martes, 12 de mayo de 2015

FRANCISCO CASCALES [15.926]


Francisco Cascales

Francisco Cascales (Fortuna (Murcia) 1563 - Murcia, 1642) fue un erudito y humanista español.

Son pocos los datos que se tienen sobre la familia del escritor; tuvo, al parecer, un hermano gemelo. Del estudio de la gramática pasó a la vida militar (1585) en los Países Bajos y en Francia. Estuvo en contacto con insignes humanistas y además viajó por Italia, donde posiblemente frecuentó alguna universidad. En Nápoles fue amigo de ilustres poetas españoles, y en Cartagena, de Luis Carrillo y Sotomayor, a cuyo culteranismo se opuso. En esta última población escribió su Discurso de la ciudad de Cartagena (1598), cuyos poetas alabó. Obtuvo allí la cátedra de gramática y luego enseñó en el murciano Seminario Mayor de San Fulgencio. Parece haber compuesto autos y comedias, hoy perdidos, para las fiestas en honor de este patrón. En cambio sí se conservan los Discursos históricos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia (1621), que compiló como cronista. Se casó tres veces y sólo tuvo hijos de la última esposa, hermana de los poetas P. y B. Ferrer Muñoz. Todavía joven fue encarcelado, al parecer, en el castillo de Chinchilla.

Como humanista es partidario de la imitación ecléctica y sobresalió como preceptista. Como poeta mereció los elogios de su amigo Lope de Vega en El laurel de Apolo. En las Tablas poéticas de 1604, impresas en 1617 gracias a la intervención de Diego de Saavedra Fajardo y con la ayuda del conde de Castro, acudió particularmente al Arte poética de Minturno y al comentario de Francesco Robortello. En las Cartas filológicas. Es a saber, de Letras humanas, Varia erudición, Explicaciones de lugares, Lecciones curiosas, Documentos poéticos, Observaciones, ritos, i costumbres, i muchas sentencias exquisitas (Murcia, Luis Verós, 1634), (parte de una correspondencia confidencial con eruditos contemporáneos reunida en 1626 y publicada en 1634), dejó una especie de silva de varia lección que discurre sobre una gran multitud de temas, esbozando el género ensayístico en español. En ella se acumulan importantes juicios históricos y estéticos, si bien unilaterales y polémicos –por ejemplo sobre Luis de Góngora–. Escribió también epigramas latinos inspirados en Marcial y tradujo el Arte poética de Horacio, sobre la cual redactó además un tratado en latín, Epistola Horatii Flacci de Arte Poetica in methodum redacta versibus Horatianis stantibus, ex diversis tamen locis ad diversa loca translatis (Valencia, Silvestre Sparsa, 1639). Compuso además un Florilegio de versificación y una Epopeya del Cid que no llegó a concluir.



DOS POESÍAS INÉDITAS DE CÁSCALES
POR JEAN BOURG


SONETO DE CASCALES

Quando te formo el zielo desumano
Luisa luz del vniverso suelo
la tierra bido abierto al alto zielo
y dio un tronido sobre el orbe humano

y era que del alcázar soberano
bajabas para ser nuestro modelo
vella mas que diana y en el buelo
bien pareciste ser don sobrehumano

mirando en ti qualq parte es rara
mirado todo es tanto qué no ay quanto
que aplicalle que alli la beldad para

no es encarecimiento quen mi canto
todo lo que publico es verdad clara
y todo quanto callo te levanto. 

Tan contento estoy de bos
que de mi estoy descontento
porque no me hizo Dios
á buestro contentamiento. 





GLOSA DE CASCALES

Quando acá dentro en mi mismo
quien soy imaginar suelo
tengo por gran barvarismo
subirme desde el abismo
con la afizion hasta el Cielo
y aunque somos a esta cuenta
tan diferentes los dos
quanto vos de bos contenta
y de mi estáis descontenta
tan contento estoy de bos.

Si mi alma se retira
con vos sola a contemplaros
todo es gloria quanto mira
conmigo llora y sospira
en dejando de miraros
la alegria que poseo
no es de mi merecimiento
sino del glorioso empleo
que gozo el punto que os beo
que de mi estoy descontento.

Al tiempo que esta mas leda,
y gozosa mi memoria
bolviendo a mi luego queda
deshecha la pompa y rueda
de la antepasada gloria
por igual peso os sirviera
del grande ser que ay en bos
mas no puedo aunque quisiera
hazerme a buestra manera
porque no me hizo Dios. 

Bien creo fue desconcierto
y es de nuebo gran locura
dejar el seguro puerto
por yr do el peligro es cierto
y dudosa la ventura
no ay razón en que escusarse
ni sobrado atreuimiento
pues asi quiso encumbrarse
do nadie pudo ajustarse
a buestro contentamiento. 




Francisco Cascales: Tabla poética primera [in specie] De la epopeia, 1606

De la epopeia

CASTALIO.- ¿Tan tarde, tan tarde, mi Pierio? Ganado os e la palmatoria.

PIERIO.- La palma ganáis vos a todos en todo.

CASTALIO.- No penséis con essa lisonja tan conocida tapar la culpa de negligente. ¡Confesalda!

PIERIO.- A fe, Castalio mío, que me detuvo el apressurado passo que traía un conocido. No quiero dezirle amigo, que el agravio que me ha hecho y la indignación que tengo contra él le quitan este título y renombre glorioso.

CASTALIO.- Basta, basta. Desenojaos, por vida mía, y assentaos aquí, que yo comienço a tratar de la epopeia, que más comúnmente llamamos obra épica o heroica.

PIERIO.- Dezid, que ya os oigo sin apartar mis ojos de vuestro rostro.

CASTALIO.- La poesía épica no se viste de los ornamentos que prestan la música y dança a sus hermanas para deleitar; mas texe su tela, o con medida en versos, qual en el heroico y bucólico poema se ve o en un dezir suelto, que comúnmente se llama prosa. Porque los diálogos de los antiguos y muchos mimos, ¿qué otra cosa son que prosas poéticas? Xenarco y Sophrón y otros hizieron mimos, que fue una manera de comedia en prosa, ya no usada. El mimo, dize Donato, imitava las personas más viles y leves, descriviendo las actiones con grandes extremos de gesticulaciones y meneos, muy luxuriosa y desvergonçadamente. Y tales fábulas los antiguos las llamaron planipedes. Cicerón, tratando de las gracias y sales, avisa al orador que se escuse de los juegos mímicos, por ser tan llenos de lascivia, que con aquellos movimientos provocan al auditorio a torpeza y abren el apetito de la luxuria,. Y tanta fue la fealdad destos farsantes en representar cosas torpes y abominables, que fueron tenidos por infames. Y ésta es la causa que Aristóteles explica por donde casi todos los representantes son gente viciosa, aunque entre los romanos, Esopo y Roscio fueron tenidos en mucha honra. Assí que sola la epopeia puede hazer su imitación en prosa y verso. Pero nosotros trataremos de la métrica. La epopeia, pues, es el poema heroico, éclogas, sátiras, elegías y qualquier poesía donde para su ser perfecto no se requiere baile ni canto. Desta misma especie podemos llamar los Cantos o Capítulos de Dante Alighiero, en que trató divinamente del Purgatorio, del Infierno y del Paraíso, y los Triunphos famosos del Petrarca. Y en nuestra compostura de arte mayor, las Trezientas de Iuan de Mena. Pero principalmente las que por excelencia se llaman estancias, aptíssimas para celebrar las gloriosas y claras hazañas de los varones ilustres, como se ve en el Goffredo de Torquato Tasso, gran observador de la ley poética, o en el Orlando Furioso del felicemente atrevido Ariosto. Y en nuestra lengua, las Lágrimas de Angélica del casto y culto Barahona, y la Lusíada del divino Cames lusitano, y la celebrada Araucana de don Alonso de Erzilla, y los versos sueltos que en esta edad se han començado a usar, como las Piscatorias del Paterno y la Asturiada de Cortereal. También hallaréis poesía vulgar de la una y otra épica manera; es a saber, en prosa y en verso, qual es la Arcadia de Sanazaro, el Ameto del Bocacio, el Amor enamorado de Minturno, la Diana de Montemayor y el Pastor de Filida de Montalvo.

PIERIO.- ¿De manera que no admite la poesía otros géneros de versos?

CASTALIO.- Que tanto le convengan, no. Porque si queremos introduzir en la epopeia nuestras redondillas, por ser verso corto desdize de la gravedad épica. Y si le queréis auctorizar con muchos epítetos, no podrá en tan breve giro o espacio caber concepto y ornato. Y assí, obra épica no recive cómodamente tal género de verso, si el sugeto épico no fuesse muy breve, como un epigrama y cosa semejante.

PIERIO.- Pues dezidme qué cosa es la epopeia.

CASTALIO.- Es imitación de hechos graves y excelentes, de los quales se haze un contexto perfecto y de justa grandeza, con un dezir suave, sin música y sin bayle, ora narrando simplemente, ora introduziendo a otros a hablar. Dan materia al poema heroico con sus claros hechos los ilustres príncipes y cavalleros inclinados naturalmente a grandes honras, de los quales dize Xenophonte: «En ninguna manera, o Hierón, me parece que el hombre se aventaja más a los otros animales, que en apetecer la honra. Porque ni más ni menos se deleytan ellos en lo que es comer, bever, dormir y en tener venéreos apetitos y actos. Pero el desseo de la honra, ni en los brutos nace, ni en todos los hombres. Y los que tuvieren esta natural inclinación a las grandezas, estos tales diffieren muchíssimo de las bestias, y no an de ser tenidos sólo por hombres, sino por varones.» Varones son los héroes que los éthnicos ponían entre los dioses y los hombres. Y assí Virgilio, en su poema épico a Eneas, que es la persona principal que celebra y canta, le llama varón para significar su calidad y excelencia: Arma, virumque cano, &e.

PIERIO.- Yo bien entiendo en esta diffinición que la épica imitación, por ser de hechos grandes y esclarecidos, se differencia de la cómica, pero no de la trágica.

CASTALIO.- La materia de la épica y trágica conforme es, mas la forma, differente. Porque la trágica representa las cosas como passan, y la épica como an passado en parte, y en parte como passan. Y el trágico tiene por fin mover los ánimos a misericordia y a miedo, y el épico tiene por fin dar suma excelencia y gloria a la persona principal que celebra.

PIERIO.- Elo entendido. Mas ¿qué importan aquellas palabras: «Que sea un contexto cumplido y de justa grandeza»?

CASTALIO.- ¿Qué importan? Mucho. Porque a esto está obligado qualquier poeta. Y todo poema, para que sea uno, conviene que tenga un entero y perfecto contexto de cosas imitadas, el qual se llama fábula. Que el ser uno el sugeto y la materia que se trata, haze que la fábula sea también una. Y aquello verdaderamente se entiende que es uno, que no está mixturado ni compuesto de cosas diversas.

Doctamente nos enseña esto Horacio allí: Aviso, pues, que consideres siempre en tu obra que aya un cuerpo solo de miembros verisímiles compuesto.

Y si bien se forma este cuerpo de muchas partes, todas deven tirar a un blanco y estar entre sí tan admirablemente unidas, que de la una, verisímil o necessariamente, se siga la otra. Y en suma, aquello que está compuesto de varias cosas ha de estar tan unido en ellas, que quitando o mudando alguna parte, quede el todo imperfecto y manco. Será entero, si consta de principio, medio y fin. Será de justa grandeza, siendo tan larga la fábula, que el entendimiento de los lectores la pueda comprehender firmemente y reduzir a la memoria sin fatiga.

PIERIO.- ¿Y qué significan aquellas palabras que se siguen?

CASTALIO.- Yo os lo diré. El dezir suave, por lo qual entiendo el hablar en verso, distingue esta poesía de que tratamos de aquella que se haze en prosa; porque en el verso se requiere medida, tiempo y armonía, que es la cosa más dulce y más suave que pueden sentir nuestras orejas. Bien es verdad que la prosa tiene también tiempo y armonía; pero porque no la tiene baxo el rigor de lei establecida y medida cierta, no se repara en ello. Sobre el tiempo, medida y armonía de los versos, ya avemos hablado lo que conviene en la parte general de la poesía llamada dictión. Dixe sin baile y sin canto, para differenciar la épica de la scénica y lýrica, que gozan de música y dança. Dixe, ora narrando simplemente, y ora introduziendo a otros a hablar, a differencia de la scénica, donde nunca habla el poeta, y de la mélica, donde raríssimas vezes dexa de hablar.

PIERIO.- Dezidme quántas son las partes del poema épico, para que mejor se entienda su artificio.

CASTALIO.- No son de una manera sola, porque unas son qualitativas y otras son quantitativas; y porque la qualidad es parte de la essencia, parte del accidente, las partes essenciales deste poema heroico y de los de más son quatro: fábula, costumbre, sentencia y dictión. Las accidentales son los episodios, de que avemos tratado largamente arriba. Las partes de la quantidad que hazen el cuerpo deste poema, y de que nos conviene dezir agora, son dos: principio y narración. Principio se llama aquel que previene y apresta a oír las cosas que se han de tratar. Esto se cumple si el poeta en su proposición haze los oyentes benévolos, dóciles y atentos. Cáptase la benevolencia, o de la persona propria que habla, o de la agena, o de las cosas que se escriven. De sí, como quando alaba sus cosas modestamente, como lo haze Torquato Tasso en el Proemio de su Ierusalén libertada: Queste mie carte in lieta fronte accogli che quasi in voto a te sacrate i’porto, forse un dì fia, che la presaga penna osi scriver di te quel c’hor n’accenna.

Quien supiere el Toscano, verá bien descriptas las partes del exordio aquí donde digo. Mas para quien le ignorare, pondré yo un principio de epopeia que por ventura publicaré algún día. El poeta pues haze dóciles a los lectores, proponiendo sumaria y brevemente su actión, como: Canto las armas y el invicto Hispano, que por invidia desterrado vino de los campos de Arlança Castellano a lo que baña el Turia Valentino:

Haze dócil al lector: y quanto hizo con industria y mano contra el furor del pueblo Sarracino.

Promete cosas grandes, para hazerle atento: hasta que dio al destierro suma gloria, fin a la invidia, lei a la victoria.

Invoca: Aliéntame, sagrada musa, el pecho, esparze de tu rostro la luz bella, y al puerto que desseo iré derecho, siendo de mi viage tú la estrella:

Induze a odio al rei contrario del Cid: dime deste varón, ¿qué offensa ha hecho a su rei, que enojado le atropella, y de sí le abandona a tierra estraña? ¡Tan gran potencia tiene una cizaña!

Pide amparo: Y tú, gran Ludovico, a quien escoge por su dueño Mondéjar y Tendilla, mi voluntad con frente humana acoge, que a tu grandeza y mérito se humilla.

Alaba: peregrinando va, tú la recoge, que por quien eres deves recibilla.

Representa servicios hechos: y porque (si te acuerdas) algún día te hizo en tus trabajos compañía. Ea Marqués insigne, cuyas sienes de olivo Palas y de lauro Apolo ciñe cortés y ofrece sumos bienes.

Pide atención: Súbete al alta cumbre de Timolo; que en el teatro de fortuna tienes al gran Cid.

Señala particulares virtudes del Cid: y verás en el Cid solo un santo Numa, un Rómulo valiente, un Pirro experto, un Aníbal prudente.

