domingo, 2 de diciembre de 2012

PATRICIO MANNS [8634]




PATRICIO MANNS (Nacimiento, Provincia de Biobío, Chile 3 de agosto de 1937)1 es un cantautor y escritor chileno, destacado representante de la llamada Nueva Canción Chilena.): Artista de vasta trayectoria. Como escritor ha incursionado en la poesía, novela y ensayo. Ha publicado: De noche sobre el rastro, 1966; Buenas noches los pastores, 1972; Actas de Marusia, 1974; Violeta Parra: la guitarra indócil, 1977; Actas del Bío-Bío, 1984; Actas de muerteputa, 1987; De repente los lugares desaparecen, 1991; Actas del cazador en movimiento, 1991; El corazón a contraluz, 1996; Memorial de la noche, 1998; Chile una dictadura militar permanente 1811-1999, 1999; El desorden en un cuerno de niebla, 1999; La tumba del zambullidor, 2001; Cantología, 2004, La vida privada de Emile Dubois, 2004; Diversos instantes del reino, 2006. Es considerado, además, uno de los grandes cantautores de América Latina. Autor de famosísimas canciones de raíz folklórica como: El Cautivo de Til-Til, Vuelvo, Cantiga de la Memoria Rota, El Equipaje del Destierro, Los Libertadores, América Novia Mía, La Ventana, Llegó Volando y Concierto de Trez Vella, entre muchas otras. Su canción Arriba en la Cordillera fue galardonada entre las tres mejores canciones chilenas del siglo XX. En literatura, ha sido distinguido con el Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile (1967), Premio Municipal de Literatura de Santiago (1973), Premio Consejo Nacional del Libro y la Lectura (2001. En el 2005 recibió el Premio Municipal de Literatura de Valparaíso. En 1988 obtuvo la Beca Guggenheim. Como músico y compositor ha recibido innumerables reconocimientos en Chile y en el extranjero.




ME APODERO DE USTED DE ESPEJO A SUEÑO

Imagino que ya sabe quien soy.
Imagino que sabe que le acontezco, habiendo
destituido sin ninguna ceremonia
particular, los pies de barro de
sus húmedos semidiocesillos,
en la arteria capital de los pantanos idolátricos.

Alejandra, por qué?

Así como la mar se cae al hombre
y se ahoga en él, y se cae
la cuerva hacia y en torno del cuervo,
para rodearlo de plumas, enredarlo de carne,
afirmarlo de huesos vacíos, ahorcarlo
en duro esfínter,
hasta terminar fecundándose vallejamente
a sí misma, así yo la apialé
a mi puerta en movimiento, a mi casa caracola,
enigmática y rodante, y así me convirtió
usted a la secta de su
orgánico ébano parcial.
Alejandra, por qué no?

Era cuestión de andar en curva recta,
de vigilarlo todo con los ojos cerrados,
de considerar los adelantes cáusticos,
los lados equiláteros,
los atrases rústicos restringiéndose
en la sopa caudal del tiempo muerto, para
encontrar el humus de sus sandalias
retroactivas, y sentarse a comer bajo el dintel
de la puerta, en aquel hotel donde esa vez se hallaba,
con una manzana debajo de la gorra
y una gorra aplastando la pirámide.

Alejandra, le dije, por qué
no construimos?

Y entonces, sintiendo el olor de mis mordiscos
que tarareaban en la fruta, usted salió
y me puso encima, para amedrentarme,
su par de almendras que indagaban mucho,
su cabello retinto como noche fueguina,
su ronco argentinazgo, su frente
sudamericana, pero debajo de ella,
una boca riendo sin remilgos, y más abajo, aún, el
manjar suculento de su cuerpo,
entretanto ataviado hasta el pescuezo (pues llovía),
ordenando sus próximas premuras
y la segura estirpe con el cálido
modo de programar el vamos.

Alejandra, insistí lluvioso,
por qué no construimos una?

