jueves, 24 de noviembre de 2016

VÍCTOR MANUEL OBANDO SANCHO [19.634]


VÍCTOR MANUEL OBANDO SANCHO

Originario de Bluefields, Nicaragüa, nació un 17 de noviembre del año 1950. Es autor del poemario “Los hijos del infortunio también sueñan, cantan, luchan y aman” (2010, Editorial UNAN – León). Ganó en el año 2008, un premio a nivel nacional en el ramo de cuento (narrativa). Se desempeñó como docente en la universidad URACCAN, institución en donde estuvo al frente del Instituto de Promoción e Investigación Lingüística y Rescate Cultural (IPILC). Sus poemas han sido publicados en dos Antologías Poéticas de la Costa Caribe (1998) y en la antología poética nacional “Nicaragua en las Redes de la Poesía” (2008). Es el actual presidente de la Asociación de Poetas y Escritores del Caribe “Anthony Campbell”. Pertenece a la etnia mestiza y escribe en español. 


POTROS
“No confundas, jinete,
el galope del caballo
con los latidos de tu
corazón”.
(Proverbio chino)

Me asechan,
me han asechado desde siempre
los presagios, como equinos
al galope hendiendo la tierra.

Acurrucado e íngrimo
en un rincón sombrío de mi soledad,
espero.
Se acercan cada vez,
poso mi oído sobre la tierra fría
y escucho claramente su trajinar.

Vienen hacia mí, lo sé,
atropellan el sendero: cascos
 belfos jadeantes
 ojos fijos.
¡Indómito amanecer!,
¿qué esperas para cargar con mis despojos
hacia el túnel sedante de la luz?



HAY DÍAS

Hay días
en que el vuelo danzante octogonal
de las abejas
se nos anuda al cuello.

Hay días
en que la báscula del sueño
pesa como la edad senil,
días en que situados en medio de la nada
ni siquiera el espejo nos refleja las penas.

Hay días en que echamos
todo por la borda y levamos anclas
que nos atan a todo lo terreno.
Azorados del tedio en que vivimos
hay días que decimos:
¡al diablo con la vida!
Días en que sellamos la morada perpetua
para acallar los goznes que nos chirrían
que chirriando nos hieren
y al herirnos nos desesperamos.



LAS REVOLUCIONES NUNCA MUEREN

Las revoluciones como el amor
nunca mueren porque son el verdadero amor;
perennes como la hierba
ocultan sus raíces
esperando con el beso de la lluvia el brote de la vida.

Las revoluciones como una onda expansiva
alcanzan los lugares más recónditos,
despiertan los sueños más profundos
del inconsciente.

Las revoluciones invernan, no mueren,
como las madrugadas, anuncian el día de la luz
y del amor.

Las revoluciones son como las aguas: incontenibles,
como los precipicios: insondables.

Si te asomás ahí, ¡cuidado!
podés caer de vértigo,
podés morir de amor.

Las revoluciones, como el amor, nunca mueren:
no puede existir réquiem capaz de sepultarlas
ni mano que cincele sus negros epitafios
ni fronteras que enclaustren sus salmos y doctrinas
ni sentencias que abdiquen su gloria de existir.

Las revoluciones
son los caminos anchos de redención para los pobres,
son el sueño latente de los desposeídos.

Las revoluciones
son como las caricias
en el sinuoso relieve de la vida.

Son los desenlaces eternos,
se sueñan, se organizan, se viven.

Las revoluciones
son juntura y eslabón al mismo tiempo




CIMA LETRADA

“Lo importante no es el
maestro, es el camino”.

Sube a nacer conmigo, hermano*
a esta cima letrada
faro-candil punto de referencia
de la gran estrellas hexagonal viviente
en esta majestuosidad vibrante del Caribe.

Sube sin temor alguno,
abre tu pecho al otro,
desnuda tu conciencia, y descalza tu pie,
acaso estés pisando tierra santa
de tus antepasados.

Deja tu impronta indeleble
en estos surcos pioneros
que en años venideros otros han de pisar;
y no preguntes: ¿qué hará por mí la institución?
más bien responde:
¿qué puedo hacer por ella yo?
El tiempo pasa,
la redención apremia.

