jueves, 26 de junio de 2014

LUIS MERINO REYES [12.052]


Luis Merino Reyes

Luis Merino Reyes (1912, Tokio - Santiago, 2011). Poeta y narrador chileno, ex presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH). Nace en Tokio mientras su padre cumplía una misión en Japón para el gobierno de Chile. Como poeta publicó su primer libro "Islas de Música" en 1936. También se cuentan "Heredad de amor y duelo"; "Lenguaje del hombre"; "Latitud"; "Duermevela de amor"; "Aurora y final del día". Fuente: La Tercera.



Islas de música
Autor: Luis Merino Reyes
Santiago de Chile: Nascimento, 1936

CRÍTICA APARECIDA EN LA NACIÓN EL DÍA 1936-11-29. AUTOR: ALONE
Los libros de autores nuevos deberían, obligatoriamente, llevar prólogo. ¿Quién es Merino Reyes? ¿Qué edad tiene, qué tendencias sigue, a cuál lado se inclina? El lector, a oscuras, debe guiarse por similitudes no siempre definidas.

Nótase aquí, en estas islas, influjo y reflujo de la marea nerudiana: hay imágenes denunciadoras, disociaciones de ideas y sentimientos, voluntarias incoherencias de expresión: “Y yo te amaba más allá de la súplica – y más allá de las antorchas distantes…” “Sin embargo, estás muerto… - Tiembla el recuerdo sobre el mástil lívido. - ¡Oh! rudo halcón, vestido de regreso”. “Eras tan simple y bella con tus cantos inútiles – con tu lenta tristeza, con tu impulso hecho trizas”. Los ejemplos podrían multiplicarse y en todos, junto al eco indudable, hallaríamos que faltan el esplendor, la vehemencia, el atropellamiento visionario del modelo. Merino es un Neruda serenado y sin magnificencia.

Con mayor regularidad melódica.
Lo mejor, a nuestro juicio, este “Romance Negro”:



“Arde la hipnótica presa
y un jinete negro canta,
cae ceniza de música
sobre su pechera blanca.
Traza sus biombos el humo
brincan su amor los fantasmas,
y hay mil negros que se fugan
con mil negras entusiastas.
El negro cuelga en el cielo
su risa como una lámpara
y se queda como un péndulo
fustigado por el alba.
Sus manos son los trapecios
luminosos de su canto,
y parece retenerlo
su corbata como un ancla.
Vuela la orquesta de negros,
hélices sus bocas blancas
ríen las rubias desnudas
con sus caderas de danza.
Y cuando emergen las islas
del amanecer descalzo
sobre la hipnótica pista
el frac de la noche canta”.



Aquí, a la corriente de Neruda, mézclanse leves toques de Barrenechea; pero hay algo más, un ritmo en que, probablemente, el poeta original –Merino Reyes- asoma.


CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1936-12-27. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
Es hermoso el título de este libro de poemas que firma Luis Merino Reyes, joven poeta que entrega al público su primera cosecha.

“Islas de música”, promesa de auténtica savia poética; “islas” que se quedaron en soledades de belleza, junto a espumas ligeras, frente a horizontes infinitos. Islas musicales, vigías en los mares del poeta; pequeños refugios para defender el espíritu de las olas enloquecidas…

Solo veintidós poemas que se engarzan en páginas acogedoras.

Al leer esta primicia de Merino Reyes, se verifica el hecho por demás halagador, de que las tendencias ultraístas no han contaminado la inspiración de este joven autor, que es ante todo un enamorado de la sinceridad literaria.

El verso de Merino Reyes es moderno, musical, teñido de ausencias y regresos; hay en estos poemas un poco de filosofía; alto pensamiento de aquello que perdura y tiene sello de originalidad.

En “Pórtico” nos cuenta que:



“Hay algo que camina
por lo puentes lejanos,
algo que urden al viento
las banderas del agua”.



Esas “banderas del agua” tienen, sin duda, una belleza original que solo bastaría para revelarnos el temperamento de un poeta auténtico.

En todo el camino de estas “Islas de Música”, encontramos un alejamiento de las cosas materiales y una muda cercanía de las cosas lejanas:



“En mi obstinada soledad, en mi tristeza,
brota como un perfume su recuerdo sin fatiga,
viene tan lenta como vestida con alas de la noche
y se propaga por mi cuerpo en busca de sus caminos”.


El romance ha tenido también en Merino Reyes un entusiasta cultor.
Él ha desprendido toda humana malicia para decirnos:



“La niña partió a su pueblo,
árbol le serás mendigo,
que duros de primavera
lleva los pechos cautivos”.



