jueves, 30 de octubre de 2014

CECILIA ATRIA [13.892]


CECILIA ATRIA 

Chile. Poeta


Poemas de Cecilia Atria

Había en mi casa de infancia muchos lugares donde esconderse. Había árboles, buhardillas, techos, lugares deshabitados y rincones. Allí construía yo mi mundo paralelo, donde todo giraba para mí y la soledad se llenaba de cuentos. Tal vez fue ahí donde encontré a la poesía; en ese paralelo donde todo tenía sentido. Escribir comenzó siendo un secreto entre la niña de ese mundo y yo. Luego se fue la infancia, vino la vida y sus circunstancias, los cuadernos se llenaron de poemas que un día quemé; las razones no vienen al caso. Hubo talleres, hubo una antología, hubo poemas que liberaban el peso del opresor en el aire. Hubo amor, hubo hijos, hubo desamores; hubo la vida y sus exigencias; la poesía se perdió en algún lugar de ese camino. Hasta que un día miré por la ventana de mi oficina en el centro de la ciudad y supe que me ahogaba. Entonces emprendí el camino de regreso hacia mi mundo secreto. Incorporé a mi vida la meditación, la búsqueda del alma más allá de mi cuerpo cansado, las horas mías otra vez. Y la poesía llegó de regreso, como el único lenguaje en el cual mi alma se sabe acogida.





Condena previa

La toca
con los labios, con la mano, con el sexo.
La toca
con la lengua, con los dedos, con los ojos.
La toca de cuerpo desnuda,
la palpa con el tacto, con los dientes,
la embriaga de olvido de sí,
le anula la cordura y la sentencia a la muerte.

La toca por afuera, cada poro, cada vello;
ella tiembla de cuerpo, de piel desnuda,
de boca muda entre sus besos.
La toca,
vence sobre ese cuerpo de mujer cada batalla
(ella le rinde su territorio entero).

De afuera la toca, de afuera de él,
vaciado de él, desnudo sólo en apariencia.
Adentro, sus latidos yacen atados
quién sabe a qué condena previa.






Ausencia

Espío tu vida, la espío
entre los amigos donde dejaste huella,
silenciosa me allego a sus conversaciones
esperando que pronuncien tu nombre,
que relaten cerca mío cualquier circunstancia
que te tenga entre sus protagonistas.
Así de ávida estoy de noticias tuyas,
de tu voz cantando a los Moody Blues
y a Simon and Garfunkel,
el mundo tu silueta en ese instante
ajeno a la certeza de que todo pasa
y lo que pasa jamás vuelve al mismo sitio.
Así de tanto echo de menos tus ojos,
nada de ti me habló mejor que tu mirada oscura,
no sabía escabullirse como el resto de tus gestos
que tardaron en llegar a mi destino.

Se fue de pronto la juventud entera,
bombardeado el cielo te hiciste imposible;
no sé si algo habría sido distinto
si nos hubieran dicho que eso ocurriría.
Los soldados se tomaron las calles
y entre las cosas prohibidas se coló sin querer
tu voz cantando a los Moody Blues
y a Simon and Garfunkel.
No regreso, escribiste desde un lugar de Madrid,
no volveré jamás al lugar donde tú existes.

Ha pasado el tiempo; los días
nunca dejaron de escribirse.
Solo una cosa se mantiene intacta
y es tu ausencia.
Qué necedad la tuya la de no regresar
a los lugares donde quedó tu huella.
Mi corazón, uno de ellos.





Respiro

Cuando te alteras, me oculto,
respiro.
Cuando me gritas, me callo,
respiro.
Cuando me ignoras, me duelo,
respiro.
Cuando me hieres, me lloro,
respiro.
Cuando te alejas, me quedo,
respiro.

Y si me miras,
si me abrazas,
si me besas y tu beso
no es un gesto de avaricia,
me ahoga un suspiro primero;
luego, colmada de dicha,
respiro.






Como boca de lobo

Era de noche,
de noche oscura,
oscura como boca
de lobo.
No como tu boca,
no como tu boca en beso
y en verso,
tu boca una metáfora
de lo inasible,
tu boca sin censura,
tu boca delatora,
tu boca que no callo
con mi beso.
Era de noche,
de noche oscura,
siniestra como boca de lobo,
de lobo al acecho,
tu boca callada de golpe,
desgarrada a jirones
y yo de golpe
viuda de besos.






Un paso

Entre tu piel y mi piel
hay apenas un paso,
breve como una pausa,
fugaz como un suspiro.

Me repliego.
Me prohíbo.

Es apenas un paso.
Es un salto al abismo.





La Diosa frente a Ana

(A Ana González y a los familiares de detenidos desaparecidos)

Cada mañana Ana cuenta sus muertos,
los cuenta con las manos entrelazadas junto al pecho
y le dedica una oración a un Dios que no sabe si existe.
Cuando sus muertos cumplen años
(de vida, no de muerte),
Ana besa una fotografía decolorada con la ausencia.

Los muertos de Ana extraviaron sus nombres
en los registros de la justicia.
Ana sale a buscarlos tras una ducha tibia
y una taza de té con marraqueta crujiente.
Lo hace para seguir viva, para que la sonrisa
no se le borre del alma, donde sus muertos
tiemblan todavía.

La diosa Themis llora sus culpas cuando ve llegar a Ana,
inclina su balanza en una reverencia y,
con los ojos vendados, se persigna conmovida
y ruega a Zeus que le cure su ceguera.
Pero los dioses del Olimpo no descienden jamás
a las calles donde Ana pide justicia para sus muertos.
Ana debe batírselas sola con su esperanza
de resucitar los nombres omitidos
para que puedan morir entre sus brazos.

Cada noche Ana vuelve a contar sus muertos
y cuenta los vivos que se topó en el día:
los que la negaron tres veces,
los que se lavaron las manos,
los que se rieron frente a la cruz de sus propios pecados.
Por ellos vuelve a entrelazar los dedos junto al pecho,
cada oración es un ruego de indulgencia:
“Padre, perdónalos, pero no me digas que
no saben lo que hacen”.

Desenfunda su espada la diosa Themis. Desafía a Zeus
cuando deja el Olimpo y se inclina frente a Ana
para aliviar las llagas de sus pies con una jarra de agua.






NOSTALGIA

Anda el sol por dentro de mis ojos
y en el reverso de mi voz, una queja,
una sombra, una araña
y un cascabel desentonado y seco.

Gusanos agónicos en mi mente
y en mi cansancio.
Gusanos que duermen en la luna
(la luna descansa en mi grieta).

Anda un velero debajo de la tierra
y en la hondura del viento
mariposas muertas.






Adolescencia 

Está jugando el tiempo con tus ojos. 
Más allá de la córnea y la pupila 
un brillo cristalino y húmedo 
y algunas hojas secas. 
Veo flores desteñidas disgregadas a tu paso 
y cenizas azules en tu cabeza. 

Ahora ya sabes que el cielo es ilusión. 
Mejor así, adolescente . . . 
La luna no es más que un planeta inerte. 
Los días pasan, los caracoles mueren. 




1 comentario:

  1. Gracias Fernando por la publicación de mis poemas, que descubro por casualidad recién, mientras navego por tu sitio. Un abrazo desde este enero de Chile.

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