sábado, 15 de febrero de 2014

FRANCISCO JORDÁN FRANCHY [10.972]


Francisco Ignacio Jordán Franchy 

Poeta y navegante - (1883-1963)

Por Jesús Perdomo Ramírez

Nació en Haría el día  31 de julio de 1886. Hijo del matrimonio formado de D. Francisco Jordán Cabrera y de  D.ª Ana Luisa Franchy y Socas,  ocupa el tercer lugar de cuatro hermanos. Contrajo matrimonio con  D.ª María Antonia Padrón y Padrón, en Santa Cruz de Tenerife, el día 15 de octubre de 1914. Falleció en Santa Cruz de Tenerife en  1963.

Cursó la educación primaria en la escuela publica de Haría hasta cumplir los doce años. Marcha a vivir con su familia a la isla de Alegranza y allí permanece hasta la edad de quince años. Su traslado a esta isla es debido al destino de su padre como farero. En el transcurso de este tiempo comparte con su familia que vive en Haría.

En la isla de Alegranza Francisco Ignacio Jordán Franchy y sus hermanos, estudiaron una formación reglada bajo la auspicia de sus padres. Luego, en 1902  se desplazan hacía el Puerto de Arrecife y preparan el bachiller, permaneciendo cinco años en la capital de la isla. El día dos de Octubre de 1908 ingresa como alumno en la Escuela Superior de Náutica de Santa Cruz de Tenerife. Obtiene el titulo de Piloto el uno de mayo de 1912 y de Capitán de la Marina Mercante en noviembre de 1918.

Sería imperdonable que no aprovechásemos esta ocasión para dar a conocer un personaje que, desgraciadamente, permanece en el más absoluto olvido que simplemente se justifica por un desconocimiento, tanto de su vida como de su obra. En consecuencia, y dado que fue en el valle de Haría el que lo vio nacer, se nos plantea como un deber hablar de Francisco Jordán Franchy.

Desde niño se sintió atraído por el mar. Esta temprana pasión despertó en él la vocación de marino. Comenzó a ejercer su profesión en los bergantiles de Bosch, aquellos barcos de vela que comenzaban a abandonar la navegación de cabotaje.

No cabe la menor duda de la capacidad y virtud que poseía este hombre de Haría en sus estudios. Desde muy joven le atrajo el misterio de la mar y por eso la vocación de marino, a la que consagró su vida y sus ideas. Por ello lo hizo sentirse poeta.

Su vocación de poeta se llegó a comentar en los círculos viciosos; aprendió mucho de su abuelo Francisco  Franchy y Lasso fallecido en la isla de Alegranza.

El pailebot "Bella Lucia" fue el primer barco que dirigió como capitán, un barco de inolvidables recuerdos por tantos y tantos servicios como prestó a esta isla en épocas de miseria.  Fueron muchos  los viajes realizados  entre las islas y,  numerosas también, las travesías  hacía los puertos americanos.

SU OBRA

Francisco Jordán atrae sobre todo por  su obra. La poesía fue otra de sus grandes pasiones. En total escribiría a lo largo de su vida nueve libros, algunos de ellos inéditos. Jordán continuó la tradición de los poetas canarios marinos: Ignacio Negrín, Diego Estévanez, Tomás Morales y Saulo Torón. Como algún lector advierte, observando la obra de Jordán se nota que su formación no ha sido libresca, sino que ha bebido de la naturaleza y de la vida: nació poeta de nacimiento. Su poesía es muy personal. Cada verso de su obra tiene el origen en una vivencia propia:


"Proa rampante que el misterio reta
de elegante arbolar, casco bruñido,
bates las aguas con tu firme aleta
y alzas la estela cual dogal temido".


Sus versos están llenos de sugerencias marinas, domina perfectamente los elementos formales. "El mar de Jordán es, en gran parte, mar de sugerencias femeninas. Mar de puerto y mar lírico".

En definitiva, el los versos de Jordán Franchy "se siente el ramalazo íntimo de la poesía lírica, un magnífico cultivador de los temas marinos, un encendido poeta. Es preciso colocarlo como poeta del mar en la serie: Negrín, Estévanez, Morales, Torón, Jordán Franchy".

