domingo, 6 de noviembre de 2016

MARLY DE OLIVEIRA [19.491]


Marly de Oliveira

Maria Marly de Oliveira (Cachoeiro de Itapemirim, Espírito Santo, 1935 — Rio de Janeiro, 1 de junio de 2007), fue una poeta brasileña.

Era la ex-mujer del poeta, y miembro de la Academia Brasileira de Letras, João Cabral de Melo Neto, y tuvieron dos hijas supervivientes en el momento de su muerte como consecuencia de un fallo multiorgánico. Fue profesora de lengua y literatura italiana, así como de literatura hispano-americana.

Especialista y traductora de literatura hispano-americana, Maria Marly de Oliveira fue autora de una importante obra poética: una docena de informes desde Cerco da primavera (1957) hasta Uma vez sempre (2001).

Algunas publicaciones

Libros

Cerco da Primavera (1957)
Explicação de Narciso (1960)
A Suave Pantera (1962)
A Vida Natural (1967)
O Sangue na Veia (1967)
Contato (1975)
Invocação de Orpheu (1978)
Aliança (1979)
A Força da Paixão e A Incerteza das Coisas (1982)
Retrato / Vertigem / Viagem a Portugal (1986)
O Banquete (1988)
Obra Poética Reunida (1989)
O Deserto Jardim (1990)
O Mar de Permeio (1998)
Antologia Poética (1998)
Uma vez, sempre (2000)

Premios

1998: Premio Jabuti con "O Mar de Permeio"




Plaza

Silencio, azul. Nosotros,
en lo íntimo de la plaza
como pájaros pensados
que una palabra desguaza.

En la intimidad del azul
levitar de ala suspensa,
tomando la claridad
de una primavera tensa.

Como pájaros pensados
que una palabra desguaza:
sobre el azul de la tarde,
en lo íntimo de la plaza.


Sangre en la vena

Escribo; luego, siento, luego, vivo,
y le robo al vivir la indisciplina
que lo esparciría, dispersaría,
y le doy una forma comedida,
la que tiene el tamaño de un amor
que guardo, que no gasto, no disperso,
amor que se concentra en la dura perla,
no pétalo, no lo que es un exceso,
pues que puede volar; lo que me queda
de todo lo que ocurre y no se altera,
de todo lo que ocurre y me esclaviza,
de lo que al esclavizar me libera.
Escribo: luego, soy quien se domina,
y quien avanza en tierra descubierta.


Retrato

Hubo un tiempo en que escribí:
sobre el río, sobre las casas,
cúpulas, puente, avenidas,
con aciertos de acróbata,
pájaros, mitad luz,
mitad sombra, levantan
el mediodía de plata.

Pero el día era azul y no de plata,
y nacía de sí,
no de pájaros
(que tampoco era acróbatas).
La realidad parecía insuficiente:
el cielo tenía que ser de plata,
los cañaverales, espadas flexibles, 
aquellos cañaverales 
que emitían sonidos de arpa.
Pero también escribí después que
cada cosa está bien en su lugar
cumpliendo su destino.
(Sólo que no recuerdo dónde.)

Traducción: Antonio Maura
http://www.espacioluke.com/2016/Febrero2016/maura.html



OTROS POEMAS EN ESPAÑOL 

(Poema publicado originalmente na Revista de Cultura Brasileña,vol. 36, diciembre 1973, p. 61-71)
(Obs. No incluye el nombre del traductor de los textos)


POEMA

I

Somos nosotros la verdad de lo que existe,
somos nosotros, mi amor;
es nuestra vida breve la que ampara la vida
de aquello que perdura.
?De qué valen Ios vértices dorados
de los montes, si no los vemos;
aguas, campos y verdes sosegados
que peina la brisa?


II

Estos montes que nunca ha vestido la nieve
amplia sombra derraman sobre el campo
por donde, sosegados, en Ia hierba
que no existe, pacen rebanos silenciosos
que sólo yo veo
sumergida en el sueno del vivir.
?Mas qué sé yo de vivir y de existir?
una lucha entre fuego y nieve fría,
entre 10 que veo y no veo,
asomarme a un campo cualquiera
si se acerca la noche y con ella la calma
de lo que ni sé si existe sobre la hierba,
la verde, tierna y fría hierba
que cubre, sombra y sueno, ese existir
tras de lo que aparenta, apenas, calma
y es fuego lento transformado en nieve,
arder de estío sobre el campo helado
que sólo yo alcanzo a ver y veo.
Y siento con mi cuerpo, más de lo que allí veo,
echada sobre esa hierba que no existe
de un silencioso y verde campo
sobre el cual las ventanas de la vida
se abren despacio, como al caer la nieve
sobre la calma cima de los montes.
Cae de mí, sobre mí la calma sombra
de algo que no sê si veo
y se confunde con esta otra nieve
que deja libre el monte y la fresca hierba,
y ni aun así acaba de existir
en mí, alegre de mirar el campo;
que aspiro así la suavidad del campo,
aquella paz sin fin, aquella calma
que no duele ni asusta de vivir,
y me hundo en la humedad de lo que veo,
apoyada en el sueño de esa hierba
que ni existe, tal vez, bajo la nieve.


