jueves, 11 de septiembre de 2014

YORLADY RUIZ LÓPEZ [13.263]


Yorlady Ruiz López 

Nació en Pereira, Colombia  es poeta y artista plástica. Obtuvo el Premio Nacional de Poesía XII Festival de Poesía de Medellín en el año 2002, en ese mismo año obtuvo el premio de Arte Talentos Carlos Drews Castro en la Ciudad de Pereira. En el año 2006 fue ganadora de una pasantía con el Ministerio de Cultura de Colombia para realizar un taller de performance con Dioscórides Pérez en la Ciudad de Bogotá, en el año 2007 presento su performance en Imagen Regional V en la Casa Republicana de la Biblioteca Luis Ángel Arango en la Ciudad de Bogotá. Sus trabajos creativos han girado en torno a temáticas de género y violencia en Colombia enfocados desde el Performance y la Instalación. Ha publicado los libros de Poesía: Versos Para Tu fresca Alborada (1998), Novela Inconclusa (2001) y Diarios íntimos (La carreta Editores, 2012). 
Actualmente reside en la Ciudad de Pereira desde donde desarrolla una constante práctica artística con Mujeres de Diferentes Organizaciones de la ciudad.




ANIMAL

Todo el animal cabe en un solo día
no se necesita compararlo con nada,
ni con la propia carne,
ese se sale como un león loco
que ha estado guardado, encerrado con el
placer de morder su presa aún viva,
loco por sentir el pálpito entre la vida y la muerte.

Todo el animal cabe en un instante
que cuando menos piensa
vuela a través del mundo,
robando trizas de la desventura ajena
para hacer su nido,
todo ese animal
que sale a veces
también se aprovecha y me lleva y se deja
con su furia, con su vuelo, con su trote.







Tu cuerpo es como el mar
ahí navego
ahí te bebo
pero nunca me ahogo,
a veces muero (y tu lo sabes bien)
pero nunca me ahogo,
no sé como haces para que me alcance el aire,
las manos, el vientre.

Tu cuerpo es como el mar
con muchos cuerpos abandonados,
gente que se durmió en la escafandra,
están dejados en tu espalda y se quedan en la cama
se duermen cansados de traer la memoria, el tacto,
tu cuerpo es como el abandonado mar
que se mece solo en este instante
en algún lugar del planeta donde navego.






Ese muchacho pudo haberme mordido los labios,
arrancarlos para su corazón hambriento,
sin embargo se quedo con su boca tímida,
-muchacha: no me dejes caer al desvarío de la calle.

Yo pongo una soga
la tinturo de púrpura
y le enredo el cuello,
yo pude haberle arrancado los labios
y dejarlos para el hambre de los perros,
-muchacho: huye el presagio de mi boca,
no provoques

Ya todos somos exiliados de nuestras camas
a que volver si no es con esa extraña compañía que buscamos.






Medusa negra

Aráñame las pupilas
este cuello de fieltro
esta falda de seda
has que se rompan en velos incandescentes...

Cuando estemos cercanas al amanecer
encontraremos tu collar de espinas
rozando mi cuello
que se rasga,
que se atropella,
como si fuera pedazos de papel
para la lluvia.

Medusa Negra, 
aráñame las pupilas
no quiero ver el reguero
de sangre infinita,
invisible, que sólo percibimos
como un color turbio,
aráñame las pupilas Medusa
con tus uñas negras
no quiero ver tus ojos en mi cuello de fieltro.

(Ganadora del Premio nacional de Poesía Joven, Festival Internacional de Poesía de Medellín)




Mi idioma

Mi idioma es este de la piel
que se transmuta
en animal feroz
en ave siniestra
en ojos de ballena muerta
en rencores de días
que se van rompiendo
mi idioma es este pobre gato:
techo alto
gatita que cae
que no se suicide.

Un idioma comparado
al de cada sexo
al de cada voz
este lenguaje donde el aliento de la boca
responde:
mañana voy al río,
se llevará tu piel
esa pobre ave encerrada,
el cuerpo roba y pone en libertad.





Del vértigo

Necesito de nuevo la cantera,
la pica de palabras,
la sopa de letras,
embriagarme en otras bocas,
tragarme un muchacho duro
que me duela en la garganta.

Es necesario que ahogue
mi sexo en sexos, mi boca en bocas
(amable diversidad que me anda tentando)
pero van pasando las noches
y dedico mi tiempo
a la ardua cacería de insectos
que conversan y lamentan su destino.

(DIARIOS ÍNTIMOS) 






Piedra domada

Eunice no sabía leer,
pero aprendió a escribir en las piedras con sus manos.

Ella que no albergó en su vientre la continuidad de su especie
(para no condenarla al lavadero y la cocina),
crió seis hijos ajenos
y machacó con la piedra día a día sales y especias
entre más de 5840 almuerzos, por más de 16 años.

No sabía leer, pero leía las cartas y el tabaco,
así, entre bruja,
nana y cocinera
con el paso de los años, me heredo una piedra
con la huella de su mano izquierda:
tesoro encontrado  y revelado,
piedra recorrida desde la Divina Providencia hasta Alejandría.

Los barrios que viví y donde le conté a la piedra mis secretos,
forzándola a mi diestra,
resistiéndola golpe a golpe.

Piedra cocinada,
domada,
amoldada,
pulida,
canto rodado entre la mano y el ajo,
piedra de la rabia y el silencio.

Piedra desnuda, arena tras arena,
cuerpo de Eunice revelado en su origen.




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