jueves, 8 de agosto de 2013

SUSAN GRIFFIN [10.330]


Susan Griffin 

(EEUU, 1943)
Es feminista y autora de Voices; Rape: The Power of Consciousness; Woman and Nature: The Roaring Inside Her; Pornography and Silence: Culture's Revenge Against Nature y A Course of Stones: The Private Life of War (de próxima aparición). Reside en Berkeley, California.

BIBLIOGRAFÍA

POESÍA

Dear Sky, Shameless Hussy Press (Berkeley), 1971.
Voices (a play in poetry; first produced in San Francisco, 1974), Feminist Press (Old Westbury, NY), 1975.
Like the Iris of an Eye, Harper (New York City), 1976.
Unremembered Country: Poems, Copper Canyon Press (Port Townsend, WA), 1987.
Bending Home: Selected & New Poems, 1967-1998, Copper Canyon Press, 1998.

NO FICCIÓN

Woman and Nature: The Roaring inside Her, Harper, 1978.
Rape: The Power of Consciousness, Harper, 1979.
Pornography and Silence: Culture’s Revolt against Nature, Harper, 1981.
A Chorus of Stones: The Private Life of War, Doubleday, 1992.
(Contributor) Women Feminist Stories by New Fiction Authors, Eakins (New York City), 1971.
Le Viol, L’Etincelle (Canada), 1972.
Let Them Be Said, Mama Press, 1973.
Letters, Twowindows Press (Berkeley), 1973.
The Sink, Shameless Hussy Press, 1973.
(Author of foreword) Karen Brodine and others, Making the Park, Kelsey St. Press (Berkeley), 1976.
(Author of introduction) Valerie Miner, Movement, Crossing Press (Trumansberg, NY), 1982.
Made from This Earth: Selections from Her Writing, 1967-82, Women’s Press, 1982, published as Made from This Earth: An Anthology of Writings, Harper, 1983.
A Chorus of Stones: The Private Life of War, Doubleday, 1992.
The Eros of Everyday Life: Essays on Ecology, Gender and Society, Doubleday, 1995.
What Her Body Thought: A Journey into the Shadows, Harper San Francisco, 1999.
The Book of the Courtesans: A Catalogue of Their Virtues, Broadway Books, 2001.
Wrestling with the Angel of Democracy: On Being an American Citizen, Trumpeter, 2008.
(Editor, with Karen Loftus Carrington) Transforming Terror: Remembering the Soul of Terror, University of California Press, 2011.


1

Este es un poema para una mujer que lava platos.
Este es un poema para una mujer que lava platos.
Debe ser repetido.
Debe ser repetido
una y otra vez,
una y otra vez
porque la mujer que lava platos
porque la mujer que lava platos
no puede oír bien
no puede oír bien.



2

Este es otro poema para una mujer
limpiando el piso
que no oye del todo.
Un minuto de silencio
para la mujer que limpia el piso.



3

Y otro poema más
para la mujer que está en casa
con los niños.
Nunca la ves por las noches.
Quédate mirando un espacio vacío
e imagínala allí,
a esa mujer con los niños
porque no puede estar aquí para hablar
por sí misma,
y escucha
lo que piensas
que ella puede decir.



RESPUESTA A LA PREGUNTA DE UN HOMBRE: 
“¿QUÉ PUEDO HACER POR LA LIBERACIÓN DE LA MUJER?”

Lleva un vestido.
Lleva un vestido que tú misma has hecho,
o has comprado en una tienda.
Lleva un vestido y bajo el vestido lleva elástico,
alrededor
de tus caderas y bajo tus pezones.
Lleva un vestido y bajo el vestido lleva una toalla sanitaria.
Lleva un vestido y lleva zapatos con tacos altos.
Lleva un vestido con elástico y una toalla sanitaria debajo
y zapatos de tacos altos en tus pies
y camina cuesta abajo por Telegraph Avenue.
Lleva un vestido con elástico y una toalla sanitaria
y zapatos de tacos altos por Telegraph Avenue
e intenta correr.
Encuentra un hombre.
Encuentra un hombre bueno que te gustaría que te pidiera una cita.
Encuentra un hombre bueno que te pedirá una cita.
Mantén tu vestido puesto.
Pídele al hombre bueno que te cita, que venga a cenar contigo.
Prepárale al hombre bueno una cena exquisita
que la cena esté pronta antes de que llegue
y tu vestido sea bonito y limpio y lleva una sonrisa.
Dile al hombre bueno que eres virgen
o que no tienes nada para evitar embarazarte,
o que te gustaría conocerlo mejor.
Mantén el vestido puesto.
Ve sola al cine.
Encuentra un trabajo.
Plancha tu vestido.
Lleva tu vestido planchado y prométele al jefe
que no quedarás encinta (en tu caso es predecible) y que te gusta
escribir a máquina
y sé sincera y lleva tu sonrisa.
Encuentra un trabajo o acógete al seguro social.
Pide prestado un niño y acógete al seguro social.
Pide prestado un niño y quédate en casa todo el día con el niño,
o anda a un parque público con el niño y lleva al niño
a la oficina del seguro social
y llora y di que tu hombre te dejó
y sé humilde y lleva tu vestido, tu sonrisa, y no repliques,
mantén el vestido puesto,
prepara cenas exquisitas,
aléjate de Telegraph Avenue,
y aún así, nunca sabrás
ni la mitad, ni en un millón de años.

