jueves, 11 de septiembre de 2014

HERNANDO MARTÍNEZ RUEDA "MARTIÑÓN" [13.273]



Hernando Martínez Rueda "Martinón"

(1907-1977)
Hernando Martínez Rueda, más conocido como Martinón, nació en Bogotá en 1907, estudió medicina en la Universidad Nacional y se afilió desde joven al Partido Conservador. Llegó a ser suplente de Laureano Gómez en el Senado pero su paso por el Congreso fue más que suficiente para desencantarlo de los políticos. Pero no de la política, pues aprovechó su talento literario y su muy cachaco sentido del humor para escribir toda suerte de poemas, en los que pintaba de cuerpo entero no sólo a los dirigentes sino también al país en general y a la gente común y corriente que montaba en bus y marcaba tarjeta en las oficinas.

Además de médico Martinón poseía una gran cultura (fue profesor en la Universidad de los Andes) y fue un políglota prodigioso, capaz de aprender árabe en seis meses. Pero también tenía un talento literario sin par, el cual le permitía parodiar por igual a poetas tan disímiles como León de Greiff, Luis Carlos López y Guillermo Valencia.

Alfredo Iriarte, escritor, humorista y gran conocedor de la literatura, considera que “aunque a Martinón se le ha visto como un humorista y un satírico por excelencia, sus poemas tienen mucho mérito. Escribió cosas muy buenas que requieren mirarlo con más seriedad de lo que se pueda pensar”.

En su serie ‘Sonetos de Melgar (A la manera de...)’ describió los paseos en helicóptero del general Gustavo Rojas Pinilla al veraneadero tolimense. Mientras que en la parodia a Guillermo Valencia se lee: 

“Trazaron sus artífices la vasta ciudadela
para guardar incólume la pretoriana hueste
desde la tierra dócil de la llanura agreste
hasta el soberbio monte donde el cóndor no vuela”, 

en la versión a la manera de León de Greiff es posible encontrar: 

“Para fablar la noche, el ululante
milite, el pululante pregón y la volante
luciérnaga, flamígero coleóptero
y el múltiple noctámbulo, el nocturno
glaciar absintio, el vate taciturno,
y el General, y el áptero helicóptero”. 


En Forma de mi, en la que parodia el estilo de los piedracielistas, mostró su genio inigualable para combinar humor y literatura: 


“Apenas fue por el azul tocada
tu blancura, de espuma humedecida,
un instante en el agua sumergida
y en la mitad del viento colocada.
Allí, cándida, inerte, desmayada,
de los brazos de lino suspendida,
en el aire quedó como sin vida
tu forma de mi cuerpo separada.
Quién eres? Cuál jacinto? Qué indecisa 
nube? Cuya paloma prisionera?
 Ala de cuál ángel en la brisa
persiguiendo su forma verdadera? 
Nada de eso: no más que mi camisa
que la colgó a secar la lavandera”.


Su Canción del futuro (imperfecto)’, en el cual, luego de una introducción en la que manifiesta que este es el país del futuro, se leen cosas como esta. “No ha tenido más bálsamo Siria, más oro Golconda, más perlas Ofir/ (Ese cheque, a mediados de año le puede salir)”. O: 


“Nutre el suelo del dátil fenicio a la clásica vid 
(No han firmado el control; está enfermo el señor Cadavid)”. 

Para rematar:

 “Del futuro en Colombia no hay quien pueda dudar;
el futuro es presente en Colombia: se llama esperar”. 

En otros poemas, mucho más festivos y costumbristas, le rinde homenajes a productos tan nuestros como el pandeyuca. 

“Cuando el gobierno se desnuca
es mejor jalarle al pandeyuca”. 

Martinón también hizo gala de un gran manejo del tropicalismo al describir en un poema la coronación de Luz Marina Zuluaga como Miss Universo: 

“De lollobrigidez impresionante
mirada de perfil, oh Luz Marina!
contemplada de frente eres divina 
y vista por detrás muy elegante. 
En Palm Beach, una playa del Atlante, 
has dejado a las otras que da grima; 
poniendo a nuestra patria por encima
ya lo de Panamá no es importante”. 

