jueves, 21 de febrero de 2013

CLARK ASHTON SMITH [9267]




Clark Ashton Smith
Clark Ashton Smith (13 de enero de 1893 – 14 de agosto de 1961) fue un poeta, escultor, pintor y escritor de cuentos de fantasía, terror y ciencia ficción. Nació en Long Valley, California, EE.UU.. Fue recordado principalmente por su obra literaria y por la amistad que compartió con Lovecraft de 1922 hasta 1937, año en que Lovecraft murió; durante ese período participó en Los Mitos de Cthulhu. Smith, Lovecraft y Robert E. Howard fueron los colaboradores más importantes de la revista pulp Weird Tales.

Smith pasó casi toda su vida en la pequeña localidad de Auburn, California, viviendo en una cabaña con sus padres, Fanny y Timeus Smith. Los tres formaban una familia pobre de clase trabajadora. Su educación fue muy limitada, sólo fue a la escuela ocho años en los que realizó la primaria. Nunca estuvo en el Instituto.
A pesar de todo continuó estudiando en soledad después de dejar la escuela, aprendiendo francés y español, y gracias a su memoria fotográfica pudo hacer acopio de una cantidad de conocimientos asombrosa a partir de muchas lecturas, en las que se incluían varias enciclopedias y diccionarios.

Poesía y pobreza

Smith empezó a escribir historias a la edad de once años y dos de ellas, The Sword of Zagan y The Black Diamonds, han sido editadas recientemente. La Edad Media, Las mil y una noches, los Hermanos Grimm y Edgar Allan Poe fueron las influencias más importantes de sus primeros cuentos.
En su juventud Smith fue el protegido del poeta de San Francisco George Sterling al que conoció durante la lectura de uno de sus poemas en el Auburn Monday Night Club, donde Smith declamaba sus poemas con mucho éxito. Sterling le ayudó a publicar su primer volumen de poesías: The Star-Treader and Other Poems, con diecinueve años. The Star-Treader fue valorado muy positivamente por la crítica, incluso uno de ellos dijo que Smith era el “Keats del Pacífico”. Cuando publicó su segundo volumen de poesía, Ebony and Cristal, en 1922, recibió la carta de un fan: H. P. Lovecraft. A partir de esta carta se inició su amistad, que duró 15 años sin apenas verse en persona.
Smith fue realmente pobre casi toda su vida y tuvo que trabajar de innumerables oficios para poder comer y mantener a su familia: Recoger fruta, cortar madera, albañilería... Después de la muerte de sus padres se casó con Carol Jones Dorman, el 10 de noviembre de 1954 y se trasladaron a Pacific Grove, California, donde levantaron una casa para ellos y sus hijos.

Artista multidisciplinar

Aunque Smith fue un artista que trabajó en muchas disciplinas distintas (pintura, escultura, poesía, cuento) se pueden distinguir tres fases diferenciadas donde un arte predomina por encima de los demás.

Poesía: Hasta 1925

Smith publicó casi todos sus libros de poesía en este período, además de los dos mencionados anteriormente también publicó Odes and Sonnets (1918) y Sandalwood (1925).
Weird Tales: 1926-1935

Durante esta etapa Smith escribió la mayor parte de sus cuentos dentro de los Mitos de Cthulhu, inspirado por H. P. Lovecraft. Algunas criaturas de su invención son: Aforgomon, Rlim-Shaikorth, Mordiggian, Tsathoggua, el brujo de Eibon y muchos otros
Además de escribir cuentos para los Mitos de Cthulhu también participó (o creó) en otros muchos ciclos mitológicos: Averoigne, Hyperborea (de Robert E. Howard), Marte, Poseidonis, Xiccarph y Zothique. Las historias situadas en Zothique pertenecen al subgénero de la Tierra Moribunda.
Sus cuentos aparecieron en numerosas revistas pulp de la época, de las más a las menos importantes: Weird Tales, Strange Tales, Astounding Stories, Stirring Science Stories y Wonder Stories.

Escultura: 1935 - 1961

A partir de 1935 su interés por la literatura empieza a decaer y dedica la mayor parte de su tiempo a la escultura.

