jueves, 9 de agosto de 2012

7372.- FLAVIA COSMA




Flavia Cosma es una poeta canadiense de origen rumano, escritora y traductora, ganadora de varios premios. Se graduó en Ingeniería Eléctrica en el Instituto Politécnico de Bucharest. También ha ganado premios como productora independiente de documentales para televisión, como directora y guionista.

Publicó veintidós libros de poesía, una novela, un diario de viaje y cinco libros para niños. Su trabajo forma parte de varias antologías en diversos países e idiomas. Su libro 47 Poems (Texas Tech University Press) recibió el Premio ALTA Richard Wilbur Poetry in Translation.

Fue nominada para el premio The Pushcart tres veces por fragmentos de su colección de poemas Leaves of a Diary (2006), The Season of Love (2008) y Thus Spoke the Sea (2008).

Recibió el tercer premio en la competencia John Dryden Translation de 2007 por la co-traducción In The Arms of The Father, poemas propios (British Comparative Literature Association & British Literary Translation Centre). Los poemas Songs at the Aegean Sea fueron finalistas en el Canadian Aid Literary Award Contest en diciembre de 2007.

Editorial Dunken publicó su libro Pluma de Ángeles en diciembre de 2008.

Su traducción al rumano de Burning Poems de George Elliott Clarke fue publicada en Rumania en 2006. Además su traducción al rumano de Nada por aquí, nada por allá, de Luis Raúl Calvo fue publicada en Rumania en 2009. Su traducción al rumano de La Portile Raiului, de Gloria Mindock fue publicada en Rumania en 2010.

Flavia Cosma fue ganadora del Premio de Excelencia por su contribución a enriquecer y promover la cultura rumana en el espacio europeo y en el mundo" en la XXIX Edición del Festival Lucian Blaga, Alba-Sebes, Rumania 2009.

Su traducción al Inglés de A Settlement of Words de Ioan Tepelea fue publicada en Estados Unidos en 2009. Su traducción al Inglés de Profane Uncertainties, de Luis Raúl Calvo fue publicada en Estados Unidos en 2010.

Los poemas Danza, No hables, Resurrección y No se es un tigre… fueron finalistas en el 6° Certamen Internacional de Poesía "La lectora impaciente".

Flavia Cosma fue condecorada con Medalla de Oro en la III Edición del Festival Internacional de Poetas "Huari: Ventana Cultural del Ande", organizado por la Casa del Poeta Peruano (CADELPO), Perú 2010, bajo la denominación "Miembro de Honor, con Medalla de Oro por ser una de las intelectuales y poeta que, en el ámbito internacional ha mostrado indesmayable labor de promoción cultural y docente".





Poemas del libro "El Barrio Latino" traducción Luis Raul Calvo 
Publicado por Editorial Maribelina, Lima, Peru, 2012 
(Fragment)



El verano imposible 

Fermentado, el aire se hace ciénaga; 
olea como si la ciudad 
se hubiera movido, como por hechizo 
al borde de un lago. 

Las aves pescadoras, de plumas hinchadas 
se adormecen en pavimentos calientes 
las fuertes fragancias nos transportan brutalmente, 
a las orillas de otros continentes. 
Con el pensamiento volvemos a ver los turbios lagos 
las pieles doradas, respirando el deseo 
cielos blandos, anaranjados, azules 
profundas tristezas, vastas llanuras. 

Puente en el mundo 
ese amor extranjero 
me arde salvajemente 
con su gran ausencia. 







El bronce de las estatuas 

Besado en la boca, el bronce de las estatuas 
se transforma en oro; 
la materia inerte abre los ojos de par en par 
el alma respira ruidosamente 
trampa de humo, dulce brisa 
el aire nos toma, sensual. 

Acariciado en los senos, el bronce de las estatuas 
se transforma en agua verde, bendita agua 
que envuelve las manos de alabastro del amado 
inundando su enorme corazón, que late y late 
trastornando océanos 
corriendo por las nubes 
acercándose. 








Palabras sin cuerpo 

A través de las paredes, bajan de vez en cuando
palabras sin cuerpo, enflaquecidas,
palabras-fantasmas, vaciadas de miga,
errando espacios, llegan y dividen
los hambrientos sueños de la noche.

Hay que decirte adiós ahora, mi ángel,
el tiempo de las salidas nos ha alcanzado
y ya nos supera.
Estará presente en nuestras próximas citas,
en nuestras manos enlazadas,
en los confusos intercambios de miradas.