Después ha continuado promulgándose el asunto
tribal, las lecturas congénitas, la ansiedad
sindrómica, el robusto muérdago totalitario,
la garantía atávica del fauno episcopal, la aventura
gozosa que humedece las articulaciones
de la vida, la vida manzanaria, los atuendos
del espíritu, el contagio, la sed, la desnudez.
Más hondo,
la gana tremebunda de coger el martillo
y clavetear con huesos la madera contrita,
y coger el serrucho y trozar los espasmos
de las álgidas vigas, y la escopla turbulenta y pulir
el juramento en su estertor, su cartílago nupcial,
los resabios morales de la copulación,
y también la vandálica escofina a partir de la cual
el aserrín aflora de la piel.
..............................................Y en fin, cada
herramienta, cada esfuerzo tenaz, cada
reiteración de movimientos, en - por ejemplo -
un Cro-Magnon matando su oso cotidiano,
un Neanderthal modelando sus hijos, su bufido
enciclopédico, su alimento, su estructura,
su lanza, su desvelo, su calzado,,
su mamouth, su escondrijo, su asentarse
amenazando hierático el crepúsculo con
el fémur de un enemigo muerto.

Y nosotros amándonos ya, desnudos
todavía en el zaguán periférico de París,
cromagnoneando, neandertaleando,
sin techo ni cornisa ni escalera ni avión
ni balaustrada ni cama ni desván ni escopeta
ni tanque ni sillón ni portón ni lámpara ni hamaca
ni vitral ni sendero ni bazuka ni rosa
ni excusado.

Me apodero de usted de espejo a sueño.

Alejandra: puesto que lloverá episódico
otro invierno, por qué
no construimos
una
casa?





LA VIDA EN ESPIRAL

El amor es un orgasmo entre dos lágrimas
La lágrima es un lago rodeado de estertores
El estertor es un volcán de viento
El viento es el camino de los cantos
El canto es un misterio de la boca
La boca es un abismo antes del pecho
El pecho es otro abismo entre dos sangres
La sangre es el motor que nutre el acto
Y el acto es lo que mide los espacios hasta aquí enumerados

La cabeza es un nudo sobre el cuello
El cuello es un largo istmo entre dos selvas
La selva es el ancestro del desierto
El desierto es un cuerpo ya bebido
Beber no amaga el fuego en la conciencia
La conciencia es otro reloj de arena
La arena hace del cacto un rey antiguo
Lo antiguo nos modela como a un niño
Un niño es el pasado de los cuerpos
Y el cuerpo es un combate que se pierde.

Y así

la vida es un espacio exacto entre dos muertes
La muerte es un espacio exacto entre dos fuegos
El fuego es un espacio exacto entre dos fríos
El frío es una llama bajo cero
El cero es el silencio antes del número
El número es el verbo matemático
Lo matemático es el cálculo de la realidad
La realidad es lo único increíble
Lo increíble es lo que no podemos
Y lo que no podemos es lo que queremos



Narración de otras heridas y otras muertes
(Fragmento)
Dijo José Tum de Bonampak:

-Volví de mi costumbre de morir.

-Un día no más día que otros días
cayó por Yucatán la sombra roja
y un hijo del que huyó.

-Venía -dijo- a levantar venganza
contra los que ahuyentaron a su padre,
los que abrieron en el pecho durísimo
de sus duros guerreros
un manantial, con largas flechas pardas
y lanzas como agujas.

(-Se refería a aquellas flechas nuestras, hechas
de caña, pedernales y dientes de pescado
muy agudos, que amarrábamos en la punta
consagrada a la muerte del que se hallaba enfrente).

-Venía -dijo- a escarbarnos el vientre
con sus alabardas, a rompernos la piel
con la granizada de sus arcabuces,
a tomar posesión de nuestra tierra,
a tomar posesión de nuestras aguas,
a tomar posesión de nuestros templos,
a voltear el silencio de las altas pirámides
con el grito que erige la tortuga.

-Estábamos rendidos, muertos de hambre,
enfermos, la fuerza había menguado
en nuestros cuerpos tras nueve años de langosta,
no éramos ni la sombra de los pueblos
capaces de dar guerra, de defender
lo suyo, de morir combatiendo,
como era la costumbre en Yucatán,
en Campeche, en Quintana Roo,
en Palenque, en Chiapas, en Oaxaca.

-Comenzó por quitarles la vida a los Yobain
encerrándolos en una gran morada
y prendiéndoles fuego hasta
convertirlos el pálida ceniza,
ceniza que flotaba atándose a los vientos,
polvo y polvo y más polvo,
un blanco polvo muerto.

