lunes, 20 de agosto de 2012

WALT WHITMAN [7.452]


Walt Whitman 

(West Hills, condado de Suffolk, Nueva York, 31 de mayo de 1819 – Camden, Nueva Jersey, 26 de marzo de 1892), fue un poeta, ensayista, periodista y humanista estadounidense. Su trabajo se inscribe en la transición entre el Trascendentalismo y el Realismo, incorporando ambos movimientos a su obra. Whitman está entre los más influyentes escritores del canon norteamericano (del que ha sido considerado su centro) y ha sido llamado el padre del verso libre. Su trabajo fue muy controversial en su tiempo, particularmente por su libro Hojas de hierba, descrita como obscena por su abierta sexualidad. Su influencia ha sido amplia, siendo tenido como el padre de la moderna poesía americana. Entre los escritores que se han visto marcados por su obra figuran: Wallace Stevens, Hart Crane, D.H. Lawrence, T.S. Eliot, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, John Ashbery, entre otros.

Nacido en Long Island, Whitman trabajó como periodista, profesor, empleado de gobierno y enfermero voluntario durante la Guerra civil estadounidense. Al inicio de su carrera, también produjo una novela, Franklin Evans (1842). Su obra maestra, Hojas de hierba, fue publicada en 1855, costeada por él mismo. El libro fue una tentativa de tender los brazos hacie el ciudadano común con una épica americana. La obra fue siendo revisada y expandida durante el resto de su vida, siendo publicada la edición definitiva en 1892. Luego de un derrame al final de su vida, se movió a Camden, Nueva Jersey, donde su salud declinó. Murió a los 72 años y su funeral se convirtió en un espectáculo público.

La sexualidad de Whitman ha sido tan discutida como su obra. Si bien comúmente se le ha considerado como homosexual o bisexual,  no está claro el que Whitman tuviese alguna relación sexual con otro hombre, por lo que los biógrafos continúan debatiéndola.

El poeta se refirió a temas políticos durante toda su vida. Apoyó la Wilmot Proviso y se opuso a la extensión de la esclavitad, si bien no creyó en el movimiento abolicionista.



DE "CANTO A MÍ MISMO":

1. Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,
de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,
de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.

Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro
comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es su misión y no la olvidaré;
que nadie la olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal,
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de para en par las puertas a la energía original de la naturaleza
desenfrenada.

Versión de León Felipe


5. Creo en ti, alma mía, el otro que soy
no debe humillarse ante ti,
ni tu debes ser humillada ante el otro.

Retoza conmigo sobre la hierba, quita
el freno de tu garganta,
no quiero palabras, ni música,
ni rimas, no quiero costumbres
ni discursos, ni aún los mejores,
sólo quiero la calma, el arrullo de tu
velada voz.

Recuerdo cómo yacimos juntos cierta
diáfana mañana de verano,
cómo apoyaste tu cabeza en mi cadera
y suavemente te volviste hacia mí,
y apartaste la camisa de mi pecho, y
hundiste la lengua hasta mi corazón
desnudo,
y te extendiste hasta tocar mi barba,
y te extendiste hasta abrazar mis pies.

Prontamente crecieron y me rodearon
la paz y el saber que rebasan todas
las disputas de la Tierra,
y sé que la mano de dios es mi
prometida,
y sé que el espíritu de Dios es mi
propio hermano,
y que todos los hombres que alguna
vez vivieron son también mis
hermanos, y las mujeres mis
hermanas y amantes,
y que el amor es la sobrequilla de la
creación,
y que son incontables las hojas rígidas
o lánguidas en los campos,
y las hormigas pardas en los pequeños
surcos,
y las costras de musgo en el cerco
sinuoso, las piedras apiladas, el saúco,
la hierba carmín y la candelaria.

Versión de León Felipe



14. Estoy enamorado de cuánto crece al aire libre,
de los hombres que viven entre el ganado,
o de los que paladean el bosque o el océano,
de los constructores de barcos y de los timoneles,
de los hacheros y de los jinetes,
podría comer y dormir con ellos semana tras semana.

Lo más común, vulgar, próximo y simple,
eso soy Yo,
Yo, buscando mi oportunidad, brindándome
para recibir amplia recompensa,
engalanándome para entregar mi ser
al primero que haya de tomarlo,
sin pedir al cielo que descienda cuando yo lo deseo,
esparciéndolo libremente para siempre.

Versión de León Felipe



17. Estos son en verdad los pensamientos
de todos los hombres en todas las
épocas y naciones, no son originales míos,
si no son tuyos tanto como míos,
nada o casi nada son,
si no son el enigma y la solución del enigma,
nada son.

Esta es la hierba que crece
dondequiera que haya tierra y agua,
este es el aire común que baña el globo.

Versión de León Felipe



18. Con estrépitos de músicas vengo,
con cornetas y tambores.
Mis marchas no suenan solo para los victoriosos,
sino para los derrotados y los muertos también.
Todos dicen: es glorioso ganar una batalla.
Pues yo digo que es tan glorioso perderla.
¡Las batallas se pierden con el mismo espíritu que se ganan!
¡Hurra por los muertos!
Dejadme soplar en las trompas, recio y alegre, por ellos.
¡Hurra por los que cayeron,
por los barcos que se hundieron el la mar,
y por los que perecieron ahogados!
¡Hurra por los generales que perdieron el combate y por todos los héroes
vencidos!
Los infinitos héroes desconocidos valen tanto como los héroes mas
grandes de la Historia.

Versión de León Felipe



20. ¿Quién va allí?
Grosero, hambriento, místico, desnudo... ¡quién es aquél?
¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey?
Pero ¿qué es el hombre en realidad?
¿Qué soy yo?
¿Qué eres tú?

Cuanto yo señale como mío,
Debes tú señalarlo como tuyo,
Porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras.
Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es mas que cieno y
podredumbre,
no me puedo para a llorar.
Los gemidos y las plegarias adobadas con polvo para los inválidos;
y la conformidad para los parientes lejanos.
Yo no me someto.
Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como de da la gana.

¿Por qué he de rezar?
¿Por qué he de inclinarme y suplicar?

Después de escudriñar en los estratos,
después de consultar a los sabios,
de analizar y precisar
y de calcular atentamente,
he visto que lo mejor de mi ser está agarrado de mis huesos.

Soy fuerte y sano.
Por mi fluyen sin cesar todas las cosas del universo.
Todo se ha escrito para mi.
y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.

Soy inmortal.
Sé que la órbita que escribo no puede medirse con el compás de un
carpintero,
y que no desapareceré como el círculo de fuego que traza un niño en la
noche con un carbón encendido.
Soy sagrado.
Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.
Las leyes elementales no piden perdón.
(Y, después de todo, no soy mas orgulloso que los cimientos desde los
cuales se levanta mi casa.)

Así como soy existo. ¡Miradme!
Esto es bastante.
Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.
Un mundo me ve,
el mas grande de todos los mundos: Yo.
Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré...
esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tu llamas disolución
por que conozco la amplitud del tiempo.

Versión de León Felipe



24. Walt Whitman, un cosmos, el hijo de
Manhattan,
turbulento, carnal, sensual, comiendo,
bebiendo y procreando,
no es un sentimental, no mira desde
arriba a los hombres y mujeres ni se
aparta de ellos,
no es más púdico que impúdico

¡Quitad los cerrojos de las puertas!
¡Quitad las puertas mismas de sus quicios!
Quien degrada a otro me degrada a mí,
y todo lo que hace o dice vuelve a la postre a mí.

