viernes, 8 de marzo de 2013

JOSÉ MARÍA QUIROGA PLÁ [9380]





José María Quiroga Plà
(Madrid, 1902-Ginebra, 1955)
  
José María Quiroga Plà inició su carrera literaria próximo al ultraísmo (llegó a anunciarse un libro suyo titulado Motivos del Ultra); antes de la guerra anticipó en revistas su libro Baladas de acordeón, neopopularista y lorquiano. Cultivó también -fugazmente- la narrativa (con un cuento escrito en colaboración con Pedro Caravias ganó el premio de relatos de la revista Buen Humor). Tradujo a Proust, continuando la labor iniciada por Pedro Salinas. Fue secretario de Unamuno, con una de cuyas hijas se casó. Tras la guerra civil, se exilió en París, donde publicó Morir al día, su libro más significativo, agónico y unamuniano, bien lejano de los escarceos vanguardistas de la preguerra. Buena parte de su obra inédita se extravió tras su muerte.

Obra poética

Morir al día, Sonetos 1938-1915, París, E. Ragasol, 1946; 2.ª, ed., Madrid, Molino de Agua, 1980.
La realidad reflejada, México, Fondo de Cultura Económica, 1955.
Poemas inéditos, en Rafael Martínez Nadal, Miguel de Unamuno, dos viñetas y José María Quiroga Plà, hombre y poeta desterrados en París (1951-1955), Madrid, Casariego, 3000, págs. 225-271.

Bibliografía

González Muñiz, Miguel Ángel, «José María Quiroga Plà», en Morir al día (2.ª, ed., 1980), págs. 7-14.
Martínez Nadal, Rafael, Miguel de Unamuno, dos viñetas y José María Quiroga Plà, hombre y poeta desterrados en París (1951-1955), Madrid, Casariego, 2000.
Semprún y Gurrea, José M. de, «Prólogo», en Morir al día (2.ª ed., 1980), pág. 19-28.
  






Nocturno del desterrado

La luna, trotacalles de la noche,
sube conmigo al taxi y me acompaña,
la mano en mis rodillas. Desde el coche,
cuna de azar, mi sueño vuela a España.

Cuando a la sombra vuestra dejé puerto,
¡qué lejos, torres de mi Salamanca!
¡oh agonía de amor, de manifiesto,
con letras negras en la piedra blanca!

Agonía de amor, y la agonía
de la tierra, y los hombres contra el muro,
crispado el puño que la muerte enfría...

¡Y esta ansia desgarrada que confía
volver a hacerte tuyo en el futuro,
cara a cara y en paz, mi España, un día!

  






 Soñando voy, España...

Soñando, España, voy con tus caminos
en mi vagar, al Sena paralelo;
soñando con tu claro y alto cielo,
con tierras de encinar, montes de pinos,

trigueños llanos, viñas y olivares;
que en pan y aceite y vino y campo, al viento
especies vivas de tu esencia -siento
írseme el bien de los perdidos lares.

Soñándolo y soñándote distraigo
del hoy de hieles y el mañana incierto
el corazón y el pensamiento míos;

de tu recuerdo en el regazo caigo,
y en él me empuja la esperanza a puerto,
la dulce agua batida de tus ríos.

[Morir al día]
  







 [La ventana...]

 La ventana... Una ventana
para orear y asomar
el corazón a la mar
perennemente lejana

y ver pasar, por el zarco
fondo de la atardecida,
la estela de nuestra vida,
múltiple con tanto barco,

con tanto salto del viento
y con tanta isla desierta,
con tanto rumbo no escrito.

¡Ventana! Y el pensamiento
como una pupila abierta
de asombro ante el infinito.









[¡Qué aljibe de claridad...!]

 ¡Qué aljibe de claridad
la plazuela del convento!
Se le duerme encima el viento
y en derredor la ciudad,

ciñéndola como tapia
entre cuya tosca piedra
cuarteando va la hiedra
memoriales de prosapia

en tanto, por el bardal,
descuelga en hebras morosas
la atardecida su miel

hasta el desmayo carnal
con que se aplasta en las losas,
pisado y sucio, un clavel.

  







 [Abre los ojos...]

Abre los ojos. Ahora
ciérralos, para mejor
aquilatar el primor
con que dibuja la hora

su hermosura, en filigrana,
a través de la hermosura
somera, en que a fondo apura
su paleta la mañana.

Y si tu cámara oscura
a dar por trasunto al día
formas de capricho empieza,

no pienses que desvaría:
que también la fantasía
se llama naturaleza.

  




  


 [Deja dormir el pasado]

 Deja dormir el pasado,
en subterráneo desierto,
con su vago olor a muerto
y su cielo abovedado.

No caces en él. Reserva
tu atención apasionada
para oír, de madrugada,
crecer el sol y la hierba.

En la cantera del día
aprende a picapedrero;
a ser herrero, en la fragua

de la pena y la alegría.
Corta la flor del romero,
que no se la lleve el agua.

[La realidad reflejada]








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