martes, 7 de abril de 2015

JORGE DE MONTEMAYOR [15.429]


Jorge de Montemayor

Jorge de Montemayor o, en portugués original, Jorge de Montemor (Montemor-o-Velho, Portugal, h. 1520 - Piamonte, Italia, h. 1561) fue un poeta y escritor hispano-portugués en lengua española.

Adoptó como nombre el de su lugar de nacimiento, Montemor-o-Velho, cerca de Coímbra. Se ha especulado sobre su origen judío, pero no hay nada probado. Fue músico en las cortes de Portugal y de Castilla. Estuvo primero al servicio de María, hermana de Juan III de Portugal y futura esposa de Felipe II, como cantante. Más adelante pasó a la corte de Juana, infanta de Castilla, hija de Carlos I, como cantor contrabajo primero, y luego, tras el matrimonio de la infanta con el príncipe don Juan de Portugal, hijo de Juan III, como aposentador. Cuando falleció don Juan, en 1554, Montemayor regresó con la infanta viuda a Castilla. Por entonces publicó su Cancionero (Amberes, 1554), cuyos versos devotos no gustaron a la Inquisición. Con el séquito de Felipe II estuvo en Flandes, y posiblemente también en Inglaterra. Se sabe que estuvo también en Valencia al servicio de Juan Castellá, barón de Bicorb y Quesa, así como de Gonzalo Fernández de Córdoba, duque de Sessa. Los últimos años de su vida los pasó en el Piamonte. Se piensa que murió asesinado por un amigo en una reyerta causada por un asunto de celos.

Su obra más importante es Los siete libros de la Diana, impresa por primera vez en Valencia y en Milán hacia 1559. Esta obra, que combina el verso y la prosa, es la primera novela pastoril de la literatura en lengua castellana y ejerció una gran influencia en las letras del siglo XVI. Fue pronto traducida al francés, al inglés y al alemán.

Según el propio autor, el planteamiento de la obra es como sigue:

En los campos de la principal y antigua ciudad de León, riberas del río Esla, hubo una pastora, llamada Diana, cuya hermosura fue extremadísima sobre todas las de su tiempo. Esta quiso y fue querida en extremo de un pastor, llamado Sireno; en cuyos amores hubo toda la limpieza y honestidad posible. Y en el mismo tiempo, la quiso más que a sí otro pastor llamado Sylvano, el qual fue de la pastora tan aborrecido que no había cosa en la vida a quien peor quisiese. Sucedió, pues, que como Sireno fuese forzadamente fuera del reino, a cosas que su partida no podía excusarse, y la pastora quedase muy triste por su ausencia, los tiempos y el corazón de Diana se mudaron; y ella se casó con otro pastor llamado Delio, poniendo en olvido al que tanto había querido. El cual, viniendo después de un año de ausencia, con gran deseo de ver a su pastora, supo antes que llegase como era ya casada. </ref>Citado desde Alborg, Juan Luis: Historia de la literatura española. Tomo I: Edad Media y Renacimiento.

La trama se complica después con la intervención de otros personajes, entre los que hay gigantes, ninfas y sabios, muy del gusto de la literatura cortesana de la época. Los conflictos amorosos se narran con amenidad y encanto, pero tan falsamente que nada recuerda en la obra los episodios reales de la vida. Los pastores son cortesanos cultos que hablan un lenguaje selecto y discurren como si fuesen aristócratas poseedores de una vasta erudición caballeresca, galante y mitológica. En el ambiente y en los hechos, acaso alusivos a otros de la época, nada hay de real, y menos aún en el pasaje del palacio de las ninfas donde la maga Felicia, agasajando a todos, les da a beber un agua misteriosa que cambia sus inclinaciones. La prosa de la Diana, como se conoce abreviadamente el libro, es admirable y son muy bellas algunas de las quintillas dobles que intercala en la obra y el Canto de Orfeo con el elogio de las damas de la Corte y de Valencia. Sin embargo la prosa suele ser muy superior a las poesías que suele interpolar. Sus modelos son la Arcadia de Jacopo Sannazaro y Menina e moça de Bernaldim Ribeiro, cuya producción tiene un dejo melancólico y una delicadeza que casi faltan en la escrita en castellano. Montemayor imita a Mateo Bandello, a Petrarca y otros; hace una especie de crónica de las costumbres de la época y describe los gustos de la sociedad de entonces que, sintiéndose muchas veces reflejada, lee con entusiasmo su obra, que fue continuada años más tarde, de un modo menos italianizado, por el notario valenciano Gaspar Gil Polo, en La Diana enamorada, cuyos personajes son los mismos que los de la obra de Montemayor, aunque el autor se las arregla para casar a Diana con Sireno; en esta continuación, al contrario que en la obra del portugués, los versos son muy superiores a la prosa.

