miércoles, 17 de septiembre de 2014

ROBERTO ARIZMENDI [13.355]


Roberto Arizmendi 

Nació en Aguascalientes, México, en 1945. 
Poeta. Ha participado en la elaboración de planes nacionales y estatales de educación, en la organización y operación del Sistema Nacional de Planeación Permanente de la Educación Superior, así como en el diseño y aplicación de modelos institucionales de planeación del desarrollo en universidades mexicanas. Secretario en la ANUIES; director general académico en la UAM; fundador de los CIEES (Comités Interinstitucionales para la Evaluación de la Educación Superior), asesor educativo en Presidencia de la República y en la Secretaría de Educación Pública, profesor, investigador y directivo en diversas universidades e instituciones educativas. Coordinador del Taller Literario de la Universidad Autónoma de Tamaulipas (1972-1973) y del Premio Latinoamericano de Poesía y Cuento de Oaxaca. Ha sido jurado en varios concursos literarios y en asignaciones de becas para creadores literarios. En 1997 fue el Mantenedor de los XXXVI Juegos Florales de Ciudad del Carmen. Desde 1998 coordina el Premio Latinoamericano de Poesía y Cuento de Oaxaca, México; coordinó, por parte de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, las primeras ediciones del Premio Nacional de Ensayo Joven “José Vasconcelos” convocado conjuntamente por Conaculta, Tierra Adentro y la UABJO. Ha colaborado en suplementos y revistas como A Miranda (Brasil),  A quien Corresponda, Albatros, Alforja, Barataria Revista de Literatura (Argentina),  Cantera Verde,  Carátula (Nicaragua),  Círculo de poesía, Códice, Desde la Red, Diserta,  Jilgueros, Letral (España), Letralia, (Venezuela), Letras Salvajes, (Puerto Rico),  Liberación, (Suecia),  Litoral (España) Loba fina (Chile),  Oficio, Palavreriros, (Brasil),  PD,  Posdata, de México, Proceso, Punto de Partida, Revista de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, Rumbo, Sacbé, Tierra adentro,  Tierra de letras. (Venezuela), Tollocan, Trashumancia, Tren Rojo (Paraguay),  Trilce, (Chile),  Vinculación, Voces estudiantiles, Yuku Jeeka,  entre otras. Segundo lugar en un concurso estatal de prosa en Aguascalientes en 1957. Primer lugar en los Juegos Florales Carlos Pellicer 1967. Mención Honorífica en el IV Concurso de Poesía Punto de Partida 1971. Poemas suyos han participado en exposiciones de pintura y poesía como en la Exposición “Las huellas de la historia” (Ciudad de México, 1998), V Exposición Internacional de Poemas, Pintura y Escultura en homenaje a Leopoldo de Luis (Academia Iberoamericana de Poesía, Toronto, Canadá, 2006) “Imágenes y colores” (IVEC, Veracruz, 2010), “Un encuentro de la poesía y la pintura” (CONACULTA-INBA-CNL, 2010), “Poesía, colores y trazos” (Festival de poesía de Berlín, Art Gallery Willi Büsing, Berlín Alemania 2011).  Es coautor en más de 30 libros sobre temas educativos y estudios sociales, publicados en México y en otros países. Parte de su obra poética se encuentra incluida en más de treinta antologías, de las cuales destacan 53 poemas del 68 mexicano; y Puerto norte y sur.

Obra publicada

Epistolario: Todos los días son octubre, Ediciones Andante, 1989. || Deletrear la vida, Colegio de Bachilleres de Sonora, 1991. || Los pasos y los días, UAY, Mérida, 1995. || Construir los sueños, Instituto Tecnológico de Hermosillo, Hermosillo, 1997. || Tiempo de palabra, Universidad de Sonora, Hermosillo, 2003.

Poesía: Las cartas del tiempo, UAEM, Toluca, 1981. || Historias compartidas, UAM-A (Cuadernos Temporales), núm. 11, 1985. || Rastreando por la vida, Ediciones Andante, 1987. || Oficio de amar, UAM-I (Correo Menor, núm. 18), 1988. || Repaso de la vida, Universidad Autónoma de Coahuila, Saltillo, 1990. || Navegante sin puerto, UAQ, Querétaro, 1991. || Camino sin retorno, UAS, Culiacán, 1992. || Verano que no termina, UV, Xalapa, 1993. || El mar, origen y destino, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, 1994. || Vuelo de gaviotas, Universidad Autónoma de Nayarit, Tepic, 1995. || Cantos perdidos, UABCS, La Paz, 1995. || Cuenta regresiva, antología, selección y prólogo de Héctor Carreto, Universidad Autónoma de Sonora, Hermosillo, 1995. || Navegar entre amor y desencantos, CECYTES, Hermosillo, 1997. || Inaugurar el sueño, La Tinta del Alcatraz (La Hoja Murmurante), Toluca, 1997. || Entre bruma y humedad del puerto, UAT, Tamaulipas, 1998. || Estampas de viaje, Universidad Autónoma del Carmen, Campeche, 1998. || Inventar la lluvia, Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, Oaxaca, 1999. || En medio de la noche, Universidad de Quintana Roo, Chetumal, 2002. || Sueños, Universidad de Guanajuato, Guanajuato, 2004. || Navegante de sueños y utopías, Universidad Autónoma de Tamaulipas, Cd. Victoria, 2005. || Sabio presagio de tu enigma, Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, Villahermosa, 2007. || Tu piel en la memoria, Caixa de Balears y Universitat de les Illes Balears, Palma de Mallorca, España, 2008. || El tiempo consentido, antología, selección y prólogo de Álvaro Salvador, Ayuntamiento de Granada, España, Granada, 2008. || Saberte de memoria, Ediciones Fósforo, 2009. || Signos para la historia, edición bilingüe español – náhuatl, traducción de Sixto Cabrera, Instituto Veracruzano de la Cultura, Veracruz, 2010.

