jueves, 21 de junio de 2012

7113.- ANA DANICH



ANA DANICH. Poeta y narradora argentina nacida el 22 de julio de 1957 en Rosario, Provincia de Santa Fe. Ha realizado diversos talleres literarios, entre ellos, el Taller de escritura en Biblioteca Argentina Juan Alvarez, profesora Celia Fontán; el Taller de lectura Biblioteca A. Juan Alvarez y el Taller de Tragedia Griega con el profesor Humberto Lobbosco.




ESTE   ES   MI   CUERPO

cuerpo mío, bruma, bocanada de la noche, 
entenebrado,
cuerpo mío, elevándose trigal,
campo azotado por la mar, 
cuerpo mío, salitre y algas, 
hundida en tu fondo, fondeada como un barco,
cuerpo roto concebido al mundo, profanado
en la mesa del sacrificio
sa
cri 
fi 
ca 
do.
cuerpo mío pedregoso, piedra en el camino, 
ciénaga en que arrojo mis ojos vendados,
cuerpo mío, ¿quién tatuó tu vientre? 
partición en fragmentos, cuerpo mío,
hostia insaciable en la boca del pecado,
cuerpo mío, insomne y desgraciado,
no caigas cuerpo mío,
cae
cae.







LA PIEDRA
                                           
 Una piedra sabe conmover a otra
                         Ingeborg Bachmann

¿Qué importa que la piedra tropiece con el pie
Y caiga abruptamente
sobre el escenario de muerte?
¿Qué importa que el convexo de sus formas
lastimadas en rajaduras de siglos
destile un liquido anaranjado de tierra?
¿Qué importa que haya condenado a las putas
que sirvieron lascivia
y los últimos vestigios hartos de humanidad
en la mesa del hambre?
La piedra es piedra,
inmaculada.
En su dureza de pedernal
acecha al pie sumiso
que no aprendió a esquivar de otra manera,
la invasión del obstáculo en su trayecto.
Sos de piedra
-me dicen los que saben-
y arremeto feroz
con los instintos…






EL OJO

algo innominable late en la cueva del ojo lo sé
me lo dice la nube que crece y se agiganta
tambor tam tam temblor que late en la hendidura
mirar el sol su marea de fuego quemando el horizonte
mirar la luna sus múltiples oleajes en la noche
mirar la estrella el acero de sus puntas
latente lento late el latido / amanece
mirar la piedra gris el sendero luminoso el muro
mirar el caleidoscopio de mi lejana infancia 
después del silencio el campanario libera el sonido de las alas
mi vecina lava las baldosas del patio
miles de bichitos se escurren en el trapo de piso y otros
vuelan diminutos en las hojas de las plantas / el aguita dulce
de una manguera que como serpiente se desliza 
sobre la sequedad de este amanecer que cae
sobre las piedras apiladas de los muros
resuena el canto de un canario en su jaula
de  ramitas que ordenaron dedos silenciosos 
trepa el ojo la escalera de ladrillos envueltos en la llama rabiosa del verano
ventanas cerradas con blancas cortinas que no puede 
divisar el ojo de soles quemando el horizonte
de luna y sus múltiples oleajes dormidos en la noche
de punta de acero de esa estrella que oculta el día
el ojo parpadea patea pelea  pita provoca a la luz
vuela una golondrina y el ojo sólo ve el azul de un ala
sólo ve  mitad de la belleza amanecida entre muros
entre ventanas que irradian la media luz de la mañana
son las ocho tal vez sean las siete o pueden ser las seis
el ojo no lo sabe  él insiste en repetir ecos de  memoria 
que le dice que puede ser cualquier hora o puede ser ninguna
en que la ciega cansada de tanto fulgor decide arrancarse el ojo
que late en la hendidura como un tambor tam tam que tiembla






NUNCA SUPE HABLAR DE RUISEÑORES

Por qué no abres la carne y buscas, 
hurga hasta la cavadura del hueso, esa astilla,
esa médula que se hornea en el rescoldo,
una escritura sellada en las entrañas.  
Agonía.
Hunde tu mano hasta la última víscera,
el animal yace inerte con su boca deslenguada
no podrás comértela, qué pena,  pero  invito, 
cómete el hígado,  el pulmón,  el útero,
sobran  restos de humanidad apetecida.
Cómetelos.
Una arteria inflamada tiñe el mantel,  
arroja morados coágulos hirvientes, 
flotan jugos en el mar sangriento de su vientre
navegan juncos jinetes jabalinas jaguares,  
danzan los caníbales en la mesa del martirio,
despostan  vibran  palpitan  gruñen
cómete la piel,  la grasa, si es que puedes
cómete la letra, la escritura,  la palabra tallada
degusta las sobras del festín,  sírvete un trozo 
el animal yace inerte,  vaca herética.
Su sacrificio.
 Nunca supe hablar de sutiles  ruiseñores, 
me disculpas.
Tierna carne que me sabe a nada.






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