viernes, 16 de octubre de 2015

IMRU'L QAYS [17.237]


Imru'l Qays

Imru' al-Qays ibn Hujr (árabe: إمرؤ القيس ابن حجر الكندي) (fl. primera mitad del siglo VI), cuyo nombre podría traducirse como “esclavo de Qays”, siendo Qays una divinidad local masculina de la región de Hegra (Medain-Salih) que se encargaba de la conservación de archivos legales, fue el poeta preislámico más conocido y autor de la primera Mu'allaqa o poema colgado, en alusión a aquellas casidas que en la etapa de la poesía árabe oral, gozaban del honor de ser escritas para su permanencia en letras de oro y pender en el recinto de la Kaaba por haber vencido en la célebre competición poética de Ukaz.

Biografía

La vida de Imru' al-Qays ibn Hujr está rodeada de misterio y su biografía se ha narrado con muchas variantes y siempre se ha rodeado de circunstancias legendarias y extraordinarios acontecimientos. Nació en Kinda, en pleno corazón de Arabia, siendo el hijo más joven de Hujr, rey de la tribu Kinda, éste resultaría ser el último rey de los Kinda. Gracias a esa circunstancia pudo dedicar su juventud a una vida licenciosa, aficionándose a la poesía, al placer, al vino y a las mujeres. Esta vida y su afición a componer poesía erótica llevaron a su padre a expulsarlo dos veces de la tribu, convirtiéndolo en un simple vagabundo, que mientras vagaba por el desierto se dedicaba a la caza, a beber y a la composición de canciones.

Bajo el dominio de los kinda, que se extendía por gran parte de Arabia, estaban los Banu Asad, un clan beduino de Kufa perteneciente a la tribu de los Quraish. A este clan pertenecería posteriormente Hadrat Khadijah, la primera esposa del profeta. Este clan de los banu Asad llegó a rebelarse contra el poder de los Kindah y Hujr, padre de Imru' al-Qays fue asesinado por los rebeldes. 'Abid ibn al-Abras, autor de otra Mu'allaqa (en la que compara a la yegua con el águila precipitándose hacia una presa), llegó a vanagloriarse de ser el autor material del asesinato del padre de Imru' al-Qays.

Tras la muerte de su padre huyó de los territorios de los Kindah y juró dedicar su vida a vengar a su padre y a recuperar el poder perdido por el clan. Recorrió prácticamente toda la Península Arábiga en busca de aliados para su empresa, solicitó ayuda a otras tribus, aunque tuvo escaso éxito. Este vagabundeo por Arabia le valió el sobrenombre de al-Malik al-dillil, el Rey errante. Al llegar a las fronteras de los lajmíes fue expulsado de manera muy poco amistosa por al-Mundhir, rey de al-Hira, que mató a la mayoría de sus seguidores. Tras la derrota se vio obligado a refugiarse en el castillo de al-Ablak, cerca del oasis de Tayma', bajo la protección de al-Samaw'al. Éste posiblemente judío y que también se dedicaba a la poesía, con un talento notablemente inferior al de Imru' al-Qays, lo acogió en su castillo con gran hospitalidad. Cuando Imru' al-Qays abandonó el castillo de al-Samaw'la dejó a su cuidado a su prima y su hija, e incluso su valiosa armadura y el resto del legado de su padre. Al-Samaw'la tuvo la ocasión de demostrar su gran lealtad hacia Qays cuando un ejército lajmí asedió su fortaleza para conseguir las pertenencias del poeta, al-Samaw'la se negó a entregarlas a pesar de que los de al-Hira tenían a uno de sus hijos como rehén, prefirió ver morir a su hijo ante sus propios ojos a traicionar a su amigo. Su tenacidad en la defensa hizo retirarse a los enemigos del poeta. Este gran sacrificio lo hizo ser considerado un tópico en cuanto a lealtad.

Viaje a Constantinopla y muerte

La falta de apoyos en la Península Arábiga lo llevó a solicitar ayuda del exterior para combatir a sus hermanos árabes, lo que no estaba bien visto en la sociedad de la época. Esta ayuda provenía de Justiniano, emperador de Bizancio, al que visitó en su corte de Constantinopla. El emperador lo recibió muy bien, probablemente porque ya había tenido tratos con su padre, lo había nombrado gobernador de Palestina antes de su ascenso a la monarquía de los Kindah. Le ofreció a Imru' al-Qays el anterior cargo de su padre y lo aceptó en su corte como un noble más. Se dice que la hija del emperador se enamoró de él, y que los escarceos amorosos entre su hija y el poeta provocaron la ira de Justiniano, lo convenció para que volviera a Arabia a vengar a su padre y lo obsequió con una “camisa de Nessus”, una capa envenenada, que le provocó la muerte el año 550 cerca de Angora. La leyenda dice que cuando se puso la capa se le empezó a caer la carne, viendo que iba a morir se bajó del caballo decidido a cavar su propia tumba, pero la casualidad quiso que muy cerca de donde estaba encontrara la tumba de una mujer. Entonces decidió introducir su cuerpo en la misma fosa, y justo antes de morir le dedicó unos versos a la que iba a ser su compañera en la muerte. De esta muerte horrible se deriva su otro apodo, Dhu al-Quruh “El hombre cubierto de úlceras”.