Uno de los atavíos peculiares del romance, radica en la perfecta distribución de las asonancias. Esta tradición del romancero debe mantenerse con estrictez a nuestro juicio. En el “Romance de la niña ausente”, nos encontramos con esta estrofa que disuena del conjunto:



“Lleva sus arcas de sueños,
luna le serás mendiga,
que el amor la esta vistiendo
de transparente atavío”.



Una delicada visión campesina nos brinda el poeta en el soneto “Impresión de su pueblo”. Hay frescura y emotividad, símbolos que giran en los ojos y el corazón. La poesía de Neruda ha tenido, quizás, una remota influencia en Merino Reyes. El poeta ha recogido algunas imágenes que la denotan:



“Su pueblo es entusiasta señalero de humo
con su cesta colmada de vuelo y de pájaros.
En la noche se duerme al borde de los trenes
y pregona el saludo de los trenes lejanos”.



La poesía de Luis Merino Reyes no es solo una promesa literaria; ella revista cierta madurez y un sentido auténtico de poesía pura.



Lenguaje del hombre
Autor: Luis Merino Reyes
Santiago de Chile: La Nación, 1938

CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1938-03-20. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
En 1936 surgieron en nuestro pequeño océano de poesía unas “Islas de música”, cuyo dominio pertenecía a Luis Merino Reyes.

El poeta, sin pretensiones, lejano de cenáculos y con una juventud que ya maduraba frutos, señalaba su rumbo de ilusión y se quedaba solitario en esas soledades isleñas…

El verso del poeta Merino Reyes, trajo a nuestro ambiente el saludo renovado de una poesía sencilla en su misma profundidad y que ocultaba en los pliegues del manto una música soñadora, de viento en los árboles y de aguas en cauce de río.

La crítica oficial, y la no oficial, aplaudió esta obra del joven poeta que llegaba diciéndonos:


“Hay algo que amanece
en las cosas cercanas,
algo que habla al oído
luminosas palabras”.


Todo el libro venía vestido con los colores del júbilo y era presentimiento amoroso. La novia – el anillo perpetuo del milagro… En uno de los poemas de “Islas de música”, titulado “Elogio”, leemos:


“Eres tanto más bella que un grito sobre un mástil
y has colmado mi vida con rapidez de niebla,
porque no te contienen los versos sensitivos
he forjado en tu busca mi lenguaje de piedra”.


¿Habrá recordado el poeta esta estrofa suya al escribir su nuevo libro “Lenguaje del Hombre”?

Esta obra nos presenta una nueva etapa de ese viaje por caminos idílicos; lo que antes eras solo presentimiento, ahora es realidad. El poeta siente encendida su palabra y cada verso es una flecha de luz. La novia ronda en torno de la casa de su espíritu y para ella son sus llamas y sus mariposas. Nosotros nos preguntamos al analizar esta obra poética de Merino Reyes: ¿representa ella un valor acendrado y conseguido, superior a “Islas de música”? La cuestión se nos torna difícil. El más y el menos acuden con sus variaciones y surge la duda.

“Lenguaje del Hombre”, es ciertamente un “lenguaje” de honda poesía que sitúa a Merino Reyes en un plano privilegiado.

“Islas de música”, fue la partida de este viaje ilusionado; “Lenguaje de Hombre”, solo la continuación de él. En sus páginas encontramos poemas de mayor calidad poética que los mejores de “Islas de música”; mas creemos que todo el volumen no señala una diferencia notable. El espíritu del autor se propaga en ambos libros con igual intensidad, a pesar de diferentes actitudes de tiempo y de pasión.

Luis Merino Reyes va solo en este cultivo de la poesía. Desde fuera le llegan los estruendos humanos que apagan los mejores cantos del espíritu. Él permanece en su soledad y construye su casa de poesía. ¿Hacia dónde miran sus ventanas? ¿Qué estrellas quedan sobre su estanque? El poeta mira y sale jubiloso al encuentro de la novia que viene vestida de fiesta y con loca algarabía de vientos en desorden… Nadie como él ha podido escribir este “Lenguaje del Hombre”, que si bien es verdad a veces decae –recordemos que es lenguaje humano- guarda siempre un tono de nobleza y de depurada inspiración, resultado de una sincera disciplina artística y más que eso, de un rico temperamento poético.

En su poema “Hermana”, asoma todo el profundo sentido de esta poesía que va de lo objetivo a lo subjetivo con rara penetración; poesía íntima que se comunica, sin embargo, en estrofas que dicen:


“Era la infancia pródiga de estatuas y caminos,
la pieza de juguetes que contenía el mundo
y el perro que nos enseñó la impavidez de la muerte”.


