viernes, 15 de agosto de 2014

SEGUNDO CANCINO MORALES [12.870]


SEGUNDO CANCINO MORALES

Nació el 08 de diciembre de 1948 en Huanuar, Perú.
Es  profesor, poeta, escritor. Codirector de las revistas Kilka y Mojinete; Director de la revista Parásito y huésped.

Poemarios publicados:

Anda suelto el maligno (1971)
La memoria del búho (1974)
Cacerías del viento (1977)sc
Estrujamundos (1979)
Memorial para vivir (1984)
Poemas del trasegador (1990)
Alto del sol (Lima 2002)

Reflexiones pedagógicas: Apuntes de un vitalicio aprendiz (prólogo de Luis Cohaila Tamayo, Tacna, 216 pp., 2008).

Antologías literarias:

Selección elemental, ocho poetas tacneños (1970);
Por dos senderos, poesía y cuento en Tacna (1971);
20 años de poesía en Tacna, 1967-1987 (prólogo de Virginia Lázaro Villarreal, Tacna, 99 pp., 1988). Literatura.

Testimonios:
“Su obra poética fruto de búsquedas y hallazgos, es original y universalista, hermética e intensa, adelgazada algunas veces hasta el sonriente filo de humor, ahondada muchas veces hasta los cimientos de la angustia”.
“Segundo Cancino es el mejor poeta de Tacna (…) Su poesía se distingue por su complejidad y cultismo. Contiene metáforas que fácilmente no descubren sus referentes y elementos culturales que no son de dominio común. Por otro lado, está templada por la intensidad” (Livio Gómez, 1987).




RACONTO

(y llegó el momento
de recordarte aguardándome
en tu silencio bajo
la sombra del viejo eucalipto
y el mismo amor que acariciaba
mis cabellos terrosos
eventualmente limpios suaves
como las brisas de verano
devela a mi curiosidad
el misterio del otoño
y también el de las palabras
el mismo amor el mismo
sigue explicándose
en verdad la verdad
de mis mentiras explicándote
porque expulgaba
su cuerpo junto al sol
de agosto junto a la copiosa
lluvia de enero pero
dieciséis años después
no siento el estiércol tibio
que cubría las piedras.
puntiagudas de las calles
ni la pálida luz
del candil combatiendo
la oscuridad y ese modo tuyo
de asustarme con los duendes
que rondan el pueblo cuando
es de noche y ahora me esperan
mi mujer y dos hijos
uno de ellos la mujercita
según veo se te parece
escucha hablamos de cómo
pasar el día sin que grazne
el estómago y disculpa
la interrupción vivo
con apuro y soledad
escruta retuerce nuestros
sueños y no queda ahora tiempo
para seguir ubicándonos
con ternura pero creeme
aún veo dieciséis años
después crecer bajo la sombra
del viejo eucalipto
tu acostumbrado silencio)






HAY DEMASIADA TOS Y SEQUÍA

Pero aún mis dedos se empinan:
sobre esta hoja de papel,
recuerdan cómo,
alimentados por el aire,
soñaban los pájaros
que en mi mesa
florecían las estrellas.

Hay demasiada tos y sequía
y sólo falta el estampido
final de los pájaros.
Si esto sucede
no abras la ventana
con mucho lirismo:
simplemente
es otro tiempo.






PIENSO

pienso en el viento
que deshoja
el envejecido vuelo
de los murciélagos
si no me deshoja
su feroz chasquido
si no me oxidan
las brumas del invierno
veré agitarse
la luz de la luna
en el fecundo vuelo
de las moscas
veo ¿lo ves tú?
franquea el poco
de sonrisa fresca
que aún queda
sobre la imagen
fragmentada
de las rosas





CONVERSANDO CON GUIDO FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA 
A PROPÓSITO DE UNA CARTA DE
JORGE BASADRE

Entre brumas, la luna.
 Aquí, centro 
 y costado del mundo,
soportamos el desierto. 
 Y es inútil bordear el río; 
 él vive 
viendo por nuestros ojos.
 Abre, 
 entre los álamos 
la carta del Buen Jorge:
 Con la inmensa pena 
 de haber llegado 
a la edad que tengo
 y ver al Perú 
 tan lejos 
de lo que soñamos.
 La mano 
 que hace patinar la Historia 
Intemporal,
 Erigiéndose 
 como borrasca de arena; 
perpetua erosión.
 Entre brumas, la luna 
 En las calles, 
a merced de avispas
 y terrales, 
 la cruda textura de la noche; 
alrededor 
 o dentro de la casa, 
 estancado, el Fénix. 
Embelesado el presente;
 también, el pasado sombrío. 
 (En medio de nuestras cosas 
sólo trastea el seco 
 y desproporcionado 
 abdomen de los grillos). 
¿Es acaso el destino
 ávido y negro 
 como la gresca de los puercos? 
 (sigamos conversando) 
Para cuando larguemos en pos del otoño:
 en los huertos 
ni un apócrifo helecho
 ni un ademán familiar 
en el seco verano.
 Pero a pesar de todo, 
 aún parece la vida 
menos quejumbrosa y monótona:
 duran los álamos 
 a la borrasca de arena. 
Veo gente 
 nueva y
 limpia. 
Quienquiera que seas
 en el río 
 mengua 
todo lo que corre
 y suena opaco 
 como la furia de los dioses. 
Mañana, 
 quizá 
 después de mañana, 
aquí, 
 centro 
 y costado del mundo, 
nuestros hijos
 o nuestros nietos 
 abrirán 
de nuevo entre los álamos
 la carta del Buen Jorge: 
 elocuentes 
cuando en medio cielo,
refulja la luna

(Segundo Cancino Morales, Tacna)


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