martes, 16 de diciembre de 2014

MATEO DÍAZ CHOZA [14.233] Poeta de Perú


Mateo Díaz Choza 

(Lima, Perú   1989) Estudió literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado Av. Palomo (2013) y ha sido coeditor de Recitales Ese puerto existe. Muestra poética (2010-2011) (2013). Está próximo a publicar Libro de la enfermedad, poemario que ganó el Concurso de Poesía - Juegos Florales de Barranco (2013), organizado por el Centro Cultural Juan Parra del Riego, la revista Caretas, la Embajada del Uruguay y la Municipalidad de Barranco.

Sobre la poesía de Mateo Díaz Choza:
Es otra de las voces más jóvenes de la poesía peruana. Publicó su primer poemario el año pasado, 2013, logrando en aquel mismo año ganar el Premio de los Juegos Florales de Barranco. En esencia, se trata de una poesía en la que se vislumbra una preocupación por lograr el uso de las expresiones precisas, por intentar dejar atrás las grandilocuencias y ocuparse en la elaboración de imágenes potentes que revisten temas diversos como la muerte, la religión, o la recurrente reflexión sobre personajes históricos bíblicos o paganos, usando generalmente un tono que, por momentos, se alza como un réquiem o un lied. [Mario Pera]



(Todos vuelven - Vals)

Todos vuelven
al lugar donde nacieron
y la tierra revuelta
espera henchida
como las grutas que se abren,
mientras que nosotros
antes del retorno
entonamos cánticos inaudibles,
ya sea en tus sacras paredes
y en el espesor de tus altares
o durante la ceremonia solitaria
           de dos personas 
           que se aman;

aunque ya intuíamos
                    (porque nunca 
                    se supo nada)
que el recorrido era
un enorme cuerpo 
en el que extremidades
se engullen y defecan,
un único cuerpo
torpe      inmenso      irremediable
que se devora a sí mismo
como un tambor que suena 
una y otra vez;

porque a ciertas horas
tus calles se asemejan
al terrible monstruo mitológico
de las cabezas y gusanos,
a ciertas horas aparece
la grotesca sonrisa de los 
geniecillos encorcetados,
a ciertas horas son tus cavidades 
un camino hosco 
e insondable,

porque en la hora incierta
no importa la ceguera de la tierra,
ni el agudo grito del ave
que sobrevuela,
ni siquiera los incestuosos 
espasmos que ocasionalmente
nos asedian,

en la hora incierta
                    todos vuelven,
pero el lecho nunca se cierra
y el susurro nos acompaña
como un río            
                    que creemos que ya no existe.

   



(Pregón de otro mundo)

… y cuando salía
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía
San Juan de la Cruz


Nudo, entraña rabiosa,
imagen moradora de
los bajos arrabales,
cuerpo sediento de tu
propia mendicidad,
hambre y lujuria entrelazadas
-bastarda juntura-,
víscera que gimes y derramas
tu sangre aceitosa sobre
la extensa tumba donde yace
el sexo mil veces mutilado,
                                 a ti, espíritu del bajofondo,
cuando en mí crece
tu marea sigilosa
y horadas de mi cuerpo oscuro 
la cueva desolada
y mi soledad asolada
es cada día más estrecha,
cuando implacable me arrojas 
en las calles balbucientes
y el agónico morar y el plañir
es el espejo de mi mente soledosa,
                                 entonces –arácnido en tus
                                 propias ansias carcomido-,
recuerdo aquella voz que lejana
pregonaba su lamento penetrante,
cuando exiliado de mí mismo erraba
en los campos de cemento extendido
y súbito me detuve entre el palomar
numeroso de gritos refractados,
entonces lo recuerdo –funesto
espectro que me asolas desde adentro-,
porque detrás suyo corrí y arrodillé
mis ojos implorantes, sedientos,
cuando atronó la tierra abierta
y el bullente mar inmarcesible-
en una exclamación inaudible, indecible-
y quedé como cuando solo secreto
                                               secreto
                                               secreto, 
ido, vahído, innombrado, de todo olvidado.