Poesía minimalista norteamericana, Ed. Los libros de Orfeo





Deer Skull

1

I keep placing my hands over
my face, the fingertips just
resting on the place where I feel
my eyebrows and the fine end
of a bone. My eyes are covered
with the blood of my hands, my
palms hold
my jaws. I do this at dinner.
My daughter asks
Are you all right?
and by a common miracle
when I smile
she knows I am.

             2

I ask her what she will do
after we eat. Sleep she
tells me. But I will clean
the deer skull, wash it.

             3

You gave me this skull in the woods
told me to bring it clean
and tell the story I had told you
before, about how the deer had
come to me, and I said I would.

             4

And I put this skull on an old
newspaper, pulled the lower part
of the jaws free, touched it first
carefully, as if it would fall apart
in my hands, the bone paper-
thin, and then I saw I could
scrub, so brushed the surface with
steel and my fingers and more
and more this surface became
familiar to me.

             5

I wanted to see the lines of it
what it would be if it had been
polished by the wind, the water,
and my hands, these agents making
the skull more itself.
Slowly I was not afraid at all
and my fingers went into the deepest
holes of this thing, not afraid
for myself or it, feeling
suddenly as if cleaning this
small fragment of earth away
from the crevices inside was
like loving.

            6

But it was when I touched the place
where the eyes were that I knew
this was the shell of the deer that had
lived here, this was this deer
and not this deer, her home and
now empty of her, but not
empty of her, I knew also, not
empty of her, as my hands
trembled.

            7

And in that instant remembered you
had been in that body of
that deer dying, what
does it feel like to be a deer
dying, the death consumes
you like birth, you are
nowhere else but in the center.

            8

Remembering those gentle deer
that watched me as I wept,
or the deer that leapt as if
out of my mind, when I saw
speaking there in that green place
the authority of the heart
and the deer of the woods where
my feet stood, stared at me until
I whispered to her and cried
at her presence.

            9

And when I cleaned the skull
I washed myself and sat
my body half out of the water
and put my hands again over
my face, my fingers edging the
bone over my eyes, and I thought
how good this feels and this
is a gesture you make.

            10

Tell this story of the deer’s skull
you asked quietly and so I
came in my own time to put
these words carefully here
slowly listing each motion
on this thin paper
as fragile and as tough
as knowledge.

               1978





Revolution

I would not have gotten in this boat with you.
I would not
except
where else was there
at the dock’s end
to go?
The water
was cold.

I would not have let you row the boat.
I could see
what kind of man you were.
I would not but
who was there to choose
between
you and me?

I would not have let you throw away the oars.
I knew what would happen next,
except
what else was there to do,
struggle
in a boat with a leak
over cold water?






¿Por qué votar?

De: Susan Griffin

Como poeta, ensayista, dramaturga y guionista, la prolífica obra de Susan Griffin sobre las mujeres y la sociedad se ganó su lugar en el Salón de la Fama del feminismo y entre los finalistas por un premio Pulitzer. Emplea un innovador estilo para hablar de temas reales que afectan a las mujeres, como la destrucción del medio ambiente, el racismo, la guerra y la democracia. Y comparte aquí sus palabras sobre las mujeres y la votación inspiradas por su nuevo libro, Wrestling with the Angel of Democracy: On Being an American Citizen.

Susan Griffin es la autora de A Chorus of Stones, El libro de las cortesanas: Un catálogo de sus virtudes y Woman and Nature. Su más reciente libro Wrestling with The Angel of Democracy: On Being an American Citizen es una "autobiografía social" de las experiencias personales de la historia y la democracia en Estados Unidos


¿Por qué las mujeres deben votar? Al buscar las palabras para responder esta pregunta, un recuerdo de mi propia vida me viene a la cabeza. Hace 45 años, cuando tenía solo veinte, aún estudiaba y no estaba casada, me encontré inesperadamente embarazada. Aunque no estaba preparada para casarme o tener un hijo, en esos años, el aborto aún era contra la ley. Esto no impedía que muchas mujeres tuvieran abortos, pero hacía que el proceso fuera peligroso.
Muchas de nosotras les preguntábamos a amigas y amigas de las amigas el nombre de alguien, en algún lugar, que hiciera el procedimiento, clandestinamente. Todas conocíamos los riesgos. Como quienes practicaban abortos no siempre eran médicos o médicas, y las condiciones solían no ser higiénicas ni antisépticas, muchas mujeres morían por infecciones o hemorragia. Aunque tuve la suerte de encontrar un pediatra que realizó la cirugía en su consultorio, no usó anestesia y, si bien recetaba antibióticos, no podía correr el riesgo de volver a ver a sus pacientes. Terminé con una infección que tuvo consecuencias en mi salud que duraron hasta mucho después.

