lunes, 11 de agosto de 2014

EDILBERTO CARDONA BULNES [12.792]


EDILBERTO CARDONA BULNES

Nació en Comayagua, Honduras el 17 de mayo (1935), falleció en la misma ciudad el 2 julio (1991). En 1971 obtuvo el premio de Poesía Jorge Federico Travieso auspiciado por la Escuela superior del Profesorado, con su trabajo en verso "Los ángeles murieron" y previamente con el soneto "Velásquez Evangelizador del iris". Para Roberto Sosa, "poesía de raigambre humana... de 1935-1991. Realizó estudios en la Escuela Normal Pedro Nufio, donde obtuvo el título de Maestro de Educación Primaria. Además del de Bachiller en el Instituto León Alvarado de Comayagua. Obtuvo en  Elche, España, el premio "Café Marfil" en 1973, con la obra "Los Interiores". También el premio "Jorge Federico Travieso" con la obra "Loa Ángeles Murieron" Obras Publicadas: "Jonás" Editorial EDUCA, 1980. "Los Interiores" editada por Café Marfil. Sin publicar: "Levítico" " Montaña a Media Noche" y otras.



DESPEDIDA

Dejar la paz construida con las penas
lo poquito de un sueño medio hecho.
El velo roto púrpura y el techo
caído del laurel con azucenas.

Supo todo del vértigo y apenas
una lágrima basta para el pecho,
y en el riachuelo azul que cae estrecho
lo que fuera mi amor se va en arenas. 

Que esta casa se vino y era mía,
se segaron de golpe las ventanas
anulando los pájaros del día

Me voy. No hay más. Mis manos van abiertas
Aquí sembré mi amor en cosas vanas
Detrás lloran los arcos de mis puertas. 



EDILBERTO CARDONA BULNES

Por José D. López Lazo


“Mi poética. Mi poesía. Palabra hasta donde me ha sido posible, / sin mí y sin lengua en si/ en asunción de cuerpo y alma” 
(LÍNEAS EN UNA BOTELLA, Jonás).

En los últimos años, en lo más intenso de su obra poética publicada1; Cardona Bulnes (Comayagua, 1935-1991) fue recogiendo su poesía a un estado de “suspensión” mística, a una abolición del “yo” de todos los días para alejarse –como una asceta- a un espacio espiritual que estaba fuera del Logos, de los sistemas, de la lengua. El veía al poeta como un “apóstol”, un “enviado”, un “relator” de desatadas fuerzas divinas que estaban más allá de él, de su yo social; fuerzas que lo utilizaban para revelarse, más que analógica, una poesía anagógica… solo para una especie de hermandad de lectores creyentes del valor revelador y convocador de la palabra poética.

Esto lo alejó radicalmente de su tiempo, de los códigos poéticos oficiales que imperaban en la literatura hondureña de los setentas y ochentas.

Eran los años del compromiso social y la memoria. La poesía de Cardona Bulnes era una genial excepción a la moda poética de aquellos años. Consideraciones literarias aparte, Cardona Bulnes nunca quiso aislarse: casi todos sus libros y uno que otro poema suelto fueron enviados a concursos aquí y en el extranjero, resultando premiados casi siempre. No obstante, en Honduras la circulación de sus libros fue y es limitadísima. Unos cuantos poseemos fotocopias de algunos; quizás, uno que otro cuadernillo y, remotamente, poemas sueltos publicados en revistas y periódicos por los pocos amigos que tuvo en vida.

En “Jonás, líneas en una botella”, exhorta:

“Tú ansías expresar las cosas. / Déjalas. Se expresan. Que se expresen. Si nos expresaren. Deja/ que la palabra se diga. Sea la pintura/ la que haya de buscar la manta, el cuadro, el color (…) Bien sabemos  que en nuestra mano/ la palabra muere/ para revivir en el poema, en poesías/ cuando poesía la halla”. 
JONÁS P. 27

Las cosas se revelan, ellas mismas, mediante poesía, a través del poeta y no al revés como se estilaba en su tiempo. En las palabras se manifiestan las cosas. En poesía se buscan; buscan el momento del reencuentro simbólico con la esencia primitiva del verbo:

“La belleza no es plasma de poesía/ su asunto: la esencia”.
 JONÁS. P. 66

¿Y qué es la esencia? Lo que está desde ayer, hoy para siempre fijado: Dios. La poesía para Cardona Bulnes es un asunto de revelación divino: Zarza de Yahvé prediciéndonos desde la Noche. Y la vía para acceder a nosotros es el sonido, la armonía, el ritmo, lo gráfico en la estructura morfológica de las palabras. Y el mito. Un discurso poético que nos viene desde antes del Logos. Desde la noche.

