miércoles, 12 de noviembre de 2014

ZACARÍAS ZAFRA FERNÁNDEZ [13.980] Poeta de Venezuela


Zakarías Zafra Fernández 

(Barquisimeto, Venezuela, 1987).  Escritor, músico y gestor cultural. Director General del Instituto Municipal de Cultura y Artes (IMCA) y profesor de la Universidad Centro occidental Lisandro Alvarado (UCLA- Decanato de Humanidades y Artes). Es autor de los poemarios Quinquenio (2009) y El bemol de los latidos (2011), y del libro de cuentos cortos Blanda intuición de párpados (2014).  En 2012 resulta ganador del concurso nacional “Découverte de la Francophonie”, otorgado por la Embajada de Francia en Venezuela. Actualmente es productor y conductor del programa radial Sonidos de Vanguardia (Fama 98.1FM-Circuito Éxitos), co-fundador del Slam Poetry Barquisimeto y articulista del diario El Nacional. Obtiene en 2013 una Especialización en Periodismo y Ciencias de la Información (Universidad Miguel de Cervantes, España) y es tesista de la Maestría en Literatura Latinoamericana (UPEL). Su trabajo literario inédito abarca la narrativa breve, el ensayo y la dramaturgia. 


Vocación de incendio

Pregunto si el futuro es vocación de incendio

avivar el inicio
la aceptación del límite

busco la tregua próxima
potencia o fosa
tiniebla poblada que no alcanza

la espera nos forma
tenemos humo en el aliento


A un poeta en la caída

Mentir o imaginar

disolver las marcas
ser la duda o la fijeza

entregar la tribuna vulnerable
renombrar las distancias
hincarse en el efecto

mirar siempre el destino de la alarma
recordar la muerte impersonal
y la fraterna cueva

preguntarse
desear la magnífica vivencia.



Alabo las grietas que preguntan tus pieles….

Alabo las grietas que preguntan tus pieles o tu margen de sabores y la manta que tiembla en tu respuesta tardía o la siembra que piensas en tu lánguida grieta. Cabello crespúsculo bronce de la sonrisa brillantez absoluta conciencia de que estamos de que perteneces a mis ojos o manos irradiadas lejanas beso hambriento te alabo te discurro de lejos tímidamente a la sombra en la silla que ocupas el espacio la pregunta nuestros márgenes y la manta de bronce que tiembla sobre el cielo o la siembra de tus ojos mis manos irradiando tu absoluta conciencia brillantez cabello apenas presentación lejana grietas donde se escapa mi aliento absorbiendo tu voz tardía diminuta como el espacio del verbo la casa que no es nuestra el lejos a donde te llevo la mirada alabante el examen tímido tus pieles tus sabores la boca lánguida la palabra que nombra sentada sobre la silla reposa sobre los libros las piernas absoluta abertura grieta explosiva interrogación de la delicia por el vamos el cambio que nos ocupa tu compañía irradiada los ojos las manos en lejana alabanza en el hambre del todavía del estar siempre el presente que es la grieta por donde escapan nuestros alientos y las voces que se llaman temblor sobre la tarde y el bronce que llega a los espacios ocupándolos.



Cuarteto de vientos

Cada vez

que un ciclo de estrella
se funde en la noche acabada
cae una lágrima mía.

Un cristal de risa,
un dolor que se hidrata,
una ruina de hombre
distendido en el beso.

Cuando hay tarde
y lluvia y brisas sordas
hay un yo que viaja
a desdoblarse contigo.

Abundante.
Serenata y faro verde,
luz de luces,
credo de los hombres nuevos.

Cuando hay noches
y tristezas de licántropo
hay un tú que es infierno
y edificio del cosmos.

Pero cuando amanece
las horas zurcen sus redes aletargadas
y se inicia otra vez el viaje
hacia mis círculos tonales dolorosos.



