martes, 17 de abril de 2012

6537.- NORMA PÉREZ MARTÍN


NORMA PÉREZ MARTÍN
(ARGENTINA)
Profesora y licenciada en Letras, egresó de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, casa en la que durante muchos ejerció la docencia y en la que obtuvo importantes distinciones a su labor. Esa contracción a la enseñanza fue siempre paralela a una acendrada vocación literaria que la ha convertida en una de las escritoras argentinas más reconocidas de las últimas décadas. Autora de catorce poemarios, dos novelas, numerosos cuentos y dos libros de ensayos que han tenido amplia repercusión académica: Testimonios autobiográficos de Horacio Quiroga, de 1997, y Escrito en América, del año siguiente, su profundo interés en temas latinoamericanos descuella, asimismo, en multitud de artículos publicados en su patria y en otros país del Continente. Es directora de la revista de integración cultural Francachela e integrante del Centro de Estudios de Narratología con sede en Buenos Aires. La editorial Vinciguerra publicó la totalidad de sus poemas en el volumen aparecido bajo el título de Poesía 1963-2003.


MISERIA

En la orilla descalza
tiembla el agua.
En el pozo gime la escarcha.
En la Villa Miseria llora el viento,
blasfema el sol,
la lluvia,
el alma.
En la torre del aire
miran los ángeles;
en el centro del mundo
sopla la muerte;
lleva un tricornio con borlas,
los niños le cantan detrás de sus harapos.
En la Villa,
la muerte se desnuda.
El agua se sacude.
El pozo se acurruca.
Los ángeles se duermen.
(de Me duelen las palabras, 1966.)


IX

Desde la fidelidad milenaria de sus ojos
los perros
saludan la tristeza del hombre.
Las mujeres
vislumbran en la mejilla de la tarde
una gota de miel.
Y en el último carrusel de la noche
asoman los animales desterrados
las figuras primogénitas
que lavaron sus pies
–promisorios altares para el sacrificio-
Los templos
quedaron profanados
por el descuido insensato
que no aprendió
las revelaciones
florecidas
en la fiesta sagrada de la luna.

(de Animal desterrado, 1962.)


IX

El viejo olor de las maderas
de mi infancia
levanta en mis nocturnos ojos
el cáliz de la risa,
como pellizco de sol
en los cristales minúsculos
del ventanal destruido.
El olor del jazmín
atraviesa el polen
y se atreve,
hoy,
por el camino de la derrota impertinente,
a convertirme
en buhonero audaz
que puso un mástil de humo
en el palo mayor
de su locura.

(de Monólogos del ciego, 1975.)


XVI

Soy el mendigo;
el hermano
el pordiosero de platos encendidos
que postula un lugar en el mundo.
Yo, el de los párpados cóncavos
a quien Tiresias ofreció
su destino,
para seguir andando
con los mismos ardores
para escuchar los truenos
del linaje maldito
y reencontrar enigmas
entre las gruesas sombras.
Soy el vidente caduco
el profeta leproso
que resuelve distancias
con bastones en vuelo.

(de Monólogos del ciego, 1975.)


EL POZO

Si alguien pregunta
el porqué del vacío,
y adónde guardaré los ojos
cuando todo esté lejos,
responderé:
no tengo otros sitio mejor
para mi vértigo
que el pozo triangular
de este silencio

(de La sed en el pozo, 1967.)

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