Cuando Dios estaba con los hombres decía, y al decir nombraba y al nombrar creaba. Dios estaba en todo y cada cosa sonaba en su palabra; es decir, en su nombre. Todo obedecía a un nombre, vivía en un nombre. Hablar, proferir, la palabra-símbolo era re-unirse, con-vocarse las cosas y los seres. Más que sociedad, una comunidad. Todo, todos, se hallaban –eran- en las palabras. Un vínculo suprahumano nos unía en ellas. Cuando Dios se va, o cuando el hombre se va de Dios, el camino para recuperar el nombre de las cosas, según Heidegger, es la poesía, el poeta, porque poesía es recuperación de la esencia comunitaria del hombre. Cardona Bulnes es el “enviado” en la poesía hondureña que acomete esta empresa…

“Las cosas se dicen en los sonidos de su carne
La palabra es la voz sensible de su esencia”
JONÁS P. 124

El significado –signo lingüístico- ya no es producto de un pacto arbitrario entre los hombres; al contrario está allí, motivado, viviendo de algún modo en el significante. Poesía que vuelve a sus orígenes. Poesía que no quiere ser más que poesía.

Una obra así, concebida así, necesitaba poco de la referencia, de la realidad social. Cardona Bulnes se sabía una excepción. En un país como el nuestro esto equivale a olvido, soledad, ninguneo… Quizás a esto se deba que su último libro de poesía en letra impresa, el “Jonás”, es una verdadera poética. Su poética. Allí afirma, justifica y defiende su poesía. Y como toda poética, hace una revisión, valoración y relectura de la tradición intelectual y literaria que le ha sido cara para justificar la dignidad de su poesía.

Buscó lo suyo en realidades más vastas y ahistóricas. Convocó en los grandes mitos griegos, hebreos y universales, la “esencia”. Los leyó y se leyó. Se proyectó en ellos. Hizo una lectura simbólica, personalísima, “propia”, privada, de estos grandes textos. Un viaje interior, una poderosa aventura verbal en busca de su conciencia. En ella proyectó su experiencia a la luz de la mística; en la apertura del alma humana a lo divino:

“Me di cuenta que ni yo mismo soy mío, / que lo único mío era el acto, de “mi” propio corazón ardiendo en propio fuego, creciendo, / subiendo en propia llama hasta mi alma, / y abrirla…”
JONÁS P. 112

Lo místico como una “carencia”… y la poesía como su “plenitud”: la “plenitud de una carencia”; la poesía de Cardona Bulnes está llena de esos contrasentidos tan propios del estado místico:

“y la poesía se hace sentir,
hace sentirse no como plenitud vacía
sino como un vacío pleno de la ausencia”.
JONÁS P. 126

El poeta influido por la mística oye, ve y convoca a las cosas cuando las expresa; como Orfeo, las trae “aquí”; la palabra, el símbolo poético tiene poderes demiúrgicos:

“El signo/ lleva a la cosa y el símbolo nos la trae.
La luz lleva a la ¡luz! ¡Luz!: ¡Hela aquí!”.
JONÁS P. 128

Cuando dice “¡Luz!” no quiere señalar, transferir, apuntar; quiere mostrar, aprehender, tener; que la cosa sea; desde la experiencia simbólica del místico la está viendo, se le está revelando…
Las palabras cosas buscan coincidir en su unidad original. Y esa palabra símbolo nunca es totalmente inteligible a ojos y oídos humanos: formas y sonidos; armonías y música, buscan que se revele en nosotros, como esa “Luz, realidades más vastas, profundas y esenciales que las de todos los días.
Versos que se hacen desde la pura percepción, desde la más pura transparencia; no claridad, transparencia: ver, oír sentir las cosas en el mismo cuerpo de la palabra:

“Yo a los brillos –a las palabras que brillan- prefiero la transparencia”
JONÁS P. 19

