martes, 25 de diciembre de 2012

KENIA CANO [8.954]


Kenia Cano

Nació en México Distrito Federal y actualmente radica en Cuernavaca, Morelos. Algunos de sus libros de poemas son Acantilado (2000), Oración de Pájaros (2005), poesía y pintura de la autora, Las Aves de Este Día (2009) Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer, y Autorretrato con Animales (2013). Forma parte de varias antologías nacionales y recientemente publicó en Colombia en la colección Doble Fondo, dirigida por Juan Manuel Roca. Poemas suyos han sido traducidos al francés, al inglés y al rumano. Ha expuesto obra pictórica en México, Francia y Estados Unidos. Imparte Talleres de Poesía en la Escuela de Escritores Ricardo Garibay y talleres de correspondencia entre las artes. Actualmente es becaria del Sistema Nacional de Creadores de Conaculta. Ha participado en varios festivales nacionales e internacionales de poesía, dando talleres y lecturas públicas.

El punto en que coinciden la poesía y las artes visuales ha ocupado toda su atención. Inspirada por trabajos de artistas como: Henri Michaux, William Blake y Alberto Blanco, poetas y pintores; además de trabajos realizados en conjunto por ejemplo entre Miró y Éluard, Paz y Toledo; es partícipe  también de  la amplia tradición de  libros de artista comenzada por Dietter Rott; se ha dado a la tarea de profundizar en los elementos que ambas disciplinas comparten y de sus múltiples maneras de corresponderse.

En Las Aves de Este Día realiza una carpeta con el título Estos son los pájaros donde el mundo simbólico ya presente en la atmósfera poética del libro encuentra su materialización en una serie de collages e ilustraciones en homenaje a Rodin y a Audubon. Uno de sus últimos proyectos es Parcela Blanca: Una curaduría poética en donde se pueden leer piezas de Joseph Beuys, Lucien Freud y Wolfgang Laib; obras que por su contenido dialogan con las preocupaciones del verso del poeta James Merril: “leche y memoria”.

Cifra Itinerante es una colección de imágenes que revisa la historia de la representación anatómica y una muy particular lectura del amor a partir de los poemas en Ocurre Todavía de Eduardo Hurtado, publicación del Fondo de Cultura Económica 2016.



CUADERNO DEL LAUREL

El amor está lo más cerca de sí mismo
cuando aquí y ahora deja de importar

T.S. Eliot


En el centro del mundo hay un laurel
y desde ahí los pájaros desploman                 

despuntan        anuncian la caída

el canto en cada ojo

cubren        ensanchan        abren sus alas


Con su hora cruel y en punto
empluman cada uno de nuestros deseos

también las alas se ajustan al cuerpo para caer
como la palabra hubiera



En el centro del mundo hay un laurel
y desde ahí los pájaros

nos miran         abatirnos          movernos

Presencia

la plaza abierta

nuestros cuerpos son el mensaje de que algo hacemos bien


El centro del mundo gira perplejo
por cada palabra
que salió de la boca sin sentido



                        Crece la hierba al fondo del jardín
                        lo que no se ve sigue intacto              preciso
                        igual el camino de hormigas no escuchado
                        el rayo de luz sobre las hojas


En el centro del mundo hay un laurel
y desde ahí sus pájaros nos guardan el misterio

con qué indiferencia miran y se posan
con lo que recuerdan de la noche insomne

zanate             sáname           sánanos


*


¿Por qué tantos pájaros han muerto?