Su Cancionero, publicado en 1554, contiene poemas religiosos y profanos. Los religiosos fueron prohibidos por la Inquisición por contener errores teológicos; los profanos, en cambio, alcanzaron gran éxito y tuvieron hasta siete ediciones diferentes antes de que acabara el siglo XVI. Entre ellos están cuatro extensas églogas en que imita a Sannazaro y Garcilaso y algunos sonetos.

Fue también autor de obras religiosas: un Diálogo espiritual, manuscrito, dedicado a Juan III de Portugal; una Exposición moral al salmo 86, editada en Amberes en 1554; un Segundo cancionero espiritual (1558); y tres autos religiosos, que fueron representados ante el rey Felipe II. Tradujo al castellano los Cants d'amor de Ausiàs March,4 pero su versión fue tenida en poco por Lope de Vega, quien la censura en su obra La hermosura de Angélica.



Alcé los ojos por veros

Alcé los ojos por veros,
Bajelos despues que os ví,
Porque no hay pasar de allí
Ni otro bien sino quereros.

¿Qué mas gloria que miraros,
Si os entiende el que os miró?
Porque nadie os entendió
Que canse de contemplaros:
Y aunque no pueda entenderos
Como yo no os entendí,
Estará fuera de sí
Cuando no muera por veros.

Si mi pluma otras loaba,
Ensayóse en lo menor,
Pues todas son borrador
De lo que en vos trasladaba:
Y si antes de quereros
Por otra alguna escribí,
Creed que no es porque la ví,
Mas porque esperaba veros.

Mostróse en vos tan sutil
Naturaleza, y tan diestra,
Que una sola faccion vuestra
Hará hermosas cien mil:
La que llega á pareceros
En lo menos que en vos ví,
Ni puede pasar de allí,
Ni el que os mira, sin quereros.

Quien ve cual os hizo Dios
Y ve otra muy hermosa,
Parece que ve una cosa
Que en algo quiso ser vos:
Mas si os ve como ha de veros
Y como, señora, os ví,
No hay comparacion allí
Ni gloria sino quereros.

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.





Amor loco, amor loco

Amor loco, amor loco,
Yo por vos, y vos por otro.

Ser yo loco es manifiesto,
¿Por vos quién no lo será?
Que mayor locura está
En no ser loco por esto.
Mas con todo no es honesto
Que ande loco,
Por quien es loco por otro.

Ya que viéndoos no me veis,
Y morís porque no muero,
Come ahora á mí, que os quiero,
Con salsa del que quereis:
Y con esto me hareis
Ser tan loco,
Como vos loca por otro.

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.






No me quejo yo del daño

No me quejo yo del daño
Que tu vista me causó;
Quéjome porque llegó
A mal tiempo el desengaño.

Jamas ví peor estado
Que es el no atrever ni osar;
Y entre el callar y el hablar
Verse un hombre sepultado;
Y asi no quejo del daño,
Por ser tú quien lo causó,
Sino por ver que llegó
A mal tiempo el desengaño.

Siempre me temo saber
Cualquier cosa encubierta,
Porque sé que la mas ciera
Mas mi contraria ha de ser:
Y en sabella no está el daño,
Pero séla á tiempos yo;
Que nunca jamas sirvió
De remedio el desengaño.

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.