En nuestro caso, esta “transparencia poética” es principalmente auditiva, así privilegia los recursos fónicos del verso, principalmente dos: la aliteración y la paronomasia: yuxtaposición, acumulación, mejor, “encuentro de palabras de sonido parecido o análogo. “A partir de esa contigüidad fónica en las palabras –vértigo de palabras-; a partir de ese volver a juntarse de palabras que estaban, están, hermanadas por “los sonidos de su carne”, se busca entrever su símbolo esencial su significación originaria, el momento primigenio en que Dios las dijo…

Poderosa oleaje de sonidos y formas invitándonos, más allá del Logos, a que algo se encienda en nosotros; a descubrir algo de nosotros en Ellas. Oigamos, no escuchemos, solo oigamos la alegría, un momento de alegría del poeta…

Aquello esto de ahora siempre mañana otra vez tejado en cuadritos de amarillo sirio y cirio amarillo y sepia de paja de caminito/ y celestito de florecita anónima de solito/ camino y gris sollozo de fresaniña. / Plata machetilla hendiendo leña. / Sala dormitorio hacia levante sacando en sucio blanco pared de cal en pésame de fenecida/ sombra. Puerta de caída pintura gris/ de lluvia y tiempo dando calle mate silencio de uniforme y agrietada plancha. Café aroma recién hecho en cocina corredor mirando patio/ pájaros hojas y gritos ya de vías anaranjadas/ y canto de puerta de caída pintura gris/ de tiempo en desgarres de translúcida brasa color/ libertad y vida. Esta mi alegría de roja claridad/ barquitos en charco con pétalo aleteando/ mariposa de rosa parpadeando sobre tierra…”
JONÁS. PP.39-40

Al final se orientó a un misticismo de influencia cristiana y desde ahí se le reveló el símbolo esencial de la Patria: Lempira.

En una sociedad sin símbolos verdaderos que la cohesionen; en donde las cosas no se corresponden con la palabra, con “los sonidos de su carne”; en donde las palabras han degenerado en mentira y charlatanería. Cardona Bulnes buscó una representación simbólica que nos una auténticamente a los hondureños.

En el libro póstumo “¿Quién miente sobre Lempira?2 defiende la integridad del mito de Lempira, la cual vio amenazada por un texto del historiador Mario Felipe Martínez Castillo; el poeta defiende los valores universales, cohesionadores y religiosos de Lempira como mito: símbolo originario de nuestra nacionalidad; Martínez Castillo esgrime una verdad histórica hecha a partir de un documento colonial redactada con palabras humanas…

Cardona Bulnes enfrenta, en este libro, al historiador en su campo, pero, en realidad, no está con la supuesta objetividad científica, positivista, histórica de Lempira; defiende la verdad universal, transhistórica del mito porque allí vio el momento esencial del origen de la comunidad hondureña. Una visión religiosa cristiana. Lempira y su sacrificio como Cristo se ha hecho carne en los hondureños. Una realidad que no sabemos a ciencia cierta si el gran historiador Martínez Castillo estaría en condiciones de comprender. El poeta dice:

“Lempira: el indio, el principio de nuestra dignidad, e identidad nacional, profundamente herida en su costado (…) Ver con nuestros ojos físicos, y contemplar con los ojos de la inteligencia, con los del amor, y la esperanza, nuestra propia raíz, es absolutamente urgente, y necesario.

Para Edilberto Cardona Bulnes la poesía fue un Credo. Una forma religiosamente auténtico de ser. Más allá de la evanescente historia, confió en la poesía como un pilar para encontrar los símbolos inmutables que nos revelan como hombres, como comunidad. Es otro de nuestros grandes poetas olvidados a la espera de que se les estudie. Se les honre. Se les haga justicia.


San Pedro Sula, 25 de julio de 2012.



Notas
1.-He trabajado básicamente con fotocopias de dos libros de poesía de Cardona Bulnes: Los interiores. Elche, España, Tipografía Dura, 1973; Líneas en una botella. Jonás. San José, Costa Rica EDUCA, 1980.
2.- ¿Quién miente sobre Lempira?”, San José, Costa Rica, Editorama, 1999.
3.-Agradecimiento muy especial al Lic. Segisfredo Infante que generosamente me facilitó las fotocopias de los dos libros de poesía de Cardona Bulnes.







