miércoles, 3 de septiembre de 2014

ENRIQUE AMADO MELO [13.159]


Enrique Amado Melo

Hablar de Enrique Amado Melo (Uruguay,  1934 - 2005) es mencionar una entrañable y constante vocación poética iniciada en el fervor de su juventud y sostenida intrépida y amorosamente a través de una veintena de libros. Dueño de un lenguaje sencillo y diáfano, Melo restituye a la poesía su condición de verdad y belleza. Su decir es hondo y su sentimiento auténtico. En su poesía aparece su trayectoria vital: su "nacencia" en San Gregorio de Polanco, "su " pueblo, la ciudad que el poeta  ama, vive y canta hacia todos los cielos y por todos los rumbos por donde lo han llevado sus pasos de peregrino de la poesía. Ya en "Poemas (1976) se expresaba en el poema Aquí: "Aquí todos mis viajes parten de este pueblo / y vengo a él de todas mis ausencias./ El árbol de mi sangre creció sobre este suelo, / y nació de estos aires mi ensueño de poeta."

Es que desde San Gregorio, Enrique se proyecta en todos los tiempos de su existencia: infancia campesina, juventud de estudiante, docencia profesional, madurez meditativa, y hasta sus temporadas de "romero", como gusta decir, a través de viajes de conocimiento o participación en congresos literarios, por América, Europa y Medio Oriente.  Y ya cantando a la ciudad capital de su  Departamento: Tacuarembó, que "…levanta su torre y su campana/ y cinco o seis palmeras para que juegue el aire."; ya cuando en romance celebra  a San Gregorio: " Qué bien estás San Gregorio / de azules aguas rodeado, / bajo estos cielos profundos/ en medio del suelo patrio."; es el poeta encendido en sentimiento  filial hacia la tierra donde comenzó su vida.  
Allí donde su infancia transcurrió en el amor de sus padres a los que  recuerda en varios de sus poemas más sentidos. Nos dice de su infancia "… mi mundo no pasaba…/   de donde mi madre iba, / y hacía arriba tenía / la altura de mi cometa." Así como recuerda los paraísos que bordeaban el camino o el viejo molle "oscuro y espinoso" del que pendió su hamaca, o el temporal que azotó la casa y el comienzo de su vida escolar.  Todo eso que forma esa base de recuerdos entrañables de todo ser humano, entre una neblina azul de nostalgia y un aire mágico de otros tiempos que nos sabemos si ciertos o soñados. Es por ello que expresa: "Pero no sé…quedan imágenes/ sin nombres conocidos / derivando en el recuerdo/ como islas de niebla. (…) del mundo mío/ donde moré entre vigilia y sueño. (…) De lo que debe ser mi edén perdido/ recibo las señales…"

Tampoco pierde de vista su paisaje tutelar. Y el río es factor relevante en ese paisaje, así como ese lago artificial formado a raíz de la represa. Lago artificial pero no menos azul ni menos límpido ni menos lírico, al que canta  reiteradamente.  Las estaciones  en su tierra lo inspiran con hondo sentimiento. El otoño sobre todo, cantado en varios poemas,  se diría que se llega a su alma apacible y melancólicamente para poner en su voz tonos dorados y silenciosos.
Y no menos el invierno le alcanza su  brumosa  presencia: "Esta tarde de lluvia y de tormenta / mi alma  se ha disuelto en el paisaje…".  Todo lo que ocurre en su entorno pueblerino lo conmueve: un niño y su cometa,  un adolescente, (sin olvidar su condición de profesor); al niño de la calle, ese flagelo de nuestro mundo actual que no deja de sensibilizarlo. le canta a su corbata, a las cinacinas, árboles de su pago "aguerridas y longevas" como las llama; al panadero del pueblo, al caballo de su infancia, ese recordado "Pegasillo".  y a todo lo pequeño y humilde y diáfano que forma  la vida cotidiana.  Y bellísimamente a la "mañana campesina"
 Reiteradamente en sus poemas expresa que quiere vivir  y finalizar su ciclo humano en esta ciudad: " Aquí, en este pueblo que pisé tenazmente/ y guardará (¿por cuánto?) memoria de mis suelas./ ¡Aquí! - reitera- / Donde escribí mis libros. / Y donde soy feliz."