Después de evocar con nostalgia aquellos objetos de niñez, entrega estas luminosas palabras:


“Aún recuerdo la casa que se rebalsó de gritos
cuando la lluvia dejó renglones en los cristales.
La primavera desataba sus faldas de colores
y se quedaba temblorosa sin que nosotros lo comprendiéramos”.


A nuestro juicio las poesía de mayor alcurnia en este libro, son aquellas que han florecido espontáneamente en el poeta y que no son resultado de algo ocasional que solo logra en Merino Reyes sonoras palabras, imágenes que deslumbran.

En esta “poesía” de Merino Reyes, puede aquilatarse al mismo tiempo, el talento del poeta que sugiere con crudeza, pero en un lenguaje puro y lejano de todo asomo de pornografía.

En su poema “Primicia” se revela este aspecto suyo que nos habla de la “rubia muchacha colegiala”.

No sabemos por qué una tristeza fatiga sus años y suele situarlo en un círculo de sombra… El poeta nos dice en su poema “Vida Estéril”:


“Aquí estás detenida en medio de mis años
y un hastío cobarde despedaza tu ruego,
siempre el amor renace en torno de nosotros
y esta misma alegría nos va dejando ciegos”.


Hay un rostro de mujer en todo el libro; para ella se renueva y multiplica este “lenguaje”. Merino Reyes quisiera gritarle desde lejos toda su apasionada zozobra, porque él siente como un agitarse de alas cansadas y la ve tan cerca de su vida que llega a decirle:


“En la boca de mi madre
ya estaba tu voz prendida;
en el ruego de mi madre
tu mirar amanecía”.



Nuestro poeta va siguiendo por esta senda de belleza –evocación y ensueño- con toda una fiesta de imágenes; pero no puede ocultar su expresión dolorosa. No sé por qué quisiéramos que su libro estuviese matizado con más alegría y purificado de lodo y de sombra.

Si se nos interrogara cuál es a nuestro juicio el poema mejor de este libro, no dudaríamos en señalar aquel que se titula”¡Cómo las veo envejecer!”. En él se contiene toda la modalidad e idiosincrasia de este poeta de la nueva generación. Aquí el autor nos deleita con la sugerencia de la vida que se aleja por caminos de olvido.

El perpetuo tránsito, la evocación de las cosas lejanas, del dolor y de lo que ya no vuelve. Merino Reyes se ha detenido absorto en su camino para exclamar:



“¡Cómo las veo envejecer, tan mías,
tan llenas de mi voz y de mi infancia!
Ásperas de preguntas y recuerdos,
son un estero de alegría intacta…

¡Cómo las veo junto a mí, sí herido,
me renuevan senderos de esperanza
y parecen las dos una ciudad
en donde apenas se contiene mi alma!

¡Cómo las veo envejecer, tan mías,
sonriendo en los balcones de la casa,
con los rostros quemados por las penas
sujetas a mi fe como a una mano!

Ellas presienten mi obstinada lucha
y el desaliento que lastima el agua
y se colman de mí cuando respiro
la belleza de todos mis fracasos.

¡Cómo las veo envejecer, tan mías,
tan llenas de mi voz y de mi infancia,
que sabiéndolas causa de mi vida
las oigo como un eco de mis años”.



¿Por qué el poeta nos dice que ellas presienten “su obstinada lucha y el desaliento que lastima el agua?” Nosotros nos contentamos con evocar el agua herida que no oculta su llaga de luz…

Luis Merino Reyes ha humanizado a través de toda su obra, las cosas más pequeñas. Su poesía –profundamente dolorosa y evocadora- ha tejido la canción del amor que tortura porque es demasiado inmenso y porque encierra como un lenguaje oculto para los que se acercan a su fuente. Así él nos dice en su poema “Imagen”:



“Me ciñes suavemente, palabra gris, aroma,
pozo donde yo caigo con mi voz cotidiana
y cuando quiero irme tu recuerdo se asoma
por los nuevos senderos que sueñan mis ventanas”



Y después agrega:



“Caminas junto a mí, imprecisa y absorta
y a pesar de mis flautas de colores distintos,
abren vuelos los pájaros que tus risas exhortan
en el cúmulo fresco de tu intacto recinto”.



Merino Reyes es el poeta de la imagen que se forja en el ensueño y que nada tiene de realidad objetiva; vive interiormente y posee su lenguaje para decirnos esa vida oculta que le sugiera tan magníficas evocaciones de poesía pura, vinculada a los simples acontecimientos de la existencia. El poeta goza con la evocación de los años de infancia. Para él es una fiesta el recordar el corro de muchachos que juegan a la ronda:



“Vamos jugando a la ronda de San Gabriel,
el que se ríe se va al cuartel.
Ronda de vida morena,
de verde cabalgadura.
Un color no se detiene,
un pétalo no perfuma
y un chorro de agua no suena
en las almas sin ventura;
pero el canto de los niños
alcanza las ramas mudas,
donde enciende su alegría
la sencillez de la luna”.