Son aquellos que no pudieron volar desde esta boca

Muertos en los trenes
muertos bajo el río
pájaros debajo de las piedras                     
                            
Bajo la sombra que proyecta el laurel
       los novios se pasean
inician el amor              a las apenas
y el dolor bajo la planta de los pies
erguido el grito del ave en esa rama
       promesa           perdón
el amor fiel a sí mismo entre la zarza

            “Llegado al monte de Dios       Horeb
             se le apareció el ángel de Yavé en llama de fuego
             de en medio de una zarza

             Veía Moisés que la zarza ardía y no se consumía
             y se dijo:

            voy a ver qué gran visión es ésta
            y por qué no se consume la zarza”

Por todos los que se han devuelto a ti por fuego
a tus ojos un crepitar silencioso

por los caídos en calles bombardeadas
palabras de un dios radiante
por Francesca de Rimini
por el trabajo entre lenguas de fuego

en cada minuto llameante
particípame                adéntrame en tu flama

          
En el centro del mundo hay un laurel
y ahí los pájaros se pasman
ensordecen      se vacían          se rechazan    
hieren e imitan el zumbido de las moscas

estériles pájaros           rotos                solos
colgados de su nombre
de su manera de mover las alas
con su forma particular y auténtica
de echarse en el vacío

Estos son los pájaros

no responden al vuelo de la tarde
son un letrero de novios que ya no se aman en el árbol



*


laurel

una palabra que lanza y detiene a la vez su movimiento
concentrada                                        cautiva en su forma

cada vez que alguien la pronuncia
se libera

ofrece al cielo
lo que recibe de la tierra

Del laurel penden todas las lenguas
palabras colgadas como los hombres por hilos invisibles

Movidas por nuestros deseos se balancean limpias
unas junto a otras se mecen sin tocarse
sin producir imágenes

Se mueven en tiempos muy distintos
no responden al aire sino a la respiración:

Si los amantes prometen otra vez
cada palabra dicha se agita bajo la sombra

Si el médico decreta enfermedad
la palabra supura desde el árbol

Si el niño señala con un dedo
y de su boca vuela una mariposa
la palabra desde el laurel abre y cierra sus alas
iniciando una plegaria:

danaus  chrysippus
catocala nupta
levana

            elévanos

                                               ¿Será que alguien nos mira pasar
                                               como una sola hormiga?

                                               camina sobre el árbol
                                               un movimiento vacilante       incierto         

                                               al final de la vara inclina la cabeza

                                               Las hormigas que ocupan esta boca
                                               construyen galerías de palabras
                                               mientras un lenguaje muerto las guía

En la rueda del cuerpo de este mundo
lo que no fue piel abierta          aceptación       florecimiento
es hoy una voz ofrendada por los ancestros:

amantes          acróbatas de barro    perdónanos

por los días en que no vimos tu gesto en el amado
por las horas en que nuestro cuerpo fue un templo sin luz
recógenos en tu palabra para ser de vuelta niños

Este laurel no se llama ni se nombra a sí mismo
               río disgregado
                       
días que siguen su curso abandonando el cuerpo         
los cuerpos que hemos podido ser

no habla de sí con un lenguaje
de esporas invisible:


Cúbrete bajo mi sombra
camina sobre mis ramas                    vierte el agua Señor 

El río que desciende al lago
carga a la mujer adúltera
vaga por fin húmeda
su cuerpo abierto acariciando el agua
saciado el último deseo
cuántos ríos en el laurel
cuántas mujeres llevadas por el agua

Estas  son las aves que entregan su canto
para presentar el día
y de sus mil caras un gesto que nos vierta
y nos talle la historia en cada ilíaco

¿Cómo amanece el laurel si amanece?
¿Cómo lo cubre la luz?

Ofrenda que ilumina a los hombres
sube el sol

el canto sigue ahí 
pero ciertos pájaros han muerto
parece ser el mismo
mas un nuevo aleteo despierta los oídos:

                            De prisa dijo el pájaro
                                    y el hombre se levantó al llamado       



*


En el centro del mundo los pájaros confían

celebran si nos vemos
si crecemos en el abrazo del otro
si la edad se cumple en cada niño
si la voz del vendedor llega a casa
con un pescado entre las manos

si las manos vacías del que ha matado
y pregunta        por qué yo
se unen de vuelta en oración
                     