La inspiración mana y mana de mí,
me recorren la corriente y el índice.
Pronuncio la contraseña primordial,
doy la señal de la democracia,
nada aceptaré, ¡lo juro!, si los demás
no pueden tener su equivalente
en iguales condiciones.

Voces desde hace largo tiempo
enmudecidas me recorren,
voces de interminables generaciones
de cautivos y de esclavos,
voces de enfermos y desahuciados,
de ladrones y de enanos,
voces de ciclos de gestación
y de crecimiento,
y de los hilos que conectan las estrellas,
y de los úteros y de la savia paterna,
y de los derechos de los pisoteados,
de los deformes, vulgares, simples,
tontos, desdeñados,
niebla en el aire, escarabajos que
empujan bolitas de estiércol.

Voces prohibidas me recorren,
voces de sexo y lujuria,
veladas voces cuyo velo aparto,
voces indecentes por mí purificadas
y transfiguradas.

No me tapo la boca con la mano,
trato con igual delicadeza
a los intestinos que a la cabeza
y el corazón,
la cópula no es para mí más grosera
que la muerte.

Creo en la carne y en los apetitos,
y cada parte, cada pizca de mí
es un milagro.
Divino soy por dentro y por fuera, y
santifico todo lo que toco o me toca,
el aroma de estas axilas es más
hermoso que una plegaria,
esta cabeza más que los templos,
las biblias y todos los credos.

Versión de León Felipe



32. Creo que podría volverme a vivir con los animales.
¡Son tan plácidos y tan sufridos!
Me quedo mirándolos días y días sin cansarme.
No preguntan,
ni se quejan de su condición;
no andan despiertos por la noche,
ni lloran por sus pecados.
Y no me molestan discutiendo sus deberes para con Dios...
No hay ninguno descontento,
ni ganado por la locura de poseer las cosas.
Ninguno se arrodilla ante los otros,
ni ante los muertos de su clase que vivieron miles de siglos
antes que él.
En toda la tierra no hay uno solo que sea desdichado o venerable.

Me muestran el parentesco que tiene conmigo,
parentesco que acepto.
Me traen pruebas de mi mismo,
pruebas que poseen y me revelan.
¿En dónde las hallaron?
¿Pasé por su camino hace ya tiempo y las dejé caer sin darme cuenta?

Camino hacia delante, hoy como ayer y siempre,
siempre mas rico y mas veloz,
infinito, lleno de todos y lo mismo que todos,
sin preocuparme demasiado por los portadores de mis recuerdos,
eligiendo aquí solo a aquel que más amo y marchando con {el en un abrazo
fraterno.

Este es un caballo ¡Miradlo!
Soberbio,
tierno,
sensible a mis caricias,
de frente altiva y abierta,
de ancas satinadas,
de cola prolija que flagela el polvo,
de ojos vivaces y brillantes,
de orejas finas,
de movimientos flexibles...
Cuando lo aprisionan mis talones, su nariz se dilata,
y sus músculos perfectos tiemblan alegres cuando corremos en la pista...
pero yo solo puedo estar contigo un instante.
Te abandono, maravilloso corcel.
¿Para qué quiero tu paso ligero si yo galopo mas de prisa?
De pie o sentado, corro más que tú.

Versión de León Felipe



34. Para mí, una brizna de hierba no vale menos que la
tarea diurna de las estrellas,
e igualmente perfecta es la hormiga, y así un grano de
arena y el huevo del reyezuelo,
y la rana arbórea es una obra maestra, digna de
egregias personas,
y la mora pudiera adornar los aposentos del cielo,
y en mi mano la articulación más menuda hace burla
de todas las máquinas,
y la vaca, rumiando con inclinado testuz, es más bella
que cualquier escultura;
y un ratón es milagro capaz de asombrar a millones de
infieles.

Versión de Màrie Manent



45. Mira tan lejos como puedas, hay
espacio ilimitado allá,

cuenta tantas horas como puedas, hay
tiempo ilimitado antes y después.

Mi cita ya ha sido concertada y es
segura,

allí estará el Señor, esperando que yo
llegue en perfectas condiciones

allí estará el gran Camarada, el amante
verdadero que he anhelado.

Versión de León Felipe



48. Dije que el alma no es superior al cuerpo,
y dije que el cuerpo no es superior al alma,
y nada, ni Dios siquiera, es más grande
para uno que lo uno mismo es,
y quien camina una cuadra sin amar al prójimo
camina amortajado hacia su propio funeral,
y yo o tú podemos comprar la flor y nata
de la Tierra sin un céntimo, sin un céntimo
en el bolsillo,
y mirar con un sólo ojo o mostrar un grano
en su vaina, desconcierta las enseñanzas
de todos los tiempos,
y no hay oficio ni empleo en el que un joven
no pueda convertirse en héroe,
y el objeto más delicado puede servir
de eje al universo,
y digo a cualquier hombre o mujer:
que tu alma se alce tranquila y serena
ante un millón de universos.

Versión de León Felipe


¡ADIÓS, FANTASÍA MÍA!

¡Adiós, Fantasía mía!
¡Adiós, querida compañera, amor mío!
Me voy, no sé adónde
ni hacia qué azares, ni sé si te volveré a ver jamás.
¡Adiós, pues, Fantasía mía!

Déjame mirar atrás por última vez.
Siento en mí el leve y menguante tic tac del reloj.
Muerte, noche, y pronto se detendrá el latir de mi corazón.

Durante mucho tiempo hemos vivido, gozado, y acariciado juntos,
en deliquio.
Ahora hemos de separarnos. ¡Adiós, Fantasía mía!

Pero no nos apresuremos.
Largo tiempo, ciertamente, hemos vivido, dormido, nos hemos
mezclado el uno con el otro.
Si morimos, pues, moriremos juntos (sí, continuaremos
siendo uno),
si vamos a algún sitio, iremos juntos a afrontar lo que ocurra:
quizás seremos más libres y alegres, y aprenderemos algo,
quizás me estés ya guiando hacia las verdaderas canciones,
(¿quién lo sabe?),
quizás eres tú el mortal pomo de la puerta que deshace, gira...
Finalmente, pues, te digo:

ADIÓS! ¡SALUD, FANTASÍA MÍA!

Versión de Agustí Bartra



CÍÑETE A MÍ

Cíñete a mí, noche del seno desnudo; cíñete a mí,
noche ardiente y nutricia!
Noche de vientos del Sur, noche de grandes y pocos luceros,
tú, que en la paz cabeceas, loca, desnuda noche de estío.
Voluptuosa sonríe, ¡oh, tierra de fresco aliento !
Tierra de árboles adormilados y líquidos,
tierra ya sin luz del ocaso, tierra de montes con cumbre de niebla,
tierra donde derrama cristales el plenilunio azulado,
tierra con manchas de luz y de sombra en las aguas del río,
tierra de límpido gris y de nubes que para mí son
más vivas y claras,
tierra de abrazo anchuroso, tierra ataviada con flor de manzano
sonríe ya, que tu amante se acerca.

Versión de Màrie Manent



CUANDO ESCUCHÉ AL DOCTO ASTRÓNOMO

Cuando escuché al docto astrónomo,
cuando me presentaron en columnas
las pruebas y guarismos,
cuando me mostraron las tablas y diagramas
para medir, sumar y dividir,
cuando escuché al astrónomo discurrir
con gran aplauso de la sala,
qué pronto me sentí inexplicablemente
hastiado,
hasta que me escabullí de mi asiento y
me fui a caminar solo,
en el húmedo y místico aire nocturno,
mirando de rato en rato,
en silencio perfecto a las estrellas.