Imru-l-Qays: Mu’allaqat

      Imru-l-Qays, امرؤالقيس, está considerado desde hace siglos el representante más importante de la poesía árabe preislámica. Su obra es sinónimo de perfección, elegancia y pureza y, de hecho, le ha valido el sobrenombre honorario de “Príncipe de los Poetas”. Hijo del rey de Kinda, se dedicó a una vida de placeres y derroches hasta el momento en que su padre fue asesinado y él quedó despojado de su herencia. Fue entonces cuando renunció a toda una vida de comodidad, marchándose hacia el desierto en busca de venganza. Durante esta etapa ganó fama y comenzó a ser seguido por muchos beduinos y guerreros. Tras cumplir su venganza, Justiniano lo nombró filarca de Palestina, pero unos años después sería asesinado por orden expresa del mismo emperador.

El término Mu’allaqat significa “colgadas” y hace referencia a la costumbre de colgar los poemas ganadores de certámenes y justas literarias del velo del templo de la Kaaba, en La Meca. Todas pertenecen a la época preislámica y fueron recogidas en compilaciones hechas dos o tres siglos más tarde por estudiosos de este periodo. El fragmento que os presentamos hoy corresponde a los primeros veinte versos de la primera de las casidas recogidas en la compilación de Hammad al-Rawiyya.

MU’ALLAQAT (I)
[fragmento]

Mu'allaqat
Mu'allaqat (II) 

“¡Deteneos!, y lloremos el recuerdo de una amante, de su campamento,
allí, en el horizonte del arenal donde las arenas ondulantes, entre Dajul y Yaumal,
entre Tudih y Miqrat, cuyas trazas no han sucumbido
urdidas por Shamal y Yanub,
se ve el estiércol de gacela blanca en el llano
y la planicie como si fuese grano de pimienta.”
Al alba de la separación, el día de la marcha, iba yo
por las acacias de mi tierra como machacando el grano de la tuera.
Mis guerreros se detuvieron ante mí,
me encomendaron sus palabras: ¡no perezcas por el dolor, muestra tu valor!”.
Mas para sanar nada como las lágrimas derramadas,
pues, ¿acaso hay consuelo en las ruinas ininteligibles del amor?
Tal como solía hacer con Umm al-Huwarith
y con su vecina, Umm al-Ribab, la masalí,
que cuando se erguían emanaban almizcle
y el soplo de levante llevaba con él el aroma del clavo,
ahí las lágrimas apasionadamente afloraban de mis ojos,
desde mi garganta hasta mojar mi fuerte tahalí,
¡qué plácidos días tuve de ellas,
principalmente, los de Darat Yulyul!
El día que sacrifiqué mi montura para las doncellas,
qué maravilla de albarda la que dañé,
y ellas lanzábanse la carne
y la grasa, cual seda enlazada.
El que entré al palanquín, al palanquín de mi Unayza
me dijo: “¡sobre ti la desdicha! pues me harás ir a pie”,
mientras lo decía bajo nosotros la montura se escoraba,
“tú has herido a mi camella; baja, Imru-l-Qays”.
Entonces le dije: “Camina, suelta las riendas
y no me alejes de tu fruto ya servido,
que como a otras antes que a ti, he ido en su encuentro al crepúsculo, y embarazadas o amamantando
las he distraído de sus primerizos con amuletos
y cuando lloraban tras ellos se giraba una parte,
pues la de abajo no se tornaba y por mí vibraba”.

   Arabia preislámica (Siglo VI de nuestra era)
   Versión de A.F.
https://sevencrossways.wordpress.com/2014/02/page/2/




1

Errar

He recorrido tantos horizontes
Que me contentaría con el botín del retorno



Prefiero la cansada noche del hombre proscrito
Que noches de sosiego.


3

Temible arma

La herida que provoca la lengua es como la que la mano provoca.


4

Aroma

¿No ves que siempre que la solicito,
Hallo en ella aroma aun sin haber perfume?
Fulgor
Amigo, ¿conoces un relámpago
A cuyo resplandor quedes reflejado
Como en el brillo de las manos bajo la nube coronada?


5

Lo que queda

Cuánto certero golpe de sable,
Cuánto párpado pasmado,
Cuánta qasîda escogida
Serán hueros mañana.

Josefina Veglison Elías de Molins, La poesía árabe clásica, Hiperión, Madrid, 2009.