                        Señor              que no caiga ninguna de nuestras aves hoy


Los ríos que aprendieron a amar los hombres
todos en el mismo árbol:

El agua del Éufrates que tomó entre sus manos
para comprender lo que era la poesía
el Támesis que vio tantas veces llorar al hombre en sus orillas
el agua del Rodeo bajando con aquel perro hinchado
como una palabra que entonces no comprendía

Ella sobre una rama en el río picada por las hormigas
ve la muerte pasar mientras su amiga ríe desde una piedra

Aquel río que antes fue pequeño
hoy es una tarde inmensa        
abierta en cada una de sus letras

Su amiga esta muerta y ella camina bajo laureles
que mojan estas palabras

No es el árbol que miro cuando digo

                     laurel

es la palabra
dos sílabas que se hunden
mientras vuelven al punto de partida

nacer               hundir              meterse
                       
entrar en la piel de los otros
antes de inclinar los párpados

“Todo comienza donde se cierran los ojos”




Edificio siete, piso uno: observando tu partida

Desterrada en este país de locos
gritándote desde el piso uno
para amarte

Olvidando tus quemados sueños
de niño adulterado
ladrándote como una perra
mordiendo restos de dignidad
y tu orgullo
arrinconado en trozos

Dejaste flores y macetas
vendiste tus letras
olvidaste tu escritorio azul
y derramaste la tinta en mi ombligo



CAFÉ COPENHAGUE


I

Puso su dolor sobre la mesa
era un animal sin rostro débil

(Si hubiera tenido ojos
habría quemado una parte del mundo
la que ella no había podido abandonar:
el deseo mordiéndose la cola)

Esa mirada habría vuelto la tierra fértil otra vez
¿Qué dices?
Él puso un animal que ella no conocía sobre la mesa
al verlo lloró lo siguió mirando
lo mira llora
- ¿Por qué me hiciste esto?
Se ve a sí misma en él
su piel es cálida

(aunque en el fondo siente el mar helado)

lo carga mientras dice:
- Alguien te tomará entre sus manos
eres una criatura más
te dejarán en libertad para buscar tu cara
alguien hará ese sacrificio por ti



El reverso

Tiene estrategias que no conoces. Piensas que es una cuestión de docilidad y de dar la vuelta, pero no es así. No sabes qué verso desde el final de la página subirá hasta aquí para picarte los ojos. No trae idea de suicidio, no hereda los males visibles de tu casa. No tiene que ver con el miedo ni con los sueños en donde no llegas nunca a la estación.

El reverso se burla de tus sueños, de las rajaduras en el piso de tu casa y el temblor. Está aunque lo ignores. Entre el cuerpo de tu abuela y la sábana de flores. Entre su piel y la pijama que conserva su olor. El reverso no respira por ti ni por tus hermanos. Te ignora pero tú no debes ignorarlo a él. 
¿Forma parte de una fibra en tu corazón? ¿Está parado en la fila del colegio? Se ríe de tus decisiones pero no es el mal. Posibilita lo que no concebías y no daña con ello. No aumenta la creciente del río, no se lamenta, no tiene prisa, no se esconde bajo tu chamarra de cuero. No se anuncia y no tiene lista de verbos favoritos. No te condiciona pero tampoco te mira como crees.

Si fuera silencio habría tapado tu boca, tampoco es sorpresa. Es lo que es. No la parte interna del cuenco ni su base, tampoco los poros fríos en la cerámica. No se manifiesta visiblemente pero no hay molécula ni mínima constitución que desconozca. No está bajo la tapa ni en la parte posterior del ojo. No ubica el nervio óptico, no invierte ninguna imagen.

No opaca la piel de las manzanas. Consume la cera de las velas. Se traga las horas con gula y confía demasiado en su imagen.
¿Tiene oído para los pájaros? ¿Le importa tu propio tiempo? ¿La profunda gana de crecer del tabachín? ¿Leerá la línea de Malinowsky dibujada en el muro de tu casa?:

Se acordará el viento de la hierba y de nosotros.

