lunes, 13 de octubre de 2014

JOSÉ ARNALDO MÁRQUEZ [13.641]


José Arnaldo Márquez

José Arnaldo Márquez, (Lima, Perú, 12 de enero de 1832 – Lima, 5 de diciembre de 1903) fue un poeta, dramaturgo, ensayista, maestro, periodista, traductor, diplomático, militar y viajero peruano. También se le recuerda como inventor de una máquina para componer matrices tipográficas, precursora de la linotipia. Representante de la poesía romántica peruana en su vertiente filosófica y social, junto con Luis Benjamín Cisneros. Supo armonizar el sentimiento individualista romántico con las inquietudes humanitarias de su tiempo y una adhesión a los ideales socialistas, siendo el primer poeta peruano con preocupación social. Tratado injusta y despectivamente por el crítico peruano José de la Riva-Agüero y Osma, su vida y obra fue olvidada y actualmente su nombre solo se evoca en ciertas calles y avenidas de algunos distritos de Lima, como el de Jesús María.

Sus hermanos Luis Enrique Márquez (1846-1888) y Manuela Antonia Márquez (1844-1890) fueron también literatos.

Sus padres fueron José Ambrosio Márquez y Jerónima Cecilia García. Estudió en el Convictorio de San Carlos, donde destacó. Todavía alumno, dio al estreno su propias piezas dramáticas, tituladas La bandera de Ayacucho, Pablo o La familia del mendigo (1849) y La cartera del ministro, cuyos los diálogos líricos fueron muy celebrados, mas no así su juego escénico, que era muy modesto. Además, editó el semanario La Semana (que llegó a los 10 números: del 17 de septiembre al 6 de diciembre de 1851).

Luego se enroló en el ejército, destacando hasta ser ascendido a sargento mayor de infantería y nombrado segundo ayudante del Estado Mayor General (1854). Llegó a ser secretario del presidente José Rufino Echenique, pero tras el derrocamiento de este, luego de su derrota en la batalla de La Palma (5 de enero de 1855), pasó al destierro a Chile, poniendo así fin a su carrera militar. Desahogó aquel revés escribiendo el poema La Ramoniada, sátira contra el general Ramón Castilla, el triunfador de la guerra civil y nuevo Presidente del Perú. Pero pronto se benefició con una amnistía dada por el mismo Castilla.

Tras permanecer brevemente en Lima, viajó a los Estados Unidos en 1857, para ejercer el consulado en San Francisco y otras ciudades de la unión americana.

En 1864, al vislumbrarse la amenaza española hacia los países de la costa sur del Pacífico americano, Márquez, por propia decisión y sin la autorización de su gobierno, mandó construir en Nueva York dos barcos de guerra para implementar la flota de guerra de su país. Sin embargo, fue desautorizada por el gobierno de Juan Antonio Pezet y relevado de su función consular.

Retornó a Lima, donde el nuevo gobierno encabezado por el coronel Mariano Ignacio Prado lo nombró oficial primero del Ministerio de Gobierno. Simultáneamente editó la revista El Cosmorama, labor que interrumpió al ser nombrado cónsul general en Nueva York (13 de mayo de 1867). Fue en esta ocasión cuando le tocó intervenir en los trámites de la adquisición de dos monitores de navegación fluvial para la escuadra peruana, que fueron bautizados como Manco Cápac y Atahualpa.

De regreso a Lima, trajo muchas mercaderías que puso a la venta, así como un teatro portátil (1870). Sin duda le debió haber ido bien en tales negocios, pues nuevamente se trasladó a Nueva York para continuarlos. Contando con el auspicio del gobierno de Manuel Pardo, publicó allí el periódico El Educador Popular (110 números, del 15 de mayo de 1873 al 30 de noviembre de 1877), desde donde divulgó las aplicaciones prácticas de las ciencias modernas.

