lunes, 11 de marzo de 2013

GERARDO DIEGO [9414]




Gerardo Diego
Gerardo Diego Cendoya (Santander, Cantabria, 3 de octubre de 1896 – Madrid, 8 de julio de 1987) fue un destacado poeta y escritor español perteneciente a la llamada Generación del 27.
Nació el 3 de octubre de 1896 en Santander. Fue alumno de la Universidad de Deusto donde estudió la carrera de Filosofía y Letras, y donde conoce a quien seria después un amigo esencial en la vida literaria, Juan Larrea. Finalizada la carrera, se doctoró en Madrid. Desde 1920 fue catedrático de Lengua y Literatura en institutos de Soria, Gijón, Santander y Madrid. En Santander dirigió dos de las más importantes revistas del 27, Lola y Carmen. Fue uno de los principales seguidores de la vanguardia poética española, y en concreto del ultraísmo y del creacionismo. En 1925 obtuvo el Premio Nacional de Literatura.
Elaboró las dos versiones de la famosa Antología de poesía que dio a conocer a los autores de la Generación del 27. Como profesor, dio cursos y conferencias por todo el mundo. Fue además crítico literario, musical y taurino además de columnista en varios periódicos. Se casó en el año 1934, y al año siguiente se traslada como catedrático al Instituto de Santander. Su tarea poética se sigue completando con sus estudios sobre diferentes temas, aspectos y autores de la literatura española, con su labor de conferenciante y su destacada crítica musical, realizada desde diferentes periódicos.
La Guerra Civil estalla cuando se halla de vacaciones en Sentaraille (Francia). A diferencia de gran parte de sus compañeros, Gerardo Diego tomó partido por el bando nacional y permaneció, por tanto, en España al finalizar la misma. Finalizada la contienda, se traslada al Instituto Beatriz Galindo de Madrid, en el que permanecería hasta su jubilación. Durante la guerra y la posguerra, son además frecuentes en la obra de Diego los poemas políticos en defensa de los sublevados y de los voluntarios falangistas de la División Azul.
Desde 1947 fue miembro de la Real Academia Española. En 1979, se le concedió el Premio Cervantes, el cual curiosamente resultó ser la única vez en que se premió a dos personas en un mismo año (el otro premiado fue el argentino Jorge Luis Borges). Murió el 8 de julio de 1987 en Madrid a los 90 años.

Poética

Representó el ideal del 27 al alternar con maestría la poesía tradicional y la vanguardista, de la que se convirtió en uno de los máximos exponentes durante la década de los años veinte. Su obra poética sigue, pues, estas dos líneas.
Es de destacar la influencia de Gerardo Diego en otras figuras de relevancia tanto en el ámbito nacional como regional. Destaca entre sus seguidores la poeta cántabra Matilde Camus, de la que fue profesor en el Instituto de Santa Clara en Santander. Gerardo Diego envió en 1969 una poesía cuyo título es Canción de corro para el prólogo del primer libro de Matilde Camus titulado Voces y que fue dado a conocer en el Ateneo de Madrid. Asimismo, pronto se publicará la correspondencia que mantuvo con Matilde Camus.
Su poesía tradicional comprende poemas de corte tradicional y clasicista, donde recurre con frecuencia al romance, a la décima y al soneto. Los temas son muy variados: el paisaje, la religión, la música, los toros, el amor, etc. Es suyo el considerado por muchos el mejor soneto de la literatura española, El ciprés de Silos, así como de otros poemas importantes como Nocturno, Las tres hermanas o La despedida.
Su inclinación por el nuevo arte de vanguardia le lleva a iniciarse primero en el creacionismo. La falta de signos de puntuación, la disposición de los versos, los temas intrascendentes y las extraordinarias imágenes caracterizan esta poesía.