-Y luego refinó sus costumbres bestiales,
modificó sus hábitos de civilizador, su instinto
de matanza, haciendo capturar a cien mujeres,
que ordenó colgar de cien árboles, y ordenó
que colgaran de los pies de cada una
el hijo de cada una,
pareciendo el conjunto de los
cuerpos colgados,
de lejos y de cerca,
un racimo espectral y silencioso,
apenas conmovido por el viento que venía del mar.

-También vaciaba huevos sin romperlos,
los asaba en el fuego hasta que la cáscara
crepitaba por su temperatura,
y los introducía en la dulce
cavidad de las hembras, para después
violarlas moribundas,
penetrando la herida calcinada
como la boca de un volcán
pequeñito y ardiente,
que ya sólo escurría su placer
en una sola dirección del sexo.

-Y una noche más noche que otras noches,
ahorcó en un árbol seco,
que por viejo y gastado
había perdido ya todas sus hojas,
a Kaman Cheli Tum, mi morena
mujer, y su hermana
Tachan Cheli Cozam,
las dos doncellas más altas y hermosas
del pueblo maya que vivía entonces,
tan hermosas que por muchos años
el horror de estas muertes
fastasmeó en el insomnio de los conquistadores
y hablaron largo tiempo -tres siglos-
de su remordimiento.

-Y ese horror es también un extenso
fantasma en la extensísima memoria
de todos nuestros clanes, que siguen
recordando el condenado sacrificio
hasta el preciso centro
de este día, tum.

-Entonces me mataron otra vez.

-Morí como seis soles más abajo
cuando corría en derechura
hacia el vago lugar donde me estaban
esperando en silencio los caranchos.

(Del libro Memorial de Bonampak, Verso VIII)



ESCENAS DEL OLVIDO EN VALPARAÍSO

Era tan breve el peso de su nombre, Valparaíso.
Dicho en voz baja y abril,
y tan último el polen del otoño, Valparaíso,
el secreto ardor transido de sal
y esperma frutal, de nuestras ondas colmenas en agraz, Valparaíso.

Fue tan verdad el tiempo de
sus manos, Valparaíso,
y tan susurro su voz,
tan precario el abrigo de su vientre,
Valparaíso,
tan corta su sed, tan severo su pan,
tan incierto su olor,
tan impotentes sus anclas al zarpar,
Valparaíso.

Puerto de bruma, mírame aquí:
cargo en la boca su cicatriz,
cargo en el pecho su desacierto,
cargo en las manos su espacio abierto,
puerto memoria: guárdamela
de fuego y niebla cerca del mar.

Guarda su mágico delirio trágico,
guarda su infancia y su distancia,
Valparaíso celestino.

Ella habitó los mapas de mi pecho,
Valparaíso,
cruel de estatura y de sol.
Ella ungió su misterio a mi memoria,
Valparaíso,
y yo dudo acá, privado de ser,
náufrago de anclar,
mientras su enigma se agota
sobre el mar, Valparaíso.

Puerto sin sueño mírame aquí: 
cargo en la oreja su despedir,
cargo en la sed su lagar desierto
cargo en su muelle su asombro muerto,
puerto invisible guárdala tú
de espuma y yodo bajo tu luz.

Guarda su infancia, desvelo mágico
y su distancia, delirio trágico,
Valparaíso celestino.

Pero no sé si incluso tú eres cierto,
Valparaíso,
o fui yo quien te soñó.




LA DIGNIDAD SE CONVIERTE EN COSTUMBRE
(Homenaje al dirigente del MIR, Bautista van Schouwen)


Silencioso,
con silencio de piedra submarina, 
con la conciencia sometida al hierro,
con la muerte trenzando sus cuchillos, 
sintió que se quedaba desvestido
de sangre, de cabellos y de uñas, 
de ojo y de piel, 
como si fueran un violento equipaje,
el único equipaje,
o un dosel, un visillo, una terca ventana
que atajaran el ojo a los verdugos 
de Bautista van Schouwen, compañeros

¡Tan callado!
¿quién hubiera pensado que pudiera
coronar con silencio su conducta?
¿recordar a la especie la decencia?
¿y juntar sobre el cuerpo luminoso
los golpes propinados a su pueblo, 
la espina y la cadena?

