martes, 14 de octubre de 2014

ABRAHAM VALDELOMAR [13.653]


ABRAHAM VALDELOMAR

Pinto-Ica (-Perú), 1888 - Ayacucho, 1919
Pedro Abraham Valdelomar Pinto (Ica, 27 de abril1 de 1888 - Ayacucho, 3 de noviembre de 1919) fue un narrador, poeta, periodista, ensayista y dramaturgo peruano. Es considerado uno de los principales cuentistas del Perú, junto con Julio Ramón Ribeyro.

Abraham Valdelomar fue un escritor completo pues abarcó prácticamente todos los géneros literarios conocidos. Sin embargo, lo mejor de su creación ficticia se concentra en el campo de la narrativa cuentística. Sus cuentos se publicaron en revistas y periódicos de la época, y él mismo los organizó en dos libros: El caballero Carmelo (Lima, 1918) y Los hijos del Sol (póstumo, Lima,1921). En ellos se encuentran los primeros testimonios del cuento neocriollo peruano, de rasgos postmodernistas, que marcaron el punto de partida de la narrativa moderna del Perú. En el cuento El caballero Carmelo, que da nombre a su primer libro de cuentos, se utiliza un vocabulario arcaico y una retórica propia de las novelas de caballerías para narrar la triste historia de un gallo de pelea, relato nostálgico ambientado en Pisco, durante la infancia del autor. En Los hijos del Sol, busca su inspiración en el pasado histórico del Perú, remontándose a la época de los incas.

Su poesía también es notable por su evolución singular del modernismo al postmodernismo, teniendo incluso atisbos geniales de vanguardismo. Aquella es de una sensibilidad lírica extraordinaria que tiene como máxima expresión la de ser un vuelco hacia su interioridad. Pero esta interioridad debe entenderse como una expresión directa e íntima (por tanto, creativa) de la realidad. Esta poesía tiene como ejemplos fulgurantes a Tristitia2 y El hermano ausente en la cena de Pascua, los cuales presentan a su autor como un poeta dulce, tierno y profundo, saturado de paisaje, de hogar y de tristeza. Es imposible no relacionar su poesía con la de su compatriota César Vallejo, sobre todo con el primer poemario de éste, "Los Heraldos Negros", y en especial la sección "Las canciones del hogar", en que el tema familiar, asumido con amorosa filiación a la vez de hijo y hermano, emparentan estrechamente sus poéticas. De hecho Vallejo admiraba vivamente a Valdelomar, que era mayor que él, al punto de que lo entrevistó cuando llegó a Lima e incluso le pidió que prologara "Los Heraldos Negros" lo que nunca llegó a concretarse.

Fue hijo de Anfiloquio Valdelomar Fajardo y de María Carolina de la Asunción Pinto Bardales. Pasó sus primeros días en una pequeña casa en la cuadra tres de la Calle Arequipa de su ciudad natal, Ica. Hasta el año 2007 podía apreciarse una placa recordatoria en dicha casa señalando el hecho, lamentablemente, el terremoto de aquel año provocó el derrumbe completo de dicha primera casa de Valdelomar.

En 1892 se trasladó con su familia al puerto de Pisco, donde su padre encontró trabajo como empleado de la aduana. Allí empezó sus estudios primarios. Las experiencias de su infancia, vinculada al mar y al campo, influyeron decisivamente en su obra. En 1899 se trasladó a Chincha donde concluyó su educación primaria.

En 1900 viajó a Lima donde estudió la secundaria en el Colegio Guadalupe; allí fundó y dirigió un periódico escolar: La Idea Guadalupana (1903). En 1904 concluyó sus estudios secundarios y durante unos meses desempeñó el puesto de archivero en la Inspección Municipal de Educación de Chincha.

En 1905 ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos. Sin embargo, dejó las clases al año siguiente para trabajar como dibujante de revistas como Aplausos y silbidos, Monos y Monadas, Fray KBzón, Actualidades, Cinema y Gil Blas. Luego desplegó su talento literario que fue acogido por diarios y revistas. Sus primeros versos, de estilo modernista, los publicó la revista Contemporáneos (1909); sus primeros cuentos aparecieron en 1910 en Variedades y Balnearios.

