martes, 19 de agosto de 2014

JOSÉ ANTONIO SOFFIA [12.938]


José Antonio Soffia

José Antonio Soffia Argomedo (Santiago, Chile, 22 de septiembre de 1843 - Bogotá, Colombia, 10 de marzo de 1886) fue un poeta, político y diplomático chileno.

Hijo de Antonio Hilarión Soffia Escandón y de Josefa Argomedo y González, y nieto del patriota José Gregorio Argomedo, estudió en el Instituto Nacional y fue alumno particular de Andrés Bello. Se casó con Lastenia Soffia.

Fue uno de los principales representante del romanticismo literario en la lírica chilena, junto a poetas como Guillermo Blest Gana, Guillermo Matta y Eusebio Lillo. Su obra más recordada es el poema Las dos hermanas: Recuerdos del Magdalena, aparecido en el Papel Periódico Ilustrado en 1884, que posteriormente fue musicalizado y pasó a formar parte del cancionero popular de su país, donde fue más conocido como «Río, río».

Como político, de la corriente liberal, fue intendente de Aconcagua (1870), diputado suplente por Petorca (1873) y Osorno.

José Antonio Soffia Argomedo murió ejerciendo como ministro representante de Chile ante Colombia.

Algunas obras

Canto a O'Higgins: con motivo de la traslación de sus restos a Chile, 1869.
Poesías líricas, 1875.
Exequias del candidato popular, 1876: poesía satírica alusiva a la candidatura presidencial de Benjamín Vicuña Mackenna.
Hojas de otoño: poemas y poesías, 1878.
Romancero colombiano: homenaje a la memoria del Libertador Simón Bolívar en su primer Centenario, 1883.
Las dos hermanas: Recuerdos del Magdalena, 1884.




Desde cuando inició su carrera literaria, Soffia se sintió fuertemente inclinado al cultivo de la sátira, y en ese campo pronto se encontró al frente de sus adversarios políticos, entre los cuales figuró un periodista conservador, que daba a los moldes un periódico satírico con el título de La Noche, y que se llamaba Rómulo Mandiola. Allí se publicó un famoso soneto, que todos los contemporáneos atribuyeron a Soffia, en el que se hacía una semblanza del secretario de la Legación argentina en Santiago, Santiago Estrada, que parece padecía de cierto espíritu de exhibicionismo y no perdía oportunidad de hablar en ceremonias, actos públicos oficiales y otras festividades, y cuyo físico se caracterizaba por un lobanillo que le desfiguraba el rostro. El soneto de Soffia decía:




Santiago, ¿vas a hablar? ¡Oh, qué contento
nos vas a dar con tu charlante efluvio!
Pues eres de discursos un Vesubio
y charlando te crees en tu elemento.

¿De qué hablarás? ¿Del riel del pensamiento?
¿Del Andes colosal? ¿Del campo rubio?
¿De las famosas huascas del diluvio?
¿Del gran Tandil? ¿Del inmortal Sarmiento?

¡Escampa, oh caro, por piedad, escampa!
Ya es tiempo que a tu tierra a buscar mandes
el potro enamorado de la Pampa.

Móntate en él, a la Argentina vete,
y deja en la epidermis de los Andes
el huevo adicional de tu cachete.






CONTEMPLACIÓN

¡Mirad!, ¡qué hermosa la tarde,
entre nubes de arrebol,
de su atractivo hace alarde,
para detener al sol
que sobre las olas arde! ...

Envuelta en diáfanos velos
de ligerísimos tules,
aunque es reina de los cielos, 
se muestra llena de celos
entre sus pliegues azules; 

y en sus mejillas rosadas
que más belleza le dan, 
a la par que retratadas
sus ansias enamoradas,
se ven su pena y su afán ...

¿Por qué, si llena de amor
ella pasó el día entero
aguardando su favor,
él paga su amor sincero
con su abandono traidor?

¿Qué amada más dulce y suave
puede en el orbe encontrar? ..
Ella enamorado sabe
con los arrullos del ave,
de las auras y del mar;

ella el perfume le ofrece
de las delicadas flores
que el viento en sus tallos mece, 
y cuyo aroma parece
la expresión de sus amores;

ella le brinda ternura,
soledad, feliz sosiego, 
y esa llama de ventura
que hace arder el casto fuego
de una pasión dulce y pura ...

¡Sí, sí! ..., pero el sol esquivo
se va muy lejos, muy lejos,
despreciando su atractivo
que parece harto más vivo
dorado por sus reflejos ...

Al suspiro amante y triste
de la tarde no responde ...
Ella el desdén no resiste
y, al ver que el traidor se esconde,
de negro crespón se viste ...