Los candidatos que elegimos este otoño afectarán nuestras vidas de manera drástica. ¿Tendremos aún el derecho a elegir un aborto y a usar métodos de contracepción? ¿Ganaremos salarios igualitarios o enfrentaremos discriminación al presentarnos para un trabajo, o en la admisión en la universidad, en la facultad de derecho o de medicina? Tanto, incluyendo el derecho a la licencia a la maternidad, si habrá o no financiamiento para la investigación del cáncer de mama o si tenemos acceso a un sistema de salud decente, depende de nuestros votos.

Aun la política exterior afecta nuestras vidas privadas. Las guerras arrastran a nuestros hijos e hijas al campo de batalla y drena los recursos de las escuelas a las que van los más pequemos o de los fondos designados a la reparación de los puentes, por ejemplo, que nuestras familias cruzan diariamente. Y también está esto. A través de sus acciones, nuestro gobierno da forma al clima moral internacional. Si causamos daño, aun sin intención, a civiles desarmados, incluyendo a mujeres y niños, esto nos hará más vulnerables a convertirnos en blancos.

Cuanto tengo la urgencia de retirarme del corrupto y asfixiante mundo de la política para entrar en un reino privado más dulce y cuerdo, recuerdo esto: mi propia vida y la vida de todos mis seres amados dependen de lo que yo haga como ciudadana.

Cuando se escribió la Constitución de los Estados Unidos, las mujeres, las personas de color y las personas trabajadoras fueron excluidas del derecho al voto. Tuvimos que luchar durante muchos años para poder votar. Las mujeres finalmente ganaron este derecho en 1920, pero la batalla no terminó aún. Hoy enfrentamos otra formidable barrera para votar: nuestros propios cinismo y desesperación.

Los mismos argumentos se repiten año tras año. Algunos declaran que no quieren elegir el menor de dos males. Otros dicen que, una vez electos, los candidatos no cumplen con las promesas de campaña. Estos argumentos implican que, en un sistema perfecto, cada uno podría votar y elegir un candidato que representara todas nuestras opiniones perfectamente. Sin embargo, hay incontables puntos de vista en nuestra nación. Como la democracia es un proceso colaborativo, nunca será perfecta; debemos comprometernos todos.

Este deseo por el candidato perfecto suele estar acompañado por la suposición no declarada de que la única responsabilidad que tiene un ciudadano es votar y luego sentarse a esperar que los gobernantes hagan todo. Sin embargo, aunque en un sentido sería lindo si todo lo que tuviéramos que hacer para resolver los problemas del mundo fuera apretar un botón mágico en el recinto electoral, si entregáramos todo el poder para generar cambio social a un nuevo grupo de gobernantes cada cierto número de años, simplemente tendríamos una forma serial de monarquía con todos los peligros de la tiranía, incluyendo abusos a los derechos humanos.

La democracia no es una forma de gobierno pasiva. Quienes están sujetos a la tiranía deben ceder tanto el poder como la responsabilidad a los gobernantes y esperar lo mejor. Pero la democracia requiere acción. A pesar de lo orgullosos que estamos de nuestra democracia, los estadounidenses parecemos olvidar que somos nosotros quienes en verdad gobernamos aquí. La libertad de expresión y el derecho de peticionar a nuestro gobierno sirven a la expresión personal, pero fueron escritos en la Declaración de Derechos principalmente para que, como ciudadanos, podamos participar en la democracia cambiando nuestra conciencia y configurando las políticas.

Cuando los candidatos no cumplen sus promesas, nosotros el pueblo tenemos que hacerlos responsables, una tarea mucho más fácil si has votado y, aun mejor, si participaste activamente en una campaña. Pero lo que también es cierto es que los movimientos sociales están muy lejos de los líderes políticos. El movimiento a favor de la elección es un buen ejemplo. En 1968, poco después de haber dado a luz a mi hija, cuando desperté al trauma que había sufrido años antes, escribí sobre la experiencia del aborto ilegal. Al levantarse una segunda ola de feminismo, junto con muchas mujeres de mi edad que habían tenido experiencias similares, me uní a un pequeño grupo de trabajadoras sociales y médicas que trataban de lidiar con los terribles costos humanos del aborto ilegal. Mientras las filas de este movimiento crecían y más mujeres describían las terribles experiencias que habían mantenido en secreto, realizamos manifestaciones masivas. Fue en esta atmósfera que, cinco años después, la Suprema Corte declaró legal el aborto.

La democracia es empoderamiento. Aunque el autogobierno requiere compromiso, si perdemos algo en el regateo también hacemos un buen negocio. Al estar más informados sobre las circunstancias que compartimos y al aprender sobre las injusticias que otros pueden sufrir, lo que nos divide tiene el potencial de acercarnos y, al mismo tiempo, de darnos autoconocimiento, lo que provee un contexto más amplio y una comprensión mucho más dimensional de nuestras vidas. Al acercarnos a los demás, sea en unidad o en desacuerdo, recordamos y rearmamos nuestras más profundas identidades.








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