domingo, 30 de octubre de 2016

CAMILA SOSA VILLADA [19.411]


Camila Sosa Villada

(La Falda, Córdoba, 1982) Desde 2009 se gana la vida como actriz; ha protagonizado las obras Carnes tolendas, retrato escénico de un travesti; Llorame un río o evocaciones dramáticas sobre Tita Merello y Billie Holliday y El bello indiferente. También ha protagonizado el documental Camila, desde el alma, la película Mía y la miniserie La viuda de Rafael. Como dramaturga y directora, en 2014 presentó Los ríos del olvido y Despierta, corazón dormido en 2015. También ha colaborado como guionista en las miniseries La celebración y Fruta extraña. En 2015 publicó su primer poemario, La novia de Sandro (Caballo Negro). [Festival de Poesía de Córdoba 2016]



Soy una negra de mierda, una ordinaria, una orillera, una
cuchillera, el mundo me queda grande, el tiempo me
queda grande, las sedas me quedan grandes, el respeto
me queda enorme, soy negra como el carbón, como el
barro, como el pantano, soy negra de alma, de corazón,
de pensamiento, de nacimiento y destino. Soy una
atorranta, una desclasada, una sin tierra, una sombra de
lo que pude ser. Soy miserable, marginal, desubicada,
nunca sé cómo sonreír, cómo pararme, cómo aparentar,
soy un hueco sin fondo donde desaparece la esperanza y
la poesía, soy un paso al borde del precipicio y el espíritu
me pende de un hilo. Cuando llego a un lugar todos se
retiran, y como buena negra que soy, me arrimo al fuego
y relumbro, con un fulgor inusitado, como una trampa,
como si el mismo mal se depositara en mis destellos.



*


Este es el elogio a mi fealdad
a su forma de extraviada
a su mano callosa y su oscura axila.
Este es el elogio a mi cuerpo impreciso,
deambulando entre las sombras misericordiosas
de la noche.
Este es un canto a mi nariz rota, a mis manos de enano,
a la sombra nigromante de mi barba.
Este es un sacrificio a mis tetas de quinceañera hambrienta,
a mis pómulos de india mansa,
a mis labios secos por el mareo del viento.
A mis colmillos, a mis uñas rotas, a mis células,
a la vena hinchada de mi frente como la marca de Caín.
Estas son las últimas palabras de una amante desahuciada,
una conversación con algún dios al que le sobra el tiempo.


*


Hoy que es feriado y una llovizna se desmaya
sobre las terrazas de los edificios, limpié mi casa.
Afuera una filigrana de agua se tejía con delicadeza
mientras corría los muebles y limpiaba los rincones.
Perfumé con palo santo los cuartos,
sacudí almohadones y alfombras,
limpié espejo, baño, mesa,
espanté el polvo de los libros en las bibliotecas,
escuché los discos que me regalaste
y sentí que estaba limpiando mi corazón.
Te espero.
Mi Orfeo, mi cristo de luz,
tan humilde como una canción de cuna,
tan cierto como este reclamo.
Ahora la casa está limpia y huele a olla de barro.
La noche cazadora fue rodeando de a poco
mi distraída voluntad y te pienso.
Ahora que no estás y no sé por cuánto tiempo no voy a verte,
tomo conciencia de todos los sitios que llena tu ternura.
Algo adentro se agita como una manada con hambre:
la feliz rutina interrumpida por la ausencia de tus besos.

de La novia de Sandro, Caballo Negro editora, 2015






No sé bien si odiarlos o amarlos.
Son los que más pena me causan pero también
(y cuando lo escribo se me hace agua la boca)
los que más dicha me prodigan.
Los amo por sus pantorrillas, la pieza más amada
de sus cuerpos.
Por sus pechos y sus pelambres de animal manso,
por sus manos que estrujan mis tetas adolescentes.
por su fuerza y el modo de poseer
todo mi pensamiento con una caricia distraída.
Los odio por su corazón pobre y opaco.
Por sus méndigos espíritus, sus mentes literales.
Por su mezquina entrega y su fácil huida.
Y los amo, también es cierto, por su sexo y por su olor.
Y por la forma en que resoplan cuando cogen,
y por cómo cubren mi cadera con sus piernas.
Por la indiferencia con que reciben mi entrega de animal
sin dueño.
Y vuelvo a odiarlos
Por tirar a la basura mi soledad barata y marginal.
Por mentirme y dejarme las pistas para que los descubra.
Por no elegirme. Por abandonarme como se abandonan
los vestidos viejos.
Por hacerme sentir la más fea de toda la comarca.
Y por enamorarme con sus piernas de cazadores y sus
miradas sombrías,
su despreocupada belleza de animal de monte.
Y los cantos que provocan en mi vientre y la saliva que me
endulzan con sus bocas.
Con el temor que tienen por la ternura.
Todos van a mentirme algún día.
Me quedo a la espera del próximo que por un segundo
me haga olvidar que no están hechos para mí ni yo
para ellos.
Conozco a los hombres, yo misma solía ser uno.






