viernes, 16 de enero de 2015

CLARA EUGENIA RONDEROS [14.506] Poeta de Colombia




CLARA EUGENIA RONDEROS

Nació en San Gil, Santander, Colombia; y reside en Estados Unidos.
Clara Eugenia Ronderos Torres ganó el Premio Carmen Conde de Poesía de Mujeres, en su vigesimoséptima versión, por su libro Estaciones en el exilio. De ascendencia boyacense, Ronderos proviene de una familia de gran tradición cultural. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes, y tiene un doctorado en Literatura y Lingüística de la Universidad de Massachusetts, en Amherst (E.U.).

Actualmente, trabaja como profesora en la Lesley University de Massachusetts. Sus textos han sido publicados en varias revistas

2010.Estaciones en exilio._Premio Carmen Conde de Poesía 2010. Madrid: Torremozas.

Cuentos 

2010."Circulo de fuego" (finalista de la edición XXII del Premio Ana María Matute de narrativa de mujeres); será publicado próximamente en la colección Ellas (Madrid: Torremozas).
2009.“Una mañana de éstas". Letras Femeninas, invierno.
2008.“Julieta en el exilio”. Hofstra Hispanic Review 3.7, pp. 149-50.
1997.“Aparentemente Sí”. Segundo Concurso Uniandino del Cuento (Bogotá: Uniandinos), pp. 63-70.

Poesía 

2010.“Esa niña”; bilingüe. Metamorphoses. Northhampton.
2002.16 poemas de Raíz del Silencio. Revista Vértebra 7/8 (Santiago de Chile: La Montaña Blanca, U. de Chile), pp. 114-120,
2001.4 poemas. Torre de Papel 11.2-3 (U. of Iowa), verano-otoño, pp. 136-137.
2000.2 poemas. Vida 3-4 (Mount Holyoke College), primavera.
2000.2 poemas; bilingüe. Mothertongue VII.10-11 (U. of Massachusetts, Amherst), primavera, pp. 24-25. 

Prólogos en libros 
2006.Ramírez, Alister. Mi vestido verde esmeralda. Edición y prólogo de Clara Eugenia Ronderos y Mary G. Berg. Buenos Aires: Stockcero.
2002.Sor Juan Inés de la Cruz. Antología. Selección y prólogo de Liliana Ramírez y Clara Eugenia Ronderos. Bogotá: Círculo de Lectores.
1996.Bonnet, Piedad. De Círculo y Ceniza. Edición y prólogo de Clara Eugenia Ronderos. Bogotá: Ediciones Unidandes.





Dos pasaportes

El avión,
la maleta, cincuenta libras exactas,
hacia la vida en ese otro lugar.
Una última noche en cama a este lado del mar.
Mañana, en la montaña, donde el mar es un mito
con nombres diversos.
El viaje, planeado meses atrás
ahora enfrente como una pared
que separa el cementerio
de un huerto parecido al paraíso.
Un paraíso cuya única función es expulsar.
Recibe cálido, abraza, retiene un mes
la soleada y verde mirada de su interlocutor
y lo lanza después, por sobre el muro,
en dirección inversa:
allá.



(Aquí) se labora
para ganar lo que se está condenado a gastar,
se sueña con volver, se espera, se desespera
y se compra un nuevo pasaje, tarifa económica
no retornable, no transferible, obligatorio
como luz al final de un túnel
que nunca se acaba,
solo se interrumpe regularmente
con ese simulacro de pertenencia,
con ese salto huyendo de tumbas,
con ese gracioso aterrizaje de mañana,
repetido año tras año, en medio
de la oscuridad.



Sólo sueñas…

Sólo sueñas
lechera, con cerdos y carneros
y rueda leche por piedras.
Se cuela en las hendijas crema lívida.
Mítica tropa que flotó 
sobre interminable diluvio
-multiplicada riqueza de Petra- 
un nada líquido que corre
blanqueando apenas la calle desierta.