Versión de Leandro Wolfson



EL HALCÓN MOTEADO CALA SOBRE MÍ...

El halcón moteado cala sobre mí,
y me acusa lamentándose
por mi charla y mi pereza.

Yo también soy indomable,
yo también soy intraducible.
Sobre los techos del mundo,
resuena mi bárbaro graznido.

El último celaje del día,
se detiene a esperar por mí,
lanzo mi figura, tras las otras,
reposando verdaderamente en cualquier
sombra silvestre.
Me insta engatusándome hacia la bruma,
y hacia la oscuridad.

Me alejo como el aire,
sacudo mi bucle blanco en el sol fugitivo.
Vierto mi carne en remolinos,
y la dejo arrastrar por la mueca del encaje.
Me entrego, a mí mismo, al barro,
para brotar en la hierba que amo.

Si me necesitas,
búscame en la suela de tus botas.

Apenas sabrás quien soy,
y lo que quiero decir.
No obstante soy tu buena salud,
y filtraré con filamentos tu sangre.

No desfallezcas si no me encuentras pronto.
Si no estoy en un lugar, búscame en otro.
En algún lugar te estaré esperando.

Versión de Leandro Wolfson



ESCENA DE CAMPAMENTO, AL ALBA GRIS Y SOMBRÍA

Una escena de campamento, al alba gris y sombría...
Al salir de mi tienda, temprano y desvelado,
paseando lentamente, en el aire frío, por el sendero junto
a la tienda-hospital,
veo tres figuras acostadas en una camilla, tres figuras
yaciendo abandonadas allí,
cubiertas con una manta, con una amplia manta de lana oscura,
una manta gris y pesada que lo envuelve y cubre todo.

Curioso, me detengo en silencio.
Luego, con mis dedos levanto ligeramente a la altura del
rostro la manta del primero, el más próximo.
¡Quién eres, anciano flaco y horrendo de pelo gris y ojos
hundidos en las cuencas?
¡Quién eres, amado camarada?

Después avanzo hacia el segundo... ¿Quién eres tú, pequeño hijo mío?
¿Quién eres tú, dulce niño de mejillas aún en flor?

Y después, el tercero... No es un rostro de niño ni de anciano:
es un rostro muy sereno, como de marfil blanco amarillento.
Creo que te conozco, joven. Creo que este rostro es el rostro de Cristo,
muerto y divino, hermano de todos, que yace aquí de nuevo.

Versión de Agustí Bartra



OH CAPITÁN, MI CAPITÁN

Oh Capitán, mi Capitán:
nuestro azaroso viaje ha terminado.
Al fin venció la nave y el premio fue ganado.
Ya el puerto se halla próximo,
ya se oye la campana
y ver se puede el pueblo que entre vítores,
con la mirada sigue la nao soberana.

Mas ¿no ves, corazón, oh corazón,
cómo los hilos rojos van rodando
sobre el puente en el cual mi Capitán
permanece extendido, helado y muerto?

Oh Capitán, mi Capitán:
levántate aguerrido y escucha cual te llaman
tropeles de campanas.
Por ti se izan banderas y los clarines claman.
Son para ti los ramos, las coronas, las cintas.

Por ti la multitud se arremolina,
por ti llora, por ti su alma llamea
y la mirada ansiosa, con verte, se recrea.

Oh Capitán, ¡mi Padre amado!
Voy mi brazo a poner sobre tu cuello.
Es sólo una ilusión que en este puente
te encuentres extendido, helado y muerto.

Mi padre no responde.
Sus labios no se mueven.
Está pálido, pálido. Casi sin pulso, inerte.
No puede ya animarle mi ansioso brazo fuerte.
Anclada está la nave: su ruta ha concluido.
Feliz entra en el puerto de vuelta de su viaje.
La nave ya ha vencido la furia del oleaje.
Oh playas, alegraos; sonad, claras campanas
en tanto que camino con paso triste, incierto,
por el puente do está mi Capitán
para siempre extendido, helado y muerto.

Versión de Nicolás Bayona Posada



POSTRERA INVOCACIÓN

Al fin, dulcemente,
dejando los muros de la fuerte mansión almenada,
el duro cerco de las cerraduras, tan bien anudado;
la guardia de las puertas seguras,
sea yo liberado en los aires.

Con sigilo sabré deslizarme;
pon tu llave suave en la cerradura y, con un murmullo,
abre las puertas de par en par, ¡alma mía!

Dulcemente -sin prisa-
(carne mortal, ¡oh, qué fuerte es tu abrazo!
¡oh amor! ¡cuán estrechamente abrazado me tienes!)

Versión de Màrie Manent



RECONCILIACIÓN

QUE a todos se diga: hermoso es como el cielo,
hermoso es que la guerra y sus lúgubres gestas sean al
fin derrotadas,
que sin cesar, Muerte y Noche, con manos fraternas y
suaves, las mancillas laven del mundo;
pues murió mi enemigo; un hombre, divino como yo mismo,
está muerto:
y le miro yacer, con blanco semblante y muy quieto, en el ataúd
-y me acerco,
me inclino, y rozan mis labios, en el ataúd, su faz blanca.

Versión de Màrie Manent



TU MIRADA

Me miraste a los ojos, penetrando,
en lo más profundo de mi alma.
El cristal azul de tus pupilas,
me mostraba, mi imagen reflejada.

Me miraste y pediste temblorosa
que un te amo, saliera de mis labios,
pero ellos ya no tienen más palabras
pues los golpes de la vida los han cerrado.

Me miraste y tu pelo se erizaba,
y una gota redonda en tu pupila
que brotó, de un corazón roto
y cayó recorriendo tu mejilla.

Me miraste y tu rostro empapado
me exigía una palabra, una respuesta,
y mentí diciéndote te amo
por ganar de tu cara una sonrisa.

Versión de Leandro Wolfson



UNA ARAÑA PACIENTE Y SILENCIOSA

Una araña paciente y silenciosa,
vi en el pequeño promontorio en que
sola se hallaba,
vi cómo para explorar el vasto
espacio vacío circundante,
lanzaba, uno tras otro, filamentos,
filamentos, filamentos de sí misma.

Y tú, alma mía, allí donde te encuentras,
circundada, apartada,
en inmensurables océanos de espacio,
meditando, aventurándote, arrojándote,
buscando si cesar las esferas
para conectarlas,
hasta que se tienda el puente que precisas,
hasta que el ancla dúctil quede asida,
hasta que la telaraña que tú emites
prenda en algún sitio, oh alma mía.

Versión de Leandro Wolfson



UNA HOJA DE HIERBA

Creo que una hoja de hierba, no es menos
que el día de trabajo de las estrellas,
y que una hormiga es perfecta,
y un grano de arena,
y el huevo del régulo,
son igualmente perfectos,
y que la rana es una obra maestra,
digna de los señalados,
y que la zarzamora podría adornar,
los salones del paraíso,
y que la articulación más pequeña de mi mano,
avergüenza a las máquinas,
y que la vaca que pasta, con su cabeza gacha,
supera todas las estatuas,
y que un ratón es milagro suficiente,
como para hacer dudar,
a seis trillones de infieles.