Testimonio: Amistad y utopía, Universidad Autónoma de Tamaulipas, Cd. Victoria, 2004.  || Claves de acceso al horizonte, Ed. Fósforo, 2007.

Varia invención: Poema vuelto canto (libro-cd), Universidad Simón Bolívar/Universidad de Sonora, Caracas/Hermosillo, 2001.

Antología: Poesía latinoamericana hoy. 20 países, 50 poetas, edición simultánea en Paraguay (Arandurã Editorial), Argentina (Barataria Libros) y México (Ediciones Fósforo y Universidad Tecnológica de Hermosillo), 2011.

Didáctico: La administración de la educación superior, UNAM, México, 1982. || Planeación y administración educativas, Universidad Autónoma del Estado de México, Toluca, 1982. || La descentralización de la educación superior, Ediciones de la CONPES (Temas de planeación), Nº 7, México, 1982. || Proceso del conocimiento e investigación, Universidad Kino (Temas de Investigación), Nº 2, Hermosillo, 1987. || Documentos Básicos del Plan Nacional de Educación Superior, Ediciones de la CONPES,  1982. 



El reto de la vida

Para Robiro y Emerio

No seremos después los mismos que antes
porque al comprometer las manos para construir el mundo
le dimos sentido al porvenir,
a ese futuro incierto que estamos construyendo
con cada pensamiento renovado
con cada acto de amor
con cada palabra que nos descubre el universo.

La historia dirá si pudimos pulir a tiempo la piedra
en su exacta dimensión y su textura
para edificar de otra manera nuestra casa
y dibujar linderos distintos al horizonte preestablecido
o dejamos que las horas se llevaran para siempre el sueño
incapaces de doblegar inercia, adversidad y circunstancia.
El tiempo dirá si hicimos historia o sólo repetimos.

(De Sabio presagio de tu enigma)



Nuevos colores

Para Waldo Leyva

Estamos de verdad y pareciera
que el mundo que construimos no es el mismo
al que en sueños cambiamos el abismo
por un cielo infinito que nos diera

un horizonte abierto, un algoritmo
un niño que sin límites corriera
del odio que ha marcado nuestra era
para explicarnos su mordaz cinismo.

Reconstruiremos con afán la infancia
a medida del sueño que perdimos
para inventarle al mundo otra fragancia,

y descubrir que en la amistad forjamos
grato sabor del vino que se escancia;
gozo de construir el mundo que soñamos.

(De El tiempo consentido)




Construyendo el porvenir desde la historia

Para Amín, Mary y Mayté.

El viento juega con la historia de tu nombre
entrevera la sangre antepasada
con el presente infinito que te yergue
por encima de mil incertidumbres
y el porvenir colmado de certezas.

Cantos de alondra matinal, luces del alba,
tus pregones susurran una oración de amor
para alumbrar días, vientos, años y senderos
y descubrir irremplazables secretos ancestrales
que marcan desde el pretérito tus signos renovados.

Tu padre a su manera guió tus pasos
junto al amor materno del insomnio
y ahora tú abrazas a tu hija para mostrarle el mundo,
ese vaivén insaciable de reflujos, como el mar,
para afirmar nobleza, presencia innegable de tu estirpe.

Como a todos mis hijos, he cubierto de sol las tempestades,
construido oasis para enfrentar desiertos indeseados.
El mundo es un espacio siempre increado
y cada uno lo construye a su manera,
juego de sueños y colores, amor con formas milenarias.

La vida es juego de espejos que nos signan.
Anhelo un porvenir que apenas se perfila
para darle a tu nombre esencia renovada.
El horizonte se enciende al descubrirle a tu palabra un azul inviolado
que alumbra el porvenir, la nueva historia de tu nombre y su linaje.

(De Desafío contra el olvido)





Desafío contra el olvido

Cuando llegue el invierno
mis pasos no dejarán huella en la nieve
ni una sonrisa acariciará las tardes junto al Tíber
Seremos prófugos,
buscadores eternos por el universo.

Estaré seguramente en Roma, recordando.
Habré aprendido lo fugaz que es el tiempo,
cómo los campos de trigo iluminaron la fiesta,
lo efímero del amor en sus cuatro estaciones
y el terso roce de la piel sobre mi asombro.