(Canto final – Landó)

Y la madrugada estalló
como una estatua
y era el festín de los cuerpos hacia afuera,
de la sangre que discurre dando vueltas
cuando el barro de las piernas se derrite
y los pasos son más cortos y apurados,
era la tierra que invadía las azoteas,
era el cuerpo nuevamente estremecido,
era tu llegada que abrasaba como un tambor,
como un tambor, landó landó

venías ataviada del tiempo dividido,
tus espejos eran los cuchillos con que mirabas,
donde el cuerpo siempre fragmentado
se reflejaba en el cadáver que nos iguala,

           pero venías ataviada del tiempo que se iba

en una distancia que nos crecía como las uñas y la muerte,
venías y para serte tenía que anegarme en el río oscuro
y doloroso de las líneas que se escriben, 

porque cuando venías,
ya no quedaba nada de mi cuerpo
ni de mi voz extraviada en la chilla de la muerte,
expulsado para siempre del abrigo del silencio,
condenado al asalto de los signos sucesivos,
solamente una mirada despedazada
que cargaba sus andrajos como pasos perdidos,

porque cuando viniste como una ofrenda,
una promesa de tiempo y muerte,
te quise más que mis ojos
y mi mundo
mi insuficiente mundo
ardió esplendido
abrasado por la tierra





Funeral

II

Respiro soledad asolada
entre el sol y la tierra revuelta,
los huesos y el horrísono estruendo;
entre el puente suspendido sobre
la nocturna chilla de las aves;
entre la muerte que se aposenta,
la oración y los mudos espasmos;
entre la vida y una bocina
que en vilo levantan mis entrañas;
entre la vida que me abraza,
fantasmas y ciegas prostitutas;
entre la vida resplandeciente
sobre mi cadáver exquisito;
entre dos silencios que conversan
la muerte   la vida     la vida   la muerte.

Respiro soledad asolada
solamente
                en mi mente sola.






Microcosmos

IV

Distancia que se aguza adentro
aguja que repuja
instancia que me muerde lento
aspiro o esperpento

distancia que se va testando
mientras solo respiro
solo transpiro
y secreto
secreto
secreto





Monólogo de Saúl

¿Quién pulsa y tañe el río
que nace de una cuerda yerta, el dulce
almíbar derramado sobre el cuenco
de mis oídos, y la pena oculta
de mi frente? ¿Quién pasma
la lágrima en su umbral, y da reposo
al negro día y a la blanca noche?
¿Quién hace tanta bulla, tan sublime,
que el bálsamo regala del olvido
y a la madera sabe enamorar
para que diga lo que fue vedado
desde siempre a los hombres?
¿Quién es el que me engaña y no suelta
las amarras que todavía atan
la barca a la ribera,
el agua a su orilla? ¿Cuáles manos
aprehenden el silencio,
mientras trinan sobre el rumor extraño
las voces ignorantes del sosiego?
¿Quién eres que si callas
en piedra y polvo truecas la floresta,
hiel el vino, cadalso la alborada,
ahora que mi dios me ha abandonado?






Cantos goliardos
(canciones a María Magdalena y otros réprobos o condenados)

I

El más simple de los oficios
es también el más antiguo
que practicaron los primeros
moradores de estos bosques.

Ser extensa playa
donde los cormoranes
                        tienden sus velámenes
después de la travesía
o cercano monte
que recibe en su seno
                        al ciervo herido.

Tal como el vino
                        en boca del llagado,
la miel sobre las plantas del descalzo:
María, deja tu tristeza
                        y acoge en tu templo
                        a los que claman por entrar.

No temas las piedras
                        que lancen los herejes,
en el fuego de tu cuerpo
agonizan las hogueras,
                        ni a la muerte si admira
el negro espejo de tus cabellos.

Antigua es la piedad que nos ofrendas:
si nuestro padre te expulsó de sus dominios
para castigarte;
el hijo, al cambiar los palos por las palmas,
                        nos enseñó a adorarte. 

(De Libro de la enfermedad, inédito)






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