Por aquellos años, se dedicó con empeño en un proyecto de una máquina para componer matrices tipográficas, a fin de reemplazar el anticuado sistema de la composición por tipos o letras individuales, que databa del siglo XV. Desplegando mucho tiempo, así como recursos económicos a raudales, puso en práctica su invento, claro antecedente de la linotipia. Retornó a Lima e hizo una demostración pública, el 16 de noviembre de 1878. Entre los espectadores se hallaba Manuel Pardo, entonces presidente del Congreso, que le ofreció su apoyo, convencido de lo revolucionario de tal invento, pero fatalmente cayó asesinado poco después. El estallido de la guerra con Chile frustró también una última posibilidad de que el gobierno peruano apoyara su invención. Por lo demás, faltaba hacer muchas mejoras para perfeccionar su máquina. Decidió entonces viajar a Europa y patentó su máquina en Inglaterra y Francia, esperanzado en interesar a los industriales de esos países; pero sus planos le fueron robados y tuvo que rehacer una y otra vez su invención. Agotados todos sus recursos tras buscar una perfección inalcanzable, Márquez cayó en la miseria, y así lo encontró el escritor argentino Martín García Merou, quien cuenta que con algunos amigos vio aquella máquina de componer, arrumada en un sucio corralón:

…tenía un vago parecido con las máquinas de escribir norteamericanas… para componer se daba vuelta a un manubrio que giraba alrededor de dos alfabetos circulares, colocados perpendicularmente. La letra señalada en cada alfabeto iba a incrustarse en una matriz que hacía efecto de componedor y de cliché para estereotipia. La composición de la pasta maleable de la matriz era también uno de los secretos de Márquez.1
Márquez atribuyó su fracaso a la pérdida de algunas piezas que debió refundir cuando sus recursos ya se habían agotado; lo cierto es que no logró convencer a nadie de la viabilidad de su invento. El mérito de la invención de la linotipia quedó reservado para el alemán Ottmar Mergenthaler, quien la patentó en 1886.

Márquez estuvo también en España, donde hizo y publicó traducciones de Shakespeare; luego se dirigió a Chile (1886), donde formó parte de la redacción del diario La libertad electoral, y desde Santiago redactó el diario El colono de Angol, ciudad de Araucania. Después pasó a Argentina, donde ejerció la docencia. Aquejado por la nostalgia hacia su patria, retornó a Lima el 2 de abril de 1891.

No obstante, se alejó nuevamente del Perú y viajó a Argentina. Fue profesor en la Escuela Normal de Santa Fe (1896), para cuya biblioteca solicitó el envío de libros peruanos; y, ya próximo a la ceguera, retornó definitivamente a Lima para pasar sus últimos días. Colaboró entonces en forma asidua en el diario El Comercio.

Sus últimos días transcurrieron en el Hotel Central, de la calle Palacio, en Lima. Falleció en medio de la pobreza. Una versión familiar cuenta que uno de sus hijos trabajó como linotipista en una imprenta de Valparaíso, ganando apenas para el sustento.

Obras literarias

Su obra literaria fue amplia y versátil, y gran parte de ella se encuentra dispersa en diversas publicaciones.

Teatro

En su juventud temprana escribió tres dramas:

La bandera de Ayacucho
Pablo o la familia del mendigo (Lima, 1849)
La cartera del ministro.
Luego, en una etapa más madura publicó las siguientes obras:

La novia del colegial (1887), zarzuela;
El cordón sanitario (Santiago de Chile, 1887), comedia.
Colón (Lima, 1892), juguete dramático en un acto.

Poesía

Cultivó la poesía filosófica. Expuso conceptos y teorías referentes a los fenómenos cósmicos y los problemas humanos, así como la emoción suscitada por la hermosura y el amor.

De entre sus obras poéticas mencionamos las siguientes:

La flor de Abel (1853), poema moral.
La Ramoniada (Valparaíso, 1855), poema satírico.
La humanidad (Lima, 1856), dedicado a Francisco de Paula González Vigil, y donde revela sus ideas de igualitarismo.
A orillas de un lago (1861)
Notas perdidas (1862 y 1878) con diverso contenido.
Poesías (1863)
Canto a San Martín (Buenos Aires, 1899, y Lima, 1901)
Prosa y versos (6 vols., Lima, 1901-1902), recopilación de sus obras completas.