Poesía de árboles que acercan en sus juguetes de Navidad; árboles imaginarios; pitos que silban en boca de los niños, un sable de madera, risa y música de infancia; en suma:



“Ronda de vida morena,
de verde cabalgadura,
que casi no roza el agua
con su invisible estructura.
Ya la noche cuelga al viento,
largos espacios de bruma
para que la bogue Gabriel
con su velero de luna,
por lágrimas musicales
y jardines de hermosura”.



“Lenguaje del Hombre” encierra un acopio de alta poesía. Merino Reyes alcanza en este libro un nuevo éxito; afirma su estilo, se nos revela como un poeta que posee riqueza de vocablos y una exquisita sensibilidad. Su verso es como un espejo que permanece inmóvil, absorto en la luz que viene de Dios y en la novia “que presiente el milagro”.



Latitud
Autor: Luis Merino Reyes
Santiago de Chile: Nascimento, 1940

CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1940-09-29. AUTOR: CARLOS RENÉ CORREA
Vuelve Merino Reyes por los caminos de la poesía y extiende esta “Latitud” que envuelve un purificado sentido de belleza y oculta un dolor humano con profunda raíz en lo espiritual.

En 1936 publicó su primer libro, una “Islas de Música” que han permanecido en su océano como vigías misteriosos de un renacer cotidiano frente a la belleza, que en Merino Reyes es canto potente, viva sugerencia, todo expresado con rítmico y puro estilo.

Vino después su “Lenguaje del hombre”, libro que en su vida fue una confesión de fe artística y amorosa. Merino Reyes es poeta de antología. Sin embargo, en últimos trabajos de esa índole se ha silenciado su nombre, ciertamente porque él vive lejos de los “ismos” literarios y políticos.

La poesía de Luis Merino Reyes tiene amplitud y profundidad: el poeta no desdeña el ritmo y menos la imagen novedosa que imprime a su labor un sello muy personal. Su pensamiento perdura y tiene siempre una razón de ser en esta “latitud” anímica que es todo un hallazgo.

Entre nosotros se han multiplicado los poetas en estos últimos años, pero la mayoría está aún encandilada por el deseo servil de imitar a maestros o corifeos de absurdos movimientos poéticos, vacíos de médula y en los que militan los originalísimos…

Las virtudes que habían tenido ya cierta madurez en los dos primeros libros, alcanzan en “Latitud” su plena realización, si bien todavía esperan al poeta nuevas rutas y promisorias cosechas.

Merino Reyes está solo en una zona de vital comprensión, busca los altos símbolos y lucha en una purificación que lo descubre ante los lectores como un poeta elegante, cordial, sincero; poseedor de una voz ardiente que lo pone en contacto con el ensueño, el más veraz forjador del verdadero artista.

En “Égloga”, dice:


“Tan suave en la sublime quietud, tan alto y fresco,
el vuelo derramado que mi espíritu acoge,
mi país balbuciente, mi emoción y mi época,
mi verdad ensangrentándome, el alarde y el miedo”.


Conoce el poeta su misteriosa ubicación en esta “latitud” que tienen de su sangre y de su espíritu. Con elegancia de vocablos y cierta esquemática aureola, nos pone en contacto con el sagrado reciento de la evocación “donde ríe y acaricia una mujer, un sueño, un día…”

Nadie podrá desconocer que Merino Reyes es un poeta puro que no deshumaniza su expresión lírica sino que busca en la vida cotidiana la raíz de su expresión, la razón de ser de sus poemas que se mantienen entre la sencillez y la elocuencia. “Latitud” es un libro que tiene, en suma, muchas más cosas que sugerir que decir.

Con novedosa sugerencia nos habla de “El Río”, y dice:


“Por aquí, por aquí,
en donde el río
bate sus alas
de esplendor cautivo.

En donde el aire
de la noche alarga
su lenta ronda
de extenuado signo.

Alzo mi sueño
miserable y puro;
lame mi placidez
un goce líquido.

La inmensidad oprime
la atmósfera de ceniza.

Unos vagabundos
columpian
sus sombras alegres”.



Es el río del poeta que va en tierras de soledad, con su murmullo y su lenta fatiga; ríe de aguas profundas y extáticas sumidas en la sombra y deseosas de coger en su viaje la luminaria de los astros. ¡Todo en una inmensidad que oprime!