Jonás

29-IX hablar del mundo y de un otro como el otro mundo. Y del lenguaje como el más completo medio de comunicación humana. Y de una, de otra, o de ti; Muerte, como la otra vida. Y de un blanco relámpago desnudo de dos blancos desnudos como dos piedras juntas en la punta de una torre libres del río lejos una en otra ya como un chorro de lluvia que era dos en la ventana de noche sin ver en el cristal lo que se vio por el otro; o un barco que salió de dos nubes y se fue sin verse más sobre la tarde, o dos raíces fuera de la tierra, sin historia, una a otra, encarnadas bebiéndose sin medio ni distancia para gritarse o decirnos amor, manzana, paraíso, entroncadas en uno en lo que es de uno


16-IX Pues bien, en aquel tiempo, una vez, y de esto hace bastante, iba en un carruaje. Oscuro. De qué color, no sé, tal vez de arena, de insomnio, de camino. No sabía quién era, ni lo suponía. Únicos viajeros nos confiábamos al cochero invisible. Chirriaban las ruedas sobre la nieve, y en la oscurana de agua al fin se vio que lo estampado era la carne viva de tatuajes.


17-IX Érase una noche ocre como para callarse de no ser el ruido del coche oiríamos las estrellas que nos vienen como gajos corintos, como racimos trasudando escarlatas. Llegamos a una parte, sola: Página Blanca, y pensamos oír: no ver demasiado lo blanco: ciega. A su tiempo cada quien deja su libro mediando silenciosos solitarios. Uno baja después para no subir más. Al bajar, ¿nos confundimos, confundimos los libros? El carruaje ha seguido, metiéndose en el bosque, en una bruma púrpura. El día sigue a la noche en des-cubrir la ciudad.


18-X La diferencia de los hijos de la tribu de Leví está aquí en la verdad de su corazón. Que esta poesía i-rreal de Jorge Trakl nos pese más que el realismo de “El Canto General” es del vero cristal de mis ojos de Amnón de la noche imposible. Vos, noche virgen, tenés el peso oscuro, y vos, verdad a oscuras, peso de siglos.


18-X Manos llenas de gasa de Muerte estas de Celan luchando por huir del velo de la palabra, -no tu secreto fiel, Penélope-. Sagrado tuyo, Yocasta. Ay, que eres ciego rasgándolo. Inservible tu deslumbrado rojo. Fuera, inútil, a arder vacío, quedar para siempre en Colono perdido.


21-X Tú ansías expresar las cosas. Déjalas. Se expresan. Que se expresen. -Si nos expresaren-. Deja que la palabra se diga. Sea la pintura la que haya de buscar la manta, el cuadro, el color. No al revés. Nazca con él. Bien sentimos que en nuestra boca la palabra agoniza. Bien sabemos que en nuestra mano la palabra muere para re-vivir en el poema, en poesía cuando Poesía la halla. No encuentra. Es encontrada. La re-encontrada. A lo mejor se encuentren, entonces, y siempre lo uno no es sin lo otro así como la flor no es por hallarla, sino por hallarse. La energía crea a la materia como la función al órgano. “Haya luz”; (Génesis-1), y hubo luz.


2-III Aquí se está en un saco, cosido, con un gallo, un gato y un mono, en el mar, y dentro de la ballena. Todo está en descocer el gallo –el saco-, deshacerse del saco –del gallo-, del gato y del mono. Y entrar de lleno hasta el píloro, quizás al cardias, más no, arriba no. Prohibido. Sagrado. La salida es por el culo.


20-VIII Tú sabes, Muerte, que si leo, es el perdido libro de Jaser cuando se detiene el plenilunio. Mi poesía es todo lo que no es desde antes muy antes del primer cautiverio. Que si alguien nos acompaña en este río de sombra, ah, Caronte, es mi perro, gemelo del perro de Tobías en el único parto de la hembra de Cancerbero.


27-V El carnicero apareció ya con el alba degollada. Hubiera sido un claro día. Pero el carnicero está aquí, con el cuchillo, blandiéndolo, y la sangre, ay, manando de la garganta.