Ha crecido Bautista van Schouwen para siempre,
elevado a semilla frutal, que desde ahora 
nos da la dignidad para hacerla costumbre,
para escribirla en todos los presidios del mundo.

Secando la memoria,
clausurando la boca,
no dijo una palabra,
ni una fecha, ni un nombre,
ni un país, ni un río, ni una flor,
ni un bosque,
ni una abeja que sirvieran
de mapa a los verdugos de su pueblo

Eso es todo.

Así es todo de simple, compañeros:
en el duro momento de los hechos
es tajante como agua de cascada
y declara invencible su silencio,
se doctora en metal enfurecido,
se gradúa de bosque indescifrable,
se viste de eficacia,
se acoraza en conciencia:
ha humillado las garras que araron en su piel,
y así es que su tormento se convierte en un surco,
y al golpearlo en la tierra
lo forjaron semilla.





LA PRIMAVERA MUERTA EN EL TEJADO

"LA PRIMAVERA MUERTA EN EL TEJADO" cuenta la historia de una mujer que muere combatiendo en el tejado de su casa. Ella resistía a las fuerzas del golpe militar fascista del 11 de septiembre en Chile.
Esta obra está dedicada a la Mujer Chilena y a su heroica lucha.


I. CUANDO APARECIÓ

Recostada,
desnuda de toda hipocresía,
vestida de toda
responsabilidad,
la vieron los vecinos sobre el espléndido tejado
mascullando con furia los disparos intactos
hacia los uniformes
que poblaban feroces
la calle enteramente palpitante.
Piernas finas y largas ceñidas de mezclilla,
voz de mapas perdidos,
cintura de provincia,
torso enfundado
en una blusa brisa
que agitaba el humeante estertor del invierno.
Y sus pequeños pechos de diecisiete siglos,
de diecisiete leches en sus cántaros dulces,
cubriendo la muralla
de piedra,
su refugio,
en donde el mar de tejas tenía sus rompientes.
Y luego: el matorral de cabellos revueltos,
sacudido en el aire como el ala de un cuervo,
los ojos incendiados fusilando la calle,
la boca desplegando
su rabia
grito
a
grito.
Y en la mano derecha la pistola
(un pájaro enervado y negro)
con que soñaba perforar los tanques.


II. LAS MANADAS

Devorando calles,
sucediendo escombros,
galopan miedosas manadas vestidas
de terror y asombro.
Todo hueco es aire,
toda vena es río
(un zapato duerme cual caballo muerto),
cualquier bala es frío.
Se derrumba el árbol,
se desploma el muro.
Ni la vieja cumbre, ni el valle perdido
son lugar seguro.
Calcinado el hueso,
amarrado el llanto,
a oscuras el buitre sediento planeaba
su festín de espanto.
Quemó las banderas,
mutiló las actas,
dio lumbre a las hachas que derrocan bosques,
briosas y compactas.
Pudo agriar el año,
vejar siglo y ruego,
pero es la conciencia combustible errante
del secreto fuego.
Porque la conciencia
vocea profunda
su soporte antiguo que impide que el peso
contrario nos hunda.
Porque la conciencia
es manada brava,
que antes llevaría la tierra a cenizas
que la raza a esclava.


III. PICHONA SIN PICHÓN

Pichona sin pichón, águila suave,
de repente surgida desde el techo,
sola estaba,
de bruces
procurando
derribar sobre el pecho de la calle
cuanta sombra y su hombre le faltaran
el silencio a su clara palomera,
salpicada de cólera y de orgullo.
El invierno quemaba fragores insolentes,
rugiendo sus volcanes rabiosos.
Sus relojes
fundían debajo de los pliegues
el incierto tic tac del mediodía
ardiendo.
Los vecinos no vieron lo que vieron,
apenas cazadores que pasaban.
Y por fin la encontraron,
dieron con la paloma,
bocabajo en las tejas,
disparando su enojo.
Y apuntaron las armas enemigas y aleves,
numerosas de siempre y de memoria.
Pichona sin pichón, águila dulce,
hija del techo,
roja enredadera, 
solitaria
violeta
tumultuosa,
defendiendo el enigma de su pueblo,
la humillada bandera de sus muertos,
el respeto a su clara palomera
salpicada de cólera
y
de
orgullo.