III

Hoy no voy a coger ni naranjas,
ni flores, ni moras.
      Veré crecer el día en la redondez de las frutas
y escucharé, sin prisas, el canto de las aves.
      ?Son las mismas de ayer?
?Qué ha hecho de mí un día más?; ?qué hace?
      Si no son estas aves
      las que ayer cantaban, ?dónde están?
Sólo el canto es el mismo.
      ?Lo que veía ayer,
Lo que ahora veo ya no está en mí?
      ?Acaso me renuevo
      como el agua y las plantas?
?Soy otra o acreciento la que soy?
Pero todo es igual
aun cuando sé que sólo en apariencia;
      y mi ventura nace
     de estar aquí sentada
reteniendo ese tiempo que jamás se detiene.


IV

En la tarde, el azul instala mansamente
un líquido silencio de luz sobre las cosas
y a mí me deja sola, como aislada

en la observancia fiel de un obsesivo
soliloquio amoroso que propicia
tu ausencia y tu memoria desdichada.

Del voluntario yugo y la incerteza
nada me salva, que este mal de ahora
es sólo un bien en mal transfigurado

por obra del recuerdo y la distancia,
no del sueño, no del acaso ni del velo
que a veces cubre el mundo de nostálgicos

paisajes. !Qué nocturnas y densas y qué vanas
formas creadas por ese venturoso
imaginar, que ya ni el sueño calma,

suben de ti hacia a mí, se crecen en el aire
sin preguntas, ni anhelos, ni firmezas
y, despacio, se enredan en sí mismas

!impregnadas de limpia oscuridad!
En torno la soledad no desampara
y hace fecunda Ia naturaleza

que duerme, a tanto mito entrelazada.


V

      Cuando flores y nubes,
mosaicos de silencio repentino,
      frescos valles y montes,
donde crece la hierba y apacienta el ganado
      y donde el río ofrece
su plateado ser a la ágil brisa
      de sosegada sed;
cuando lo que ahora tengo sea recuerdos,
      ?qué habrá de lo que hoy veo
si la más fiel memoria transfigura
      lo que recuerda? Y, no obstante,
el mismo trigo crecerá en el campo
      repitiendo un ritual
de milenios; las mismas-otras aguas
      empañarán su dorso
de vidrio movedizo, con esas mismas ramas.
      Estos serán los árboles,
los verdaderos, íntegros, antiguos,
      que con el pensamiento
no alcanzo a ver en esa plenitud
      de silencio y de vida.
Que una cosa es tener; recordar, otra.
      Vivir salvajemente,
el sol sobre la piel
      y el viento levantando
cortinas de esperanzas y de olvidos.
      Y otra cosa es crear;
creación es olvidar lo que ya existe,
      pues lo que existe es sólo
un ensayo o un punto de partida.
      Y, en tanto puedo, vivo
la fértil realidad de lo lejano;
      laboriosa, construyo
con esta miel, para futuros sueños
      apacible morada.



POEMA

I

Somos nós a verdade do que existe,
somos nós, meu amor,
A nossa vida breve ampara a vida
das coisas, que persiste.
De que valem os vértices dourados
dos montes, se os não virmos?
Águas, campos e verdes sossegados
que a fina brisa alisa?