Obras poéticas

El romancero de la novia, Santander, Imp. J. Pérez, 1920.
Imagen. Poemas (1918–1921), M., Gráfica de Ambos Mundos, 1922.
Soria. Galería de estampas y efusiones, Valladolid, Libros para amigos, 1923.
Manual de espumas, M., Cuadernos Literarios (La Lectura), 1924.
Versos humanos, M., Renacimiento, 1925 (Premio Nacional de Literatura 1924-1925).
Viacrucis, Santander, Talleres Aldus, 1931.
Fábula de Equis y Zeda, México, Alcancía, 1932.
Poemas adrede, México, Alcancía, 1932.
Ángeles de Compostela, M., Patria, 1940 (nueva versión completa: M., Giner, 1961).
Alondra de verdad, M., Escorial, 1941.
Primera antología de sus versos, M., Espasa-Calpe, 1941.
Romances (1918–1941), M., Patria, 1941.
Poemas adrede, M., Col. Adonais, 1943 (Edición completa).
La sorpresa, M., CSIC, 1944.
Hasta siempre, M., Mensajes, 1948.
La luna en el desierto, Santander, Vda F. Fons, 1949.
Limbo, Las Palmas de Gran Canaria, El Arca, 1951.
Visitación de Gabriel Miró, Alicante, 1951.
Dos poemas (Versos divinos), Melilla, 1952.
Biografía incompleta, M., Cultura Hispánica, 1953 (Ilustraciones de José Caballero. 2ª edición con nuevos poemas: M., Cultura Hispánica, 1967).
Segundo sueño (Homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz), Santander, Col. Tito Hombre, 1953 (Xilografías de Joaquín de la Fuente).
Variación, M., Neblí, 1954.
Amazona, M., Ágora, 1956.
Égloga a Antonio Bienvenida, Santander, Ateneo, 1956.
Paisaje con figuras, Palma de Mallorca, Papeles de Sons Armadans, 1956 (Premio Nacional de Literatura).
Amor solo, M., Espasa-Calpe, 1958 (Premio Ciudad de Barcelona 1952).
Canciones a Violante, M., Punta Europa, 1959.
Glosa a Villamediana, M., Palabra y Tiempo, 1961.
La rama, Santander, La isla de los ratones, 1961.
Mi Santander, mi cuna, mi palabra, Santander, Diputación, 1961.
Sonetos a Violante, Sevilla, La Muestra, 1962.
La suerte o la muerte. Poema del toreo, M., Taurus, 1963.
Nocturnos de Chopin, M., Bullón, 1963.
El jándalo (Sevilla y Cádiz), M., Taurus, 1964.
Poesía amorosa 1918–1961, B., Plaza y Janés, 1965.
El Cordobés dilucidado y vuelta del peregrino, M., Revista de Occidente, 1966.
Odas morales, Málaga, Librería Anticuaria El Guadalhorce, 1966.
Variación 2, Santander, Clásicos de Todos los Años, 1966.
Segunda antología de sus versos (1941–1967), M., Espasa-Calpe, 1967.
La fundación del querer, Santander, La isla de los ratones, 1970.
Versos divinos, M., Alforjas para la poesía española (Fundación Conrado Blanco), 1971.
Cementerio civil, B., Plaza y Janés, 1972.
Carmen jubilar, Salamanca, Álamo, 1975.
Cometa errante, B., Plaza y Janés, 1985.
Decir de La Rioja, Biblioteca Gonzalo de Berceo. 








Adentro, más adentro...

Adentro, más adentro,
hasta encontrar en mí todas las cosas.
Afuera, más afuera,
hasta llegar a ti en todas las cosas.

secreto panteísmo.
Mi oración es así.
Tú estás en todo
y todo en mí.







Ahogo

Déjame hacer un árbol con tus trenzas. 

Mañana me hallarán ahorcado 
en el nudo celeste de tus venas. 

Se va a casar la novia 
del marinerito. 

Haré una gran pajarita 
con sus cartas cruzadas. 
Y luego romperé 
la luna de una pedrada. 
Neurastenia, dice el doctor. 

Gulliver 
ha hundido todos sus navíos. 

Codicilo: dejo a mi novia 
un puñal y una carcajada.







Amor

Dentro, en tus ojos, donde calla y duerme
un palpitar de acuario submarino,
quisiera - licor tenue al difumino -
hundirme, decantarme, adormecerme.

Y a través de tu espalda, pura, inerme,
que me trasluce el ritmo de andantino
de tu anhelar, si en ella me reclino,
quisiera trasvasarme y extenderme.

Multiplicar mi nido en tus regazos
innumerables, que al cerrar los brazos
no encontrases mi carne, en ti disuelta.

Y que mi alma, en bulto y tacto vuelta,
te resbalase en torno, transparente
como tu frente, amor, como tu frente.