La busqué, sí, pero no para hacerle daño,
sino para saber qué escondía entre las piernas
que vos adorabas tanto.
Qué era lo que te hacía suspirar con tanto dolor
cuando el día te sorprendía en mi cama.
La busqué para verla cara a cara, y medir sus agallas,
y la flor ponzoñosa de sus pechos que gobernaban
tus voluntades,
la perla negra de su saliva que quemaba tu orientación.
La busqué para preguntarle sobre sus modos de amarte,
para aprender los nombres con los que te llamaba,
la busqué porque la odiaba,
porque me recordaba lo yermo que era nuestro sexo.
La busqué para saber su nombre y comparar su piel
con la mía
y para obligarme a cambiar y ver nuestra historia
sin engaños.
La busqué para que me enseñe la manera en que te
cocinaba
y los desayunos que te preparaba.
La busqué para mirarla a los ojos,
para que supiera que también estaba yo del otro lado.
La busqué y la encontré y ostentamos las dos nuestros
derechos
sobre lo que creíamos que era nuestro.
La encontré con su vientre lleno de lo que habías
derramado,
en esa casa de barrio decorada con mal gusto,
su título de abogada como un blasón dignísimo.
La encontré desabrigada, con su pelo pálido atravesado
de luz
y su fragilidad de hembra que no conoce el mundo.
La encontré transparentada por una soledad que también
era la mía,
después de haberla buscado sobornando amigos,
suplicando datos.
La encontré y me vi tosca, desde la planta de los pies
a la frente,
y supe que nada de lo que hiciera podría
hacer que el rumbo de tu mirada volviera a mi casa.
Mi olor de prostituta no se llevaba bien
con tu pálida familia.
La encontré y sentí pena por las dos,
pero sobre todo por ella, porque cuando vea el rostro
de su hija,
recordará al hombre que arruinó su juventud
con las mismas promesas que le hizo a una travesti
tercermundista.




instrucciones para mi muerte 1

en mi epitafio debería leerse:
aquí yace carne de arrabal que fue pudriéndose en vida,
todo su cuerpo estaba lleno
de pequeñas pero insoslayables cicatrices,
su pelo era oscuro y estaba un poco seco.
vivió como una dragqueen las veinticuatro horas del día,
fue travesti hasta la muerte.
pensaba que el mundo era profundamente homosexual.
creyó.
tuvo una profunda fe, hecha de antiguas decepciones.
creyó en la vegetación, en las selvas,
en las porciones vírgenes de la tierra,
creyó en un corazón-imán que nos mantiene atados
a este planeta y a este destino,
creyó en el destino y en el azar,
creyó en la muerte,
en los hombres que amó aun cuando mintieran,
tenía fe ciega en que siempre es más noble
la mentira de vivir en otro mundo,
que la miserable verdad que nos da como limosna el capitalismo.
creyó en sí misma, se conoció,
se tomó el corazón con la mano y le cosió la palabra: resiste.
creyó en la resistencia, en lo salvaje,
en las mujeres salvajes,
en los territorios salvajes donde se muerde y se lame
para decir lo mismo.
creyó en la ternura, en el precio de la ternura,
creyó en la fiebre, en el dolor, en la vejez
y en la rabia.
fue rabia contundente, indomable y necesaria.
creyó y amó e hizo daño como cualquiera
aunque eso no justifique ninguna de estas tres estupideces.
sobre el final de su vida fue escabulléndose en su idea de sí misma,
fue encontrando una madre y un padre en su propio pecho.
un asilo para ella y su infancia, como las carpas que se hacen de niños
en el patio de la casa.
quiso ser madre y tuvo madera para serlo
pero en los dados fue desafortunada.
como hechos significativos logró colgarse de un trapecio,
visitó finlandia y sólo finlandia,
fue actriz y prostituta,
le costaba diferenciar en qué momento era una
y en qué momento era la otra.
conoció el mar a los 30 años y quedó sangrando.
escuchó buena música y se traicionó,
una y otra vez, una y otra vez,
como si una vez fuera demasiado poco.
a las cartas de amor las comenzaba pidiendo perdón,
su último amor fue es y será el único.
no gustaba a los hombres, pero les sacudía el espíritu.
ya lo decía el blues: nadie es perfecto porque nadie es libre,
los desengaños amorosos ajaron su carne,
resecaron su corazón y le cambiaron la índole:
su dulzura se agrió.
le llevó toda la vida reconciliarse con su padres.
la razón de su cansancio eran 33 años
de la más agresiva resistencia a todo.
le gustaba sonreír pero no le gustaban sus dientes.
el público fue el esposo que decidió conservar.
con la tristeza bailaba todos los días el vals.
murió feliz pronunciando los nombres de sus amigos,
hizo cruzar sus recuerdos hasta el más allá.
para justificar su carne le bastaba
una foto de niño en la que se revelaba
que el mundo debía tratarlo con más piedad.