Pero este es otro río y otro mar
ya no hay gaviotas dibujando el horizonte,
ni gritos de alerta para doblegar el miedo
que se esconde en el requiebro de los días,
desde que la memoria nos anima a un nuevo paso.

Habrá remembranza de una luz radiante,
las voces inquietas sin temor alguno,
el horizonte abierto, el sueño imprescindible,
pero he partido ya y el calendario no puede
devolver el tiempo ni negar la historia.

Muy cerca de esas voces ante el sol agonizante
aprendí a deletrear de nuevo las sílabas perdidas.
Nada me ató ni nada me detiene ante la eventualidad
y los prejuicios que invaden sin recato este pedazo de siglo,
aunque quise quedarme como testigo silencioso.

He sabido aprender a deletrear la vida
para encontrar la luz aún en las tinieblas
o sentir el viento en la carrera fugaz de un tiempo eterno
y en silencio acudiré a la cita, puntual, si así es preciso,
para no doblegarme ni sentir hastío.




Cuando la lluvia escampe

La Habana sabrá de mis sonrisas
porque hasta ahí yo iré para saciar mi sed
a pesar de las sombras que nos niegan
y se tornan eterno desafío contra el olvido.

Acudiré puntual a la cita imprescindible
convocada con voz de gozo y de nostalgia.
Nadie sabrá por qué ni cómo
aprendí a deletrear de nuevo el tiempo
para hacer realidad los sueños y construir la historia.

(De Desafío contra el olvido)





Dame tus cantos infantiles

Para Michel

El árbol nace a los pies
de cada niño
para hacer su destino
con caricias perdidas
y llanto desolado
o con el grato rumor del viento
que recorre incansable el universo.

Dame tus cantos infantiles
para domar mi historia
que no sabe por dónde
recomenzar la vida,
a veces,
a pesar del tiempo acumulado.

Siempre los fuegos fatuos
nos torturan,
tuercen destinos y senderos,
andamos
así
buscando sin destino preciso
el horizonte.

Entre tu sonrisa perenne
y el sueño nocturno
que te dibuja el horizonte,
descubriré uno a uno
los colores que la bruma esconde
y el espacio infinito de la dicha.

(De Navegante de sueños y utopías)






En presente y porvenir, tu nombre

Para tu asombro, el tiempo; para tu voz mi tacto.
Que no nos deje la historia sueños truncos
y que la circunstancia no altere los presagios
para construir con precisión los signos de tu nombre.

Nadie podrá negarme, ni negarte
el vendaval de sombras que nos marcan.
Tu palabra es mi voz de viento eterno
y la historia se escribe con tu nombre.

El insondable océano de discordias
deja huella imborrable en el espacio,
y es signo de aliento al porvenir
la sola mención exacta de tu nombre.

Impreciso en el camino, recorro este tiempo de zozobras.
Hay quien se asume redentor del mundo y lo desangra
y no atino cómo construir con precisión un mundo nuevo
porque me falta a veces, el impulso decidido de tu nombre.

Tejeremos redes de viento para inundar el mundo
con el sonido preciso del pasado lacerante.
Que despierte la gente de su letargo inútil
a entretejer el porvenir, a la sombra de aliento de tu nombre.

(De Tu piel en la memoria)





Despedida

Cuando alguna vez no llegue a casa
no podrás soportarlo.

Si alguna vez no llego,
puedes estar segura
que decidí amar
hasta la libertad
o hasta la muerte.

(De Historias compartidas)






Confesión

Confieso que las noches
siempre me parecen cortas,
cada día debiera tener más de veinticuatro horas
para tener tiempo de construir los sueños.
La vida no alcanza para tanto anhelo.

Algunas veces he querido dejar la ciudad
y sin maleta irme al mar,
sin ropa ni equipaje;
el hombre no debería programar
horas, encuentros y destinos,
tampoco su tiempo de amor
menos su vida,
porque andar sin destino
es por antonomasia la búsqueda perpetua.

Una vez encontré a una dama
en una ciudad apenas conocida;
hicimos el amor
y cada quien retornó a su camino,
a su signo y a sus luces;
estoy seguro que como yo, ella
-sólo ella porque nunca conocí su nombre-
recuerda la manera como descubrimos la luz de las estrellas
en una alcoba, de un antiguo edificio,
con enormes vidrieras en dirección al poniente,
y sonríe, sólo sonríe cuando recuerda;
ese día vimos cómo el cielo
se iba colmando de fuego y nostalgia, con el gozo transmitido
en íntima confesión por su voz dulce y tenue,
y luego descubrimos la luna a través de los cristales.

En otra ocasión, en el puerto,
una joven me ofreció sus lágrimas
y vi cómo el dolor se iba quedando impregnado
sobre la mesa, primero, y luego en las sábanas casuales
mientras surgía la luz en su rostro,
cada minuto más bello
conforme se iba borrando su desdicha.

Y así,
un día,
otro,
mis pasos me han llevado a percibir aromas sin medida
sin necesidad de nombres y apellidos,
de contratos y rutinas; sin haber programado
la cita con hora, lugar y protocolo.
Así he conocido la forma de inventar la lluvia
y he descubierto la luz con sus colores y matices,
el tiempo equinoccial y el tránsito infinito.