Tampoco escaparon de sus dardos el computador del Ministerio de Hacienda, ni la Academia de Medicina, ni el Frente Nacional. Martinón murió en 1977 y esta nueva edición de su obra rescata la obra de los grandes humoristas colombianos del siglo XX.


El libro A la manera de, publicado póstumamente por el Banco de la República en 1980, recoge cerca de 70 poemas publicados en columnas de opinión y recitados a sus amigos de tertulia en los que se burlaba del estilo de los poetas más reconocidos –Eduardo Carranza, Guillermo Valencia, León de Greiff –, de los hechos políticos del momento y de la idiosincrasia nacional. Recientemente, el poema “Caconia” fue leído en el Congreso a raíz de uno de los grandes desfalcos al fisco que son parte del devenir cotidiano de esta gran “cacoteca”.

No es Caconia país subpolar como Islandia o Laponia
sino bella región tropical: el hermoso país de Caconia.
Con dos costas y mares azules más claros que el Jonio,
todo clima acaricia, todo fruto se rinde al caconio;
mas no vive el caconio de los dones que brinda Natura
sino de robar limpiabrisas o cualquier otro objeto de manufactura.

No hay Parnaso en Caconia, ni Musas, ni fuente Heliconia;
sólo un arte, caquear, es la flor y el placer de Caconia,
pues Caconia no es más que una vasta, una gran cacoteca
en donde hay que enrejar los bombillos y amarrar la caneca.
Al llegar a Caconia las copas se van de los rines
y se erizan los pelos del resorte de Omega o Longines

Por la calle, en Caconia, refunfuña la gente con cierta acrimonia
porque no hay albañal que conserve su tapa en Caconia;
y sostienen los caconílogos que no es embeleco,
que se roban la tapa y que vuelven después por el hueco.
Y no hay cárcel, panóptico, fortaleza, prisión o colonia
que pudiera guardar tanto caco como hay en Caconia.

El caconio es famoso en Taiwan y temido en Estonia
como toda la prensa mundial a la vez testimonia
porque roba una aguja sin ojo, una brocha sin hebra.
Un caconio dejó sin botones de timbre a Ginebra,
y robaron los hilos de la luz, cierta noche, en Osaka,
dos caconios: un caco varón y una caca.

Todo caco del mundo quisiera vivir en Caconia
porque allí es un Brahmin, es un lord, un Medina Sidonia
y como es Palestina al sionista y Ucrania al cosaco
es Caconia la patria ideal de cualquiera que es caco.
Es lo más natural que se sienta en su casa todo caco en Caconia
como crece feliz en mitad del pulmón la pulmonia.

Y la acción más bolonia, y la más infantil ceremonia
es poner contra un caco un denuncio por robo en Caconia;
porque el juez, que es caconio, a la vez tan cabal como probo
suelta al caco en razón de que el caso fue de hurto, no robo.
Fuero igual no tuvieron siquiera los zares:
porque al caco, y es claro, en Caconia lo juzgan sus pares.





Historia de Colombia

Éstas, que alguien llamó Nueva Granada,
tierras entre dos mares comprendidas
las descubrió Rodrigo de Bastidas,
las conquistó Jiménez de Quesada.

Fue colonia; por verla emancipada
Torres, Caldas, cien más dieron sus vidas.
Fue Gran Colombia, un breve instante unidas
las hijas de Bolívar y su espada.

Tuvo oidores, repúblicos, virreyes;
tuvo oro, tuvo letras, tuvo leyes;
hay un cóndor y un istmo en el escudo.

Hoy de esas aves nos asusta el vuelo;
huyó el oro; es el istmo ajeno suelo,
y nos queda una ley: la del embudo.




Poemática enfisemática

En cierta prosa hinchada y mema,
tan pesada como enfática,
nunca se trata del problema
sino de la problemática.