Descubro que en mí,
se incorporaron, el gneiss y el carbón,
el musgo de largos filamentos, frutas, granos y raíces.
Que estoy estucado totalmente
con los cuadrúpedos y los pájaros,
que hubo motivos para lo que he dejado allá lejos
y que puedo hacerlo volver atrás,
y hacia mí, cuando quiera.
Es vano acelerar la vergüenza,
es vano que las plutónicas rocas,
me envíen su calor al acercarme,
es vano que el mastodonte se retrase,
y se oculte detrás del polvo de sus huesos,
es vano que se alejen los objetos muchas leguas
y asuman formas multitudinales,
es vano que el océano esculpa calaveras
y se oculten en ellas los monstruos marinos,
es vano que el aguilucho
use de morada el cielo,
es vano que la serpiente se deslice
entre lianas y troncos,
es vano que el reno huya
refugiándose en lo recóndito del bosque,
es vano que las morsas se dirijan al norte
al Labrador.
Yo les sigo velozmente, yo asciendo hasta el nido
en la fisura del peñasco.

Versión de León Felipe



La última vez que florecieron las lilas en el jardín


1

La última vez que florecieron las lilas en el jardín
y la primera gran estrella caía en el cielo de occidente por la noche,
yo me lamenté y me lamentaré con el eterno regreso de la primavera.

Primavera que eternamente regresas, trinidad segura me traes,
lilas que florecen perennes y estrella que cae en el oeste,
y el pensamiento de aquel que amo.


2

¡Oh, poderosa estrella del occidente caída!
¡Oh, sombras de la noche! — ¡oh, noche cambiante, llorosa!
¡Oh, gran estrella desaparecida! — ¡oh, negra oscuridad que oculta a la estrella!
¡Oh, crueles manos que me dejan impotente! — ¡oh, inútil alma mía!
¡Oh, dura nube envolvente que no liberará mi alma!


3

En el jardín, frente a una vieja granja junto a una cerca blanqueada,
se yergue el arbusto de lilas, crece alto con sus hojas acorazonadas de un rico verde,
con varias flores puntiagudas elevándose delicadas, con el fuerte perfume que amo,

con cada hoja un milagro — y de este arbusto en el jardín,
con flores de delicado color y hojas acorazonadas de un rico verde,
arranco un ramito con su flor.


4

En el pantano, en apartados rincones,
un tímido pájaro escondido gorjea una canción.

Solitario, el zorzal,
el ermitaño recogido en sí mismo, evita los pueblos,
canta solo una canción.

Canción de la garganta sangrante,
canción de la vida que mana de la muerte (pues, querido hermano, sé bien
que si no te fuera dado cantar, seguramente morirías).


5

Sobre el pecho de la primavera, en el campo, entre ciudades,
entre senderos y a través de viejos bosques, donde recientemente las violetas brotaban del suelo y manchaban los restos grises,
entre la hierba en los campos a cada lado de los senderos, pasando la hierba infinita,
pasando los trigales amarillos, donde cada grano se eleva de su mortaja en los campos de un gris pardo,
pasando los manzanos de flores blancas y rosadas de los huertos,
llevando un cadáver a la tumba en que descansará,
de noche y de día viaja un ataúd.


6

Ataúd que pasas por veredas y calles,
de día y de noche con la gran nube que oscurece la tierra,
con la pompa de las banderas a media asta, con las ciudades enfundadas de negro,
con el espectáculo de los Estados mismos cual mujeres de pie con velos de crespón,
con procesiones largas y sinuosas y antorchas en la noche,
con incontables teas encendidas, con el mar silencioso de los rostros y las cabezas descubiertas,
con la estación que espera, el ataúd por llegar y los sombríos rostros,
con himnos fúnebres en la noche, con las mil voces que se elevan fuertes y solemnes,
con todas las voces dolientes de los himnos fúnebres derramadas en el ataúd,
las iglesias en penumbras y los órganos temblorosos — entre estas cosas viajas,
con el metálico tañido, perpetuo tañido de las campanas,
toma, ataúd que pasas lentamente,
te doy mi ramita de lila.


7

(No para ti, para uno solo,
traigo flores y ramas verdes a todos los ataúdes,
pues, fresco como la mañana, así cantaría una canción para ti, oh cuerda y sagrada muerte.

Toda entera con ramilletes de rosas,
oh, muerte, yo te cubro toda entera de rosas y lirios tempranos,
pero ahora, en especial, con la lila que florece primero,
copiosamente las arranco, arranco las ramitas de los arbustos,
con brazos cargados llego y las derramo para ti,
para ti y todos tus ataúdes, oh muerte.)


8

Oh, estrella del occidente que navegas el cielo,
ahora sé lo que quisiste decir hace un mes cuando yo paseaba,
cuando yo paseaba en silencio en la noche transparente y sombría,
cuando vi que tenías algo para decir al inclinarte hacia mí noche tras noche,
cuando caíste del cielo lentamente como hacia mi lado (mientras todas las otras estrellas nos miraban),
cuando vagamos juntos en la noche solemne (pues algo, no sé qué, me impedía dormir),
cuando la noche avanzaba y yo veía, en el borde del oeste, cuán llena estabas de congoja,
cuando estaba de pie sobre suelo alto, en la brisa, en la fría noche transparente,
cuando observé el lugar donde pasabas para perderte en la negrura descendente de la noche,
cuando mi alma, insatisfecha, se hundió en su dolor, como tú, triste estrella,
concluías, caías en la noche, y desaparecías.


9

Canta allí en el pantano,
oh, cantor tímido y tierno, escucho tus notas, escucho tu llamado,
escucho, llego de inmediato, te comprendo,
pero me demoro un momento, pues la lustrosa estrella me ha detenido,
la estrella retiene a mi camarada que se va, y me detiene.


10

Oh, ¿cómo habré de gorjear para ese muerto que amé?
¿y cómo habré de adornar mi canción para la gran alma dulce que se ha ido?
¿y qué perfume habré de llevar a la tumba de aquel a quien amo?

Vientos marinos soplan del este y del oeste,
que soplan del mar oriental y soplan del mar occidental, para juntarse allí en las praderas,
con ellos y con el aliento de mi canto,
perfumaré la tumba de aquel a quien amo.


11

Oh, ¿qué habré de colgar en las paredes del cuarto?
¿y cuáles habrán de ser los cuadros que cuelgue en las paredes,
para adornar el sepulcro de aquel a quien amo?

Cuadros de creciente primavera y granjas y hogares,
con el atardecer del cuarto mes y el humo gris lúcido y brillante,
con las riadas amarillo doradas del sol poniente precioso, indolente, que explota y se expande en el aire,
con la frescura dulce de la hierba bajo los pies, y las hojas de un verde pálido de los árboles prolíficos,
en la distancia, la bruma que fluye, el pecho del río con motas de viento aquí y allá,
con colinas escalonadas en las riberas, con muchas líneas contra el cielo, y sombras,
y la ciudad cercana con las moradas tan densas, y montones de chimeneas,
y todas las escenas de la vida y los talleres, y los obreros volviendo a sus hogares.


12

Mirad, cuerpo y alma — esta tierra,
mi propio Manhattan con sus pináculos y mareas burbujeantes y presurosas, y barcos,
la tierra variada y amplia, el sur y el norte en la luz, las costas de Ohio y el parpadeante Missouri,
y siempre las praderas amplias a lo lejos cubiertas de hierba y maíz.

Mirad, el sol más excelente tan calmo y altivo,
el amanecer violáceo y púrpura con leves brisas,
la suave luz recién nacida, inabarcable,

el milagro que se expande bañándolo todo, cumplido el mediodía,
el delicioso ocaso que llega, la noche bienvenida y las estrellas,
que brillan todas sobre mis ciudades, envolviendo al hombre y a la tierra.


13

Canta, canta, pájaro grisáceo,
canta desde los pantanos, en los rincones, derrama tu canto desde los arbustos,
ilimitado, desde las sombras, desde los cedros y los pinos.