Algunos de sus cuentos

"The Last Incantation" — Weird Tales, junio de 1930
"A Voyage to Sfanomoe" — Weird Tales, agosto de 1931
"The Tale of Satampra Zeiros" — Weird Tales, noviembre de 1931
"The Door to Saturn — Strange Tales", enero de 1932
"The Planet of the Dead — Weird Tales", marzo de 1932
"The Gorgon — Weird Tales", abril de 1932
"The Letter from Mohaun Los" (under the title of "Flight into Super-Time") — Wonder Stories, agosto de 1932
"The Empire of the Necromancers" — Weird Tales, septiembre de 1932
"The Hunters from Beyond" — Strange Tales, octubre de 1932
"The Isle of the Torturers" — Weird Tales, marzo de 1933
"The Light from Beyond" — Wonder Stories, abril de 1933
"The Beast of Averoigne" — Weird Tales, mayo de 1933
"The Holiness of Azedarac" — Weird Tales, noviembre de 1933
"The Demon Of the Flower" — Astounding Stories, diciembre de 1933
"The Death of Malygris" — Weird Tales, abril de 1934
"The Plutonium Drug" — Amazing Stories, septiembre de 1934
"The Seven Geases" — Weird Tales, octubre de 1934
"Xeethra" — Weird Tales, diciembre de 1934
"The Flower-Women" — Weird Tales, mayo de 1935
"The Treader of the Dust" — Weird Tales, agosto de 1935
"Necromancy in Naat" — Weird Tales, julio de 1936
"The Maze of Maal Dweb" — Weird Tales, octubre de 1938
"The Coming of the White Worm" — Stirring Science Stories, abril de 1941



Selección De Poemas De Clark Ashton Smith En Castellano (Selection of Poems by Clark Ashton Smith In Castilian)

Translation of Clark Ashton Smith by Óscar Mariscal

INTRODUCCIÓN:

En 1920, Clark Ashton Smith escribía al poeta neoyorquino y protegido del "amargo Ambrose Bierce", George Sterling: "No te preocupe el que pueda experimentar con el hashish. La vida es ya suficiente pesadilla sin drogas, y me siento contento con experimentar el rumor". Estas líneas las escribía Smith a propósito de su muy celebrado poema "The Hashish Eater or The Apocalypse Of Evil", un largo "drama cósmico" donde queda patente la influencia de Baudelaire (de quien tradujo "Las Flores del Mal"), de la literatura oriental (Las Mil y Una Noches, en las versiones de Galland y Lane) y aun de la "orientalista" (Vathek, Salambó, y Las Tentaciones de San Antonio, de donde, por cierto, escogió numerosos monstruos como motivo para esculpir y pintar, años más tarde).

Si bien nos parece que L. Sprague De Camp cae en la idolatría cuando describe la poesía de Smith como: " Vívida, conmovedora, evocadora, colorida, en un exuberante estilo victoriano, imaginativa y técnicamente pulida", es justo reconocer que en su época, tuvo cierta repercusión en el revuelto y variopinto ambiente de la bohemia de la ciudad de San Francisco; tampoco nos extrañan (por eso mismo admiramos a Smith) ciertas voces que tachaban su poesía de siniestra y sádica. El propio C. A. Smith parece más orgulloso de su obra poética que de su vasta producción de relatos fantásticos; en un pequeño artículo autobiográfico, publicado en el número de Agosto de The Science Fiction Fan de 1936, dice: " A los 17 años ya había vendido numerosos relatos a la revista The Black Cat, una publicación especializada en cuentos inverosímiles y fantásticos. Entonces, por alguna razón, perdí todo mi interés por los escritos de ficción durante más de una década. Un volumen de versos The Star-Treader and Other Poems apareció cuando tenía 19 años. Poco tiempo después mi salud se quebró, y durante cuatro años mi producción literaria fue más o menos limitada e intermitente. Mi mejor obra poética, fue quizás la producida durante este periodo. Un pequeño volumen, Odes and Sonnets, fue publicado por el Book Club de California en 1918. En 1922 publiqué Ebony and Crystal; en 1925, Sandalwood."
-Óscar Mariscal





El Canto Del Los Seres Libres

Gato montés, hermano del alma,
indómito seas, sin cadenas;
no sigas senda alguna de los hombres,
y hazte fuerte en vistillas y malezas.
Halcón del cielo, compañero alado,
salvo para cazar, nunca desciendas;
y como en una atalaya, anídate en riscos
que circunden anchas torrenteras.
Gran cárabo, noctámbulo conmigo,
en claustro cavernoso de cipreses,
vela los secretos escondidos
a quien no ve la luz en las tinieblas.