Sólo el horizonte abierto
para la luz que se inventa
con el color del sueño.
Sólo una sonrisa y el tacto sin medida,
el aroma del cuerpo y el clima de los días,
la lluvia, el mar,
la luna, el infinito.

(De Inaugurar el sueño)




Tu piel en la memoria

La sombra se disuelve en tu recuerdo
eres un vendaval sin nombre
desde el instante en que el adiós
desgaja sin misericordia el horizonte.

Los colores se diluyen en mis manos
el tiempo sabe de ausencias y demoras
hasta que el sol abriga sinsabores
y el cielo perfila mosaicos de lluvias y promesas.

No tu adiós me da el contorno del futuro
sino el preciso sabor de tus instantes
que se tornan augurios cuando el aire funde
los tonos de la vida y de la historia.

Nada hay detrás de ti sino tu esencia
el dulce néctar de tu lozanía
una cierta palidez del tiempo que se pierde
y el gozo de vivir un silabario nuevo sin pecado.

Cuando te has ido, sólo me queda la memoria,
repaso entonces tu desnuda piel que añoro
o me adentro en los espacios que toco sin mirarte
y que son sueños de tesoros sin destino.

Me gusta que hagas falta
porque es la indubitable certeza
de que habré de encontrarte de nuevo
en cualquier lugar del mundo.

Estarás ausente, con tu piel sedienta,
tus labios de ansia y tu sonrisa de colores
deshaciendo las cuentas de los calendarios
y construyendo tu asombro sin demora.

Yo aguardaré tu arribo sin programa
cualquier día y a cualquier hora,
sin precisar lugar, vestido, ni sábanas de abrigo;
sólo el gozo de una sorpresa que se anuncia.

Un día aparecerás entre la niebla,
al despuntar el alba en media madrugada
o cuando el último viento de la tarde sople
y sin palabras sabré que marcarás la historia.

(De Tu piel en la memoria)





Sin demora

No digas ni una palabra. El silencio es plenitud en el espacio.
Vagabundo sin destino, arribaré a tu mundo
y nada habrá que demore el tiempo exacto de la dicha.

Afuera, todo tiene su tono y su sabor precisos
de fruta seca y tarde taciturna,
Pero tú y yo habremos de inaugurar
un mundo a la medida de la dicha y el asombro.

Nadie sabe cómo es el tono exacto de los días
ni sabe cómo enfrentar el viento de los años.
Sólo tú y yo sabemos cómo construir la historia,
la plenitud, el tiempo eterno, entre nosotros.

Cuando caiga la tarde alumbraremos la casa,
dejaremos abiertas las ventanas
para que el viento corra sin demora
y arribe el canto inmemorial que es santo y seña.

Estarás desnuda y anhelante, a la espera,
para que yo recorra tu piel, tu historia,
tus precisos recuerdos de la vida
y habremos de inaugurar otra piel para la dicha, sin demora.

(De Tu piel en la memoria)





Deletreo tu nombre

Te tengo por el juego en que te nombro
la palabra que formo te aprisiona
doblego así con una lluvia ritual
tu lejanía vestida de esperanza.

Enfrento las distancias sin medida
como un baluarte donde te vigilo;
la luna empieza a desleír su polvo
la noche aprende a construir su nombre.

Sueño, así, en medio del barullo
donde tu voz no existe, mas la escucho
y surge entonces vendaval sin nombre
donde acomodo mi desesperanza.

Mi semen de ansiedad que no dormita
busca el aroma blanco de tu vientre;
el amor es un rito sin medida
y la brisa nocturna su regazo.

(De Desafío contra el olvido)





Cuando el otoño llegue

No vendrá de la misma manera el viento
cuando aprenda a redoblar tambores
para anunciar alboradas.

El alba sabrá enunciar a tiempo la palabra exacta.

Adivinaré la textura del cielo y el oleaje del mar
mientras la remembranza anuncie el color del horizonte.

Tu palabra será la misma, siempre, igual que tu sonrisa
pero cuando pueda armonizar sonidos, estarás en Roma
o en Praga esperando a que el reloj marque las horas.

No habrá historia entonces, no sucumbiré a tu encanto
y sólo seré capaz de recordar tus oquedades,
siembra precisa para cosechar asombros cada tarde.

La historia es otra, no hay manera de sucumbir en la zozobra
porque el aroma de tu piel será la seña para nombrarlo todo
y de mi estío surgirá la sola mención del mundo de los sueños.

Cuando el otoño llegue, no estaré para escucharte
ni mi tacto podrá recorrer la tersura de tu piel
en medio del vendaval de sinsabores que te nublan.

Seguiré mi viaje, sin temores. Arroparé tu cuerpo,
habrá una despedida y avanzaré en un camino sin retornos
hasta arribar a un puerto de abrigo, lleno de espigas y alebrijes.

El tiempo del dolor se habrá diluido entre las sombras
y nada podrá perturbar los sueños que nos signan
para empezar de nuevo a nombrar todas las cosas por su nombre.

