jueves, 3 de abril de 2014

JORGE SMERLING [11.434]


JORGE SMERLING 

(Nació en Buenos Aires, Argentina en 1957 - Murió el 1º enero de 2014)
Con varias carreras inconclusas pero siempre supo que sería poeta. Publicó en forma de libro Onirocrisis, 1980; El vacío de la paloma (con Héctor Angeli y Miguel A. Viola), 1980; El circo natural, 1982; Bombardeo en las siestas vecinas, 1984; Canción para Viola, 1986; Quásar, 1989; Canción de adiós para un rey oscuro, 1993; Mosca de cuerno, 1993; Canción para una fotografía de ausencia, 1995; Misa por los árboles, 1998. Fue un incansable poeta, buscador de nuevas dimensiones, de nuevas aristas de lo mismo, del dolido y doloroso mundo que transcurre en la Argentina contemporánea.





Llevo la melancolía de los astros
vuelco mi cuerpo
inclino mis ojos

Sé de Dios lo suficiente




LLAMADO A LAS LAVANDERAS

Aquí he vivido y aquí he muerto,
oh lavanderas de sus propias fiebres.

Aquí os dejo mis huesos,
aquí para nacer sin pájaros en el húmero.

Os afilo mis tobillos para ser lanza
y mis codos para ser alquimia.

Lavanderas de todo el mundo:
busco aquellos trapos donde cedieron
los ásperos indicios de la Tierra.

Alcanzadme desordenado el esqueleto
que yo armaré mi propia vida.

Oh lavanderas que ejecutan
con mis hombros una lira en la mañana,

devolvedme las cuerdas con que he apagado el sol,
arrojad mis costillas hasta la boca de un ángel
y comprended:
quiero subir por los acertijos de mis vertebras,
quiero morir tantas veces como me lo pida el cuerpo.

 ( Publicado en "El Circo Natural", Ediciones CARRA, Bs.As.1983)






ROPA DE ALCANCE

1

La noche y el día comparten el mismo cielo
Como una búsqueda mi cuerpo incita a las luces.
Un gato se deleita en la mirada venérea de sus ojos
         triangulares
Y el resto es esa cabeza de marfil inventada de repente.
Busca.
Busca la tormenta en tus manos horizontales.
Juega con el parto la llegada desigual de los pasajeros
         del  otoño.
En la inmensidad estamos y en la inmensidad morimos
bajo una misma noche y bajo un mismo cielo.

(de su libro Bombardeo en las siestas vecinas (1985), Fundación Argentina para la Poesía)





Al Dr. Félix Moreno
In Memoriam


Vuelo Solitario

Ave solitaria, recorro el cielo con mis alas totalmente abiertas.
Ave solitaria, recorro el mar alejándome y acercándome a la orilla.
Solitario desde mi círculo de altura observo
lo fugaz que apenas se detiene y pierde, se pierde y se va
e invisible como todas las cosas, suelta el Amor y desaparece.
Ave solitaria, en la altura y como la rosa detenida del alba
observo el universo que llevo sobre mí
y tanta belleza e incomprensibles formas
que crea una nueva forma y la llama El Hacedor.
Solitario poseo la intemperie
y nunca entenderé que el hambre sea una flecha, allí, debajo,
y el frío y el sueño, la soledad y la rota vida también.
Ave solitaria, desde esta altura quisiera no ser más
ese ojo redondo que puede explicar en sus variados ejercicios de vuelo
cómo vivir mejor aún cuando se viva indigente bajo la lluvia.

He nacido para vivir
                    muy solo,
como todas las cosas del universo
y aparearme por una ley de trampas de Belleza
y eterna continuidad de tantísimos simulacros.
                    Soledad:
hazme volar simplemente como un ave feliz sobre la Tierra.
Y así, entonces, podré observar con mis ojos redondos
la otra parte del mundo
                    donde Dios
sea igual que un barco amarrado a la esperanza segura,
y no como mis viejos párpados
                         que guardan tanta humillación.