Ojos, que ya no veis quien os miraba
Canción

Ojos, que ya no veis quien os miraba
Cuando érades espejo en que él se via,
¿Que cosa podeis ver que os dé contento?
Prado florido y verde do algun dia
Por el mi dulce amigo yo esperaba,
Llorad conmigo el grave mal que siento.
Aquí me declaró su pensamiento;
Oile yo cuitada,
Mas que serpiente ayrada,
Llamándole mil veces atrevido:
Y el triste allí rendido,
Parece que es ahora y que le veo,
Y aun ese es mi deseo.
¡Ay si ahora le viese, ay tiempo bueno!
Ribera umbrosa ¿qué es de mi Sireno?

Aquella es la ribera, éste es el prado,
De allí parece el soto, el valle umbroso,
Que yo con mi rebaño repastaba;
Veis el arroyo dulce y sonoroso
Do pacia la siesta mi ganado,
Cuando mi dulce amigo aquí moraba:
Debajo de aquella haya verde estaba,
Y veis allí el otero
A do le ví primero
Y do me vió: dichoso fue aquel dia,
Si la desdicha mia
Un tiempo tan dichoso no acabára.
¡O haya! ¡o fuente clara!
Todo está aquí, mas no por quien yo peno;
Ribera umbrosa ¿qué es de mi Sireno?

Aquí tengo un retrato que me engaña,
Pues veo á mi pastor, cuando lo veo,
Aunque en mi alma está mejor sacado:
Cuando de velle llega el gran deseo.
De quien el tiempo luego desengaña,
A aquella fuente voy que está en el prado.
Arrímomele al sauce, y á su lado
Me siento ¡ay amor ciego!
Al agua miro luego,
Y veo á él y á mí como le vía
Cuando él aquí vivia:
Esta invencion un rato me sustenta!
Despues caigo en la cuenta,
Y dice el corazon de ansias lleno,
Ribera umbrosa ¿qué es de mi Sireno?

Otras veces le hablo y no responde,
Y pienso que de mí se está vengando,
Porque algun tiempo no le respondia:
Mas dígole yo triste así llorando:
Hablad, Sireno, pues estais adonde
Jamas imaginó mi fantasía.
¿No veis, decí, que estais en la alma mia?
Y él todavía callado
Y estarse allí á mi lado.
En mi seso le ruego que me hable:
¡Que engaño tan notable,
Pedir á una pintura lengua ó seso!
¡Ay tiempo, en que en un peso
Estaba mi alma, y en poder ageno!
Ribera umbrosa ¿que es de mi Sireno?

No puedo jamas ir con mi ganado
Cuando se pone el sol en nuestra aldea,
Ni desde allí venir á la majada
Sino por donde, aunque no quiera, vea
La choza de mi bien tan deseado,
Y a toda por el suelo derribada.
Allí me siento un poco, descuidada
De ovejas y corderos,
Hasta que los vaqueros
Me dan voces diciendo: ¡ola pastora!
¿En quien piensas ahora?
Y el ganado paciendo por los trigos:
Mis ojos son testigos
Por quien la yerba crece al valle ameno:
Ribera umbrosa ¿qué es de mi Sireno?

Razon fuera, Sireno, que hicieras
A tu opinion mas fuerza en la partida,
Pues que sin ella te entregué la mia:
Mas yo ¿de quien me quejo ya, perdida?
¿Pudiera alguno hacer que no partiera
Si el hado ó la fortuna lo queria?
No fue la culpa tuya, ni podria
Creer que tú hicieses
Cosa con que ofendieses
A este amor tan llano y tan sencillo;
Ni quiero presumillo,
Aunque haya muchas muestras y señales:
Los hados desiguales
Me han anublado un cielo muy sereno:
Ribera umbrosa qué es de mi Sireno?

Cancion, mira que vayas donde digo:
Mas quédate conmigo,
Que puede ser te lleve la fortuna
A parte do te llamen importuna.

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.





Olvidásteme, señora

Olvidásteme, señora,
Mucho mas os quiero ahora.
Sin ventura y olvidado
Me veo, no sé por qué:
¡Ved á quien distes la fé,
Y de quien la habeis quitado!
Él no os ama siendo amado,
Yo desamado, señora,
Mucho mas os quiero ahora.

Paréceme que estoy viendo
Los ojos en que me ví,
Y vos por no verme á mí
El rostro estais escondiendo,
Y que yo os estoy diciendo
Alzad los ojos, señora,
Que muy mas os quiero ahora.

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.



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