Nunca productiva tu fantasía.
Ríe de ti quien cuenta los billetes 
de marrano en feria;
de cantina cuajada en luna blanca.

Lechera, tu mito se reproduce en parejas
en familias enteras de palabras
en fantástico patrimonio
que contradice
mil y mil veces la fábula 
que te condena.

El cántaro se ha roto. 
De la fuente a la casa 
De la casa a la fuente
Se ha topado por fin con la piedra
En el camino, con la rama
Atravesada en zancadilla.
Sobre la leche derramada
Llora la niña.
Intenta juntar pedazos
En círculo vacío.
¡En vano!
Líquido es el dolor regado
Y el rojo que salta en las astillas.
Nada lo puede remendar
Nada pegar en pleno contenido.
Cántaro roto de tánto y tánto que la fuente
lo llamaba.

Ha llegado mayo
hasta este rincón del jardín.
Sólo una rama florecida
triunfa sobre la escarcha,
sólo un pájaro en esa rama obstinada.
Mayo con su brisa y su sol
elude el resto de mi jardín helado;
su voz alegre se pierde en el eco glacial
de rugidos de viento salpicado de blanco.
Ha llegado mayo.
Esperado en días de gris profundo,
en noches que se extendían a sus anchas.

Mayor silencio en ese pájaro sólo, mayor frío
cuando la rama llamea desde el rincón.
Irrumpe su alegría imprudente en el jardín
de egoísmo gigante adonde vivo abandonada
del completo incendio y el bullicio
de primaveras de verdad.

Ya casi llegaba a la línea.
Por un camino extraño a esa meta
Que cientos de tortugas habían alcanzado en carreras aburridísimas.
Despistada. A brincos.
Libre liebre sin librea ni corbatín,
Sin cómoda coraza a cuestas que previniera golpes.
Así de salto en salto, de siesta en siesta se le atravesaba ahora esa raya.
Negra, sólida, distante hasta ahora. Como un palote del que salta de repente la letra.
Así la liebre en descabellado recorrer encuentra una marca
Que le indica fin de algo. Algo nuevo comienza aquí y ya llegaste tarde.
¿Tarde pregunta la liebre? ¿En cuál reloj? 
Cientos de tortugas la miran desde el otro lado sin comprender sus preguntas.




Epitafio para la mujer de Lot

Dio vuelta a la cabeza
Para mirar lo que dejaba
y la sal se hizo piedra en su cintura
y el paso detenido de su pie,
suspendida proyección de nitro y de ceniza.

La lluvia sobre la estatua
suda y llora sal
y en la casa vacía
el rescoldo se apaga
esperando su llegada.




Dafne

Así me pasaba yo los días
pensando en lo que debiera pasar
lo que pudiera, lo que siempre se supo que sería
y no fue.
Así las horas contemplando desde una ventana
el mundo que soñaba recorrer.
Cruzadas las piernas, los brazos cruzados,
los ojos atentos al ir y venir de los demás.
Y yo, sentada, mirando, escuchando, pensando tal vez.
Mosca en telaraña,
Cometa sin cola, ni pita, 
en la rama.
A todos los veía salir y a todos les decía que adiós,
que ya los alcanzo, que ahora voy, que ya casi...
pero seguía de piernas y brazos en nudo
de boca con trozo de fruto atorado 
con manos de pato, de rana, de pez.
Ahora me pongo a pensar
desde cuándo dejé que se fueran
y no dije siquiera un adiós, ni hasta pronto, ni nada.
Desde cuándo raíces se fueron hundiendo 
y brazos cargados de hojas viajaron
su propia distancia del tronco.
Desde cuando la curva de sus movimientos se quedó fijada
y los que me ven sólo buscan la sombra o el fuego, 
o el fruto que nunca cuajó.



Temor y silencio 

                               La palabra, qué torpe vientre hinchado 
                                                               Vicente Aleixandre  

Profundo se agita el mar 
ola con ola. 
Furia. 
Profuso en su cárcel; 
salado y verde 
contra las murallas. 
Se finge calmo 
y dormido 
al otro lado del muro. 
Se finge 
murmullo lento, 
se finge 
acuario. 
Pero brama por dentro 
y sube de espuma  
hasta el límite oscuro 
de la pared de piedra. 