Pero él fue ante todo modesto y humilde, y en alguna ocasión dijo: "No he hecho nada definitivo en mi inclinación literaria. Mis libros son montones de versos escritos al azar, producidos con la profusión de las naturalezas salvajes que producen por necesidad de producir. Momentos vividos que quedaron presos en las páginas de algún álbum o en las varillas de un abanico y luego recopilados a instancias de quienes nunca deben ser oídos: los amigos".

Este literato en más de una ocasión llegó a comentar:  "Mis libros son montones de versos escritos al azar, ejecutados con la profusión de las naturalezas salvajes que producen por necesidad de producir".

El escritor D. Carlos Gaviño de Franchy es un estudioso de las obras de Francisco Jordán Franchy.

Ha publicado los siguientes libros: "Espigas  y amapolas" (1.913), "Tinerfe" (1.913), "Adelfas" y cardos" (1.914), "Olas que pasan" (1.929), "Campana de a bordo" (1.934) y "Versos de Retaguardia" (1.938). Tiene, además, inéditos, "La isla azul" y "Playa sonora"

Francisco Jordán continúa la tradición de los poetas canarios marinos: Ignacio Negrín (1.830-1.885), Diego Estébanez (1.842-1.866), Tomás Morales (1.885-1921) y Saulo Torón (1.885).

Jordán Franchy fundó el periódico "La Alborada" dedicado al bello sexo titulado, en la isla de  Lanzarote,  teniendo una buena aceptación.
Desde estas páginas proponemos, a quien corresponda, la nominación con algún tipo de distinción o placa en conmemoración de este poeta y navegante norteño.




Alegranza

Tosco peñón secular
que sobre el azul Atlántico
tiene el aspecto romántico
de los colores del mar.
¡Cuántas veces al pasar
sobre tus aguas bravías
soñé con las alquerías
de tus ásperas vaguadas
y tus rocas escarpadas
intensamente sombrías!

Como un atleta esforzado
tu faro rasga la bruma
y el ave de extraña pluma
que llega a ti deslumbrado,
inocente y confiado
–a todo peligro ajeno–
cruza el espacio insereno
y al chocar contra la torre
por todo el ambiente corre
la resonancia del trueno.

La procelaria en tus grutas
labora sus toscos nidos.
Los zagales atrevidos,
en la costa abren sus rutas
y entre risueñas disputas
trepan la roca en que anida;
mientras la lona raída
despliegan, allá a lo lejos,
las barcas donde los viejos
van a buscarse la vida...

La ballena confiada
recorre el confín azul
y rasgando el regio tul
del mar se aleja, pasando,
poniendo su columnada
de cristal en el remoto
confín donde el piloto
ballenero ha de clavar
su arpón, que la hace expirar
en sanguinario alboroto.

O allá, en la dorada arena
cubierta de caracoles,
entre vivos tornasoles
y entre cantos de sirenas
cuando la zizigia llena
de espuma los tarajales
ver turbando los cristales
de las múltiples marismas
–orgullosas de sí mismas–
las bellas garzas reales...

O bien por la crestería
de las vaguadas oír
el plañidero gemir
de alguna temprana cría
de chivos bajo la impía
garra de un buitre feroz
mientras defiende al precoz
vástago la madre airada
que, al fin, maltrecha, burlada,
emprende fuga veloz.

En este ambiente sereno
se deslizaba mi infancia,
cuando el Hado en su inconstancia
me dijo con voz de trueno:
“Un mundo de glorias lleno
encierra el mar para ti...”
¡Y después tan lejos fui
que hoy, a conciencia, no sé
si es que al perderte gané
o si ganando perdí.



El Bergantín Sensat

Proa rampante que al misterio reta,
 de elegante arbolar, casco bruñido;
bates las aguas con tu firme aleta
y alzas la estela cual dogal temido.

Bajo tu quilla quedó el mar vencido;
burlaste, ufano, del ciclón la treta
y fuiste a un tiempo trovador y atleta
que yende y canta a su epopeya uncido.

El blancor de tu vela me saluda
recitando en tus mástiles altivos
el himno espiritual de una quimera.