En 1910 reanudó sus estudios en la Facultad de Letras de la Universidad Mayor de San Marcos; ese mismo año se incorporó al ejército cuando hubo el peligro de una conflagración con el Ecuador. A raíz de ello empezó a escribir crónicas para El Diario de Lima, que envió desde la Escuela Militar de Chorrillos bajo el título de Con la argelina al viento.

En septiembre de 1910 viajó a Arequipa, Cuzco y Puno. Su fama literaria se consolidó al año siguiente con dos novelas cortas que salieron a la luz: La ciudad muerta (1911) y La ciudad de los tísicos (1911), publicadas por entregas en Ilustración Peruana y en Variedades, respectivamente.

Esta obra temprana (poemas, crónicas periodísticas y cuentos) está marcada por la influencia del modernismo y de don Manuel González Prada; en sus novelas cortas es más patente su devoción por Gabriele D'Annunzio.

En 1912 participó fervorosamente en la campaña presidencial de Guillermo Billinghurst. Tras la victoria electoral de éste, los estudiantes billinghuristas lanzaron la candidatura de Valdelomar a la presidencia del Centro Universitario de San Marcos. Pero la elección la ganó otro estudiante, adversario de Billinghurst. En respuesta, Valdelomar fundó el Centro Universitario Billinghurista.

El gobierno de Billinghurst le otorgó la dirección del diario oficial El Peruano (que ejerció del 1º de octubre de 1912 al 30 de mayo de 1913), y por R.S. Nº 484 del 12 de mayo de 1913, un puesto diplomático, como Secretario de Segunda Clase de la Legación peruana en Italia. Antes de partir hacia Europa, Valdelomar se batió a duelo de espada con Alberto Ulloa Sotomayor, representante de los estudiantes limeños que se oponían a la politización de la Universidad y que había publicado un artículo de protesta en La Prensa, que Valdelomar consideró difamatorio. El duelo finalizó sin mayores consecuencias y sin que ambos rivales lograran reconciliarse (tiempo después Ulloa se amistó con Valdelomar y prologó su libro de cuentos El caballero Carmelo).

Valdelomar se embarcó el 1º de julio de 1913 en el vapor Ucayali, con destino a Roma. Una vez más debió truncar sus estudios universitarios pero viajó con la intención de retomarlos en Italia (lo que no se concretaría). Desde Roma escribió para el diario La Nación de Lima sus Crónicas de Roma. Allí también escribe su obra más importante, El caballero Carmelo, cuento con el que ganó un concurso literario convocado por el diario La Nación (27 de diciembre de 1913).

En 1914, tras el derrocamiento de Billinghurst por el coronel Oscar R. Benavides, renunció a su empleo diplomático y retornó al Perú. De nuevo en la capital peruana, sufrió una fugaz detención acusado de conspirar contra el nuevo gobierno (junio de 1914).

Trabajó luego como secretario personal del polígrafo peruano José de la Riva-Agüero y Osma, bajo cuya influencia escribió La mariscala, biografía novelada de Francisca Zubiaga y Bernales (1803-1835), esposa del presidente Agustín Gamarra y figura destacada de la política del Perú de inicios de la República. De dicha obra hizo luego una versión teatral, con el mismo nombre, y en colaboración con José Carlos Mariátegui (1916).

Planeó también editar un libro de Cuentos criollos bajo el título de La aldea encantada, pero no llegó a concretarlo. Dos de dichos cuentos criollos aparecieron publicados en La Opinión Nacional: El vuelo de los cóndores y Los ojos de Judas (en julio y octubre de 1914, respectivamente).

En 1915 empezó a trabajar como secretario del Presidente del Consejo de Ministros del gobierno de José Pardo y Barreda. Se dedicó de lleno al periodismo y la literatura. Se erigió como un influyente líder de opinión y un portavoz de la modernidad intelectual.

Colaboró sobre todo con el diario La Prensa, donde tuvo a cargo la sección Palabras, dedicada a la política, desde julio de 1915 hasta su alejamiento del diario en 1918. Se hizo popular por sus burlas hacia los políticos (entre parlamentarios y ministros) de entonces. También publicó en La Prensa sus Crónicas frágiles, donde hizo conocido su seudónimo de "El Conde de Lemos"; y los Diálogos máximos, que transmitía conversaciones líricas entre él y su amigo José Carlos Mariátegui representados bajo los nombres de Manlio y Aristipo. También publicó en el mismo diario sus crónicas tituladas Impresiones; la columna Fuegos fatuos, donde desplegó todo su humorismo e ironía; y finalmente sus comentarios sobre la guerra mundial, aparecidos en 1917 bajo el rótulo de Al margen del cable. Compuso también sus Cuentos chinos una suerte de crítica hacia la dictadura de Óscar R. Benavides en forma de apólogos ambientados en China, que fueron publicados igualmente en La Prensa (1915).