PIERIO.- Yo veo en algunos auctores dividir la proposición, y más ordinariamente entre oradores, como Cicerón, pro lege Manilia, allí donde dize, después de aver propuesto la causa: Primum mihi videtur de genere belli, deinde de magnitudine, tum de imperatore deligendo esse dicendum. «Primeramente, me parece tratar del género de guerra, luego de la grandeza, y después de la electión de general». También Ovidio, proponiendo el arte de amar, le divide ansí: Principio quod amare velis, reperire labora, Qui nova nunc primus miles in arma venis; Proximus huic labor est placidam exorare puellam; Tertius ut longo tempore duret amor. Primeramente escrivo, o nuevo amante, que procures buscar dama a quien ames; el segundo trabajo es cómo puedas la tierna dama persuadir rogando; y al fin, cómo con ella as de regirte para durar en un alegre estado.

Otros lugares se me offrecen, mas éstos sobran para que descubráis el blanco a que yo tiro.

CASTALIO.- Paréceme, si no me engaño, que queréis culpar en essa parte a Virgilio y a Homero, dos soles de la poesía, por no aver dividido sus obras.

PIERIO.- Esso mismo quiero dezir.

CASTALIO.- Quanto a lo primero, la división no siempre es necessaria, sino quando el sugeto es muy obscuro o muy largo, y estos dos inconvenientes se remedian con ella. Lo segundo, la división es descubierta y expressa en los oradores y en los poetas quando enseñan, como lo haze aí Ovidio, donde divide los tres libros; y lo mismo haze Virgilio, dividiendo los quatro que escrivió de la Geórgica. Pero, como emos dicho arriba, ni el uno ni el otro fueron poetas en essas materias que tomaron. Solamente son preceptores: Ovidio del arte de amar, y Virgilio de la agricultura. Mas quando son poetas que imitan alguna actión propuesta, éssa, si ay necessidad de división, la hazen tácitamente, sin dezir: trataré primero desto y luego destotro. Porque como la actión del poema deve ser una, que consta de principio, medio y fin, esta orden no puede faltar; y assí, es superflua la división de primera y segunda parte &c. Lo que haze el poeta épico circunspecto es, queriendo usar de la división, proponer la actión principal, y luego las episódicas, que corren insertas en aquélla; y esto se llamará división en el poeta. Torquato Tasso propone su actión primera ansí: Canto l’armi pietose, e il Capitano che il gran sepolchro liberò di Christo.

Y luego divide desta actión las episódicas, diziendo: E in van l’inferno vi si oppose, e in vano si armò di Asia, e di Libia il popol misto, &c.

Lo mismo hago yo en el exemplo arriba dicho. Propongo primero: Canto las armas y el invicto Hispano que por invidia desterrado vino.

Y luego divido esta actión de los episodios subsecutivamente: Y quanto hizo con industria y mano contra el furor del pueblo Sarracino.

Esta orden de dividir hallaréis también en Homero; en la Ulixea propone ansí: Canta, o musa, el varón que, destruida Troia, vio varias gentes y costumbres.

Tras esto pone la división episódica: Trabajos grandes padeció en las aguas por conservar a sí y sus compañeros; pero aunque más lo procuró no pudo, por culpa dellos, que atrevidamente de Hiperión las vacas se comieron.

En Virgilio también hallaréis lo mismo.

PIERIO.- ¿Qué a de procurar el poeta en su proemio?

CASTALIO.- Enseñar, deleitar y mover; y este movimiento lo sacará assí de los lugares que en su materia avrá para atraer y enternecer los ánimos, como de aquellos de donde se derivan los affectos y passiones, de que los retóricos an escrito mucho. En el exordio no es menester levantar muy en su punto los affectos; bastará tocarlos ligeramente y sobrepeine. Ultra desto sea claro; porque si luego no se entiende lo que se propone, no obtiene el poeta el fin para que fue inventado el proemio. Por donde conviene evitar en él las metáforas no muy usadas, y palabras desviadas del uso, ásperas y licenciosas, y el largo período, y prolixa arenga, y el dezir affectado. No prometa mucho, ni tanto, que lo que se siguiere no corresponda con la promessa. Todas estas virtudes hallaréis en el principio de los Triunfos del Petrarca, donde claramente enseña varias cosas con hermosas palabras y mueve con dulcíssimos affectos. No haze versos hinchados, ni promete tanto que no cumpla más. Esto es lo que reprehende nuestro Horacio, y con razón: No comiences tu obra en alto tono, como el otro poeta saltanbanco: «La noble guerra en belicosa trompa, y fortuna del gran Príamo canto.» Este prometidor, ¿qué cosa digna traerá de tal y de tan gran boato? Los montes parirán, y de los montes un ratoncillo nacerá ridículo. ¡Quánto mejor éste empeçó! Al fin, como quien cosa no ha tratado sin gran arte: «Canta, musa, el varón que ya tomada Troia, vio tierra, gentes y costumbres.» No pretende sacar de la luz humo, sino del humo luz para que diga lo de Antífate Rei, lo de Caribdis y Scila y el gigante Polifemo.

PIERIO.- ¿Qué cosa es la narración?

CASTALIO.- Es una exposición de cosas passadas o que fingimos aver passado. Divídese en dos partes: la una contiene el argumento y actión principal; la otra, los episodios y digressiones fuera de la fábula, mas no tan fuera que parezca cosa agena. Interpónense por ampliar, engrandecer y deleitar, lo que es muy ordinario en Homero, que muchas vezes entretexe una agradable digressión para vituperar o alabar a alguno. Assí como Virgilio, que por hazer befa a los cartaginenses, enemigos de los romanos, a quien él pretende ensalçar, narra cómo la reina Dido, de la sobervia fuerça de amor vencida, se dio la muerte. Y al contrario, por loar a los romanos, descrive con gran artificio el escudo de Eneas. Entretexe también el poeta descripciones de varias cosas, tiempos, lugares, países. Ved cómo el Petrarca aptamente interpone la historia del amor de Massinissa con Sofonisba, la de Antíoco, la de Seleuco, y la de Estratónica. ¡Quán gallardamente pintó la isla de Chipre, la prisión, y el carro triunfal de amor, y el miserable estado de los amantes! De manera que, a propósito, bien tiene el poeta licencia de desarrimarse de la fábula para mayor ornamento suyo; pero no la a de perder de vista. Esto es lo que nos advierte Horacio aquí: Dexas la principal actión a vezes, donde, como al principio prometiste, deves echar de tu caudal el resto; y vaste luego a digressiones varias. Pintas el altar sacro de Diana, y pintas un arroyo, que regando un prado ameno va por mil rodeos. Pintas el Rin, profundo y ancho río; y un arco que promete lluvia pintas. Mas, esso no a lugar agora, y sabes por ventura un ciprés pintar al vivo. ¡Bien! ¿Qué importa si el otro pobre náufrago, rota la nave, su caudal perdido, pide sola la tabla del naufragio, con que a misericordia el pueblo mueva?

Tal vez el poeta, para hazer la actión propuesta más clara, o para más adornarla, haze relación, ora de casos antepassados, ora de los venideros. De cosas passadas, para luz y claridad de su Eneida pone Virgilio todo el segundo y tercero libro, que explica la destruyción de Troia y el largo viage. De las futuras, lo que Iúpiter dize a Venus en el primer libro; a Anchises, más largamente en el sexto; a Eneas, de la felicidad que los romanos avían de alcançar.

PIERIO.- ¿Qué modos tiene en la narración? Que yo me acuerdo que arriba dixistes tres maneras de narración: una simple, y ésta es propria de los lýricos, porque ellos casi siempre hablan en su persona; otra, pura imitación, como es la de los trágicos y cómicos, porque ellos nunca dizen palabra, sino las mismas personas agentes; otra, mixta, y ésta me dixistes que era propria de la epopeia, en la qual unas vezes habla el mismo poeta, otras, y más frequentemente, introduze diferentes personas hablando.

CASTALIO.- Alégrome mucho de oíros referir tan fielmente lo que tratamos, que es señal que prestáis en esto voluntad y atención. Es assí. Essos tres modos ay de narración, y considerando las cosas que se narran, admira la variedad y multitud que ay dellas; que también se narra quando se descriven las personas, las ocasiones, los lugares, los tiempos, los hechos, las passiones del ánimo, el modo y el instrumento. La persona, como dize Vicente Espinel, descriviendo la persona de Octavio Gonzaga: Entonces se verá cumplido el punto, que de tu nacimiento pronosticaron todas las estrellas, y lo que puede con la fuerça dellas tu ser y esfuerço junto, la bondad, condición, trato y talento.

La ocasión, como: Nuevos effectos de milagro estraño nacen de tu valor y hermosura, unos atentos a mi grave daño, otros a un breve bien, que poco dura.

El lugar, como: En el más fértil y abundante suelo que riega el Tajo en lo mejor de España por oculta virtud del alto cielo, y calidad del sitio y la campaña.

El tiempo, como: Y pues del alto monte el sol se va huyendo de luz negando al mundo el gran tesoro, y sobre el orizonte se van ya descubriendo los ricos paños recamados de oro.

Los hechos, como: Liseo es éste, dixo, éste es sin duda, y al levantarme echó su blanca mano.

Los affectos, como: Fue por mis venas discurriendo luego un no sé qué de novedad estraña, una memoria del passado fuego, un olvido del hato y la cabaña: una sospecha, un gran desassossiego, que nunca en esto el coraçón se engaña; vi de improviso a Célida, y al punto con su vista un desmayo llegó junto.

El modo, como: Sobre el oro esparzido por la espalda de resplandor que a lo mortal deslumbra le van poniendo celestial ghirnalda.

El instrumento, como: Con el bastón antiguo que confirma por más de una hazaña, que en los contrarios dexará memoria.

Y esta manera de narrar es simple y sin alguna semejança. Sin ésta, ay otra en que se pone la imagen de la cosa narrada, como: En el abril de mis floridos años.

Donde se declara que abril es imagen de la juventud. Y también haziendo alguna comparación, como: No con tanto temor se espanta y huye de sirena, o harpía ponçoñosa, quanto de la rabiosa invidia, que honra y vida y más destruye.

PIERIO.- Muchas son las maneras de narrar. Mas pregunto, ¿quántas y quáles son las virtudes de la narración?

CASTALIO.- Tres, según la común opinión de los retóricos: breve, clara y verisímil. Aquel poeta narrará brevemente que no de muy lexos, ni con larga repetición de cosas comiença su poema. Horacio: Si algo enseñares, ser procura breve, para que tus preceptos entendidos, y a la memoria encomendados sean; de pecho lleno lo superfluo mana.

Començará, pues, el poeta, no del origen de la fábula, sino de donde conviene, según la actión que propone. Oíd lo que os buelve a dezir nuestro buen maestro hablando del padre de los poetas, Homero: Ni començó la buelta de Diomedes desde la triste muerte de su tío Meleagro; ni menos el Troiano assalto, de los dos huevos de Leda.

Y quando uviere començado de su lugar conveniente, no se ha de detener con largas y ambiciosas razones; antes, siempre vaya corriendo con el ojo al fin. Horacio: Siempre camina al blanco, y desde el medio de la fábula lleva a los oyentes tan dóciles, que no les dexa cosa por saber que a la actión sea necessaria.

Narra claro quien lo dize todo distinctamente, poniendo ante los ojos las cosas, personas, tiempos, lugares y ocasiones, mirando que el estilo no sea confuso, ni mal compuesto, ni intricado, ni más breve ni más largo que convenga. Porque la longura de la oración haze a vezes que no se entienda la cosa; quanto más la brevedad demasiada, y el que mucho la ama casi siempre es obscuro. Horacio: Tal ay que por ser breve da en obscuro.

Será verisímil la narración, si las cosas que se narran correspondieren a las personas, tiempos, lugares y ocasiones; y si se contare aver sido como fue possible, o necessario, o verisímil que sucediessen. Y aunque principalmente emos de estudiar en hazer probable lo fingido, no nos emos de enfriar ni descuidar en el caso verdadero, sino sustentarle con buenas y firmes razones. A estas tres virtudes el padre de la eloquencia añade la suavidad. Porque el dezir suave encierra en sí admiraciones, movimientos del alma, casos inopinados, razonamientos de personas, affectos, iras, desdenes, dolores, recelos, alegrías, passiones, desseos y otras cosas semejantes. Y aun se deve tener por la principal de todas estas virtudes. En lo qual sumamente está obligado a poner todo su estudio y todas sus fuerças el poeta. Y si fuere épico, juntamente con ser breve, elegante, claro, verisímil y suave, sea también magnífico por la gravedad de su materia.

PIERIO.- Yo e visto qué es y en qué consiste el proemio y la narración; mas no se deve passar en silencio aquella parte que llaman prenarración.

CASTALIO.- ¡O, éssa es la fuente de lo que se a de seguir! Porque, después de aver propuesto sumariamente, y después de aver invocado tácita o expressamente, y después de aver dirigido la obra, como algunos usan en el principio de la narración antes de començar el caso, se suelen referir las causas principales dél, como lo haze Virgilio en toda aquella arenga: Bien que avía oído [Juno] que una cierta gente de la troiana sangre derivada resolvería en polvo a fuego y hierro las torres y alto alcáçar de Cartago; y que este pueblo, rei de mil regiones, pujante y fuerte en armas sobre todos sería la destruición total de Libia, que assí las hadas lo tenían dispuesto. Esto temía, y no se avía olvidado de la passada guerra que en los campos de Troia avía primero sustentado en favor de Argos su ciudad querida. Tenía también en la memoria fixas las justas causas de su fiera saña; tenía aún vivos los dolores grandes de que troianos le avían sido causa; tenía mui en el alma aquel juizio de Paris y la injuria y dura afrenta de su belleza entonces despreciada; traía muy sobreojo a los troianos, linage della siempre aborrecido; moría de pura invidia por la honra de su rival, el bello Ganimedes, por Iúpiter al cielo trasladado.

PIERIO.- Pues con brevedad y claramente me avéis dado los preceptos que se deven guardar en el proemio y narración del poema heroico, desseo saber cómo se a de governar en él el poeta.

CASTALIO.- Conozca primero la qualidad de la materia que elige para escrivir. Porque ay muchas maneras de materias, quál illustre, quál humilde, quál obscura, quál odiosa y quál ambigua. Si fuere illustre y alta, bastará que el proemio contenga una proposición breve y llana de las cosas que se dizen, sin gastar almacén de palabras en captar la benevolencia, atención y docilidad de los oyentes. Porque siendo noble y honesta, ella por sí misma se tiene andados essos passos, sin ir por rodeos, como veo en los excelentes poetas, cuyas obras tienen brevíssimos principios. La materia humilde conviene que se levante de estilo y se haga digna de antención, como lo haze Marón en el poema de las abejas, y Homero en la batalla de los topos y ranas. La obscura es mala de entender. Convendrá, pues, primero que entre a discurrir, hazer muy dóciles a los oyentes, como es costumbre en los que escriven cosas divinas o naturales. La odiosa, tácitamente y de socapa, los irá haziendo atentos, y benévolos y dóciles, según suelen los poetas satíricos, los quales con admirable arte se abren el camino para venir a reprehender los vicios y abominables costumbres. Y es porque naturalmente aborrecemos las reprehensiones, y no queremos ver pintadas nuestras faltas. La ambigua y dudosa, como es parte torpe y parte honesta, obliga a procurar la benevolencia con que lo feo se dissimule y lo honesto resplandezca. Ésta es propria de los cómicos y trágicos, que tratan de cosas deshonestas y lascivas, mas, cubriéndolas con un cortés artificio, estudian en engañar y atraer a sí las voluntades.

PIERIO.- Aora bien, ¿en el discurso y narración del poema heroico puede aver alguna alteración en el modo del narrar?