¿Dónde Duermes, Eldorado?

Vida mía, en tu alteza
Nunca olvides nuestro amor;
En tu dulce gentileza
No rechaces mi dolor.
Por siempre desterrado
De las playas del placer
Y de la magia del ayer.
¿Dónde duermes, Eldorado?
Nunca olvides este amor
En las tardes más triunfales...
Y recuerda el gran calor
Y los altos robledales;
Y recuerda nuestro mar
Soñoliento en la lejana
Dicha de una edad pagana...
No rechaces mi pesar.






Lo Ignoto

Las bóvedas del tiempo y del abismo
no conocen otro ejemplar de tu beldad;
y ningún escultor es capaz de cincelar
la esencia de tu forma y de tu faz.
Atraídos por un engañoso magnetismo,
buscamos y no hallamos tu fugaz
palacio... y el farol del ocultismo
no te ha revelado en tu magnitud.
¿Te escondes en la noche estrellada?
¿o moras en el átomo profundo?
¿Descubierta, serás pira humeante?,
¿o llama nueva de un mundo inaudito?...
¿o luz del cielo en faros terrenales?...
¿o fuego fatuo de los tremedales?






La Isla Del Naufrago

Huérfano de naufragio
estoy en una tierra sin jardín,
sin campos cultivados,
una isla que el volcán ha desolado
en parte, y los salvajes han invadido,
dominando ahora su mitad mayor,
las frutas y el pescado son su botín.
Ellos me sitian y me retienen
lejos de los bananos y del mar:
En este lugar
no tengo más que la desnuda roca,
en donde crecerán
un día los líquenes, cuyas hojas
mañana tras mañana no pueden
marchitar...
Ninguna vela
blanquea los verdinegros mares...
¿En tal islote,
puedo sobrevivir con los otros insulares?







Memoria Roja

Este recuerdo vuelve todavía
de un jardín de amaranto más retinto:
los lagos del ocaso, coloreando
mi desvarío como un vino tinto;
y los rubíes, hundidos talismanes,
en tus profundos ojos de jacinto.
Un esplendor de bermellón bañaba
las hiedras y las flores fúnebres;
y de tus labios yo bebí la sangre
que de un dios manaba fuera del ciprés1;
y de mi corazón llovía la vida,
la esencia de sanguinos árboles...
Pero la noche vino a apagar
los mágicos rubíes y el fuego rojo
con el licor del dios... En vano busco
aquella claridad en cielo y ojos...
hallando ya en símbolos y palabras
la orilla del río Leteo 2 y flojo.







Los Poetas

Somos los dueños
De todos los sueños
De la noche o del día.
Y siempre entonamos
Esta melodía:
El mundo es el suyo,
El sol es el tuyo,
La luna es la mía.







Dos Mitos Y Una Fábula

¿Dónde vais, guerreros orgullosos,
con cotas fulgentes como la luna?
- Salimos a matar al Basilisco 3,
en simas que sólo sus ojos alumbran.
¿A dónde vais, valientes marineros,
en un bajel tintado con los colores del otoño?
- Navegamos en busca de la verdina ribera,
postrer asilo de los Unicornios 4.
¿A dónde vais, innominados brujos,
con mantos más bermejos que el ocaso?
- Vamos a hallar de Salomón las Clavículas 5,
y a liberar a los genios encerrados.



NOTAS:

(1) La imagen del dios en el árbol es una clara referencia a Dionisios o Baco, personificación del desenfreno y el vino (el rojo licor del poema). Aunque la vid y los racimos son los símbolos más recurrentes a la hora de representar a esta divinidad, los griegos hacían sacrificios al "Dionisios del Árbol", pues éste, era también dios de los árboles. Se le representaba con frecuencia como un tocón de árbol envuelto en un manto, con una careta barbuda por cabeza y ramas que salían del cuerpo. En otras imágenes aparece con la cara roja y el cuerpo dorado, sosteniendo una varita con una piña en su extremo.

