sendero de la Gran Marcha
y sostiene el peso de un ideal
como quien soporta en sus brazos
una pila de caña quemada.
La veo sacrificarse (si es preciso, dejaría de existir)
para que su hijo vanidoso escriba versos
que probablemente no cambien nada
ni a nadie.

Cuando mi madre arrastra su pierna
yo me pregunto:
De qué material están hechos los seres
que arrastran el dolor
con la misma paciencia
con que ofrecen la vida.

(Viaje de regreso (Ediciones Matanzas), Premio de Poesía de los VIII Juegos Florales de Matanzas)




Selección de poemas de Hojas de Cal


Candle

a Ramón E. Lafita

Soy un viajero en el empedrado camino.
desde niño he fabulado una ciudad
por cuyas calles me pierdo
cuando comtemplo sus imágenes.
Temo que transcurra el tiempo
sin que descanse en sus entrañas
una de mis huellas.

Desde el primer paso tengo un madero.
sobre él puede fundarse una casa
o aparecer un animal
                 que duerma los abismos.
Por las lavas del mundo he sido rey,
esclavo que se escapa y regresa
y despedaza a su amo,
artista vitoreado, amante de bellas damiselas.
He sido mendigo en Londres,
Profeta en Gólgota,
monstruo que rechaza la gente.
Sobre las lavas del mundo escojo el verso
como lámpara encendida
en la inmensa oscuridad.






El pez que salta

I am the poet of de Body and I am the poet of de Soul
W. Whitman

Vengo de Dios y se hace la mañana.
Viajo hacia Dios para convertirme en Universo.
Pero de Dios vengo y hacia Él viajo en todas partes,
Hasta en las intimidades, donde no existe el tiempo.

Dios es el agua. Yo soy el pez que salta.
Es Dios el pez y todas las escamas.

Dios es el pan
como también es el hambre
Dios es el parto
como es también la muerte.

Entonces, para qué arrepentirme, maldecirme,
si yo soy Dios en lo insondable de la niebla
como soy Dios en las altas claridades.

Yo soy el agua. Es Dios el pez que salta.
Yo soy el pez y todas las escamas.

Yo soy el pan
Yo soy el parto
como soy también la muerte. 

Como si la muerte hubiera sido
un sueño






1

Perplejo está el viajero
ante tanto alivio de sus ojos.
la ciudad, los puentes, los barcos;
la plenitud del día cayendo sobre el agua.

No recuerda los esqueletos en el fondo,
la sangre corriendo por una ciudad helada,
el vuelo del albatros hacia el boulevard Haussmann.
Sólo sabe mirar, ensimismarse,
como si la muerte hubiera sido un sueño.






2

Parecía una muchacha en el intento
de revelarse ante los ojos del viajero,
pero en sus calles existe lo de siempre:
los esqueletos en el fondo,
la sangre corriendo por una ciudad helada,
el vuelo del albatros hacia el boulevard Haussmann.

Se despoja del sueño el caminante,
retoma el camino y se hace la palabra.

        Una ciudad es el mundo,
       máscara sutil con que la muerte
             nos invoca.

Contemplarla desde el miradero
es contemplar lo inexistente.

Una ciudad es el mundo.
En la distancia los cuerpos
     son más suaves. 






VIII

Las manos tiemblan en la espera.
La cortina se rompe y los cuerpos se aproximan.
Los labios retozan, humedecen.
Los cuerpos ya son la imagen.
Las manos descubren puntos invisibles.
Del cabello a la piel,
de la piel al infinito.
Y cuando llegan a saberse
es tarde en la memoria.
Las manos tiemblan en la espera.

  










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