IV. EL SOLDADO CIEGO

En el parque de enfrente
las hojas fueron rotas
por ráfagas tenaces
hasta no tener término.
Encima del tejado,
bamboleante y sonora,
cada estampido aullaba
la respuesta precisa.
Luego el cerco de cascos
y bayonetas ávidas
escaló las paredes
de las casas vecinas.
Atacó circulando
por los flancos del aire
y rellenó de fuego
los mayores tejados.
Hasta
que un ciego
soldado campesino
- recién, recién cortado
de aquél
su sembrado -
con el sucio y
deformante uniforme,
con sus zapatos grandes,
su gran
oscuridad,
chapoteando en la noche de la ciega conciencia,
en el solemne y corto momento interminable
en que el mundo paró su balbuceo,
oprimiendo su dedo y su alegría,
le colocó en la sien
una amapola,
esta amarga amapola de
la muerte.
Ella
juntó
los labios contra el muro.
Con cálida dulzura
posó
la cabeza.
Ella
tornó
de cisne la cabeza,
desamarró los brazos,
negó
su fatiga.
Un mechón de cabellos resbaló hacia la calle,
la ampolla deshizo sus primores exactos,
descendiendo por ellos en un hilo.
Nació bermejo un charco.
Y la paloma
tembló de piernas,
se durmió enseguida,
amortajada por el sol
oscuro.


V. CUANDO SE FUE

"Para todos la Patria o para nadie"
decía escrito en tiza
en la muralla,
donde estaba su muerte
floreciendo.
De allí se la llevaron
(flor de sangre);
el tejado volvió a ser
el tejado.
Y el que canta nubló
sus ojos grises.
Ya nadie sabrá nunca
su alto nombre,
nadie verá el candado que cerrará
su hambrienta
boca
suave,
sus pupilas.
Nadie el lugar
de la ciudad enferma,
en que sembraron bajo dulce
tierra
su honor ensangrentado
y su coraje.
Pero veremos
florecer segura
- como vieja
escritura renovada
por las tenaces tintas
de la sangre -
su primavera
muerta
en el tejado
el once de septiembre
(a mediodía),
el once de septiembre 
(bajo el humo).
el once de septiembre
(a sangre llena).
Recuérdalo.
Recuérdalo.
Recuérdalo.
Recuérdalo.
Con odio.
Con amor.
................
Recuérdalo.


EL EQUIPAJE DEL DESTIERRO

Tú me preguntas como fue el 
acoso aquel que obtuve 
Metes la lengua en mi cabeza, 
en mi pensar, en mi algo. 
Y bien, te dejo suponer que 
abandoné mi pueblo. 
Que huí rompiendo el crudo 
umbral como un puma aterrado.

Pero yo te aseguro que no me 
han quitado nada. 
Puesto que de esta tierra no me 
podrán apartar.

Pues como van a robar mi 
volcán y su volcana. 
Desviar de mi alma el embocar 
del río con su ría. 
Hacharme en el paisaje el árbol 
con su arboladura 
Matarme en plena sien el rudo 
piojo con su pioja.

Quemar con un fogón usual mi 
libro y su librea 
Juntarse el yatagán con mi dolor 
y su dolora.

Hacer agua en temporal mi 
bote con su bota 
Batir en retirada mi conjuro y 
su conjura 
Vibrar la cuerda de mi solfeo 
con su solfear

Tú me preguntas como fue el 
acoso aquel que obtuve 
Pones el ojo a ojear en la 
estación de mi memoria 
Y bien concedo que al final 
ganaron la batalla 
Que falta conocer el resultado 
de la guerra.

Pero confieso que yo no 
extravié un grano de polen 
Puesto que de esta tierra no me 
podrán apartar.

Pues como van a extenuar mi 
caso con su casa 
Adelgazar mi saco vecinal 
con su saqueo. 
Uncir mi canto universal de 
grillo a su grillete. 
Vaciar de contenido mi 
araucano y su araucaria.

