martes, 8 de julio de 2014

ANDRÉS URIBE BOTERO [12.204]


Andrés Uribe Botero

Nació en Medellín, Colombia en 1982. Poeta y narrador. Ha incursionado también en el performance. 

Director de la revista literaria virtual, “Torre de Timón”. Ha publicado los libros, Los tubos cristalinos de la noche (Poesía), El caso Tangai (cuento), Abraxas (Poesía). El espejo es otro (Cuentos). Obra inédita: Los párpados de la noche (Poesía y aforismos). Cuentos cuánticos (Micro-relatos). “El acto mismo de la escritura, más allá de toda estética, gramática y moral, es la tabla de salvación de los santos y de los malditos, la bola de cristal de los visionarios, el puñal de los mercenarios, la espada de los guerreros y la sentencia de los tiranos. El lenguaje va más allá de la palabra escrita. No todo escritor es poeta y no todo poeta escribe. La poesía es actitud y la vida misma es el poema”.






Espejo 2

Cuando el espejo dejó de reflejarme
vi abrirse en él
el infinito.







El aire se hace piedra

No sólo los brujos ven
lo que la pitonisa calla

No sólo la lágrima
se convierte en agua

La nieve se seca
el fuego también se moja

El aire se hace piedra
en la garganta
de quien no escucha

La tierra se hace infértil
con la semilla seca

Los sueños mueren
con la promesa vana

La palabra muda
se convierte en grito.






Vuelo

Solitaria
la pluma
emprendió vuelo






Ronda

Por tu pecho
ronda mi corazón,
ave perdida.

Escucha
el eco de su canto.







Tsunami

Entre estas ruinas de mí
encuentro aún vivo
tu nombre.







Vuelo 2

Pájaros de alas inquietas
tus senos:
Me pierdo en su vuelo.





Epitafio

Aquí no yace
quien no existió
y yo tampoco.
¿Acaso usted?

       


                          

Intangible me mori a
                            
Los pasos que no dimos                             
Me recorren
                          
El futuro                         
Es el eco                       
Del recuerdo.






Fragmento del monólogo “El espejo es otro”

Y entonces me entrega el desayuno y a cambio le devuelvo los platos de la cena, por no decir, de la escena. Los cubiertos los guardo. Desde antes de nacer aprendí a coleccionarlos. Todo en ellos me seduce, me enferma, sus múltiples usos, su manera de callar, su paciencia... Lo debo confesar, me hubiera gustado ser cubierto, ese oficio tan noble, tan seguro, tan exquisito, dedicarme a saborear paladares, olores, dientes, palabras no dichas, carnes, ser cubierto para bañarme por lo menos tres veces al día en el lavaplatos, y después descansar en la alacena, sereno, distante de preocupaciones mortales.





El espejo surrealista

“La mente crea el lugar en que se halla”.
Aldox Huxley

Después de observar mi traje nuevo en el espejo, de palpar sus suaves texturas con mis manos, de sentir el olor de aquellos linos, decido alejarme del reflejo. Sin embargo, y aún no entiendo cómo, mi reflejo no toma sentido inverso, según las leyes físicas. Entonces me detengo a observar aquel fenómeno: mi reflejo camina hacia mi cuerpo... No sé qué hacer. En segundos cruzaré la frontera del espejo...

De espaldas observo lo sucedido; el espejo se quiebra en infinitos pedazos, fragmentos diminutos que recuerdan mis anteriores vidas... “Yo” me mira a los ojos fijamente, me observa como si me conociera íntimamente... Ante esta situación desconcertante lo miro fijamente y me doy cuenta de que el marco del espejo se halla a mis espaldas...

Confundido me dirijo al armario de donde extraigo un revólver cargado con el que apunto a mi doble, a quien sin pensarlo, disparo en la frente... Cuando la bala va a mitad de camino, me doy cuenta de que ha hecho exactamente lo mismo...





El espejo análogo

Una mañana me levanté sin rostro. En el espejo sólo pude percibir la montaña que tras de mí se hallaba. Bajo ella deambulaba una multitud errante: rostros desesperados y miradas llenas de pánico reflejaban el inconsciente de la condición humana... En la mitad de este macabro paisaje se erguía un bello árbol de manzanas prohibidas, indiferente a la atmósfera que lo rodeaba.

El sol plantado en la mitad del cielo. El tiempo, como el gran astro, tampoco se movía, cansado del horizonte. A lo mejor era yo quien así me hallaba; tal vez el sol siempre había estado quieto y en mi terquedad me había encargado de moverlo generando el día y la noche para el mundo. En algún punto se desencadenó una psicosis colectiva, con la cual se dio comienzo a la noche y sus misterios.

Desesperado ante aquel paisaje monótono, sórdido, decidí tenderme en el lecho, ilusionado con la idea de que en el sueño mi mente quedaría atrapada en el tiempo... Moviendo mi no rostro de un lado para otro, busqué el reflejo de mi cama en el espejo. Cuando la hallé, me di cuenta de que era ya demasiado tarde para dormir: mi cabeza destrozada yacía sobre sábanas rojas. A su lado, el revólver aún caliente bajo la quietud del sol.

Fuente:

Uribe Botero, Andrés. El espejo es otro. Ítaca Editores, Medellín, 2012.


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