Ya por entonces llamaba la atención de la gente con su atildada indumentaria, sus públicas improvisaciones poéticas y sus galanterías en confiterías y salones de té, como en el famoso Palais Concert, situado en el jirón de la Unión, cerca a Palacio de Gobierno, lugar que cobijó a la juventud intelectual de la época. Por lo general formaba dúo con su gran amigo José Carlos Mariátegui, seis años menor que él. Algunos le negaron originalidad y lo acusaron de ser imitador del británico Óscar Wilde y del italiano D’annunzio, pero lo que nadie podía hacer era ignorarlo.

Pese a esas poses petulantes y escandalosas, Valdelomar seguía siendo en el fondo un hombre humilde, que miraba al mundo con dulzura y gran capacidad de emoción, tal como se denota en varias de sus creaciones literarias. La razón de su actitud arrogante y provocadora, según el mismo lo explicaba, era para que todos, en especial la encopetada alta sociedad limeña, prestaran atención a un escritor provinciano como él, en una época en que hasta entonces los escritores (y menos aun los provincianos) no habían tenido espacio propio ni un lugar de respeto en la sociedad.

En 1916) fundó la efímera pero influyente Revista Literaria Colónida y encabezó el movimiento intelectual del mismo nombre, Movimiento Colónida, que cohesionó a una generación de artistas y escritores en torno a la ruptura con el academicismo hispano y la libre renovación de temas y estilos, convocando a las juventudes provincianas a compartir su empeño y atisbando con simpatía las nuevas tendencias literarias italianas y francesas. Ese mismo año se publicó Las voces múltiples, libro que reunió poemas suyos y de otros autores del movimiento: Pablo Abril de Vivero, Federico More, Alfredo González Prada, Alberto Ulloa Sotomayor, Félix del Valle, Antonio Garland y Hernán Bellido. En él aparecieron los poemas más conocidos de Valdelomar: "Tristitia" y "El hermano ausente en la cena pascual".

En 1917 empezó a publicar en la revista Mundo Limeño la serie de artículos Decoraciones de ánfora. Obtuvo el premio del concurso de Círculo de Periodistas con su ensayo La psicología de gallinazo. En Mundo Limeño apareció en dos entregas su novela corta o cuento largo: Yerba santa, así como el cuento: Hebaristo, el sauce que murió de amor. Escribió también su tragedia Verdolaga, de la que solo conservamos fragmentos.

En enero de 1918 renunció a La Prensa tras un conato de duelo con su director, Glicerio Tassara, a raíz de una suplantación que hicieron en su columna de Palabras. Ese mismo año salió a la luz su colección de cuentos El caballero Carmelo (encabezada por el cuento del mismo nombre con que ganó el concurso de 1913) y su ensayo sobre estética con meditaciones taurinas: Belmonte, el trágico.

Luego realizó giras y dictó conferencias a lo largo y ancho del país. Viajó a las provincias del norte del país (Trujillo, Cajamarca, Chiclayo, Piura y otras ciudades) y se dirige luego al sur, recorriendo los departamentos de Arequipa, Puno, Cuzco y Moquegua.

De regreso a su tierra natal fue aclamado unánimemente por la población iqueña. Por ello, el 24 de septiembre de 1919, resultó electo diputado por Ica ante el Congreso Regional del Centro. En una reunión de dicho Congreso realizada en la ciudad de Ayacucho, en los altos de una casona, cuando Abraham se disponía de noche a bajar por una empinada escalera de piedra, resbaló (o perdió el equilibrio), cayendo desde una altura de seis metros hasta dar de espalda sobre un montículo de piedras. Como consecuencia de ello sufrió una fractura de la espina dorsal, cerca de las vértebras lumbares, la cual, luego de dos días de penosa agonía, le causaron la muerte el 3 de noviembre de 1919, a las dos y media de la tarde. Apenas contaba con 31 años de edad.