CASTALIO.- Concede el tiempo, según dize el doctíssimo Minturno, que referido un acontecimiento, pueda el poeta referir otro en otra parte sucedido en aquel mismo tiempo, y buelva luego a tomar la narración atrasada; que esto lo haze el épico, no sin gran contentamiento de los lectores, por la variedad de las cosas narradas, que naturalmente deleita. Pero no concede que començada una batalla, o levantada una tormenta, o otra qualquier cosa, en lo mejor se interrompa, y quando más se espera el fin, se dexe para tratar de otra hazienda, la qual passe entre otras personas, y en otro lugar en el mismo espacio de tiempo, sin tener consideración a lo que el tiempo rehúsa y el desseo que dexa en los ánimos de los oyentes, más enfadoso que deleitable. Porque según razón, ninguno se puede holgar que le corten el hilo de la historia quando más gusta della; ni tengo por verdadero el crecer en esso más la atención, antes se pierde y quita. Porque el coraçón se enciende en el desseo de entender el fin, no quando se dexa la actión començada por otra, sino quando por muchos accidentes que sobrevienen a la misma materia se dilata la execución del caso; que si aquello no fuera vicio, Virgilio pudiera aver usado la misma licencia, dexando a Turno encerrado dentro del fuerte de los troianos, y passarse al consejo y ayuntamiento de los dioses, y después bolver a librar a Turno, no sin daño de los enemigos. Mas esto, ni en Virgilio, ni en Homero, ni en ningún docto poeta se hallará usado. Ésse solamente es uso de escriptores de cavallerías, que como salen de las leyes de poesía en otras cosas mayores, para lo de menos calidad también querrán usar de su executoria. Y esto no lo digo por vituperar tan alto y tan noble poema de tan raro y excelente poeta como el Ariosto; antes, todos devemos leer tal obra porque tiene muchas cosas para agradar, con gran provecho de los que bien lo entienden. Y tiene el Ariosto gran disculpa, que no ya porque no conociesse lo mejor, antes por poder complazer a muchos, eligió y quiso seguir el abuso que en los libros de cavalleros errantes se halla.

PIERIO.- A mí me parece que no pudo hazer menos de interrumpir unas narraciones con otras por aver abraçado tantos hechos de cavalleros en su poema.

CASTALIO.- Y aun esso es lo más en que se deve reparar, pues dexamos atrás dicho que la fábula a de ser una, y aunque compuesta de diversas actiones, una a de ser conocida por principal, para quien se an de ordenar las otras, y no tantas que la ahoguen, sino que tenga su justa grandeza, porque la muchedumbre causa confusión. Ni tampoco a de ser tan seca y estéril, que no lleve el ornamento necessario de los episodios, de que se engendra la variedad, y de la variedad el gusto.

PIERIO.- Yo pienso que se nos a cerrado buena parte de los caminos que los poetas antiguos tenían para grangear la variedad, porque antes avía en los poemas dioses y diosas que ayudavan una parte y adversavan otra, avía mensageros del cielo, avía encantamentos, avía la libertad de las religiones. Agora todas estas partes las tenemos cerradas a piedra lodo, y se nos a casi quitado el privilegio antiguo de la poesía.

CASTALIO.- No tenéis porqué quexaros tanto desso; que si la antigua poesía tenía dioses celestiales, infernales y terrenos, la moderna tiene ángeles, sanctos del cielo y a Dios; y en la tierra, religiosos y hermitaños. Tenía aquélla oráculos y sibilas, ésta, negrománticos y hechizeras; aquélla, encantadoras, quales fueron Circe, Medea y Calipso, ésta, las Parcas; en aquélla eran mensageros de Iúpiter, Mercurio y Iris, y en ésta los ángeles traen las embaxadas de Dios. Y no porque en Atenas se litigava de diferente manera que en Roma, dexavan de guardar una misma forma y regla en sus oraciones los acusadores y abogados; ni porque nosotros ayamos mudado los nombres o los accidentes, emos mudado la cosa o la sustancia. Quanto a lo que dezís de la religión, conviene que la materia épica sea fundada en historia verdadera de nuestra religión christiana. Porque si fuesse de gentiles o bárbaros, las razones que a ellos les movieran y admiraran, para nosotros serían frívolas y ridículas; que entre ellos, Palas, Iuno, Venus, Apolo, Iúpiter y otros dioses eran adorados y reverenciados, de los quales esperavan su próspera fortuna y temían la adversa. Y assí les hazían sacrificios en todos sus acontecimientos. Pues si yo tomo una materia tal que me obligue a tratar las supersticiones de los antiguos, vos, que sois cathólico, os enfadaréis de oírme y torceréis los labios quando os narre cosas contrarias a nuestra religión. Y si bien las imagináis como de estraña secta, con todo esso, como vos estáis desengañado y vivís en la verdad evangélica, no os puede causar admiración lo que essotro hizo en virtud de sus dioses. Pero notad que aunque la materia sea cathólica, no tampoco a de ser muy sagrada; porque si lo es, os hallaréis muy corto y necessitado por no poder fingir y aumentar la verdad con los ornamentos poéticos, siendo ellos la parte más necessaria del poeta. Ni se a de tomar la historia muy antigua; porque como la poesía es imitación de los hechos y costumbres, aviendo vos de pintar y representar los ritos antiguos en la actión que tomáis, de ninguna manera daréis contento. Como tampoco Homero lo da a los que agora leen aquella manera de pelear en la batalla desde los carros. Ni será tan moderna, que aya testigos que puedan averiguar la verdad; que como el poeta finge para ornamento de su poesía, y el otro sabe que aquélla es conocida mentira, aunque sea verisímil, no se persuade a creer lo que él sabe de otra manera. Por tanto, será consejo acertado partir el sol y tomar un sugeto que no sea de muy remota historia, ni muy fresca; y desta suerte se evitarán aquellos dos inconvenientes. Porque siendo la historia de quinientos años a esta parte, y no menos que de trezientos, se podrán las costumbres de aquel tiempo (pues ay tan poca differencia) pintar al uso presente. Y assí cessará la dissonancia de trages, ritos y vida, y tendrá también lugar el poeta de disponer y ordenar su fábula como más le convenga, poniendo los episodios necessarios, pues no podrá aver quien con vista de ojos se lo contradiga. De más desto, no qualguiera materia es buena para el poeta, assí en la épica como en las demás especies de poesía. Que como para fabricar una nave no toda madera es buena, ni para forjar unas armas no todo hierro es bueno, ni para labrar una casa no toda piedra es buena; sino que se busca cierta manera de árboles, cierta manera de hierro y cierta manera de piedra propria para aquel ministerio, assí el poeta deve hazer primero electión de materia propria y conveniente al género de poesía que escrive. Porque si va errado en la materia, siendo su intento de sacar comedia, sacará tragedia, y al contrario. Y se cumplirá al pie de la letra aquel agüero de Horacio: Començaste a hazer una tinaja, andando el torno, ¿cómo salió cántaro?

PIERIO.- De modo que sabiendo el poeta tomar apta materia en su poesía, ¿ya con esto va cierto de conseguir el fin della?

CASTALIO.- A gran carga, grandes hombros son menester. No sola una obligación es la que tiene el poeta; a muchas cosas mira, y ésta es una de las principales. Y ante todo ha de considerar qué tan valiente se halla, y medir con prudencia lo que su ingenio alcança. Si no vale para escrivir un poema épico y trágico, haga una comedia; si no para una comedia, haga una sátira, una égloga, una elegía, una canción, un soneto, unas redondillas; que en el conocimiento de sí mismo consiste la discreción y mayor virtud del hombre. ¡Qué bien lo dize Ovidio! Más fuerte es el que a sí mismo se vence que quien vence las más fuertes murallas. No puede la virtud subir más alto.

PIERIO.- Todo esso me parece bien. Mas bolviendo a nuestro propósito, ¿en qué modo narra el poeta lo que en la fábula se contiene?

CASTALIO.- No cómo passó la cosa, sino cómo fue possible, o verisímil, o necessario que passasse. Porque entre el historiador y el poeta ay esta differencia: que el histórico narra las cosas como sucedieron, y el poeta, como convenía o era verisímil que sucediessen. No piense nadie que el verso haze a la poesía, ni la prosa a la historia; porque la historia de Tito Livio, o de Salustio, aunque se escriviesse en verso, ni más ni menos sería historia. Y si la Ilíada de Homero se traduxesse en prosa, ni más ni menos sería poesía. Porque, como avemos dicho muchas vezes, el verso no haze al poeta, sino la imitación de una hazienda simple y perfecta. Aristóteles dize: Non poetae esse facta ipsa proprie narrare, sed quemadmodum vel geri quiverint, vel verisimile, vel omnino necessarium fuerit. «No es officio del poeta narrar los mismos hechos como passaron, sino como pudieran o devieran passar, según el verisímil y necessario.»

PIERIO.- Esto que dezís agora parece que es contrario a lo que atrás queda dicho, que el poeta la actión que toma la ha de sacar de historia verdadera; y aunque sea esto verdad, se ve claramente en Virgilio y en Homero, cuyas actiones son verdaderas.

CASTALIO.- Muchas maneras ay de poesía épica, trágica, cómica, mélica. Una, todo lo que escrive lo inventa y pone nombres. Pues si finge y inventa nombres para poner a las personas, consta que también las personas son inventivas. Esto lo haze la poesía cómica; porque haziendo nombres según el verisímil, introduze varias personas que hablan en sus actiones. La poesía épica y trágica no lo finge todo, porque alomenos la principal actión ha de ser verdadera, y los nombres della, consequentemente, serán también verdaderos. Que aunque la epopeia y tragedia no finge la real actión, lo demas, digo los episodios, los inventa a su arbitrio, según el verisímil. Pues como la comedia lo finge todo, y la épica y trágica la mayor parte, bien y doctamente dize Aristóteles que el poeta no narra las cosas passadas como passaron, sino como devieran passar. Quanto más que aun la verdadera actión, en lo que no fuere verisímil, se deve mudar y narrarla como deviera ser. Porque algunas cosas suceden tan monstruosamente, que, narradas ante quien no las ha visto, son difficultosíssimas de creer. Y donde uviere esta difficultad en las cosas, aunque realmente aya sucedido, se deve quitar, o alomenos esforçarla con fortíssimas razones.

PIERIO.- Consiento en esso. Pero si la cosa no es en sí creíble, ¿puede se mudar?

CASTALIO.- Esso es muy lícito al poeta, como sea para engrandecer la persona principal que celebra.

PIERIO.- No puedo dexar de enarcar las cejas, oyendo lo que dezís. Y cierto, yo no imagino exemplo de tal licencia, aunque sé que dize Horacio más generalmente: A los pintores y poetas siempre se les ha concedido ser osados y licenciosos en qualquiera cosa.

CASTALIO.- ¿Qué, no se os offrece exemplo donde algún poeta mude la cosa? ¿Quién no sabe cómo Dido, a quien haze Virgilio enamorada de Eneas, tanto que por su ausencia se da la muerte, infamando con ella su honestidad, que esto es falso, y que al contrario fue castíssima, y que Dido y Eneas fueron en muy differentes tiempos? Luego, Virgilio aquí mudó no sólo el tiempo, mas la cosa; pues aviendo sido casta, la pintó deshonesta y mala. No se puede negar, según aquel epigrama de Ausonio: Illa ego sum Dido vultu, &c.

Hasta el postrer dístico: Invida cur in me stimulasti, musa, Maronem, Fingeret ut nostrae damna pudicitiae.

Concedemos essa verdad; mas hízolo Virgilio no sin gran propósito. Que como los romanos y cartagineses avían de ser enemigos capitales, y como su intento era alabar a los romanos, descendientes de Eneas, por más abatir a los unos y ensalçar a los otros, quiso dar este baldón a Cartago y ilustrar su obra con la historia de aquellos fingidos amores. De Penélope se entiende que no fue casta. Y el proprio Ulisses desconfía de su castidad en la epístola que en su nombre responde Sabino: Tot iuvenes inter, tot vina liquentia semper. Hei mihi! quid credam? pignore casta manes. ¿Entre tantos mancebos tan gallardos, entre tanta comida y tanto vino siempre ocupada? ¿Qué diré cuitado, sino que por milagro has de ser casta?

Con todo esso, Homero la pintó castíssima y honestíssima en el espacio del ausencia que Ulisses hizo, andando ella entre cien pretendientes enamorados. Mas hizo esto doctíssimamente Homero; que siendo Ulisses la persona que celebrava en su poema, no era bien poner mácula en la muger. Antes, quedava por la misma razón obligado a ensalçarla y pintarla tan honesta y prudente como la pintó. De manera que Virgilio y Homero mudaron las cosas; pues éste hizo a la casta Dido deshonesta, y essotro, a la deshonesta Penélope casta, y ambos con justas causas acerca de su propósito.

PIERIO.- Pues me avéis provado que se pueden mudar las cosas. ¿También se podrá creer la mutación de los tiempos?

CASTALIO.- Licencia tiene el poeta de alterar los tiempos, sino es lo principal, que esso ha de ser estable y fixo. Y por esso va mucho en saber conocer la actión y los episodios, de lo qual se constituye la fábula. Acerca desto dize Horacio: Vuestra disposición, si no me engaño podrá ser tal. Aquello que conviene dezirse agora, que se diga agora, lo demás reservarlo hasta su tiempo: esto escriva el poeta, aquello dexe.

PIERIO.- Admirado me avéis en dezir que los poetas pueden mudar los tiempos y las cosas, salva la proposición primaria. Mas querría saber ¿porqué a de dexar éssa en su estado y le es lícito variar lo demás?

CASTALIO.- Ya os e dicho que los poetas imitan. Pues, para poder imitar bien, se desnudan de sus personas en todos los lugares que pueden y introduzen otras hablando. Éstas, desde el principio de la actión hasta el fin, consecutivamente van haziendo las cosas como si entonces passassen, sin dexar lagunas ni blancos ningunos, como se ve claro en Homero y en Virgilio, dos espejos de poesía. Pues si la actión propuesta corre de grado en grado, continua hasta el cabo, mal puede alterarse el tiempo, ni cosa alguna que luego no se eche de ver notablemente la falta. De manera que los episodios son los que no se obligan a la continuación de la fábula, y los que según el verisímil y necessario pueden encaxarse allí, o aquí, o bien sean sacados de la misma historia y traídos para algún menester y servicio de la actión principal, o fingidos y inventados a beneplácito del poeta, como más le parece que convenga, sabiendo juntar la fictión con la verdad, con tanta semejança que sea bastante su artificio a deslumbrar y engañar los ojos del entendimiento. No se olvidó de avisarnos esto nuestro Horacio: Y con tal arte finge, assí lo falso junta con la verdad, que no desdize el medio del principio, el fin del medio.

¿Queréis ver palpablemente mudado el tiempo? Primero es la destruición de Troia que la navegación de Eneas y sus compañeros. Pues ya veis como Virgilio comiença por la navegación, que es el principio de su actión, y en el segundo libro cuenta la ruina troiana. Y es importantíssima aquella narración que descubre las çanjas y cimientos de su obra para que el oyente no tenga que dudar ni detenerse ignorante de las cosas, digo de las que fueron para su propósito buenas, que las demás, aunque sean de la historia, las deve passar en silencio; porque si allí las traxesse, estarían ociosas y de balde. Horacio: Siempre camina al blanco, y desdel medio de la fábula lleva a los oyentes tan dóciles, que no les dexa cosa por saber que a la actión sea necessaria, y lo que entiende que luzir no puede representado, pássalo por alto.