(De Tu piel en la memoria)






Cuando escampe sabré de verdad tu nombre

No supe sino hasta horas después, con precisión
que tu voz era mi luz de asombro, indubitable
y que el tiempo había detenido su carrera
para inventar de nuevo cada color del horizonte.
Hubo una nube de sorpresas.
Luz de asombro, dije; interrogantes
y ganas de descubrir los signos de la historia
sin más limitación que el tacto o la distancia.

Sólo sabemos las certidumbres de un anhelo
acunado desde las horas infantiles.
Esa es la certeza; lo demás es sólo insinuación
ante la vida, la búsqueda perpetua.

Recorreremos el mar, inventaremos colores
para el horizonte nuevo y las incertidumbres.
Nadie recorre el mundo sin temores
y cada instante es una vacilación en el signo de los pasos.
Deberemos aprender a construir de nuevo todo
casa, certezas, afecto y hasta desesperanzas
para no entorpecer destinos ni prefiguraciones
y dejar que el viento diluya todo fardo de soledad y hastío.

Inventaremos de nuevo el alba, la luz, el arco iris.
Los senderos son siempre una cruel interrogante.
Cuando escampe, sabré de verdad tu nombre, el mío,
la acepción precisa de cada palabra que se anticipe al recuerdo.

(De Tu piel en la memoria)




Sabio presagio de tu enigma

He de saber por ti
lo que en verdad te nombre,
lo que deba decir el viento sin palabra
o lo que el mar infinito te describa.
Nada de ti adivinaré más nunca.
Sólo tendré la precisión del canto, cuando cantes
y el exacto escrutinio de tus pasos
cuando a tiempo describas el sendero.

En el sueño andaré buscando tus colores
para entender el tiempo de tu tiempo,
el agua que emerge de tu fuente
y el sabio presagio de tu enigma.

Nunca caeré en la seducción de adivinarte
para no restregar la historia con profetas,
sólo tu voz delineará las noches cardinales
y tu tacto señalará mi geografía.
El desierto infinito y la playa sin dominio
serán santo y seña de tu nombre
el exacto valor de esencia y pensamiento
que te precisan sin condición de tiempo ni osadía.

La certeza de mi historia limitará el augurio
para no caer en la seducción del pronóstico irrestricto.
Tu sola palabra delimitará mi sombra
y será mi esencia producto de tu amor y tu embeleso.

(De Sabio presagio de tu enigma)





Anhelo que se pierde en el viento de la tarde

De nada sirve repetir tu nombre,
recordar noches de luna y horas sin recato,
que el corazón revierta su existencia loca
o que la breve flama de tu luz me alumbre.
El juego entre las sábanas dormidas,
el aliento impecable de tu tiempo
y mi tacto sobre tu piel dormida
siguen siendo un presente que no cesa.

De qué sirve dejar que el fuego del amor se encienda,
que deje entreabierta la puerta de mi casa
y acomode la copa y decante el vino
si no estás aquí y no te alcanzo.

(De Saberte de memoria)






Un samba de saudade

Para Rosy, Nayeli y Layín

Si la vida se acaba
no hagan caso.
Si una mañana no estoy
aquí ya más,
acomoden mis cosas,
resérvenles lugar
y denle acomodo al corazón
de nueva cuenta.

Si un día no puedo compartir
comida y tiempo
dividan en tres la nueva vida
y una vez cada cinco años, diez,
alguna vez,
cosechen una flor
y hagan un samba
sin dolor
sin llanto,
que ahí estaré bailando y cantando
con ustedes.

(De Oficio de amar)




Virtuosos del amor

Haga el amor de día.
Guarde la noche para
dormir y soñar.
A un magnate / Lêdo Ivo

Hagamos el amor de día
a pleno sol,
balanceando placer y gozo
con el calor del mediodía
y el testimonio caprichoso de las nubes.

La luna de miel termina
cuando el amor se encierra
en la penumbra.

La sabiduría y el virtuosismo
son productos del amor
que no se esconde.

Hagamos el amor de día
amada,
para que no empiecen a devorarnos
los gusanos.

(De Repaso de la vida)






Granada, España (2008)

El Salón de Plenos del Ayuntamiento de Granada, España, se vistió de gala el pasado miércoles 8 de octubre de 2008, al invitar al poeta mexicano Roberto Arizmendi, a presentar su libro El tiempo consentido, una antología preparada por nuestro gran poeta granadino Álvaro Salvador, quien revisó todos los libros del autor para hacer una selección representativa de su obra poética en 37 años. 






Además de poetas, académicos y críticos literarios de España, se dieron cita algunos rectores mexicanos cuya presencia dio realce a la presentación del libro más reciente de Arizmendi, quien es de Aguascalientes, México y tiene publicados 23 libros de poesía, 5 epistolarios, 2 de literatura testimonial y varios sobre educación. Además de poeta es o ha sido ensayista, promotor cultural, conferencista, profesor universitario y directivo en universidades, instituciones y organismos educativos.