Autorretrato

Todo lo que llevo dentro 
está ahí fuera. 
Se ha hecho -fiel a sí mismo- 
mi evidencia. 
Mis pensamientos son montes, 
mares, selvas, 
bloques de sal cegadora, 
flores lentas. 
El sol realiza mis sueños, 
me los crea 
y el viento pintor, errante, 
-luz, tormenta- 
pule y barniza mis óleos, 
mis poemas, 
y el crepúsculo y la luna 
los avientan. 

Podéis tocar con las manos 
mi conciencia. 
Gozar podéis con los ojos 
-negro y sepia- 
los colores y las tintas 
de mis penas. 
Y eso que os roza el labio, 
bruma o seda, 
es mi amor -flores o pájaros 
que revuelan- 
mis amores, criaturas 
libres, sueltas. 

Todo lo que fuera duerme, 
queda o pasa, 
todo lo que huele o sabe, 
toca o canta, 
conmigo dentro se ha hecho 
viva entraña, 
víscera oscura y distinta, 
sueño y alma. 
Si pudierais traspasarme 
os pasmarais. 
Todo está aquí, aquí dormido. 
Dibujada 
llevo en mi sangre y mi cuerpo 
cuerpo y sangre de mi patria. 
Luces y luces de cielo, 
cosas santas. 
Todo lo que está aquí dentro 
fuera estaba. 
Todo lo que estaba ahí fuera 
dentro calca. 
El universo infinito 
me enmaraña; 
auscultadme, soy su cárcel 
sin ventanas. 

Escuchadme, dentro, fuera, 
donde os plazca. 
Mis más íntimos secretos 
por el aire los pregonan 
y los cantan.







Ayer soñaba

Ayer soñaba.
Tú eras un árbol manso
- isla morada, abanico de brisa -
entre la siesta densa.
Y yo me adormecía.

Después yo era un arroyo
Y arqueaba mi lomo de agua limpia,
como un gato mimado,
para rozarte al paso.







Continuidad

Las campanas en flor 
no se han hecho para los senos de oficina 
ni el tallo esbelto de los lápices 
remata en cáliz de condescendencia 
La presencia de la muerte 
se hace cristal de roca discreta 
para no estorbar 
el intenso olor a envidia joven 
que exhalan los impermeables 

Y yo quiero romper a hablar a hablar 
en palabras de nobles 
agujeros dominó del destino 
Yo quiero hacer del eterno futuro 
un limpio solo de clarinete 
con opción al aplauso 
que salga y entre libremente 
por mis intersticios de amor y de odio 
que se prolongue en el aire y más allá del aire 
con intenso reflejo en jaspe de conciencias 

Ahora que van a caer oblicuamente 
las últimas escamas de los llantos errantes 
ahora que puedo descorrer la lluvia 
y sorprender el beso tiernísimo 
de las hojas y el buen tiempo 
ahora que las miradas de hembra y macho 
chocan sonoramente y se hacen trizas 
mientras aguzan los árboles sus orejas de lobo 
dejadme salir en busca de mis guantes 
perdidos en un desmayo de cielo 
acostumbrado a mudar de pechera 

La vida es favorable al viento 
y el viento propicio al claro ascendiente 
de los frascos de esencia 
y a la iluminación transversal de mis dedos 
Un álbum de palomas rumoroso a efemérides 
me persuade al empleo selecto 
de las uñas bruñidas 
Transparencia o reflejo 
el amor diafaniza y viaja sin billete 
de alma a alma o de cuerpo a cuerpo 
según todas las reglas que la mecánica canta 

Ciertamente las campanas maduras 
no saben que se cierran como los senos 
de oficina 
cuando cae el relente 
ni el tallo erguido de los lápices 
comprende que ha llegado 
el momento de coronarse de gloria 
Pero yo sí lo sé 
y porque lo sé lo canto ardientemente 
Los dioses los dioses miradlos han vuelto 
sin una sola cicatriz en la frente.







El sueño

Apoya en mí la cabeza,
si tienes sueño.
apoya en mí la cabeza,
aquí, en mi pecho.
Descansa, duérmete, sueña,
no tengas miedo del mundo,
que yo te velo.
Levanta hacia mí tus ojos,
tus ojos lentos,
y ciérralos poco a poco
conmigo dentro;
ciérralos, aunque no quieras,
muertos de sueño.