Cadáveres  hinchados 
flotan sobre su espuma violenta de blancura 


Tierra Firme 

En uno atados son los pies, en uno, las voluntades non. 
Libro del Buen Amor 

Piso el terreno de mis sueños 
y dejo hundir el pie 
profundo en el viscoso material. 
Quiero decirlo todo. 
De una vez dejar que salgan 
la baba y la luz y la tiniebla. 
Pero abajo, tira la gravedad 
y aterra su cálida humedad 
de muerte reciente, 
de vida apenas retoñando, 
de vientre convulso, 
de estertor. 
Y ya no quiero, no quiero, no. 
Me agarro fuerte de la cuerda  
donde seco cada mañana mis miserias 
y jalo, asqueada, 
y sacudo y seco y limpio 
y corro a la vigilia sólida del miedo.  



Marea Baja 

Esta mañana ruge el mar con furia sosegada 
y viste la arena un ceñido traje  
de torero en fiestas. 
Música de acordeón 
se baña en el vaiven salado 
de la brisa 
y soy feliz. 
En medio del desorden, llena de sal y luz, 
de aquello que no soy 
y es todo cuando se funde a mí, 
esta mañana sonrío 
sacudida 
por el ir y venir del mar, 
vela hinchada 
en medio de la quietud 
enorme 
desde donde se mira 
la redondez total del horizonte. 



Seducción 

Fortaleza que la espuma amenaza 
como en juego. 
Va y viene, 
y regresa con mil caras, 
con velos, con brillo. 
Despedazando el sol, 
se lleva granos diminutos. 
Luego cava en el profundo foso, otro foso 
que socava la estructura. 
La mece.  
Adormecida, deja a las fauces blancas 
su cuerpo blando, verde 
ahora, parte de la sal y de la transparencia. 

Hay que saciar al animal 

Fuego, comida y pierna suelta 
hasta que suba el sol 
para que nazca esa otra que se oculta 
cuero adentro 

ruedan a chorros  
sudor y deseo que se juegan 
el todo por el todo 
y de la nada 
sale 

palabra articulada, del gemido 
sentido, de la furia ciega. 
Presa despedazada 
secando al sol 
para que en mesa pulida 
haya manjar 

Dejar morir al animal 
exhausto, ahíto  
y de su carne satisfecha 
surja un voz 
que cante. 



La muerte es una sola 

               Y eran una sola sombra larga 
                               José A. Silva 

La muerte es una sola 
sombra larga que se cierne 
serpentea campante y se planta 
de repente sobre alguno. 
De frente lo mira como cangrejo 
pero camina en reversa 
o por la espalda ataca a bala. 
La muerte es una sola y la misma siempre 
con su cara de yo no fui. La muerte 
rastro de sangre que se cuela por la puerta 
de atrás.  
En el umbral de la casa, en la penumbra de la cama 
juega la muerte al escondite y rie. 
Con cada carcajada suya cae un hombre 
de espaldas, de bruces, en pedazos, a chorros 
para parar al fondo de la caja.  
Cuerdas templadas 
tocan su música de despedida 
en pala, en fuego, en ladrillo y palustre 

Sombra que se cierne espesa, omnipresente,  
sinuosa seductora sin salir  
de cubil o guarida se lleva,  
al siguiente de la lista  
y no descansa. 




No son poetas los que en el río suenan 

            Cuando el río suena piedras lleva… 

No son poetas los que en el río suenan 
ni los que lanzan piedras y esconden la mano. 
Sólo porque hagan ruido, no son poetas. 
Son palabreros que dicen lo ya dicho 
diccionarios que olvidaron lo aprendido. 