Prólogo del libro El tiempo consentido
Álvaro Salvador

La poesía de Roberto Arizmendi es como el propio Roberto Arizmendi: en muy pocos casos he visto que se produzca un grado tal de identificación entre poesía y vida como en la obra de este poeta mexicano, nacido en Aguascalientes en 1945, que yo no dudaría calificar como un poeta discreto (que no como un discreto poeta). Dije en otro lugar que podríamos dividir a los poetas en poetas exhibicionistas y poetas discretos, poetas que antes de nacer ya ejercen como tales y poetas que no dejan de asombrarse ante la solemnidad de la palabra que intenta definirlos.

Los poetas discretos, como Roberto Arizmendi, tienen una conciencia clara de que la verdadera sabiduría consiste en tener siempre presente el tamaño de su propia ignorancia. No es una cuestión de humildad ni de falsa modestia, no se trata de enmascarar bajo un fingido pudor su habilidad manifiesta con las palabras, para envolverla así de una pretendida trascendencia que procure las recompensas con que el vulgo premia lo que desconoce. Su actitud se corresponde con una manera de estar, un modo de ser en el mundo, un modo de mostrarse amantes, eruditos o poetas.

En estos casos, tanto la poesía como la vida escriben el mismo discurso, hablan la misma lengua.




La crítica se ha referido por extenso al carácter comprometido de la poesía de Arizmendi en su primera época o a la recurrente temática amorosa en los libros de madurez. Sin embargo, yo me atrevería a afirmar que el rasgo que define de una manera más poderosa y original la trayectoria poética de Roberto Arizmendi es la preocupación por el tiempo. Ya el libro inicial de su trayectoria, “Las cartas del tiempo” (1981), hace una apuesta arriesgada por esta problemática, desde la preocupación social que preside sus temáticas iniciales:

¿Sabes la hora que vivimos?

Cuántos minutos nos falta para el tope

Cuánto tiempo nos queda para asestar el golpe

No obstante, aunque en ningún momento el poeta va a prescindir de la preocupación solidaria por los otros, los versos que cierran el libro, más allá de la marca sangrienta de la historia, apelan a la intrahistoria deseable de una futura vida que el poeta tendrá que experimentar en primera persona: …cada piedrita de esta tierra/ tendrá que ir encontrando su acomodo./ Vamos a darle su espacio a cada tiempo,/ con cuidado…

La preocupación por el tiempo es fundamentalmente aquí una preocupación por su paso, por su fluir, lo que nos lleva directamente a las interrogaciones sobre el transcurso de la vida, su final , la muerte, y el sentido que esta vida y esta muerte tienen para la existencia humana. La medicina más inmediata para la angustia que puede acarrear esta preocupación no se agota con la poesía misma, sino que se prolonga, más balsámica si cabe, en el tema del amor y del erotismo.

Roberto Arizmendi es también un poeta del amor, un poeta del amor en sus más variadas manifestaciones: el amor presente, el amor ausente, el presentido, el imaginado, el vivido, el evocado, el maldito. De cualquier modo, y a pesar de los distintos puntos de vista, el tono de la poesía amorosa de Arizmendi es a menudo cordial, un tono amable que no se extralimita ni a favor ni en contra. Como ha señalado Héctor Carreto, la anécdota amorosa que Arizmendi nos relata y vivifica se trasciende en ocasiones hacia un amor a la Naturaleza. Se trata, pues, de una poesía orgánica que manifiesta una actitud panteísta ante la vida, buscando siempre la relación armónica con las cosas, los seres o los acontecimientos, con el discurrir cíclico del tiempo vital.

No debe extrañarnos que una poesía así se refugie en un lenguaje sencillo y directo. Arizmendi conoce la distorsión sintáctica y la experimentación métrica de la poesía contemporánea, sin embargo sus registros, aunque a veces aparenten desenfado y novedad, se refugian siempre en las tradiciones de la poesía hispánica más coloquial. Tiene maestros cercanos, como Jaime Sabines, Juan Bañuelos o Rubén Bonifaz Nuño y también otros más lejanos y complejos, pero que contribuyen de igual manera con sus ejemplos a un mayor acercamiento al universo de la emoción cotidiana como Pablo Neruda o César Vallejo.

El tiempo que Arizmendi intenta atrapar en sus libros es un tiempo con sentido, en su doble acepción. Un tiempo lleno de sentido, del sentido de la historia colectiva y de la preocupación humana por los grandes temas que inquietan al ser humano, el amor, la muerte, la solidaridad, el paso del tiempo, etc., y ocupan a la poesía. Pero también lleno del sentido de las historias individuales, de las peripecias del sujeto contemporáneo que lucha por construirse día a día en medio de las miserias cotidianas, las frustraciones, las pequeñas victorias o los instantes robados a la felicidad. Y es también un tiempo consentido en la medida en que consiente al poeta su captura, es decir, la victoria no por más momentánea y perecedera menos valiosa, sobre la muerte lenta, sobre la muerte en vida que todos los seres humanos tenemos que arrastrar tan vallejianamente como nos es posible. Es decir, equilibrando en la balanza de las palabras la tristeza con la dulzura, discretamente, como hace siempre Roberto Arizmendi con su poesía y su vida.