29-11 Y sucede que Judit vuelve, y está aquí, ante Holofernes, ebrio, denso púrpura quitándose los espaldares de oro, el pectoral de plata, el férreo casco azul, las perneras de bronce, tendiéndose en la invalidez del cuello, el descuido del pecho, la confianza del vientre, dejándose a la impotencia de la periferia y franqueándonos por el centro. Soledad. El amparo del arma, afuera. Yacente. Judit, desvistiéndose. Huele la selva virgen de la noche, bullen las cataratas de la noche, llamean las antorchas en la gruta de la medianoche. Desnuda: suntuosa, vestida, de sortijas, sonríes. Centelleo de alfanjes circulares, constrictores, succionantes. Labios ibis en vuelos rozándose las alas encerrando lo hondo del encuentro. Pupilas dilatándose, contrayéndose, suspendiendo, adormilando la paloma del viaje. Aluzas, Ciegas. Se y se cierra para gustar, saborear, devorar, engullir lo que no posee. Troya arrastra el caballo de palo, el oscuro trofeo equino, y en el animal obscuro Edipo vuelvo y entro en demanda de Tebas, del hogar, de mi cuna, del reino de mi madre. Edipo busca por adentro. Judit busca por afuera. La madre se ha cortado al romperse el cordón y Holofernes, por degüello, te escapas de un salto mortal. Lloro de troyanas. Desbande de asirios. En tierra dos ejércitos, dos detritos, dos bultos, vencidos, en la blanda arena azul de un agrio abandono lunar, amaneciendo. El sucio barrendero deja las calles limpias.


13-IV Hay que cazar la hora. Cuando Dante la cace escribirá La Comedia. Un minuto más, un minuto menos, no podría. Hablará con los muertos de él como antes Homero con sus dioses. La poesía es un diálogo consigo mismo, aún en momentos cuando parece ser con otro semejante. Diálogo de uno ante algo, ante alguien –en esencia- fuera de forma, de la forma. Nunca entre hombres. En poesía no hay ilusiones ópticas, ni auditivas, ni de ninguna otra especie. Si tal fuere, sí, pues equivaldría a la conversación que el hombre -como en una sala de espejos- sostuviera con sus imágenes (anamorfosis) equívocamente reales. Real el surrealismo. Para conocerse mejor hay que conocer a los demás. No hay mundo si no hay un hombre en él y no hay hombre si en él no hay un mundo. Para verse, ver; para ver, verse. Aquí el encanto fatal del iris de Narciso. En un mundo en que no existiera lo que la costumbre considera únicamente como espejo, el hombre se vería, volvería a verse en los otros, o en los no otros. Aquí el fatal desencanto del iris de Narciso. El ojo hace el espejo de él. Del ojo –espejo vivo- al espejo muerto -la copia-. Siempre se ha tenido espejo, aunque estuviere encubierto. El hombre es el espejo del hombre. La viva imagen, consciente, fuera del espejo. El espejo es hacia atrás. Y hacia adentro. El espejo es la muerte de la imagen. Si no hubiera cómo ni en qué poder verse – y vera para mirar, distinguir para diferenciar- el hombre se ignoraría en su precario instinto de conservación a tal modo de enojarse, si esto le cupiere, contra el estorbo en que casualmente tropezare, y le diría: -si esto le cupiere también- bruto, imbécil, estúpido, y le daría una patada, pues el estorbo no sería esto que es sino otro, imbécil, que me molesta. He aquí lo que hubiera sido hombre. ¿Qué? ¿Qué digo yo sin no ser acto de decirme, sin moverme en el ansia, en el sueño, en la memoria? ¿No se es ni se tiene más que el acto solo? ¿Qué puedo decir que soy sin moverme en el saber, en el sentir que soy? ¿Y qué es lo que sido sin el hombre? ¿Ha habido hombre aquí, allá, ayer, ahora? Si así fuese hubiera sucesión, y si hubiere sucesión habrá permanencia, si habría permanencia hay universalidad. Sucesión no es repetición como repetición no es igualdad fuera de sí, si no en sí, sino en sí por esto de lo móvil del hombre a lo inmóvil del ser, no al ser inmóvil, no de ser, y conquistar, re-conquistar desde el ser del estar la permanencia universal del ser. Ser sin imagen. Fuera de ella, caos, confusión, bruma de Babel, la torre trunca. ¿Si no en ella en dónde entonces, ya asunta, la colmada asunción de él, por él, con él y para él? ¿En dónde si no en ella el ser del tiempo, el tiempo del ser, de ser del ser; de ser, y ser tiempo en esencia y permanente esencia única de verdad?