PIERIO.- Esso que dize aí Horacio, que desde en medio de la fábula enseña el poeta, o narra, parece que alude a lo que yo en las escuelas e oído ser virtud poética el començar a narrar desde el medio o desde el fin de la fábula. Y parece que contradize a lo que dexáis dicho, que la fábula es imitación de una actión entera, la qual tenga principio, medio y fin. Según esto, yo no veo guardarse buena orden donde el medio o el fin de la historia venga a ser principio de la fábula.

CASTALIO.- Y aun a mí me parece que estáis en lo cierto, y para dezir verdad, essa sentencia sería muy de reprehender si no se tomasse sanamente. Porque acordándose los gramáticos que de las cosas hechas en Troia en diez años, Homero no tomó a cantar otra cosa como proprio sugeto, sino lo que en el décimo y último sucedió, después que Achiles se enojó con Agamenmón; ni de las cosas que en siete años passó Eneas, Virgilio emprendió sino lo que en el séptimo padeció y hizo, dixeron que los poetas de las cosas de en medio o últimas comiençan. Mas atended. No porque en el último año sucedieron aquellas cosas, las tomaron los poetas a escrivir, sino porque fueron aquéllas las más señaladas, memorables y dignas de ser escritas y celebradas. Y destas cosas más importantes sacaron una actión entera propuesta en el exordio, a que se obligaron, la qual constasse de principio, medio y fin. Y como los episodios son parte del poema, como también lo es la actión principal, y en ellos se narran cosas del medio o del fin de la historia, dirigidas al blanco principal, dixeron que começava el poeta del medio o fin.

PIERIO.- Bravamente me satisfaze essa explicación. Pero este poema heroico, ¿qué tanto tiempo puede abraçar?

CASTALIO.- Aristóteles dize que no tiene término prescripto y limitado. De donde se colige tener el épico grandíssima licencia de alargarse. Mas según lo que los padres de la poesía Homero y Virgilio nos dizen en sus obras, el poeta épico deve tratar una cierta y perfecta materia de cosas sucedidas o acontecidas tan solamente en un año.

PIERIO.- ¿Cómo en un año? ¿Ulisses no anduvo peregrinando después de la rota de Troia nueve o diez años? ¿Achiles no se halló en la guerra contra los troianos otros tantos? ¿Desde que Eneas salió de Troia hasta la muerte de Turno no passaron ocho años? Pues ¿cómo dezís que Virgilio y Homero trataron sus fábulas en uno?

CASTALIO.- Porque tomaron la parte principal de la historia, y de aquélla constituyeron cada uno su fábula. Homero solamente tomó por su empresa lo que se siguió en el décimo año de la guerra troiana, desde el enojo de Achiles hasta la muerte de Héctor; y en la Ulissea, la buelta de Ulisses a Ítaca y la vengança que tomó de los enamorados pretendientes de Penélope, contenido en el postrer año de su peregrinación. ¿Queréislo ver? Mira lo que dize Homero en el principio de la Ulissea: Todos los griegos que escapado avían libres de muerte de la mar y guerra ya estavan en sus casas; sólo Ulisses, privado de su patria y mujer cara, andava en una cavernosa isla embuelto con Calipso bella diosa, que esperava tenerlo por marido. Mas quando ya después de largo tiempo llegó aquel año que los dioses santos determinaron que bolviesse a Itaca, aun entonces estando ya entre amigos, no dexó de provar grandes trabajos.

Y Virgilio también en el proemio de la Eneida da a entender que comiença la actión de los postreros sucessos de Eneas allí donde dize: Por estas causas Iuno embravecida iva oxeando lexos de la Italia a los troianos que sobrado avían del furor griego y del cruel Achiles, y de uno en otro mar los arrojava. Ellos por largos años anduvieron (como los hados disponían) vagando por quantos mares tiene el dios Netuno.

Llegando, pues, bien cerca de Italia, comiença su actión Virgilio, introduziendo a Iuno enemiga de los troianos: Passando un día a vista de Sicilia davan al diestro viento alegres velas y del salado mar saltar hazían blancas espumas con las naos herradas, quando la airada Iuno refrescando en su memoria la herida eterna, consigo començó a hablar desta arte.

Esto le passó a Eneas en el séptimo año después que se partió de Troia, como lo dize Virgilio claramente en el fin del libro primero: Que siete meses han las miesses dado en siete estíos fértiles espigas, después que andas de tierra en tierra errando, y quantos golfos tiene el mar sulcando.

PIERIO.- Aora, pues, ¿qué tan largo deve ser un poema heroico, en quanto a la grandeza de la obra?

CASTALIO.- Como las cosas naturales, mientras no las impide causa contraria, siempre van creciendo hasta que llegan a su perfectión, assí también el poema continuamente a de ir subiendo y aumentándose hasta que ya no pueda ser más gallardo y perfecto. ¿Queréis conocer más claro quándo a llegado a su justa grandeza? Quando las cosas se vinieren a trocar o de felices en infelices, o de adversas en prósperas. Mudada, pues, la fortuna, se dará fin al poema, como veis que concluyó su Eneida Virgilio, luego que con la muerte de Turno se mejoró su fortuna.

PIERIO.- ¿Pues no me dexáis enseñado arriba que pudiera Marón passar adelante y acabar en el casamiento de Lavinia?

CASTALIO.- Digo que pudiera añadir esse episodio, por conseguirse también de las cosas antecedentes; mas no pecó en no hazerlo, aviendo cumplido con la principal actión y conseguido el fin de su viage.

PIERIO.- Sé la obligación que tengo en el contexto de la epopeia. ¿Ay alguna cosa essencial que tratar más acerca della?

CASTALIO.- Sí. La admiración es una cosa importantíssima en qualquier especie de poesía, pero mucho más en la heroica. Si el poeta no es maravilloso, poca delectación puede engendrar en los coraçones. Causan admiración las cosas que suceden sin pensar, o porque creemos venir de la mano de Dios, o de su proprio movimiento, como fue quando en Argos, cayendo la estatua de Micio, dio sobre un hombre que avía muerto al mismo Micio. Y aunque el sucesso pareció ser a caso, con todo esso se imaginó no aver sucedido sin fundamento, sino por permissión divina, para castigar al homicida. Assí que gallardean la fábula en grande manera cosas que fuera de la imaginación y esperança acaecen maravillosamente. Estos acontecimientos son de tres modos: o por fortuna, o por caso, o por destino. El acontecimiento fortuito es en cosas animadas, como el ballestero que tirando al ciervo mata al hombre escondido en la maleza. El acontecimiento casual es en las cosas inanimadas, como el que sale de su casa, y apenas a acabado de salir, quando da en el suelo toda; o por destino, que es una constelación que le sigue a uno mucho tiempo, como la historia de Edipo que quando niño fue mandado echar a las bestias, y por divino auxilio guardado; siendo mancebo, mató a su padre Layo sin conocerlo; después, se caso con su madre ignorantemente; y al fin, se sacó los ojos él mismo, apesarado de lo hecho. Estas cosas, si van insertas en la actión principal de la fábula, traídas al tiempo que menos se esperan, son maravillosas y muy agradables. La admiración nace de las cosas, de las palabras, de la orden y de la variedad. Aquellas cosas tenemos por admirables que no son fingidas vanamente, sino con gran prudencia, a propósito y en su lugar. Las palabras serán maravillosas que son escogidas con grande juizio, sentenciosas, graves, de dulce son, con galanas figuras de la eloquencia, o bien sean proprias, o metaphóricas, como se ve en Virgilio, en Homero, en Petrarca, en Dante, en Garcilasso y en Arzila. Para engendrar, pues, maravilla, suelen los buenos poetas hazer fictiones de cosas provables y verisímiles; porque si la cosa no es provable, ¿quién se maravillará de aquello que no aprueva? La orden será también maravillosa quando disponemos las cosas con algún galano artificio; que muchas vezes suele ser un pensamiento baxo, y va dispuesto con tanta gracia y arte, que pone más admiración que los muy sutiles. La variedad hermosea a la poesía, la enriquece y la haze maravillosa. Ningún poeta puede tratarla tan bien como el épico, porque siendo su obra tan espaciosa y corpulenta, recibe muy fácilmente diversidad de cosas; porque por un poema heroico andan reyes, príncipes, cavalleros, labradores, rústicos, casados, solteros, mancebos, viejos, seglares, clérigos, frailes, hermitaños, ángeles, profetas, predicadores, adivinos, gentiles, cathólicos, españoles, italianos, franceses, indios, úngaros, moros, damas, matronas, hechizeras, alcahuetas, profetisas, sibilas, descripciones de tierras, de mares, de monstruos, de brutos, y otras infinitas cosas, cuya diversidad es maravillosa y agradable.

PIERIO.- Sin duda el poema heroico será, sobre todos los demás, admirable y dulcíssimo, con tanta variedad de cosas que en su ancho volumen abraça. Mas a esta poesía ¿qué género de verso le compete?

CASTALIO.- Octavas, que es el verso más heroico que tenemos; y aunque se pudiera también en tercetos escrivir la epopeia, hállase más impedido el poeta de la cadena que este género de verso lleva; y es malo de continuar en un discurso grande. Fuera de la octava, podríamos usar de verso suelto, si bien carece de las consonancias, por cuya falta pierde la poesía no poca dulçura. Una cosa os advierto: que con el género de verso que començáis, avéis de proseguir hasta el fin. Y ansí no anduvo en esto muy prudente el que traduxo la Eneida de Virgilio en castellano, usando, ya verso suelto, ya ligado, pues deviera elegir lo uno o lo otro tan solamente.

PIERIO.- ¿Y baxo esta especie heroica contiénese otra cosa alguna?

CASTALIO.- Sí; éclogas, elegías y sátiras, y toda poesía que para su perfectión no se requiere canto ni bayle.



***



Tabla poética segunda [in specie] De las épicas menores, 1606

De las épicas menores

De la écloga

PIERIO.- ¿Qué cosa es écloga?

CASTALIO.- La écloga es imitación de una breve actión de personas rústicas, en estilo humilde, sin bayle ni canto. Ya e declarado atrás que en qualquier especie de poesía entran aquellas partes essenciales: fábula, costumbres, sentencia y dictión. En ésta, pues, ni más ni menos las ay. La fábula es todo el contexto de la écloga. En ella más comúnmente se pintan y descriven las passiones y affectos de las personas, que sus propriedades y costumbres; porque la materia del poeta bucólico es principalmente amores, quexas, contenciones, y algunas vezes alabanças. Por donde por la mayor parte viene a ser patética y affectuosa qualquier écloga. Su lenguage deve ser humilde; los exemplos, comparaciones, símiles, contrarios y metáforas, sacadas del uso y trato rusticano. De manera que se guarde el decoro y propriedad de las cosas, personas y tiempo; como de todo ello nos sirve de verdadero dechado Teócrito entre los griegos, Virgilio entre los latinos, Sanazaro entre los italianos, y Garcilasso entre nosotros. Mirad aquella comparación que trae Virgilio en la écloga Títiro: La ciudad, Melibeo, que dizen Roma yo la hazía assí como la nuestra, donde siempre a vender traer solemos los dexebrados cordilleros tiernos; no más que con aquella differencia que ay entre los mastines y cachorros, y entre mansos cegajos y sus madres; Mas esta ciudad tanto se aventaja a todas las demás quanto a los mimbres flexadizos, altíssimos cipreses.

Y más abaxo: Estos pinos, Títiro, esta fuente y estos árboles mismos en tu ausencia te llamavan, &e.

Y otros mil lugares, en que se echará de ver que la écloga no a de salir del trato pastoril y agreste. No por esso digo que no aya de tener su gallardía el estilo bucólico y que no se aya de vestir el concepto de palabras escogidas y olorosas flores de la fina retórica; mas que todo ello sea genuina y natural imitación de las rústicas actiones.

PIERIO.- ¿En qué modo se compone un poema bucólico?

CASTALIO.- En todos los tres que avemos arriba declarado. En el modo exegemático, porque Virgilio solamente habla de su persona en la écloga: Sicelides Musae paulo maiora canamus.

Y nunca en la écloga: Dic mihi, Dameta, cuium pecus, an Meliboei?

Y habla al principio, y después introduze a otro hablando en aquélla: Formosum pastor Coridon ardebat Alexin.

Y luego dice Coridón: O crudelis Alexi, nihil mea carmina curas?

Pero note ante todas cosas el poeta eclógico que las éclogas que compusiere no se parezcan unas a otras, como lo observó tan bien Virgilio, cuya primera écloga es el ocio de un pastor y querella de otro echado de su hazienda. La segunda pinta un amante rústico. La tercera trata la altercación de dos pastores; y desta manera va differenciando de sugetos. Ay también en las bucólicas unos versos que llaman amebeos, con esta ley y obligación: que quando van cantando dos pastores a competencia, el que segunda a de dezir mayor concepto que el primero, o contrario concepto. En la écloga Palemon dize Dameta: Yo tengo que le dar un don precioso a mi Venus, que ya e notado un nido de palomas y tengo de llevárselo.

Responde Menalcas, aumentando la sentencia, según la ley amebea: Pues yo ya le e embiado a mis amores diez limones cogidos de mi mano, y mañana otros tantos le presento.

Luego, prosigue Dametas: Tírame Galatea una mançana; y la traydora húyese a los sauzes, y antes de entrar aclara por dónde entra.

Menalca responde luego al contrario: A mí mi dulce Amintas al encuentro me sale, y más común me es su visita que con Diana sus queridos perros.

Bien se entienden aquí los conceptos ser contrarios, pues el uno dize que le huyó su dama Galatea, y el otro, que Amintas le ruega con su amistad.

PIERIO.- Después de los preceptos dados acerca de la écloga, resta por saber en qué género de verso se ha de escrivir.

CASTALIO.- O en verso suelto, como lo hizo el Paterno en sus Piscatorias, o en tercetos, metro (a mi parecer) aptíssimo para las bucólicas.

De la elegía

PIERIO.- ¿Qué cosa es la elegía?

CASTALIO.- Imitación de una perfecta actión lamentable.

PIERIO.- Ya sé que a de ser una y perfecta la actión; porque antes de agora nos avéis enseñado ser común a toda poesía la unidad. Pero ¿porqué lamentable? ¿En la poesía elegiaca no hallamos escritas cosas alegres y festivas?

CASTALIO.- Assí es verdad; mas no propriamente, si miramos al fin para que fue inventada. Porque al principio no era otra cosa que un lamento que se hazía a un difunto; después, decendió a cosas más ligeras; y por los que eran dados a regalos y amores, vino a ser lasciva y amorosa. Y ansí en los poetas elegiacos veremos elegías donde se alegran, se lamentan, ruegan, amonestan, reprehenden, alaban, se escusan, piden perdón o muestran algún otro affecto del ánimo. Por tanto, los amantes siendo de su naturaleza aptos y dispuestos a lamentarse, parece que con razón tomaron por propria esta poesía, cuya principal materia son los lamentos y quexas. La elegía es poema corto. Las partes formales della son fábula, costumbres, sentencia y dictión, de que avemos tratado largo; mas no callaré que esta poesía las más vezes es morata, aunque también suele ser patética. El modo es exegemático y algunas vezes mixto; propone y narra, aunque ligeramente; adórnanla mucho digressiones amenudo, pero breves y bien asidas y allegadas al principal pensamiento; hermoséanla no poco los exemplos, las comparaciones, el símil, el dissímil, el contrario, el argumento de mayor a menor y de menor a mayor, y las amplificaciones de la elocución poética. Préciase de sentencias breves y agudas; su estilo deve ser llano, agradable y gallardo. Y pues para nosotros es nuevo este género de poesía, yo aconsejaré a los que la aman se pongan delante de los ojos a los elegiógrafos griegos y latinos para imitarlos, como fueron Propercio, Tibulo, Ovidio, Calímaco, Filetas, Antímaco y otros.