Habla a la mujer amada y la llama “su rosa pura situada al centro de los pequeños afectos”.

Merino Reyes ha triunfado a pesar de los silencios de quienes creen que la belleza debe ser expresada en forma alambicada para que sea nueva, con hoces y martillos para que sea auténtica expresión popular…

Este joven poeta conoce su camino y sabe que su poesía no morirá porque alienta en ella su verdad, toda su verdad.a

CRÍTICA APARECIDA EN EL DIARIO ILUSTRADO EL DÍA 1940-11-10. AUTOR: FRANCISCO SANTANA
Desde que publicó su primera obra “Islas de Música”, 1936, hemos seguido de cerca la producción poética de Merino Reyes. Y nuestro interés se explica porque observamos en él características de un poeta que iba tras el dominio de su propia voz. Por lo demás, “Islas de Música” no fue un libro que pasara desapercibido por nuestro ambiente literario. Hubo artículos halagadores, palabras de elogio para algunos de sus poemas que señalaban indiscutible valor, se encontró, pues, en Merino Reyes condiciones animadoras y se le vio porvenir que luego han confirmado sus últimos libros.

En 1938, lanzó “Lenguaje del hombre”, poemario que denotó pretensión lírica, y a la vez dominio expresivo. “Islas de Música” fue una poesía hecha a base de sensaciones, de imágenes transparentes que en asociación despertaban armonías y sugerencias intensas. “Lenguaje del hombre” fue de menos valor lírico, sin duda, porque encauzó su voz hacia la exactitud, dejando inmóvil la fuerza, por la perfección de la estructura.

Después de estas dos obras, Merino Reyes, ha seguido escribiendo, luchando, digamos, por conseguir una expresión más de acuerdo con sus voces internas. Hemos visto romper poemas con la misma facilidad con que fueron escritos. La autocrítica que notamos en Merino Reyes es poco común entre nuestros poetas jóvenes. Así, desechando unos y conservando otros no da ahora “Latitud”. En esta “latitud” lírica vemos los caracteres de “Islas de Música” y de “Lenguaje del hombre”, o sea, se han unido a la sugerencia que despiertan los versos, las imágenes y símbolos a cierto sentido profundo de las cosas; lo sentimental y la libre expresión a la madurez y precisión de su pensamiento. “Latitud”, no es un libro fácil ni superficial. Hay pureza, conocimiento íntimo, personalidad. A veces llevado por algunos motivos, el poeta logra oscurecer la idea, y quedan flotando inaccesibles metáforas e ideas en profundo secreto, su poesía se vuelve difícil, pero siempre expande una verdadera claridad lírica. Un fragmento de “Hombres del mundo” servirá de ejemplo:



“Que tu divinidad manche tu sueño extraño,
y en la invencible zona se oiga tu canto diestro.
Hombre del mundo, absorto, tremendo y sucesivo,
solo es verdad la espiga pura de tu nobleza.
Y cuando te aprisione la inmortal marca
abre tus ojos altos a la forja de lo increíble.
Llevas sobre el destino tu voluntad y tu odio,
tu llama clara de épocas, tu espada fresca de sueños”.



Hay otra faz en Merino Reyes, bastante distinta; la sencillez y la claridad, y esto sucede cuando su canto nace frente a la naturaleza que le sirve con sus miles motivos, entonces su poesía es de suavidad, tersura y sencillez. Ahí están los poemas “Égloga”, “Paisaje” y su magnífico, denso y cálido “Himno” a la tierra chilena, compuesto de 20 estrofas, en que el lirismo no decae y se sostiene puro. La composición técnica es perfecta; tal vez sea el mejor de los poemas. El comienzo puede dar una idea de su valor:


“En el pausado litoral de espuma y sueño,
se levanta el marino porvenir de mi patria
con un rictus de piedra sencilla y solitaria”.


Hay otro gran poema; diminuto en cantidad de estrofas, pero valioso. Encontramos agilidad, El Río, es una canción fina, un cuadro sin misterio, pero de sombras finales y de inquietud:



“Por aquí, por aquí,
en donde el río
bate sus alas
de esplendor cautivo.
En donde el aire
de la noche alarga
su lenta ronda
de extenuado signo.
Alzo mi sueño
miserable y puro;
lame mi palidez
un goce líquido.
La inmensidad oprime
la atmósfera de ceniza.
Unos vagabundos
columpian
sus sombras alegres”.