Diez años son tan sólo un despertar.

Por la cuesta que cuesta se llega
a la cima letrada.
Sube a nacer conmigo, hermano.
desde este promontorio intelectual
nos daremos baños de tumba**
otearemos horizontes, nuevas auroras,
y cuando despunte el nuevo día
estaremos aquí, haciendo Patria,
Autonomía.

* Pablo Neruda, poeta chileno
**Etnólogo, Manuel Gamio, mexicano




SI LLOVIERA MARINERO

Si lloviera marinero,
si lloviera
sobre la blanca espuma impregnada de salitre
de las playas que has hollado con tus huellas milenarias,
una gota tan sólo bastaría
para hacerte un hombre nuevo
marinero,
si lloviera.

Si lloviera marinero
si lloviera
como llueve sobre el cálido Caribe,
una lluvia tan sólo bastaría
para hacernos pueblos nuevos;
con las manos ahuecadas
sobre el verde corazón huracanado,
y las voces multilingües enigmáticas
cantarían bajo el ritmo de tus costas,
y las bocas anhelantes
beberían la lluvia
para hacer las vidas nuevas
si lloviera marinero,
si lloviera.

Si lloviera marinero
si lloviera,
un invierno bastaría
para ver nuestros pantanos, los desiertos
y las tierras agrietadas y resecas
anegadas como fértiles lagunas;
infinitos como arenas
se volvieran nuestros campos cultivados;
 si lloviera marinero
¡ay! si lloviera.



CALLAR ES MORIR

Para Manú Dornberier,

“Callar es otra forma de morir”.

Cuando el Verbo atizó sus pedernales,
incomodóse el Cielo, nació el Infierno,
se entronizó Babel.

Libertad y Palabra son una misma esencia,
anida en ellas inefable el honor.

Somos por el lenguaje,
y por él somos exactamente lo que somos:
de las cavernas a los cantos de cuna,
a los epitafios en las tumbas;
de los gruñidos y galimatías,
de las blasfemias y las letanías
al sistema perfecto.
Utilitario mágico lenguaje.

Y yo,
no puedo no escribir.
¿Puede el pez renunciar a sus aguas?
¿Hasta cuándo hablaremos
en un mismo lenguaje,
hasta cuándo entonaremos una misma canción?




LOS NO ROTUNDOS

Son dos los No rotundos
que están ahí haciendo historia,
forjando Patria;
los No tajantes de Darío y Sandino,
a 23 años de distancia uno del otro,
la misma contundencia
contra el mismo enemigo imperialista
y un mismo aliciente: Nicaragua.

El No de “Oda a Roosevelt”, de Darío (1904),
y el No del “Manifiesto, San Albino” de Sandino (1927),
 verdaderos padres de la Patria,
fundadores perennes.

Son lecciones de honor y patriotismo
pobremente aprendidas
fácilmente olvidadas.




FEDERICO

A Federico lo ‘ensontinaron’,
le plagiaron la razón
le atinaron en el alma,
lo cundieron de urticaria,
 quebrantaron su integridad;
se había vuelto adicto a la locura,
a la inconsciencia,
emanaba de su voz incoherencias
y así pretendió mostrarnos su cordura.

Vagaba por las calles, salve
que en hombros
atesoraba infecundas esperanzas,
inútiles interioridades.

Ataviado por la desnudez de su inocencia
su negra tez, la blancura de su alma;
en la agresividad de sus apariencias
era inofensivo,
monologaba,
 peregrinaba,
transitando en lapsus marcaba sus trayectos
para agitarse el veneno de su epidermis
en cada esquina.

Federico erigió la gloria del cambio,
¿quiénes más sucumbirán a los hechizos
de esta sociedad en desvarío?



Víctor Manuel Obando Sancho, 
El poeta se homenajea a si mismo

"Con 'Homenaje a mí mismo' -argumenta el poeta costeño Víctor Obando-, no pretendo plagiar a Whitman, a quien nuestro Rubén Darío le escribió un soneto (1890), cuyos primeros dos versos son: 'En su país de hierro vive el gran viejo, / bello como un patriarca, sereno y santo'. Mi propósito: Que sean estas líneas un regalo a mí mismo, en ocasión de estar a escasos días de trascender los linderos de los sesenta".