Ya estás dormida. Ya sube,
baja tu pecho,
y el mío al compás del tuyo
mide el silencio,
almohada de tu cabeza,
celeste peso.
Mi pecho de varón duro,
tabla de esfuerzo,
por ti se vuelve de plumas,
cojín de sueños.
Navega en dulce oleaje,
ritmo sereno,
ritmo de olas perezosas
el de tus pechos.
De cuando en cuando una grande,
espuma al viento,
suspiro que se te escapa
volando al cielo,
y otra vez navegas lenta
mares de sueño,
y soy yo quien te conduce
yo que te velo,
que para que te abandones
te abrí mi pecho.
¿Qué sueñas?  ¿Sueñas?  ¿Qué buscan
- palabras, besos - 
tus labios que se te mueven,
dormido rezo?
Si sueñas que estás conmigo,
no es sólo sueño;
lo que te acuna y te mece
soy yo, es mi pecho.

Despacio, brisas, despacio,
que tiene sueño.
Mundo sonoro que rondas,
hazte silencio,
que está durmiendo mi niña,
que está durmiendo
al compás que de los suyos
copia mi pecho.
Que cuando se me despierte
buscando el cielo
encuentre arriba mis ojos
limpios y abiertos.







Ella

¿No la conocéis? Entonces
imaginadla, soñadla.
¿Quién será capaz de hacer
el retrato de la amada?

Yo sólo podría hablaros
vagamente de su lánguida
figura, de su aureola
triste, profunda y romántica.

Os diría que sus trenzas
rizadas sobre la espalda
son tan negras que iluminan
en la noche. Que cuando anda,

no parece que se apoya,
flota, navega, resbala...
Os hablaría de un gesto
muy suyo..., de sus palabras,

a la vez desdén y mimo,
a un tiempo reproche y lágrimas,
distantes como en un éxtasis,
como en un beso cercanas...

Pero no: cerrad los ojos,
imaginadla, soñadla,
reflejada en el cambiante
espejo de vuestra alma.







Fábula de equis y zeta

Amor
Góngora 1927

Era el mes que aplicaba sus teorías
cada vez que un amor nacía en torno
cediendo dócil peso y calorías
cuándo por caridad ya para adorno
en beneficio de esos amadores
que hurtan siempre relámpagos y flores

Ella llevaba por vestido combo
un proyecto de arcángel en relieve
Del hombro al pie su línea exacta un rombo
que a armonizar con el clavel se atreve
A su paso en dos lunas o en dos frutos
se abrían los espacios absolutos

Amor amor obesidad hermana
soplo de fuelle hasta abombar las horas
y encontrarse al salir una mañana
que Dios es Dios sin colaboradoras
y que es azul la mano del grumete
-amor amor amor- de seis a siete

Así con la mirada en lo improviso
barajando en la mano alas remotas
iba el galán ladrándole el aviso
de plumas blancas casi gaviotas
por las calles que huelen a pintura
siempre buscando a ella en cuadratura

Y vedla aquí equipando en jabón tierno
globos que nunca han visto las espumas
vedla extrayendo de su propio invierno
la nieve en tiras la pasión en sumas
y en margaritas que pacerá el chivo
su porvenir listado en subjuntivo

Desde el plano sincero del diedro
que se queja al girar su arista viva
contempla el amador nivel de cedro
la amada que en su hipótesis estriba
y acariciando el lomo del instante
disuelve sus dos manos en menguante

«A ti la bella entre las iniciales
la más genuina en tinta verde impresa
a ti imposible y lenta cuando sales
tangente cuando el céfiro regresa
a ti envío mi amada caravana
larga como el amor por la mañana

Si tus piernas que vencen los compases
silencioso el resorte de sus grados
si más difícil que los cuatro ases
telegrama en tu estela de venados
mis geometrías y mi sed desdeñas
no olvides canjear mis contraseñas

Luna en el horno tibio de aburridas
bien inflada de un gas que silba apenas
contempla mis rodillas doloridas
así no estallen tus mejillas llenas
contempla y dime si hay otro infortunio
comparable al desdén y al plenilunio

Y tú inicial del más esbelto cuello
que a tu tacto haces sólida la espera
no me abandones no Yo haré un camello
del viento que en tus pechos desaltera
y para perseguir tu fuga en chasis
yo te daré un desierto y un oasis

Yo extraeré para ti la presuntuosa
raíz de la columna vespertina
Yo en fiel teorema de volumen rosa
te expondré el caso de la mandolina
Yo peces te traeré -entre crisantemos-
tan diminutos que los dos lloremos

Para ti el fruto de dos suaves nalgas
que al abrirse dan paso a una moneda
Para ti el arrebato de las algas
y el alelí de sálvese el que pueda
y los gusanos de pasar el rato
príncipes del azar en campeonato