“La filosofía de la vida en movimiento/filosofía del instante en El tiempo consentido de Roberto Arizmendi”

Gracia Morales Ortiz (Universidad de Jaén) [1]

Roberto Arizmendi nace en Aguascalientes, México, y vive actualmente en el barrio de Coyoacán, en el Distrito Federal. Tiene publicados 23 libros de poesía, varios epistolarios y textos testimoniales y numerosos trabajos sobre educación. Ha sido profesor de enseñanza media y superior, ha ejercido como Rector, ha formado parte de numerosas Juntas de Gobierno de Universidades mexicanas, ha sido secretario de la Asociación Nacional de Universidades de México, y, desde hace dieciséis años, trabaja como consultor privado para las Universidades de su país, en proyectos de eva­luación y mejora de los sistemas educativos. Es también una persona muy activa en el ámbito cultural de su país; por ejemplo, ha ejercido como jurado de múltiples certámenes y ha organizado algunos premios nacionales. Su obra poética, por la que ha sido galardonado en varias ocasiones, ha aparecido también en revistas, publicaciones colectivas y numerosos sitios de internet.

El libro El tiempo consentido[2], es una antología que transita por sus 37 años de creación poética. Como toda antología, implica la selección de unos poemas y el necesario prescindir de otros. Me parece que los que Ál­varo Salvador ha elegido componen un volumen equilibrado y armónico, donde se recogen textos de al menos dieciocho poemarios de Arizmendi, pero por el que el lector se desliza sin sentir los sobresaltos y rupturas que a veces resultan inevitables en las antologías donde se da cuenta del largo recorrido de un autor.

Y es que, a pesar de las variaciones temáticas y estilísticas, toda la obra poética de Arizmendi se mantiene fiel a un modo de expresión lírica: la presencia de un yo que nos habla con un lenguaje deliberadamente sencillo, honesto; una voz que se coloca ante el lector sin estridencias, con esa sensibilidad volcada sobre lo cotidiano-trascendente que tan buenos frutos ha dado ya en la poesía en lengua española.

En el prólogo, Álvaro Salvador nos dice: “La crítica se ha referido por extenso al carácter comprometido de la poesía de Arizmendi en su primera época o a la recurrente temática amorosa en los libros de madurez. Sin embargo, yo me atrevería a firmar que el rasgo que define de una manera más poderosa y original la trayectoria poética de Roberto Arizmendi es la preocupación por el tiempo”. [3]

Estoy de acuerdo con Álvaro, y también cuando expone: “La preocupación por el tiempo es fundamentalmente aquí una preocupación por su paso, por su fluir”. [4]

El paso del tiempo, el fluir del tiempo.

Yo diría más: nuestro paso por el tiempo, nuestro fluir a través del tiempo. El yo poético que aparece en buena parte de estos poemas es un perso­naje en movimiento. Como el propio Arizmendi, el yo lírico de El tiempo consentido es un caminante, un viajero, un errabundo, un paseante.

En esta antología encuentro lo que podría llamarse una filosofía de la vida en movimiento. En permanente cambio, en permanente actitud de asombro y descubrimiento. De hecho, muchos de los motivos simbólicos que elige en sus poemas son también elementos móviles, elementos en constante renovación, elementos “pasajeros” o que invitan al viaje: la lluvia, el mar, la luna, el barco, el viento, el camino… En este sentido, Héctor Carreto también ha sabido ver la inclinación de Arizmendi hacia las “imágenes mutables” y como ellas perfilan una idea del hombre “como nómada en la vida”. [5]

La propia actividad creativa aparece también emparentada con esta voluntad de movimiento, de caminar constante. Dice en el poema “Andante”:

“Los creadores son andantes sempiternos. El andante recorre senderos, siempre en búsqueda constante e insa­tisfecha, sin ocultar flaquezas. Carga sus obsesiones y fantasmas. Lleva siempre siempre su verdad a cuestas. Nómada del amor y encendedor de fuegos; descubridor de estrellas; artífice de espacios infinitos. Se toma de la mano con los dioses y recorre con ellos senderos celestiales a donde no pueden llegar los satisfechos.” (p. 57).

Esta, como he dicho, filosofía de la vida en movimiento, está íntima y lógicamente emparentada con una noción del tiempo como vivencia del instante. Como afirma en ese mismo poema al que me he referido antes sobre los andantes, estos, los que siempre están moviéndose, en palabras de Roberto, “Convierten el instante en infinito” (p. 58).

Sería posible remitir aquí a muchos poemas donde encontramos esa apuesta por el momento presente, inevitablemente efímero. Por citar al­gunos versos: en “Inventor de mí mismo” afirma el yo poético: “Estoy por inventarme / cada día” (p. 46); o en el texto “En medio de la lluvia” nos confiesa: “En medio de la lluvia / hago de cada gota / un presente interminable.” (p. 77) Al yo poético que aparece en estos poemas lo que le interesa es “este espacio preciso en que pisamos” (p. 82), como expresa en “Edificar la morada que soñamos”. Por eso, encontramos también en sus escritos una predilección por lo fugaz: una ciudad brevemente entrevista durante un viaje, la visión pasajera de una muchacha bella en la calle o la coincidencia con una mujer en un vuelo Madrid-México.