Acerca del título de este escrito

En el año 1985 una amiga del extranjero me obsequió dos libros de famosos literatos norteamericanos: “Narraciones extraordinarias” de Edgar Allan Poe, y “Canto a mí mismo”, de Walt Whitman. Veinticinco años después, sólo este último sobrevivió al huracán “Joan” (1988) y a mis incertidumbres y andanzas turbulentas dentro y fuera del país. Otro libro de esa época, hoy casi cadáver, pero que yo guardo como testimonio de ese naufragio urbano, es “Insurrección solitaria”, del nicaragüense Carlos Martínez Rivas. Uno de mis poemas favoritos en ese libro es “El paraíso recobrado”.

Con “Homenaje a mí mismo”, no pretendo plagiar a Whitman, a quien nuestro Rubén Darío le escribió un soneto (1890), cuyos primeros dos versos son: “En su país de hierro vive el gran viejo, / bello como un patriarca, sereno y santo”. Mi propósito: Que sean estas líneas un regalo a mí mismo, en ocasión de estar a escasos días de trascender los linderos de los sesenta.

“Yo soy de los que aman el prodigio de su origen”

Estoy en permanente construcción. Fueron los abuelos maternos quienes estuvieron profundamente acertados al enseñarme a leer mucho antes que ingresara a la escuela primaria, ellos comenzaron a revelarme el mundo de la irrenunciable poesía.

No me enseñaron a escribirla, pero ya recitaba de pequeño memorizados poemas. El recuerdo me trae a la memoria: “En un panal de rica miel / dos mil moscas acudieron / que por golosas murieron / presas de patas en él… Mi público eran humildes campesinos, quienes, después de vender la fruta verde, subían y hacían parada en casa de mis abuelos. La experiencia es inolvidable. Desde entonces la poesía es en mí. Vivo inmerso en ese tesoro. Fueron ellos, en fin, los que me protegieron de la potencial intemperie moral y académica en la que habría sucumbido.

La abuela, una narradora excepcional

Antes de llegar el primer SONY de dos bandas, la abuela, en la soledad del campo o en compañía de vecinas, narraba cuentos y novelas que había leído antes o que escuchaba pegando sus oídos al parlante. Todos nos extasiábamos escuchándola. Mi imaginación de niño volaba por mundos extravagantes. Asimismo, ella, sin ser maestra y sin tener dominio de metodologías apropiadas, me había enseñado a leer, del mismo modo me facilitaba los pocos libros que guardaba en un viejo cofre de madera.

Este ambiente inicial sentó las bases para que yo apreciara y valorara años más tarde la riqueza del lenguaje, la poesía, la literatura en general. Este homenaje a mí mismo está presidido por su recuerdo; a ese patrimonio heredado que trascendió desde mi infancia. 

Ellos parecían decirme:
“Tu idioma es la casa de tu alma.
Ahí viven tus padres y tus abuelos.
En esa casa milenaria, hogar de tus recuerdos
permanece tu palabra”. 
(Fragmento del Chilam Balan, de Kalkini)

Como estudiante. La escuela, un santuario por descubrir y disfrutar
Yuxtaponía el mundo urbano a mis vivencias del campo. La escuela primaria la realicé en el Colegio San José. Dos veces escuela: como estudiante y, años más tarde, como docente. Al ingresar ya sabía leer y escribir. Se promovía el aprendizaje memorístico, en las aulas: recitación de poesías y certámenes más amplios a nivel de colegio. Las lecciones de Historia eran también memorizadas y recitadas. Comencé a conocer la poesía de Darío y de otros poetas de nacionalidades diversas. En esa etapa merecí dos medallas, una en tercero, la otra en sexto.

La escuela secundaria alimentó (en mí) la poesía. Uno de los mentores fue el destacado profesor Francisco López Urbina. Amplié considerablemente mi capacidad de lectura. Fui expuesto a la experiencia poética y literaria en general. Hasta formamos equipo para escenificar “El brindis del bohemio”. En 1967 celebramos el primer centenario del nacimiento del amado Rubén. Fueron escenarios oportunos.