Príncipes del azar Así el tecleo
en ritmo y luz de mecanografía
hace olvidar tu nombre y mi deseo
tu nombre que una estrella ama y enfría
Príncipes del azar gusanos leves
para pasar el rato entre las nieves

Pero tú voladora no te obstines
Para cantar de ti dame tu huella
La cruzaré de cuerdas de violines
y he de esperar que el sol se ponga en ella
Yo inscribiré en tu rombo mi programa
conocido del mar desde que ama»

Y resumiendo el amador su dicho
recogió los suspiros redondeles
y abandonando al humo del capricho
se dejó resbalar por dos rieles
Una sesión de circo se iniciaba
en la constelación decimoctava.







Gesto

A la brisa, a la abeja, a la hermosa
el rosal puede dedicar la rosa.

Al poeta, al grumete, a la doncella
la noche puede dedicar la estrella.
Si eres tú misma el rosal y las rosas,
la noche de mi verso y sus estrellas,
¿a quién dedicaré este breve cielo,
este arbusto, esta fuente, este desvelo?







Glosa

Déjame vivir verdades:
la verdad de tus miradas,
la de tus apasionadas
promesas de eternidades,
y entre tus sinceridades,
la doble verdad querida
con que llaman a la vida
tus dos palmas amorosas
cuando estrechan, perezosas,
mi mano desfallecida.







Insinuación

Oh, ven, ven, ¿a qué esperas?
Los árboles te llaman
agitando sus miembros infinitos.
La tierra abre sedienta
la boca, y modifica
la incómoda postura de sus muslos.
Sus párpados entoldan los tejados.
Alborotan los niños de la escuela.
Se hace más tersa y suave
la mejilla frutal de las mujeres.
Y acarician mi frente anubarrada,
barriéndola de duros pensamientos
los plumeros de seda de la brisa.
Oh, ven pronto
a adormecer  -silencio-  nuestros sueños,
contándoles tu historia sin sentido,
tan casta y voluptuosa,
toda de besos mudos
y calladas sorpresas.







Insomnio

Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes. 
Duermes.  No. No lo sabes. Yo en desvelo, 
y tú, inocente, duermes bajo el cielo. 
Tú por tu sueño, y por el mar las naves.

En cárceles de espacio, aéreas llaves 
te me encierran, recluyen, roban. Hielo, 
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo 
que alce hasta ti las alas de mis aves.

Saber que duermes tú, cierta, segura 
- cauce fiel de abandono, línea pura -, 
tan cerca de mis brazos maniatados.

Qué pavorosa esclavitud de isleño, 
yo, insomne, loco, en los acantilados, 
las naves por el mar, tú por tu sueño.







La despedida

Aquel día  -estoy seguro-
me amaste con toda el alma.
Yo no sé por qué sería.
Tal vez porque me marchaba...

-Me vas a olvidar  -dijiste- .
Ay, tu ausencia será larga,
y ojos que no ven... Presente
Has de estar siempre en mi alma.

Ya lo verás cuando vuelva.
Te escribiré muchas cartas.
Adiós, adiós...  -Me entregaste
tu mano suave y rosada,

y, entre mis dedos, tu mano,
fría de emoción, temblaba.
...Sentí el roce de un anillo
como una promesa vaga...

Yo no me atreví a mirarte,
pero sin verte, notaba
que los ojos dulcemente
se te empañaban las lágrimas.

Me lo decía tu mano
en la mía abandonada,
y aquel estremecimiento
y aquel temblor de tu alma.

Ya nunca más me quisiste
como entonces, muda y pálida.
...Hacía apenas tres días
que eran novias nuestras almas.







Madrigal

A Juan Ramón Jiménez

Estabas en el agua
                    estabas que yo te vi

Todas las ciudades
                            lloraban por ti
                            Las ciudades desnudas
           balando como bestias en manada.

A tu paso
              las palabras eran gestos 
como éstos que ahora te ofrezco

Creían poseerte 
porque sabían teclear en tu abanico

Pero
            No
Tú 
     no estabas allí

Estabas en el agua
                              que yo te vi.







Me estás enseñando a amar...

Me estás enseñando a amar.
               Yo no sabía.
Amar es no pedir, es dar,
                noche tras día.

La Noche ama al Día, el claro
                ama a la Oscura.
Qué amor tan perfecto y tan raro.
                Tú mi ventura.

