jueves, 10 de septiembre de 2015

GRACIELA BONNET [17.035]


GRACIELA BONNET

Nació en Córdoba, Argentina, en 1958. Es Licenciada en Letras por la Universidad Central de Venezuela (1984). Ha trabajado 25 años como correctora de pruebas y supervisora de ediciones por contrato para todas las editoriales venezolanas, entre ellas Monte Avila, Planeta, Biblioteca Ayacucho, ediciones de la Casa de la Poesía, Pomaire, Eclepsidra, Santillana, Editorial Pequeña Venecia, La Liebre Libre. Experiencia de tres años como redactora free lance para una editorial de libros de autoayuda. Escritora fantasma (sin firma) realizó investigaciones para crear libros, novelas, tesis y monografías.Es dibujante amateur. En 1997 el grupo editorial Eclepsidra publicó su poemario "En Caso de que Todo Falle." En 2013 editorial Lector Cómplice editó "Libretas Doradas, Lápices de Carbón" En el año 2000 participó del encuentro de Mujeres Poetas en Cereté, Colombia.





DE “Libretas doradas, lápices de carbón” (2013, Fundación de Estudios Literarios Lector Cómplice).




Por supuesto, pude haber estado en esa esquina de la plaza aquella vez, cuando venías caminando tan alegre, porque era un día de sol luego de tanto invierno, porque tenías una chaqueta casi nueva y porque había llegado una carta de muy lejos, una carta que decía que alguien te quería desde muy lejos.

Por supuesto, hubiera sido lo mejor estar en esa esquina, distraída y contenta también, porque venía de un sueño presagioso, porque había encontrado unas monedas debajo de la colcha, y porque desde las otras terrazas llegaba una música celta.

Pero no estuve ese día, ya no recuerdo qué pasó, por qué otra calle me perdí, qué dibujo de las nubes me quedé viendo o si escogí permanecer dentro del sueño, contando hojas marrones y caracoles secos.

Pasó el tiempo, pasaron otras esquinas y otros momentos en los que debimos estar y tampoco estuvimos.

Un día, cuando no teníamos nada preparado, cuando incluso las cosas se habían puesto de cabeza hasta no poder más, cuando los dos estábamos rodeados y hartos, ese día nos cruzamos. No me diste nada, pero yo te perseguí hasta entregarte una botella con arena y un par de fósforos quemados.

Algo tenía que estallar.

Y así fue.



*

Eso del instinto de conservación necesariamente me lleva a pensar en los frascos de encurtidos. Esos encurtidos se han achicado a su mínima expresión por efecto del vinagre en que estuvieron metidos durante largo tiempo. Cambiaron en todo, no se parecen a los que eran, ni en la forma ni en el sabor.

Pasa igual con la momia de Tutankamón, luego de tres mil años en el sarcófago, lo que se puede ver es una masa sólida y oscura, algo así como una pasa que no se parece en nada a la uva que alguna vez fue.

Por eso, cuando alguien me dice, ¡pero qué conservada está usted! Yo pienso en los encurtidos y en las momias.

Viva sí, al parecer. Pero lo de conservada, habría que ver en qué clase de vinagre.



*

Eugenio Montejo

Junio, 2008

Nacemos con algunos sentimientos y sensaciones que nos hacen únicos en el universo.

Como nos gusta la vida, pronto entendemos que el trato es negociar lo que tenemos para que la muerte no nos lleve tan pronto. Así, vamos renunciando a nuestras cosas a cambio de que la muerte nos deje en la vida un poco más.

Un día ella se queda con la simpleza, en otro momento nos parecerá bien que se lleve la frescura, la fuerza, la confianza.

Al final, cuando ya no nos queda nada, sino un montón de huesos rotos, comprendemos que es hora de volver a nuestra antigua residencia.



EUGENIO MONTEJO

(June, 2008)

We’re born with a few feelings and sensations that make us unique in the universe.
Since we enjoy life, we soon understand the deal involves negotiating what we have so death might not take us so soon. Thus, we keep renouncing our things in exchange for death allowing us a little more life.
One day it keeps our simplicity, and eventually it will seem fine to us when it takes our freshness, strength and confidence.
In the end, when we have nothing left, besides a pile of broken bones, we understand that it’s time we returned to our old residence.


*

Pez Girasol

Vienes de la noche, desde el medio del sueño, dices ser el pez  girasol que emerge mostrando una cola de arena, la punta de la aleta, que también es un pétalo, que también es una hoja.
Vienes desde el otro extremo del cuarto, que en la madrugada es un espacio infinito, un desierto como nunca, la desolación completa, la resolana de los párpados cerrados, las sábanas superpuestas que son puertas sólidas cerradas a la otra realidad, la que viene del sueño, girando en miles de imágenes superpuestas, mientras dices ser el pez girasol que está enterrado en la arena del jardín, entre la tierra revuelta que espera semillas, humedecida para que estalle en un espinar de hojas.
Ya no importa lo que estuvo escondido detrás de esas puertas de la memoria, ya no existe. Si las abres por fin, no habrá nada oculto, así que nada podrá herirte.
Y mañana cuando amanezca rezaremos a las olas del patio, a las que pasan por encima de nuestras cabezas, muy arriba, arriadas por el viento, las que se van nadando volteadas al revés, te veré esconderte nadando, huir entre las nubes, pez girasol, hasta la resolana, hasta los ojos cerrados, hasta nunca jamás.