Su ataúd conteniendo su cadáver fue trasladado desde Ayacucho hasta Huancayo sobre los hombros de 16 cargadores indígenas ayacuchanos. De Huancayo los restos del escritor fueron llevados en tren hasta Lima, donde fueron inhumados en el Cementerio Presbítero Matías Maestro, no en un nicho, sino en la tierra misma, tal como había sido su deseo. Ilustres personalidades, familiares, amigos y discípulos del escritor le despidieron dedicándole discursos y composiciones (16 de diciembre del mismo año).

Una leyenda sobre su muerte

Una versión escandalosa sobre la muerte de Valdelomar circuló poco después, asegurando que el escritor había fallecido al caer dentro de un profundo silo u hoyo de excrementos humanos. Tal patraña, cuyo origen no se ha podido precisar, posiblemente fue difundida por los enemigos del escritor, aquellos mismos que habían sido víctimas de sus críticas. Dicha versión tuvo tanta acogida que hasta un escritor del nivel de Alberto Hidalgo lo asumió como verdadera.6 Hasta hoy día muchos educadores difunden dicha versión en el Perú, lo cual es un error grave, pues diversos testimonios de personas que estuvieron cerca del fatídico suceso concuerdan unánimemente que el escritor cayó desde una altura de unos seis metros sobre un montículo de piedras que se elevaba a un metro de altura cerca de la escalera, lo que le produjo la fatal rotura de la columna vertebral.

De otro lado, se sabe que la razón por la que Valdelomar bajó apresuradamente por la escalera fatal en medio de la oscuridad, fue su deseo urgente de aplicarse una inyección de morfina, según los testimonios recogidos por Luis Alberto Sánchez.

Obras

Novelas

1911 - La ciudad muerta
1911 - La ciudad de los tísicos
1911 - Yerba Santa

Cuentos

Valdelomar reunió sus cuentos criollos en un libro titulado La aldea encantada (1914) el cual no llegó a publicarse. Luego dichos cuentos formaron parte de su libro antológico El caballero Carmelo (Lima, 1918). Un segundo libro suyo de cuentos, Los hijos del Sol, inspirado en el pasado incaico, fue publicado después de su muerte (Lima, 1921).

Todos los cuentos reunidos en dichos libros, sumados a otros recopilados de periódicos y revistas, se pueden organizar, siguiendo las denominaciones dadas por el mismo autor, de la siguiente manera:

Cuentos criollos:
El caballero Carmelo. Primer premio del concurso literario del diario "La Nación" de Lima (1913).
Los ojos de Judas
El vuelo de los cóndores
El buque negro
Yerba santa
La paraca
Hebaristo, el sauce que murió de amor
Cuentos exóticos:
El palacio de hielo
La virgen de cera
Cuento cinematográfico:
El beso de Evans
Cuentos yanquis:
El círculo de la muerte, cuya primera versión se titulaba El suicidio de Richard Tennyson
Tres senas, dos ases
Cuentos chinos:
Las vísceras del superior o sea La historia de la poca vergüenza
El hediondo pozo siniestro o sea La historia del Gran Consejo de Siké”
El peligro sentimental o La causa de la ruina de Siké
Los Chin-Fu-Ton o sea La historia de los hambrientos desalmados
Whong-Fau-Sang o sea La torva enfermedad tenebrosa
Cuentos humorísticos:
La tragedia en una redoma
La historia de una vida documentada y trunca
La ciudad sentimental. Un cuento, un perro y un salto
Breve historia veraz de un pericote
Mi amigo tenía frío y yo tenía un abrigo cáscara de nuez
Almas prestadas. Heliodoro, el reloj, mi nuevo amigo.
Cuentos incaicos:
Los hermanos Ayar
El alma de la quena
El alfarero (Sañu-Camayok)
El camino hacia el Sol
El pastor y el rebaño de nieve
Los ojos de los reyes, cuya primera versión se titulaba Chaymanta Huayñuy (Más allá de la muerte).
Chaymanta Huayñuy, cuya primera versión se titulaba El hombre maldito
El cantor errante
Cuentos fantásticos:
El hipocampo de oro
Finis desolatrix veritae

Poesía

Su poesía, diseminada entre su prosa publicada en diarios y revistas, ha sido recogida en recopilaciones hechas después de su fallecimiento. En vida el autor publicó diez de sus composiciones poéticas en el libro antológico Las voces múltiples (Lima, 1916).