El Día a la Noche alza, besa
                sólo un instante.
la Noche al Día -alba, promesa-
                beso de amante.

Me estás enseñando a amar.
                 Yo no sabía.
Amar es no pedir, es dar.
                  Mi alma, vacía.







Mujer de ausencia

Mujer de ausencia,
escultura de música en el tiempo.
Cuando modelo el busto
faltan los pies y el rostro se deshizo.
Ni el retrato me fija con su química
el momento justo.
Es un silencio muerto
en la infinita melodía.
Mujer de ausencia, estatua
de sal que se disuelve, y la tortura
de forma sin materia.







No está el aire propicio para estampar mejillas...

No está el aire propicio para estampar mejillas.
Se borraron la flechas que indicaban la ruta
más copiosa de pájaros para los que agonizan.
Se arrastran por los suelos nubes sin corazón
y a la garganta trepa la impostura del mundo.

No está el aire propicio para cantar tus labios,
tu nuca en desacuerdo con las leyes de física
ni tu pecho de interna geografía afectuosa.
Las tijeras gorjean mejor que las calandrias
y no vuelven ya nunca si remontan el vuelo
y aquí en mi cercanía tres libros se aproximan,
abiertos en la página donde muere una reina.

Qué dulce despertar el del amor que existe
y qué existencia clara la del ojo que duerme,
velado por las alas remotas de los párpados.

Pétalos de difuntas miradas, llueven, llueven
y llueven, llueven, llueven. Me sepultan los pies,
las rodillas, el vientre, la cintura, los hombros.
Van a enterrarme vivo; van a enterrarme vivo;

No está el aire propicio para soñar contigo.







Nocturno XI

Sentadas sobre un pozo alabastrino
una mujer desnuda  -amor profano-
y una blanca doncella  -amor divino-.
¿No recordáis el cuadro de Tiziano?

También en el nocturno chopiniano
se oye primero el cántico argentino
que nos dice las rosas del camino,
que al goce invita del amor profano.

El ave del amor borda su trino
escondida en el bíblico manzano,
y un cupidillo frívolo y pagano
apunta al cielo el chorro cristalino.

Es todo risas. Se respira un vano
perfume anacreóntico; y el vino
tiñe acaso el paisaje veneciano
como en una vendimia de Bassano
o en una bacanal del Aretino.

Un acorde litúrgico; imagino
que lo trenza algún órgano cristiano.
Es la aureola del amor divino
la que ilumina el corazón humano.

Renunciamiento, paz, quietud, lejano
son de plegarias místicas. El lino
de un cuento nazareno y peregrino
devana el dulce corazón del piano.

Y se piensa en el claustro; el vespertino
toque de Ángelus, trémulo y lontano,
un conventual jardín benedictino,
azucenas, cipreses, una mano
blanca en las sombras lentas adivino...

Pasa el encanto del amor divino.
Vuelve el triunfo del amor pagano.
Ya conoces los dos, mi buen hermano.
Pero tú no decides tu camino.
Es tan bello el amor a lo profano...
Es tan bello el amor a lo divino...








Nocturno XII

A Santiago de la Escalera

La noche resbala
con mansa dulzura.
Como una azucena
de nevada túnica,
inocente y lírica,
florece la luna.
las estrellas cantan
su cantiga muda
y sueña el paisaje
dormido en la bruma.
¡Qué suave sosiego!
¡Qué paz tan profunda!
Cual blandas cadencias
de canción de cuna,
únicos rumores
que el silencio surcan,
se estremece el bosque,
la brisa susurra
y abajo en el río
rezan las espumas.

Sólo dos zagales
- él fuerte, ella rubia -
velan en el valle
Por gozar la albura
de la noche clara,
de la noche rústica.

- Juan, ¿estoy soñando?
¡Oh, qué dulce música!
- Parecen campanas;
no las sentí nunca.
- Quién las toca, di?
-No sé; pero escucha.
María, te quiero.
- Si serán las brujas?
- María, si vieras...
_ O serán los ángeles
allá en las alturas...
- María, te adoro...
- ¿Campanas, o guzlas?
- Me atiendes, María?
- Qué paz, qué dulzura...
¿oyes las campanas?
- ¿María, me escuchas?
- Campanas celestes
¿sonáis en la luna?
Tañido divino...
¡Oh, Juan, esa música!...
- María, ¿me quieres?

