lunes, 16 de febrero de 2015

PABLO NÚÑEZ DÍAZ [14.910]


Pablo Núñez Díaz

Nació en Langreo en 1980 y actualmente reside en Gijón. Licenciado en Periodismo y doctor en Filología Hispánica, ejerce como profesor-tutor de literatura en la UNED. Asimismo, forma parte de la Oficina de Comunicación de la Universidad de Oviedo y es uno de los coordinadores de la revista literaria Anáfora. Lo que dejan los días obtuvo el Premio de Poesía Dionisia García – Universidad de Murcia en 2013 y ha sido editado por Editum, la editorial de dicha Universidad.



Vidas

Nace un hombre y comienza a nacer el mundo.
Mundos naciendo y muriendo a cada instante.
Todo son visiones, todo amanecer y anochecer
de imágenes del día nuevo o ya pasado.

Un camino que contiene todos los caminos.
Un hombre que es todos los hombres.
Una palabra en el bosque más silencioso
que se haya conocido nunca.

Es decir, la mar que vuelve y vuelve sin dejar de irse.
La prolongación perpetua de nosotros mismos.





de Lo que dejan los días 


CERTEZA 

La conclusión después de todo este comienzo, 
tras escuchar historias y proyectos, 
quejas, opiniones; 
después de haber leído lo posible  
—el tiempo ha sido breve todavía— 
después de haber estado solo ante la sombra y el regreso.

Una vez que me paro ante el espejo 
—las voces en la calle anuncian el verano— 
y comprendo que ya tengo la certeza, 
entonces —digo, después de todo esto— 
puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, 
que es difícil saberlo. 




   
Regreso
                               
La ciudad a la que viajas no es la misma
de tus años de gloria, ni tú eres
aquél en cuyo sueño amanecías.
Por eso es imposible ya el encuentro:
hoy regresas siendo otro
y si renace en ti el de entonces te pierdes,
en la inocencia de no tener aún
recuerdo de la muerte.

        
*

                                
Ojalá volviera alguno de estos hombres
a cuyos libros dedico la mañana
--y más que eso, la vida en buena parte--
para comparar la verdades de hoy con las de entonces
 y para confrontar los sueños con los sueños.



Lenguaje

    ....es preciso celebrar el día en que nombramos 
    por primera vez el mundo
    (tan pequeño y tan limpio entonces,
    en la infancia),
    y la tarde en que desciframos
    enigma de las letras ele cuaderno,
    pronunciadas por fin
    como si fueran ciertas 
    --como si "gato" fuera realmente el gato,
     y en la palabra "casa" 
     hubiera ventanas y puertas--. 



EL RUMOR DEL TIEMPO

por JOSÉ LUIS MORANTE 

    
El discurrir del tiempo constituye la veta central en la primera propuesta lírica de Pablo Núñez (Langreo, Asturias, 1980). No resulta extraño que el único anticipo de su trabajo literario se titulara precisamente Tempos fugit, una propuesta coral del Círculo Cultural de Valdediós. Licenciado en Periodismo y Doctor en Filología Hispánica, Pablo Núñez consiguió con su carta auroral, Lo que dejan los días, el XII Premio de Poesía Dionisia García, en cuyo jurado estaba el poeta Eloy Sánchez Rosillo, uno de los magisterios más notorios de esta colección poemática. Vislumbramos además otros aportes de la tradición; también resultan próximas las incursiones en los itinerarios de Luis Cernuda, Jaime Gil de Biedma, Ángel González y Francisco Brines, estaciones relevantes de la lírica elegíaca.

A Pablo Núñez no le asusta tan amplio tratamiento del motivo, sabe que el topos admite un rastro plural de idearios estéticos y él mismo ha organizado el avance poemático  con encuadres diferenciados, aunque las tres secciones del libro comparten  un discurso diáfano e intimista que adquiere un cierto aire de solemnidad en las citas prologales de T. S. Eliot y Jorge Luis Borges. La sección de inicio, “El reflejo de los siglos” aglutina una decena de composiciones; conecta el ser individual con un devenir común, como si alentara bajo la dermis de cada sujeto un arquetipo mensurable, hecho para perdurar en el acontecer, aun cuando el cauce del verso desarrolle una historia biográfica concreta. Cuánto sugiere  el verso “Para que yo me llame Ángel González” este primer poema de Pablo Núñez: “Nace un hombre y comienza a nacer el mundo. / Mundos naciendo y muriendo a cada instante.”; un ciclo vital renovado y continuo, una interminable sucesión de causas y efectos conceden a cada eslabón de la cadena  justificación y sentido y hacen que la finitud y el ser temporal se prolonguen y adquieran consistencia perdurable. El tiempo se concibe así no como fragmentos aislados sino como paréntesis vitales que se solapan y conexionan, que se expresan con la misma voz y dejan entre las manos indicios similares. Lo que se ha perdido, permanece, está en el aire como un eco difuso, como un rumor audible, como un vago reflejo.

En “Conversación” adquiere un enfoque relevante la voz de la memoria. Retorna el primer recuerdo y las formas que habitaron ciudades y pasos, esos pasos en que también habitan en los libros. Hay claves que remiten a Julio Cortázar y a su literatura. Pienso, por ejemplo, en el verso “todos los fuegos el fuego”, o en el título “Visión breve de los parques”. El tema de la luna en alguna composición recuerda núcleos argumentales de la poesía de Eloy Sánchez Rosillo o de Giacomo Leopardi.

El conjunto de cierre aglutina el binomio tiempo y conciencias del lenguaje. En sus poemas el acontecer se hace punto de reflexión. Las palabras funcionan como testigos fieles de lo mutable; en su nombrar conceden existencia, habla de sueños y experiencias, formula intuiciones y atrapan fugazmente lo que mañana será solo ceniza, unos rasgos perdidos en la sombra.

Con el libro Lo que dejan los días inicia rumbo Pablo Núñez. Este umbral busca senda con palabras de todos, con verbo claro y transparente que evidencia su empeño de convivir con las preocupaciones del lector, sin piruetas arriesgadas ni experimentales, pero con la certeza de que esta meditación esclarece cualquier andadura existencial: la suya y la de todos.



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