Incansable lector

Leía de todo. Por la pobreza (hasta los últimos años de mi secundaria hubo luz eléctrica en casa) lo hacía con lámpara de kerosín, o candelas, o candil. Leía todo lo que caía en mis manos, literalmente hablando. No tuve un guía que me orientara de forma ascendente gradual la complejidad de la misma. Para entonces la lectura era en mí placer, una necesidad. Por eso jamás ha de faltar un librero, por pequeño que éste sea.

Años recientes he saboreado interiormente la posibilidad de formar un Club de Lectura en esta ciudad, que le ha vuelto la espalda a las actividades literarias. No ha sido posible. Lo cotidiano es prioritario. Sobrevivir es la consigna, como hace 156 años en su carta el Jefe Pie Roja de Seattle: “…Es el final de la vida, el comienzo de la supervivencia”. Pero yo leía en la supervivencia del hogar. Tendencia firme hacia este hábito me incitó a escribir mis primeros versos, los que, por supuesto, respondían a sujeciones de rima y métrica; insulsos, sin ningún valor poético, sólo el recuerdo de haberlo intentado.

El señor de las aulas. Como docente

Al graduarme de maestro de primaria, me estrené a mis 21 años en el Colegio San José. Aún en estos días, hombres que fueron mis alumnos me saludan sonrientes con aparente satisfacción: ¡profesor Obando! Fue una verdadera escuela para mí, ahí valoré realmente la profesión; la importancia del trabajo en equipo, el alcance de promover las artes y el deporte a la par de lo académico. Ese fue un equipo excepcional. Yo era uno de los Benjamines. Fue un quinquenio (1971 – 1976) de proyecciones, grandes aprendizajes y realizaciones. Comencé a sentirme señor de las aulas, pez en el agua, abeja en la colmena.
Fui promovido a la secundaria, al Instituto Cristóbal Colón, todavía frente al Parque. Mi horizonte se amplía a través de la lectura y la práctica pedagógica, a tono con lo que dice Ludwig Witgesttein: “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”. 

Recuerdo en esos años muchos libros, uno en especial: “Las venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano.

Inicio mis primeros pasos en el nivel de estudios superiores, a través de una extensión de la UNAN Managua. Más exigencias académicas, más lectura. Voy definiendo mi pasión por la literatura y todo lo que tiene que ver con el idioma como área de trabajo. Como Gólgota y Fénix me ha de acompañar hasta el presente.

La poesía como forma de vida. Mi primer poema de valor

Todavía trabajaba en el San José. El padre capuchino Justiniano Liebel, al frente de la parroquia, Bluefields, me preguntó si no tenía temor de publicar en la Vida Parroquial mi poema que había titulado “Yo campesino”. Corría el año 1977, recién había caído en combate Carlos Fonseca Amador (1976), y la cosa se estaba poniendo peligrosa. Le dije que no, que lo publicara. Este poema constituye el punto de partida de mi modesta y sencilla obra. El poema dice así:

Yo campesino 
Con el espeque en la mano
fui hollando los campos
para así asegurarme el pan
del cual ahora sólo de él
puede sobrevivir el hombre,
mas en mi trayecto sólo encontré cadáveres,
cadáveres clandestinos, cadáveres amontonados,
cadáveres desconocidos.

No puedo cultivar en esos campos
no puedo sobrevivir con ese pan
que ha sido fertilizado
con la sangre de mis propios hermanos.

Vida Parroquial era leída por moros y cristianos, políticamente hablando. No sucedió nada. Mis dos hijas mayores, Karla (1975) y Miriam (1977) me llenaron de felicidad.

Los años ochenta, un paréntesis con asteriscos importantes

Experimentamos en carne propia la vida revolucionaria de los ochenta; dirigimos la Cruzada Nacional de Alfabetización, fuimos reservistas (BON 18-19), cortamos café en La Dalia, trabajamos en Corn Island, ocupamos varios cargos en educación, fuimos dirigentes de ANDEN. Estudiamos formalmente la especialidad de español en PRUEDIS (Programa Universitario de Educación a Distancia, UNAN Managua).