Pero ya sabemos que su obra no se circunscribe al tema que nos ocupa. Si bien San Gregorio está siempre presente en el verso de este  polanqueño, Enrique es también poeta universal. Vibra, se duele y canta con el amor: "He aquí la tempestad del pecho / Olas de angustia/ relámpagos de miedo/suben desde estas soledades…"; con la amistad, a la que entrega con sinceridad y calidez: "Estos son los versos que te debo, amigo /que nunca me pediste, que no esperas (…)Hace tiempo Amistad me lo pedía/ y dedicártelo en su nombre quiero…"; a su vocación poética, a la que dedica varios textos y  compara con un puro manantial: " Me acerco a ti como la fuente clara / llegan las aves a calmar sus sedes/ (…) para que mudes con tu magia en canto / esta divina sed que me distingue…".
A veces divaga perezosamente ensimismado en la luz de algún  domingo, día que señala como día de gracia, sin reclamos urgentes:: "La luz de este domingo / me despierta en el alma / señales de vivencias / que yo talvez hallara / visitando domingos / brumosos de distancia./  (…) Me quedo en el domingo / que me trae su gracia. /Pues quiero ser el hombre / que nació esta mañana / y bajo la luz pura / sale a estrenar su alma."  Y no falta en  su obra la mirada filosófica y así nos brinda el poema "Los adioses" con todo el dolor y el desencanto que nos traen los seres e ilusiones idas: "En la vida del hombre, los adioses/ acrecen un dolor que al cabo pesa…"

En conclusión la  obra de Enrique Amado Melo es sólida, formal, serena. Es como una síntesis de toda una existencia, que se evoca desde la madurez, haciendo recuento de las perdidas y las ganancias, de los sueños y los desengaños, todo eso que nos trae y nos quita el "molinillo incansable" del tiempo. No obstante, si puede adivinarse un atisbo de amargura, puede contactarse también la sabiduría de un alma que ha vivido con emoción y testimonia las vivencias con valiente lucidez y hasta con una plácida entereza, fiel a su estilo.

Aunque es bueno recordar que hay un poemario "Los ritos y los miedos" (1985) donde la poesía de este autor se manifestó inquietante y misteriosa, pincelando con magia el mundo de los Sueños y la Psiquis. Pero con esa única excepción, su creación aparece entre sus logros y sus tristezas, como un canto apacible a la vida, como un arduo vencer a la soledad, como una segura vocación de eternidad.
-Selección y nota de Marta de Arévalo



                               Tacuarembó

Tacuarembó levanta su torre y su campana
y cinco o seis palmeras para que juegue el aire.
Más allá de estas cosas largo a largo se aplana
y cual brazos estira sus barrios con donaire.

El ruido no la aturde ni el humo la sofoca,
respira a tres pulmones el aire oxigenado
y apenas si su paz y su silencio toca
el silbo de los trenes pasando a su costado.

Yo la abordé una tarde de este pasado mayo
cuando el sol empezaba a menguarle su rayo
y la bañaba en lluvia de oros y ceniza.

Y la dejé en octubre blanca y ya calurosa,
alada de palomas, serena y bondadosa,
hendida por la luz y suave por la brisa. 

De Cosecha Anual", 1964





    Romance para mi pueblo 

Qué bien estás San Gregorio
de azules aguas rodeado,
bajo estos cielos profundos
en medio del suelo patrio.

Tengo para ti estos versos
que han venido madurando
desde que empezó a crecer
esta vocación de pájaro,
desde que  empecé a soñar
y a decir cosas rimando.
Por eso mi voz elevo
y te los doy en un canto
sencillo como tu historia
y como tu gente, llano.

