jueves, 6 de agosto de 2015

MARINA RIVERA [16.711]


Marina Rivera 


Poeta chicana, EE.UU. 
Escribió Mestiza (Tucson: Grilled Flowers, 1977) y Sobra (San Francisco: Casa Editorial, 1977).


Morera

Tucson, AZ
(Traducción de Eliana Rivero)

Quieres lo que has tenido miedo de pensar,
tus manos huesudas y morenas dando zarpazos
al horizonte desteñido, la canción de tus raíces alzándose,
la canción de tus hojas sobre unas venas tan pequeñas.
Éstos son los cantos lentos y tristes de los dedos del pie.
Éstas las canciones del talón, tendonoso, sin cortar.
Éstas son canciones de las raíces hembra, de huesos hembra.
El «oh» que se alza hasta el «ay» todo el invierno
que es más que la corteza, que es mordida,
el «oh» que se hace rígido y se hiela y  
demora la sangre y entonces la deja hacer capullos.

Has estado de pie todo el invierno descubierta
como una cabeza en el granizo.
Algunos piensan que tus heridas son pérdidas de hojas.
No, es el descenso de la sangre.  
Es la concentración en tus raíces,
toda esa sangre de una vez.
Tus bordes mellados como banderas de dolor,
es la preparatoria, es el prólogo de miedo
      al alivio.  



Reunión
Tucson, AZ
(Traducción de Eliana Rivero)

Her glance
slices cold
as the backs
of mirrors
in nunneries.  

The room
is a dark egg
is a plate
is the past.

Two bodyless voices  
are feasting.
The clapper
is broken.
Hear them
napkin-close:  
Try this.
Try this.
A chant
under breath,
the past-  
is it yoke?

They swallow
nonetheless.



Su mirada
corta fríamente
como el respaldo
de los espejos
en conventos.  

El aposento
es un huevo oscuro
es un plato
es el pasado.

Dos voces sin cuerpo  
están festejando.
El badajo
está roto.
Óyelos
a la distancia de la servilleta.  
Prueba esto.
Prueba esto.
Un canto
entre dientes,
el pasado  
¿es yugo o yema?

Se lo tragan
sin embargo.




Mulberry

Tucson, AZ


You want what you have feared to think of,
your hands bony and brown clawing
the blanched horizon, your root songs rising,
your leaf songs over of such small veins.
These are the slow sad chants of toes.
These are the heel songs, tendoned, uncut.

These are the songs of female roots, of female bones.
And oh that rises toward ay all winter
that is more than bark, that is bite,
and oh that stiffens and chills and  
slows down blood then lets it make buds.

You have stood all winter uncovered
like a head in hail.
Some think your wounds the loss of leaves.
No, it is the moving down of blood.  
It is the concentration in your roots,
all that blood at once.
Your jagged edges so like banners of grief,
it is the preparatory, it is the dread prologue to relief.




Poesía en Arizona: las voces de «Mestiza»
Por Eliana S. Rivero
University of Arizona


Marina Rivera vive en dos culturas y escribe en dos lenguas. Algún comentario periodístico la ha distinguido por tres rasgos: es una de los pocos poetas, naturales o nativos de Arizona, que escriben en Tucson en la actualidad; pertenece al creciente número de chicanas que cada día van encontrando más resonancia a aquella «otra voz» que nos advertía (y prometía) Tino Villanueva; es de una marcada modestia. «No tengo grandes pretensiones como poeta», declaraba a la prensa local en una reciente entrevista. Sin embargo, el raro don de su humildad artística no le ha impedido seguir publicando: ahí están sus poemas sueltos en varias revistas y sus dos colecciones, de parco nombre: Mestiza (Tucson: Grilled Flowers, 1977) y Sobra (San Francisco: Casa Editorial, 1977). Los apuntes que esbozamos en estas páginas se dirigen a una contemplación crítica de los versos de su primer libro, híbrido en más de un sentido: en su concreción física, en su formato, en su división en partes, en su contenido bicultural, en su bifurcación lingüística.
Su poesía se desarrolla en torno a la imagen titular: Mestiza es un esfuerzo sintetizador que denota una visión tripartita: el ancestro hispano de la lengua materna y las raíces coloniales, la presencia india de sangre y reafirmación espiritual bajo el sol del desierto, la necesidad anglificante del medio expresivo y la supervivencia diaria. El libro-objeto, por feliz coherencia, es en sí mestizo: la impresión primera de la tinta en su cubierta es de tonos de café y pardo, de letras quebradas en su altura. Así se anticipa la escisión crucial al texto entero. Los once primeros poemas están escritos en la lengua dominadora: un hilo delgado de reconocimiento infantil y adolescente une esas composiciones en inglés. Recuerdos del patio particular, los vecinos que también viven en cajas de colores pasteles, la identificación con árboles heridos y la imagen del infante dormido en la muerte contribuyen a la presentación compuesta y abarcadoras de aquellas memorias -compactas semillas de percepción- que acompañan al lenguaje resbaloso:

Strengths theirs already
weaknesses that mirrored
they go rising like
plumes of artichokes blossoms
safer than concords
dry as dead corn stalks
invisible even in rain.