Prosa

En sus obras en prosa, fundamentalmente ensayos y estudios, se mostró grandilocuente y retórico. Publicó las siguientes:

Recuerdos de un viaje a los Estados Unidos, 1857 -1861 (1862), sus impresiones sobre el país del norte, en vísperas de la guerra civil.
El consulado del Perú en San Francisco (San Francisco, 1864), justificación de su conducta ante la imprevista cancelación de su cargo de cónsul.
El Perú y la España moderna (2 vols., 1866), relación documentada de los antecedentes del conflicto desatado entre ambos países entre 1865 y 1866.
Ratos de estudio sobre filosofía espiritualista (1873).
La orgía financiera del Perú. El guano y el salitre (Santiago de Chile, 1888), publicado anónimamente después de aparecer como artículos en el periódico chileno La libertad electoral. Es un opúsculo de 120 páginas donde enjuicia la política peruana basada en la explotación del guano y del salitre. Según su tesis, especuladores y bribones dominaron las finanzas del país desde la época virreinal, pero tuvieron más poder y fuerza con el inicio de la república, cuando se produjo una “orgía económica y hacendaria” al convertirse el guano en la riqueza primordial. De su crítica severa no se escaparon presidentes como Echenique, Castilla, Pezet, Diez Canseco, Balta, y personajes como el ministro de hacienda Nicolás de Piérola (luego dictador), Auguste Dreyfus y Henry Meiggs.
Fue autor además de numerosos textos escolares y de innumerables artículos periodísticos.

Traducciones

Por encargo de la Real Academia de la Lengua Española hizo traducciones de algunas obras dramáticas de William Shakespeare:

Dramas históricos:

Julio César
Coriolano
Comedias:

Como gustéis
Las alegres comadres de Windsor
Sueño de una noche de verano
Medida por medida
Cuento de invierno.
Estas traducciones han sido consideradas entre las mejores hechas en lengua castellana. Se publicaron en Barcelona, por las casas E. Doménech y Cía. y D. Cortezo y Cía, en dos volúmenes (1883-1884), y fueron muy leídas en el mundo de habla hispana.

Hizo también traducciones exitosas de Lord Byron, Longfellow y Walt Whitman.

Análisis de su poesía

En la poesía de Márquez se desarrolla un extenso contraste entre un generoso sistema de valores éticos y un examen crítico de la realidad circundante. Aquéllos están basados en principios religiosos pero enfatizan su realización material, tanto en referencia a la belleza y armonía de la naturaleza cuanto en relación a la justicia que debería reinar en la vida social; éste, en cambio, descubre la defectividad y el desequilibrio del horizonte de realidad que enfrenta el poeta. Aunque ese cotejo da lugar a ciertos rasgos de escepticismo ("y el nuevo siglo cuando pasa/lega infortunios al que llega"), Márquez mantiene en general una posición optimista: la ciencia y el progreso tecnológico, por una parte, y la justicia social, por otra, enrumbarán la historia hacia la felicidad del hombre. Márquez situaba la poesía dentro de esta dinámica teleológica. Para él la poesía "no es un poco de música o de viento"; es, como portadora del bien, la verdad y la belleza, una "senda de luz" que conduce al progreso. Paralelamente, a través de la idealización del incanato, Márquez intentó crear una suerte de mitología nacional, anclada en lo prehispánico, que contrasta con el apego al pasado colonial, tan evidente en Palma y otros románticos, y con la evocación de leyendas exóticas, igualmente usual en la mayoría de poetas de esta escuela. A este efecto dedicó "Manco Cápac", una extensa leyenda en verso.
(Antonio Cornejo Polar)

Muestra de su poesía filosófica es su extenso poema Meditación, al que pertenecen los siguientes versos:


Tumulto de implacables lidiadores
parece el seno del inmenso todo.
Los átomos de gases voladores
luchan y se repelen de igual modo;
y así como los átomos, los mundos
y como el gas, la ardiente nebulosa;
y aun en cielos más vastos y profundos
esta enorme materia borrascosa
como desesperada de sí misma
se retuerce convulsa y se disuelve,
suicida eterna; y cuanto más se abisma
más a la vida y a la lucha vuelve.


En el siguiente soneto el poeta expresa lo que según él es la historia de nuestra vida:


LA SOMBRA

Al despuntar el sol de la mañana
Se proyecta la sombra del viajero,
Precediendo su paso en el sendero,
Embellecido por la luz temprana.
Cuando llega a la cumbre soberana
Desde donde ilumina al orbe entero,
Con profundo cansancio el pasajero
Ve desaparecer la sombra vana.
Y al descender el sol hacia el ocaso.
Mirar su misma sombra ya no puede
Sin volver hacia atrás. Tal es la historia
De nuestra vida. El alma emprende el paso:
La esperanza, su sombra, la precede;
Y al fin sólo la mira la memoria.