Y orgulloso pienso en la existencia ruda
que tus lobos de mar llevan cautivos

en tus frías entrañas de madera.



Francisco Jordán Franchy (1888­1963) quien, marino de profesión, atracó en el Puerto de La Habana en 1929 evitando un huracán que sorteó con tal maestría que le granjeó la admiración general de la ciudadanía cubana y, por supuesto, de la colonia canaria emigrada a la isla. El poeta decidió afincarse una temporada en tierras cubanas y producto de su estancia en la isla son algunos de sus libros alí publicados, como Campanada de a bordo (La Habana, Cuba, 1930) y Olas que pasan (La Habana, Cuba, 1934). 

De entre los poemas en los que se denota cierta complicidad con la memoria histórica y el paisaje insular destacamos  “Visión rural” o “Palmeras de Cuba”. De éste último entresacamos:


Palmeras de  Cuba:  

Son  columnas  de  plata,  arcos  de  gloria  
si sus penachos aproxima el viento; 
¡Abrazo militar, en campamento, 
entre titanes de una misma historia! 
El verde chapitel, ejecutoria 
de nobleza y valor alza su acento.. / [..] 

Mucho  más  bellas  son  las  de  Oriente..  
¡Bajo  el  oro  pomposo  del  poniente,   
simbolizan el triunfo a nuestro paso! 


Si  bien es  verdad  que en el  poema  no  se  denota una especial  fervorosidad por el  paisaje cubano en sí, basta la intitulación del poema para dejar constancia de esa referencia. Más que a las  palmeras  cubanas en  sí el  poeta, parece, hace referencia general a la palmera, sin una particularidad específica al trasunto cubano. Bástenos  la  referencia  a  Oriente  –nombre genérico  con  el  que  se  conoce  en  Cuba  a  la  Región  Oriental  de  la  isla,  cuya  capital  es 
Santiago– para fijar su propósito. 



Un poeta olvidado

Fuente: : La Provincia 25 Marzo 2004

Gracias a la meri­toria iniciativa y a los desvelos del poeta, hombre de cultura y prestigioso editor Carlos Gaviño de Franchy, vio la luz recientemente un singular libro, que inicia la colección Biblioteca Julio Castro de Autores Canarios, en memoria del fallecido impresor de Santa Cruz de Tenerife. En la portada se lee: Francisco Jordán, Tinerfe (Poesías), Santa Cruz de Tenerife, Imp. de Félix S. Molowny, San Francisco 32, 1913. En la anteportada aparece un excelente retrato del poeta firmado por Carmen Cólogan.

Se trata de una edición facsimilar de uno de los tres pequeños tomos publicados aquel mismo año, 1913, por Francisco Jordán en la imprenta de Félix S. Molowny (Tinerfe, Espigas y Amapolas, adelfas y cardos). Reúne el plaquette que presentamos nueve poemas y una dedicatoria en verso, de los cuales algunos ya se habían publicado en la prensa local (El Tiempo, Santa Cruz, Trofeo, La Laguna, Baile de candil). Según las investigaciones de Carlos Gaviño de Franchy (Vid. la breve presentación que encabeza el libro), es de suponer que todos fueron escritos después de 1908, a la llegada de Francisco Jordán a Tenerife.

Indudablemente, muchos se preguntarán ¿quién es Francisco Jordán? Nació Francisco Ignacio Jordán en Haría de Lanzarote, en 1886. En 1898, su padre, en su calidad de miembro del Cuerpo de Torreros de Faros, fue destinado a la isla de Alegranza, donde el futuro poeta vivió entre los 12 y los 15 años en la soledad del "mar océano" como a bordo de un gigantesco barco. En 1908, ingresó en la Escuela Superior de Náutica de Santa Cruz de Tenerife, donde obtuvo el título de piloto en 1912 y de capitán de marina mercante en 1918. Durante toda su vida de permanente viajero por los mares del mundo, fueron las Islas con sus paisajes, el mar y las nostalgias del marinero -amores, amigos, familia, lugares- las realidades que le obsesionaron y se convirtieron en Leitmotiv de sus poemas.