[bart. mitre 3014]

salgo a la calle -las manos me huelen todavía-
y me encuentro tu suéter lleno de pelos 
y tu vulva de polyester 
frente al río de la plata 
y el alfajor de chocolate blanco dando vueltas en el subte 
y me pregunto por las cosas sencillas aunque nada sea como tus piernas gordas con una toalla sanitaria haciendo el blody agnès y la masturbación tuya encima de la mía y el grito que rebotaba en el cartón de no molestar con la cena flotando en la poceta 
y el placar abierto con tus rodillas y tu bufanda amarrada al cuello 
y el suéter color pomelo sobre tus tetas llenas de quistes 
y más acá la estática del televisor con un par de medialunas y juan pablo feinmann enseñándonos la náusea de los panchos que no nos comimos y allá el grafiti de la mujer con cabeza de ratón y el oro de los tigres en la ventana y adiós loria adiós soda Villavicencio adiós mafalda y biblioteca nacional adiós/adiós decimos mientras escuchamos el cuarteto en ecos y sabemos bien que es la última noche antes de Ezeiza a 4 grados sobre cero y tenemos tiempo de respirar y decirnos que no nos queremos que somos una entelequia de vulvas forasteras en una tierra de poetas.

[leer con la r gutural de Cortázar]



El retoño

Una pompa de jabón para bañarte.
Un chupón de madreselva para el loco hambriento.
Una sarna que emancipó tus comisuras -mi nombre-

El intelecto de tu vulva me supera.
Tu labio pitoniso se oculta como la tortuga.
El caparazón tiene su cocción exacta.
La desconozco. 

Ya están retoñando tus almendrones.
Aquellos tubérculos que sembré sobre tu tórax
son fantásticos tesoros de alimento. 

Sigo aún con la abertura caudalosa de tus senos
Establezco tus pulmones hechos carne
tus pezones hechos timbre 
de un firmamento extenso. 

Empiezo a sentir amor.
Una ternura impaciente -horrorosa- me puebla.
Tu voz me circunda melódica -horrenda- plácida. 

¿Esto sienten los hombres solos? ¿Hasta aquí llega el arrobo de los perros y su 
unión inmortal de los minutos?
Así la brevedad de tu imagen. Así el despido de tu 
doliente y poniente. A esta elevación que es preferible al 
hurgamiento asqueroso -dulcísimo- de hoyos, convexidades y penumbras. 



rotas estas manos voy claramente a tu silencio

/en la casa de los sordos
convoqué la última palabra
cuando te dije no éramos lloraste
cuando reuní a los tres rasgaste la garganta
ahora cruzo balcones
naves sin ecos
siete templos de tejidos rotos
nadie me dice si hay ruido después




en el horizonte frío ahogo una búsqueda

te nombro
y el cuerpo se retira de la memoria

te invoco
luego me enfrenta la ida

salgo, tiento
experimento la vacuidad sobre la textura

*Poemas de Al otro lado de la vía oscura (Ediciones del Movimiento, 2015).




En la oscuridad del cuerpo nos enfrentamos

nos buscamos ahí donde todas las viscosidades se rehacen

separamos los fuegos
iniciamos la llamada constante

y del otro lado no queda nada
salvo lo que nombra
la impaciencia



Tú me despiertas entre las sábanas y el amanecer se inaugura en un roce irrepetible.

Yo te detengo en el frágil suceso.

Esperamos tanto para este desmayo.



Mudanzas

Si hemos llegado a un lugar sin nombre
si la palabra que nombra se mudó primero
si la ciudad se fue y se llevó el asentamiento
¿cuál será nuestra morada?

El beso, la sangre, la asfixia, la roca,
la perplejidad.



Fui otro, muchas veces. Amé con estridencia y me hice hiel, demonio, salvajismo. Pero regresé limpio, ligero, sin piedras en las uñas ni sangre en los zapatos. No dejé hijos ni secretos en los senderos. A todos esos hombres los borré. Solo quedó este, dócil, leal, para la reverencia.
Dibuja un cuerpo sobre otro. Miéntele y pásale por debajo. Dile que en esa posición la verdad no alumbra.

~

En la última habitación estamos nosotros. La lámpara ilumina con pánico lo poco que sabemos. No mires, ya todos salieron.

~

Distrae la angustia, conviértela en perro, en llave, en sombra.