Sunflower-Fish

You come from the night, in the middle of sleep, you say you’re a sunflower fish that emerges displaying a tail of sand, the tip of the fin, which is also a petal, which is also a leaf.
You come from the other side of the room, which at dawn is an infinite space, a desert like you’ve never seen before, complete desolation, the glare of closed eyelids, the sheets are superimposed solid doors closed to that other reality, the one that comes from sleep, turning in thousands of superimposed images, while you say you’re the sunflower fish buried in the sand in the back yard, amid the tilled dirt waiting for seeds, dampened so it’ll explode in a thicket of leaves.
It doesn’t matter anymore what was hidden behind those doors of memory, it doesn’t exist. If you finally open them, there’ll be nothing hidden, so nothing will be able to hurt you.
And tomorrow when the sun rises we’ll pray the waves in the patio, to the ones that pass over our heads, very high up there, lowered by the wind, the ones swimming backwards, fleeing through the clouds, sunflower fish, until the glare of the sun, until eyes closed, until never again.



*

Nos gustaba

Nos gustaba mirar hacia la noche desde la ventana.
 Era una ventana que daba al valle de la ciudad y se veía una multitud de luces encendidas o apagadas.
Tú decías que detrás de esas luces estaba la vida, que había gente amando y muriendo, odiando y naciendo. 
Lo sé. No era necesario asomarse a la ventana para entender que había gente en la ciudad que vivía a diario sus tragedias y su intrascendencia. Nosotros nada podíamos hacer, por más que nos empeñáramos cada noche en mirar por la ventana, en repetirnos que había una multitud de vidas en esa oscuridad; ni siquiera supimos comprender el momento, la minuciosa casualidad que se tejía en el mundo para permitirnos hacer eso, simplemente estar reunidos y mirar hacia la noche, un día cualquiera, desde una ventana cualquiera, en una ciudad anónima.



Nos gustaba 

We liked watching the night from the window.
It was a window that opened to the city’s valley and you could see a multitude of lights shinning or turned off.
You were saying behind those lights there was life, people were loving and dying, hating and being born.
I know. I didn’t need to lean out the window to understand there were people in the city who lived their tragedies and their unimportance each day. There was nothing we could do, no matter how much we insisted on staring out the window every night, and repeating to ourselves there were a multitude of lives in the darkness; we couldn’t even understand the moment, the close coincidence threaded in the world allowing us to do that, simply sit together and watch the night, on no particular day, at any window, in an anonymous city. 


*

Juan Liscano 

(Enero, 2001)

El murmullo del agua corriendo entre las piedras.
 El patio solariego, con su mecedora, sus pinturas a medio terminar, sus muñequitos de barro o de madera.
El sofá de la sala con una cobija tejida en vivos colores.
 La ventana en ángulo, justo en la cocina recién fregada, todo tranquilo y dispuesto para la siesta.
El olor de las sábanas planchadas, dobladas y guardadas con una pastilla de alcanfor, un ramito de lavanda o una astilla de canela.
Un arcón antiguo, caballito balancín, la mesa de la cena, una jaula dormida en la ventana.
La tabla del medio con vasos a medio vaciar. Aquellas palabras que decían de una juventud desbocada,
De un amor hasta la muerte, de un pensar, de un pensar
El libro que quedó abierto para siempre. Cuadros, tarjetas postales, cartas, fotografías, música, recortes de prensa
Todo tiene un rostro, una voz que me habla desde adentro y que me dice adiós, nunca, ya no más.

  


Juan Liscano 

January, 2001 

The water’s murmur rushing through the rocks.
The sunny patio, with its rocking chair, its half-finished paintings, its wooden or clay figurines.
The living room sofa with a blanket woven in vivid colors.
The angled window, right by the just-cleaned kitchen, everything calm and ready for a nap.
The smell of the sheets ironed, folded and put away with camphor tablets, a branch of lavender or a cinnamon clove.
An ancient chest, a hobby horse, the dinning room table, a cage sleeping on the windowsill.
The board in the middle with the half empty glasses.
Those words that spoke of a loosed youth.
Of a love until death, of a thought, of a thought
The book that was left open forever.
Paintings, postcards, letters, photographs, music, newspaper clippings
Everything has a face, a voice that speaks to me from inside and tells me goodbye, never, no more. 