El reverso no distingue gama de grises. No puede diferenciar entre el grafito y la tinta china. Le dan igual las sombras. No le incomoda el negro de los funerales, no conoce el peso de los hombros. Nunca ha visto un bulto lanzarse por la ventana. No tiene iniciativa, tampoco voluntad. No escribe malos poemas ni poéticas para despertar a Li Po. No fabrica nada mal hecho, no acumula ni guarda nada para sí. Permite que te veas de otro modo. No conoce la bondad pero quizá intervenga en el crecimiento. No tiene culpa ni compromiso. Conoce al derecho y al revés tu casa. Cada uno de tus pensamientos, pero no los atesora ni los aborrece.

El reverso te sostiene pero no moldea tu gravedad. Va a contratiempo. No le preocupa la eternidad, un goteo mal arreglado en la cocina. Tampoco la cara leal de tus amigos. No está oculto a tus ojos, pero nada de tus pertenencias le conviene. Tampoco le interesa el pan que no vendes, el que se endurece; ni la madera que astilló tus dedos ni los actos que te pusieron el gesto rudo. No sabe de cuerpos adheridos ni de heridas que se distienden. No tiene principio ni fin. Tampoco se enreda en la mitología. No se anuncia en visiones y jamás conoció el rostro de Blake. No guió ninguno de sus carbones. No caligrafió ninguno de sus textos, no lamió nunca su torso.

No sabe nunca cómo detenerse.



El miedo del elefante de la ignorancia

Ignoro qué escondes en la parte posterior del corazón. Ignoro lo que siente mi padre al ver un tronco arrugado, las palabras que le dan aliento. Ignoro cómo se siente debajo la piel de un crustáceo. Ignoro cómo y de dónde surge el ajonjolí. No sé, no conozco, nunca he visto un río deslavar una montaña. No sé cómo pueden vaciarse las ideas equivocadas. Cómo puede uno levantarse de la cama con tan pocas certezas. Cómo se genera el hambre. En qué momento las palabras de mis vecinos germinan en mi boca. Por qué hay edificios tan resistentes. Ignoro la naturaleza proporcional de las secuencias y en qué momento llegas a tocar el nudo. Cómo ata una soga aquél que desea ahorcarse. Desconozco las voluntades inversas. 
Adherirse a lo que uno no sabe, sería inmenso y cansado. 
Ignoro cómo operan ciertos milagros. En qué momento el agua dispersa se junta en el cauce del mismo río, cómo los animales se retiran antes de que ocurra la desgracia, cómo una imagen bien proporcionada puede abrir la corona imperial. Ignoro cómo la repetición de sonidos sagrados puede fortalecer el empeño. Cómo un aroma puede alinear tu entendimiento. Cómo dos seres se corresponden desde lo que sus mentes aún no alcanzan a ver. Ignoro cómo se manifiestan ciertas bendiciones.
Todo crece sano en el huerto. Lo que planeamos se cumple a través del trabajo. La intuición y la desnudez germinan en palabras que abren el camino. Algo nos acerca: Una Órbita Abierta donde todo se regenera, se reconoce, se imagina de vuelta.



El miedo de la serpiente de la envidia

Una serpiente amarilla e incómoda. Envidias ver a unos padres que se aman eternamente en la foto, no sentir el confort de su equilibrio gracias a una muerte temprana. Envidias el escritorio arreglado de tu compañero de oficina, la invitación fastuosa de bodas que te ofreció tu amiga. El sueldo de tu colega. La obra cotizada de tu compañero de generación. La casa nuevecita y con muebles exóticos que compró tu primo. El tercer hijo de tu prima, el baberito nuevo que adquirirá. Envidias que le dieron a ella el noticiero después de un largo casting que te dejó exhausta. Envidias el jardín zen en que tu terapeuta se pasea y con orgullo dice que vas bien. Envidias que aún el hombre mayor que tú tiene más condición física, dura treinta minutos más en la caminadora. Sientes un cosquilleo amarillo cuando tu amiga sabe exactamente qué tinte de cabello usar y nadie sospecha de sus canas. Envidias el número que se marcó en su báscula, la frecuencia con la que visita el continente europeo, lo bien que dialoga con sus exmaridos. La destreza con la que se dirige a sus alumnos y los deja a todos con la boca abierta. Tienes miedo de reptar, de soltar un amargor amarillo y de que nadie te ame más.