Los enterraron a todos los poetas, bardos, vates 
en una misma fosa común de biblioteca.  
Quedan mapas, tesoros esparcidos, 
túmulos de nombres amontonados a destajo. 
Basura y galas que desentierran paleontólogos 
con morboso interés para encontrar en ellos sus deseos. 
Poe, de Greiff, Vallejo adolorido; 
signos que señalan caminos. 
Darío, estrella solitaria. Signo atado 
a constelación que se oculta tras de su brillo y calla. 

Paz y Neruda y Guillén (el de Cuba) 
regalaron palabras al océano 
(carabelas cargadas de espejos de feria). 
Darío (cosmopolita) Huidobro (mago) 
Sor Juana (libertada en el convento) robáronle palabras 
a Góngora, devolvieron a Lorca oro para su banco. 
Ídolos y esmeradas esmeraldas para que digan cosas 
allá, en España, (mora desposeída de su lujo.) 
Para que América tenga nombre y apellido 
Latina-hispana-calurosa-violenta 
hija de Europa o esposa adúltera que toma los regalos de la boda 
y los empeña en una casa de cambios. 
España-madre, traicionera también 
fundió joyas en barrotes de pesado amarillo  
para olvidar la forma, delicada  filigrana, 
y el mítico poder de miradas de piedra. 
Ahora se cubren las dos con una misma manta 
palabras que se extienden sin miedo de Colón  
y saben rutas que van de borde a borde 
desbordando la voz de un hombre solo 
que ya no puede llamarse a si mismo poeta o bardo o vate 
sino tejido, o piedra funeraria o lengua muerta. 




Tengo pensamientos prosaicos 
que intento poner en un poema 

Un verso quiere contener aquello 
que se desborda en renglones  
con palabras como "era" y "había" 
y "caminábamos despacio". 
Pero sé que hay un poema oculto  
tras de esos personajes que no logran andar. 
Sé que las palabras que cubren la hoja  
son como cabellos que ha crecido demasiado  
y es necesario entresacar para que agarren forma. 
Un árbol metido en la casa del vecino, 
que pide a gritos que lo poden. 
Dejo a mis personajes solos y 
les doy libertad. 
Regreso al poema que los captura 
ahora en una sola imagen.  


Historias que se vuelven historia 

No encontradas en el cauce  
ya fijado de un río, como afluentes 
no en la ye que funde caminos  
en destino que conoce su ruta. 
Historias que se pegan, como retazos de tela desgastada. 
La aguja atraviesa el borde y con pequeños agujeros 
hace una trama casi invisible por donde corre tiempo 
de lado a lado.  
(Así se surce la tuya historia verde a la mia roja, desteñida) 
Pedazos que llegan al día del encuentro ya llenos de remiendos viejos 
se tiempla fuertemente el hilo, para que no irrumpa la hendidura. 
pero al sol y al viento, contra la piedra y bajo la espuma 
se rompen hebras y tercamente cada trozo pide ser 
lo que antes era.  
Roto su borde en hilachas que no conocen solución. 



Necesito la rabia 

y no las aguas mansas 
¡Líbrame Dios! 
Fuerza y desbordar el muro de piedra 
que se levanta  
cuando bajo la cabeza 
y miro humilde 
el camino que pisas 
o mis pies. 
Rabia que estira el cuello 
en ramas cargadas de frutos 
la mano en cóncavo recipiente  
donde se apoza el agua 
que enerva de savia reciente  
hasta la oscura raíz. 
Necesito romper sonrisa y velo 
que la cubre o duplica impasible 
y darle con el pie y con el puño 
y entrecejo que frunza al mundo 
a todo y a todos, darle duro 
(como le dieron a Vallejo). 

Recoger los pedazos, trizas tristes, 
pegar pacientemente otras palabras que lloren 
cuando venga, después de tempestad, la calma.










1 comentario:

  1. Buenos Dias.
    Por Favor, Como Logro Contactar Con Clara Eugenia?
    Soy Hijo De Una Buena Amiga De Ella y Mi Mamá Quiere Tener Contacto Con Ella!
    Mamá: Ana Elvia Buitrago.
    Gracias Si Pudieras Ayudarme.

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