A continuación, una lista de sus composiciones poéticas en orden cronológico:

1909 - Ha vivido mi alma...
1909 - Los pensadores vencidos…
1910 - La ofrenda de Odhar…
1910 - Los violines húngaros
1910 - La tribu de Korsabad
1910 - Brindis
1910 - La gran hora
1910 - Las últimas tardes
1911 - La torre de marfil
1911 - Tríptico:
La evocación de las abuelas
Evocación de la ciudad muerta
Evocación de las granadas.
1913? - Íntima
1913 - In memoriam (a Rosa Gamarra Hernández)
1913? - Diario íntimo
1913 - La viajera desconocida
1913 - El hermano ausente en la cena de pascua
1913? - El conjuro
1913 - Luna Park
1914? - Corazón…
1914 - Desolatrix (La cruz abre sus brazos sobre el pecho del muerto…)
1915? - El árbol del cementerio
1915 - De regreso
1915 - El Ministro de Gobernación
1915 - Liquidación nacional
1915 - El de Huaraz
1915 - Desolatrix (Un álbum… Una dama que entre los folios tersos…)
1916 - Nocturno
1916? - Optimismo
1916 - Crepúsculo
1916 - Tristitia
1916 - Fugaz
1916 - Confiteor
1916? - Abre el pozo…
1916 - La casa familiar
1916 - Ritornello
1916? - Cobardía
1916? - En la Quinta del virrey Amat
1916? - Vosotros sois felices!...
1916 - [Tu cuerpo en once módulos…]
1916 - Loa máxima a Andrés Dalmau
1916 - A Tórtola Valencia (en colaboración con José Carlos Mariátegui y Alberto Hidalgo)
1917 - Epistolae Liricae ad electum poetam juvenem
1917 - Ofertorio
1917 - La ciudad de los tísicos
1917 - Ofrenda
1918 - L’enfant
1918 - Yo, pecador
1918? - Con inseguro paso
1918 - Angelus
1918 - Angustia
1918 - [Mientras tanto, caminemos por la escapada senda…]
1918 - [Vengo hacia ti…]
1918 - La danza de las horas
1919 - Blanca la novia
1919? - Vamos al campo…
1919 - En mi dolor pusistéis
1919 - Elegía
Prosa poética[editar]
1918 - Tríptico heroico:
Oración a la bandera
Invocación a la patria
Oración a San Martín
Teatro[editar]
1911 - El vuelo (Drama en dos actos inspirado en el vuelo fatídico de Carlos Tenaud, pionero de la aviación peruana. Se conservan solo fragmentos)
1916 - La mariscala (Drama en verso, en 6 jornadas, escrita en colaboración con José Carlos Mariátegui)
1917 - Verdolaga (Tragedia pastoril en 3 actos de la que solo se conservan fragmentos)
¿...? - Palabras (Tragedia modernista y alegórica en 1 acto)
Ensayos[editar]
1915 - La psicología de las tortugas
1916 - Ensayo sobre la caricatura
1916 - El estómago de la Ciudad de los Reyes
1916 - Psicología del cerdo agonizante
1917 - Literatura de manicomio
1917 - Valores fundamentales de la danza. Primer premio del Ateneo de Lima - Concurso del Círculo de Periodistas, 1917.
1917 - Ensayo sobre la psicología del gallinazo. Primer Premio, Presidente de la República - Concurso del Círculo de Periodistas, 1917.
1918 - Belmonte, el trágico. Ensayo de una estética futura a través del arte nuevo (libro de ensayos).
Crónicas y reportajes[editar]
1910 - Hacia el trono del sol
1910 - Con la argelina al viento. Medalla de la Municipalidad de Lima, 1911.
1913 - Crónicas de Roma
1915 - Reportaje al Señor de los Milagros
Narraciones y crónicas históricas[editar]
1917 - El sueño de San Martín
1918 - Los amores de Pizarro

Biografía

1915 - La mariscala (biografía de Francisca Zubiaga de Gamarra)


A todas ellas habría que agregar otras obras que Valdelomar anunció publicar pero que no salieron a la luz o quedaron inconclusas:

Neuronas, un libro de aforismos filosóficos, del cual solo se ha rescatado una parte.
Decoraciones de ánfora, libro de crónicas.
Fuegos fatuos, libro de ensayos de humor.
El extraño caso del señor Huamán, novela corta o cuento largo, inconclusa.