Sólo pido paz. Ya en vuelo solitario repito:
Voy despojado pues dejé en cada uno de ustedes
la palabra justa y el silencio necesario.
Aunque mi asunción se parezca a la huida,
sepan que estuve en agudas punciones del mundo.
que elevé al río de sus sangres
el fuego de mi Palabra Verdad.
Que hice y dije todo intentando que el revés del mundo
fuese la imagen de mi cansancio
               en lo vulgar del mundo.
Sepan también,
que entre mis amores y la lucidez y lo brillante que me sostuvo,
comencé el vuelo solitario
apenas un poco más allá, del otro lado del horizonte,
porque siempre supe que extranjero de la Tierra,
debía derramar luz en quienes, como yo,
abríamos otra grieta en esta vida.
               El Amor fue todo el secreto
               y la paciencia, el éxtasis que lo hacía permanente.

Desde aquí y allá, mis alas llevan el tatuaje
de mi marginal existencia,
y son la invisible imagen que les dejé:
                              vivan sin tristeza mi canción de eternidad
porque estoy feliz
               en este Vuelo Solitario.


Evadirse. No estar. Ser el movimiento que deja un vacío:
mi presencia eterna.
Estoy en el nudo que aprieta mi cuello. Y es imposible
dejar el sitio de nacimiento.
Perder la mirada de los ojos tristes de mi amado,
su rostro sabio que poco a poco
va siendo el desapego y ese Jamás con soledad y llanto mío.
Mi Padre encuentra mis ojos azules
con sus rápidos ojos azules. Pronto será todo azul,
ya que pronto será cielo.
Y yo no pienso más que en la muerte, digo: la mía,
y en quién pondrá su silencio en el mío,
para ser más libre en Vuelo Solitario.

Aunque me impidan con obstáculos la bella Vida,
siento que dejé más de la mitad de mi existencia
aquí, en la Tierra,
y aquí, en este sitio, en este lugar que me abrazará por poco tiempo,
he dejado de soñar
para acudir al llamado de asunción,
al llamado de lo Alto y azul,
a la entrega final,
al vaciarme de mí,
a lo grave.

Sólo pienso en la Muerte: la mía.
Está más cerca de lo que me anticiparon los astros.
Poco a poco el mundo se convierte en mi gran desapego.
No hay simulacro. Me sucede un vacío de inmenso movimiento.
Sólo pienso en la Muerte, en el mundo distinto a éste.
Sin ser vulnerable al mundo vulgar
con lo vulgar que no posee brújula para el Vuelo Solitario.
               Quiero dejar de soñar para vaciarme de mí mismo,
               para vaciarme y ser lo grave.

Quién se vaciará de sí para ascender y temblar como yo lo hice?
Quién hundirá su Palabra Verdad en sus vísceras
sin dejar de sangrar y en la sangre multiplicarse?

¡Oh, Palabra! Viento que nos hace vuelo.

Arden con un fuego central
nuestras frágiles almas.
Y pronunciamos palabras rotas
que aparecen invisibles
como un lenguaje muerto rodando por nuestra desnudez.
Cuerpos vacíos que nacieron embelesados para la eternidad.
Y crudos, hoy, son ofrendas para las sombras.
Máquinas de balbucear,
puedas de frívolos animales imperfectos.
Quebrados, remando la nada que nos atropella,
mientras deseamos que cada palabra pueda abrir su vuelo intacto.
Y entonces navegar por el lenguaje
que confió en este mundo y en este universo
Y que el poema vuelva de su lugar inhallable.
          Oh Poesía.
Milagrosa pócima que hace fuertes las almas.
Ven. Estoy acostumbrado a vivir y a apoyar mi cabeza sobre Ti.
Vuelve a descansar y a trabajar con tu daga asesina.
Y libéranos, sí, libéranos.
          Con tu presencia nadie duerme aquí.


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