Ahora bien, esta constante vivencia del presente no cancela ni la conciencia del pasado ni la del futuro. Tanto el recuerdo como la idea del porvenir se hallan también en estos poemas, pero como experiencias que tienen importancia por su repercusión sobre lo actual. Es decir, la memoria supone la re-vivificación de lo ya ocurrido, el ayer vuelve a existir aquí y ahora mediante la invocación del poeta, que posibilita así la permanencia de lo ausente. Dice, por ejemplo, en “Tu caricia

Llevo tu caricia por todas partes
paseándola como un perro fiel o un amuleto;
me sirve de anteojos para ver la vida
o de zapato para no desmayar en mis andanzas.
(p. 104).
La noción de futuro, por su parte, y las emociones que provoca (la ilusión, la esperanza, el deseo, el anhelo, la impaciencia), son también parte del “ahora” del yo poético. La conciencia del mañana funciona como un motor de búsqueda desde el presente, como una promesa que moviliza e ilumina el instante actual.

Citando un fragmento de “En otra advocación y otro tiempo”:

y no te alcanzo,
eres sólo parte integrante del deseo
y el amor es gozo de saber
que un día,
como ayer,
recorreré de nuevo
el inmenso océano de tu piel dormida.
(p. 107).

Se ha dicho en muchas ocasiones que la poesía de Roberto Arizmendi aborda en todas sus dimensiones el tema amoroso[6]. Y es verdad. Pero la vivencia del amor que aparece en sus textos se incluye dentro de esta “filosofía de la vida en movimiento / filosofía del instante” de la que venimos hablando. Por eso, el yo poético propone a la persona amada en “Toda la vida para amarte”:

Qué tal si te dijera
que nos amásemos un mes.
Con un reloj
a la mano
para que nos marcara el tiempo.
No más.
Al fin mi vida
sólo tiene
treinta días,
(según mi calendario).
(pág. 92).
El sentimiento amoroso se sitúa, inevitablemente, en ese instante efímero del presente, entre la memoria de lo ya pasado y la esperanza del porvenir.

Era consciente de que el amor
es efímero
porque cada encuentro
se diluye entre el deseo
siempre insatisfecho
y el anhelo que surge
de la esperanza que se abriga.
(pág. 145).
Así, la experiencia del amor se plantea también como un viaje, como un movimiento constante que lleva al reiterado descubrimiento de la persona amada y del propio yo, ambos circulando en un proceso siempre renovado de creación y destrucción. Así puede verse, claramente, en “Constrúyeme de nuevo”:

Destrózame mi vientre
parte en cuatro, en ocho, en mil pedazos
mis brazos y mis piernas.
Voltéame los ojos,
revuelve mis cabellos.
Pon en un saco todo.
Cuando te canses ya
de deshacerme en partes,
constrúyeme de nuevo.
(p. 37).
Finalmente, quiero apuntar que esta “filosofía del instante” no nace de la irresponsabilidad, la ingenuidad o el nihilismo. Al contrario, es un compromiso a muerte con la vida, porque esta visión gozosa del presente surge como contrapunto y respuesta ante la conciencia de la propia soledad, surge como asidero ante la experiencia de la propia e insoslayable individualidad, que aparece expresada en muchos de sus textos.

Ya que, como dice Roberto en un breve y magnífico poema, titulado “Alegría”:

Cada sonrisa
esconde
su dosis proporcional
de desconsuelo.
(p. 29).





DESDE LA RED
Aguascalientes, Ags, 20 octubre 2008


En Granada, España, tierra del poeta Federico García Lorca, el poeta mexicano Roberto Arizmendi presentó un libro antológico sobre su propia obra poética, que fue recopilado por el Catedrático de la Universidad de Granada Alvaro Salvador, quien es además el autor del prólogo.

Arizmendi, nacido en Aguascalientes y que se formó aquí hasta terminar los estudios de bachillerato, ha desarrollado una sólida carrera en el campo de la educación y de la literatura, especialmente de la poesía, que se refleja en 22 libros de poesía ya editados, todos de su autoría.

La presentación del libro “El tiempo consentido. Antología 1970-2007″, que forma parte de la colección Granada Literatura, se hizo el 8 de octubre en el salón del Plenos del Ayuntamiento de Granada con la presencia de autoridades municipales y universitarias, profesores y estudiantes universitarios, amantes de la poesía, medios de comunicación y público granadino.

Las reseñas de prensa fueron sumamente elogiosas para la obra de Arizmendi, al que califican como “entrañable poeta amigo de Granada” y como un innovador de la poesía, al dar no solamente un contenido de belleza y fondo en la expresión, sino una vertiente que destaca el compromiso social que requiere el momento.

Arizmendi, quien actualmente vive en la Ciudad de México donde desarrolla su actividad como consultor en temas educativos, es ampliamente reconocido en los círculos de la poesía y de la literatura tanto de España como de otros países de habla castellana, especialmente en el sur del continente americano.




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