PIERIO.- ¿Quál verso conviene a la elegía?

CASTALIO.- Esso lo enseñó Sanazaro, de quien tenemos dos bellíssimas elegías: en la una llora la muerte del marqués de Pescara, y en la otra la de Pedro León, físico excelentíssimo. Aquélla comiença: Scorto dal mio pensier tra sassi e l’onde.

Y estotra: La notte che dal ciel carca d’oblio.

Lo mismo enseñan otros después dél, digo el Minturno, Luis Alemán y otros dignos de ser imitados. Allí veréis que son tercetos los versos que pide esta poesía, y no otros.

De la sátira

PIERIO.- Pues que se ha tratado de la elegía, oigamos qué cosa es la sátira.

CASTALIO.- No os diré de la sátira antigua iámbica porque ya está escluyda por la lei y por el tiempo. La nueva sátira es imitación de una viciosa y vituperable actión, con versos puros y desnudos, para enmendar la vida. Entienda, pues, el satirógrapho que no es su officio dezir mal y morder, como fin desta poesía, sino corregir vicios y costumbres malas, notando a unas y otras personas dignas de reprehensión con dissimulados nombres, si no son de vil y baxa condición, que éstos apenas pueden recebir afrenta, o si no se trata de muertos, y principalmente de aquellos que fueron estrangeros y de remota patria. Ase de aver el poeta satírico como el médico, que para curar la malatia del enfermo, aunque aplica medicinas acerbas y amargas, las compone con algún buen sabor para que por él no se desdeñe el enfermo de recebirlas. Otro tanto hará nuestro poeta, que para que su reprehensión sea bien recebida, y quando el vicioso acuerda a conocer la píldora la tenga tragada, a menester açucararla y dorarla primero con algún dicho o cuento gracioso. Esto supo hazer mejor que nadie en sus sátiras Horacio, que aun el nombre dellas le quitó y abrogó totalmente de sus obras, llamándolas, ya epístolas, ya sermones. Es artificio suyo no ensangrentar la lança contra uno, sino tratando de una cosa, picar a éste y al otro de camino; de manera que parece que no haze nada, y les da de medio a medio, como si fuera su intento tratar particularmente de cada uno. Usando de hypérbole, dixo: «Ay que dezir tantas cosas, que cansarán a Fabio», el qual nunca se cansava de hablar. Y comparando: «Si fueras más ciego que Hipsea, vieras aquellos vicios», porque aquella muger era ciega. Y en otra parte: «Más loco que Labeón», el qual era furioso. Y con el exemplo amonesta a no ser avaro: «No hagas lo que el rico Uvidio haría.» Y que no sea disoluto: «Queréys que yo viva como Nevio o como Nomentano.» Era aquél muy avaro, y éstos muy prodigales. Tal vez nombra claramente a aquellos que él quiere morder, como fueron Rupulo, Persio, Lucilio, pero como dixe ya, difuntos. Tal vez encubre el nombre, como quando, yendo por la vía sacra, le salió al encuentro un conocido suyo, cuyo nombre dissimula, en el qual pinta un hombre mal considerado. ¡Quán astutamente narra las murmuraciones que dél proprio se hazían, porque era hijo de padre libertino, queriendo vituperar a aquellos que estiman más la nobleza de la sangre que a la virtud! ¡Quán cortesanamente alancea a aquellos cuyo Dios es el vientre, quando, burlándose de la secta de Epicuro, introduze a Cacio, sequaz suyo, a dar preceptos de los manjares! Remito os, por no cansaros ni cansarme, a sus obras satíricas, donde hallaréis las verdaderas leyes de la sátira.

PIERIO.- He oído dezir que es la sátira un cuerpo sin cabeça, y si esto es verdad, a mi parecer será defectuosa esta poesía.

CASTALIO.- Dizen los gramáticos (y esto es a lo que vos aludís) que el satírico entra hablando ex abrupto, y es ansí. Pero debaxo de aquella entrada, que haze repentina, va dissimulado un exordio que llama el rectórico insinuación, y ésta es el principio de la sátira; que como este poeta viene a reprehender, y nadie gusta de ser reprehendido, comiença cautelosamente, y como quien haze otra cosa, va culebreando hasta dar en el vicioso que pretende morder. Y según esto, aunque dissimulado y encubierto, usa del exordio que a la materia satírica conviene. Toda esta poesía es morata, porque en ella no se haze otra cosa que enmendar las costumbres; y por tanto, el satírico deve saver mucho de la filosofía moral. Ama un dezir proprio y puro, y en las sentencias, la agudeza; usa digressiones, passando de su argumento y materia a dezir alguna fábula o novela endereçada a su principal pensamiento. El modo casi siempre es exegemático, aunque algunas vezes dexa su persona propria, como Horacio quando introduxo a Tiresias parlando con Ulisses. Usa también a vezes aquella forma de hablar en que se interpone «dice» o «digo». Estos preceptos echaréis fácilmente de ver en Horacio, Iuvenal y Persio, y en el ingenioso Ariosto, el qual nos enseña que la sátira se deve escrivir en tercetos. Y el obispo Minturno en su Poética tiene que le estará bien, y aun mejor que los tercetos, el verso suelto. Yo añado a estos dos géneros el verso castellano, digo las redondillas; porque, si el lenguage satírico deve ser senzillo y proprio y sin ornato de epítetos, las redondillas, más que otro verso, son compostura lisa y sin volatería de palabras por averse de meter el concepto en tan breve giro y espacio. Estas son las poesías menores de la épica. Otras ay mínimas, como son el epigrama, nenias, epicedios, threnos, hymnos de Orfeo. Pero porque éstas y otras nacen de aquélla, y están contenidas en ella, quien supiere la mayor, sabrá también la menor, pues limita debaxo los mismos documentos y leyes.


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Francisco Cascales: Tabla poética tercera [in specie] De la tragedia, 1606

De la tragedia

PIERIO.- Dadme la diffinición de la tragedia, porque por ella sepa yo el officio del poeta trágico.

CASTALIO.- La tragedia es imitación de una actión illustre, entera y de justa grandeza, en suave lenguage dramático, para limpiar las passiones del ánimo por medio de la misericordia y miedo. Como yo lo digo lo dize Aristóteles. Ya avéis sabido qué cosa es imitación, y cómo la actión es una, entera y de justa grandeza, y en suave lenguage, que es el verso, y dramático, porque el trágico introduze siempre a otros hablando. Lo que de nuevo os conviene saber es cómo el poeta trágico, por medio de la misericordia y miedo, limpia los ánimos de las passiones, tratando su actión ilustre. La actión trágica es ilustre, magnífica, real y grande. Las cosas illustres, o son de personas buenas, o malas o medias. Déstas, solamente aquellas elige el trágico que son idóneas para mover a misericordia y miedo. Las actiones de los buenos no pueden causar terror y compassión, aunque más sean conduzidas a mísero y desastrado fin; porque no siendo por culpa o pecado suyo el infortunio o muerte que les suceda, será su fin de mal exemplo y será mal recibido de los oyentes, viendo que los buenos son castigados. Ni más ni menos, las actiones de los malos no produzen el effecto que buscamos de comiseración y terror, porque siendo malos, qualquier mal sucesso que les venga será tenido por justo y bueno; cuyo castigo no solamente moverá a lástima y horror, pero le alabarán y tendrán por bueno. Según esto, las personas que son en parte buenas y en parte malas son aptas para mover a misericordia y miedo; y es porque le parece al oyente que aunque el que padece merece pena, pero no tanta ni tan grave. Y esta justicia mezclada con el rigor y gravedad de la pena induze aquel horror y compassión que es necessario en la tragedia. Reliquum est (dize Aristóteles) ut ad haec maxime idoneus is habeatur, qui medius inter tales sit; is autem erit, qui nec virtute, nec iustitia antecellat, minimeque per vitium pravitatemve in ipsam infoelicitatem lapsus fuerit, verum humano quodam errore ex magna quidem existimatione, atque foelicitate quemadmodum Aedipus, Thyestes, caeterique ex huiusmodi generibus illustres viri. Si uno, siendo excelente en virtud y bondad, padece o es castigado, mueve a indignación contra la justicia de la tierra. Y si el facinoroso y malo padezca calamidad, siendo aquella calamidad y miseria por sus pecados, no es digno de conmiseración. Serálo, pues, aquel que padece por algún pecado hecho sin malicia, por imprudencia y por algún error humano. Dize el Filósofo en el tercero de la Ética que todas las cosas que los hombres hazen, o se an de llamar voluntarias, o no voluntarias. Voluntarias son las que provienen de la electión nuestra, no voluntarias son aquellas que hazemos forçados. Haze uno una cosa por fuerça de tres maneras: o compelido de la violencia, o por ignorancia, o por miedo de mayor mal. Esta división conviene a los poetas trágicos, para que sepan aptamente eligir y constituir la actión trágica; porque la actión violenta no pertenece a la tragedia, y la voluntaria mucho menos. Actión violenta es quando uno haze una cosa más de fuerça que de grado, como si un tirano me mandasse matar a mi padre, con tal que si le mato, quede yo salvo, y si no le mato, que yo muera. Voluntaria es quando maliciosamente y por culpa mía incurrí en la miseria que padezco. Ninguna destas actiones son dignas de compassión. Resta, pues, que sea aquella actión propria del trágico adonde por ignorancia padezco algún gran trabajo. Demás desto, se deve saber esta differencia de peccar ignorantemente, o por ignorancia. Ignorantemente pecaría, si un hombre gravemente enojado o beodo matasse a alguno, porque el enojado o beodo ignora por culpa suya lo que es justo y lo que conviene. Haze la cosa por ignorancia quien imprudentemente y sin saber que aquello que haze es malo, lo haze. Bien sabía Edipo que era grande delicto matar un hijo a su padre; pero quando le mató, ignoró ser aquél su padre. Estas y otras tales actiones toman los trágicos y las procuran imitar con gran cuidado, artificio. Otra cosa también se requiere en esta actión y persona trágica de que hablamos, que el pecado sea muy grave y enorme, y que cayga en la infelicidad de un alto grado de honor; porque si el pecado fuere leve y la miseria no grave, la comiseración también será poca, deviendo ser muy grande para que mueva los ánimos de los oyentes. Será, pues, grande, si la muerte que se intentare o cometiere fuere de hijo a padre, de hermano a hermano, de sobrino a tío, o al contrario; porque, siendo tanta la obligación de amor que se deven tener éstos, vendrá a ser gravíssimo el pecado y muy terrífico y comiserable; pero si matasse uno a su enemigo, poco terror y lástima podría causar. Aristóteles: Si hostis hostem obtruncet, obtruncatur usve sit, nequaquam miserabile illud orietur, &e. Y más abaxo: Perturbationes vero ipsae quando evenerint inter necessarios, veluti si frater fratrem, si filius patrem, mater filium, filius matrem, vel necet, vel necaturus sit, aut etiam tale quod facinus patret patratur usve sit, captandae sunt. Supuesto lo dicho, avéis de saber que ay quatro modos de actiones trágicas. El primero es quando uno comete el delito sabiendo lo que haze, como la Medea de Eurípides, que mató a sus hijos por tomar vengança de Iasón en ellos; modo cierto, simple y de poco artificio, y de menos conmiseración por ser conocida la maldad de quien la haze. El segundo modo es quando uno con ignorancia haze un pecado grave y después conoce la atrocidad del hecho por el parentesco que descubre y antes ignorava, como el Edipo de Sóphocles, que mató a su padre Layo no sabiendo que era su padre. El tercer modo es quando ignorantemente alguno va a acometer la maldad, y en el acometella reconoce y es avisado del pecado que intenta, y lo dexa de hazer. Sea exemplo desto la Ifigenia de Eurípides, que aviendo de sacrificar a su hermano Orestes, le reconoció, y reconocido, no le degüella. El quarto modo es quando uno, sabiendo la cosa, la acomete y no la acaba, lo qual (como dize Aristóteles) es grande absurdo, como cosa no trágica y agena de perturbación; y por otra parte, llena de maldad. Y por tanto, esta tal actión nadie la sigue, o alomenos es muy rara, como en la Antígone de Sóphocles, donde Hemon arremete a su padre Cleonte con la espada desnuda para matarle y no le mata. En fin, destos quatro modos, el mejor y más trágico es hazer el pecado con ignorancia. Después déste, acometer el pecado con ignorancia, y en reconociéndole, abstenerse dél. En tercer grado viene hazer el pecado con sabiduría. El quarto y peor modo es intentar el pecado con sabiduría dél y no effectuarle.

PIERIO.- Ya sé que dan materia a la tragedia los casos terríficos y comiserables; y que la fábula que no moviere a misericordia y terror no pertenece al poeta trágico. Sé también que fuera de la fábula, las costumbres, sentencia y dictión son comunes a todo género de poesía, de que arriba avéis hablado largamente. Ya me parece que los preceptos destas generales partes los sabré yo acomodar. Tras esto, ¿qué se sigue?

CASTALIO.- Deteneos un poco aquí, por vida mía, antes que passemos adelante y dezidme si tenéis algo que dudar.

PIERIO.- No se me offrece nada, y deve ser por no tener bien entendida esta materia; porque esto que avéis preceptado conforma con lo que vulgarmente se dize, que la tragedia a de acabar en muerte y la comedia, no.

CASTALIO.- No es del todo verdadera essa opinión, porque aunque por la mayor parte la tragedia a de acabar en muerte o en otra qualquier gran infelicidad, no es siempre esto necessario, que también puede tener un fin felice y alegre. La fábula trágica tiene tres divisiones. Primeramente, ay fábula simple y doble. Simple, quando de un alto y excelente grado se viene a una gran miseria; y éste es el más verdadero y trágico caso de todos. Y engáñanse los que otra cosa piensan, como se engañaron los que antiguamente reprehendieron al poeta Eurípides porque siempre acabava sus tragedias en infelicidad. Affírmalo Aristóteles: Quam ob rem illi quidem decipiuntur ob id ipsum quo Euripidem damnant qui in tragoedijs suis illud observat, earumque plures in infoelicitate terminentur, id quod omne ex arte est. Llámase doble aquella tragedia donde ay mudança de infelicidad en felicidad, no en una persona, sino en diversas, quando un vando principal de la tragedia, de prosperidad cae en miseria, y otro, de miseria en prosperidad, como en la Ulissea de Homero, donde Ulisses, de muchos trabajos viene a suma gloria, y los galanes de Penélope, de felicidad a suma miseria. Y acabar la tragedia en prosperidad no es de doctos poetas, sino de hombres que miran y tienen respeto al gusto del teatro, y no al oficio del poeta. Que el fin alegre no es proprio de la tragedia, sino de la comedia. Aristóteles: Huic sane proprias tribuit theatralis imperitia. Quippe vates hanc auram sequuntur componentes quidem ad vota spectatorum, caeterum voluptas illa non tragoediae, sed comoediae propria est. De otro modo es doble también la fábula quando en ella ay personas ilustres y humildes, como el Amphitrión de Plauto. Y a ésta llaman algunos tragicomedia, pero falsamente; porque la poesía scénica no abraça más que a la tragedia y comedia. Y si la fábula tiene materia trágica, acabando en felicidad, será tragedia doble; y si tiene materia cómica con personas graves y humildes, será comedia doble; y desta manera es el Amphitrión de Plauto.