Presentamos la transcripción de un poema titulado La miseria. El autor es José Arnaldo Márquez (1832-1909), poeta de la generación romántica del XIX peruano. El poema apareció en ''El Talismán'', un periódico semanal dirigido a las mujeres peruanas, e increíblemente el autor contaba con tan sólo 14 años de edad. 



LA MISERIA
A mi madre

La miseria ¿no es cierto madre mía
Que esta palabra es tenebrosa y triste,
Que destierra del alma la alegría
Y con las sombras del dolor la viste?

La miseria ¡ay de mí! Su nombre espanta
Y todos al oírle se estremecen,
Nunca el poeta en su dolor la canta,
Que al contemplarla sus angustias crecen.

¿No has visto, madre mía, en el Océano
Y en medio del furor de la tormenta
Al náufrago infeliz luchar en vano
Con una muerte prolongada y lenta?

¿Y no has visto a los hombres en la playa
Que abandonan a otro hombre en su agonía,
Sin que uno solo a libertarlo vaya
De los peligros de la mar bravía?

Tal, madre, es la miseria, tal la suerte
Del infeliz a quien su seno oculta;
Do quier le sigue la espantosa muerte,
Do quier un mar de penas lo sepulta.

Y no habrá alguno que salvarlo quiera
Tendiéndole una mano generosa,
Cual los hombres que están en la ribera
Dejan a otro hombre entre la mar furiosa.

El lucha con el hambre y con el frio,
Mira la lluvia penetrar su techo,
Y no halla paz en su rincón sombrío
Sobre las tablas de su tosco lecho.

Y tú, madre; ¿también ves retratada
La imagen de la muerte entre las sombras?
En esa noche lúgubre y helada
Al contemplar tu suerte; ¿no te asombras?

¿No te asombras de verte en la indigencia
En tu morada lóbrega y oscura,
De arrastrar miserable tu existencia,
Y de ver marchitada tu hermosura?

¿Do de tus ojos la radiante lumbre
Y tu mirada dulce y hechicera?
¿Dónde huyó la encantada muchedumbre
Que adoraba tu risa placentera?

Pasó un día, y veloces se alejaron
El placer y la dicha y la hermosura,
Y en cambio ¡oh desventura! Te quedaron
Largos días de duelo y amargura!

Mas yo, yo madre, acallaré tus penas;
Y tornaré en delicias tus pesares,
Tranquila pasaras horas serenas,
Y dormirás al son de mis cantares.

Y volverá tu plácida sonrisa,
Y el placer te dará bellos colores,
Como el aliento de la suave brisa
Torna a la vida las marchitas flores.

Sí, cantaré, madre mía,
Que me oirá el mundo amador,
Como en la selva sombría
Se escucha la melodía
De escondido ruiseñor.

Y en vez de amargos momentos
De tristeza y sinsabor;
Te daré con mis acentos
Delicias por tus tormentos,
Placeres por tu dolor.

Que es madre todo mi anhelo
Entonar dulce canción
Para mitigar tu duelo
Y aplacar con el consuelo
Tu afligido corazón.

Lima, octubre 1 de 1846.



La Tentación

Que linda en la rama
la fruta se ve!
Si lanzo una piedra
tendrá que caer.

No es mío este huerto
no es mío lo sé:
más yo de esa fruta
quisiera comer.

Mi padre está lejos,
mamá no me ve,
no hay otros niños...
?quién lo ha de saber?
más no, no me atrevo;
yo no sé por qué;
parece que siempre unos ojos me ven...

Papá no querría
besarme otra vez,
mamá lloraría
de pena también.

Mis buenos maestros
dirían tal vez:
qué niño tan malo,
no jueguen con él!.

No quiero, no quiero;
yo nunca he de hacer
sino lo que haría
si todos me ven.

Llegando a mi casa
caricias tendré,
abrazos y besos,
y frutas también.

Lo escribió para el silabario que menciona en uno de sus viajes a Chile aprox en 1870.






A SOLAS

¡Mi corazón rebosa de armonía!
Nadie sabe el aroma y la pureza
De esta olvidada flor que noche y día
De su rincón perfuma la maleza.
¡Ah! Solo tú conoces, madre mía,
El tesoro de amor y de nobleza
Que con la amarga hiel de las congojas
Dios puso un día entre sus blancas hojas.