14-X Vivimos de amor y con amor, de la fe nos mantenemos, de la esperanza que nos sostenemos verdaderamente pobres de solemnidad de las cosas de la tierra. (El mundo es otra cosa.) Vivimos de caridad sin comprarnos nada regalándonos todo. Vivimos de la caridad, de por vida suya, de la caridad de vida de por vida. Nada nos sobra. Nada nos hace falta. Nuestra abundancia colma los veranos para los otoños y los inviernos pálidos. No conocemos otro cielo más que éste que a lo mejor es el único, el mismo que da sobre esta parda ciudad la comba ala de su pájaro azul reclinando de tarde en tarde la bella cabeza sobre nuestra cabeza alzada en alto, en vilo, rozándose. Entre nos hablamos de tus ojos, de tus manos mías, de mi frente tuya, de tus zapatos y mi camisa, de las sábanas con nombre tuyo y mío, en monograma; de las dificultades para mantener siempre limpia la casa con tanto polvo afuera, silenciosa con tanta bulla de carros, fresca ante tanto calor y seca entre tanta humedad. De lo caro de los víveres, la subida de precios, los impuestos, el alto costo de la vida. De los poco amigos que tenemos pero buenos como el pan y escasos como los buenos libros, y hasta de lo desconocido. De los mismos gratos recuerdos que sólo a nosotros hacen gozar porque somos nosotros mismos; de lo que hicimos este año y de lo que haremos en el próximo; del sueño que tuvimos y resultó verdad. De los niños que se pierden en la plaza, de los jóvenes que se embriagaron antes de que comenzara la fiesta y no se dieron cuenta, y de aquella que se volvió triste bajo la lluvia; del baile que no hubo porque no había luz, y de la vieja lámpara que hicimos funcionar en la tiniebla hasta que nos halló el alba, en nuevo día, solos uno en el otro, los dos en nubes en verdadero música bailando enamorados. Del juego que iba a haber y era mentira. De la muchacha que encontraron muerta y no se supo quién era. Del joven que con varios amigos tuvo un accidente fatal pero sobreponiéndose los llevó a la clínica, llamó a los padres y se fue a su casa a darse cuenta con su madre que iba muerto.


21-X En absoluto no es necesario para nada el poeta en el mundo. Nunca. Desde la vida de su poesía nunca se da solo, sólo en su poesía para entrarnos a la poesía, a la vida poética, a la vida de la poesía, a la otra vida, a la poesía del hombre, de la vida y del mundo, y darnos de todo a lo sumo sólo la imagen sola para hallar en ella nosotros solos la medida sólo de nuestra sola imagen, la medida del silencio, del silencio a la palabra, del espejo al espejismo, de la realidad, de la realidad a la ficción, de la verdad a la mentira, de la muerte, de la muerte a la vida, la proporción de que la ficción es a la muerte lo que la muerte es a la nada, o la identidad de que la verdad es al amor lo que la realidad es a la vida, y en esta dimensión poder saber hasta dónde son en ficción amados los bellos ídolos del amor o en verdad amado el dios vivo de Amor, y hasta dónde somos y estamos de verdad en el tiempo de la vida o en la vida del tiempo y en el ser de la vida o en la vida del ser y ser vivo tiempo del ser, o si estamos y no sabemos en la ficción del ser como ciegos peces de una imposible antártica inexistente para un principio desde el principio muertos en el fondo, o en el boomerang de nadie perdido para nadie, o en el salvaje hielo de una navaja de afeitar no tanto porque se nos empuje una muerte distinta, brutal, salvaje, que al fin y al cabo se habría de conocer, sino que por ella se nos presenta como humano algo no humanoide, humanesco, algo que no llega desgraciadamente ni siquiera a la más triste sombra de un árbol hecho piedra. Es nada. Casa del ser: casa de Dios. Nada. Puras palabras. No más acto de ser del ser. Esta flor. Esta hierba. Nada. Sangre de Abel y sombra. Nada. Palabras. Cuajos de luz. Simples palabras; pura palabra, pura. No sé dónde qué en lo más recóndito de este pañuelo blanco.


22-V Yo no hube, no habría querido esto. Hubiera querido, no sé, otra cosa. Hasta habría, quise huir de la Voz. Yo no he querido esto. Quería otra cosa, otra orilla de luz. Qué importa lo que yo haya querido. La voz me subía por acá, y hoy, con los labios quemados, no querría más, no quisiera menos. Y qué importa lo que quiera o quisiere, lo que hubiera o habré querido. Aquí, desencantado, des-encantado todo, no puedo ser feliz. Sin espejo ni marco esta alegría: no seré feliz. Gozo este infierno. Vivo. Alegría sin marca en esta ardiente arena. No querré nada en este hirviente polvo. Ya este infierno es mi paraíso. No quiero nada.







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