Canta, hermano querido, gorjea tu aguda canción,
alta canción humana, con voz de supremo dolor.

¡Oh, fluida y libre y tierna!
¡Oh, salvaje y libre para mi alma! — ¡oh, maravilloso cantor!
Solo a ti te escucho — pero la estrella me retiene (mas pronto se irá),
pero la lila con su penetrante olor me retiene.


14

Ahora bien, de día, cuando yo estaba sentado y miraba ante mí,
hacia el final del día con su luz y sus campos de primavera, y los campesinos que preparan sus cosechas,
en el vasto decorado inconsciente de mi tierra con sus lagos y bosques,
en la aérea belleza celestial (después de los vientos turbulentos y las tormentas),
bajo la bóveda del cielo de la tarde que pasaba rápido, y las voces de niños y mujeres,
las muchas mareas movedizas, y yo veía a los barcos que navegaban,
y el verano que se acercaba con riqueza, y los campos atareados de trabajo,
y las infinitas casas separadas, cómo todas avanzaban, cada una con sus comidas y minucias cotidianas,
y las calles que latían palpitantes, y las ciudades contenidas — entonces, allí,
cayendo sobre todas ellas y en medio de todas ellas, envolviéndome con el resto,
apareció la nube, apareció el largo rastro negro,
y conocí la muerte, su pensamiento, y el sagrado conocimiento de la muerte.
Entonces, con el conocimiento de la muerte caminando a mi lado,
y el pensamiento de la muerte caminando al otro lado,

y yo en medio como entre dos compañeros, y como tomando las manos de los compañeros,
hui hacia la oculta noche receptiva que no habla,
hacia las costas, el camino hacia el pantano en la penumbra,
hacia los solemnes cedros sombríos y los pinos fantasmales e inmóviles.

Y el cantor, tan tímido con los demás, me recibió,
el pájaro grisáceo que conozco, nos recibió a los tres camaradas,
y cantó la canción de la muerte, y un poema para aquél a quien amo.

Desde profundos rincones apartados,
desde los fragantes cedros y los pinos fantasmales e inmóviles,
llegó la canción del pájaro.

Y el encanto de la canción me capturó,
mientras yo sostenía como de las manos a mis camaradas en la noche,
y la voz de mi espíritu coincidía con la canción del pájaro.

Ven, agradable y reconfortante muerte,
ondula alrededor del mundo, llega serena, llega,
de día, o de noche, para todos, para cada uno,
tarde o temprano, delicada muerte.

Loado sea el universo insondable,
por la vida y la alegría, y por los objetos y saber curiosos,
y por el amor, dulce amor — pero ¡loado, loado, loado!!
por el abrazo seguro, fresco, envolvente, de la muerte.

Oscura madre que siempre te deslizas cerca con suaves pisadas,
¿nadie ha cantado para ti un canto de plena bienvenida?
Entonces yo lo canto para ti, yo te glorifico por encima de todas las cosas,
yo te traigo una canción para que, cuando vengas, vengas sin dudar.

Acércate fuerte, libertadora,
cuando es así, cuando los has arrebatado, yo canto alegremente a los muertos,
perdidos en el amoroso océano que eres tú,
bañados en el diluvio de tu dicha, oh, muerte.

De mi hacia ti, alegres serenatas,
danzas propongo para saludarte, adornos y deleites para ti,
y las vistas del paisaje abierto y el alto cielo extendido son adecuados,
y la vida y los campos, y la noche inmensa y pensativa.

La noche silenciosa bajo innumerables estrellas,
la costa del océano y la ronca ola murmurante cuya voz conozco,
y el alma que se vuelve hacia ti, oh, vasta y velada muerte,
y el cuerpo agradecido que anida cerca de ti.

Sobre las copas de los árboles hago flotar tu canción,
sobre las olas que se levantan y se hunden, sobre las miríadas de campos y las anchas praderas,
sobre las ciudades populosas todas y los atestados muelles y caminos,
yo hago flotar esta canción con alegría, con alegría para ti, oh muerte.


15

En armonía con mi alma,
alto y fuerte continuó el pájaro grisáceo,
con notas puras, deliberadas, que extendían y llenaban la noche.

Alto en los pinos y en los cedros sombríos,
claro en la frescura húmeda y en el perfume del pantano,
y yo con mis camaradas, allí en la noche.

Mientras tanto, mi vista encerrada en mis ojos abiertos,
sobre largos panoramas de visiones.

Y yo vi de reojo a los ejércitos,
vi, como en sueños silenciosos, cientos de estandartes de guerra,
cargados a través del humo de las batallas y agujereados con proyectiles, yo los vi,
y llevados de aquí para allá a través del humo, y arrancados y ensangrentados,
y al final sólo unos pocos jirones en las astas (y todo en silencio),
y las astas todas astilladas y rotas.

Yo vi los cadáveres de las batallas, miríadas de ellos,
y los blancos esqueletos de hombres jóvenes, yo los vi,
vi restos y restos de todos los soldados asesinados en la guerra,
pero vi que no eran como se creía,
ellos mismos estaban en completo descanso, no sufrían,
los que quedaban vivos sufrían, la madre sufría,
y la esposa y el niño y el reflexivo camarada, sufrían,
y los ejércitos que quedaban, sufrían.


16

Paso las visiones, paso la noche,
paso, suelto las manos de mis camaradas,

paso la canción del pájaro ermitaño y el canto coincidente con mi alma,
victoriosa canción, canción de liberación de la muerte, pero canción que varía, siempre cambiante,
baja y sufriente, pero de notas claras, que sube y baja, inundando la noche,
que triste se hunde y se desvanece, como advirtiendo y advirtiendo, y otra vez estalla de alegría,
cubriendo la tierra y llenando la extensión del cielo,
como ese poderoso salmo en la noche que oía desde los rincones,
paso, te abandono, lila con hojas acorazonadas,
te abandono allí en el jardín, florecida, regresando con la primavera.

Ceso mi canto para ti,
mi mirada para ti hacia el oeste, de cara al oeste, comulgando contigo,
oh, camarada brillante con tu rostro plateado en la noche.

Pero guardemos cada cosa recuperada de la noche,
el canto, el maravilloso canto del pájaro gris pardo,
y el canto coincidente, el eco despertado en mi alma,
con la brillante estrella caída, con su rostro lleno de dolor,
con quienes sostenían mi mano al acercarnos al canto del pájaro,
mis camaradas y yo en el medio, y conservemos siempre su recuerdo, por el muerto a quien tanto amé,
por el alma más dulce y sabia de todos mis días y tierras — y esto en su querido nombre,
lila y estrella y pájaro entrelazados con el canto de mi alma,
allá en los fragantes pinos y los cedros sombríos.

Walt Whitman (West Hills, Estados Unidos, 1819 – Camden, Estados Unidos, 1892), "Memories of Presidente Lincoln", Leaves of Grass, David Mc Kay, Filadelfia, 1891-92 The Walt Whitman Archive

Versión de Griselda García


When Lilacs Last 
in The Dooryard Bloom'd

1

WHEN lilacs last in the dooryard bloom'd,
And the great star early droop'd in the western sky in the night,
I mourn'd, and yet shall mourn with ever—returning spring.

Ever—returning spring, trinity sure to me you bring,
Lilac blooming perennial and drooping star in the west,
And thought of him I love.


2

O powerful western fallen star!
O shades of night—O moody, tearful night!
O great star disappear'd—O the black murk that hides the star!
O cruel hands that hold me powerless—O helpless soul of me!
O harsh surrounding cloud that will not free my soul.