¿Por qué esta sed de amores y ternura?
Por qué estos sueños de placer y calma?
¿Por qué al mirar la ajena desventura
Siento oprimida de dolor el alma?
¿Por qué cuando contemplo la hermosura
Pienso verla ceñida con la palma
De juventud, de amor y de consuelo
Cómo estarán las vírgenes del cielo?

¿Por qué este vago, misterioso arrullo
Con que viene a adormirme la esperanza,
Como de agua y de hojas el murmullo
Que allá a lo lejos el viajero alcanza?
¿Por qué al ver de los grandes el orgullo
Ambicioso mi espíritu se lanza
Y hacer cenizas a mis plantas quiere
La mano vil que al desvalido hiere?

¡Oh! ¿por qué siento el corazón, Dios mío,
Tan lleno de ternura y de pesares
Si ya no tienen sobre el mundo impío
¡Ay! ni el amor ni el infortunio altares?
El cielo tiene luz, la flor rocío,
Y hasta las olas de los turbios mares
Visten de espumas el azul salobre…
Yo solo tengo lágrimas… ¡Soy pobre!

Para encantar mi juventud no anhelo
Sino un poco de paz y melodía,
De un noble amor el esmaltado cielo
Y el cielo azul de la conciencia mía;
Tener para el que sufre algún consuelo,
Dejar que lleve una limosna el día,
Y si lo quieres, voluntad sagrada,
Nunca me des sobre la tierra nada.

¡Pero tengo una madre! Para ella
Quiero glorias, grandezas y ventura.
¡Ay! ¡ha nacido tan sensible y bella
Tan llena de piedad y de dulzura!

Del firmamento la mejor estrella,
De tus santas auroras la más pura,
Y hasta del mismo Edén el primer día
Por mi madre, Señor, no tocaría.

Blanca azucena, lánguida y hermosa
Que en estéril llanura solitaria
Exhala de su cáliz amorosa
La esencia de una angélica plegaria;
Miró brotar en tarde nebulosa
De nuevos tallos muchedumbre varia,
Llenas las tiernas hojas de rocío
Para agostarse al fuego del estío

Y el ángel de las tumbas centinela
Le arrancó sus dos vástagos más bellos…
¡Madre! ¡cuando el dolor te desconsuela
Lloras también de no llorar con ellos!
¡Tu corazón que acongojado vela
Está lleno de lágrimas! Destellos
De placer y de dicha ya no alcanza…
¡Quién te dará aunque mienta una esperanza!

Y yo, siempre sediento de hermosura
Y ávido de pureza y melodía,
Pido luz a mi estrella y la hallo obscura;
Pido fuego a mi vida y la hallo fría.
Cuando tu labio trémulo murmura
Palabras de fatal melancolía;
Y sobre mí te inclinas y sollozas
Y el corazón y el alma me destrozas…

Cuando en la noche, al resplandor incierto
Que en nuestro pobre hogar pálido brilla,
Por la zozobra de tus días vierto
Lágrimas que me abrasan la mejilla,
Y hallo también tu corazón despierto
Y en la tierra posada tu rodilla,
Y en la imagen de Dios los ojos fijos
Oras en baja voz junto a tus hijos…

¡Oh! la hiel del dolor me irrita,
Hierve sangre de fuego entre mis venas;
Veo en la vida para mí maldita
Horas surgir de pesadumbre llenas.
¿Por qué, Dios mío, el corazón palpita
Y al infierno en que yace le encadenas,
Si en él pusiste por mi mal, más fuerte
La de la virtud que de la muerte?



INDIFERENCIA

No importa que agitado torbellino
Me arrastre por el camino de la vida,
Como hoja por los aires impelida
Vaga por el espacio sin camino.

Yo voy donde me lleva mi destino;
Y el alma de la tierra desprendida,
Sabe que la existencia fue medida
Por los decretos de un poder divino.

¿A qué gemir por el dolor presente,
Temblar por los dolores de mañana,
Ni recordar llorando nuestra historia,
Si el bien y el mal, la espuma y la corriente,
Juntos se alejan en carrera vana
Y ni uno ni otro han de dejar memoria?



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