Postmodernismo

Si bien Valdelomar empieza circunscrito en el modernismo, tal como se vislumbra en sus primeros poemas, su elitismo y su inquietud por abrirse a nuevos temas lo hacen un modernista terminal o un postmodernista. Aquí es necesario precisar que tradicionalmente el modernismo ha sido dividido en tres etapas:

Premodernismo

Apogeo o Modernismo propiamente dicho, y
Postmodernismo.
El Postmodernismo vendría a ser pues la última fase del Modernismo.

Las características del Postmodernismo son:

El retorno a la realidad inmediata. Los escritores postmodernistas renegaron del exotismo y los temas fantásticos propios de la literatura modernista. Buscaron recuperar la emoción por las cosas humildes y simples de la vida cotidiana y retornaron, en muchos casos, a la literatura confidencial e intimista.
El sencillismo y la depuración de la formas de la expresión artística. Frente al refinamiento del lenguaje modernista, los escritores postmodernistas depuran el lenguaje poético de los elementos decorativos y optan por una forma de expresión cada vez más clara y sencilla. Sin embargo se conservó por largo tiempo el gusto por la musicalidad en el verso y la utilización de imágenes sensoriales.
Los innegables rasgos postmodernistas de los cuentos “criollos” (como El caballero Carmelo) y los poemas familiares de Valdelomar (“Tristitia”, El hermano ausente de la cena de Pascua”), favorecen incluir al escritor dentro del postmodernismo. Aunque hay que señalar que el movimiento o grupo que lideró, llamado Colónida, presenta facetas que tanto lo acercan como lo separan del modernismo, por la misma razón de la heterogeneidad de las posiciones asumidas por sus miembros. "Colónida" representa en realidad una etapa de transición de la literatura peruana donde convergieron las fuerzas tradicionales y las de renovación.



TRISTITIA (TRISTEZA)

Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola,
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía
;el cielo, la serena quietud de su belleza;
los besos de mi madre, una dulce alegría,
y la muerte del sol, una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado, del mar,
y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;

mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar




SONETO DEL HERMANO AUSENTE

La misma mesa antigua y holgada, de nogal,
Y sobre ella la misma blancura del mantel
Y los cuadros de caza de anónimo pincel
Y la oscura alacena, todo, todo está igual…

Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual
mi madre tiende a veces su mirada de miel
y se musita el nombre del ausente; pero él
hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.

La misma criada pone, sin dejarse sentir,
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero no hay la alegría ni el afán de reír

que animaran antaño la cena familiar;
y mi madre que acaso algo quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar…




ELOGIO

¡Poeta! tú naciste para reír bajo las vides
para cantar victorias y triunfar en las lides
y llevar el ensueño de canción en canción
orlarte con coronas del laurel de las Hadas
y llevar tus guedejas bajo el Sol coronadas
por las formas olímpicas donde ríe el amor.

Un haz de voluntades te llevó a otros vergeles
y cantaste a otras razas y bebiste otras mieles
junto a un río de plata donde se mira el Sol;
la Historia entre tus humos un perfume ha aspirado
y un susurro de voces en el bosque sagrado
anuncia el nuevo triunfo de un nuevo Anacreón.

Heraldo de tu raza diste el primer acorde
en la augusta trompeta y en la lira tricorde
donde las notas juguetearon como en un humo sideral
y hay en tu vieja estirpe, noble como el acero
guerrero en la gloria y en la tierra un trovero
fresco, joven y ardiente como una flor primaveral.

Vayan mis versos pálidos a orlar serenamente
junto a tantos laureles los rizos de tu frente
cual susurro lejano de un modesto vergel,
bajo la débil sombra de tu imperial corona
que el arte, el talento y el amor eslabona
con un simbólico laurel.

Hubo en tu raza un hombre, precursor de la Historia
que soñó tus canciones y presintió tu gloria
entre águilas heráldicas y entre campos de azur,
que imaginó algo grande digno de tus hazañas
y en el nido más alto de las altas montañas
hizo un pueblo, poeta, ¡donde nacieras tú!
Recuerdo vagamente de un lejano momento.