II

Estes montes, que nunca vestiu neve
ampla sombra derramam pelo campo,
onde andam sossegados sobre a relva
que não existe na paisagem calma,
rebanhos silenciosos que eu só vejo,
mergulhada no sonho de existir.
Mas que sei de viver e de existir?
Uma luta entre o fogo e a fria neve,
entre aquilo que vejo e o que não vejo,
o debruçar-me sobre qualquer campo,
se a noite vem e vem com ela a calma
do que nem sei se existe sobre a relva.
A verde, frouxa e tão mais fria relva,
que cobre, sombra e sonho, esse existir
por trás do que aparenta apenas calma,
 e é lento fogo transformado em neve,
arder de estio sob o frio campo,
que só eu mesma posso ver e vejo.
E sinto com meu corpo, mais que vejo,
deitada sobre inexistente relva
de um real, silencioso e verde campo,
sobre o qual as janelas do existir
se abrem de manso como pousa a neve
sobre o alto cimo da montanha calma.
E cai de mim a mim a sombra calma
de alguma coisa que não sei se vejo
e se confunde com estoutra neve
que livre deixa o monte e a fresca relva,
e nem por isso acaba de existir
em mim que me contento olhando o campo;
que aspiro a suavidade que há no campo,
aquela paz sem fim, aquela calma
que não dói nem assusta de existir,
e afundo na umidade do que vejo,
apoiada no sonho dessa relva
que nem existe sob a fria neve.


III

Hoje não vou colher
nem laranjas, nem flores, nem amoras.
Vou ver crescer o dia
no redondo das frutas,
e ouvir sem pressa o canto destas aves.
Serão as mesmas de ontem?
Um dia a mais que fez de mim, que faz?
E as aves que cantavam,
se não são estas, onde
estão? O canto apenas se repete?
Aquela que ontem via
o que ora vejo} não é mais em mim?
Então eu me renovo
como as águas e as plantas?
Sou outra} ou me acrescento ao que já sou?
No entanto, é tudo igual,
embora eu saiba que só na aparência;
e meu prazer me vem
de estar sentada aqui,
detendo um tempo que se não detém.


IV

Na tarde sem soçobro o azul instala
sobre as coisas um líquido silêncio,
e a mim me deixa só, desapartada,

na observância fiel de um obsidente
solilóquio amoroso, propiciado
por tua ausência e minha infausta mente.

Do jugo não imposto e incerto estado
ninguém me livra, que este mal de agora
ainda é o bem em mal transfigurado

por obra de distância e da memória,
não do acaso ou do sonho, não da sépia
que às vezes cobre o chão de melancólicas

paisagens. Que noturnas, vãs, repletas
formas criadas pelo imaginar
venturoso (que nem o sonho aquieta)

sobem de mim a ti, crescem no ar,
sem perguntas, propósitos, certezas,
 e enrolam-se em si mesmas devagar,

impregnadas de límpida escureza.
Em torno a solidão não desampara,
antes fecunda a antiga natureza

que dorme a tanto mito entrelaçada.


V

      Quando flores e nuvens,
mosaicos de silêncio repentino,
      frescos vales e montes,
onde a erva cresce e o gado se apascenta,
      e o rio sua prata
oferece gentil, à móvel brisa
      de sede sossegada,
quando tudo o que tenho for lembrança;
       que será do que vejo,
se a mais fiel memória transfigura
      o que lembra? No entanto,
o mesmo milho crescerá no campo,
       repetindo o ritual
de há milênios; as mesmas-outras águas
       espelharão no dorso
de vidro movediço os mesmos ramos.
       Estas serão as árvores,
as verdadeiras, íntegras, antigas,
      que só com o pensamento
eu não alcançarei em plenitude

de silêncio e de vida.
Pois uma coisa é ter, outra, lembrar.
Uma coisa é viver,
viver em bruto, o sol dando na pele,
o vento levantando
cortinas de esperança e esquecimento;
outra coisa é criar.
Criar quase prescinde do que existe.
O que existe é somente
um rascunho ou um ponto de partida.
Enquanto posso, vivo
a fértil realidade destes longes.
Laboriosa construo
com este mel, para os futuros sonhos, aprazível morada.


Epigrama

Bom é ser árvore, vento:
sua grandeza inconsciente.
E não pensar, não temer.
Ser, apenas. Altamente.

Permanecer uno e sempre
só e alheio à própria sorte.
Com o mesmo rosto tranqüilo
diante da vida ou da morte.


(Poema publicado originalmente na Revista de Cultura Brasileña,vol. 36, diciembre 1973, p. 61-71)
  

O sangue na veia

XXV

Escrevo; logo, sinto, logo, vivo,
e tiro-lhe ao viver a indisciplina
que o espraiaria, que o dispersaria,
e dou-lhe a minha forma comedida,
a que tem o tamanho de um amor
que eu guardo, que não gasto, não disperso;
amor que se concentra em dura pérola,
não pétala, não isto que é um excesso,
pois que pode voar; o que me fica
de tudo o que acontece e não se altera,
de tudo o que acontece e me escraviza,
e do que escravizando me liberta.
Escrevo; logo, sou quem se domina,
e quem avança numa descoberta.


