sábado, 29 de octubre de 2016

FLOR LÓPEZ [19.410]


Flor López 

(Villa Mercedes, San Luis, Argentina, 1988) 
Reside en Córdoba. Poeta, editora, docente e investigadora. Da talleres literarios de estimulación creativa en diferentes espacios. Tiene tres libros publicados: Andrea (2009), Poemas para ser leídos sin camiseta (2010) y La perspectiva de los peces (2015, diezmil cosas, editorial que codirige con Anuar Cichero). [Festival de Poesía de Córdoba 2016].





Todos los libros de autoayuda son violentos.
En el patio interno de mi departamento hay un hombre que es feliz;
Toma cerveza con sus amigos,
fuma pipas importadas,
se rasca la panza tirado en una reposera de colores 
y es feliz.

Todos los martes tiene sexo con una rubia veintiañera,
lujuriosa y sin verguenza.
Tiene sexo desnudo,
toca tetas y es felíz. 

Aparentemente desde el jueves tiene una nueva adquisición:
motocross roja y gigante;
de acá arriba es más gigante y el rojo encandila.
De mi pieza veo todo,
todo eso separado de mí por una ventana más el ángulo que se forma al calcular la altura.

Tres pisos no más,
pero todo eso separado de mí.

Hace dos días me pareció reconocer a la chica rubia en el mercado del frente,
pero no,
no era martes. 

La chica rubia tenía cara de buena mina y unas tetas gigantes;
levantó la mano justo cuando yo pasaba por el frente,
por un momento creí que me saludaba, 
después me convencí de que no,
no era martes.

Desde hace dos años siempre se repite la misma escena:
Yo en mi ventana,  
y abajo el motoquero que tiene reposera y es felíz.

Por elección propia decidí no permitirme mirar más para afuera;
sin embargo últimamente el crujido de la moto encendida 
se me planta como un sonido denso e insoportable.

No aprendo a dormir con el;
así que limpio la casa de noche. 

Ayer abrí la ventana pero me alejé enseguida.
El humo tóxico de la moto se me metió en toda la casa,
fui a cerrarla y sin querer
-juro que sin querer-
ví a una morocha; 
ahora sí era martes,
y era morocha.

Tapándome la naríz para no respirar el monóxido y moviendo la cabeza lado a lado me acordé
de la rubia,
la rubia que era buena mina;

después de un blanco y conteniendo la respiración todavía
pensé en la moto,
en el hijo de puta de la moto
y en que él era felíz.




INSOMNIO

El tiempo pasa diferente desde que tengo 20
no se si fue que empezar a tener sexo modificó las cosas
abrir ese chacra cerrado por tantos años
darle vía libre
senda libre.
Me acuerdo cuando lo único que queríamos era tener tiempo para besarnos
contábamos los días, las horas que nos iban a dejar,
le restábamos el trabajo y las ocupaciones obligatorias
y daba la suma exacta.
Unos 45 días y algunas horas, sin contar las noches que claramente compartiríamos.
Siempre nos gustaron las habitaciones luminosas,
asumo que por eso no puedo soportar casi los lugares dónde no entra el sol.
Las viejas costumbres que te dejan
las ex-maridas.
Sin embargo, uno no deja de ser cauteloso, hasta cuando escribe notas
para pegar en la heladera.
Uno es cauteloso, con el tiempo y con uno mismo.
Eso no impide que desde los 20 todo fuera una excusa para meterte en la cama conmigo
o para que te metas,
lo aclaro por los feministas y las defensoras de los cuerpos de la mujer
hasta que una mujer le dice a otra mujer que solamente sueña con sus tetas
eso si quizá sea romper con los eufemismos.
Yo solamente sueño con tus tetas
y además te amo,
y qué.



Entonces

Entonces,
ya no tengo la energía.

Desterraste en mí también.
Me soltaste y giré por largos segundos apretados todos
en los primeros días en que comienza a andar el molino.

Giré y vi orbitarse lo que no pude yo soltar.
Desde el campo, corrían conmigo miles de niños
vestidos iguales
que desentrañaron la lucidez con la que antes miraba.

Ahora, 
ya no tengo la energía.
Vos no supiste valorar el pacto, ni 
el pensamiento, que yo había guardado como tesoro
y me hiciste girar,
queriendo o sin querer,
porque también a veces 
la luz expande un sitio desconocido y desconcierta,
no deja llevar 
ahí dentro 
la energía con la que giro.

Ahora, que de nuevo es mía
enciendo mi molino
y mientras los granos pasan de un canal a otro
y el sonido del motor perturba 
la quietud de mi campo,
te olvido
porque somos grandes y sabemos algunas cosas.