La poesía pre-islámica o al estilo de los antiguos

Por  M.ª Jesús Rubiera Mata

La poesía pre-islámica reflejaba los sentimientos -es siempre lírica- del árabe beduino, nómada, pastor de camellos, en un medio físico hostil, con los rígidos códigos tribales que le permiten sobrevivir al conservar un mínimo equilibrio con su medio. El sentimiento amoroso se manifiesta natural, sin sofisticaciones, reflejando unas relaciones entre los sexos bastante libres, en comparación con la sociedad islámica posterior. Puede ilustrar estas afirmaciones una historia o jábar, que explica cómo el poeta pre-islámico Imru-l-Qays compuso su más célebre casida. Nos lo relata un autor andalusí, Ibn ‘Abd Rabbih13, poniéndolo en boca del poeta del siglo VIII, al-Farazdaq:

Me contó mi abuelo, cuando yo era un joven estudiante del Corán, que Imru-l-Qays se había enamorado de su prima paterna, ‘Unayza, y que la había pedido en matrimonio, pero no la vio hasta el día que ocurrió el suceso de la charca llamada Dārat  GrafíaulGrafíaul. Esto es que la tribu se había puesto en camino, los hombres delante, las mujeres y los criados detrás, con los fardos. Imru-l-Qays los siguió, dejando pasar a los hombres escondido entre las dunas, hasta que pasaron las mujeres, entre las que iba ‘Unaiza.

Al pasar por la charca, las mujeres dijeron: «Vamos a desmontar y nos bañamos en esta charca para que se nos vaya un poco el calor». Así lo hicieron y, tras alejar a los esclavos, se desnudaron y se metieron en la charca. Entonces salió Imru-l-Qays, cogió sus vestidos, hizo un montón con ellos y se sentó encima, diciendo: «¡Por Dios! No le daré a ninguna de vosotras su vestido hasta que salga desnuda a recogerlo!» Ellas se negaron a hacerlo, pero como fueron avanzando las horas y vieron que él no se los daba, fueron saliendo todas, menos ‘Uzayna, que le suplicó que le diese su vestido y como él siguió negándose, salió finalmente y él la vio, por delante y por detrás.

Las muchachas le dijeron entonces: «Nos has fastidiado y retrasado. Ahora estamos muertas de hambre», y les contestó: «No tengo otra cosa que daros que mi camella. ¿Os la comeríais?» Ellas dijeron que sí y él desenvainó su espada, desjarretó, degolló y desolló al animal, mientras los criados recogían leña y hacían un gran fuego. Despedazaron a la camella y la asaron a las brasas. Todas comieron con él y bebieron de un vino que traía. Las sobras fueron para los criados.

Cuando llegó la hora de partir, una de las mujeres dijo a Inru-l-Qays: «Yo llevaré tu silla», y otra: «Yo te llevaré los arreos», y así se repartieron sus objetos y equipaje. Sólo quedó ‘Uzayna sin llevar nada e Imru-l-Qays le dijo: «Tú me llevarás a mí, porque no tengo montura», y le subió delante de la giba de su camello. Desde allí, se inclinó hacia ella, metió la cabeza en su palanquín y la besó. Al intentar evitarle, la giba se torció y ella le gritó: «¡Has herido a mi camello!», y él recitó:

El día que desjarreté mi montura a las doncellas
¡qué maravillosamente fueron transportados mis arreos!
Las doncellas se lanzaban a la carne y a la brasa,
como si fuesen flecos de trenzada seda.
Fue el día que entré en el palanquín de ‘Uzayna
y dijo: «¡Mal haya contigo! Tendrás que ir a pie»
Cuando se inclinaba la base del palanquín, con nosotros,
decía: «¡Has herido a mi camello, apéate!»
Mas le dije: «¡Vamos, suelta las riendas y no me impidas
recoger tan interesante cosecha!»


Este relato ilustra además uno de los mecanismos de creación de la literatura árabe: la creación de un jábar o historia que explica la ocasión y motivo por el que se compuso un poema -curiosamente en la poesía provenzal hay también estas explicaciones que se llaman «razón»  y es una coincidencia más entre las dos líricas-. Estos jábar van configurando las biografías de los poetas pre-islámicos, de dudosa autenticidad histórica, hasta que se convierten en arquetipos: así, Imru-l-Qays será el príncipe hedonista, ‘Antara, el caballero por antonomasia, al-Sama‘wal, la lealtad, etc., y los filólogos les atribuirán los poemas anónimos que corresponden a su personalidad. Los poemas, noticias, personajes y escenarios de la poesía pre-islámica constituyen la mitología literaria del mundo arabigomusulmán de la Edad Media y también el modelo humanístico de la arabicidad frente al modelo religioso del Islam, aunque Mahoma reúna ambos modelos en su persona.

A pesar de ello, es evidente que este modelo literario y estético beduino se adaptará mal a la sociedad post-islámica convertida en una auténtica civilización que, como su nombre indica, será urbana y no beduina. Aunque la casida conservará su forma a lo largo de toda la Edad Media, sufrirá también continuas evoluciones especialmente en su contenido para servir de vehículo a los poetas de un medio cultural muy diferente al de los pastores de camellos de las altiplanicies arábigas.

Sin embargo, la casida beduina conserva sus características en la época mahomética y del emirato omeya, hecha excepción la poesía del Hiŷāz, de la que hablaremos a continuación. Como consecuencia, esta poesía pre-islámica, al estilo antiguo, llega a resonar en el al-Andalus conquistado por los musulmanes a principios del siglo VIII.





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