Otra faz de Merino Reyes: la poesía amorosa. Frente a la mujer que ama su canto se vuelve melodioso y lleno de gozosas ternezas. En “Símbolo” la llama: “Brizna de sol y de asombrado lirio”, en “Conocimiento” es “¡Oh rosa pura situada al centro de los pequeños afectos”. En “Sabiduría” dice:



“Bien sabes que la vida se agrupa en torno de algo;
y en la quietud amarga de las horas burguesas,
emerges como un puro señero de milagros,
extasiada en la sombra vital de mi tristeza”.



Otra faz del poeta, es su continua introspección. En algunos poemas expresa su posición de hombre civil, en otros su ubicación de amoroso y en otros se sitúa como un poeta dentro del tiempo. Rasgos estos difíciles de hallar en otros autores, Merino Reyes conoce su trayectoria lírica y bien sabe el lugar que le corresponde. No hay ambiciones en el poeta, no hay dobleces que manchen su voz ni absurdos para su ruta. Seguirá siendo lo que es, un poeta sin sensiblería, sin crueles adaptaciones, un poeta digno de considerarse entre los mejores de la actual generación chilena.


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1961-04-20. AUTOR: HERNÁN POBLETE VARAS
El autor de esta recopilación de versos ha publicado en fechas recientes “Transparencias” (1958), “Polen de eternidad” (1959) y “Engastes” (1959), después de haberse iniciado en el culto del lirismo con sus “Poemas del mar” (1939). Anuncia, en fin, un segundo volumen de “Engastes” y “En la orilla del mundo”, también libro de poemas. Laborioso, esforzado, busca un camino en las letras dando a conocer rasgos íntimos de su personalidad, en versos generalmente tímidos, acaso debido al uso del asonante como se ve en estos:



“Mis versos tienen alma
porque les doy mi vida,
paso a paso y sin sentirla.
Nacen del pensamiento
que florece y se apaga
cual una luz lejana.
Bajan desde la altura
perfumados de selva,
como la savia vieja.
Se bañan en las fuentes
dormidas y calladas
donde la luna canta.
Y callan en mis noches
de soledad y lágrimas”.







Antología poética
Autor: Luis Merino Reyes
Santiago de Chile: Eds. Gibran, 1946

CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1946-11-30. AUTOR: ELEAZAR HUERTA
La antología poética de Luis Merino Reyes ha sido hecha –según se aclara en el prólogo- por Antonio de Undurraga. Este parece haber escogido las distintas composiciones buscando lo vario más bien que la constante personal del autor. Resulta de aquí un libro interesante, pero heterogéneo, sobre el cual no pueden formularse apreciaciones generales, a no ser con cautela.

“Letanía en blanco” es poesía inocente, clara. Hay en ella infantilismo mental, en parte lo que ha llamado Víctor Castro  “humildes sin rubor”. En cambio, “Romance negro”, más lograda conforme a la técnica imaginista del último decenio, me parece menos propia de Merino Reyes de lo que él es íntimamente, porque la hallo aséptica, sin humanidad.

Es más vigorosa “Madre”, así como “Idilio”, con descuidos de rima objetables en forma tan rigurosa como el soneto.

En “El río” aparece la tendencia de Merino Reyes a la adjetivación contradictoria: “alas… de esplendor cautivo”, “mi sueño… miserable y puro”, de la que podremos anotar más adelante variaciones más resueltas.

Por lo que hace a “Los pobres”, prima aquí el contenido social sobre la forma literaria, aunque hay algunas bellas frases:


“los vi callados sobre el tiempo,
ajenos al sol de sus fuerzas”.


“Balada” es la pugna entre un ímpetu elemental y una forma limada, excesivamente retórica.

“Fronda de amor” es soneto más perfilado que el anterior y [el] citado “Idilio”. La adjetivación en contraste, referida a la caricia amorosa, resulta aquí tan natural que no parece la misma que en otras poesías proporciona hallazgos o suscita escándalo literario. Así, la “sed incierta”, la “cáustica ternura”, o el:

“bárbaro y sabio, húmedo y austero”.

Una de las mejores poesías del libro es la que sigue, “Calles de mi ciudad”. El ambiente y el yo están perfectamente fundidos en un todo lírico que se expresa con ingenuidad consciente.

“Experiencia” es un despertar del poeta a la realidad de la vida, por la vía de la pobreza. Pero mejor sería decir que el poeta revalida serlo, pues la brutalidad de lo cotidiano le hace intuir la armonía oculta de lo disonante:


“Ahora entiendo junto a los umbrales
al hombre mudo y la mujer exhausta,
la frente erguida para los oprobios,
cínico el pulso, bravo miserable”.


Ahora suena a tiempo ese “bravo miserable”, así como “el candor feroz de mis miradas”.