Cavar con fúnebre placer mi 
tumbo con su tumba. 
Frenar la turbulencia de mi 
gesta con su gesto 
El choque de mis esperantes 
con su espera dura 
El equipaje del destierro es mi 
maleta de humo.

Puesto que de esta tierra no me 
podrán apartar.



CUANDO ME ACUERDO DE MI PAÍS

Cuando me acuerdo de mi país
me sangra un volcán.

Cuando me acuerdo de mi país
me escarcho y estoy.

Cuando me acuerdo de mi país
me muero de pan,
me nublo y me voy,
me aclaro y me doy,
me siembro y se van,
me duele y no soy,
cuando me acuerdo de mi país.

Cuando me acuerdo de mi país
naufrago total.

Cuando me acuerdo de mi país
me nieva la sien.

Cuando me acuerdo de mi país
me escribo de sal,
me atraso de bien,
me angustio de tren,
me agrieto de mal,
me enfermo de andén,
cuando me acuerdo de mi país

Cuando me acuerdo de mi país
me enojo de ayer.

Cuando me acuerdo de mi país
me lluevo en abril.

Cuando me acuerdo de mi país
me calzo el deber,
me ofusco gentil,
me enciendo candil,
me encrespo de ser,
despierto fusil,
cuando me acuerdo de mi país.



VUELVO

Con cenizas, con desgarros,
con esta altiva impaciencia,
con una honesta conciencia,
con enfado, con sospecha,
con activa certidumbre
pongo el pie en mi país.

Pongo el pie en mi país
y en lugar de sollozar,
de moler mi pena al viento,
abro el ojo y su mirar
y contengo el descontento.

Vuelvo hermoso, vuelvo tierno,
vuelvo con mi esperadura,
vuelvo con mis armaduras,
con mi espada, mi desvelo,
mi tajante desconsuelo,
mi presagio, mi dulzura,
vuelvo con mi amor espeso,
vuelvo en alma
y vuelvo en hueso
a encontrar la patria pura
al pie del último beso.

Vuelvo al fin sin humillarme,
sin pedir perdón ni olvido:
nunca el hombre está vencido,
su derrota es siempre breve,
un estímulo que mueve
la vocación de su guerra,
pues la raza que destierra
y la raza que recibe
le dirán al fin que él vive
dolores de toda tierra.



CANTIGA DE LA MEMORIA ROTA

Vino a nadar la playa entre mis rocas,
El mar me ha contemplado ola tras ola,
El barco ha timoneado mi carcasa
Y escucha mi rumor la caracola.

El calor se despoja de mi lana,
La oveja me trasquila en cada estío,
Mi padre bebe de mi vino brusco
Y mi madre se cuelga de mi avío.

Un caballo y su espuela me cabalgan,
Un camino me pisa diariamente,
Los zapatos del polvo me han hollado
Y el sol me considera un inclemente.

La tierra ha preparado mi piel llana,
El arado me surca embravecido,
El trigo ha dispersado mis semillas
Y el pan con diente claro me ha mordido.

Un caballo y su espuela me cabalgan,
Un camino me pisa diariamente,
Los zapatos del polvo me han hollado
Y el sol me considera un inclemente
Que quema con sus rayos a la gente.

El frío hace un chamanto con mi sangre,
La boca de un aullido me proclama,
La casa que me habita no me barre
Y sobre mi extensión duerme una cama.

La puerta me golpea en busca de alguien,
La lágrima me enjuga en dos pañuelos,
Un espejo se mira en mis ultrajes
Y hay un libro que lee en mi desvelo.

Un celaje contempla mi caída,
El malhechor comenta mi mal paso,
Un país me ha buscado sobre el mapa
Y no ha encontrado nunca el menor trazo

Y esa herida me venda la amargura

Y la muerta se duerme entre mis brazos.






LA POESÍA DE PATRICIO MANNS

por Alejandro Lavquén
Revista Punto Final N° 581, 26 de noviembre de 2004


Acaba de ser presentado el libro "Cantología" (Ed. Catalonia) de Patricio Manns. En este trabajo, con prólogo de Pedro Lastra, nos entrega por primera vez –en un libro- los poemas que sirvieron de base a sus inolvidables canciones. La temática de este autor es extensa. Abarca desde la geografía hasta el compromiso político, pasando por el amor, la ciudad y los mundos interiores del ser humano, pero sobre todo por las grandes luchas sociales de la época que le ha tocado vivir.