«Crib Death».               

Los colores pasan velozmente frente a los ojos del lector, a veces en sucesión de rapidez diapositiva en que -sin puntos ni comas intermedios- el que lee reacciona tardíamente.
En otros poemas, los más, predomina la certeza de una vida que crece sin que se quiera o se busque, que de vez en cuando se rechaza desde la desesperación alienada de una mujer que aborta al hijo en las más precarias condiciones:

you got
those wells
of madness
cooking deep down
triggered to
bubble up
simmer bubble up
all your
sad brown life
when you find her
melted down
limp and mindless
or fled in the night
or smiling at you
over coffee
the meat knife
in her hand
dark as burnt toast
you know


«Tomás».               

El aspecto más enriquecedor y mejor logrado de esta primera parte es el enfoque poético en voces distintas; diversos textos están construidos desde el punto de vista de una persona diferente, y constituyen en su conjunto una serie de imágenes especulares del «yo» y de «los otros», en ese diálogo interno que siempre entabla la poesía consigo misma. Desde la posición colectiva de la familia («We were all colors living there») y en el mismo poema, «Seek», la confrontación con un «tú» que es el alter ego del poeta («you'd hide and hope that/no one would find you too soon»), hasta la identificación racial y cultural que no puede olvidarse en lo diario.
El título del poema «Coraje» pertenece al dominio del español, y también el texto va más allá de todo intento orgulloso de integración; porque la realidad mestiza es duramente fija y separatista. El punto de vista del «nosotros» refuerza la idea de un dolor compartido desde la cabeza hasta los pies, comunalmente físico:

All day we taste its oil base,
years wash but the anger travels
from the nails of your feet
reaching the brain by blood.
Eyelids come off.
Nothing to close against its fumes.
It is the bucket we spill again-
see it along the baseboards,
along the panes, around each fixture-
      coraje.
Not all of our lives can make it thin.


En otra composición, la persona poética llega a la identificación animal, en un sutil e irónico texto que dice mucho más de lo que probablemente intentó al nivel consciente. El lector no puede menos que notar el cúmulo de connotaciones que hacen referencia a una facción humana postergada en el seno de la sociedad pluralista; la misma que trabaja y vive y muere para el beneficio de otros más afortunados; los que pasan hambre, los que procrean hijos ciegos (de costra a rompehuelga -scab- sólo se pasa en un contexto bicultural minoritario como el chicano); los que sienten el prejuicio hacia su diferente compostura-las garras, el olor a pescado en el aliento, la negativa a lamer la mano al amo: los «gatos» con aspecto de dioses rechazados, mestizos entre la carne y el espíritu.

The only difference
is we last longer
have our hunger squared
long enough to breed
see the kits born blind
scabs for lids.
No call for it
a prejudice for claws
the angle of our chins
our hauteur of the leash
the fish on our breath
that we licked our
own slick backs
instead of their hands
that we mocked their gates
vaulted their fences?
If anything
our eyes are the reason.
Though hungry
we have the eyes
of politicians
the looks of gods denied.


«Cats».               

Estas son las surtidas máscaras del poeta, que se esconde en el «yo» ficticio de sus personas; vivas o muertas, humanas o animales, personales o colectivas, pasivas o violentas, forjadas en la inconsciente semi-verdad del recuerdo. Las palabras se suceden unas a otras como si las dispararan en catapulta, con el peso de cada pensamiento cortante, poderoso; visiones de un ambiente diario que constantemente se relaciona a un reflejo interior.

The bird bath is an eye, green and mossy,
blinking off birds that scooch and spurt.
The mullions reach up, my hands angle out
from this sheet. Is my center red?


«Mastic».               