PIERIO.- ¿Cómo descansáis aí y no me dezis essotras dos particiones?

CASTALIO.- Porque no hazen a nuestro propósito; y porque tratando arriba de la fábula, las declaramos quando diximos que la fábula era simple y compuesta, patética y morata: simple, la que no tiene reconocimientos ni casos inopinados; compuesta, la que los tiene; patética, en la que más se señalan las passiones del ánimo; morata, en la que se descubre más las costumbres.

PIERIO.- ¡Válame Dios! Luego según esso no son comedias las que cada día nos representan Cisneros, Velázquez, Alcaraz, Ríos, Santander, Pinedo y otros famosos en el arte histriónica; porque todas, o las más, llevan pesadumbres, revoluciones, agravios, desagravios, bofetadas, desmentimientos, desafíos, cuchilladas y muertes, que aunque las aya en el contexto de la fábula, como no concluyan con ellas, son tenidas por comedias.

CASTALIO.- Ni son comedias ni sombra dellas. Son unos hermafroditos, unos monstruos de la poesía. Ninguna de essas fábulas tiene materia cómica, aunque más acabe en alegría.

PIERIO.- A lo menos llamarse han tragicomedias.

CASTALIO.- ¡Quita allá! ¿No os e dicho poco a el vicio de las tragedias dobles y comedias dobles?

PIERIO.- ¿Luego serán comedias dobles?

CASTALIO.- Ni por pensamiento; por que la comedia doble es aquella que lleva algunos príncipes y personas ilustres, juntamente con las humildes; pero a de tener sugeto cómico y acontecimientos de donde se pueda sacar la risa y pasatiempo.

PIERIO.- Llamémoslas, pues, tragedias dobles; ya que el cuerpo de toda la fábula es trágico y para en felicidad.

CASTALIO.- Apretáisme de manera que no os puedo negar esso. En fin, son tragedias dobles, que es tanto como dezir malas tragedias. Y aun este nombre les doy de mala gana, porque tienen muy poco de sugeto trágico con que se a de mover a misericordia y miedo.

PIERIO.- ¿Pues tan faltos son de entendimiento los poetas de España, que no aciertan a hazer una buena comedia?

CASTALIO.- ¿Faltos de entendimiento? Absit. Antes, en caudal de entendimiento se aventajan a las demás naciones. Pero los poetas estrangeros (digo), los que son de algún nombre, estudian el arte poética y saben por ella los preceptos y observaciones que se guardan en la épica, en la trágica, en la cómica, en la lýrica y en otras poesías menores. Y de aquí vienen a no errar ellos, y a conocer tan fácilmente nuestras faltas. ¿Entre nosotros, qué poeta ay, aun de los más famosos (excepto siempre los doctos), que nos diga qué cosa es soneto y qué obligaciones tiene? Sacadme desta materia, que me ponéis los bolos para murmurar, siendo cosa tan fuera de mi costumbre.

PIERIO.- Pues bolved a tratar de vuestra tragedia, aunque bien poco os deve faltar, estando, como están, declaradas las partes essenciales della y su diffinición.

CASTALIO.- No olvidemos aquella consideración del gran Peripatético: Universa vero Tragoedia partim solutione continetur; quae extra sunt, & aliqua praeterea quae intra habentur, plerunque connexio continet, reliqua vero solutio. Toda la tragedia el poeta la a de considerar dividida en dos partes: en connexión y solución. La connexión abraça buena parte de la actión principal y la mayor parte de los episodios; y la solución lo demás, aunque el poeta a de prescrivirse y asignarse una meta o término hasta donde vaya en crecimiento la fábula. Que para dezillo breve, es quando se trueca la fortuna de la persona fatal, de felicidad en miseria, o al contrario. Hasta llegar a esta mutación se llama connexión; y della al remate de la tragedia se llama solución. Quatro géneros de tragedias ay, como sabernos: de un modo, compuesta, patética y morata. Mire el poeta de qué género es la tragedia que escrive, y haga copia de las cosas tocantes al genero de su fábula, y arrímese siempre al género en que más bien y más felicemente escrive, y aquél siga, si quiere merecer el aplauso del teatro. Para que uno sea excelentíssimo trágico, a de saber igualmente hazer qualquiera destos quatro géneros de tragedias, docta, galana y artificiosamente. Será menos perfecto el que tuviere excelencia en el un género no más.

PIERIO.- Galán precepto es este de la connexión y solución.

CASTALIO.- ¿Sabéis qué tanto? Que estas dos partes hazen una o diferente la tragedia, aunque sean hechas de un mismo argumento muchas. Pero deste punto yo trataré más extensamente luego en la comedia.

PIERIO.- A lo que yo veo, toda la fuerça y difficultad de constituir bien la fábula está en la connexión, que acabada éssa, lo demás, ello se va cayendo de su estado hasta dar en el centro.

CASTALIO.- Señor, no, no es assí esso. Oíd al eruditíssimo Robortelo: Multum est in utraque elaborandum. Multi enim Poetae sunt qui apte connectunt, sed parum apte postea solvunt Fabulam. Mucho se a de trabajar en estas dos partes, porque muchos poetas ay que atan bien y desatan mal. A esto haze famosíssimamente aquel lugar de Cicerón en el primer libro de las Epístolas familiares ad Q. fratrem: Illud te ad extremum, & oro, & hortor, ut tanquam Poeta boni, & actores industrij solent sic tu in extrema parte, & conclusione muneris, ac negotij tui diligentissimus sis; ut hic tertius annus imperij tui tanquam tertius actus perfectissimus, atque ornatissimus fuisse videatur. «Finalmente (dize) te ruego, hermano, y exorto que como los buenos poetas y representantes curiosos suelen, assí tú en la extrema parte y conclusión de tu cargo seas diligentíssimo; de manera que este tercero año de tu imperio, como el tercer acto, parezca a todos muy perfecto y muy gallardo.» ¿No avéis oído dezir, Pierio, «El mejor bocado para la postre»? Assí a de ser la fábula, que si fue buena en la connexión, sea mucho mejor en la solución, por que muchas vezes acaece perderse toda la hermosura de la fábula por andar floxo el poeta en la solución.

PIERIO.- Mucho me encaxa esso, pero la autoridad de Cicerón en parte parece manca y aun impugnamente.

CASTALIO.- ¿Cómo, o dónde?

PIERIO.- Dízele a su hermano que le importa mucho acabar bien su officio, como lo hazen los buenos poetas, que hazen mejor que todos los demás el acto tercero. Éste no es el último. ¿Vos no lo veis?

CASTALIO.- Tres maneras hallo de divisiones acerca de la fábula: una, como vamos aora diziendo, connexión y solución; otra en cinco actos, inventada por los gramáticos para distinctión y claridad del poema, pero no mira esta división a la essencia de la fábula; otra es prótasis, epítasis y catástrofe. Assí también entre nosotros se divide aora la fábula en tres jornadas: la primera, donde se entabla la fábula; la segunda, el aumento della con nuevos casos; la tercera, la que propriamente llamamos solución. Cicerón, pues, consideró estas tres jornadas o actos, y assí contó el tercero por último, como lo es.

PIERIO.- Agora se me a venido al pensamiento (no sé si es muy a propósito) cómo en España no se representan tragedias. ¿Es, por ventura, porque tratan de cosas tristes, y somos más inclinados a cosas alegres?

CASTALIO.- Muy a proposito avéis dudado, y yo quería ya venir a las partes quantitativas de la tragedia y me avía olvidado esse punto. En el escrivir la tragedia, aun los que saben bien el arte andan con mucho tiento, y assí por no caer en las manos de los detractores, rehúsan este género de poesía. Que el tratar cosas tristes no puede ser causa de esso, pues dexamos arriba provado que la tragedia deleita por medio de la imitación. Que aunque es verdad que quando veis un toro en el cosso que arrebata al hombre y lo arroja una vez y otra sobre los cuernos, y a puras cornadas le haze pedaços, este acto visto y oído causa gran dolor y lástima. Hazed vos a un pintor excelente que os pinte un lienço desse acto, y veréis quanto contento recibís de ver todo esso pintado al vivo como passó. Assí, quando vos pintáis y escrivís el desastre o la muerte del otro, la imitación bien hecha del caso satisfaze y agrada infinito a nuestro entendimiento. Y si hablamos destotro contento más material, que procede de causas ridículas, el trágico también puede traerlas algunas vezes con que entretenga a los oyentes. Y estos entretenimientos llama Horacio sátyros, aunque no son tan humildes como los de la comedia. El trágico poeta, que por premio de su obra un cabrón glorioso lleva, introduxo los sátyros desnudos, salva la gravedad de la tragedia, porque, aunque grave, conoció ser justo entretener con agradables juegos al bien bevido, alegre y libre oyente.

Y más abaxo prosigue: No es digna de arrojar ligeros versos la tragedia; mas quando libres sátyros introduxere, haga diferencia, como haze la matrona grave, si es sacada a dançar en el sarao. Pisones, quando escrivo algunas gracias de sátyros, no hablo solamente palabras proprias y desadornadas, a cada cosa dándole su nombre; ni de los trágicos colores graves tanto me aparto, que de ver no se eche quánto difieren el criado Davo y Phitia osada, que robó el dinero a su amo Simón, personas cómicas, y aquélla del satýrico Sileno, ministro del dios Baco y ayo suyo.

PIERIO.- Ya no os queda más que tratar que las partes quantitativas de la tragedia.

CASTALIO.- A essas las llama Aristóteles prólogo, episodio, éxodo, choro. Prólogo es una parte de la tragedia donde se arma y asienta la fábula, abriendo las çanjas y fundamentos de la actión que se imita. Episodio es lo que se representa entre choro y choro. Éxodo es la última parte de la tragedia, después del qual no puede haver choro. El choro, unas vezes cantava, otras hablava. Quando cantava, cantavan todos; quando hablava, uno del choro, no más. A vezes se dividía el choro en dos partes, y se iva la una y quedava la otra. El choro contenía quinze personas, y a vezes se repartían en tres bandos de cinco en cinco. Este choro, ya era estable, ya mudable; quiero dezir que ya cantava andando, ya parado. El officio del choro era lo que dize dél nuestro Horacio: Haga las partes y el officio el choro de un buen varón: no cante entre acto y acto sino cosa que importe y sea a propósito. A los buenos socorra; a los amigos aconseje; componga los airados; ame los virtuosos y devotos; alabe mucho de una pobre mesa los escassos manjares; encomiende la justicia divina, humanas leyes; abra las puertas de la paz tranquila; guarde el secreto encomendado; ruegue a los dioses, humilde, que se trueque la próspera fortuna de los malos con la mala y adversa de los buenos.

Y con esto baste, que lo de los actos y scenas y personas en la comedia, se dirá; pues son comunes a entrambos estos dos poemas.

PIERIO.- No avéis dicho de quánto tiempo a de ser la actión trágica, ni quánto a de durar su representación.

CASTALIO.- Dígolo, pues, con Aristóteles: Tragoediae quidem intra unius potissimum solis, vel paulo plus, minusve periodum actio est. «La acción trágica, dize, (y lo mismo entended de la comedia) es actión de un día, poco más o menos.» Esta ley la veréis observada en los latinos y los griegos, assí cómicos como trágicos. De tal manera, que quien más larga actión a tomado, a sido de dos días. Siendo esto assí, ¿no os reýs de nuestras comedias? Que entre otras, me acuerdo aver oýdo una de San Amaro, que hizo un viaje al Paraíso donde se estuvo dozientos años, y después quando bolvió a cabo de dos siglos hallava otros lugares, otras gentes, otros trages y costumbres. ¿Qué mayor disparate de que esto? Otros ay que hazen una comedia de una corónica entera; yo la e visto de la pérdida de España y restauración della.

PIERIO.- Bien se ve que tomando el poeta una actión tan larga, lleva las cosas muy atropelladas, corriéndolas al galope sin dar lugar al ingenio. Pero también me parece que es poco tiempo un día y dos días.

CASTALIO.- No es, si bien lo consideráis. Porque como el trágico y el cómico hazen verdadera imitación, pues no meten narraciones como el heroico, que habla de su persona propria, sino que introduzen personages que van representando las cosas activamente como ellas se suelen hazer; de aquí viene que la comedia y la tragedia no pueden abraçar actión grande ni tienen licencia de dexar lagunas y espacios entre el principio de la actión primaria y su fin. Y siendo la actión principal corta, fuera de que puede ser imitada y representada con descanso y a sabor del ingenio poético, se pueden traer con facilidad episodios para ornamento de la poesía y delectación de los oyentes. Quando el poeta se estendiesse a una actión, quando mucho de diez días (aunque será ecceder del precepto de Aristóteles), paréceme que se podría sufrir. Porque si, como dizen algunos maestros de la poesía, de una epopeia se pueden hazer y sacar veinte tragedias y comedias, y la epopeia (quando menos) comprehende tiempo de un año, luego haziendo la prorrata del tiempo, no será mucho dar diez días a una tragedia o a una comedia. A quien no le pareciere bien esta razón, téngase a las crines de la ley, que más vale errar con Aristóteles que acertar conmigo. El tiempo que ha de durar en su representación una comedia o tragedia es tres horas, poco más o menos. Y si os parece, con esto demos fin a la tragedia.

PIERIO.- Me parece y me agrada, como me pesara de aver perdido por corto lo que al presente e ganado por importuno.



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Tabla poética cuarta [in specie] De la comedia, 1606

De la comedia

PIERIO.- A lo que yo imagino, ancho campo tenéis donde correr agora en la comedia, que es lo más praticable que tenemos de la poesía y adonde más exercitados están los poetas españoles.

CASTALIO.- Si no uvieran precedido tantas cosas dichas de la poesía in genere, sin duda sudáramos agora, y no poco. Pero con las premissas que tenemos, seré más breve de lo que vos pensáis, aunque no dexaré cosa que a la essencia de la fábula cómica convenga.

PIERIO.- Pues ¿qué cosa es la comedia?

CASTALIO.- La comedia es imitación dramática de una entera y justa actión humilde y suave, que por medio del passatiempo y risa, limpia el alma de los vicios.

PIERIO.- Ya como estoy medio enseriado, casi me atreveré a declarar buena parte desta diffinición. Que sea imitación la comedia consta, porque no sería poesía si le faltasse la imitación. Que sea dramática, véese claro, pues el poeta cómico nunca habla él proprio, sino que siempre introduze otros que hablen. Que sea de una actión, ¿quién lo duda? Pues queda dicho que no a de tomar el poeta a imitar sino sola una actión y que ésta no a de ser simple, sino compuesta de otras actiones accessorias que llaman episodios, insertos en la principal de tal manera que todas juntas miren a un mismo blanco, y acabada la principal, queden todas acabadas. Que sea entera, también lo entiendo; queréis dezir que conste de principio, medio y fin. Que sea justa, es que tenga justa y competente grandeza la obra poética. Que sea humilde y suave, pienso yo nos obligáis en esso a que la comedia se haga con estilo humilde, fácil y agradable.

CASTALIO.- Parad un poco. Hasta aquí avíades andado hecho otro Horacio. En las dos últimas propriedades de la comedia, que son humilde y suave, aunque no os puedo reprehender, no os devo alabar. Verdad es que el lenguage de la comedia a de ser humilde y familiar, poco más de como comúnmente se habla. Pero ser humilde la actión de la comedia dize que tenga personas humildes. De modo que las personas que constituyen la fábula cómica son gente popular, que a lo sumo sean soldados y mercaderes, y antes de aquí abaxo que de aquí arriba. Y siendo la actión de officiales, truhanes, moços, esclavos, rameras, alcahuetas, ciudadanos y soldados, será también el lenguage ordinario, conviniente en fin a esta gente. Será suave, no sólo por ser la frasis fácil y agradable, sino principalmente porque la comedia a de ser compuesta en verso, que es la cosa más suave que pueden oír nuestras orejas.