XXII 

Eu caio em ti como uma bruta pedra
na água, no amor não me dissolvo, o amor
não me absolve, estou (quem nos governa,
quem nos arrasta à guerra ou ao repouso)
colada a quê, um copo sobre a mesa,
menos que o copo, o fundo desse copo,
e, não obstante, para sempre presa,
pois o que basta é tudo o que não posso,
pois o que basta é tudo o que me exige
uma violentação do que, por dentro,
é o meu mundo, essa coisa indefinível
e tão concreta, mas que não conheço,
e às vezes temo que me paralise.
Viver é submeter-se, eu me submeto.


XXIII

Avançar no viver já significa
coisa mais ampla, coisa que mais vale;
assim como o embrenhar-se numa selva
nos cobre de uma súbita humildade,
humildade que leva a sua grandeza
em si como no bojo de um navio,
e como se isso fosse exterior
e simples, como não se ter sentido,
no escuro de uma selva, do que é nosso:
por efeito de amor então me alargo,
consciente de mim, do que não posso,
e da fraqueza do meu desamparo.
Embora fique em mim, não me dissolva,
e tenha a minha raiva, a minha escolha.


XVIII

A força que há na luz, não sua ausência,
pode ser a origem mais secreta
do escuro em que afundamos de repente:
por excesso de luz, eis que estou cega,
por excesso de amor, eu não entendo
- o farfalhar macio, a crua seda  -
aquilo que nos move, e que ultrapassa
 o limite de tudo o que sabemos.
Por excesso de dor eu me humanizo,
eu me faço pequena e tão real,
nos tornamos serenos, silenciosos,
tão reais e inocentes e macios,
que essa luz que não vemos é demais.
Mesmo ser é um excesso em que caímos.


ELEGIA

Teu rosto é o íntimo da hora
mais solitária e perdida,
que surge como o afastar-se
de ramos, brando, na noite.
Não choro tua partida.

Não choro tua viagem
imprevista e sem aviso.
Mas o ter chegado tarde
para o fechar-se da flor
noturna do teu sorriso.

O não saber que paisagens
enchem teus olhos de agora,
e este intervalo na vida,
esta tua larga, triste,
definitiva demora

Poemas transcritos do livro Contato (Marly de Oliveira) e do encarte do Cd Mãos Dadas ( seleção e interpretação de Lauro Moreira)


O SANGUE NA VEIA

A carne é boa, é preciso louvá-la.
A carne é boa, não é triste ou fraca.
O que a atinge é a fraqueza que há num homem,
a tristeza, maior que um homem, mata-a.
A carne nada tem, salvo o seu sono,
barro tranquilo de harmoniosa forma,
corpo que distraídos animamos,
fonte real de toda a nossa glória.
A carne é o instrumento do princípio,
é por ela que eu vivo, que vivemos
e se revela o amor como é preciso:
o que está fora se une ao que está dentro,
alma e corpo no corpo confundidos,
e a sensação completa de estar vendo.

Mas vendo o quê? com os olhos, os sentidos.
Que visão nos permitem, salvo aquela
instantânea e fugaz, que não dirijo,
e que não suportamos de tão bela.
O ver tranquilo, sem excesso, eu quero,
como a luz delicada que há num barco,
numa folha, num bicho; um ver quieto,
que, absorvendo o real, nos deixe fartos;
um ver maior que a fome, dilatado;
um ver maior que a sede, diluído;
um ver-amor, não água, como um cacto,
mas um cacto não áspero, e sim liso,
um cacto que pudera ser domado,
e, não sendo água, ser todo bebido.

Assim o amor, o que não se dissolve,
como um cacto real, sem aspereza.
Assim o amor real é como um cacto
o que não se dilui em farta seda,
mas se amacia  em seda farta e doce,
e, não sendo água, nem sendo diluível,
é o que se toca e sente, e ver-se pode
não vendo, como aquilo que é sorvido,
e é água sem ser água e sem ser sangue,
E sem ser água tudo dessedenta,
e é quase um fogo essa água toda lenta,
água não água, essa água consistente,
a que se cristaliza numa gema,
numa gema que fosse toda quente.

Uma gema que fosse toda fria,
mas na aparência, e toda quente dentro,
e que tivesse a lisa superfície
do que se usa com grande atrevimento,
mas no íntimo; uma gema toda calma,
quase uma água esse fogo nos doendo,
um silêncio que fosse uma cascata,
mas de que o próprio fogo fosse o centro
e de que o próprio fogo fosse a água.
Assim o amor, assim o que se espalha
e não entorna, e vive do que vive,
e é móvel e capaz de ter limite;
assim o que se adentra e se dilata
como o sangue na veia, e é todo livre.