En “Gravidez” hay un conceptismo rebuscado, machacón.

“Niños pobres de Chile”, en la vena social, es poema logrado y hondo. El autor apenas se refiere a la injusticia social colectiva, anónima. Ve, sencillamente, el desamparo. Lo que siente –y lo dice sin rebozo- es la vergüenza de su egoísmo:

“¿Acaso sois diversos a la miel de mis hijos?”

Por eso, como una liberación para esos niños y también para su propia angustia, clama después por:

“la aurora de paz del día inmenso

en que el hombre y el hombre serán lealmente hermanos”.

De las poesías inéditas, la “Épica de Stalingrado” exagera en todos sentidos, cuajando a extrañas frases, como este elogio a los defensores de la urbe rusa:

“Y no sois los libertos del miedo, sois sus amos

movéis sudorosas y sucias, iluminadas bestias”.

También hay extravagancias en “Libertad de París”, aunque otras veces lo dicho al [revés] que todo el mundo cobra notable justeza, como en esto de:

“he callado de júbilo al saber que París

en manos de franceses vive su propio modo”.




Áspera brisa
Autor: Luis Merino Reyes
Santiago de Chile: Eds. Acanto, 1952

CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1952-08-24. AUTOR: MARIO OSSES
Dentro de nuestra literatura, Luis Merino Reyes es uno de los más sólidos y completos valores. Tanto su prosa como su poemática han seguido siempre una trayectoria de afinamiento. Es interesante anotar que nuestro joven autor, al penetrar en ambos campos, no exhibe continuidad en su expresión. Con frecuencia, el poeta, al abarcar la novelística u otro género literario, no puede desprenderse de sus vetas líricas. En este caso, observamos una completa disociación creadora. Merino Reyes como novelista es un escritor de trazos definidos, de estilo castigado y de prosa exacta. Como poeta, da curso a toda su riqueza de subjetivación; hay un alado despliegue de vivencias, de exaltación espiritual y anímica. Agudiza el oído del corazón para recoger las diversas voces que brotan de su […], de los otros seres y las cosas, que vaciará en un verso […] de fuerza y belleza que denota, una vez más, […] estructuración artística.

Da esta suerte, en su último libro intitulado “Áspera Brisa, nos enfrentamos con “Saludo al Mar”, en donde al hablarle al verde señor lo hace con actitud de altiva camaradería. Luego, el mar queda atrás. El hombre gira sobre sí mismo a explorar sus zonas íntimas.



“¿En qué delgada estría, en qué vuelen,
en qué sueño,
se oculta nuestra blanda quietud,
honda sustancia?”


Y comprende, una vez soltada la madeja del recuerdo en el tiempo, que:


“Algo tiembla todavía y nos consume,
un tenso candor dinamiza nuestros nervios,
la más leve quimera activa nuestro paso”.


La nota continúa mostrando un acento acerado a medida que avanzamos por esta “Áspera Brisa” de poesía. La miseria no puede escapar a la fina intuición del poeta; la vemos desnudarse en “Salmo” y “Día Domingo”. Abundan otros matices en este pequeño y hermoso libro. El ser que tiene un sentido integral de sí, tiende a replegarse y vive en continua batalla frente a una entrega total. Esta posición es la sustancia del poema “Víspera” y volvemos a palparla cuando el poeta expresa en “Miedo”:


“Siento tu amor y te aminoro, herido,
con recelo tenaz por lo vivido,
vidente de tus lágrimas secretas”.


Pero al abandonar esta actitud, tal vez defensiva, el hombre se enaltece con la alegría de una entera realización:


“Y una fuerza salvaje me destina
a morir en tu mágica sordina
donde mi corazón ronda extasiado”.

Entonces la “Áspera Brisa” de nuestro escritor nos deja la sensación de un aliento varonil, porque todo poeta es un brazo erguido frente a las estrellas.

Firmado como M. O.




Duermevela de amor
Autor: Luis Merino Reyes
Santiago de Chile: Universitaria, 1959

CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1959-03-22. AUTOR: ALONE
Más conocido como autor de novelas, género en que ha alcanzado triunfos, Merino Reyes sorprenderá a sus lectores habituales con este breve opúsculo de versos de un lirismo apasionado, libre, suelto, por donde pasa, como por toda la poesía joven de Chile y más allá, la misma sombra que hace ya muchos años vienen persiguiendo, voluntaria o involuntariamente, los poetas.

No siempre, sin embargo, prescinde aquí del ritmo y de la rima y, a veces, junta la forma interior a la que canta en los oídos, desde antaño, como en este soneto que mezcla la novedad de las imágenes a una música de todos los tiempos.