Instrucciones para mi muerte 2

La máquina del mundo vomita humo,
Escupe para arriba, sus mil sobras y lamentos.
Del cielo nos llueve un ácido que perfora
El endeble futuro cada vez más breve.
Al grito de alguna sirena se produce,
Se ordena, se activan las bombas,
Se prende la luz de los 10 mandamientos
En la estéril Wall Street
Se ponen en marcha los engranajes asesinos,
Las religiones activan sus artificios de seducción.
La única solución que supimos encontrar
Para la falta de dios y de ternura,
Es sembrar, sembrar aquí y allá,
Construir, mezclar los metales,
Cambiar el curso de los ríos y contenerlos,
En profundos diques en los que duermen
Muertos anónimos.
Pudimos tocar la superficie de la luna,
(Hasta que sea demostrado lo contrario)
Pudimos comunicarnos al instante
Con los amores que están cruzando el océano,
Pero no podemos evitar aún la triste matanza
Que repetimos, una y otra vez,
Hasta perder la índole en los vertideros de sangre.
Nos ha sido prestada una bestia para ser huéspedes
Con nuestras pobres almas huérfanas,
Somos huéspedes de un cuerpo que resiste incluso
Más allá de la muerte, con todas sus armas,
Las embestidas del deterioro.
La bestia que nos aloja aprende a hablar,
Le susurramos las órdenes que ejecuta a la perfección,
Y es similar, en forma y espíritu,
A las demás bestias que pueblan los continentes y los mares.

Y aún en nuestra calidad de huéspedes,
somos incapaces de frenar la matanza.
Todos los días muere una travesti.
Muere asesinada por un cliente,
Por un fascista, por un ciego violento.
Muere de soledad, muere de tristeza,
Muere ahogada en silicona líquida que
La hace implosionar como esos volcanes
Que nos cubren de cenizas y muy de cuando en cuando,
Con suerte, de fosforescente lava.
Mueren de sida, en hospitales públicos
A los que con suerte, alguna compañera de ruta,
Se acerca a decirle con desesperación: todavía no cruces.
Mueren de frío, de hambre, de orfandad,
De malos recuerdos,
De unas depresiones profundas de las que el mundo,
Con sus mil artes para excavar y extraer,
No puede sacar nada más que lágrimas.
Lágrimas de ojos de hombre
Con una transparencia de mujer.
Todos los días, al despuntar el alba,
En la superficie de la tierra,
Mueren las travestis anónimas,
O mejor dicho, innominadas.
Y son pocos los que lloran tan triste pérdida.
La pérdida de las guerreras,
De las amazonas del cemento
Que aún en su máscara de maquillajes,
Ejercen su libertad.
Y qué se hace en la máquina del mundo?
Se sigue echando humo, poniendo a funcionar
Las fábricas,
Ordenando en filas a los estudiantes,
Dictando el gusto de las naciones,
Mezclando con el agua las mil supuraciones
De la revolución industrial.
Las travestis no hacen marchas multitudinarias
Que son mostradas en todos los medios de comunicación
Para evitar su matanza.
No.
Aprovechan una vez al año la indiscreción del gay parade,
Y salen a revolear sus pezones como mariposas emperadoras,
a menear el culo de una vereda a la otra
y a confirmar que la única causa por la que vale la pena morir
es la libertad y el amor a esa bestia que nos fue prestada
En esta corta zona de desamparo llamada vida.




la selección natural perdió el rumbo

la selección natural perdió el rumbo
y el hombre se siente por encima de la fauna y de la flora,
los cazadores por encima de la víctima.
los jóvenes se sienten superiores a los viejos,
los hombres creen ser mejores que las mujeres,
las mujeres creen ser mejores que los hombres.
hombres, mujeres, niños, adolescentes y ancianos
creen ser superiores a las travestis.
el rico se siente superior al pobre
el contemporáneo se siente mejor que el clásico
y el clásico hace volar el barrilete de su eternidad.
los heterosexuales se creen mejor que los homosexuales
pero el homosexual con dinero se siente mejor que el puto pobre.
el homosexual atlético saborea su imagen en el espejo,
y su narcisimo le hace creer que es mejor que
el maricón gordo que lamenta no ser mejor que nadie.
los bellos subestiman a los feos,
los inteligentes a los tontos,
los tontos a todo el mundo.
la familia es superior a la soledad.
las mujeres y los niños siempre van primero.
todos creemos merecer algo por haber vivido.
sólo es necesario alguien que nos haga reír,
no creo en merecimientos,
sólo sé que las plantas son superiores a todos
y los perros son las mejores mascotas.
nina simone es mejor que sus colegas,
y nadie podrá igualar a jessica lange.
mi vieja es la mejor cocinera del mundo,
y a las historias de amor hay que hablarlas en primera persona.
al fin y al cabo, en esta partida de justicias e injusticias,
la muerte siempre tiene las mejores cartas.





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