Hay modo de permanecer una vez extintas las operaciones

Hay modo de permanecer una vez extintas las operaciones
he traído en otra lengua una nueva modalidad
que nunca deja de extrañarme
de ponerme en un sitio
donde yo no había podido nombrar nada
porque no conocía
las operaciones 
que ahora extintas te preceden.
Y vos, sentada en la canoa, no sos más que la imagen de esas infinitas y sucesivas operaciones.
Sin embargo,
hicimos de nosotros siempre las cosas más simples,
y por eso es que nacemos y que estamos acá.
Caminé pisando las hojas secas de un Estado que nunca existirá de nuevo para mí,
las aplasté con mis zapatillas sudamericanas y enhebré 
un momento sólido
que quedó colgado en mi antebrazo
y después migré
Nunca pude volver a nombrar nada,
y migré.
Mi voz se perdió en los árboles inmensos de un Estado que nunca existirá de nuevo para mí,
y con eso se disolvió también 
esa sucesión lógica que conforma
un mundo doble.
Ahora mismo, cuando con un párpado entreabierto alcanzo a ver la luz que dejan los autos cuando se van,
comprendo que la persistencia se ensimisma 
y es en esa modulación 
es en esa modulación 
que migramos.



TIENDAS 

Hace mucho tiempo que no tenemos más padre.
Miramos boca arriba unos banderines que cuelgan del techo del balcón. 
al costado se ven por ejemplo: las estrellas.
Me cuenta la historia de unos gitanos
que viven como si nada y bailan.
Mientras habla yo escucho sus voces diciendo alaridos en muchas lenguas,
y unas panderetas atrás.
Sus pieles trigueñas se confunden con el desierto y bailan,
siempre bailan.
Buscan agua afuera,  lejísimos de las casas
sus caras parecen ásperas.
Los más chiquitos se manosean y se tapan el cuerpo con telas de por allá.
A veces, se separa de mi con palabras, con palabras que la llevan a lugares dónde con la distancia yo la puedo ver.
Ahí la puedo ver
Jugando,
también baila,
con el cuerpo que a veces le toco con la voz
baila
Los gitanos de su historia también están adentro
toco a los gitanos cuando toco su cuerpo
y bailamos.
con los banderines que van y vienen arriba.
boca arriba
boca con boca
bailamos
bailamos
nos desparramamos como los gitanos
en un baile hambriento




FABRICANTES 
  
No es primavera, te juro que no es primavera. 

Caminamos dando giros a una parte ínfima de la ciudad, 
la humedad hace que nos pese todo.
Los parpados entre tanto a la mitad,
algunos momentos, somos tan grandes que vemos todo a la mitad.

Tantas veces 
entramos y salimos alrededor de esa plaza
como si nada,
como si esas rejas rojas y espesas pudieran contener verdaderamente lo que se mueve dentro.
Cuerpos chiquititos, por ahora chiquititos.
Como hormigas, se revuelcan en la arena
se frotan en el suelo.
Cuando los de los bancos se dan vuelta los cuerpos chiquititos apuestan al mundo.

"Es solo una cuestión de segundos”, me dice ella. 
Extraños segundos,
perdidos segundos.

Los colores se amontonan se hacen pirámides y los cuerpos chiquititos ocupan el espacio. 
No se conforman con un juego,
ni con el dia ni con la noche,
no se conforman con nada.
Entienden,
que es una cuestión de segundos.
Que para ciertas mudanzas no debería haber rejas.




Algo de lo que puedo llegar a pensar cuando me dicen la palabra “Cracovia”

Pide coco. 
Coco. Coco.
Aprieta el candado de la bici para que no se salga.
Para que nadie más que ella pueda decidir sobre la bici.
Lo aprieta, y se asegura de que esté firme.
Se pone firme, le pone el cuerpo al candado.
En frente, en dirección contraria, una plaza donde andan niños en un perímetro agrandado por el césped.
El candado de la bici se destiñe con el resplandor de otoño, con un clima rarísimo al que no hay ropa que valga.
Un candado que alguna vez fue rojo.
Ahora lo vemos desde una heladería barata, el minuto que permite la contemplación.

Mirar y el tiempo. 
Mientras chupo la cucharita de plástico fijo la vista en el transparente en que se fue convirtiendo ese candado. Mi vista se disuelve, se nubla, también se vuelve en ese acto transparente.
Sus manos danzan e intervienen el helado,
un pobre potecito de un cuarto para dos.

Una idea sobrevuela siempre la cabeza. No importa cual. Siempre se deja atrapar. 
Hablamos de terrenos y de policías, de mujeres y de represión. Hablamos de la salsa y de los flujos, de los flujos que venden y atraen.
Dibujo con la cuchara un letra en el helado, después me la como.
Me dice que en Polonia hay una mujer que se fue porque sí,
que ella no entiende porqué se fue a Polonia o porqué le pagaron por ir.
Rumbos.

Un matutino bastante “pedorro”, conciliamos y si.

Lo importante que está en otro lado,
ahora justamente coincide con que cuando me lo dice, “pedorro” esa palabra insignificante, cuando me lo dice, se acerca un poco,
su voz baja a mi vibración, a mi frecuencia.
La veo.
Intensa  mente.
Salimos en busca de aire.
Le pasamos al lado a toda la historia del candado transparente y elegimos un lugar.
El tiempo nos deja
un rato.
Jugamos a que salimos un feriado a comer helado en la plaza.
Jugamos y esta bien.




