jueves, 16 de octubre de 2014

JÓSBEL CARABALLO LOBO [13.692]


Jósbel Caraballo Lobo 

(La Guaira, Venezuela 1987).  Ingeniero de Sistemas, poeta, actor. Algunos de sus textos han sido publicados en la revista Estelas, del Grupo Literario Nosotros, y en la antología Poetas de Vargas, Tomo I, editado por la Alcaldía del Municipio Vargas (2008). Ganador del Primer Premio de Poesía Juan José Breca (Vargas, 2011) con el poemario En la hendidura. Se encuentran inéditas las páginas de Zona en reclamación, Entre tu boca y la palabra, Mientras mayo te acaricie, A la sombra de las puertas, El olor de otras palabras, Febrero.





AHORA volveremos a la playa
a confundir nuestras cenizas con la arena

Mayo se deshace en nuestras manos
y no podremos resguardarlo
entre las sábanas

Aquel puente donde moría la escritura
vuelve a encontrarse
con tu sed
de ramas insondables

Cuando llenabas de acuarela mi corazón
eran tus pasos
el poema que ahora nos relata
y la distancia entre tu pelo
y este mar.



LA MÁSCARA y la ceniza
despiertan con el fuego del puñal

Iban los días calando
en la memoria de los impostores
mientras inventaban la pared

Sólo sus letras adormecidas
advirtieron el fin de la guerra
y hallaron el escondite

Entonces, el nacimiento de la penumbra

Sus huellas siguen haciendo nudos
en las manos del poeta.



I

Comenzaba a tejer olores
aquel umbral
mientras Adán
soñaba con la lluvia.


II

Aquel olor
de umbrales en mi cuerpo
como el insomnio de Adán
soñado por la lluvia.





LA PRIMERA omisión

¿El jadeo en el vientre de la madera?
¿La maldición, el aullido de los metales?

¿El viento que se abría y cerraba
a los cuerpos que desataban acercamientos?

¿Una silueta, que en el regreso
jamás desvanecería?





CUANDO la boca se niega ante el disparo
y desconoce la noche

mira en desconsuelo
cuelga el espejo y los teléfonos
sobre animales pasados

no se encumbra ante el sol bajo su ropa

anda despacio sobre la mar
desnuda la sal
inventa cometas sobre las palmas
sonríe al pescador de embriaguez
y de olas

sabe que el miedo hiende los huesos

Cuando la boca se niega ante la voz
es también una puerta.






EL INCENDIO, ha cesado la mañana que invocaba
horas escritas con mucho vuelo
con el temor de páginas transitadas por el frío
y por tu lágrima

No sé si dormirán las llamas
en las fronteras de los primeros olores
con el ombligo de este día

Las aves agotan la algarabía de los niños
para nadar hasta el desierto sin extraviarse

Quizás, huya hacia la tarde
de esta maldición de concreto

Si vuelves, para intentarme transitar con tus raíces
búscame en la luz
habré vaciado el polvo de tus edades
para esperarte.



A Gaba

ABANDONÉ tu melodía para agotarme en el peso de mi país

Esta mañana has partido con una profecía que anunció la muerte del soldado y mis sábanas sintieron sin tu presencia que la moneda rompería su sombra
que había que construir un abismo propio, único, para imitar todos los días aquella voz que tras su escaño tiembla su aliento de funeral

Hay que saltar a la niñez con una espada, correr tras la bolsa que se lleva el nombre de la patria y desmejora el cesto de la basura

Debo decir que no hubo tarde en que no quise verte salir de mi habitación, dejando atrás el humo que salvaría la paz de mi pecho
que sembraría tu visión de viejas olas, bajo mi rostro cansado

Has vuelto al centro de tu humedad y mientras subes al colectivo, lleno de horas y ebriedades
no hay lugar en este pueblo donde no se escuche que el mercado se sentirá más frío, más solo
que en tus párpados, mi recuerdo sembrará un nombre en la espera de otro viernes en desaparición.






SOLTÉ la copa

Era incesante la caída de mis utopías en aquel desvencijar de la memoria

Solté lo que debimos ser en el quebranto
mordidos por el eco de mi padre, buscando los escombros de sus manos sobre mis hombros

Subí entre versos a la ebriedad más clara, por no reconocer la mirada de aquel niño que penetró la mar en las espaldas de un soldado

En las montañas, dormían mis desasosiegos

Los animales que tejían la ficción de mi hogar incendiado en letras,
soltaron sus copas, sudando lo que dejé de ser en aquellas horas

En el callejón más íntimo de las sonrisas de mis viejos amigos, quedó un juguete bailando al ritmo del abrazo entre las olas

Los meses se fueron alojando en las botellas
Supe de vértigos: mis teclas soplaron el vapor de la noche
Conocí la sal.






AHORA que llueve sobre el techo donde mi madre hizo la luz de mis cenizas, una guitarra sonríe
hace quimera el tiempo de los abrigos
la voz del frío, que nos abraza en la melodía de otras memorias

En esta ciudad, el calor imita los pasos de mi último adiós
tras los asaltos que me harán desdibujar tus calles, el incendio de los viejos amigos y aquellas manos

que olvidé.






EN EL SILENCIO de la lejanía, hay un árbol que a las seis de la mañana silba tu olor

Mientras camino una nostalgia que no comprenderías, ríen bosques de paredes agrietadas
tú caminas hacia las aulas donde un día te miré, cansado de aquel rostro sin ti

Ahora que mi voz reposa sobre los hombros de otra ciudad
has dejado de palpitar bajo este ritmo, y en otras olas descansas mi olor

Aún así, miro las teclas que siguen hablándome en tu lengua, sin unas manos que te busquen a ciegas
sin una calma que repare el incendio.





ANTES de respirar por última vez la incertidumbre de aquel año a punto de morir
dejé nadar en una frase, los vapores que enmudecieron en mayo
la costumbre que dejamos de fumar tras tu muerte
configurando la inquietud de una multitud desatada en las voces de mi memoria

¿Cómo acallé la costumbre que seguía inundando mis raíces?
La vejez andaba enredada en el olor de otras palabras

Habían dejado de recorrerse entre sí, los trenes donde reposabas tu último viaje

Había abandonado mi cuerpo, para volver a ser aquella tarde que moría en mi infancia
aquel hombre que en horas bisiestas
dejó de latir en ti.





EN UNA ESQUINA, llueve el poeta
y no sabe presenciar esa distancia en la que el fondo
no es el mar

Su pecho, combate la escasez
que hace llover un temporal de ceniza
(hacia adentro
donde los árboles se pierden entre muros)

El poeta, quiere vaciar la calma
que las balas confunden con la noche

Vive su angustia
en la leyenda de aquel niño que sembró su propia voz
camino de la guerra

Esta mañana, el miedo de su lápiz pronunció una maldición
y reventó la sal que lo amarraba a la muerte
venciendo su propio grito de paredes desgastadas

inoculando en las páginas del enemigo
su nombre de funeral.

http://lospoetasdelcinco.blogspot.com.es/





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