martes, 31 de marzo de 2015

GUILLERMO VALENZUELA [15.343]


GUILLERMO VALENZUELA

Santiago de Chile, 1961. Poeta. Fue editor de la revista "Piel de leopardo".

Se nos viene la Semana Santa y en nuestras manos cae un libro de poemas de Guillermo Valenzuela, "Poemas Divididos", en que desliza sus propios calvarios por allá en torno al año 2000. Guillermo vivió en su juventud en Rancagua, en una casa de cristales e historia alegre en Calvo con Millán, donde alguna vez le escuché con una copa de vino maldecir a Neruda "por haberlo escrito todo". El prefería a los poetas de la duda, sin estridencia, cosmopolitas y existencialistas, como Enrique Lihn, y qué decir de Ginsberg, Rimbeau y otros "malditos".
Guillermo escribió un poema que me conmovió. La imagen del Señor "humanizado", como el Cristo débil en el Huerto de Getsemaní, que nos habla de toda vida cuando parece topar fondo. En su brutalidad el poema es un grito de auxilio, al menos en mi interpretación. El poeta quiere que el Hijo de Dios sea tan humano como él, aparentemente lo vulgariza, pero lo busca y lo quiere en la búsqueda de sentido... No encuadro más los versos de Guillermo y se los comparto en esta sección de cultura y religión, que no es otra cosa que re-ligarse con el misterio de la vida, el Dios, que está allí, esperándonos al final de una noche sombría:



                 
Fin de Semana

Cristo resucitado golpea a mi puerta
con una resaca de dos mil años.
Me pide unas monedas para seguir chupando.
Es arduo predicar en el desierto y caminar sobre
                                         las aguas
sin un aliciente que circule por la sangre.
Más allá  los apóstoles zizaguean entre los olivos
escupiendo el cuesco de las aceitunas.
Bendice con la mirada perdida las monedas en
                                          mi mano
y continúa golpeando puertas,
profanando imágenes sagradas por el puro placer
de llenarlas de sentido.





Sur

Se trata de una mujer con los dientes
alineados en una hilera magnífica
como si el mismo sol los contara con los dedos
en su gran plato de maíz incandescente.
Algo que el viento no podría traducir
enredado a los rehues que rayan la lluvia contra los sentidos.
La conocí con desenfreno la noche de Lautaro.
Me defendí de las erecciones con tinta de hormiga,
mientras ella dormía a mis espaldas al calor de una madeja negra.
O tal vez era la luna raspada que caía con el deshielo.
Apabullado por una confusión ocular me dije:
se trata del enigma de tu propio compromiso enjuiciado
en el reino de la Pachamama. Lo recuerdo con perfección ciega:
acostado con esa mujer que sonreía con la nítida igualdad de un brazo.
Qué sudario el de mis antecedentes indígenas
Fichado, con pánico nocturno en La Araucanía,
un invierno de 40 auroras boreales.

en LOF sitiado, Homenaje al pueblo mapuche, 2011






LESBOS EN TU CORRAL

Llamèmosla amor a la posesa imposeible
Como si el Galàn de la Parca fuera su espejo y
Olìmpica ella se contorsionara

O reflejada en los ojos vidriosos de los espectadores
Regresara su rostro en un vòmito contenido a la Pantalla
                                            
A la dorada felicidad de la corona de espinas
Al timbre de sangre morada en el muslo de la res
Al cerco intrauterino donde los espermios son gacelas
                                           electrificadas
Que van a parar al mar de las cloacas
Al Ocèano del Padre que se emborrachò hasta las cachas.






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