COSAS PARA SEMÉRIDES

Uno o dos inviernos atrás, 
una casa artificial.
Quiero concentrarme en lo que dicen los libros que me prestaron
pero no.
la vida resulta más importante.

No podrán darse las manos con todos los que quisieron, 
es un camino largo recorrer tantos lugares
como para no perderlos o dejarlos vagabundear en otros soles.

Uno o dos inviernos atrás pensábamos que nos íbamos a cagar de frío irremediablemente, pero mirá sirenita de los ojos marrones como sobrevivimos al tiempo. 

No es fácil. 
La decisión acertada, siempre es la misma.
Allá vamos y allá voy a pesar de esos inviernos.

Las películas escandinavas que siempre cito en mis poemas son apenas un reflejo. Lo vas a ver más claramente, pero esta vez con tus propios ojos. 

Después de la cena nos dormitamos hundidos, 
Nos despertamos y le gritamos a los vecinos que el devenir consiste en sumergirse en
una máquina de fluidos.
Es alocado pero ellos lo entienden,
asienten y lo persiguen.

Encaramos derecho y para el frente 
mientras en las grandes metrópolis los autos pasan a una velocidad futurista que nos cuesta describir.
Futurista se transforma en una palabra para deformar. "Futurear", por qué no? ahora que sabemos podemos inventar lo que queramos.

Otra verdad que nos transita, 
mientras los viejitos opulentos insisten en mirar hacia el Gran Cañón,
nosotros miramos la bombilla,
detenida y exageradamente.
La bombilla de metal tallada a mano algo gastada por el ardor del tiempo.
La bombilla que nos conecta de la vida a la boca.
A  través de un flujo más, nos lleva desde adentro hacia lo Otro.

Uno o dos inviernos atrás, 
sirenita de las formas sutiles
no íbamos a imaginar cómo nos gustaría ahora el frío.




POEMAS DE ENTRECASA


Algunas imágenes como estas pueden reconstruirse fácilmente. 
Desde el fondo de la casa,
el viento apenas que moviliza las hojas de los árboles.
Los árboles y arbusto que pueblen ese patio
que a veces en lo oscuro se siente repleto.
No nos miran,
todos los que habitan estas infinitas gramillas siguen su paso
estricto pero siempre lento.
Programadas como las hormigas
tejen en formas impensadas
las guardas que configuran un hogar.
Atrás de los ligustros se cuela la historia de los perros
muchos de ellos que pasaron
por las manos nuestras
y se fueron
a ser vagabundos de otras tramas.
No todo es imaginación ni relato,
algunas violencias a la tierra han permanecido sin poderse verbalizar tan pronto.

De nuevo, otra historia-shock 
que nos devuelve un ahora,
es fantasía y todo lo que se construye alrededor de las fotos.

No mientas princesita de las muñecas,
vos sabes que a vos yo nunca te quise
nunca te elegí.

Te vistieron y te pusieron a decorar todo lo que tenía que ver conmigo 
pero yo no te elegí,
sabes que no lo hubiera hecho nunca.

Hay redes que se destejen con el tiempo y la mirada 
hay otras que permanecen oscurecidas por un par de historias
amenas
para contar a los demás.

Yo desde el poema no sueño con  ello ni con nada. 
Soy de nuevo -cada día- un soplo,
un viento ágil del sur.




árboles de plástico falsos



Había una vez
cierta cantidad de cosas que tu cabeza nunca te dejó escuchar.
Después hubo otra vez que encontraste  en algunos objetos -en cosas exteriores-
algunas revelaciones, 
ponele 
lo que se usa mucho, descubrir grandes cosas en frases hechas en grafitis intervenidos con gomas de mascar.

Todo esto podría ser la letra traducida de una canción de Radiohead, que no sé desde cuando escuchas. Pero lo veo y me gusta.
Como si toda la vida hubiera estado esperando que escucharas Radiohead o The Kooks o que miraras películas Checoslovacas por tu cuenta.
Viniste de otra parte del mundo o fuiste y viniste,
y así.
Infinito.
Desde ahora nos estaremos encontrando en las escuetas posibilidades que aparecen entre el tiempo y los recuerdos. Mirá que frase solemne. Una frase que se la podría dedicar a cualquiera de ustedes, o de ustedas, 
y no importaría, porque la a última seria meramente un error de traducción.
Si no existe nadie que dice lo que se puede, muchísimo menos lo que se debe.

Las fotos no revelan nada o nunca nos revelan del todo.
Esa es una conclusión que se podría escribir con crayón negro y ponerla en un portarretratos.
de la pieza o del comedor.

En el ínterin del full álbum, creo que era el track seis, una chica me pregunta por mail cómo hace para escribir. Cómo se escribe la transición entre el grito de su hermana por los platos sucios y ella que a la siesta contempla un pajarito, abajo en la vereda.
Le digo que escriba eso,
que esa transición es la vida
y por ende la escritura.
Un margen que construimos desde la última célula propia de la punta de los dedos,
dónde termina la sensación y  en ese momento desaparece-en realidad- todo el resto o casi todo el resto.









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