Fue un floreal. Tus canciones impregnaron el viento
y yo vi ante tus versos la brisa sonreír,
cantará las doradas espigas de la lira...
En el floreal de entonces cantaste a Primavera,
y hoy es la Primavera, ¡la que te canta a ti!

Ve por el mundo, bardo, y atraviesen tus rondas
entre frescos jardines y entre aromadas frondas
hacia el amplio sendero donde mora Ilusión
poeta que naciste para reír bajo las vides
para cantar victorias y triunfar en las lides
¡y llevar el Ensueño de canción en canción!




Abre el pozo

Abre el pozo su boca, como vieja pupila
sin lágrimas. El ñorbo se envejeció trepando.
El horno que en la pascua cociera el bollo blando,
como una gran tortuga, silenciosa, vigila.

La araña en los rincones, nerviosa y pulcra, hila
la artera geometría de su malla enredando.
Las abejas no vienen de libar, como cuando
miel destilaba el pecho que ahora dolor destila.

Los restos de mi dulce niñez busco en la oscura
soledad de las salas, en el viejo granero,
y sólo encuentro la honda tristeza del pasado.

El corazón me lleva por el viejo granero
y encuentro en los despojos, viejo, decapitado
el caballo de pino del que fui caballero.




BLANCA LA NOVIA

-Amada, ya es hora,
ya se acerca la aurora
y el cura en la capilla nos espera.

-Más tarde, cuando muera
la primavera.

-Amada, ponte presto los azahares,
que ya las luces brillan en los altares
y canta el río.

-Luego, amor mío,
cuando muera el estío.

-Amada, nos esperan en la capilla,
ponte presto los azahares y la mantilla,
porque ya están las rosas en retoño.

-Espera, amado, espera,
cuando muera el otoño.

-Amada, ponte el velo de desposada,
que cantan las palomas en la enramada
su canto tierno.

-Imposible, no esperes;
ya ha llegado el invierno.





El conjuro

El barco va a manera, sobre el mar inestable,
de un cansado titán que buscara su lecho
y el viento entre las jarcias silba agudo, a despecho
de la hélice que gira veloz e inexorable.

Como un gran corazón, crepita; mas advierte
la mirada radiante del fanal, que, avizora,
le indica la acechanza marina, y con la prora
en blanca espuma frágil, al cruzarla, convierte.

Va sin temor, confiado, seguro en su destino;
la hélice da el impulso, el timón, el camino
y atraviesa la negra sombra inerte, ligero.

Y el conjuro del mar ruge a su paso. ¡Pero
hay rocas y hay tormentas, y ha de llegar un día!...
Y toda tu armadura ¡oh vano! será mía...




EL ÁRBOL DEL CEMENTERIO

No la tranquilidad de la arboleda
que ofrece sombra fresca y regalada
al remanso, al pastor y la manada
y que paisaje bíblico remeda.

No el suspiro de la ola cuando rueda
a morir en la playa desolada,
ni el morir de la tarde en la callada
fronda que al ave taciturna hospeda,

dieron a mi niñez ésta en que vivo
sed de misterio torturante y honda,
donde todos los pasos son inciertos:

fue del panteón el árbol pensativo
en cuya fosca, impenetrable fronda
anidaban las aves de los muertos.




L'ENFAT

                  A Francis Jammes.

Sollozante y medroso, vuelve al fin a su nido,
llorando como un niño, mi pobre Corazón.
-¡Vienes lleno de sangre, Corazón! ¿Te han herido?
¿Qué ojos te hicieron daño, mi pobre Corazón?

Con una herida has vuelto cada vez que te has ido,
y dejaste tu nido, mi pobre Corazón.
Cobíjate en mi pecho. Yo solo te he querido.
Yo solo te comprendo, mi pobre Corazón.

¡Arrorró, pobrecito! Conmigo estás de nuevo.
Acuéstate en el pecho que adolorido llevo.
Te dormiré con una dulce y nueva canción.

¡Arrorró, pobrecito! Ven. No sigas llorando.
Besaré tus heridas, pero no llores... ¡Cuándo
dormirás para siempre, mi pobre Corazón!