*



Eugenio Montejo (Junio, 2008)

Nacemos con algunos sentimientos y sensaciones que nos hacen únicos en el universo. Como nos gusta la vida, pronto entendemos que el trato es negociar lo que tenemos para que la muerte no nos lleve tan pronto. Así, vamos renunciando a nuestras cosas a cambio de que la muerte nos deje en la vida un poco más.
Un día ella se queda con la simpleza, en otro momento nos parecerá bien que se lleve la frescura, la fuerza, la confianza.
Al final, cuando ya no nos queda nada, sino un montón de huesos rotos, comprendemos que es hora de volver a nuestra antigua residencia.



Eugenio Montejo 
  
June, 2008 
We’re born with a few feelings and sensations that make us unique in the universe.
Since we enjoy life, we soon understand the deal involves negotiating what we have so death might not take us so soon. Thus, we keep renouncing our things in exchange for death allowing us a little more life.
One day it keeps our simplicity, and eventually it will seem fine to us when it takes our freshness, strength and confidence.
In the end, when we have nothing left, besides a pile of broken bones, we understand that it’s time we returned to our old residence.


Todas las traducciones al inglés son  de Guillermo Parra

Los textos de Graciela Bonnet fueron tomados del libro Libretas doradas, lápices de carbón, Caracas: Lector Cómplice, 2014 




NOTAS SOBRE “LIBRETAS DORADAS, LÁPICES DE CARBÓN”

Por Eleonora Requena


Para leer los textos de Graciela Bonnet deberemos adecuar la escucha a una frecuencia particular, diríase interna, arbitraria, lúdica; suerte de transcripción del pensamiento, del murmullo de palabras que van desplegándose en un decir tan íntimo que nos hace cómplices de una revelación insospechada. 

Graciela escribe tomada de la mano de sí misma y atenta toma notas  en su libreta con un lápiz de carbón, como lo haría un dibujante que va reproduciendo  un paisaje donde lo onírico se desdobla hacia el afuera en la hoja de papel, haciendo un dibujo con la mente en blanco, “guiada por otro sentimiento, ajeno al mundo”.

Tal procedimiento apela algunas veces al  boceto de lo externo, (aunque la poeta anhele, en el epígrafe del libro, a no ser interrumpida por las minucias aplastantes de la realidad), algunas veces da cuenta  de sus reflexiones en torno a los espacios de la casa, a una ventana,  al baño,  al rostro maquillado de su hija, a un yesquero roto, a una tarjeta postal, a la ciudad y sus luces y la cena. Tales exterioridades se imbrican  sorprendentemente con esa otra habla, la del lado inescrutable de los sueños, la de ese “sitio de los ojos cerrados”, de la cara a lo oculto revelado en escritura.


En caso de que todo falle. 1997

“Libretas doradas, lápices de carbón” es el segundo poemario de Graciela Bonnet, le precede “En caso de que todo falle”, editado en Caracas el año 1997 por la editorial Eclepsidra. Han pasado 16 años desde éste y aquel momento cuando sus lectores descubrimos su universo escritural hecho objeto palpable. Le seguí el rastro a los textos de Graciela desde aquel entonces, y en los últimos años siempre ha sido el hallazgo de un tesoro sus distanciados posteos en el blog “Vertiente Recíproca”. Fiel a una poética de lenta y armoniosa acumulación de alijos rescatados del sueño, palabra a palabra Graciela nos muestra el resultado de la atenta faena del cernir la arena que se desliza por el agujero. No es posible  archivar o enmarcar la materia anímica que apenas se nos revela a la vuelta de cualquier esquina. El afuera y el adentro pulsan en el caos de nuestros coloquios íntimos, las notas tomadas en estas libretas doradas  son el resultado de esta deriva. Ayer subí al twitter un verso de Robert Walser, otro escritor derivante, autor de minúsculas maravillas que dio pie a una breve charla donde un tuitero me escribía sobre la importancia de leer a algunos autores para salvarnos de la “índole modesta” de ciertos días. Al igual que Walser, Graciela nos lleva de su la mano a través de sus paseos, y en esa compañía acompasada flaneamos por las orillas de la gran ciudad, optando siempre por el recorrido a través de los tugurios y caminos marginales, siempre a la espera del portento que nos sobrecoge, o del registro fortuito de algún hecho con un final inesperado. 

Ajenos a tipificaciones, los textos de Graciela transitan en una línea de fuga, así, prosa, verso, ensayo breve, toda su escritura se desmarca de los rigores de la clasificación. Al leer este libro recordé al instante al Gul, aquel personaje descrito por la abuela árabe en su primer libro, “El Gul es un hombre horrible, peludo, vagabundo. Se mete entre las pasas y en los frascos de aceitunas a esperar a que algún niño meta la mano. Entonces sale y se lo come.” Ahora abrimos este frasco depositado en el armario estrecho detrás de los ojos, en esa “caja de la memoria” y hurtamos la fruta en conserva, rememoramos entonces el sabor perdido de la magdalena de algún sueño. Entramos en la sintonía del “tiempo espiralado”, donde “las cosas ya son diferentes a cada momento”, y en cualquier momento saldremos volando de la propia cabeza.





No hay comentarios:

Publicar un comentario