jueves, 13 de noviembre de 2014

ILÍAS LAYOS [13.992]


                                          Imagen © VASILIS GONIS



ILÍAS LAYOS 

(1958-2005), poeta griego, es una de las figuras más destacadas del llamado grupo de los 80, con doce títulos de poesía en total. Su repentina muerte a los 47 años al caer desde el balcón de su casa - lo que se interpretó como suicidio - lo convierte, de alguna manera, en un mito de la poesía griega actual. Pues aquel trágico suceso, que sobrecogió al mundo literario helénico, llega en un momento en el que su poesía es muy reconocida y, a su vez, contaba con la admiración de un grupo de poetas apenas iniciados, pero sumamente prometedores, hoy con una innegable presencia en el ámbito literio y cultural de su país. Escritores que sentían por la figura de Layos una especial atracción, reconocían en él una voz distinta, postmodernista y quedaban impresionados por su manera de entender y recitar la poesía.

Así, tras su muerte comienzan a aparecer poemarios enteros inspirados en su figura, como el de Réquiem para un amigo (2005), de Dimitris Eleftherakis, o secciones de poemarios a él dedicadas, como la de "El caballero y la muerte", del libro Aniversario de Dimitris Angelís (Ediciones Valparaíso), donde Layos se nos representa como un nuevo Don Quijote.
        
Este es uno de sus poemas más representativos, incluido en su libro Las 24 horas de Dido (1998).


Traducción y nota: Virginia López Recio



24.00 H. DIDO ANTES DE QUE CAIGA LA OSCURIDAD DE LA NOCHE O TAL VEZ LA ABSOLUTA

A la manera de S. J. Perse, como lo quiso
Y todo no era más que dolor, desgaste diario y una vaga promesa de advenimiento; los ojos acusaban una edad infantil         por lengua y muerte habitadas; y entonces,
amor mío, ¿llegó el hechizo de la hora, del tiempo o de la nada? Esto sé únicamente.
En el nombre, en el nombre tuyo, nombraré los naranjos más viejos, a mi madre, hermosa madre, como la veo en las             fotografías,
y a mi padre, imponente, guapísimo, oficial entonces, el ganador de los ganadores, con el bigote,
(¡oh, padre complicado! ¡oh, manos de muchos triunfos, mojadas en la sangre!),
venid mientras declina el día al pretil de mármol, al que da sombra una adelfa, venid
mientras escucháis la voz pendenciera, un poco avejentada de la abuela: "¡A la casa, ahora mismo a la casa!"; las hierbas,
cuando jugabas, eran más altas también desde lo alto,
las hierbas llegaban hasta tu pecho, te escondías entre
las hierbas, las sucias ramas construían tu sueño;
jardines de magno cielo, de Pelagía y de Virginia alcanzaban tu sueño. ¡Ay!,
niño menudo, el más flacucho, pero cuando daban patadas, ¿acaso no te dolían como a un adulto las pantorrillas?
Conociste el hedor de animales muertos y una oculta promesa de inmortalidad.
        Cada mañana bajabas allí: al río: grande, traganiños, impenetrable; ¡Oh, río puente encantado con tus secretos! ¡Oh,         niño pequeño que crecerás!;
y todo el mundo era noviembre, Mujustis, los animales que comprarían, el algodón de azúcar, el círculo de la muerte,
y allí sudabas; tus rodillas desnudas empujaban su velo en la tierra (¡Oh, niño bien vestido! ¡Oh, muchacho, el más                     bellamente calzado!).

Y nadie jamás supo de la sombra del limonero en tu jardín, sombra de gigantesco limonero,
una sombra que cuando la guardaban tus ojos se convertía en una, tú ella, hombre de tu sueño siempre,
(¡Oh, misericordia! ¡Oh, antonomasia!) la Gloria. Que abras cada mañana las ventanas, que veas
el Castillo, el Río grande, que intentes nombrar tactos, hedores, miradas y nombres - 
y esta edad muy antigua que sea tu nombre.
No hablaste entonces, en mitad del fuego, de una adolescencia dolorida que te quemaba, no hablaste,
trabajadores demacrados en las calles,
cantan La Internacional,
y la orgullosa bisabuela
como tórrido verano.

Padre mío, madre mía y abuela, los nombres más olvidados,
y a mi lado lo que toco: un vaso de vino, una mujer, un teléfono;
todo cuanto conocí para mí ya se ha perdido, Río;
en el anonimato, las personas sois jardín,
y yo ahora tan solo un poco de nada.



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