Dos ejemplos. En el poema "Llegó volando", se refleja todo el clamor de los pueblos latinoamericanos ante la opresión de los tiranos que surgieron durante el siglo pasado en nuestro continente:

"Hay algunos que se hinchan con gran esmero
Sirviendo la codicia del extranjero
Y otros que se solazan por mil dólares
Entregando su pueblo a los militares"
(...)
"Un paredón exijo con Cal y Canto
Para que el pueblo juzgue
De tanto en tanto".

En otro texto, "Cuando me acuerdo de mi país", nos habla acerca del exilio. Son algunos de los más bellos versos escritos sobre el tema:

"Cuando me acuerdo de mi país
Me muero de pan
Me nublo y me voy
Me aclaro y me doy
Me siembro y se van
Me duele y no soy
Cuando me acuerdo de mi país"
(...) 
"Me escribo de sal
Me atraso de bien
Me angustio de tren
Me agrieto de mal
Me enfermo de andén
Cuando me acuerdo de mi país"
(...)
"Me enojo de ayer"
(...)
"Me lluevo en abril
Cuando me acuerdo de mi país
Me calzo el deber, me ofusco gentil
Me enciendo candil
Me encrespo de ser
Despierto fusil
Cuando me acuerdo de mi país".

Compromiso, rabia y nostalgia conjugados con una profunda belleza poética. En "Vuelvo", que debe ser el mayor poema sobre el retorno que se haya escrito, nos dice:

"Con ceniza, con desgarros
Con esta altiva impaciencia
Con una honesta conciencia
Con enfado con sospecha
Con activa certidumbre
Pongo el pie en mi país
Y en lugar de sollozar
De moler mi pena al viento
Abro el ojo y su mirar
Y contengo el descontento." 
(...)
"Vuelvo al fin sin humillarme
Sin pedir perdón ni olvido:
Nunca el hombre está vencido
Su derrota es siempre breve" 
(...)
"Vuelvo hermoso, vuelvo tierno
Vuelvo con mi esperadura
Vuelvo con mis armaduras
Con mi espada, mi desvelo
Mi tajante desconsuelo
Mi presagio, mi dulzura
Vuelvo con mi amor espeso
Vuelvo en alma
Vuelvo en hueso
A encontrar la patria pura
Al pie del último beso".

En "América novia mía", nos encontramos ante el dolor de la conquista, pero también ante la esperanza y el coraje de luchar por un futuro sin opresión. En este poema, la voz del ser oprimido se sublima ante su amada (la tierra):

"América novia mía; tomamé
Entre tus brazos mulatos
Ciñemé
En la boca tus dulzores
Viertemé"
(...)
"Morena América mía:
No hay dolor
Al cual el hombre
No aplaste triunfador.
Es duro el camino del libertador
Es largo el regreso del conquistador".

En la poesía de Manns también nos hallamos con pueblos, ríos, puertos y montañas, pero esa geografía siempre va acompañada por sus habitantes. Obreros, mineros, campesinos y toda clase de personajes populares conviven en ella. Es el caso de "En Lota la noche es brava", donde nos encontramos con la tragedia del minero en toda su dimensión:

"El hombre por quien preguntas
Bajó al turno de la sombra
Lo encontré allá en las laderas
Mujer: ya regresará
Llevaba el pan en las manos
Y en los ojos tu mirada
Volverá en la madrugada
pero alguno no vendrá"
(...)
"en Lota la noche acaba
Con sangre en el mineral
El mar y el grisú están cerca
Y es de vida o muerte el pan".

La vida de los arrieros, sus victorias y derrotas quedaron estampados en los versos de "Arriba en la cordillera", su más famosa creación:

"La Viuda Blanca en su grupa
-la maldición del arriero-
Llevó mi viejo esa noche
Para arrear ganado ajeno
Junto al paso de Atacalco
A la entrada del invierno
Le preguntaron a golpes
Y él respondió con silencios:
Los guardias cordilleranos
Clavaron su cruz al viento"
(...) 
"Nosotros cruzamos hoy
Con un rebaño del bueno
Arriba en la cordillera
No nos vio pasar ni el viento
Con qué orgullo me querría
Si ahora llegara a saberlo
Pero el viento no más sabe
Dónde se durmió mi viejo
Con su pena de hombre pobre
Y dos balas en el pecho".