La esdrujulación por sistema
que suena tan antipática
me acaba de inspirar un tema.
Perdón, iba a decir temática.

Tal vez de elegancia suprema,
en esta sucesora de Ática,
es que en vez de entrar al cinema
ingresamos a cinemática.

O que siguiendo el mismo esquema
una criada aristocrática
no sahúme ya con alhucema
sino con alhucemática.

O si el que recorta la grama
con su podadora automática
le propone de golpe al ama
arreglarle su gramática.

O si en la Bolsa el accionista,
al mirar la demanda apática,
le pregunta al comisionista:
¿Hoy está cómo? ¿Cómo estática?

Mujer, para quien mi cartera
tiene atracción carismática,
la plata del diario quisiera
yo dártela en forma de plática.



Balada de Juan Guillén

Juan Guillén con Inés y los niños, la criada también,
emprendieron salir un domingo en el Ford de Guillén.

Inés hizo ensalada con huevos, cortó salchichón,
puso leche caliente en el termo para un biberón.

Una válvula estaba golpeando, quizás hasta dos,
Juan estaba con sueño atrasado y un niño con tos;

pero el aire era tibio, el sol claro y el cielo turquí,
y tomaron la ruta de Oriente, que lleva a Choachí.

Un potrero con agua, no mucho después del retén,
pareció ser el sitio indicado a los niños Guillén.

Se bajaron, sacaron el cesto, se dio de almorzar;
Juan sirvió Coca Cola. La criada tomó Popular.

Juan fumó, tejió Inés y los niños jugaron balón;
al moisés del bebé, mientras tanto, se entró un cucarrón.

Al volver, con los niños dormidos, el cielo era gris;
ya brillaba la luz en los postes del barrio San Luis.

Encontraron la casa apagada y abierto el portón;
un cojín y un florero tirados en un escalón;

en el clóset quedaba un chaleco y un lápiz labial;
un perol en el office, un tarro y un poco de sal.

Se llamó a la estación 04; vinieron del SIC.
Dijo Juan: me trastearon la casa durante el picnic.

Descubrieron un hueco en el techo del cuarto de Inés;
lo midieron: dio 0,90 por 2,23.

Se copió la impresión digital que mostraba el perol;
se asustó la sirvienta; tomaron fotos del hall.

Le pusieron a Juan cita para ir a jurar;
él llevó dos testigos y un lazo que halló en el solar.

Un vecino contó haber oído parar un camión.
El juzgado falló que hubo robo y también efracción.

Juan Guillén ya no llega en el Ford: se desmonta del bus
cuando empieza a encenderse en los postes del barrio la luz.

Juan Guillén ya no vive en la casa del barrio San Luis
sino al sur: en la calle 1ª. con carrera 2 bis.





Entreacto sobre arte abstracto

El arte abstracto es un extracto
del snobismo occidental
que tiene puntos de contacto
con la cultura de Natal.

Arte no abstracto y tan exacto
como pintaba Meissonier
es arte muerto, putrefacto,
completamente demodé.

El arte abstracto hace un impacto
en los conceptos del burgués
acostumbrado a verse intacto
con ojos, manos, boca y pies.

El arte abstracto yo me jacto
de que lo sé diagnosticar
pues me persigue el arte abstracto
como lo voy a demostrar:

Mi paragüero es tan abstracto
como una estatua de Negret;
sólo que es algo más compacto
y que no tiene firma al pie.

Un calzador bastante abstracto
a veces suelo utilizar;
cuando se tuerza el artefacto
irá al Museum of Modern Art.

Yo, que no soy pintor abstracto,
abriendo un tarro de barniz,
lo manejé con poco tacto
e hice un Pollock sobre el tapiz.

Y es de un diseño tan abstracto
el pavimento de mi zaguán
que el baldosín es Klee de facto
y la cenefa es un Mondrián.

A mis infantes doy Prolacto,
que en ocasiones sienta mal.
Entonces hacen ipso facto
suprematismo en el pañal.