3

In the dooryard fronting an old farm—house near the white—wash'd palings,
Stands the lilac—bush tall—growing with heart—shaped leaves of rich green,
With many a pointed blossom rising delicate, with the perfume strong I love,

With every leaf a miracle—and from this bush in the dooryard,
With delicate—color'd blossoms and heart—shaped leaves of rich green,
A sprig with its flower I break.


4

In the swamp in secluded recesses,
A shy and hidden bird is warbling a song.

Solitary the thrush,
The hermit withdrawn to himself, avoiding the settlements,
Sings by himself a song.

Song of the bleeding throat,
Death's outlet song of life, (for well dear brother I know,
If thou wast not granted to sing thou would'st surely die.)


5

Over the breast of the spring, the land, amid cities,
Amid lanes and through old woods, where lately the violets peep'd from the ground, spotting the gray debris,
Amid the grass in the fields each side of the lanes, passing the endless grass,
Passing the yellow—spear'd wheat, every grain from its shroud in the dark—brown fields uprisen,
Passing the apple—tree blows of white and pink in the orchards,
Carrying a corpse to where it shall rest in the grave,
Night and day journeys a coffin.


6

Coffin that passes through lanes and streets,
Through day and night with the great cloud darkening the land,
With the pomp of the inloop'd flags with the cities draped in black,
With the show of the States themselves as of crape—veil'd women standing,
With processions long and winding and the flambeaus of the night,
With the countless torches lit, with the silent sea of faces and the unbared heads,
With the waiting depot, the arriving coffin, and the sombre faces,
With dirges through the night, with the thousand voices rising strong and solemn,
With all the mournful voices of the dirges pour'd around the coffin,
The dim—lit churches and the shuddering organs—where amid these you journey,
With the tolling tolling bells' perpetual clang,
Here, coffin that slowly passes,
I give you my sprig of lilac.


7

(Nor for you, for one alone,
Blossoms and branches green to coffins all I bring,
For fresh as the morning, thus would I chant a song for you O sane and sacred death.

All over bouquets of roses,
O death, I cover you over with roses and early lilies,
But mostly and now the lilac that blooms the first,
Copious I break, I break the sprigs from the bushes,
With loaded arms I come, pouring for you,
For you and the coffins all of you O death.)


8

O western orb sailing the heaven,
Now I know what you must have meant as a month since I walk'd,
As I walk'd in silence the transparent shadowy night,
As I saw you had something to tell as you bent to me night after night,
As you droop'd from the sky low down as if to my side, (while the other stars all look'd on,)
As we wander'd together the solemn night, (for something I know not what kept me from sleep,)
As the night advanced, and I saw on the rim of the west how full you were of woe,
As I stood on the rising ground in the breeze in the cool transparent night,
As I watch'd where you pass'd and was lost in the netherward black of the night,
As my soul in its trouble dissatisfied sank, as where you sad orb,
Concluded, dropt in the night, and was gone.


9

Sing on there in the swamp,
O singer bashful and tender, I hear your notes, I hear your call,
I hear, I come presently, I understand you,
But a moment I linger, for the lustrous star has detain'd me,
The star my departing comrade holds and detains me.


10

O how shall I warble myself for the dead one there I loved?
And how shall I deck my song for the large sweet soul that has gone?
And what shall my perfume be for the grave of him I love?

Sea—winds blown from east and west,
Blown from the Eastern sea and blown from the Western sea, till there on the prairies meeting,
These and with these and the breath of my chant,
I'll perfume the grave of him I love.


11

O what shall I hang on the chamber walls?
And what shall the pictures be that I hang on the walls,
To adorn the burial—house of him I love?

Pictures of growing spring and farms and homes,
With the Fourth—month eve at sundown, and the gray smoke lucid and bright,
With floods of the yellow gold of the gorgeous, indolent, sinking sun, burning, expanding the air,
With the fresh sweet herbage under foot, and the pale green leaves of the trees prolific,
In the distance the flowing glaze, the breast of the river, with a wind—dapple here and there,
With ranging hills on the banks, with many a line against the sky, and shadows,
And the city at hand with dwellings so dense, and stacks of chimneys,
And all the scenes of life and the workshops, and the workmen homeward returning.


12

Lo, body and soul—this land,
My own Manhattan with spires, and the sparkling and hurrying tides, and the ships,
The varied and ample land, the South and the North in the light, 
Ohio's shores and flashing Missouri,
And ever the far—spreading prairies cover'd with grass and corn.

Lo, the most excellent sun so calm and haughty,
The violet and purple morn with just—felt breezes,
The gentle soft—born measureless light,

The miracle spreading bathing all, the fulfill'd noon,
The coming eve delicious, the welcome night and the stars,
Over my cities shining all, enveloping man and land.


13

Sing on, sing on you gray—brown bird,
Sing from the swamps, the recesses, pour your chant from the bushes,
Limitless out of the dusk, out of the cedars and pines.

Sing on dearest brother, warble your reedy song,
Loud human song, with voice of uttermost woe.

O liquid and free and tender!
O wild and loose to my soul—O wondrous singer!
You only I hear—yet the star holds me, (but will soon depart,)
Yet the lilac with mastering odor holds me.


14

Now while I sat in the day and look'd forth,
In the close of the day with its light and the fields of spring, and the farmers preparing their crops,
In the large unconscious scenery of my land with its lakes and forests,
In the heavenly aerial beauty, (after the perturb'd winds and the storms,)
Under the arching heavens of the afternoon swift passing, and the voices of children and women,
The many—moving sea—tides, and I saw the ships how they sail'd,
And the summer approaching with richness, and the fields all busy with labor,
And the infinite separate houses, how they all went on, each with its meals and minutia of daily usages,
And the streets how their throbbings throbb'd, and the cities pent —lo, then and there,
Falling upon them all and among them all, enveloping me with the rest,
Appear'd the cloud, appear'd the long black trail,
And I knew death, its thought, and the sacred knowledge of death.

Then with the knowledge of death as walking one side of me,
And the thought of death close—walking the other side of me,

And I in the middle as with companions, and as holding the hands of companions,
I fled forth to the hiding receiving night that talks not,
Down to the shores of the water, the path by the swamp in the dimness,
To the solemn shadowy cedars and ghostly pines so still.

And the singer so shy to the rest receiv'd me,
The gray—brown bird I know receiv'd us comrades three,
And he sang the carol of death, and a verse for him I love.

From deep secluded recesses,
From the fragrant cedars and the ghostly pines so still,
Came the carol of the bird.

And the charm of the carol rapt me,
As I held as if by their hands my comrades in the night,
And the voice of my spirit tallied the song of the bird.

Come lovely and soothing death,
Undulate round the world, serenely arriving, arriving,
In the day, in the night, to all, to each,
Sooner or later delicate death.

Prais'd be the fathomless universe,
For life and joy, and for objects and knowledge curious,
And for love, sweet love—but praise! praise! praise!
For the sure—enwinding arms of cool—enfolding death.

Dark mother always gliding near with soft feet,
Have none chanted for thee a chant of fullest welcome?
Then I chant it for thee, I glorify thee above all,
I bring thee a song that when thou must indeed come, come unfalteringly.

Approach strong deliveress,
When it is so, when thou hast taken them I joyously sing the dead,
Lost in the loving floating ocean of thee,
Laved in the flood of thy bliss O death.

From me to thee glad serenades,
Dances for thee I propose saluting thee, adornments and feastings for thee,
And the sights of the open landscape and the high—spread sky are fitting,
And life and the fields, and the huge and thoughtful night.