En frases ásperas, dubitativas y nerviosas,
colocamos el fin delante del principio,
mientras que el amor, presagiando su destino,
se atormenta, forcejeando raudamente.






El papel 

Estoy sentada a la mesa nuevamente,
lápiz en mano
garabateando finalmente el papel.
Tu nombre aparece en los vagos pensamientos
yendo raudamente
a través de la ventana
junto a las abejas aturdidas
por el fresco escalofrío de la madrugada.

Tu nombre aparece bailando entre las palabras
como un bello dios de alabastro.

Letras de fuego atraen el remolino
ya no se cuando mi cuerpo se ha perdido
queda sólo una voz murmurando tu nombre
repetidas veces,
sólo una mano transparente dibujando
el perfil milagroso de tus ojos,
tu frente alta, blanquecina,
como hechizando, suplicando,
amándote salvajemente.

Mi lejano y añorado amor
yace en las hojas inmaculadas
y vacías, de papel.







Volver a encontrarte 

Tú, tan desconocido para mi,
como las gotas de lluvia cayendo
sobre las flores azules,
tú,
tan necesario para mi,
como el aire puro, filtrado en mis pulmones,
tú,
tan preciado para mi,
como la luz dorada resbalando por los vitrales
iluminando las manos unidas,
en son de oraciones,
invocando paz, perdón,
y sobre todo, amor,

Tú atravesarás un día
todos los bosques y el mar,
te detendrás cansado en la puerta de mi casa,
y yo te recibiré sorprendida por un santo temblor,
con mis ojos llenos de lágrimas y mi alma morada.

De los amores maduros y tardíos;
oh, mendigo…






Mi árbol, mi hombre… 

Ten mi mano
mi arbol, mi hombre,
como a un niño perdido
guárdame.

Dame de pronto a beber
desde tus palmas pintadas
de verde y rojo
y primavera.
Déjame beber de tu vino, de tu ajenjo,
tu lágrima alegre,
tu lágrima amarga.

Mi árbol, mi hombre,
abrázame fuertemente
con los hilos mágicos de tus raíces.
Entierra mis palabras y mis miedos
en tus silencios enteros.

Que la canción del sueño,
que la canción suave,
dulcemente llegue
a mi corazón, a mi alas.






La mano de hierro del hombre 

Los cerros se doblan bajo la mano
de hierro del hombre;
sus verdes espinazos gimen bajo las cargas,
su pelo rizado y áspero se llena de pájaros,
que vuelan a escondidas
por la sombra perfumada de las acacias.

Señas diáfanas y libélulas muertas
flotan sobre las aguas tardías,
un murmullo triste me recuerda
la primera y última vez que
estremecido me abrazaste.

El miedo saltaba de tus rodillas directo a mi corazón,
y yo me quedé muda con el veneno azul sobre mis labios,
mientras nuestros caminos
correteaban en direcciones contrarias.

Abajo, el calor ahogaba,
era diciembre, allá en el sur.






He recogido todo de a pares… 

He recogido todo de a pares:
dos vasos de agua, dos cucharas,
dos almohadas blancas, vellosas,
dos platos para sopa, dos platos lisos,
copas de cristal, porcelanas de Sevres,
todo tanto como dos.

He llenado los armarios, los cuartos, los días,
esmeradamente, tímidamente,
año tras año, instante tras instante,
viví con dos rostros gemelos en la mente,
respiré dos silencios, lloré dos lágrimas
—una para ti—.

Adoré la simetría…

Falta una sola cosa,
faltas tú,
tú que deberías venir al rayo del alba
cuando la pálida luna despierte
de su sueño de alondra.







Silencio Divino 

En la verde superficie del profundo río
las hojas flotan
en filas ordenadas.
De vez en cuando el gato
murmura en su sueño;
deseos incumplidos se consumen
en el pensamiento.

Tropas de palabras, redondos jeroglíficos
plenamente acostumbrados a la suerte
se encaminan despacio, solemnes
pasando debajo de los puentes.

Si no existiera el rumor de los autos
quebrantando la paz de la noche
si no existiera ni el pájaro desencadenado
recorriendo las aguas a gran velocidad
ni las demoradas gotas de lluvia
batiendo los tambores en la tabla
creeríamos que la armonía divina
habría descendido, junto a la noche
sobre la tierra.