Y la niñera Juana Cacto
india nacida en Aguazul
hace collage al modo abstracto
bajo la tapa del baúl.

El arte abstracto, haciendo el pacto
de no tomarlo con rigor,
es apropiado para el acto
de provocar buen humor.

Sobre arte abstracto yo redacto
mi comentario semanal;
si es inexacto, me retracto.
De todos modos me da igual.





Hernando Martínez Rueda, "Martinón": 
el poeta de la ironía política

Por: Forero Benavides, Abelardo, 1912-2006


Tomado de: Revista Credencial Historia. 
(Bogotá - Colombia). Edición 15 
Marzo de 1991

Hernando Martínez Rueda poseía una personalidad original y fascinante. No pertenecía a ninguna serie y no decía lugares comunes habituales en las tertulias. La naturaleza lo dotó con dones variados y en parte contradictorios. Conservador e iconoclasta. En primer término, el agudo sentido del humor, que ofrecía deleites sorpresivos en la conversación, la prosa y, sobre todo, en los poemas.

Manejaba con destreza el idioma y captaba risueñamente el estilo de sus poetas favoritos y los rasgos esenciales de su inspiración. Dominaba una docena de idiomas y tan sólo era superado por su íntimo amigo el profesor Manuel José Casas Manrique, cuyo conocimiento de las lenguas, las clásicas y las indígenas, era internacionalmente reconocido.

La conversación de Martínez Rueda era animada, con expresiones y salidas insólitas, que concluían risueñamente con el tema. Su padre fue el profesor Pompilio Martínez, en su tiempo el más prestigioso de los cirujanos. Su hijo decidió estudiar la medicina para continuar la tradición familiar y no pensaba en esos días en sustituir el bisturí por la lira burlona.

En el camino profesional encontró la flor fantástica de la poesía. Tenía el gusto, el paladar, la admiración por la belleza poética, con un ingrediente imprevisto, el desenlace del humor.

Conocía los estilos, parnasiano, modernista, piedracielista, nihilista. Escribió un soneto de alta lírica con el último terceto desviado hacia el humor:

Apenas fue por el azul tocada,
tu blancura, de espuma humedecida, 
un instante en el agua sumergida 
y en la mitad del viento colocada.

Allí, cándida, inerte, desmayada, 
de los brazos de lino suspendida 
en el aire quedó como sin vida, 
tu forma de mi cuerpo separada.

¿Quién eres? ¿Cuál jacinto? ¿Qué indecisa 
nube? ¿Cúya paloma prisionera? 
¿Ala de cuál arcángel en la brisa

persiguiendo su forma verdadera? 
Nada de eso, no es más que mi camisa 
que la colgó a secar la lavandera.

El presidente Rojas Pinilla eligió como residencia campestre a Melgar. El río se despeña con estrépito. Los invitados dejan los temas políticos y se sienten invitados a nadar y vestirse con la espuma. Martínez Rueda tuvo el original pensamiento de escribir unos sonetos a la manera de Guillermo Valencia, León de Greiff, Luis Carlos López, José Eustasio Rivera, Juan Lozano y Lozano.

Guillermo Valencia hubiera reconocido como suyos los cuartetos imaginados por Martinón. Así lo llamaban cordialmente sus amigos.

Trazaron sus artífices la vasta ciudadela,
para guardar incólume la pretoriana hueste, 
desde la tierra dócil de la llanura agreste
hasta el soberbio monte donde el cóndor no vuela.

Desnuda allí su planta de la ferrada espuela, 
laxo el nervudo puño dominador del Este 
como el latino César, a comentar se apreste
tu gesto, oh legionario, mientras la guardia vela.

Y no furtiva epístola, ni estudiantil protesta 
disturben los laureles sobre la calva testa
del que venció a Laureano y estranguló al binomio.

Por iniciativa del autor de este artículo, el Banco de Colombia publicó una antología de poemas de Hernando Martínez Rueda en 1980, con el título: “A la manera de...”