............................................................

Amor o fatalismo do que tende
a descobrir-se pela ação de um outro
ou de uma coisa; amor, o que se entende
de um cão, de uma paisagem, embora pouco?
Vem-me à tona o que eu não sabia em mim,<
vem-me à tona talvez o que sabia,
mas sem saber, sem ter à experiência
de saber e tornar-me então cativa
de mim mesma, provando-me.  Olho o cão,
uma seiva me sobe até à garganta,
uma seiva que queima em fogo brando,
em calor brando, em fogo de esperança:
isso amor, um queimar-se, um ir queimando,
queimando como casa, como planta?

Amor o fatalismo de escapar
ao difícil convívio de si mesmo,
atingir pela fuga o meu oposto,
de que me valho e a quem eu me submeto?
A quem eu me submeto com doçura,
doçura do que pesa e não tem peso,
doçura do que é bom porque está certo,
como nuvem que vejo e de que esqueço,
e nem por isso deixa de ser nuvem
— doçura do que vaga sobre as coisas —
nuvem da nuvem de quem pensa e vive
a sua fuga real, a sua afoita
maneira de ser pobre e de ser livre.



THE BLOOD IN THE VEIN

The flesh is good, one must praise it.
The flesh is good, it is not sad or weak.
What affects it is the weakness that is in a man,
sadness, greater than a man, kills it.
The flash has nothing save only its sleep,
tranquil clay of a harmonious form,
body which, distracted, we enspirit,
real source of all of our glory.
The flesh is the instrument of the beginning,
if it through it that live, that we live,
and love reveals itself as it must:
that which is outer unites with what is inner,
soul and body confounded in the body,
and the complete, entire sense of seeing.

But seeing what? with the eyes, the senses.
What vision is permitted us, save that
instantaneous and fugacious, which I do not direct,
and which we cannot stand, it is so beauteous.
The tranquil seeing, without excess, I want,
like the delicate light that is in a boat,
in a leaf, in an animal; a quiet seeing,
which , absorbing the real, leaves us full;
a seeing greater than hunger, expanded;
a seeing greater than thirst, diluted;
a seeing-of-love, not water, like a cactus,
but like a cactus that is not asperous,
but smooth, a cactus that can be tamed,
and which, not being water, is drunk completely.

Thus love, which does not dissolve:
like a real cactus, without harshness.
Thus real love is like a cactus,
which does not dissolve in silken threads,
but softens into a sweet rich silk,
and not being water, not dilutable,
is what it touches and feels, and can see itself
not seeing, like that which is sucked up
and is water without being water and without being blood.
And without being water, quenches all thirst 
and is almost a fire this so slow water,
water not water, this palpable water,
which crystallizes itself in a bud,
in a bud which would be all warm.

A bud which would be all cold,
but in appearance, and all warm within,
and which would have the smooth surface
of that which is used with great daring,
but privately; a bud all calm,
almost water this fire which hurts us,
a silence which would be a falling of water,
but of which fire itself is the center
and of which fire itself were the water.
Thus is love, this is that which spreads out
and does not spill, and lives on that which lives,
and is movable and able to possess a limit;
thus that which turns in to itself and dilates
like the blood in the vein, and is totally free.

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Love the fatalism which tends
to discover itself by another´s action,
by a thing´s action; love, what do you know
of a dog, of a landscape, even though little?
I came to know what I did not know was in me,
I came to know what perhaps I knew
but did not know, without possessing the experience
of knowing and thereby becoming captive
to myself, testing me. I look at the dog,
a liquid rises to my throat,
a liquid that burns with a low flame,
with a gentle heat, with a fire of hope:
is this love, a burning oneself, a going-on that burns,
burning like a house, like a plant?

Love the fatalism of escaping
from the difficult living with oneself,
attain by flight my opposite,
who I use and to whom I submit?
To whom I submit with sweetness,
a sweetness which weighs and has not weight,
a sweetness of what is good  because it is certain,
like a cloud which I see and forget,
and does not cease to be a cloud
— a sweetness of those who wander over things —
or be sweetness — a cloud for those who live —
their real flight, their audacious
way of being poor an of being free.

(Published originally in: WORLD´S WORD – INTERNATIONAL EXPRESSIONS OF THE ARTES.  Volume 3, Fall/Winter 1985. Washington D.C. USA. 




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