The night in silence under many a star,
The ocean shore and the husky whispering wave whose voice I know,
And the soul turning to thee O vast and well—veil'd death,
And the body gratefully nestling close to thee.

Over the tree—tops I float thee a song,
Over the rising and sinking waves, over the myriad fields and the prairies wide,
Over the dense—pack'd cities all and the teeming wharves and ways,
I float this carol with joy, with joy to thee O death.


15

To the tally of my soul,
Loud and strong kept up the gray—brown bird,
With pure deliberate notes spreading filling the night.

Loud in the pines and cedars dim,
Clear in the freshness moist and the swamp—perfume,
And I with my comrades there in the night.

While my sight that was bound in my eyes unclosed,
As to long panoramas of visions.

And I saw askant the armies,
I saw as in noiseless dreams hundreds of battle—flags,
Borne through the smoke of the battles and pierc'd with missiles I saw them,
And carried hither and yon through the smoke, and torn and bloody,
And at last but a few shreds left on the staffs, (and all in silence,)
And the staffs all splinter'd and broken.

I saw battle—corpses, myriads of them,
And the white skeletons of young men, I saw them,
I saw the debris and debris of all the slain soldiers of the war,
But I saw they were not as was thought,
They themselves were fully at rest, they suffer'd not,
The living remain'd and suffer'd, the mother suffer'd,
And the wife and the child and the musing comrade suffer'd,
And the armies that remain'd suffer'd.


16

Passing the visions, passing the night,
Passing, unloosing the hold of my comrades' hands,

Passing the song of the hermit bird and the tallying song of my soul,
Victorious song, death's outlet song, yet varying ever—altering song,
As low and wailing, yet clear the notes, rising and falling, flooding the night,
Sadly sinking and fainting, as warning and warning, and yet again bursting with joy,
Covering the earth and filling the spread of the heaven,
As that powerful psalm in the night I heard from recesses,
Passing, I leave thee lilac with heart—shaped leaves,
I leave thee there in the door—yard, blooming, returning with spring.

I cease from my song for thee,
From my gaze on thee in the west, fronting the west, communing with thee,
O comrade lustrous with silver face in the night.

Yet each to keep and all, retrievements out of the night,
The song, the wondrous chant of the gray—brown bird,
And the tallying chant, the echo arous'd in my soul,
With the lustrous and drooping star with the countenance full of woe,
With the holders holding my hand nearing the call of the bird,
Comrades mine and I in the midst, and their memory ever to keep, for the dead I loved so well,
For the sweetest, wisest soul of all my days and lands—and this for his dear sake,
Lilac and star and bird twined with the chant of my soul,
There in the fragrant pines and the cedars and dim.



Cruzando en el ferry de Brooklyn

No sólo sobre vos caen las manchas oscuras,
la oscuridad dejó caer sus manchas también sobre mí,
lo mejor que había hecho me pareció vacío y sospechoso,
lo que creí mis grandes pensamientos, ¿no eran en realidad muy pobres?
no sos el único que sabe lo que es ser malo,
soy yo el que supo lo que era ser malo,
yo también tejí el viejo nudo de la contrariedad,
balbuceé, me ruboricé, me molesté, mentí, robé, envidié,
tuve astucia, furia, lujuria, deseos ardientes que no me atreví a expresar,
fui caprichoso, vanidoso, glotón, superficial, ladino, cobarde, maligno,
el lobo, la serpiente, el cerdo, no faltaron en mí.
La mirada tramposa, la palabra frívola, el deseo adúltero, no me faltaron.

Rechazos, odios, aplazamientos, maldad, pereza, nada de esto me faltó,
fui uno con el resto, los días y los sucesos del resto,
fui llamado por mi apodo más íntimo por las voces fuertes y claras de hombres jóvenes,
cuando me veían llegar o pasar,
sentí sus brazos en mi cuello al pararme, o el contacto negligente de su carne contra mí al sentarme,
vi a muchos de los que amé en la calle o en el ferry o en las asambleas públicas, pero nunca les dije        una palabra,
viví la misma vida con el resto, la misma vieja risa, mordisqueo, sueño,
representé el papel que aún recuerda el actor o actriz,
el mismo viejo rol, el rol que es lo que hacemos, tan grande como nos guste,
o tan pequeño como nos guste, o grande y pequeño a la vez.

Traducción de Griselda García




It is not upon you alone the dark patches fall, 
The dark threw its patches down upon me also, 
The best I had done seem'd to me blank and suspicious, 
My great thoughts as I supposed them, were they not in reality meagre? 
Nor is it you alone who know what it is to be evil; 
I am he who knew what it was to be evil, 
I too knitted the old knot of contrariety, 
Blabb'd, blush'd, resented, lied, stole, grudg'd, 
Had guile, anger, lust, hot wishes I dared not speak, 
Was wayward, vain, greedy, shallow, sly, cowardly, malignant, 
The wolf, the snake, the hog, not wanting in me. 
The cheating look, the frivolous word, the adulterous wish, not wanting, 

Refusals, hates, postponements, meanness, laziness, none of these wanting, 
Was one with the rest, the days and haps of the rest, 
Was call'd by my nighest name by clear loud voices of young men as 
they saw me approaching or passing, 
Felt their arms on my neck as I stood, or the negligent leaning of 
 their flesh against me as I sat, 
Saw many I loved in the street or ferry-boat or public assembly, yet 
 never told them a word, 
Lived the same life with the rest, the same old laughing, gnawing, sleeping, 
Play'd the part that still looks back on the actor or actress, 
The same old role, the role that is what we make it, as great as we like, 
Or as small as we like, or both great and small.

  

Los durmientes, 6

Ahora, lo que mi madre me contó un día mientras cenábamos juntos,
De cuando ya era casi una chica grande viviendo con sus padres en la vieja granja.
Una india fue un día a la hora del desayuno a la vieja granja,

En la espalda llevaba un atado de juncos para hacer asientos de sillas,
Su pelo, lacio, brillante, grueso, negro, abundante, a medias envolvía su cara,
Su paso era libre y elástico, y su voz sonaba exquisita cuando hablaba.

Mi madre miraba con deleite y asombro a la extraña,
Miraba la frescura de su cara altiva y sus rellenos y flexibles miembros,
Cuanto más la miraba más la amaba,
Nunca antes había visto tan maravillosa hermosura y pureza,
La hizo sentarse en un banco junto a la jamba de la chimenea, cocinó para ella,
No tenía trabajo para darle, pero le dio su homenaje y su cariño.

La india se quedó toda la mañana y hacia la mitad de la tarde se fue,
Oh, mi madre no quería que ella se fuera,
Toda la semana pensó en ella, la esperó muchos meses,
La recordó durante muchos inviernos y muchos veranos,

Pero la india nunca regresó ni volvió a oírse de ella.

Leaves of Grass, 1891-1892, The Walt Whitman Archive
Traducción: Griselda García


The sleepers

6

Now what my mother told me one day as we sat at dinner together,
Of when she was a nearly grown girl living home with her parents on the old homestead.
A red squaw came one breakfast-time to the old homestead.

On her back she carried a bundle of rushes for rush-bottoming chairs,
Her hair, straight, shiny, coarse, black, profuse, half-envelop'd her face,
Her step was free and elastic, and her voice sounded exquisitely as she spoke.

My mother look'd in delight and amazement at the stranger,
She look'd at the freshness of her tall-borne face and full and pliant limbs,
The more she look'd upon her she loved her,
Never before had she seen such wonderful beauty and purity,
She made her sit on a bench by the jamb of the fireplace, she cook'd food for her,
She had no work to give her, but she gave her remembrance and fondness.