La escuela de español se destacó, celebramos el primer centenario de “Azul” (1988), hicimos varias presentaciones literarias culturales. Escribí mi primer ensayo, “Lo azul en Azul”, dirigí la escenificación del poema Masa, de César Vallejo. En esta década, el poema personal que quizá tuvo mayor valor fue el que titulé: “Teoría de la existencia actual del hombre sobre la Tierra”.

El huracán “Joan” golpeó mi patrimonio bibliográfico, todos mis libros pernoctaron en agua. Sobrevivieron pocos. Esta experiencia me motivó a escribir un ensayo de alguna extensión sobre el huracán. Lo titulé: “Yo también lo viví”. Fue el mejor entre otros. Se extravió en el camino.

La licenciatura en Lingüística en México

Al perder las elecciones, en el 90 se presentó la oportunidad de aprovechar una beca para estudiar en México, (financiado por OXFAM-FADCANIC). No lo dudé. La carrera afín es Lingüística. Viajamos seis estudiantes (tres del sur, tres del norte) de la región. Los del sur estudiamos en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), los del norte en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN). 

Lo doloroso de esta experiencia fue haber perdido a uno del grupo, a Donald Fletes López. Murió en un accidente de tránsito en marzo, 1993. Lo demás, todo fue provechoso. No escatimé tiempo ni esfuerzos para leer, visitar bibliotecas, museos, centros culturales, comprar algunos libros, escribir. Visité la Calzada de los Poetas, en el Bosque de Chapultepec; ahí perennes, las efigies y biografías de poetas famosos. Manuel Acuña impresiona, su muerte de jovencito (21) atribuida a una pasión, la de Rosario, por ello su famoso “Nocturno a Rosario”.

Estos estudios me ampliaron el horizonte acerca del papel del lenguaje en la vida humana. Como señala Edward Sapir:

“Todas las verdades que hemos ido descubriendo acerca del lenguaje
nos revelan que se trata de la obra más importante y más monumental
que ha llegado a crear el espíritu humano…”

México se constituyó en el preámbulo que evidenciaría de forma sistemática mi pasión (y compromiso) por escribir. “Estamos –nos recordaba un profesor de la licenciatura- fatalmente destinados a hablar”. Ahora pienso que menos de esa cantidad estamos destinados a leer y muchos menos a escribir, pero la cantidad se reduce aún más cuando de publicar se trata. Regresé con algunos libros, con una calificación de 9.7, y con muchos borradores de poemas que luego limé. Aún siendo estudiante impartí en la ENAH el propedéutico a dos nuevas generaciones. En esos años (1992) publiqué en un diario nacional nicaragüense dos artículos: “En la Costa Atlántica: La variedad lingüística, una riqueza por defender” y “Kupia Kumi 92”.

El regreso. La Uraccan, 12 años

Al regresar del país azteca, pasé seis meses sin chamba. A través de Miguel González y Guillermo McLean se me abrió la oportunidad de trabajar. Guardo conmigo la carta enviada por la rectora Cunningham a Francisco Campbell (vice-rector, agosto, 1996) orientándole ubicarme como coordinador del Instituto de Promoción e Investigación Lingüística y Revitalización Cultural (IPILC), Uraccan Bluefields.

Con gran entusiasmo y maravillado inauguré esta nueva etapa asumiendo el proyecto de Ayuda Popular Noruega (APN) en la Cuenca de Laguna de Perlas, cuyos componentes se centraban en lo productivo y cultural. Todo lo maravilloso de esa etapa fueron mis viajes a Orinoco, dos y hasta tres veces al mes. Este pueblo despertaba. Y despertó a lo grande. Gente agradable, combativa, hacendosa. Cususa, bami, cat-fish, danza punta. De este programa resulta un libro (soy co-autor junto con Dolores Figueroa (Lola, esposa de Miguel González), Denisse Lapoutre (holandesa) e Isabel Estrada (garífuna de pura cepa). 

