lunes, 22 de septiembre de 2014

MICHELE DÁVILA GONÇALVES [13.400]


Michele Dávila Gonçalves 

Michele C. Dávila Gonçalves. Nacida en Bronx, Nueva York, en 1962, y criada en Bayamón, Puerto Rico, desde los tres años.  Cursó estudios en la Universidad de Puerto Rico donde obtuvo un bachillerato y una maestría en Literatura Comparada.  Obtuvo su doctorado en Literatura Hispánica en la Universidad de Colorado en Boulder en 1997.  Ha sido profesora tanto en los Estados Unidos como en el Brasil dictando cursos de lengua, cultura, negocios, literatura hispánica y literatura comparada.  Actualmente ejerce como profesora en el Salem State College en Massachusetts, y como parte de su labor académica ha publicado el texto El archivo de la memoria: la novela de formación femenina (1999), y artículos sobre autores puertorriqueños tales como Luis Palés Matos, Mayra Montero, Rosario Ferré, Mayra Santos-Febres, Luis López Nieves y José E. Santos.  Fue miembro fundador de las revistas poéticas de Filo de Juego y Tríptico, y además de estas revistas su poesía ha aparecido en revistas tales como Exégesis, Método y Sentido, Caligrafías y Poetas en el tiempo.  También ha aparecido en las antologías: Antología de poesía puertorriqueña, Volumen IV (1993, Ed. Rubén Moreira), Antología de poetas puertorriqueños (1996, Ed. Manuel de la Puebla, Puerto Rico), Nueva Poesía Hispanoamericana, 14ª edición (2006, Ed. Leo Zelada) y Poetas sin tregua: compilación de poetas puertorriqueñas de la generación del 80 (Ráfagas, 2006). Sus libros Trenzas Diarias y Epistolario, donde recogen su poesía de los 80 y 90, continúan inéditos.



SIN NOMBRE

Acabada de palabras
me niego
a declararme extinta
de presentimientos de palmas
cocoteras de mi infancia
que pueblan los augurios
más lejanos de muertes
solitarias en un llano
de azucenas pálidas
como aquella muerte saboreada
en lo infinito de un duelo
siamés olvidando los frutos
del vedado arrebol que dejó
mis mejillas mucho antes
de que me quedara sin palabras
de mover montañas a tu huerto
aprisionado de recuerdos
inútiles que te engañan por
no ver como yo no te quiero
y me voy
antes de ti en tu víspera de
muerte volátil de universos
vacíos para poblarme de palabras
cuando ahora encuentro mi
extinción presunta de vanidades
caldeadas sin esperanza de
volver como un cometa
derribado al silencio.





EL SOLSTICIO NO EXISTE

El solsticio no existe
pues tengo la llave
de tardes glucosas
donde la marea sube
por los escalones tapados
por cortinas que se ven
y me quedo pensando
en esas otras tardes
cuando los ojos no están
pero llaman de lejos
a la puerta entornada
para que se abra más
sin necesidad
del empujón que pida
perdón
me parece
que tras la invitación
hay un adiós de temor
por no encontrarme lejos
leyendo cartas
de abrazos de otoño
llorando de rabia
porque la boca tiembla
y se le olvida la voz
pero la puerta llama
quejándose
por aquel que no quiere pasar
mas da un paso al frente.





LETANÍA

Este cuchillo de jaspe
esta tortura quemada
este grillo escondido
en la mueca del delirio.

Este silencio agazapado
este caballo encabritado
este rito milenario
lleno de morbosa queja.

Esta arpa de bohemia
esta estrangulación eterna
este miedo desalmado
ante arrecifes de recuerdos.

Este paisaje de lobo
este cuidado de ángel
esta espiral encendida
en escalera hueca.

Esta campana desierta
estas antorchas vivas
este papel ya marchito
oriente tinta en vilo.

Este mortífero deseo de vuelo.





BRUMOSA NOCHE ARBÓREA ENCERRADA TRAS LA LLUVIA INDOLENTE QUE NO ME HACE CASO

Mi casa
me come la piel poco a poco.
Me arropa en sus patas de araña
y no me deja mojarme en la lluvia.
Me agarra los pies tenazmente
y me siembra estrías
para sujetarme del techo
sin salir volando
a la copa del helecho.

Mi casa
es tan limpia
que me da náuseas.
Esta antigüedad de embuste,
luz vieja sin mecha,
tumba soterrada, milenaria,
acabada, destrozada.
Y yo, en mi propio templo cavernoso
suspiro por la selva
(pero mi casa no me deja).
Volado pájaro gris ven despacio
para aserrar las raíces
que siempre tapizan mi suelo.
Y yo, por más que me busco
en el espejo
no me encuentro.

Ascendiendo ensogada grito.





A MANUEL RAMOS OTERO

A lo mejor
nos quitaron el velo
de la ciencia del ino.

A lo mejor
te dejaron desollado
en una esquina en Nueva York.
A lo mejor
me citaron tanto la palabra
que intenté hacer
con el capullito de alelí
lo que tú intentaste
con el polvo.
Ruega que nos encontremos
en cada partícula
de saliva
y palabras y medios días.
Dolor, ¿por qué tu
nombre oloroso
a duendes;
destilado loor
de dioses?
Son tantas las tumbas
que visitaste
en tu último recorrido.
¿Quedaste enamorado del ángel anónimo
que trataste de poseer
o
contaste con amargura
los días de infección
putrefacta
hasta convertirte en piedra?

No me hubieras amado
pero
desde el otro lado del llano
cubierto de azucenas
y crisantemos
te develo

mi única vela violeta
de polvo y sereno.




A CAMILLE CLAUDEL

Porque hay días
en que somos tan ceniza
                           tan sargazo
que se nos garabatean
los días pasados
y los que vienen
y perdemos de vista
nuestro hoy rocinante y fragante
pues presagio de espanto
adormila el grito lapidario
y la espuma
no esconde las comisuras
de lo que no queremos entender
y no se resigna
a recuerdo.










No hay comentarios:

Publicar un comentario