lunes, 19 de mayo de 2014

AUGUSTO SANTELICES [11.732]


Augusto Santelices

Augusto Santelices (Vichuquén, CHILE   1907 - 1980). Poeta. Estudió Leyes en Santiago de Chile. Publicó los libros "El agua en sombra" (1929), "Romance de luces y espadas" (1936) y "Un hijo es como un río" (1970).




Oh, Señora, oh, Botella

del corazón ardido de soles y de estrellas.
Salud de los enfermos, compañía del viudo,
de los tristes, sonrisa, y del huérfano, hermano,
pan del hambriento, abrigo del desnudo,
sol en invierno, sombra en el verano,
faro en el desamparo, lámpara de fiestas,
a tu pie se doblegan las testas más enhiestas.

Con tu gorra dorada, tus sellos, tus cordones,
eres como una fiesta de condecoraciones,
eres un mariscal que ganó en cien batallas
una gloria de cintas, de cruces y medallas,
y al saltar el tapón tu derroche de espumas
tiene todo el prestigio de un penacho de plumas.

Oh, licor de los astros, milagroso rocío,
lágrima de los dioses que se alargó en un río,
cuando miro entre sueños las filas de botellas
me parece una ronda de núbiles doncellas:
las de los vinos blancos, como princesas rubias;
las de los vinos tintos, como esclavas de Nubia.

Oh, Señora, oh, Botella,
los caminos del mundo se alumbran con tu estrella,
lámpara de Aladino,
en tu fuego se funden lo humano y lo divino,
barco de la Fortuna,
en tu equipaje iremos un día hasta la luna.

Y era un país divino
donde el agua, la sangre y la savia es el vino,
donde el mar y los ríos, los lagos y las fuentes
son plenos de aguardiente;
donde en los campos solos, besando las estrellas,
se yerguen alamedas de pálidas botellas.

Donde las dulces niñas
antes de pedir novio pedían una viña;
en donde las señoras se daban grandes farras
a la sombra ideal de las hojas de parra;
donde el sultán tenía once mil odaliscas
que por falta de whisky se iban poniendo bizcas.

País celeste de la dicha,
donde llovía chicha;
donde era el mar de vino
y yo sobre un tonel era marino.
País en donde el agua
nunca la conocieron ni las guaguas,
y en donde hasta la sopa
la servían en copa.
Donde era cosa llana
apagar los incendios con una damajuana;
donde, en lugar del casco,
los heroicos bomberos se ponían un frasco.
Donde admiten los Bancos
depósitos en tinto, sobregiros en blanco;
donde soy tesorero de un centro peregrino
donde todas las cuotas se cancelan en vino.
Y donde el jardinero, sólo por darse tono,
riega las flores con "Anís del mono".



El agua en sombra

El agua en sombra
Autor: Augusto Santelices
Santiago de Chile: Escuela de sordomudos, 1929


CRÍTICA APARECIDA EN LAS ÚLTIMAS NOTICIAS EL DÍA 1929-12-17. AUTOR: ROBERTO MEZA FUENTES
Cuando conducido por Raúl Cuevas, llegó Augusto Santelices a la redacción de “Las Últimas Noticias” precedido de un alado cortejo de imágenes novísimas, tuve inmediatamente la intuición de que pronto seríamos grandes y buenos amigos.

A pesar de mis fracasos continuos y mi viejo escepticismo en materia de amistades literarias esta vez, gracias a Santelices, no me equivoqué.

Me conmovió este muchacho bueno y sencillo, con su gran fe en la vida y en la metáfora, con su clara confianza en el mundo y en el porvenir literario, con su generoso entusiasmo en la obra y la amistad de los muchachos de su generación. Poco después publicó su libro y por él y por sus crónicas de “Las Últimas Noticias” es acaso entre los jóvenes el autor más leído y comentado. Hubo un verdadero diluvio de artículos críticos a la aparición de “El agua en la sombra”. Con todo, creo que ninguno de los comentarios –yo mismo entre ellos- advirtió el íntimo sentido profundo de este libro.

Todos nos dejamos embriagar por la fiesta de las imágenes. Nadie se internó en el sombrío laberinto de sus poemas amorosos. No nos extrañen las voces de angustia en la poesía de los jóvenes. El amor y la muerte plantean sus trágicas interrogaciones con más intensidad que nunca en la sensibilidad juvenil y estrechan el cerco hasta moldear un triunfador, o un abúlico o un poeta. Por eso serán siempre inútiles las predicaciones optimistas con que se quiere adoctrinar a los escritores jóvenes. Cada poeta canta oyendo su ritmo interior y no lo que, con toda buena intención, le dicen que cante. Por eso Santelices en sus salmos de amor era humana y profundamente sincero. Y este, que era acaso el aspecto más puro de su libro, no lo alcanzamos a ver en las primeras lecturas. Ahora, con mayor distancia y perspectiva, encontramos en “El agua en la sombra”, junto con la exaltación del color y de la imagen, un libro claro, armonioso y rebosante de una rica y serena intimidad.