El Río Negro corría
canturreando a tu costado.
oliendo a verdes sauzales.
a pitangas y guayabos,
como una suave caricia
eternamente pasando
sobre un camino de piedras,
de fina arena y guijarros.
y un día se desbordó
y fue la tierra inundando;
el agua subió a besar
las ramas de los quebrachos,
de sarandíes y talas.
de arrayanes y guayabos.
Y ya no hubo fronda verde
ni colmenares ni cantos:
ni tortugas en las piedras
bajo el sol, en los remansos;
ni lagartos extendidos
en la hierba dormitando.
Ya todo fue una extensión
de altos árboles ahogados
que emergían de las aguas
esqueléticos y pardos,
negros biguás sosteniendo
sobre sus desnudos brazos;
un mar para nuestros ojos
que estaban acostumbrados
al muro verde del monte
y a retacitos de campo
que nuestro horizonte hacían
más íntimo y más cercano.
Pero tu muerto esplendor
fue por otro reemplazado:
las dunas que siempre fueron
grandes arenales altos,
todos cubiertos de espino0s,
de duro y filoso pasto,
son ahora grandes playas
que hacen gratos tus veranos.

El destino te guardaba
este luminoso estado:
casi isla, silenciosa,
con el agua dialogando,
todo erizado de botes
y chalanas tu costado…

Pueblo mío, San Gregorio.
San Gregorio de Polanco.

De "Poemas". 1978





                    Aquí  

Aquí todos mis viajes parten de este pueblo
y vengo a él de todas mis ausencias.

El árbol de mi sangre creció sobre este suelo,
y nació de estos aires mi ensueño de poeta.
Girando al grato viento de amores esenciales,
el corazón, aquí, halló su complacencia.

Por una de estas calles desemboqué en la vida,
y por todas anduve, con dicha o con tristeza;
macadanes y asfaltos,
arena y piedras
saben los dos sabores de mis lágrimas,
los rumbos de mis suelas.

Y mi dicha total sólo sería
si Dios me concediera
andar hasta el final en estas calles,
que el descanso de mi alma en ese cielo sea.

De "Poemas". 1978





           Mi mundo no pasaba…

        de donde mi madre iba,
y hacía arriba tenía
la altura de mi cometa.
El camino del río…
y el lento río transparente
en cuyos remansos
- detrás pececitos y guijarros-
se dormía mi tiempo,
mientras en sus verdes riberas
mi madre envejecía…
El cerco de cinacinas
sombreador de mis siestas,
con su lluvia amarilla de diciembre
que perfumó mis veranos
y trajo mangangaes amistosos
que unían sus monótonos arrullos
a los aleteos de mansas palomitas.
La pelota azul de goma
que nunca iba muy lejos,
porque siempre andaba
entre mi perro y yo.
(Mi perro…Regalo, regalito!
ójitos  expresivos y colita ebria-
por quien tuvo noticias de la muerte
y lloré, primera vez,
a un ser querido).

El dolor era viejo entre los míos,
pero yo lo ignoraba;
porque el dolor tenía
la eterna alegría de mi madre
y su palabra tierna.
Y hasta las manos callosas de mi padre
no sé como cortaban
el pan tan suavemente
y leve hacían
aquel diario ademán
de despedida…

En mi pequeño mundo
el amor era eso.
Y lo llenaba. 

 De "Memorias" 1976





         Mi madre

Viniendo de la huerta
en la mañana
- cesto su delantal de frescas hortalizas-
era la anunciación del buen almuerzo.

Y más temprano aun,
con dos baldes de espumosa leche,
entre cantos de gallos y luz rosada,
era ya la mujer buena
pensando en la existencia de los suyos.

Ella iniciaba la mañana
y la ponía en movimiento;
y era el despertador puntual y grato
que de algún modo
me anunciaba el día
con un trajín de vajilla
y el yis-yis de la escoba
aseando el patio.

 De "Memorias" 1976






Conversé con el árbol y la hormiga

pero más con mi caballo;
acaso porque no vi en los otros
tantos signos de correspondencia
como en las orejas y los ojos
de mi zaino.
No sé de qué le hablaba.
Los temas habrían sido
las cosas familiares del camino
donde habían algunas
que los dos preferíamos:
las sombra de las acacias,
el agua de la cachimba…
^Ponía las orejas tiesas
al escuchar mi voz.
Lo mismo hacía
con el canto de algún pájaro
el bólido entre las ramas.
Hasta me parecía
que sus ojos seguían el paisaje
con un placer igual al mío.