The red squaw staid all the forenoon, and toward the middle of the afternoon she went away,
O my mother was loth to have her go away,
All the week she thought of her, she watch'd for her many a month,
She remember'd her many a winter and many a summer,
But the red squaw never came nor was heard of there again.



Vi crecer un roble en Louisiana

Vi crecer un roble en Louisiana,
se erguía solo y el musgo colgaba de las ramas,
crecía allí sin compañero, emitía hojas alegres de un verde oscuro,
y su aspecto, rudo, sólido, vigoroso, me hizo pensar en mí,
pero me pregunté cómo podría emitir hojas alegres parado allí solo,
/sin su amigo cerca, porque sabía que yo no podría,
y rompí una ramita con algunas hojas y le envolví un poco de musgo,
y me la llevé y la puse a la vista en mi habitación,
no necesito que me recuerde a mis queridos amigos,
(creo que últimamente no pienso en otra cosa),
pero persiste ante mí como una señal curiosa, me hace pensar en el amor viril;
por todo eso, y aunque el roble brilla allí en Louisiana, solitario /
en un amplio espacio abierto,
y emite hojas alegres toda su vida, sin su amigo o amante cerca,
sé muy bien que yo no podría.

Leaves of Grass, 1867, The Walt Whitman Archive
Traducción: Griselda García


I saw in Louisiana a Live-Oak Growing

I SAW in Louisiana a live-oak growing,
All alone stood it, and the moss hung down from the 
   branches;
Without any companion it grew there, uttering joyous 
   leaves of dark green,
And its look, rude, unbending, lusty, made me think 
   of myself;
But I wonder'd how it could utter joyous leaves, 
   standing alone there, without its friend, its 
   lover near—for I knew I could not;
And I broke off a twig with a certain number of 
   leaves upon it, and twined around it a little 
   moss,
And brought it away—and I have placed it in sight in 
 my room;
It is not needed to remind me as of my own dear 
 friends,
(For I believe lately I think of little else than of 
   them;)
Yet it remains to me a curious token—it makes me 
   think of manly love;
—For all that, and though the live-oak glistens there 
   in Louisiana, solitary, in a wide flat space,
Uttering joyous leaves all its life, without a friend, a 
   lover, near,
I know very well I could not.



Del océano ondulante, del gentío

Del océano ondulante, del gentío, vino una gota suavemente hacia mí,
susurrando te amo, pronto moriré,
he viajado mucho, sólo para mirarte, tocarte
porque no podría morir sin verte primero
porque temo perderte.

(Ahora que nos hemos encontrado, nos hemos mirado, estamos salvados;
retorna en paz al océano mi amor;
yo también soy parte del océano, mi amor -no estamos tan separados;
¡observa la gran redondez- la cohesión de todo, qué perfecto!
A ambos el mar arrollador nos separará,
aunque nos aparte una hora, no podrá apartarnos para siempre,
no te impacientes -un pequeño espacio- vos sabés, saludo al aire, al océano y la tierra,
todos los días, al ocaso, en tu nombre, mi amor.)

Versión: Marina Kohon



Out of the rolling ocean, the crowd

Out of the rolling ocean, the crowd, came a drop gently to me,
Whispering, I love you, before long I die,
I have travel’d a long way, merely to look on you, to touch you,
For I could not die till I once look’d on you,
For I fear’d I might afterward lose you.

(Now we have met, we have look’d, we are safe;
Return in peace to the ocean, my love;
I too am part of that ocean, my love—we are not so much separated;
Behold the great rondure—the cohesion of all, how perfect!
But as for me, for you, the irresistible sea is to separate us,
As for an hour carrying us diverse—yet cannot carry us diverse forever;
Be not impatient—a little space—know you, I salute the air, the ocean and the land,
Every day, at sundown, for your dear sake, my love.)



De "Hojas de hierba"


De "Canto del camino abierto"

2

Camino al que entro y miro alrededor, creo que no eres todo cuanto hay aquí,
Creo que mucho no visto hay también aquí.

Aquí la honda lección de la admisión, ni preferencia ni rechazo,
Al negro de cabeza lanuda, al delincuente, al enfermo, al iletrado, no se los rechaza;
El nacimiento, la prisa en pos del médico, el vagabundeo del mendigo, el tambaleo del borracho, la riente partida de los mecánicos,
El joven escapado, el carruaje del rico, el petimetre, la pareja en fuga,
El tempranero hombre del mercado, el carro fúnebre, la mudanza de muebles al pueblo, el retorno desde el pueblo,
Ellos pasan, también paso yo, todo pasa, nada puede vedarse,
Nadie deja de ser aceptado, nadie ha de dejar de ser querido para mí.

3
¡Aire que me abastece de aliento para hablar!
¡Objetos que llamáis de lo difuso a mis significados y les dais forma!
¡Luz que a mí y a todas las cosas nos envuelves en ecuánimes chubascos delicados!
¡Sendas hechas a holladuras en las irregulares hondonadas que bordean los caminos!
Creo que estáis latentes de existencias no vistas, sois tan queridas para mí.

¡Vosotros, baldosados paseos de las ciudades! ¡fuertes bordillos de los márgenes!
¡Transbordadores! ¡planchas y postes de los muelles! ¡flancos revestidos de madera! ¡navíos distantes!
¡Hileras de casas! ¡fachadas perforadas por ventanas! ¡techos!
¡Soportales y entradas! ¡albardillas y protectores de hierro!
¡Ventanas cuyo transparente caparazón tanto puede exponer!
¡Puertas y ascendentes peldaños! ¡arcos!
¡Piedras grises de interminables pavimentos! ¡cruces transitados!
De todo lo que os ha tocado creo que os habéis impartido a vosotros mismos, y ahora querríais impartirme lo mismo a mí en secreto,
De los vivos y los muertos habéis poblado vuestras impasibles superficies, y sus espíritus querrían ser conmigo manifiestos y amigables.

Hojas de hierba, traducción de Pablo Ingberg, Editorial Losada, Buenos Aires, 2009


De "Song of de the Open Road"

2
You road I enter upon and look around! I believe you are not all that is here;
I believe that much unseen is also here.

Here the profound lesson of reception, neither preference or denial;
The black with his woolly head, the felon, the diseas’d, the illiterate person, are not denied;
The birth, the hasting after the physician, the beggar’s tramp, the drunkard’s stagger, the laughing party of mechanics,
The escaped youth, the rich person’s carriage, the fop, the eloping couple,
The early market-man, the hearse, the moving of furniture into the town, the return back from the town,
They pass—I also pass—anything passes—none can be interdicted;
None but are accepted—none but are dear to me.

3
You air that serves me with breath to speak!
You objects that call from diffusion my meanings, and give them shape!
You light that wraps me and all things in delicate equable showers!
You paths worn in the irregular hollows by the roadsides!
I think you are latent with unseen existences—you are so dear to me.

You flagg’d walks of the cities! you strong curbs at the edges!
You ferries! you planks and posts of wharves! you timber-lined sides! you distant ships!
You rows of houses! you window-pierc’d façades! you roofs!
You porches and entrances! you copings and iron guards!
You windows whose transparent shells might expose so much!
You doors and ascending steps! you arches!
You gray stones of interminable pavements! you trodden crossings!
From all that has been near you, I believe you have imparted to yourselves, and now would impart the same secretly to me;
From the living and the dead I think you have peopled your impassive surfaces, and the spirits thereof would be evident and amicable with me. 





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