La relativamente escasa producción literaria de Jordán (seis libros, de ellos dos en La Habana), las ediciones de reducida tirada y, no en último lugar, una obra en total disonancia, a nuestro juicio, con las nuevas orientaciones de la literatura europea y canaria de su tiempo (en plena ebullición y florecimiento del simbolismo, modernismo y los ulteriores "-ismos", emblemáticos movimientos de vanguardia) fueron los principales factores que contribuyeron al olvido de Jordán, así como de otros auto­res canarios -Antonio Zerolo, Diego Crosa, Manuel Verdugo, que, curiosamente, gozaron de gran popularidad en su tiempo-todos agrupados por la crítica literaria bajo el denominador común de "Escuela regionalista".

La poesía de Francisco Jordán pertenece a lo que podríamos llamar romanticismo tardío. Y, sin pretender entrar en un análisis académico del romanti­cismo en las letras españolas, no podemos dejar de recordar unos cuantos aspectos fundamentales. A pesar de que románticos son algunos de los nombres más populares de la literatura española (Espronceda, Larra, Zorrilla, Duque de Rivas, Bécquer, Campoamor Gertrudis Gómez de Avellaneda, Estébanez Calderón, Mesonero Romanos, por citar sólo a los más destacados), parece que el romanticismo español "goza entre nosotros de muy escasa estima" (J. L. Alborg). Se le considera, por lo general, un producto importado, de imitación foránea, falta de autenticidad y sinceridad, retórica y convencional, a pesar de la tradición épica medieval, el romancero, las crónicas y las tragedias de la literatura española, es decir de una evidente predisposición hacía los ideales románticos (A. Valbuena Prat). Por otro lado, el romanticismo español surge tarde, cuando en otros países europeos había lle­gado ya casi a su ocaso. No olvidemos que la famosa "batalla de Hernani", auténtica partida de nacimiento del romanticismo, se había "librado" en París en 1830. No es ése el momento de juzgar tales opiniones, pero está claro, a nuestro parecer, que, si bien en ciertas ocasiones pueden ser correctas, requieren matizaciones y puntualizaciones. Y, por tanto no se pueden generalizar. Consideramos necesario el breve inciso anterior para intentar justificar hasta cierto punto la actitud de la crítica literaria y de los propios, miembros del gremio hacia un poeta como Jordán, representante tardío de una corriente literaria tardía en un ambiente de efervescencia modernista -futurismo, surrealismo, dadaísmo, ultraísmo, era tan magistralmente descrito por Alejo Carpentier en su Consagración de la primavera, ambiente entre cuyas reivindicaciones figuraba en destacado lugar la negación de todos los valores del pasado.

 La poesía de Jordán es una poesía sencilla, sincera, llena de frescura y de colorido, una poesía romántica costumbrista. Podríamos decir que es la textualización de sentimientos y meditaciones espontáneos, sin versos y frases rebuscados, sin excesivo cuidado por las formas y los cánones, aunque se nota una clara predilección del poeta por el soneto: 


Dormita, de encantos llena,
sobre la mar fulgurante,
y es una odalisca amante,
que a eterno amor se condena!...

¡Su dulce voz de sirena
esclaviza al navegante
y vibra el Sol lujuriante
sobre la tostada arena!...

Ninfa, que en la tarde gualda,
sobre alfombras de esmeralda,
tiñe su faz de arrebol...

Su abanico abre la tarde...
y entre tanto en oros arde,
se abanica con el Sol! (Nivaria).


Los poemas de Jordán podrían compararse con los cuadros de los pintores naif: 


La pradera respira la poesía,
que en los atardeceres se presenta,
cuando tras de una lluvia triste y lenta,
se ve en Ocaso desangrar el día...

Llega el mozo a la rústica alquería,
cuya tardanza un corazón lamenta,
y la belleza del paisaje aumenta
el gris de la borrosa lejanía...

[...] (Acuarela).


Más allá de su indudable ingenuidad y cierto descuido por las formas, la obra de Jordán representa un momento en la historia de la lírica canaria de las primeras décadas del siglo pasado y merece ser rescatada del olvido, como han hecho Carlos Gaviño de Franchy y la Imprenta Nueva Gráfica con esa saludable iniciativa.





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