Título del libro:
ORINOCO
Revitalización Cultural del Pueblo Garífuna
de la Costa Caribe Nicaragüense
1999

En esta etapa acompañamos una investigación diagnóstica sobre la realidad educativa de los pueblos indígenas mesoamericanos. (DIREPI, 1997) Los resultados desembocarían en lo que años más tarde sería el Sistema Educativo Autonómico Regional (SEAR). Hicimos viajes a Panamá, Honduras y El Salvador, con el propósito de trabajar juntos en Educación y Cultura. Llegamos a conformar una Comisión Centroamericana en estas áreas.

Fue una rica experiencia. Después asumo como docente de tiempo completo en el área Humanidades. Mientras tanto me enriquecía adquiriendo una visión amplia y compromisos éticos y académicos conmigo mismo, con la universidad y las comunidades.

Participé en un primer diplomado en Pedagogía Interculturalidad (Bilwi, 1999). Grandes conocimientos. Participo después en “Indígenas 2000”, (Kambla, 1999). Este año propongo conformar la Asociación de Sociólogos y Sociólogas de la RAAS. Hoy, intacta como el primer día.

Producto del Postgrado, iniciamos la licenciatura en Educación Intercultural Bilingüe. La investigación correspondiente la realicé en Rama Cay: “El español como segunda lengua en la escuela primaria de esa comunidad”.

Nacen poemas con los aniversarios de Uraccan: “Identidad”, “La cuesta que cuesta”, “Cima Letrada”, “No has de embriagarte en vano”. Fueron apreciados, gustaron. Es mi proyección firme en la poesía.

En 1998, formamos equipo con Ronald Brooks Saldaña (q.e.p.d., 2001) y Eddy Alemán Porras para organizar el material de la primera Antología Poética de la Costa Caribe de Nicaragua. Se publica, 1998.

Años atrás, en México había nacido “Acoso”, “Me permito decir”. En el año 2000 escribo “Potros”, el que considero mi poema favorito. En este año gano un concurso de poesía y prosa, a nivel mesoamericano promovido por CANTERA. Doy a conocer el premio, pero con pocas repercusiones en esta ciudad. Abriendo el nuevo milenio, formalizamos la Asociación de escritores y poetas “Anthony Campbell Hooker”, la cual coordino. En esos años, promovimos la revista “La Voz del Educador”, tuvo una duración de tres años. Poco después (2001) iniciamos una “Revista Literaria” de corta duración. La primera revista literaria fue dedicada a la obra y memoria del maestro y poeta Ronald Brooks Saldaña. Así mismo, iniciamos la “Revista Educativa”, que ha durado más de 10 años, y que se transmite por Radio “La Costeñísima”, los días sábados, de 7:00 a 8:00 a.m. 

En el mes de octubre del año 2000, el entonces coordinador del Gobierno Regional, Alejandro Mejía Gaitán me entrega un reconocimiento “por contribuir al fortalecimiento de la Autonomía de las regiones autónomas del Atlántico Nicaragüense”.

Recibo un reconocimiento en la primera graduación del recinto Uraccan Bluefields, (2002). (Sobrevive una foto donde don Guillermo McLean me hace la entrega). Trabajé dos años en el Horatio Hodgson High School, la profesora Angélica Brown, me reconoce como “Teacher of the Year” en 2001. Existe la placa.

Este año he finalizado mi primera monografía en el nivel de licenciatura, la titulé: “Relaciones sociolingüísticas entre el español y el inglés creol de la Costa Atlántica de Nicaragua”, la que me acreditaría como licenciado. En el año 2002, bajo la vice-rectoría Noreen White, recinto Uraccan, Bluefields, se me entrega certificado “en reconocimiento como Profesor destacado en las labores académicas y culturales”. 

Norman Caldera Cardenal, Ministro de Relaciones Exteriores, “ha dispuesto otorgarme el segundo premio, con atención a los méritos literarios de mi trabajo titulado “El otro. La Leyenda”, que participó en el concurso Centenario de Bluefields, octubre, 2003. Los trabajos premiados fueron publicados.

“La versatilidad étnica y cultural, de Bluefields”, es un artículo de mi autoría, publicado en el diario LA PRENSA, el 10 de octubre del año 2003. Es un desplegado de una página. Este artículo fue motivado y promovido por periodistas del diario.