De un magnífico salto elástico, a la edad en que otros se entretienen en calcar caligráficamente madrigales banales, Augusto Santelices clava su garra firme en la materia literaria y le imprime una forma nueva, original y personalísima.

Pero no nos engañemos. El mago de las imágenes, el prestidigitador de las palabras ágiles y elegantes, es también un hombre bueno, sencillo y profundo.

Y esto vale tanto, o más, que lo otro.

Dentro de la nueva juventud es como un capitán cuya voz es oída, querida y respetada con el respeto que se tiene al compañero que por sí mismo supo escalar la altura. Y él, que lo sabe, sigue cantando alegremente su canción humilde. Humilde con el orgullo de ser siempre y en todas partes él mismo y nada más que él mismo.






Romance de luces y de espadas
Autor: Augusto Santelices
Santiago de Chile: Escuela de sordomudos, 1936



CRÍTICA APARECIDA EN EL MERCURIO EL DÍA 1936-07-19. AUTOR: RAÚL CUEVAS
Acaba de publicar Augusto Santelices su segundo libro, “Romance de Luces y Espadas”, libro que sirve para afirmar la personalidad vigorosa de este poeta de méritos indiscutibles. Anduvo este poeta durante un tiempo largo madurando su obra en el silencio, se sumió en el rumor apacible de la aldea, robándole tiempo a su cardo de Alcalde de Licantén y a las inquietudes de los litigantes en su estudio, que es lo único en la ancha orilla de aquella zona costera. Y, desde aquel refugio, donde la vida solo abría mirajes virgilianos, moldeó esta obra, que está llamada a señalar una época en la poesía chilena.

Varios años han pasado desde la publicación de su primer libro. El segundo, que hoy nos da, camina por el mismo sendero, sin embargo, de aquel primero. Sentido de la amada perdida y lejana, del amor que no llegó a florecer, tentativa de pirueta frente al sol y a la vida, y también una ironía y un humorismo que hoy son los mismos elementos básicos de su personalidad. Pero, ahora hay algo más vivo y más plástico en él-

Corre por estos versos de Santelices una fuerza juvenil llena de objetivismo, un lirismo rico en impulsos y en anhelos. Por primera vez vemos apuntar en algunos poemas el goce de la presencia femenina, la mujer aparece como la fuerza ciega que envuelve y arrastra, la hembra muestra sus gracias y sus sonrisas jóvenes, como en los albores de la edad primera. Este panteísmo generoso, está ambientado en paisajes de aguas y cielos amplios, en valles olientes a primavera y rumorosos de espigas.

Pero, nada es tan fuerte para este bucólico que la belleza de la tierra, nada subyuga tanto su acento como cuando dice:

“El estilo invade el campo

con sus cien espadas cortas

sus espigas y sus cañas

y sus altas banderolas,

el aire esgrima de luces,

batallas de mariposas,

afilia espadas de juncos,

mejillas cortas de rosas”.

Es una poesía alada y juguetona, fresca en todos sus matices, sugerente en sus giros, hecha como reza el título de “luces y espada”. Por todas partes se filtra la luz a este libro que bien podría ser el encanto de la mañana jubilosa y no del crepúsculo doloroso. Poeta éste, que no ha necesitado del dolor hondo para mirar la vida y saber cantarla en forma noble, como un hombre que mira al cielo y levanta una oración alegre.

Tres matices, tres etapas, tres estados de ánimo se disputan en este libro, que bien pudo haberse desglosado en tres libros diferentes. No hay duda, que entre las tres partes de este libro nos quedamos mucho más a gusto con el “Romance de Luces y Espadas”, o sea la segunda parte de él. En forma liviana y en lenguaje sencillo y rico maneja los elementos, los interna por jardines donde siempre mora la poesía, y qué deleite sabe sacar de cada cosa, qué gracia ha sabido engarzar en cada verso!

No podríamos decir que hay una obra definitiva o una obra que tiende a una germinación futura. Hay tanto caudal poético en este libro, tanta pasta de arte, tanta fibra de lo eterno que resume siempre la creación verdadera que no sabemos acertar si aquí comienza un libro o si desde aquí el poema se hace perdurable. Hay condiciones para señalar como imperecederos a la mayor parte de los versos de este libro y de ello debemos dar gracias, ya que el aporte de Santelices a la lírica chilena, es de un valor inapreciable. Y es curioso que este poeta, tan exacto, no haya tenido hasta ahora quienes traten de negarlo…





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