martes, 14 de octubre de 2014

LUIS LA HOZ [13.659]


Luis La Hoz 

(Perú, 1949)
Ha publicado los poemarios Ángel de hierro (1984), Los setenta (1985), Los adolescentes (1987), entre otros. También realizó el prólogo y la selección de la antología Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, 33 poetas suicidas (1989), Geografía inútil (2006).



Oro y Arriba el Cielo

Tu caminas mirando el suelo, preguntándote
si debajo de él está la felicidad
Nadie te acompaña, quién podría.
Todos te son casi insoportables,
como los ojos sin párpados de dios,
como los estragos de una sorda borrachera.

Tu pusiste en vitrina todos tus deseos,
los mostraste igual que a oro puro.
Luego, como quien incendia un bar a medianoche,
los incendiaste, rompiste botella tras botella,
aquí están mis alhajas,
llévense todo.

Hoy una sensación de trance te acompaña.
Tal si llegara no la muerte
sino una parte de la muerte, justo a tiempo.
Y tú te detienes, levantas la mirada, un par de nubes,
arriba el cielo, nada más.






Buena es tu voz
que me trae le viento de la tarde
y la dulzura y la paz de la tarde
cuando llegas
y eres el sol cayendo
cayendo dentro de mí.

Bueno es esperarte
ansioso e inquieto como un pájaro
ansioso e inquieto como un hombre que soy
y que te espera.


Bueno es pensarte ahora que no estás
y eres la carne azul que yo deseo.

Y finalmente,
bueno es poseerte cuando todos se han dormido
y somos solamente dos
en la noche poblada y en silencio




4

Un hotel a medianoche
habitación 302 dice el encargado como si fuera de otro
mundo
En el registro escribo mi nombre
y una profesión mas decente que la mía.

Subo. Penumbra en los corredores, olor a creso
suspiro traspasando las puertas.


Yo soy un nuevo transeúnte,
otro suspiro entre las rendijas.

Por unos días mi reino sera el 302, una cama,
una mesa, un cuadro de caballos que galopan.

Tras la ventana,
un letrero luminoso anuncia pastillas contra el dolor.






STREETS

Una vez entendí el secreto de la poesía
y fue mucho para mi, demasiado bajo las luces.

Yo le pedí:- ven abrázame estamos sólos-
ella tenia cuatro meses de embarazo y una chompa
verde.

En su cuarto fuimos dos quietas soledades- tres
y el ruido de los automóviles.


Debería hacerte el amor, dijo,
y sus brazos estaban helados y sus labios secos.

Ah, el tiernisimo y barato perfume de las putas.
Ah mi vocación de santo.



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