Una de las características más sobresalientes de Manns está en el uso que hace del lenguaje, como por ejemplo en "Palimsesto", donde logra una fusión notable de imágenes:

"Huelga deciros que yo os quiero más
En la profunda pulpa de antesueño
Cuando el glaciar se reconvierte al sol
Y se nos va el esperma en el empeño
Y se nos cuaja el sueño de
cenizas
Ávidas de hendir el cavilar del leño"
(...) 
"Qué hombre volver para que Osuna libre
Su libre nombre y su veloz corpiño
Su vientre cuarzo y su agonía historia
Y sus cadenas, su reloj, su niño
Y os avecine, os una y os ausculte
Con sus dos manos y sus tres cariños
Y su refulgir
Su oficio de herir
La luz por venir".

O en estos otros versos pertenecientes al poema "El equipaje del destierro":

"Tú me preguntas cómo fue el acoso aquel que obtuve
Metes la lengua en mi cabeza, en mi pensar, en mi algo"
(...)
"Pues, ¿cómo van a robar mi volcán con su volcana?
¿Desviar de mi alma el embocar del río con su ría?
¿Hacharme en el paisaje el árbol con su arboladura?
¿Quemar con un fósforo usual mi libro y su librea?
¿Untar el yatagán de mi dolor con su dolora?
¿Hacer aguar en temporal mi bote con su bota?
¿Batir en retirada mi conjuro y su conjura?
Vibrar la cuerda de mi solfeo
Con su solfear"
(...)
"¿Pues cómo van a extenuar mi caso con su caza?
¿Adelgazar mi saco vecinal con su saqueo?
¿Uncir mi canto universal de grillo a su grillete?
¿Vaciar de contenido mi araucano y su araucaria?
¿Cavar con fúnebre placer mi tumbo con su tumba?
¿Frenar la turbulencia de mi gesto con su gesta?
¿El choque de mis esperantes con su esperadura?".

Patricio Manns también se reconoce en una serie de personajes de nuestra historia reciente. Es el caso de Bautista van Schouwen, al que le dedica el poema "La dignidad se convierte costumbre". El martirio de Van Schouwen es retratado en este poema de manera cruda pero con una sensibilidad que no pierde jamás el contexto poético:

"Silencioso
Con silencio de piedra submarina
Con la conciencia sometida al hierro
Con la muerte trenzando sus cuchillos
Sintió que se quedaba desvestido
De sangre, de cabellos y de uñas
De ojo y de piel, como si fueran
Un violento equipaje, el único equipaje
O un dosel, un visillo, una terca ventana
Que atajaran el ojo a los verdugos
De Bautista van Schouwen, compañeros"
(...)
"Secando la memoria
Clausurando la boca
No dijo una palabra ni una fecha
Ni un nombre, ni un país
Ni un río, ni una flor
Ni un bosque, ni una abeja
Que sirvieran
De mapa a los verdugos de su pueblo".

Otro tema importante en su poesía es el amor, cuya máxima expresión la alcanza en el poema "Balada de los amantes del camino de Tavernay", donde erotismo y amor son expresados con un vuelo poético del más alto nivel:

"El cuarto donde habita mi ruiseñora
Se nutre con el ruido de mi demora
Los cantos de la calle se están plegando
Y el mórbido reloj mira blasfemando"
(...) 
"La cama donde escurro mis homenajes
Es donde desterramos
la barrera de los trajes
Y donde, de algún modo su resolana
Se adueña de mi lengua tan soberana.
Allí nos respiramos de diestra suerte
Allí nos cobijamos (por si la muerte)
Allí yo le regalo mis estertores
Y allí ella me devora con mil amores
Cogiendo de mi sangre
Las frescas flores".

La edición de este libro viene a pagar una deuda con este magnífico autor. Porque más allá de sus composiciones musicales, novelas, cuentos y ensayos, Patricio Manns es fundamentalmente uno de los mayores poetas de nuestro continente.








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