PIERIO.- Aquí se me ofrecen dos cosas. La una, que pues vos avéis dicho atrás que ay imitación poética sin verso, ¿cómo dezís agora que esta poesía es suave porque se a de componer en verso? La otra, que Plauto hizo su Amphitrión no sólo con cavalleros illustres, pero aun con dioses. Y yo sé que entre los romanos huvo comedias pretextatas y trabeatas, que eran de gente principal y illustre. ¿Cómo agora dezís que las personas cómicas an de ser humildes?

CASTALIO.- A lo primero digo que aunque no es forçoso el verso para que la poesía sea poesía, ayuda mucho para el ornato y suavidad del poema. Y qual sabéis, lo que yo trato desde el principio es de la poesía métrica, y no de la otra, como menos usada y menos agradable. A lo segundo digo que para ser una comedia perfecta, a de ser actión de gente humilde. Y sin Aristóteles, lo dize también la razón; porque si el fin de la comedia es limpiar el alma de los vicios por medio del passatiempo y risa, los hechos de los principales y nobles cavalleros no pueden induzir risa. ¿Pues quién? Los hombres humildes: el truhán, la alcahueta, el moço, el vegete, el padre engañado, el hijo engañador, la dama taymada, el amante novato. Los acontecimientos déstos, y sus contiendas y porfías mueven a contento a los oyentes. Si un príncipe es burlado, se agravia y offende; la offensa pide vengança, la vengança causa alborotos y fines desastrados. Todo lo qual es puramente trágico. Según esto, la gente baxa es la que engendra la risa. Siendo, pues (como dixe), el fin de la poesía cómica desengañar el mundo con actiones ridículas, síguese que la comedia a de ser actión de gente humilde, y quanto más se levantare a mayores, tanto peor será la comedia. ¿Sabéis con qué passaría yo y lo llevaría no mal? Con que la principal actión sea de gente humilde, aunque los episodios fuessen de cavalleros illustres, como lo hizo Homero en su Ulissea, que la principal actión fue illustre y muchos episodios de gente humilde, hasta introduzir porcarizos.

PIERIO.- ¿Qué nos queda de la diffinición, a mí por entender, y a vos por interpretar?

CASTALIO.- Nada. Porque de camino avemos dicho que el fin de la comedia es induzir buenas costumbres y expurgar los vicios por medio de la risa, con que se da fin a la diffinición. Siendo, pues, éste su fin, su materia será todo acontecimiento apto y bueno para mover a risa. Y el officio del poeta cómico será deleitar y mover a los oyentes con ridículas actiones. Tras esto se sigue lo ordinario, que es la fábula, costumbre, sentencia, dictión. Desto tampoco será menester tirar lexos la barra, como cosa tan repetida y común a todas las poesías. La fábula es una, entera y de justa grandeza. Esto ni más ni menos importa a la fábula cómica, que no pueda el cómico abraçar más que una actión de una persona fatal (persona fatal es aquella a quien principalmente mira la comedia), y esta actión deve ir acompañada de otras para ornato y engrandecimiento suyo, atadas con ella con los lazos del verisímil possible y necessario, y de tal modo entre sí vinculadas, que si una parte déstas se quitasse o mudasse, quede el todo desbaratado y manco. Assí que la fábula cómica consta de la principal actión y de episodios, que es lo mismo que emos dicho de la epopeia y de la tragedia.

PIERIO.- Dadme por mi gusto agora un exemplo de la comedia donde se conozca distincto y separado el hecho principal de los episodios.

CASTALIO.- Que me plaze. Veis aquí todo el contexto de la Andria terenciana en general. Cremes, un ciudadano honrado de Athenas, tenía dos hijas: la una, tenía por perdida o muerta; la otra, prometió de dársela por muger a Pámphilo, hijo de Simón. Después, hallando que Pámphilo andava enamorado de una donzella tenida por forastera y por hermana de Chrisis ramera (aunque en efeto era la encubierta hija de Cremes), estorva el casamiento. Y las bodas que se aparejavan se desbaratan. Cremes rehúsa que Pámphilo se case con su hija, que pensava ser única y sola. Simón finge que porfía en que el casamiento venga a effecto, y con esto tienta el ánimo del hijo, si rehúsa el casarse por estar enamorado de la hermanilla putativa de Chrisis. Pámphilo, viéndose apretado del padre, no sabe qué hazerse, que aunque le respeta, le parece cosa dura dexar la muchacha que ama. Al fin, por consejo de Davo, obedeciendo al padre, promete casarse con harto miedo y peligro. Simón, su padre, se torna a ver con Cremes, y el casamiento que avía intentado de falso lo efectúa, quedando assentado entre los dos. El mismo Davo, pariendo la muchacha que se dezía Gliceria, haze de manera que Cremes despida al desposado, y Pámphilo salga de peligro. En tanto, no cessando Simón de procurar la execución del matrimonio, Critón viene de Andro a Athenas, y descubriendo el hecho, dize que Gliceria es Passíbula, hija de Cremes, tenida por muerta; y reconocido esto, se desposa con Pámphilo. Ay en esta comedia no pocos episodios. La actión primaria es fingir Simón de querer casar a su hijo Pámphilo con la hija de Cremes, por ver si está enamorado; Pámphilo rehusarlo, y por no desagradar al padre, obedecerle por consejo de Davo, y después que ve Simón que su hijo consiente, hazer verdadero el casamiento falso. Todo esto es de la fábula. Fuera de la fábula son estos episodios. Al principio, la declaración que se haze de la vida passada y presente de Pámphilo, y las causas porqué Cremes rehúsa al yerno; luego, las cosas que cuentan de Chrisis; luego, el amor de Carino; luego, los aparejos del parto; luego, el tormento de Davo; y en fin, la venida de Critón a descubrir que Gliceria es la hija perdida de Cremes, llamada Passíbula. Ya avéis visto asidos y hermanados los episodios con la principal actión, de tal suerte, que no se puede quitar ni mudar parte ninguna sin quedar el todo destruido. También avéis visto distinctos los episodios del argumento. ¿Queréis más acerca desto?

PIERIO.- Un escrúpulo me queda. En el título o inscripción dessa comedia se dize que fue de Menandro, poeta cómico griego. ¿Cómo vos y todos la llamáis el Andria de Terencio? Que aunque Anguilara traduxo a Ovidio en las Metamorfoses, la traductión se dize de Anguilara, y las Metamorfoses de Ovidio; y assí corre esta cuenta por los demás traductores. En la misma manera, se deve llamar esta Andria de Menandro, y traductión de Terencio.

CASTALIO.- Según lo que vamos tratando, la fábula contiene actión principal y episodios. La actión principal que vos halláis en otro poeta la devéis guardar y retener entera, porque ya el argumento es público, y no es lícito alteralle. Los episodios con que crece y se adorna la comedia podéis variallos libremente, y si ay unos en Terencio, fingir vos otros. Y también, pues la fábula se divide en connexión y solución, aquel mismo argumento lo podéis vos atar y desatar de otra manera de como está en Terencio. Lo mismo hizo Terencio con el Andria y con las otras que de los argumentos de Menandro compuso.

PIERIO.- Y se dexa entender esso bien, que assí como de un mismo evangelio haze un predicador un sermón con una disposición y solución, y otro con otra, y otro con otra differente, assí muchos poetas de un mismo argumento de Terencio o de Menandro podrán hazer differentes comedias, y cada uno se podrá llamar dueño y autor de la que hizo. Y aun es una prueva de ingenios no mala, pues la competencia es piedra aguzadera, donde se afilan los entendimientos y caudales de cada uno. Huelgo de saber essa traça para hazer mío lo que fue ageno, sin que ningún malévolo me pueda acusar el hurto.

CASTALIO.- Fuera de que Horacio nos enseña esso en su Arte, en Terencio lo vemos a vista de ojos, cuyo prólogo dize en el Heautontimorumeno: Ex integra Graeca integram Comoediam, hodie sum acturus Heautontimorumenon, duplexque ex argumento facta est simplici.

«Oy (dize el prólogo) os tengo de representar la comedia Heautontimorumeno entera, sacada de otra entera griega, la qual se a hecho doble de argumento simple.» Es de ver lo que varían en esto, o por mejor dezir desvarían los comentadores. Dize Guidon que es doble porque tiene dos viejos y dos moços; dize Servio que es doble porque fue hecha en dos lenguas, griega y latina. Y quien más me espanta es Iulio César Scaligero, varón doctíssimo, el qual declara este lugar en el principio del Hipercrético desta manera: «Esta comedia se representó en las fiestas megalenses, y assí la mitad desta comedia se recitó el día de la fiesta por la tarde, y la noche se gastó en los juegos; y la otra mitad se representó al alba. Hízose una como si se hicieran dos.» Hasta aquí es de Scaligero. ¡Válame Dios, y qué de caminos ay para errar! Ni con estas interpretaciones se prueva el intento del prólogo, ni la verdad de la cosa. Ciertos poetas murmuravan de Terencio, diziendo que aquella comedia y otras que hazía eran agenas, sacadas, en effecto, de Menandro, y que por el mismo caso no merecía gloria ninguna. Defiéndele Caliopio diziendo: «Verdad es que el argumento desta comedia y el de Menandro es uno, pero la comedia es otra por la diferencia que tiene de los episodios y traça.» Y assí dize más abaxo: «Novam esse ostendi. Ya os e provado que es nueva, porque aunque es el argumento de Menandro, por la nueva connexión y solución que yo le e dado, es nueva y por consequencia mía, y no de Menandro.» De la misma manera se defiende en el Andria: Menander fecit Andriam, & Perinthiam, qui utramvis norit, ambas ipse noverit; non ita dissimili sunt argumento, tamen dissimili sunt oratione factae, ac stilo.

«Menandro (dize) compuso la Andria y Perinthia. Quien supiere el argumento de la una o de la otra entenderá las dos; casi no se differencian en el argumento, pero tienen differente traça y estilo.» ¿Veis cómo aquellos intérpretes (salva su buena opinión) erraron el golpe? De aquí sacaremos tres conclusiones. La primera, que la fábula se compone de argumento simple y episodios. La segunda, que el argumento una vez notorio y público no se puede mudar, y los episodios sí, a beneplácito del poeta. La tercera, que con nuevos episodios y nueva connexión y solución, viene a ser nueva la comedia o qualquier otro poema.

PIERIO.- También me diréis que la fábula cómica es morata y es patética, y que es simple y compuesta, y que es de un modo y doble. En esto concuerda con la tragedia.

CASTALIO.- Assí es. Y repitiéndolo sumariamente: Fábula morata es donde particularmente se pintan las costumbres, y la cómica más que ninguna lo es por lo poco que tiene de casos lastimosos. Patética es donde las passiones del ánimo se manifiestan más. Fábula de un modo es quando en la comedia no se halla persona que no sea cómica. Y doble es aquella en que juntamente con las personas humildes se introduzen heroicas y divinas.

PIERIO.- De suerte que para la perfectión de la comedia importa que todas sean personas humildes. Ya os e oído antes tratar desto y lo entiendo bien; mas pregunto: ¿No será doble también si la actión en parte fuere trágica y en parte cómica, como si en ella uviesse desgracias y acabasse en felicidad, y a esta tal la llamaríamos tragicomedia?

CASTALIO.- Si otra vez tomáis en la boca este nombre, me enojaré mucho. Digo que no ay en el mundo tragicomedia, y si el Amphitrión de Plauto se a intitulado assí, creed que es título impuesto inconsideradamente. ¿Vos no sabéis que son contrarios los fines de la tragedia y de la comedia? El trágico mueve a terror y misericordia; el cómico mueve a risa. El trágico busca casos terríficos para conseguir su fin; el cómico trata acontecimientos ridículos. ¿Cómo queréis concertar estos Heráclitos y Demócritos? ¡Desterrad, desterrad de vuestro pensamiento la monstruosa tragicomedia, que es impossible en ley del arte averla! Bien os concederé yo que casi quantas se representan en essos teatros son dessa manera; mas no me negaréis vos que son hechas contra razón, contra naturaleza y contra el arte.

PIERIO.- ¿Pues no me dixistes poco a que algunas vezes podría recebir la comedia personas illustres, como fuesse en algunos episodios y no en la actión principal?

CASTALIO.- No dixe que lo hiziérades, sino que si lo hiziéssedes, passaría por ello. Mas no permití que estos personages graves alboroten la comedia, sino que sean huéspedes pacíficos y sin ruido. Y más os digo de nuevo que aun de las personas humildes ay algunas que no las admite la comedia.

PIERIO.- Ya es mucho ponernos en pretina. ¿Y quáles son éssas?

CASTALIO.- Guarda (amigo Pierio) la comedia cierta estrecha clausura que no permite salir al tablado donzellas, casadas, ni viejos de mal exemplo. Dize Minturno y dize Cinthio en sus poéticas que el cómico no deve introduzir donzellas, porque la comedia por la mayor parte es lasciva, y en ella intervienen alcahuetas, rameras, truhanes y otras semejantes personas de torpe y deshonesto trato. Y assí parece que no conviene al decoro de una donzella muchacha conversar con esta gente, tanto más por ser hijas de padres humildes, las cuales no tienen costumbre de hablar en público, porque ponen en juizio su honor, y en sospecha su fama. Al contrario es en la tragedia, que las donzellas son illustres y muy señoras, y se traen consigo essa licencia de parlar con todos, sin perjuizio de su opinión. Principalmente que les es lícito tratar amores, de donde resulte algún trabajo y perturbación grande, como cosa anexa a la tragedia. Y si a caso la comedia admite alguna donzella libre, es siendo tenida por esclava; y éstas al fin son reconocidas de sus padres y dadas en casamiento a sus amantes. Tampoco deven entrar en la comedia mugeres casadas, digo tocadas de passión amorosa, porque ultra de ser de mal exemplo, de sus amores se siguen zelos, escándalos y muertes; todo lo qual es trágico y contrario al fin de la comedia. Finalmente, viejos casados amantes no han de salir en la comedia, porque causan con sus amores risa, deshonor de las proprias mugeres y hijos. Pero si el tal viejo fuere soltero, no le excluymos, pues sin perjuizio de parte causa contento y risa con su requiebro y amor. De los viejos honestos no hablo aquí, que déssos es muy propria la comedia.

PIERIO.- La tercera división os falta, que es ser la fábula simple y compuesta. Simple es la cómica fábula que no tiene reconocimientos, ni casos inopinados, ni mutaciones de fortuna; y compuesta la que los tiene. ¿No es esto ansí? Si no me e olvidado, esto deve de ser.

CASTALIO.- Esso es, y los exemplos dello arriba están dados. Y síguense las costumbres; éstas an de ser buenas, convinientes, constantes e iguales. De todo esto queda hecho discurso proprio en su lugar; acudiréis allá quando os faltare la memoria. Aquí se consideran las propriedades y condiciones de las personas y naciones.

PIERIO.- A lo menos, descrividme brevemente las personas cómicas, o citadme lugares donde yo lo vaya a ver.

