sábado, 11 de abril de 2015

HAZIM AL QARTAYANNI [15.552]

    
Hazim al-Qartayanni

Abu-l-Hasan Hazim ibn Muhammad ibn Hasan al-Ansari, conocido como Hazim al-Qartayanni (Cartagena, 1211 - Túnez, 23 de noviembre de 1284; árabe: حازم القرطاجني), fue un poeta andalusí.

Nació en la medina de Qartayannat al-Halfa (moderna Cartagena), una ciudad costera de la región oriental de al-Ándalus, en manos de los almohades, en el seno de una familia noble procedente de Zaragoza.1 Su padre era un importante cadí y literato que pudo procurarle estudios coránicos en Cartagena y Murcia. Queriendo completar su formación intelectual, Hazim viajó a Granada y Sevilla, donde comprendió la filosofía griega a través de las obras de al-Farabi, Avicena y Averroes.

Tras la derrota almohade en la batalla de Las Navas de Tolosa, la España musulmana había empezado a descomponerse y sucumbir ante el avance de los reyes cristianos Fernando III de Castilla y Jaime I de Aragón. El líder Ibn Hud intentó reunificar bajo sus dominios al-Ándalus, pero la presión castellana lo obligó a declarar su vasallaje. Es en este tiempo caótico cuando Hazim decide exiliarse en Marruecos, donde consigue cierto reconocimiento como poeta en las veladas literarias, a pesar de lo cual debe emigrar finalmente a Túnez.

En su nuevo hogar consigue entrar en la corte del califa hafsí Muhammad I al-Mustansir, al que ganó su confianza, siendo nombrado secretario de la cancillería. Destacará además por su dominio de la gramática, la poesía, la prosodia y la retórica. Aunque en 1270 la fallida Octava Cruzada de Luis IX de Francia se dirigió contra Túnez, Hazim decidió asentarse definitivamente en la ciudad, en la que ya contaba con discípulos.

Su primera obra escrita fue el Minhag al-Bulaga wa Sirag al-Udaba ("Camino de elocuentes y lámpara de literatos"), que ofrece como método de iluminación a quien desee expresarse con elocuencia y ser literato. Pero sin duda su obra más conocida fue la Qasida al-Maqsura, una obra poética notable entre la literatura árabe del siglo XIII. La casida se divide según la temática: en primer lugar una oda al Califa tunecino, en el segundo un canto a la tristeza del enamorado y por último un canto de añoranza a las ciudades de su juventud, Cartagena y Murcia.

Hazim el Cartagenero falleció el 23 de noviembre de 1284, sin que se sepa donde descansan sus restos. Una colección de sus obras puede encontrarse en los manuscritos árabes 382 y 454 de la Real Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial.

Recuerdos de Cartagena y reconocimientos



Cerámica andalusí encontrada durante excavaciones en Cartagena, ss. XI-XII.


Hazim, obligado por las circunstancias de su época, no pudo jamás volver a su ciudad natal (conquistada por los cristianos en 1245), a la que siempre guardó un sentimiento de cariño y añoranza,2 reflejada en estos versos:

Es un paraíso donde corren ríos
de agua, vino, leche y miel;
donde todos los placeres se dan cita,
el ver y oír cosas agradables,
las comidas, bebidas y perfumes,
las veladas de placer,
el departir en las madrazas,
las tertulias literarias, el amor...
el tiempo es como una fiesta continua;
las noches, como noches de boda;
la vida un ensueño permanente.
Qasida al-Maqsura.
De Cartagena dijo además: "Es un palacio de elevados muros, cuyo techo son las estrellas".

El Ayuntamiento de Cartagena quiso recordar la figura de este poeta en 1986 dedicándole una calle, llamada "Hazim de Cartagena".1