En el año 2004, bajo la vice-rectoría Zarifeth Bolaños, se me otorga el certificado “Por impulsar la cultura y el arte a través de sus poesías y pensamientos que fortalecen a nuestra Institución y Autonomía”.

La mayoría de mis estudiantes fueron de las carreras Sociología con mención en Autonomía y Ciencias de la Educación con mención en español. Ellos también han reconocido mis pequeños esfuerzos: “Mención especial. Estudiantes del III año de Sociología. Lic. Víctor Obando Sancho, como reconocimiento a su abnegada dedicación para el fortalecimiento de los estudios superiores y valores culturales en la Costa Caribe nicaragüense”, noviembre, 2004. Hay otro Certificado de reconocimiento, firmado por el presidente del IV año de sociología, Guillermo Pérez, julio 2002.

En el año 2007, iniciamos un Post Grado en Docencia Universitaria, que abriría las puertas a la maestría del mismo nombre. 

Para entonces, toda esta nueva forma de praxis pedagógica y vida universitaria que trataba de promover me habían estigmatizado institucionalmente desde la administración de los años 1999-2003. Experimentaba el ostracismo. La administración siguiente (Bolaños Chow, 2004-2007; 2008…) no vio con agrado mi papel como docente propositivo y crítico. Me había granjeado el respeto y reconocimiento de la comunidad universitaria, docentes y estudiantes principalmente. Esta situación se volvió tensa.

En julio del año 2008, se me comunica la cancelación de mi contrato como docente de tiempo completo. Se me aplicó el 45 laboral. Habían sido 12 años. Estudiantes de sociología de la modalidad sabatina promovieron una protesta que duró un mes y hasta pláticas con la vice-rectora, pero su intransigencia no permitió mi reintegro.
Posteriormente se me suspende la beca de la maestría; meses después, faltando dos encuentros por finalizar esta maestría, se me separa del curso de maestría y aún me niegan dos calificaciones que había acreditado cuando estudiábamos en el recinto Nueva Guinea. Ahí no paró la cosa, tres de mis poemas en honor a la universidad, que se ostentaban en los pasillos del recinto en Bluefields, fueron mandados a retirar y posteriormente a borrar.

Desde 1997 al 2007 se contabilizan 88 cursos impartidos en el área Humanidades, en las carreras de Sociología, Ciencias de la Educación con mención en español, biología e inglés, y en la carrera de Educación Intercultural Bilingüe, tanto en Bluefields como en Pearl Lagoon. Todo ello en la institución que renunció a mis esfuerzos.

Últimos años. Perseverancia, visión de lo útil

He continuado aferrado a mi pasión docente. He sido el señor de las aulas. Pero mi docencia va más allá de ellas. Ya soy un maestro jubilado, pero jubilación no significa confinamiento ni retiro. Sigo transmitiendo mi Revista Educativa radial, que ha logrado una importante audiencia en la región. He publicado artículos de interés por la temática y el grado de reflexión, por medios radiales locales, en el “Boletín Costeño”. En WANI, publiqué un artículo sobre las Competencias Interculturales.

Algunos de mis poemas han logrado trascendencia nacional. He preparado material para una primera publicación personal titulada: “Los hijos del Infortunio también sueñan, cantan, aman y luchan”. 

Con todo su esplendor de aquellos años, muy lejos en el tiempo ha quedado el árbol de Castaño que me vio nacer. En mi sexagenario nacimiento, quiero emular ese Castaño. Sin la soberbia, pero sin la humildad humillante, he anhelado las alturas, he aspirado la cima de la esperanza, he tratado de dar frescura, frutos y sombras al peregrino que se detiene a reflexionar sobre las pasiones y el quehacer del hombre. Sigo atrincherado en estos renglones para renovar continuamente con Odisseo Elitys: “Escribo para que la muerte no tenga la última palabra”. Aún quedan sueños del porvenir, ellos rondan mis desvelos: i) Maestría en Literatura Hispanoamericana y del Caribe, ii) Fundación Lizandro Chávez Alfaro, iii) Asociación de maestros jubilados, iv) Publicaciones. 
He forjado en el yunque de mi vida la gloria de existir.

He forjado en el yunque de mi vida la gloria de existir.


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