 De "Memorias" 1976






Los paraísos que bordeaban el camino 

eran hervor de hojas verdes
si  los movía la brisa,
miríada de espejitos
en el aire quieto del verano.
Pero hacia abajo vertían
una sombra espesa y clara
que era cual la lluvia fresca.
Allí el viento del norte
abandonaba su fuego
y al regreso del sembrado
mis padres oreaban sus frentes
antes de entrar en la casa.
Y yo miré, muchos años,
en el fondo del ese túnel fresco y alto
grandes maizales humeando
bajo el cielo implacable. 

 De "Memorias" 1976






          El vaso de agua 

Entro en la fresca sombra de la casa
perseguido del sol que arde el camino,
un sabiá me saluda con su trino
y un olor a malvón llega y me abraza.

A darme buenos días ha venido
mi madre buena desde la cocina;
me sonríe feliz y se encamina
hacia el patio buscando lo que pido.

Luego vuelve trayendo en una mano
un vaso de agua pura que destella
bajo la luz ardiente del verano.

Y en la misma actitud que me recibe
en ese vaso ahora me da ella
la frescura profunda del aljibe.

De "Cosecha Anual" 1964




                Milagro de la luz

A orillas de este río ciudadano
que entre muros de piedra se demora,
y hacia  el lejano mar soñando lleva
un cielo azul con nubes y gaviotas…

Aquí donde la luz de esta mañana
lava del puente  la musgosa piedra,
abrillanta follajes y clarea
las altas torres de la gris iglesia…

el río oscuro de mi sangre siente
que el oro de la luz también lo alcanza,
y un paisaje otoñal en él se mira
cuando en la zona de mi pecho pasa.

De "Poemas", 1978.





              La ausente 

                    a la memoria de mi madre

Ahora que no estás
digo tu nombre
y es una lámpara que enciendo
en el silencio de la casa
cuando la noche entra.

Tú nombre al mediodía
sobre el mantel revive
el olor de los sencillos platos
que hacías con amor.

Tu nombre
renueva en todas partes
las huellas de tus manos
y hace surgir en las habitaciones
tu continuo trajinar
que proclamaba
aquel velar por los tuyos
y la casa.

Y a toda hora
tu nombre es necesario
para creer que estás entre nosotros
y es tiempo todavía
para la esperanza. 

 De "Simplemente un Hombre", 1967







                  Otoñal

San Gregorio se ahoga en la neblina
de los últimos días otoñales
(Encanecido ciego
clamando por la luz y el aire)

La bruma llena el corazón del día
y si el pájaro vuela no se sabe.
La noche con eléctricos faroles
empuja la ceniza y no la abre.

El amigo que pasa es un extraño.
Espectros son las  casas y los árboles.
Y yo mismo pareceré un fantasma
que desanda la calle.

 De "Simplemente un Hombre", 1967






           El niño y la cometa

Un chiquillo de mi barrio
- asiduo gorrión de aceras-
con ingenio y como pudo
se fabricó una cometa.

En el baldío halló todo
lo que buscó para hacerla:
diarios viejos, nilón, trapos
y astillas de caña seca.

Le puso un hilo cortito
- adición de piolas viejas-
y tenía que correr
para en vuelo mantenerla.

Sudoroso y despeinado
pasaba frente a mi puerta,
con el bracito extendido
tironeando de la estrella.

Y aquella cometa era
- tan pequeña y contrahecha-
unas veces mariposa
y otras veces tijereta.

Un día la vi quebrada
caída en una cuneta.
Y una tarde que llovía
marchó el torrente con ella.

Y el chiquillo, ya olvidado
de su frágil compañera,
vio - extasiado - cómo el agua
jugaba con la cometa.

Las cometas de mi infancia
en setiembre vuelvo a verlas,
y vuela y sueña mi alma
como en las tardes aquellas.

Pero una cometa, nunca…
(viejo corazón, ¿recuerdas?)
que fue sólo mía y tuvo
una sola primavera. 