Este fragmento poético pertenece a la Qasida Maqsura, del cartagenero Hazim, precisamente conocido por Al-Qartayanní quien habría de morir en 1285, a  casi veinte años de la definitiva incorporación del neonato Reino de Murcia a la Corona castellana. En este largo, sentido y hermosísimo poema -a juzgar por los elogios de quienes lo han leído y degustado en árabe- Al-Qartayanní evoca en 320 versos, de los 1006 de que consta, lo que fue su vida entre Cartagena y Murcia, sus dos queridas ciudades; la primera, su lugar de nacimiento; la segunda, la de sus primeros estudios y descubrimientos de adolescente: 
Al-Qartayanní descendía de musulmanes aragoneses. Su padre ejerció de Cadí -juez islámico- en Murcia. Nació en 1234. Amplió sus estudios en Sevilla y Granada, y al contemplar la irremediable decadencia política del mundo andalusí, emigró a Marraquech, donde ya habitaba el gran sufí murciano Ibn-al-Arabí. Acaba por recalar en Túnez, de donde ya no habría de moverse. En ese enclave mediterráneo, y para conmemorar la inauguración de un acueducto construido por el Sultán Al-Munstansir     -su protector- escribe la Qasida Maqsura, tesoro toponímico de la región -entre otras cosas- en los amenes islámicos en el sureste hispano; aún por traducir. García Gómez, el gran arabista, tradujo y comentó fragmentariamente la Qasida, que ya en el XIV había sido prolijamente comentada por el ceutí Al-Garnatí, filólogo y gramático. En 1925 fue editada por primera vez en El Cairo, en miniedición prácticamente desaparecida. En nuestros días, Alí Gandhoul y Robert Pocklington han retomado la traducción, trasladando algunos pocos versos más:



I

El tiempo se repartía según las estaciones,
trasladándose de un lugar a otro, 
como las estrellas errantes del cielo.

El invierno se pasaba en Cartagena, resguardada
de los vientos por los altos montes, junto al mar.
El verano en la fértil vega de Murcia, 
a la sombra de los árboles cuajados de frutos, 
entre alcázares y puentes.
La primavera en los campos, prados y colinas 
regados por las primeras lluvias.
El otoño en los baños termales, 
de los que tanto goza el levante español.



II

El mejor lugar para pasar el invierno, en la orilla de un mar, 
entre cañas, cúpulas y casas.
Para pasar el verano, a las orillas de un río, entre palacios, 
puentes y poblados.

                                                                                     
Para pasar la primavera, lugares por donde se desliza el agua 
sobre praderías, llanuras y colinas.
Y para el otoño, lugares de aguas, 
o alhamas, entre árboles castillos y caseríos.

En Murcia se reflejan los árboles en las aguas cristalinas del río.
Y pasábamos el tiempo comprendido entre almuerzo y cena 
descubriendo los deseos de nuestras almas, mientras las aves 
nos maravillaban con sus trinos.
        O dejando rodar palabras bellas, como piedras preciosas,                                                                                    en noches de luna llena.
Embriagándonos con el aroma de los árboles y flores,                                                                       mientras el alba despertaba.



III

Y ahora nuestras miradas contemplan jardines rodeados                                                                                    de acequias y estanques.
Va desapareciendo el sol del atardecer, hasta que no se 
ve más que el borde de su corona.
Pero entonces alumbra nuestros ojos el resplandor de
Qubbas, cuya luz nos indica el camino.





Autor de "Minhag Al Bulaza Wa Sirga Al-Udaba" y sobre todo de "Qasida Maqsura", obra maestra, conservada en la biblioteca de El Escorial, que consta de tres partes, con 320 versos.

Nos lega, asimismo, una narración de una excursión en barco desde Escombreras a Cartagena, donde nos describe los principales lugares y edificios que existían en su época en la ciudad, citando entre ellos a "La casa de los leones", que cabe identificar con el anfiteatro romano, aún entonces en bastante buen estado. 

Hubo de vivir en primera persona la etapa final de la dominación árabe en la ciudad. Tras la caída de Cartagena, ha de marcharse dolorosamente, primero a Marrakesh y luego a Túnez. Desde su exilio tunecino Al-Qartayanni no pudo olvidar la tierra que le vio nacer.



Es un paraíso donde corren ríos 
de agua, vino, leche y miel;
donde todos los placeres se dan cita, 
el ver y oir cosas agradables,
Las comidas, las bebidas y perfumes,
Las veladas de placer,
El departir en las madrazas,
las tertulias literarias, el amor...
el tiempo es una fiesta continua;
Las noches como noches de bodas;
La vida un ensueño perpetuo.




Al Qartayyanni, acomete una oda poética a las ciudades que le vieron crecer: Cartagena y Murcia.


Vagué, oh amigo mío, por el Paraíso de la tierra
Y mi corazón no perdió su amor por ella.
¡Campamento de la felicidad Murcia,
Mansión de mi solaz y morada de mis placeres!
¡Oh Murcia mía! ¡Cuánta delicia y cuanta alegría
había en ti, entre arrayanes y bosquecillos!

Traducción del poema: Enrique Perpiñá.




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