De la primera sección del libro, que trata del espacio vital del poeta y su peso material, su alcance en el tiempo, el lector llega a Mestiza: poema en cinco partes. Los cinco subtítulos de este texto articulado definen una solución al problema de la identidad: «I- Lo que quieren», «II- Papá», «III- Mamá», «IV- Lo que quiero yo» y «V- Lo que sé». Todos apuntan hacia el intento de dar personalidad propia, humana, a ese «Chicano token poet»: rótulo o etiqueta contra el cual los poemas conspiran:

hoy esta hora me mandan decir
que me van a hacer poeta
piensan componer un libro
estoy invitada a leer
pero hay que escribir más poemas
hechos en forma tortillada
las líneas construyendo un serape,
las hebras sangrando caras color de café,
ojos negros, un círculo ceniciento
exactamente puesto al propio día
en el centro de cada frente.


Los versos aíslan, en su rebeldía, la esencia del ser artista a la vez que miembro de una minoría racial y cultural altamente diferenciada. Pero la necesidad de autodefinirse como persona quiebra el estereotipo, tanto impuesto como a veces aceptado:

creen que si me toman de un trago
han probado cada taza
y si me mascan como galleta
somos todos de la misma masa-
¿por qué no entienden, mamá?
me quieren hacer anillo
y ponerme en un dedo
casarse de iglesia
con toda la raza
gente, gente mexicana
pedazos de un plato
que para componer buscan
hombre macho de honor, mujer
de cariño, de miel, de mantequilla
dando sabor a la vida.


Los más emotivos momentos líricos de esta poesía mestiza, de híbrida dimensión y de diversa hechura, se dan en los poemas a los padres. De alguna manera, el poeta se siente como respuesta al silencio de siglos y en su palabra cobra cuerpo la comunicación:

mi padre no pudo ir.
en esos tiempos hasta
si la mente fuera cascada de luz misma
los amarraban de la lengua,
los pies sin movimiento por la pobreza.
siendo el mayor de diez niños pobres
es brillar por una taza de chocolate
con un pedazo de pan francés.
por no tener carne, por no tener zapatos,
se come las ganas, aprende como
pisar en ansias hasta que se deshacen.
mi padre no pudo ir,
mandó paloma, me mandó a mí,
alisada, desamarrada de la lengua,
con puños de palabras.


También bordan esos versos familiares una imagen tierna de la madre joven, bailadora y alegre en su pobreza, y acercándose ya al gran viaje del que no regresa nadie:

conocida por tus pestañas largas,
vendiendo huevos para comprar tela,
cosiendo en máquina de pie,
tus hermanas las linternillas y tú
la mariposa de los bailes.
ahora vienen por mi mamá.


Las partes IV y V son una suprema aspiración del individuo, que a pesar de su conciencia mestiza lucha desesperadamente para ser «yo» entidad no definida solamente por el idioma o el color o el sexo, sino por la característica peculiar de su unicidad. Este texto entra así en conflicto con la perspectiva de los otros poemas definidores de la diferencia esencial, orgullosos de la hibridez social y la física; pero los versos conflictivos denotan esa dialéctica del «ser-no ser» que es eje del mestizo, perfilado y borrado a la vez en su propia definición:

quedo solamente yo
persona de en medio
que luché en vida color de café,
luché en vida color blanco
y me hice fuerte,
bastante fuerte para decir:
no me llamen por la chicana,
ni por el chicano,
ni por las mujeres,
llámenme por mí misma.


La composición final, duda del poeta que en la palabra aún no confía, que en su identidad todavía no logra afirmarse, complementa la búsqueda de las raíces que esta segunda parte de la colección desarrolla:

si todo el mundo me desconoce
tú me vas a entender, madre.
tú, con corazón hecho de tierra pisada,
el movimiento del mar en tus manos.


Si el libro es un poco disparejo en su logro, más que nada por un cierto «estiramiento» de la lengua poética en la sección en español, que carece del desenvolvimiento estilístico de la primera parte, sin embargo el tomo en su totalidad da la impresión de material sólido, de unos sueños que se cumplen en la palabra. Quizá la tarea final del lector (bilingüe, bicultural y/o bisensitivo) sea subrayar definitivamente el carácter indeleble de los versos de Marina Rivera: las dos primeras letras fragmentadas del titulo -ME, en MESTIZA.
Ellas proclaman cabalmente al «yo» híbrido, inmerso en un espacio tangible que le es ameno y al mismo tiempo hostil; ellas deletrean una percepción dual y ambigua de la identidad que reclama nada más que la porción de humanidad que se le debe. La poeta de Tucson da al público lector de esta nueva literatura chicana nada menos que una experiencia artística de calibre, con una vigorosa belleza de imágenes que se clavan en el ánimo, que nos bailan ante los ojos, que nos hablan de alguna época y alguna dimensión que nos son reconocibles a todos, aunque el marco de referencia inmediata sean los límites del desierto y alguno que otro patio bajo el cielo de Arizona.









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