martes, 19 de marzo de 2013

MARÍA DHIALMA TIBERTI [9483]



María Dhialma Tiberti (La Plata, Buenos Aires, 25 de octubre de 1928 - San Isidro, Buenos Aires, 16 de enero de 1987) escritora argentina.

Nieta de Luis Tiberti, cursó estudios en la Escuela Normal Nacional Nº 1 Mary O. Graham y Letras e Historia en la Facultad de Humanidades de la Universidad local (Universidad Nacional de La Plata). Ha tenido a su cargo la colección Ediciones del Bosque, integrada con obras de otros conocidos autores provinciales, tales como Raúl Amaral, Horacio Ponce de León, Ana Emilia Lahitte[1], Roberto Themis Speroni y María de Villarino entre otros. Ha colaborado en diarios y revistas y fue miembro fundador, y vocal titular, en 1956, de la filial platense de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y de varias instituciones culturales y sociales. Hacia 1950, fue miembro de la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares y ejerció un especial patronato intelectual como madrina (benefactora) y socia honoraria de la Biblioteca Escolar Popular Domingo Faustino Sarmiento, de la Escuela Nacional Nº 85 de Coihuecó – Loucopé (Via Zapala) en la Neuquén. También fue miembro activo del Consejo Femenino de la Asociación Interamericana de Escritores.
Como escritora, recibió numerosas menciones honoríficas y premios literarios, entre ellos el del Consejo del Escritor por el cuento Niña en la ventana, y otro por la novela Estimado señor Gris.
Heredera de la tradición literaria de Norah Lange, de tendencia ultramodernista, en los escritos de Tiberti predomina el elemento plástico y el movimiento de las imágenes regidas por el adjetivo siempre parco, como en su famoso poema Y la nostalgia. Algo de Antonio Machado y de Juan Ramón Jiménez se encuentra a lo largo de muchos versos de la autora, pero también de Pablo Neruda y de Rainer Maria Rilke. Sin embargo, del romanticismo, la poesía de María Dhialma Tiberti no tiene sino lo más fino y delicado, lo más tenue y sutil, lo que de él ha sobrevivido en el modernismo (Helena Percas, 1958). En 1967, Ediciones de Cultura Hispánica, bajo la dirección de la académica (RAE) Carmen Conde, publica poemas de Tiberti en una antología titulada: Once grande poetisas américo-hispanas, junto a poemas de Delmira Agustini; Gabriela Mistral; Alfonsina Storni; Juana de Ibarbourou; Dulce María Loynaz; Clara Silva; Julia de Burgos; Amanda Berenguer; Ida Vitale; Dora Isella Rusell.
El perfil cosmopolita y la brillante personalidad de la escritora, viajera infatigable en tierras europeas, en particular escandinavas, residente luego en Holanda por algunos años, atrae a grandes intelectuales de su tiempo. En efecto, durante más de una década, a partir de 1965, Tiberti reúne en su residencia de San Isidro, un grupo científico-literario, frecuentado por los escritores Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, Alejandra Pizarnik, Josefina Passadori, Maria de Villarino, Nicolás Cócaro; y los científicos, W. Selman Eggebert, Plinio Rey, Adrian Aten, entre otros. Entre literatura y ciencia, disparidad de interéses armonizados y justificados dado que la escritora era casada con el reconocido científico, experto en energía nuclear, Dr Gregorio Baro, quien fuera director de la Comisión Nacional de Energía Atómica de la República Argentina.

Obras publicadas

Poesía

Cielo Recto (1947),
Tierra de amapolas (1949),
Las sombras amarillas (1949)

Prosa

Los Títeres (1948),
Estimado señor Gris (1967)

Publicaciones en Antologías y otros

"Elegía" en Alfar, Julio CASAL ed., Año XXIX, (Montevideo), Nº 89, 1951.
SARAVI CISNEROS, Roberto, Primera antología poética platense, Editorial Clarida, Buenos Aires, Argentina, julio de 1956, pp. 183-188.
CONDE, Carmen, Once Grandes Poetisas américo-hispanas, Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1967.
GIMENEZ PASTOR, Marta y José Daniel VIACAVA, Selección poética femenina 1940-1960, Ediciones culturales argentinas del Ministerio de Educación y Justicia, Buenos Aires, Argentina, 1965, pp. 267-270.
MARTINEZ, David, "Poesía argentina actual, 1930-1960", Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de Educación y Justicia, Dirección General de Cultura, 1961. Pag. 128.



Y LA NOSTALGIA

Y a veces la nostalgia desnuda los dedos
sobre cada cosa. Y pienso en voces, en gestos lejanos,
insustituibles y profundos.
Tu mirada donde resbala el color del musgo
hacia la última vertiente del otoño,
allí donde florecen los pájaros heridos
y las gotas de luz y los silencios.