(2) El "Río del Olvido".

(3) El Basilisco: "El Besalís o Regulus es el rey de los reptiles; con una sola mirada mata al hombre. Mata con su aliento a las aves del cielo, y está tan lleno de veneno, que reluce. Si el hombre lo ve primero, no puede hacerle daño, y el Basilisco queda como único rey en la arena vacía". De Bestiis. "El fuego, soy yo; y por todas partes lo aspiro: de las nubes, de los guijarros, de los árboles muertos, del pelo de los animales, de la superficie de los pantanos. Mis temperatura mantiene a los volcanes". Las Tentaciones de San Antonio. Gustave Flaubert.

(4) El Unicornio: "El Monoceros es un monstruo de horrible bramido, con el cuerpo semejante al de un caballo, pies como los de un elefante y cola como la de un ciervo. Del centro de su frente brota un cuerno de asombroso esplendor, hasta de cuatro pies de largo, tan afilado que perfora fácilmente todo aquello contra lo que carga. Ni uno sólo ha ido a parar vivo a las manos del hombre, y aunque es posible matarlos, no se les puede capturar". Bestiario de Cambridge. " Yo tengo pezuñas de marfil, dientes de acero, la cabeza de color púrpura, el cuerpo color de nieve y el cuerno de mi frente lleva el abigarramiento del arco iris". Las Tentaciones de San Antonio. Gustave Flaubert.

(5) Eliphas Levi, en su Histoire de la Magie, dice a propósito de La Clavícula de Salomón: "Las tradiciones populares decían que el poseedor de Las Clavículas de Salomón puede conversar con los espíritus de todos los órdenes. Pues estas Clavículas, varias veces perdidas y otras tantas recobradas, no son otra cosa que los talismanes de los setenta y dos nombres y los misterios de las treinta y dos vías que el tarot reproduce jeroglíficamente. Con el auxilio de estos signos y por medio de sus combinaciones infinitas, se puede efectivamente llegar a la revelación natural y matemática de todos los secretos de la naturaleza y, en consecuencia, entrar en comunicación con la jerarquía completa de las inteligencias y de los genios". Lovecraft también citó a Eliphas Levi, en su novela El Caso de Charles Dexter Ward.

English original: Selección De Poemas De Clark Ashton Smith En Castellano (Selection of Poems by Clark Ashton Smith In Castilian)






Letanía de Ludar a Thasaidon.

Ludar's litany to Thasaidon

¡Negro señor del miedo y del terror, dueño de toda confusión!
Por ti, dijo tu profeta, el nuevo poder es dado a los magos después de la muerte,
y las brujas, pudriéndose, exhalan un aliento prohibido,
y tejen encantos salvajes e ilusiones tales,
como nadie, excepto las lamias, pueden utilizar.
Y por tu gracia los cuerpos corrompidos pierden
su horror y se encienden amores nefandos
en cámaras fétidas, largo tiempo oscurecidas.
Y los vampiros te dedican sus sacrificios
vomitando sangre, como si enormes urnas hubieran
su brillante tesoro bermellón derramado
sobre nuevos y antiguos sepulcros.






Zothique

Aquel que haya hollado las sombras de Zothique y contemplado el oblicuo sol del color de la brasa, no volverá de aquí a un país anterior, sino que rondará una última cosa donde las ciudades se deshacen en la negra arena y muertos dioses beben el salitre.

Aquel que haya conocido los jardines de Zothique, donde sangran los frutos desgarrados por el pico del simorgh, no saboreará la fruta de hemisferios más verdes; bajo las postreras enramadas, en la sucesión de ocasos de los años sombríos, sorberá un vino de aramanta.

Aquel que haya amado a las salvajes muchachas de Zothique no volverá a buscar un amor más tierno, ni distinguirá el beso de una amante del vampiro; el espíritu escarlata de Lilith se levanta para él, amoroso y maligno, de la última necrópolis en el tiempo.

Aquel que haya navegado en las galeras de Zothique y haya visto el espejismo de extrañas torres y cumbres, tendrá que enfrentarse de nuevo al tifón enviado por un brujo y ocupar el puesto del timonel sobre océanos alborotados por la cambiante luna o por la señal remodelada.








