sábado, 21 de junio de 2014

MARCIAL CABRERA GUERRA [11.976]


Marcial Cabrera Guerra

(1871-1914)
Marcial Cabrera Guerra fue poeta, periodista, editor y crítico. Nació en Talca en 1871, ciudad en la que, joven aún, dio sus primeros pasos en la poesía y, luego, en el periodismo incendiario que caracterizó la carrera que desarrolló en Santiago. En 1895 encabezó la sección noticiosa del órgano radical; algunos años más tarde comenzó a colaborar en diarios como La Ley. En esta publicación, caracterizada por el liberalismo ateo, Marcial Cabrera realizó una tarea de crítica y de satirización de las costumbres y prácticas de la sociedad chilena, apuntando sus dardos hacia los órganos conservadores. Además, entre 1898 y 1899, se hizo cargo de un suplemento literario que publicaba este diario, llamado Anexo dominical, al que contribuyó como poeta, crítico y, especialmente, como editor de literatura de la época.

Tanto Virgilio Figueroa (Diccionario histórico biográfico y bibliográfico de Chile, tomo II, 1925-1931, p. 308), como Julio Molina Núñez (Selva lírica: estudio sobre poetas chilenos, 1917, p. 411-412) afirman que su mayor contribución a la cultura nacional fue la revista Pluma y Lápiz, donde volcó su visión crítica hacia los sucesos de la actualidad bajo el seudónimo «Jean Guerrette» y encauzó sus intereses literarios. Guerrette abrió camino a varios escritores de su tiempo y su iniciativa resultó decisiva para el surgimiento de una generación que renovó la poesía chilena: «La casa San Carlos 639 era el hogar de Guerrette y el hogar de la revista. Guerrete era simpático y tenía talento. Había en él cierto magnetismo que atraía al seno de su bohemia a los intelectuales jóvenes de aquella época. En San Carlos 639 se reunían, charlaban, leían versos, preparaban el material del semanario» (Molina Núñez, julio. Op. cit., p. 411). Escritores jóvenes como Víctor Domingo Silva, Jorge González, Ricardo Prieto, Osvaldo Palominos, César Muñoz Llosa, Manuel Magallanes Moure, Pedro Emilio Gil, Jorge Prieto Lastarria y Santiago Pulgar, entre otros, acudieron a él en busca de una salida literaria a sus escritos. «Cabrera Guerra, ante todo, estimulaba, enseñaba los nuevos rumbos, las orientaciones futuras. A través de sus impresiones artísticas soplaban ráfagas del aire azul de Francia» (ibíd.).


La revista Pluma y lápiz fue también su último aporte a la sociedad chilena: «Le sirvió de antesala a su locura y a su muerte» (Figueroa, Virgilio, op. cit., p. 309). Luego de vivir una vida bohemia y sibarita, un problema neuronal lo obligó a recluirse en una casa de salud, donde encontró la muerte en 1914.




PERFIL DE MUJER

Ella era así. Tenía
el supremo poder de la belleza,
que prosterna a porfía
cuanto palpita en ti, ¡naturaleza!

Desde el altivo trono
de su soberbia de mujer hermosa,
recibía, en irónico abandono,
la ofrenda del mortal para la Diosa.

No era la de ella la belleza fátua
de la mujer sin expresión y seca,
de la mujer estatua
y la mujer muñeca.

Ella era carne viva y palpitante
bajo el ansia intuitiva del deseo,
virginidad en flor exuberante,
para entreabrirse al sol del gineceo

Sobre su frente pálida y extensa
había irradiaciones de alboradas;
y entre los rizos de su negra trenza
la atracción de las sombras encantadas.

Habìa en su pupila soñadora
algo del llamamiento, algo del ruego;
y en sus labios vibraba la sonora
mùsica de los òsculos de fuego.

Cuando marchaba la gentil coqueta
con su porte triunfal de soberana,
¡estrangulaba el pálido poeta
en la garganta el vítor y el hosanna!

Para aquella mujer todo era poco;
ninguno digno de besar su huella.
Y el trágico poeta, vuelto loco,
la vió, la quiso, y se mató por ella.





EL HIMNO DEL MARTILLO 

Yo amo el himno de notas armónicas 
que el martillo del yunque en la fragua 
con compás uniforme modula 
sobre el trozo de hierro hecho ascua: 
es un himno bañado de chispas, 
y el más viejo de todos los himnos; 
desde el día del hombre primero 
lo oyen siglos y siglos y siglos.
Yo amo el himno de notas robustas  
con que el combo del roto nervudo 
labra un lecho a los rieles bruñidos 
en la cima del Andes abrupto:
es un himno cuya arpa es la piedra, 
que se canta entre nubes y nieves, 
cuyo acorde en la cima brumosa 
la agria roca repite y devuelve. 
Yo amo el himno de notas metálicas
que el martillo con golpes veloces 
les arranca a las planchas de acero 
en la cumbre de eiffélicas torres: 
es un himno que brota en el éter 
y desciende vibrante a la tierra, 
entonando a través del espacio 
el hosanna del arte y la ciencia. 
Yo amo el himno de notas iguales 
y de ritmo monótono y seco 
con que suena el sutil martinete 
en la mAquina audaz del telégrafo; 
es un himno de una arpa unicorde 
en que se hablan las razas distantes 
con la eléctrica lengua que vuela 
por las ondas del agua o el aire. 
Los poetas de lira averiada
hagan himnos de acentos silábicos 
y en seguida los echen al album 
o los griten de frac ante el piano. 
iOh, martillo, prefiero tus himnos 
porque en ellos tú pones un alma: 
y en el yunque, en la cumbre, en el éter 
y en el hilo de alambre, tii el triunfo 
del cerebro o del músculo cantas!






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