-...No puedo ser tuya.







Nocturno XIV

A Enrique Menéndez

Ha cruzado divina y desnuda.
Es la Forma, es la Forma, es la Forma.
El artista, sujeto en la Norma,
la llama en su ayuda.

Cuando pasa sonríe y promete
y saluda cordial y exquisita,
más que breve es su breve visita,
su azar de cohete.

Es celeste como hecha de astros,
perfumada de incógnita esencia.
Es la Amada de la adolescencia,
toda de alabastros.

No se sabe si es sueño o es niebla.
No se sabe si túnica o nube.
Deja un rastro de luz cuando sube, 
y el aire despuebla.

Es la imagen del ángel más leve
que Jacob vio en las blancas escalas.
Al trasluz transparenta sus alas
sutiles de nieve.

Sólo muestra su carne de estrella
en la magia de luna en el río.
Es espíritu, es aire, es vacío
sin molde y sin huella.

En la virgen cuartilla se posa.
Sobre el piano despliega su ala.
y si vamos a asirla, resbala
esquiva, medrosa.

La queremos cazar prisionera
y el intento en seguida comprende,
y batiendo las alas, asciende
feliz, a su esfera.

¡Quién pudiera seguirla en su vuelo
Y arrobado en dichoso desmayo,
patinar por el hilo de un rayo
de luna hasta el cielo!







Otoño

Mujer densa de horas
y amarilla de frutos
como el sol del ayer

El reloj de los vientos te vio florecer
cuando en su jaula antigua
se arrancaba las plumas el terco atardecer

El reloj de los vientos
despertador de pájaros pascuales
que ha dado la vuelta al mundo
y hace juegos de agua en los advientos

De tus ojos la arena fluye en un río estéril

Y tantas mariposas distraídas
han fallecido en tu mirada
que las estrellas ya no alumbran nada

Mujer cultivadora
de semillas y auroras

Mujer en donde nacen las abejas
que fabrican las horas

Mujer puntual como la luna llena

Abre tu cabellera
                            origen de los vientos
que vacía y sin muebles
mi colmena te espera.







Por qué cuando te hablo...

¿Por qué cuando te hablo
cierro los ojos?
Yo pienso en aquel día
y en que tú me los cierres
- esperanza infinita -,
a ver si mis palabras
- costumbre larga mía -
pueden más que la muerte.







Posesión

Fue una tarde de enero. Mi entereza
de cántabro se defendía, encastillaba.
Mis amigos pensaban persuadirme,
no conocían aún la irrebatible
casta de mi carácter. Insistían,
razonaban volvían, apremiaban.
Yo, numantino.
Y por dentro un supliciado.
No poder ser, Dios mío, como ellos.
Los comprendía. Y ellos a mí, no.

Y para hacerles ver que era verdad
la mía, hube de volverme niño
y dejar que asomaran a mis ojos
unas lágrimas de hombre.
Entonces comprendieron. Y callaron.

Yo salí a la calle, al paseo, aprisa, aprisa,
al campo, a la sagrada libertad.
Empezaba a llover, gotas menudas,
hijas de las nieves.
Qué caricia de besos en mi frente.
Qué hora feliz, yo absuelto,
perdonado.

Aquel domingo decisivo
tomé posesión, no de un cargo,
de mi vida modesta, transparente.







Quisiera ser convexo...

Quisiera ser convexo
para tu mano cóncava.
Y como un tronco hueco
para acogerte en mi regazo
y darte sombra y sueño.
Suave y horizontal e interminable
para la huella alterna y presurosa
de tu pie izquierdo
y de tu pie derecho.
Ser de todas las formas
como agua siempre a gusto en cualquier vaso
siempre abrazándote por dentro.
Y también como vaso
para abrazar por fuera al mismo tiempo.
Como el agua hecha vaso
tu confín - dentro y fuera - siempre exacto.







Rosa mística

Era ella.

             Y nadie lo sabía.

Pero cuando pasaba
los árboles se arrodillaban.

Anidaba en sus ojos

               el Ave María

y en su cabellera

               se trenzaban las letanías,

Era ella.

              Era ella.

Me desmayé en sus manos
como una hoja muerta

                  sus manos ojivales
                  que daban de comer a las estrellas.

Por el aire volaban
romanzas sin sonido.

                   Y en su almohada de pasos
                   me quedé dormido.