Desde las criptas de la memoria. 
From the crypts of memory

Eones y eones atrás, en una época cuyos maravillosos mundos han desaparecido, y cuyos poderosos soles ahora son menos que sombra, moraba yo en una estrella cuyo curso, cayendo de los altos cielos sin retorno del pasado, pendía justo al borde del abismo en el cual, según afirmaban los astrónomos, su ciclo inmemorial encontraría un oscuro y desastroso fin.

¡Ah, extraña era esa estrella olvidada en las profundidades, más extraña que ningún sueño que haya asaltado a los soñadores de las esferas del presente, o que ninguna visión que haya flotado sobre los visionarios en su mirada retrospectiva hacia los pasados siderales! Allí, a través de ciclos de una historia cuyos amontonados anales inscriptos en bronce estaban más allá de toda tabulación posible, los muertos habían llegado a sobrepasar infinitamente en número a los vivos. Y construidos en una piedra que era indestructible salvo en la furia de soles, sus ciudades se levantaban junto a las de los vivos como las prodigiosas metrópolis de los Titanes, con muros que ensombrecían a todas las tierras circundantes. Y por encima de todo pendía la negra bóveda fúnebre de los crípticos cielos: una cúpula de sombras infinitas, donde el lúgubre sol, suspendido como una enorme y solitaria lámpara, iluminaba poco y, apartando su fuego del rostro del indisoluble éter, proyectaba sólo tenues y desesperados rayos sobre los vagos y remotos horizontes y amortajaba los ilimitados paisajes de esas tierras visionarias.

Éramos un pueblo sombrío, secreto y afligido, nosotros, los que morábamos bajo ese cielo de eterno ocaso ante el cual se recortaban las siluetas de los encumbrados sepulcros y obeliscos del pasado. En nuestra sangre corría el frío de la noche antigua del tiempo, y nuestro pulso languidecía con una reptante presciencia de la lentitud del Leteo. Sobre nuestros patios y campos, como invisibles e indolentes vampiros surgidos de mausoleos, se elevaban y fluctuaban las negras horas, con alas que destilaban una maléfica debilidad producto del oscuro dolor y la desesperación de muertos siglos. Los mismos cielos se hallaban cargados de opresión, y respirábamos bajo ellos como en un sepulcro, sellado para siempre con toda su estancación de corrupción y lenta decadencia, y con tinieblas impenetrables salvo para los agitados gusanos.

En sombras vivíamos, y amábamos como en sueños, como en los vagos y místicos sueños que se ciernen sobre los últimos límites del insondable reposo. Sentíamos por nuestras mujeres, con su pálida y espectral belleza, el mismo deseo que los muertos acaso sienten por las fantasmagóricas azucenas de los prados del Hades. Pasábamos nuestros días vagando por entre las ruinas de solitarias e inmemoriales ciudades, cuyos palacios de calado cobre, al igual que sus calles abiertas entre largas filas de esculpidos obeliscos dorados, se veían sombríos y mórbidos bajo la luz muerta, o yacían sumergidos para siempre en mares de inmóvil sombra; ciudades cuyos vastos templos de hierro preservaban aún su lobreguez de primordiales misterio y horror, y desde donde las esculturas de dioses siglos atrás olvidados miraban con ojos inalterables el cielo vacío de esperanza, y veían la noche ulterior, el olvido final. Lánguidamente cuidábamos de nuestros jardines, cuyas grises azucenas ocultaban un necromántico perfume que tenía el poder de evocarnos los muertos y espectrales sueños del pasado. O, errando a lo largo de campos de perenne otoño, del color de la ceniza, buscábamos las raras y místicas inmortales, de sombrías hojas y pálidos pétalos, que florecían bajo sauces de exangües follajes similares a velos; o llorábamos bajo un dulce rocío de nepente, junto al fluyente silencio de aguas aquerónticas.

Y uno tras otro fuimos muriendo, y nos perdimos en el polvo del tiempo acumulado. Y sólo veíamos a los años como una lenta sucesión de sombras, y a la muerte como el ceder del ocaso ante la noche.






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