Un conejo asustado, mayormente

You think of me as a guide from another world,
wise and clear, because I´m outside the rules…
Actually I´m ordinary, vain, very narcissistic, fickle,
not very honest, not learned, a scared rabbit, mostly
Alan Williams

Un conejo bajo las sábanas.
El conejo ha menstruado        ¿Es coneja?
Nunca he sabido distinguirlos.

Tuvimos un criadero de conejos,
recuerdo algunos ojos saltones como los de mi madre.

Alguien amenazó a un conejo en mi recámara.
No había suficiente luz.

Su pelaje es suave     blanco    como bombones en un cereal,
común y repetido.

Soy un conejo asustado, casi, mayormente.

Acariciarles el estómago,
¿Quién dijo que esperaban tu cariño?
Aquella tarde sí
¿A cuántos salvamos?
¿Cuántos murieron por nuestro descuido?

Salían a comer lechugas sembradas por mi madre:  
Siete,  nueve, números impares, 
como lo que pienso acerca de mí.

Ella levantó la sábana: un conejo.
Un conejo guardado en la garganta.  
Habrá que hacerle una disección.
Es común que sean  los prestados.    

¿Qué hizo con el primer conejo rígido?
¿Nos ayudó a enterrarlo?

Quisiera ya no tener miedo,

deberás entonces imaginar:

¿Quién sembró este conejo para que la pradera brille?
¿Quién con su luz omnisciente entibió su sangre?
¿Quién le dio diez razones para seguir moviéndose?
¿Quién acompasó su respiración cuando la hierba se inclinaba?
¿Quién dibujó un halo certero sobre su cabeza?
¿Quién hizo que la niña lo cargara y pensara que nunca iba a morir?
¿Quién acercó su nariz y sintió un temblor sereno?
¿Quién señaló la sombra del conejo

 cuando había desaparecido?



Perilla

Hay algo que no quiero ver pero es pequeño

Tengo una perrilla en el ojo izquierdo
y como cuenta el refrán popular
vi perros copulando:
el macho quería alcanzarla
con esa cosa incómoda           roja      al descubierto
queriéndola tocar

El perro abraza a la perra por la cintura
con sus dos patas traseras  apenas guardando el equilibrio
como nosotros tratando de guardar la calma siempre
frente a todo lo que nos duele ver

El perro con sus ganas y yo con las mías

Tener una perrilla en el ojo
podría querer decir:

No seré más la perra que acostumbro
o esta perra vida arrastra a quien se deje

Mi suegro esta vez tocó la orilla de vuelta
su corazón late normalmente
como un prodigioso milagro seguirá cocinando
con esas manos grandes 
como lo más hermoso que heredó a mi marido
ese al que le duele el corazón

Tengo una perrilla en el ojo
no me deja ver con  claridad

Mi prima menor estuvo a punto
entramos a la sala 19 de oncología

yo no sé nada  pero algo huele mal
ahí como un testigo callado

            los ríos que siguen caminando           callados                      llegan al mar

con qué silencio

La vida se desdobla frente a mis ojos
y yo tengo una perrilla           perra suerte
la vida no es cuestión de suerte ¿o si?

Los perros copulan en conjunto
nunca un solo perro
o un perro solo cogiéndose a la perra
hay cuatro o cinco y la perra queriéndose escapar
¿Por qué no goza? 
¿Será como eso que dicen de que no nos permitimos la felicidad?