León de Greiff sonreía ante este poema escrito a la manera suya, sobre la ''melgareja noche":

Para fablar con fusa y semifusa
la melgareja noche, noche blanca
tórrida, hórrida, estiva, estulta, estanca, 
dáme el rabel, ilusa, abstrusa musa.

Dáme el lai de Villon, dame la lusa 
órbita hueca de Camoens, la manca 
grifa de Don Miguel, dame la zanca 
de Lord Byron, maguer patidifusa.

Para fablar la noche, el ululante 
mílite, el pululante pregón y la volante 
luciérnaga, flamígero coleóptero

y el múltiple noctámbulo, el nocturno 
glaciar absintio, el vale taciturno, 
el general y el áptero helicóptero.

También cantó a Melgar a la manera del tuerto I.uis Carlos López :

Hoy sábado he salido de mi tambo 
y me vengo a la plaza, cuánta tropa 
y qué calor y en el hotel Europa
ese radio moliendo el mismo mambo.

Le endilgo a la estanquera un ditirambo 
y me sirve una copa y otra copa.
Qué se va a hacer, alcémonos la ropa 
en este pueblo polvoriento y zambo.

En silencio, qué raro, es que la gente 
mira volar ese aparato horrible
con que juega al zancudo el Presidente.

Y la banda del pueblo, la imposible 
banda municipal, solemnemente 
entra a tocar: Oh gloria inmarcesible.

Originalmente pertenecía Martínez Rueda al partido conservador. Laureano Gómez fue seducido por la parodia de un poema burlón, "La venganza de don Mendo". Se adaptaba a las circunstancias del instante en que figuraba un brillante candidato de ascendencia árabe. Uno de los partidarios gritó: Por Alá Y el fanático exclamó: Por aquí. Y hundió en el estómago un puñal arrabalero.

Fue tan intensa la simpatía de Laureano Gómez por Martinón, que lo candidatizó a la suplencia suya en el Senado de la República. Lo vemos entrar bajo la cúpula, después de haber dejado su bicicleta junto a la estatua de Rafael Núñez.

Cuando se desataron el fanatismo y la violencia, Martinón se retiró para siempre de la política, después de comunicar al presidente Ospina Pérez que no estaba de acuerdo con determinados métodos políticos. Poseía convicciones y no las disimulaba con humor.


Toda la última etapa de su vida transcurrió entre la biblioteca de la Universidad Nacional y su finca de Tabio, abundante en aguas termales. Y en los paréntesis de la inolvidable tertulia en la casa de Eduardo Caballero Calderón, uno de los primeros escritores del país. Eran habituales en esas reuniones el profesor Casas Manrique, Enrique CabaIlero Escovar, Gilberto Alzate Avendaño, Antonio Muñoz, José Umaña Bernal. Nos leía sus producciones poéticas si encontraba el papel extraviado en uno de sus bolsillos. Nos sorprendió un día con una parodia de las Coplas de Jorge Manrique:


Recuerde el godo dormido, 
avive el seso y despierte, 
contemplando, 
cómo se cae el partido 
cómo se cambia la suerte, 
tan callando.
Cuán pronto se va el poder 
Cómo después de acabado 
da dolor
cómo a nuestro parecer, 
el gobierno de Laureano 
fue mejor.


Su recuerdo es imborrable en quienes lo conocieron. Su noble corazón estaba a la altura de su inteligencia. Las horas que se pasaron con él están pobladas con su amistosa imagen y sus salidas sorpresivas. Lo vemos entrar a la tertulia sin saludar, con el cigarrillo en la boca, la ceniza en la solapa y bien escondido el último poema sobre Lumumba, Jacqucline Onassis o el computador, hijo de fiera. Cuando el estado se desnuca hay que jalarle al pandeyuca. Y el que repetía sobre su salida de la Universidad de los Andes:

¡Oh Marta sola en el atardecer! 
¡Oh soledad a costa de Samper!







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