Callan en la selva umbrosa
de las aves las querellas,
la luz se oculta medrosa 
y la desdeñada diosa
llora lágrimas de estrellas...

Pero, por ver el encanto
del que amargó su fortuna
y es origen de su llanto,
abre, entre su negro manto,
su pupila ..., ¡que es la Luna!







BLANCA

De blanco estaba vestida
cuando en el baile la vi,
blanca como una azucena,
rindiendo a galanes mil ...

De blanco estaba vestida
cuando en sus bodas la vi
su blanca mano de esposa
dar al hombre más feliz ...

De blanco estaba vestida
cuando ya muerta la vi ...
¡Pobre Blanca, que a los cielos
sus veinte años fue a cumplir! ...






RIQUEZA

En soberbio palacio el rico mora,
derrama el oro y pedrerías luce;
bello cristal las galas reproduce
de su regia mansión deslumbradora.

Mas la ambición su espíritu devora,
cada goce un tormento le produce
y es tedio su vivir, por más que aguce
sus lisonjas la turba aduladora.

¡El bardo es más feliz!... Sin otra sombra
que la que brinda el árbol, en el suelo
nada su mente ni su vista asombra.

Todo lo tiene: ¡el plácido arroyuelo
calma su sed, las flores son su alfombra,
su amigo Dios y su esperanza el cielo!






TRASMIGRACIÓN

Como en tu dulce amor tan sólo pienso,
siempre serán iguales mis canciones,
nacidas todas de ese amor inmenso
que arde en nuestros sensibles corazones.

Mi lira y mi cantar te pertenecen,
que es obra tuya cuanto yo concibo;
yesos cantos de amor que te entristecen
me los inspiras tú, yo los escribo.

Tú me devuelves la ilusión perdida
y das a mi alma inspiración secreta;
por ti busco la luz y amo la vida,
por ti pulso la lira del poeta.

Si la dulce armonía, hija del arte,
engrandece mi ser y lo transforma,
tú eres el centro de donde ella parte,
y yo el artista que le doy la forma.





ROCIO

El llanto del dolor es el rocío
que las flores del alma necesitan,
y gracias a ese riego, dueño mío, 
las flores de mi amor no se marchitan

En vano el viento del pesar se ensaña
contra las rosas de mi amor sincero:
¡siempre que en llanto el corazón se baña
recobra altivo su valor primero!

y aunque quieran el tiempo y la distancia
de mi alma separar tu imagen bella,
yo cada día con mayor constancia
tierno la adoro y me recreo en ella.

y tú, mi amor, que mi pesar conoces
y miras la aflicción que me devora,
¡al escuchar mis doloridas voces
si quieres un consuelo, también llora!

Llora y endulza tu dolor impío,
ya que hondos males sin cesar te agitan,
¡que el llanto del dolor es el rocío
que las flores del alma necesitan!






EN EL CAMPO

Grandiosa naturaleza,
yo adoro tu majestad,
que tu infinita belleza
sólo endulza la tristeza
de mi amarga soledad.

De las grandes poblaciones
aquí el bullicio no llega,
y bajo otras impresiones
a gratas meditaciones
el espíritu se entrega.

¡Oh!, ¡quién pudiera, apartado
por siempre en dichosa calma,
vivir aquí descuidado
en dulce paz entregado
a los placeres del alma!

No es en las grandes ciudades
que el vano orgullo edifica
do se aprenden las verdades:
¡el poder de Dios se explica
mejor en las soledades!

Que el dulce cantar del ave
y el aroma de las flores,
del río el murmurio suave,
¡todo ensalza al Dios que sabe
dar a todos sus favores!






EL POETA

Sólo merece en el suelo
el renombre de poeta
quien, derramando consuelo,
como un enviado del cielo
Dios, Patria y Amor respeta;

quien nunca al débil ofende
ni engaña a la juventud,
quien al desgraciado extiende
su noble mano y defiende
la inocencia y la virtud;

quien rechaza la perfidia
y sólo vive de amor,
quien por la justicia lidia,
quien no alimenta la envidia
ni da pábulo al rencor;

quien odiando al despotismo 
no adula al grande jamás;
quien es todo patriotismo,
quien se olvida de sí mismo
por amor a los demás;

quien adora en la mujer
un ángel de redención;
quien sabe el dolor vencer
y en la dicha y la aflicción
tiene por norma el deber;

quien lleva una vida austera
y el vicio combate audaz;
quien nunca medrar espera
por la adulación rastrera
ni la calumnia mordaz;

y no quien dobla la frente
bajo coyunda servil,
quien canta lo que no siente
y en torpe rima insolente
ensalza lo innoble y vil;

ni quien por ceñir se inquieta
fútil corona a su sien,
y la honradez no respeta:
¡que el poeta no es poeta
si no es un hombre de bien!





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