Hojas de diario 
(Fragment)

26

A veces me estalla el corazón, 
la urna quebrantada ruidosamente 
donde miles de gotas 
manan en guirnaldas coloreadas, 
los arcos se deshacen en el vacío, 
desplegados 
como etéreo ramillete de corazones 
perfectos, relucientes. 

El hueco se llena, desaparece, 
bajo mi corazón multiplicado al infinito 
que en su vuelo apuñala 
lo inexistente 
con rayos estelares, de oro. 





30 

Siempre hallo tibieza 
al amparo de los brazos verdes, mullidos, de los pinos 
incluso mientras el invierno, con los dedos alargados, 
desciende de las nubes, fieramente, 
la lágrima de San Antonio llora sin cesar 
sobre los rostros consumidos, 
y el mundo se estremece desde los cimientos. 

Para apartarme del temor me acurruco, duermo 
en los nidos del pinar hermoso, perfumado, 
las húmedas sombras me ciñen 
cuidadosamente 
con tibieza de madre, 
con tibieza de hermano, 
con la tibieza empañada 
del amante. 






Y ahora el mundo 

Más allá de lo estéril de mármoles vacíos 
donde vivo sin puentes, sin ropa, 
un mundo entero espera con paciencia. 
Nacen caminos flexibles 
bajo palmas extendidas, 
las ventanas se abren maravilladas 
hacia el sol, 
bandadas de pájaros me siguen dondequiera 
como un séquito suspendido, cantor. 

Y yo, al igual que las personas 
con amplio destino, 
me complazco en cambiar un anhelo 
por una nueva tristeza, 
una preocupación por otra 
mayor. 





Más Allá

Más allá de estos muros, el mar; 
más allá de estas sillas vacías en el sueño, 
más allá de las casas alzadas y ardidas, 
con cortinados negros inútiles golpeando 
sobre órbitas vacías de ventanas, 
se encuentra el azul, 
el azul de piedra penetrante, 
prometido del sol 
extendido y hermoso, 
el mar eterno, respuesta de espuma, 
de sueños nocturnos 
y de gran añoranza.






Pasar por el fuego

El niño yacía en el hospital; 
atravesaba el fuego y nadie 
le había podido arrebatar el fuego 
de los hombros.

El niño ha muerto en el hospital, 
y lo acosaba el sol creciendo 
gota a gota.

Y al final, 
cuando todo ha ocurrido, 
he revisado al niño 
de una y otra parte. 
Pero ya no era él, sino alguien 
que había pasado por el fuego 
y estaba solo.






Lejanía

Tus manos fervientes 
menguan, como la llama de un farol 
     en la distancia, 
tus ojos, brasas azuladas, 
centelleantes, recorren senderos pedregosos.

Como un eco 
tu voz 
acaricia muslos de otros. 
Las viejas canciones, los dorados juegos infantiles, 
vuelan en remolinos con las nubes 
cada vez más alto, 
hasta perderse.

Tanto pasos pequeños recorren las aceras, 
cabelleras rubias se contonean 
     en calles nuevas, 
puentes arrancados por las olas, 
el silencio hostil en habitaciones con cerrojo 
y mientras tanto la vida, que fluye aguas abajo, 
en cursos paralelos, indiferentes.






Retornaré

Retornaré, con el rostro dorado 
oculto bajo mi manga, 
para obsequiarte, 
     mi amor, 
durante los reverenciales atardeceres de primavera.

Retornaré, con el rostro plateado 
oculto bajo mi delantal, 
para atraerte, 
     mi amor, 
con relatos de tierras lejanas.

La luna de desliza como un lágrima 
por el brazo de piedra, 
el verano está enfermo de césped sin segar... 
El destino aguarda.

Hasta entonces, 
hasta que llegue la hora, 
durante un largo tiempo te miro, desde esta vieja herida, 
y la sangre corre a nuestros pies 
continuamente, en lugar de palabras.






Con cariño sepúltame

Con cariño sepúltame, amor mío, 
deposítame suavemente en la tierra 
como otrora me acostabas 
en nuestra cama estrecha 
sin lugar suficiente para los dos 
con nuestras miradas y gritos, 
con nuestras alfombras de acebo, 
con todo lo que era nuestro 
de los pies a la cabeza.

No llores lluvias tardías sobre mi rostro, 
     amadísimo, 
parto hacia un lugar donde no hay nubes. 
A ti te dejo 
las coronas de espinas. 
Ten mucho cuidado, 
por favor, 
y bájame 
con carino 
a la eternidad.










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