Mi suegro hace los camarones con  coco más deliciosos

Fue en una cena anterior cuando me reconcilié con sus manos
Filete Wellington                   con su chimenea y todo
¿Cómo habrán sus manos tomado el rollo completo
envolviendo esa carne jugosa  roja    llena de vida
gracias a una vaca muerta?

Hay una vaca muerta reposando en la hierba
gusanos de este mundo deleitándose            
hormigas iniciando caminos

La vaca viva esta vez para darnos gozo
en este filete envuelto en pasta hojaldrada
odiaba al hombre que no podía coger el sartén por el mango
su debilidad era la mía
era como verme bajo un árbol hermoso al que todos subirían                      
menos yo        porque era gorda

Debe ser por su padre            el padre atado a las faldas de su madre
qué tonta         odiaba aquel cuerpo gordo
también veía mi debilidad en él
tanta grasa acumulada cubriendo algún dolor
un día en que el padre no estuvo y la madre hizo una mala jugada
contigo                       conmigo                      con nosotros
haciéndonos sentir culpables por algo que no habíamos hecho todavía

Ya estoy tocando el punto de la abuela y 
así todo podría estar suelto pero no
sueño con mi abuela gorda     está muriendo
tanta delgadez me espanta     
sus ojos más grandes y oscuros          
como el café que tantas veces bebimos juntas

            No te mueras  qué voy a hacer

            Quedarte con tu silencio menor

Mi suegro        mi abuela                    y yo
cocinamos para día de muertos mucbi pollo
un guiso con manteca cerdo   pollo y achiote
batimos la masa con todas nuestras manos
seis gordas manos hundiéndose en el maíz molido
sin hacernos preguntas           sin mirarnos a los ojos
sin saber que la muerte estaba ahí

Pulpa y semillas pintando nuestros dedos
hojas de plátano quemadas

¿Quién quema las sábanas de enfermos virulentos?

Estábamos en la cocina soleada y 
ahora en estos pasillos de hospital     
llenos de desechos que dan náusea

La noche fue condescendiente

Tengo una perrilla en el ojo y mi hermana está por parir
su tercer hijo me duele un poco
pero no tiene que ver conmigo
tal vez algo en mi trompa izquierda de falopio no ande bien

Mi perra                      perrita egoísta dolorosa

¿No entiendes de qué se trata esta vida?

La perra no llora                     su cuerpo se encorva
el perro otra vez haciendo de las suyas
así la vida satisface sus deseos 
con planes magníficos para todos

            buenas noticias           el lunar es sólo un lunar

La muerte nos está rondando
de prisa despierten     háblenle bien pero que no se interese
ofrézcanle el guiso pero que se lo lleve en hoja de plátano

Tengo una perrilla en el ojo
quizá esté muerta

¿Cómo me quito este cadáver?



Orín

Odio cuando levantan la pata para marcar su territorio.
Los odio porque desean tomar lo que no les corresponde,
como adueñarse de los peces y el brillo punzante de escamas
en un poema de Bishop que nuestra realidad no tendrá para nosotros.
Odio a los perros y a su orín indiscreto
porque dejan una mancha amarillenta y cálida
bajo objetos que ni siquiera se detuvieron a mirar.
El poema debe ser corto,
desprender un aroma penetrante e incómodo,
parecido a los días en que no sabemos dónde poner el cuerpo
y buscamos una excusa para atarnos al deseo de otro
pues el propio no basta.

Odio el orín que se va secando sin voluntad,
evaporándose entre las horas de una calle singularmente fea.

Odio mis propios orines
y los que bebe mi cuñado para estar sano.

Mientras el color amarillo es más concentrado,
una mujer vende gordas en la esquina,
un trastero se empolva en la cocina oscura de una casa rosa,
plantas en cubetas de pintura, ropa tendida, sogas desgastadas por el sol

No hay convocación.

Salvo por esos dos segundos en que el perro y yo nos miramos.











.

No hay comentarios:

Publicar un comentario