~

Llámale casa, augurio, cenicero, pero apúrate a borrar el epitafio.

~

La luz cae primero. Es necesario distraerse. Las sábanas se revelan por nosotros.

~

Entra temprano y por debajo. No defraudes ninguna rigidez.

~

Reconstrúyeme con calmas, con tensiones, con desplazamientos. Algo de mí sobrevivirá la grieta.

~

Silencia el porvenir de esta casa. Urgen las respuestas.

~

Divídete, regresa, remedia esta obsesión por el aullido. Yo prometo echar a todos los demonios del habla. Haré caso.

~

La noche no querrá conservar la afonía. Me pierdo sin dejar rastros, voy dejando un habla en el poema.

~

De Ociosa brevedad (Inédito).




I FESTIVAL DE POESÍA DEL REINO ANIMAL

Ninguno ha podido decir
(quién sabe si por temor al desprestigio)
que la poesía es un invento de la fatiga.

Ella, coinciden todos,
revuelve unas supuestas sensibilidades
y le otorga otros atributos
a los dedos.

De lo demás
(rasguños, lenguajes, negociaciones)
se encargan los guardaparques.
La poesía es perezosa
y es incapaz de vencer la siesta.

Pero aquí, además de árboles, hay corrales,
largos pasadizos y palabras envueltas en moco verde.
Casi todos están incomunicados
y el aire es tan opaco
que hay una sola verdad.

Cada tarde,
cerca del lago de los caimanes,
se decide
quién hará la digestión con los visitantes.
Quién, con los mismos sonidos
y la mitad del instinto,
puede generar más aplausos mecánicos.

La contienda es inhumana.

Los de allá se burlan de los de aquí.
Los de aquí no quieren saltar la reja,
tal vez por respeto a la violencia (o por horror al prestigio).

De cuando en vez hay una matanza
pero la nube de polvo
escribe siempre una versión parecida.
No hay cambios en las carteleras
ni mucho menos en los mapas o en las guaridas.

Los de aquel lado defienden su hondura.
Los de este no saben si es barro o asfalto seco.

Muchos han visto cómo lo hacen.
Es casi pública
la forma en que defienden su grandeza.

Les dicen poetas, pero se predan.
Los llaman por un nombre, pero es incorrecto.

Habría que olvidar tanta bajeza:
La Casa del Ser es un zoológico.



El hombre quiere ser volcán
y dejar más que el suceso después de la lava.
Quiere estallar, derrumbar pueblos, prolongar su erupción hasta la niebla.
El hombre despierta y se erosiona.
El hombre estalla y cambia el paisaje.

El hombre no quiere el ahogo de una sola nube,
no quiere la calma de los balcones de agua en el horizonte
el hombre ígneo
el hombre piedra
puede no despertar nunca
puede renunciar al estallido y dejar el magma como nieve
pero el hombre quiere ser volcán
porque el calor lo convoca
y su contextura está hecha para el incendio

el hombre volcán quiere estar despierto
y fijar su casa en la explosión inaudita
en el fuego que él es
y que en él camina
el hombre volcán no quiere volver a ser hombre, sino estruendo
y la superficie de la tierra lo soporta
y lo enardece

el hombre volcán busca el derrumbe para parecerse a la historia
el hombre volcán busca el reposo y la soledad inmensa
pero solo después de haberse estrenado en la llama
el hombre quiere ser volcán
para ser volumen, hoguera, espejo
y que su vigor sacuda las ciudades
y todo su ardimiento se recuerde en las velas

el hombre quiere ser volcán
quiere que su temblor se anuncie y se vea de lejos
quiere estar a la altura de su fiebre
el hombre quiere ser volcán
para que la noche decaiga ante su aliento de ceniza
y los caminos carguen las piedras que lo proclaman desde el origen

el hombre quiere ser volcán
porque una convulsión incesante se lo advierte
y temen los suelos y quienes los habitan
porque el estallido no acontece sino con días aciagos
y desangramientos de fuego

el hombre quiere ser volcán y no sabe
solo lo presiente el humo que habla
desde él
y antes.



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