De "Elegías y canciones" 1980





          Mañana campesina

La mañana todavía
tiene húmeda la cara
y olor a heno de establo
y a leche de la ordeñada.

Varias golondrinas sesgan
el aire celeste y malva
lleno de píos y trinos
de ruidos, gritos y parla.

Canta la rueda del pozo
con el cántaro de agua
que al recibirlo la luz
relumbra como de plata.

El lazo vuela en el campo
entre hopas y algazara
y en el verde de la huerta
anda brillando la azada.

Un vilano dijo sí
a la brisa que pasaba
y se fue feliz con ella
hasta enredarse en los talas.

El alambrado parece
un inmenso pentagrama
donde los gorriones son
notas móviles y pardas.

Despertóse el romerillo
cubierto de telarañas
y en medio del campo es
un velero que no avanza.

El churrinche le da al árbol
una florcita encarnada
y la chimenea envía
al cielo una nube blanca.

 De Manojo" 1980






         Pegasillo

Como andabas silencioso
nadie salía a mirarte
ni notaban la presencia
de tu paso por las calles.

Y cuánto. Pegaso humilde,
yo Quijote, tú caballo…
Sumiso tú, obedeciendo;
yo, sobre ti palabreando.

Mas de aquella andanza nuestra
por la redondez del pago
lo saben los macachines
las margaritas y el árbol. 

De "Trovas de este y otro tiempo", 2001




        De otro tiempo

Mi padre hacía carbón,
mi madre lavaba ropa;
qué musical era el monte
y el agua qué rumorosa.

Con el carbón de mi padre
los pobres no tenían frío,
con el lavar de mi madre
los ricos andaban limpios.

Con oficios tan humildes
ellos tuvieron sus logros:
hacer feliz a otro pobre
y a los ricos, ostentosos.

La gente de aquellos tiempos
como mis padres pasaron…
pero entonces yo era un niño
y de allá vengo a contarlo.

De "Trovas de este y otro tiempo", 2001






       Cinacinas

Cinacinas de mi pago
aguerridas y longevas,
lozanas en cualquier parte,
crecidas en donde quiera.

Ariscas y desgarbadas
(mas no faltas de belleza)
a orillas del caserío
donde viven con modestia.

Cómo podría olvidarlas,
si allá en mi niñez lejana
fueron verdes mis veranos
y de amarilla fragancia.

Las recuerdan mis pupilas
enfiladas  en los cercos,
aquí y allá en el camino,
solitarias en los cerros…

Imposible imaginar
nuestro paisaje sin ellas,
adonde los ojos iban
estaban fieles y quietas.

De "Trovas de este y otro tiempo", 2001






           Panadero

Panadero de mi pueblo
que de casa en casa vas,
con el pan recién salido
de tu horno familiar.

El sabroso pan que vendes
siempre me recordará
las roscas que hacía mi madre
bajo el frondoso parral.

Tarde a tarde nos visitas,
imposible más puntual;
si algún día no vinieras
el barrio te extrañará.

Tantas cosas se nos fueron
que son sólo historia ya,
¡qué no le falte a mi calle
el aroma de tu pan. 

De "Trovas de este y otro tiempo", 2001







                    El lago

El lago reverbera
bajo este sol de enero que fustiga y calcina.
Cual  un gigante hongo que en la orilla creciera,
un sauce soñoliento sobre el agua se inclina.

Buscando en el bochorno un poco de frescura,
algunas bestias llegan a las aguas amigas
y bebiendo con ansias la linfa que fulgura
alivian sus fatigas.

Después llega el ocaso y el lago se transforma
en azulado espejo donde todo se mira.
Bajo la noche, luego, pierde color y forma
y sólo es algo oscuro que late y que respira.[18] 

  De "Cosecha anual", 1964







                El adiós de la tarde 

La tarde está muriendo lentamente.
Las nubes tienen ígnea cabellera:
inmensa hoguera
ha levantado el sol en el poniente.

La pupila azul del lago
se cubre de morado terciopelo,
y desde la tierra al cielo
tiñe el aire un tinte vago.