Es tan fácil pensar en tonos distantes
cuando golpean en la ventana
los ángeles de lluvia
y la sombra se estira blandamente inclinada
dibujando mapas antiguos e inciertos.

La nostalgia tiene el talle fino y las manos azules.
Aprieta las cosas, los aromas;
se quiebra en pimpollos salados;
se prende fugaz a los objetos, al aire;
crece en la luz, se desmaya en una
casi sonrisa.

Pienso en tiempo de trigos,
en tiempo de ausencias, de lloviznas.
En perfiles nítidos, metálicos, inconfundibles
entre las multitudes,
encendiéndose de pronto, como lámparas.
Es tan sencillo constuir nombres
cuando la tarde
se absorbe en sí misma en las violetas
y después y después.

Nostálgica.
Cuando se está solo sin soledad
oyendo rumores imprecisos que nacen en la distancia
y buscan su sitio en el mapa de sombras.

Y después aun.
Cuando las sonrisas inician sus viajes
en derredor de los retratos,
y las palabras vuelven, tangibles,
en voces tangibles y absurdas.
Y en las noches, llenas de ángeles mojados
y de ríos lejanos que sollozan
entre juncos perdidos.

Ah, después todavía.

Porque es tan fácil pensar en lo imposible
mientras se humedece el hálito de musgo en tu mirada
y ahora realmente, quién sabe dónde aletea,
entre qué pájaros.
Y a veces la nostalgia esparce sus cabellos
junto a mis labios
y se arrodilla sobre los espejos, temblando.

Y entonces pienso en voces, en gestos,
precisos, definitivos en luz del otoño;
otoño en territorio de llanto.

Cuando abril resbalaba lentamente
y en tus ojos cerrados se construía un mundo
y después, todavía después;
cuando pusiste el amor en agua
para que no se marchitara.
Ah, nostálgica;
y ahora que para iluminar un rostro
necesito de las lágrimas.

De: Las Sombras Amarillas, La Plata, Ediciones del Bosque, 1950.







Soy

Yo inventé el tiempo
para decir tu nombre.
Porque mi voz lo quiso,
hubo violetas en verano
y glicinas en otoño.
Fui quien modeló el espacio
para dar cabida a tu sombra.
Y por que mis ojos lo pidieron
el cielo cambió de tono.
Indudablemente,
soy la dueña de todo.


"Soy", extraído de:
Tierra de amapolas, Ediciones del Bosque, La Plata, 1948.





De mi misma

Yo era un lago
y en mi floreció una rosa
porque si...
Mis propias ondas me daban
armonías, ritmos y melodías;
quería entenderlas,
y las escuchaba
pero sin comprender nada.
Y sin embargo,
soñé que no soñaba. 






Tu y yo. Sombras.
Somos solo sombras
presas en un acuario celeste.
Tú, inventas las huidas.
Yo, me resigno a los regresos.
Ambos deshilamos los días,
tejemos los encuentros,
decimos los adioses con palabras
frías de nostalgia.
Tú y yo. Voces.
Somos solo voces
cautivas de un tiempo y de una tarde.
Tú, alejas las frases.
Yo, acerco las miradas.
Ambos cruzamos las sonrisas,
con equívoco brillo
de inexacta espada.
Tú y yo. Quejas.
Somos solo quejas
anudadas a un lejano llanto.
Tú, olvidas las presencias.
Yo, recuerdo las distancias.
Ambos volvemos insensiblemente
a oscuros recodos
con sabor de lágrimas.
Tú y yo. Esperanzas.
Somos solo esperanzas
dispersas en un viento iluminado.
Tú, gritando lo pasajero.
Yo, callando lo definitivo.
Ambos fingiendo partidas
por azules e insospechadas,
irreales galerías.
Tú y yo. Mentiras.
Somos solo mentiras
atadas a crueles hojas de sable.
Tú, engañas a mis ojos.
Yo, miento a tus palabras.
Ambos creemos hilvanar historias
con tiernas llegadas.
¡ Absurdos versos con perfil romántico !
Tú y yo. Nada.





Todo te está llamando,
amigo;
la amapola tibia
y la paloma de vuelos altos
nacida en el crepúsculo.
Todo te esta nombrando,
amigo;
la enlutada procesión
de voces desgarradas y frías
y los quebrados violines de agua.
Y la fuente vieja
y el musgo verde y la hiedra nueva.
Todo te está aguardando,
amigo ...
Y ven.
Ven hasta mi desesperación,
amigo, que todo te está nombrando.







Arriesgo mi canto
a la temprana muerte
solo por ver si hay un eco
que pueda salvarse...
Arriesgo mi sonrisa
a la temprana partida
solo por ver si hay un reflejo
que pueda salvarse.






La nostalgia tiene el talle fino y las manos azules,
cuando se esta solo sin soledad
oyendo rumores imprecisos que nacen en la distancia
y buscan su sitio en el mapa de sombras.








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