Mujer de ausencia
escultura de música en el tiempo.
Cuando modelo el busto
faltan los pies y el rostro se deshizo.
Ni el retrato me fija con su química
el momento justo.
Es un silencio muerto
en la infinita melodía.
Mujer de ausencia, estatua
de sal que se disuelve, y la tortura
de forma sin materia.







Siempre abiertos tus ojos...

Siempre abiertos tus ojos
(muchas veces se dijo) como un faro.
Pero la luz que exhalan
no derrama su chorro en los naufragios.
Enjuto, aunque desnudo,
voy derivando orillas de tu radio.
Soy yo el que giro
como un satélite imantado.
Y dime. Esta luz mía - tuya - que devuelvo,
¿a qué te sabe muerta en tu regazo?
¿Puede aumentar tu lumbre
este selenio resplandor lejano?







Sueños

Anoche soñé contigo.
Ya no me acuerdo qué era.
Pero tú aún eras mía,
eras mi novia. ¡Qué bella

mentira! Las blancas alas
del sueño nos traen, nos llevan
por un mundo de imposibles,
por un cielo de quimeras.

Anoche tal vez te vi
salir lenta de la iglesia,
en las manos el rosario,
cabizbaja y recoleta.

O acaso junto al arroyo,
allá en la paz de la aldea,
urdíamos nuestros sueños
divinos de primavera.

Quizás tú fueras aún niña
-¡oh remota y dulce época!-
y cantaras en el coro,
al aire sueltas las trenzas.

Y yo sería un rapaz
de los que van a la escuela,
de los que hablan a las niñas,
de los que juegan con ellas.

El sueño es algo tan lánguido
tan sin forma, tan de nieblas...
¡Quién pudiera soñar siempre!
Dormir siempre  ¡quién pudiera!

¡Quién pudiera ser tu novio
(alma, vístete de fiesta)
en un sueño eterno y dulce,
blanco como las estrellas!...







Sucesiva

Déjame acariciarte lentamente,
déjame lentamente comprobarte,
ver que eres de verdad, un continuarte
de ti misma a ti misma extensamente.

Onda tras onda irradian de tu frente
y mansamente, apenas sin rizarte,
rompen sus diez espumas al besarte
de tus pies en la playa adolescente.

Así te quiero, fluida y sucesiva,
manantial tú de ti, agua furtiva,
música para el tacto perezosa.

Así te quiero, en límites pequeños,
aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa,
y tu unidad después, luz de mis sueños.







Te diré el secreto de la vida

El secreto de la vida es intercalar
entre palmera y palmera un hijo pródigo
y a la derecha del viento y a la izquierda del loco
conseguir que se filtre una corona real
Levántate cada día a hora distinta
y entre hora y hora
compóntelas para incrustar un ángel

Nada hay como un suspiro intercalado
y entre suspiro y suspiro
la melodía ininterrumpida

Déjame que te cante
la grieta azul y el intervalo.







Tentación

No. De noche no. De noche
no, porque me miran ellas.
Sería un mudo reproche
el rubor de las estrellas.

Tan inocentes, tan puras,
con sus ojos ignorantes,
latiendo como diamantes
allá arriba en las alturas.

-Entonces, mira. Mañana
bajo el sol viejo y ardiente.
La luz ciega, muerde, aplana.
El alma duerme... y consiente.

-¿De día? No. Las estrellas
en el cielo están también.
¿No lo sabías? Sí. Ellas,
aunque invisibles, nos ven.







Tú me miras, amor, al fin me miras...

Tú me miras, amor, al fin me miras
de frente, tú me miras y te entregas
y de tus ojos líricos trasiegas
tu inocencia a los míos. No retiras

tu onda y onda dulcísima, mentiras
que yo soñaba y son verdad, no juegas.
Me miras ya sin ver, mirando a ciegas
tu propio amor que en mi mirar respiras.

No ves mis ojos, no mi amor de fuente,
miras para no ver, miras cantando
cantas mirando, oh música del cielo.

Oh mi ciega del alma, incandescente,
mi melodía en que mi ser revelo.
Tú me miras, amor, me estás mirando.







Una a una desmonté las piezas de tu alma...

Una a una desmonté las piezas de tu alma.
Vi cómo era por dentro:
sus suaves coyunturas,
la resistencia esbelta de sus trazos.
Te aprendí palmo a palmo.
Pero perdí el secreto
de componerte.
Sé de tu alma menos que tú misma,
y el juguete difícil
es ya insoluble enigma.








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