Rumbo a la isla pasan dos
aves de largas zancas,
son tal vez las manos blancas
con que la tarde dice adiós.  

De "Antología", 1975





             Domingo

Sentado aquí, mirando la ciudad
desde estos ventanales
(mientras el cigarrillo
su neblina expande
y la taza de té
levanta su olor suave)
bueno es saber
que hoy el reloj no late
porque este tiempo es mío,
que siempre  habrá una tarde
donde podré sentirme
algo más que esta piel, sufrida y anhelante,
y ser, semanalmente,
un hombre que renace. 

De "Poemas" 1878






                A San Gregorio

Locura, vocación. empeño, ruta,
mi humilde iniciación de caballero,
pasión y amor y triunfos y derrotas,
todo tuvo lugar bajo tu cielo.

Por eso, desde aquel lejano día,
tu ilustre nombre yo grabé en mi escudo;
por puro amor, por agradecimiento,
por lírica ilusión, por hijo tuyo.

Más de una vez mi descontento viste,
cuando alguien me nombraba en algún lado
y por error o desconocimiento,
oriundo me creía de otro pago.

Por Chile, Cuba, España y Argentina,
siempre tu nombre al lado de mis versos;
nunca  anduviste con ninguno tanto
ni nadie te llevó, cual yo, tan lejos.

Mi canto tiene muchas direcciones,
pero jamás olvido este camino;
registrar en mis versos tu existencia,
porque siento en mi pulso tu latido.  

De "Antología" 1975




                        Si un día …

Si un día, San Gregorio, me fuera de tus calles
y el suelo de otro pueblo sustentara mi planta,
cómo olvidar que en ellas
anduvo mi esperanza
y alguna vez maldije
de aburrimiento y rabia.

En ti empezó mi vida
y transcurrió mi infancia.
Aquí mi juventud
pudo agitar sus alas
y dichas y pesares los  contempló tu cielo.
Cómo olvidar, entonces, si tu bondad fue tanta.

Aquí todas las cosas
dirán siempre mi nombre,
porque aquí vine al mundo
y llevo muchos años
entre luces y sombras.

Aquí todas las calles,
las casas y los árboles
me extrañarán un día…
Entre ellos anduvo
la inquietud de aquel niño….
y el ave de mis sueños
vuela y canta.

De Aquí" 1978






                    Aquí

No será "en París con aguacero".
Ni en Roma ni en Madrid con sol o nieve.
En mi tierra será, con lluvia o con pampero.
En el pequeño lar que propició mi sueño
y tiene, a pesar suyo, babosas y alimañas.

Ni en Roma ni en París, mirados como en fuga…
Ni tampoco en Madrid con amigos que quiero.
Aquí, en este pueblo que pisé tenazmente
y guardará (¿por cuánto?) memoria de mis suelas.
¡Aquí!
Donde escribí mis libros.
Y donde soy feliz. 

De "Manojo", 1980




                      Apego

Estas pequeñas cosas que a la vida nos atan
y que son nuestra historia de la felicidad….
El rinconcito tibio de nuestra humilde casa,
el libro que escribimos, las tardes junto al mar.

Cuando el vivir declina, es mayor el apego,
y parece que el irnos nos va costando más.
Quisiéramos más años para seguir gustando
de las cosas sencillas que a nuestro lado van.

Pero es inútil todo.
El afán que sentimos no nos puede salvar.
Y nos vamos un día dejando lo que amamos
y un lugar en la tarde, a la orilla del mar. 

De "Los ritos y los miedos" 1985





                      Legado

Les lego este lugar donde amarán con dolor,
y un antiguo grimorio que contiene muchas claves de la vida.
Por si alguno prefiere la caballería,
le dejo mi Pegaso enfrentado al mar.
Y si otro siente inclinación por las rosas
ahí están mis rosales y el manual…
También les queda el Fuego
para que cada uno llegue con su caña
y encienda su propio hogar.
Además les confieso que el lobo existe.
Pero también el unicornio de oro,
y a él sólo se llega por el Camino de Santiago.

De "Los ritos y los miedos" 1985

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