“Temo no ser desde el regazo rosa,
desde tu alba de flor y de ternura,
temo morir, amor, en la brumosa
ausencia de tu mágica hermosura.
Temo que el flujo de los años trice
el dulce frenesí de nuestras mieses,
que mi boca sin miel te martirice
y esté fría mi voz cuando me beses.
Temo morir, amor, si estás despierta
como la luna de mi noche incierta,
descalzo en la frontera de mi canto.
Temo morir, amor, quiero la vida,
que solo tú me has dado, estremecida,
en tus crisoles de candor y espanto”.




CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1959-04-25. AUTOR: ANDRÉS SABELLA
Luis Merino Reyes hizo de la literatura una rigurosa conducta pura y en todos sus libros colocó la expresión feliz y henchida, las palabras que ondean, como fuegos de su entraña. En la página suya que leamos, de poeta o prosista, encontraremos la dignidad del verbo. Nunca fue ni rimero de ocasión, ni vencedor de fáciles resplandores. Combate, abiertamente, con el lenguaje; lucha por arrancarle su verídica luz y, sangrante de verdad, nos alza los frutos de su experiencia. Ahora tras largos silencios de poeta, nos detiene, nuevamente, con poesía; su “Duermevela de amor” extiende una sombra ardiente de su historia de hombre; aquí la aventura humana logra su hermosa desnudez y las fuerzas eternas de la sangre rugen y del fondo de las carnes surgen los delirios., los silencios húmedos, las profundas cadencias y ese hábito de canción que vuela sobre los cuerpos, echándoles una dulce coloración de oro:



“Yo defiendo la luz del pecho aireado
suspenso, entre mis tactos obsesivos;
yo defiendo tu mano temblando valerosa
y tu amor, el amor. Tú no lo sabes” (pág. 17).



Leyendo a Merino Reyes, se tiene la sensación de verle encima de sus palabras, rico de sangre, jubiloso, sano, íntegro, en actitud de alzar los brazos para tumbar, por los aires, el toro terrible de la vida. Su lenguaje resuena. Diríase que en este “Duermevela de amor”, despierto hasta las raíces, cada sílaba fue colocada con la alegre mano del que siembra rayos en mitad de su corazón:



“Y río a solas contigo, cuando te desnudas
y el vaho de tu cuerpo, sube hasta mí y me envuelve,
como imantada y tibia atmósfera” (pág. 19).






Faena y canto
Autor: Luis Merino Reyes
Santiago de Chile: Arancibia Hnos., 1963


CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1963-09-14. AUTOR: HERNÁN POBLETE VARAS
Luis Merino Reyes es laborioso escritor, al que se debe multitud de obras, desde poesía (ámbito que más cuadra con su inspiración), hasta libros de viajes, como “Rumbo a Oceanía”, pasando por una buena cantidad de novelas que han provocado el interés de la crítica.

En su nuevo libro de poemas “Faena y canto” (Ediciones del Instituto Chileno-Árabe de Cultura, Imprenta Arancibia Hnos., Stgo., 1963) le vemos como en un retorno, o como en una nueva ordenación de valores, propia del hombre que siente ya cumplida una etapa de su existencia.

El amor es un tema que está presente en casi toda la obra de Merino Reyes. Aquí también lo está, bajo luces más íntimas, afianzado por la madurez y el equilibrio:


“Algo está ordenado, tu corazón, el mío,
mi sombra que te esculpe verdadera,
la flor de tu sensible enredadera,
la magia de tu afán, mi amor bravío”.



Pero el orden –reposo y equilibrio- provoca todavía en el poeta una reacción áspera; se resiste a la ordenación impuesta desde fuera, a este mundo que nos va catalogando con sus estadísticas, y que parece rechazar el vuelo y el ensueño:


“Todo está organizado y corresponde;
el número 1 con el 2, el 3 y el 7 .
Yo no creo en los números;
descubro entre ellos desatados rumores
que no limitan a la vieja luz ni al viento”.



Esta rebeldía que sigue atenta “a la vieja luz” y “al viento”, se desenvuelve en algunos de sus poemas por medio de la nostalgia, de la evocación melancólica, como en su poema “Ciprés funerario”, uno de los más expresivos de la personalidad de Luis Merino Reyes:



“El niño que irrumpió dentro de mí,
agavillando mis canas
oyó bruscamente el más sórdido de los secretos,
el hombre que te protegía y te alentaba,
siente que sus músculos se ablandan
y su hálito se puebla de óxidos.
Sueño otro mundo para hablar contigo
un apretujado diálogo,
madre, para darte los mares de mi ternura,
ese amor que no cabía en las celdillas
de nuestras palabras”.





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