LA DANZA DE LAS HORAS

Hoy, que está la mañana fresca, azul y lozana;
hoy, que parece un niño juguetón la mañana,
y el sol parece como que quisiera subir
corriendo por las nubes, en la extensión lejana,
                  hoy quisiera reír...

Hoy, que la tarde está dorada y encendida;
en que cantan los campos una canción de vida,
bajo el cóncavo cielo que se copia en el mar,
hoy, la Muerte parece que estuviera dormida,
                  hoy quisiera besar...

Hoy, que la Luna tiene un color ceniciento;
hoy, que me dice cosas tan ambiguas el viento,
a cuyo paso eriza su cabellera el mar;
hoy, que las horas tienen un sonido más lento,
                  hoy quisiera llorar...

Hoy, que la noche tiene una trágica duda,
en que vaga en la sombra una pregunta muda;
en que se siente que algo siniestro va a venir,
que se baña en el pecho la Tristeza desnuda,
                  hoy quisiera morir...




LA OFRENDA DE ODHAR

            Para Raimundo Morales de la Torre.

Caminaba el anda
sobre doce nubios de pieles brillantes
hacia Samarcanda.

Regado de flores –amapolas rojas-
se abría el camino que iba a la mezquita.
Los esclavos negros pisaban las hojas
y sus albornoces manchaban de blanco la ruta bendita.

En el anda iba la reina de Oriente
que se adormitaba pálida y silente
bajo las ojivas de sus alfeizares
mimada por suaves abanicos indios
y por enervantes antimacazares.

¡Oh, la reina mora, la reina brillante!
A Odhar, que era un niño, su primer amante,
a cambio de un beso le pidió un collar
y todos sus blancos dientes blancos marfilinos
que eran amuleto contra los destinos
galante el infante los hizo engarzar.

Fue al camino triste como sus amores
por donde pasaba con sus servidores
la reina, y, entonces, el muriente Odhar
pálido y tranquilo la esperó en las flores
y al pasar la reina, la ofreció el collar.

Sobre el blando cuerpo del joven amante
pasaron los nubios el anda triunfante.

Entre nubes rosas -mirra y eucalipto-
sobre las cabezas de nubios sansones
entró la graciosa princesa de Egipto
en el viejo templo de los Faraones.

Al salir del templo la reina galante
se olvidó del niño -su primer amante-
cuya boca en sangre no quiso besar,
y al primer esclavo que llegó a los pálidos mármoles del templo
como una limosna le ofreció el collar.

Con los doce nubios
tristemente, el anda
se perdió en la ruta que iba a Samarcanda...




OFERTORIO

Cuando el rojo crepúsculo en la aldea ponía
la silenciosa nota de su melancolía,
desde la blanca orilla iba a mirar el mar.
Todo lo que él me dijo aún en mi alma persiste:
–«mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar»–

A veces, en la sombra, la vaguedad marina
cruzaba el blanco triángulo de una vela latina
y se esfumaba en el confín;
desgranaba las lágrimas de su espuma una ola
y una ave en el espacio se deslizaba sola
hacia la costa curva y gris.

El faro como un cíclope con el ojo encendido,
buscaba entre las sombras algún buque perdido,
–desnudo y fuerte como un pescador–,
ofreciendo su estela como un pródigo brazo
y sus férreas escalas como un duro regazo:
tal a los reyes magos la estrella del Señor...

Hoy, con mi barca débil navegando en la ignota
inmensidad brumosa, la blanca vela rota,
tu espíritu bueno me sepa guiar.
Tú, blanca, dulce, triste, pensativa, adorada,
recuerda y pon en estas palabras tu mirada
amorosa y profunda como el cielo y el mar...





La viajera desconocida

En el rostro anguloso de fiero perfil duro
se enseñorea el aire de su adusta mirada;
parece que viniera de una tierra ignorada,
habla un idioma extraño, sordo, lento y oscuro.

La cabeza inclinada en la cóncava mano,
el cuerpo agazapado en un gesto felino,
sus ojos son los ojos siniestros del Destino
y su boca la puerta de un insondable arcano.

Cuando el mar en las tardes su furor agiganta,
la ignota en un impulso violento se levanta
y las rojas quimeras del crepúsculo mira.

Pasa sobre la nave graznando una gaviota,
epilépticamente la dura hélice gira
y en la estela agitada la blanca espuma flota…





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