CASTALIO.- Començando de los viejos, unos son avisados, otros necios, otros benignos y corteses, otros avaros y duros, otros severos y graves, otros dissolutos y luxuriosos. Quál sea la costumbre del avisado y grave, en el Andria, Simón y Cremes os lo mostrarán; quál del avisado para otro y ciego para sí, en el Heautontimorumeno, Cremes; quál del ignorante, Teurópides en la Mostelaría; quál del benigno y cortés, Micioa en los Adelfos; quál del avaro y áspero, Demea y más Eudión en la Aulularia; quál del desordenado y lascivo, Cremes en el Formión; pero mucho más Philoxenes en las Báchides, y Demeneto en la Asinaria. Y porque el viejo vitupera de buena gana las cosas presentes, alaba las passadas, reprehende a los mancebos y se jacta demasiado de sí mesmo, este vicio a los viejos del Heautontimorumeno se atribuye. De las costumbres del joven modesto, séaos claro exemplo Pámphilo en el Andria y Lisíteles en el Trinnumo. Del dissoluto y desordenadamente dado a mugeres, Mnesílocho y Pistóclero y Lesbónico y Calidoro y Dinareo de Plauto. Y porque el hombre en llegando a la edad de varon procura riquezas y honor, los affectos de un mercadante están expressos en la comedia deste nombre en la persona de Stico y del ambicioso guerrero en el Amphitrión; assí como del vanaglorioso y fanfarrón soldado, en el Soldado de Plauto y en el Trasón de Terencio. Y del rústico simple, en Cremes, hermano de la muchacha forçada por Cherea en el Eunucho. Y cierto como en Plauto hallaréis declarados los affectos de los aldeanos, assí los de los nobles en los Cavalleros y en los Acárnicos y en los Azores de Aristóphanes. Y en el Truculento de Plauto veréis el lenguage proprio que conviene a los ciudadanos y a los rústicos y a los soldados. Cómo sean differentes las costumbres del amo y del criado, Cremilo y Carión os lo darán a entender en Plauto. Del siervo astuto, traydor, vinoso y mordaz, exemplo os sea Davo, Siro, Pseudolo, Crisolo, Palestrión, Epidico; assí como del bueno y fiel, Sosia en el Andria, y Geta en los Adelfos; del burlador chocarrero, Gnatón y Antótrogo y Panículo. Quáles sean las costumbres de la madre de familias honrada, sobervia y dura, en el Asinaria de Plauto y en el Formión de Terencio se muestra; assí como de la modesta y discreta en el Heautontimorumeno y Hecira. Quál sea la diligencia y cuydado de la aya, en el Formión. Quál deva ser la muger con su marido, en Pinacia lo descrive Plauto. Quán lisongeras, astutas, traydoras y desvergonçadas sean las rameras, lo dan a entender bien Fronesia en el Truculento, y Thaida en el Eunuco. Y no son dessemejantes sus criadas. Y si bien las moças de las madres de familias no son tan malas, con todo esso se muestran maliciosas (porque la raça de los criados es ya tal de su naturaleza) y muchas vezes deshonestas y enamoradas, como es Stephania en el Sticho. ¿Qué diremos del alcahuete? Quál sea su natural ingenio y vida, aptíssimamente los pinta Terencio en los Adelfos, y Plauto en el Pseudolo. ¿Qué diremos de la alcahueta? Quán taymada sea, artificiosa, vellaca, peladora de los amantes, induzidora de las mugeres a la luxuria, en el Curculión, en la Cistelaria y la Persa se os enseña. Quánto sea el amor del padre al hijo, Menedemo os lo declara en el Heautontimorumeno, assí como Sóstrada el amor de la madre. Que las suegras sean terribles y malacondicionadas, en la Hecira se ve. Del amor y obediencia del hijo al padre, Pámphilo os dará claro exemplo en el Andria, y Eschino en los Adelfos. Ni más ni menos se an de reconocer las qualidades de las naciones para que dellas se haga verdadera imitación. Las costumbres van con la naturaleza del lugar, que varios paýses, varias maneras de hombres produzen. Conviene, pues, tener noticia de lo que se a escrito de diversas gentes y naciones para pintarlos conforme a su opinión. Dizen que los griegos son naturalmente vanos; los italianos, sobervios; los sicilianos, agudos; los franceses, leves; los flamencos, pacíficos y benignos; los españoles, arrogantes, y los africanos, cautelosos. Y en una misma nación suele aver differentes costumbres. Si consideráis los españoles, los castellanos son senzillos y graves; los andaluzes, lenguaces y presumptuosos; los valencianos, fogosos y grandes servidores de damas; los catalanes, arriscados y montaraces, los vizcaýnos, cortos y linajudos; los portugueses, amantes, derretidos, altaneros y apar de Deus. Y esto baste de las costumbres por agora.

PIERIO.- De la sentencia ya sé que fuera de la tragedia, a quien más sirve es a la comedia; porque, como ésta mira principalmente a las costumbres y es un espejo de la vida humana, usa en muchas ocasiones sentencias endereçadas a este fin. Y sé también que no a de dezir sentencias quienquiera de la comedia, sino gente de experiencia o docta. Bueno sería que a un rústico le oyéssemos consejos sacados de las entrañas de la filosofía, o discurrir largamente diziendo el cauteloso trato de la corte. De la dictión, también me parece que avéis tratado en su lugar lo que basta. Y si ay algo más, como tanto lo desseo saber, lo oiré de muy buena gana.

CASTALIO.- No sé qué os diga más de la dictión, sólo que el estilo más humilde y lenguage menos affectado conviene a la comedia, aunque algunas vezes también ella se engríe y pone de puntillas, como ni más ni menos la tragedia se suele humillar algunas vezes. Horacio: La comedia no deve ser tratada en el trágico estilo, y la tragedia de Thiestes no sufre versos cómicos: cada materia tiene lugar proprio. A vezes la comedia la voz alça y el enojado Cremes por la boca echa espuma, y a vezes suele el trágico en humildes razones lamentarse. Quando anda pobre y desterrado Telefo y Peleo no dize no palabras fanfarronas y largas de pie y medio, si pretende mover los coraçones de los oyentes con su tierno llanto.

Y esto dexado aquí, passemos al fin de la comedia, que es mover a risa, y sepamos esto como lo a de alcançar el cómico. Comedia (como dize Antonio Riccobono): In humiliore est genere, & in materia peiorum personarum versatur, non simpliciter, sed in eo vitij genere quod ridiculum est. Y Aristóteles dize que: Ridiculum est peccatum quoddain ex turpitudine sine dolore. De aquí sacamos que la materia cómica haze mover a risa y que la risa es una burla sin dolor de alguna cosa torpe y fea. No tomo yo la risa y ir aquel contento que recebimos quando encontramos a nuestro amigo, o hallamos buenos a nuestros hijos y muger, o quando nos embían algún presente. Estotra es una risa maliciosa, aguda, ingeniosa, fundada en la fealdad y torpeza agena, assí de cosas como de palabras. Los motes que consisten en las palabras, de muchos lugares se pueden sacar. Sácanse de la equivocación, como quando el cavallero Plautino diziendo a un alcahuete: «¿Dónde hallaré yo a Gorgojo?» Responde el otro: En el trigo haré yo que tú halles no un gorgojo no más, pero quinientos.

También está la risa en el fingir el nombre, como el mismo Plauto. Y los demás exemplos que traxere serán suyos y algunos de Terencio. Sirva esto para escusarme deste trabajo: ¿Qué temes? Que daño en Epidaño no me venga.

Y: ¿Por dicha tú eres médico? Con una letra más dirás mi nombre. Según esso, sin duda eres mendigo.

En latín tiene más gracia, porque se semejan más medicus y mendicus. También con la mutación de las sýlabas se engendra el donayre: ¿Llámase, pues, Calicia? No. ¿Calíope? No. ¿Calínico? No. ¿Caliclémida? No. ¿Calímaco? No. Agora lo acierto. ¿Llámase Caro o llámase Cármida? Esse es su nombre.

Y respondiendo, no al entendimiento, sino a las palabras: Yo me alegro se aumente por mi causa de tus hijos el número. A mí me pesa de tener más hijos con ayuda de otro.

Y otros cien mil lugares ay para motejar con palabras. La risa que consiste en las obras es toda festiva narración, toda befa, toda burla sin pesadumbre, en la qual se pintan las costumbres y actiones de los hombres. Entre otros muchos lugares para provocar a risa que nace de las cosas es la similitud: Semejante a la tierra es la ramera, que no puede sin muchos manejarse.

Y: Semejante a la espina es la ramera, que a quien quiera que toca le haze daño.

Y con la refutación: Puñadas cenará quien aquí entrare. Ya e cenado en mi casa, yo me buelvo.

Y con la alusión: Vida áspera es la mía. ¿Pues qué, comes espinas?

Y con el retornar las palabras: Yo te vi harto niño, siendo niño, Yo te veo harto grande, siendo grande.

Y con la conjectura: Creo no tiene dedos en las manos. ¿Porqué lo crees? ¿Porqué? Porque le veo llevar en las orejas los anillos.

Y con fingida paciencia: Cargaréte de coces. Agora desembarco, estoy cansado, no e de cargar mi nave en buenos días.

Y: ¿Qué harás quando se entre el enemigo? Irme e saliendo atrás.

Innumerables son los lugares del motejar, pero con todo esso os quiero dezir una manera de partición no menos importante. La torpeza, si es con dolor, provoca a misericordia. Y assí el cómico solamente considera aquel vicio torpe y feo que engendra risa. Siendo, pues, sin dolor, o son cosas del cuerpo, o del ánimo, o extrínsecas. Si del cuerpo, es de tres maneras: Una es verdadera, como Tersite que tenía los ojos saltados, la frente arrugada, la nariz larga y tuerta, las cejas cerdosas, la boca grande y torcida, las quixadas salidas, el cuello largo y delgado, corcobado, pançudo y çanquivano. Un hombre desta fealdad, ¿a quién no hará reýr con su rostro y talle? Fingida, como quando uno coxea remedando a algún coxo. Fortuita, como quando uno cae repentinamente y se queda en alguna postura fea sin hazerse daño. Si la cosa es del ánimo, también es de las mismas tres maneras: Verdadera, como uno que llevava acuestas una arca, y después de aver encontrado con ella malamente a Catón, le dixo: «¡guarda!». Fingida, quando Catón, fingiendo ignorar que llevasse otra cosa el palanquín, replicó: «¿Pues traes otra arca de que me guarde?» Fortuita, como quando nos acontece, sin pensar, descubrir nuestro pensamiento en alguna palabra o obra. Finalmente, las cosas extrínsecas son destas tres maneras: Verdadera, como quando salís de vuestra casa sin gorra o sombrero y queriendo hazer cortesía al que encontráis, vais a echar mano y no halláis de qué. Fingida, quando os vestís de ropas inusitadas para hazer reir. Fortuita, quando a uno se le caen los balones y descubre las partes baxas. Como a un cura de Paulenca, que yendo unos caniculares sin balones, acabando de dezir la missa conventual, quitándose el alba, se alçó tras ella las faldas de la camisa y emplaçó al pueblo.

PIERIO.- No me digáis más por agora. Dexadme reýr un rato esse caso fortuito, que rebiento de risa.

CASTALIO.- Ni yo os pienso dezir más acerca della; y si desseáis más, leed a Vicencio Madio, leed a Antonio Riecobono, leed a Castelvetro, leed a Trissino, leed a Minturno, y no olvidéis a nuestro Pinciano.

PIERIO.- Yo me contento con lo que avéis dicho de los lugares de la risa. Algún día por curiosidad veré los autores citados. Agora acordaos que reservastes para la comedia el tratar de los actos, scenas y personas.

CASTALIO.- ¿Que no me queréis perdonar nada? Pero poco importa, que bien breve es. Las partes quantitativas de la poesía scénica son: prólogo, proposición, aumento y mutación. El prólogo (no trato agora del que usava la comedia antigua) sirve para preparar los ánimos de los oyentes a que tengan atención y silencio, y miren con buenos ojos la comedia; y para defender al autor de alguna calumnia, faltas y descuydos que le murmuran, o para explicar algunas cosas intrincadas que podrían impedir la noticia de la fábula. En la proposición, o primera jornada, se entabla el argumento de la comedia. En el aumento, o segunda jornada, crece con diversos enredos y acontecimientos quanto puede ser. En la mutación, o tercera jornada, se desata el nudo de la fábula y acaba. Estas tres jornadas que e dicho, las dividen otros en cinco actos, y cada acto en cinco scenas; algunas vezes más, y menos scenas.

PIERIO.- ¿La comedia nueva tiene choro?

CASTALIO.- No que sea forçoso; si alguno lo quisiere usar, guardará la orden del choro trágico. La persona que representa no deve salir al teatro más que cinco vezes, ni an de hablar juntamente más que cinco personas, aunque Horacio no concede más que tres, quando mucho quatro. No tenga más ni menos de cinco actos la fábula que quiere ser oýda, y oýda, muchas vezes demandada.

Y más abaxo: No hablen juntas más que tres personas si otra sale, o escuche, o consigo hable.

PIERIO.- ¿Cómo dezís esso? Pues salir muchos, ni es contra el fin de la comedia ni contra la imitación, fin general de la poesía.

CASTALIO.- An observado los cómicos con la experiencia, que hablando juntas más de quatro o cinco personas, todo lo demás es confusión y trápala; y con esta limitación quitan muchos inconvinientes, sino es que hablan los quatro o cinco y los demás callan. Pero ¿para qué han de salir más de cinco?

PIERIO.- ¿Para qué? Para una rebelión, para un exército, para qualquier factión de guerra.

CASTALIO.- Sí, para alguna dessas ocasiones será menester mucha gente. Pero ni la tragedia ni la comedia admite guerras, porque en el tablado no se puede hazer verdadera imitación de un exército. ¿No veis vos que imitar es representar al vivo las cosas como suelen o deven passar? ¿Pues cómo sacaréis al tablado dos exércitos? Fuera de que guerras no es sugeto de la poesía scénica, sino de la heroica.

PIERIO.- ¿Sabéis de qué no avéis tratado aquí ni en la tragedia? Del verso que les compete.

CASTALIO.- La respuesta desso serán las azeytunas de la comedia. Entre los latinos los trímetros, que constan de jambos solos y algunas vezes mixtos, sirven a la poesía scénica por ser versos más acomodados al lenguage que entre nosotros hablamos. Pero entre los vulgares no ay verso que al jámbico corresponda. Los italianos usan verso suelto, ya enteros, ya conrrotos. Yo pienso que nuestras redondillas son muy aptas para esta poesía, por ser verso menos suave que el italiano, pues no recibe sino muy poco ornato; que como es tan breve una quintilla, apenas ay en ella lugar para el concepto, quanto más para los epítetos y flores. Y las consonancias son pocas, lo que no es en una octava ni en una estancia de canción. Esto me parece.


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Francisco Cascales: Tabla poética quinta [in specie] De la poesía lýrica, 1606

De la poesía lýrica

Antes que digamos la diffinición de la poesía lýrica, sabed que se llama ansí porque en este género de poesía se cantavan a la lyra las alabanças de los dioses y de los héroes. Y aunque al principio esta composición era simple y de un solo modo, después se començó a hazer con mucha variedad de versos, en la qual uvo diez poetas griegos que se señalaron; y el príncipe de todos ellos fue Píndaro, y después, entre los latinos, Horacio. Y porque esta poesía se cantava, la llamaron mélica, de melos, que quiere dezir ‘canto’. Persio: Cantare credas Pegaseium melos.

Y porque se cantava a la lyra, toma nombre de lýrica; assí que mélica o lýrica se llama esta poesía, sin differencia ninguna. No os digo nada de los lýricos, ditirámbicos y nómicos, que pues no se usa el modo de cantar suyo, poco importa passarlos en silencio.

PIERIO.- Supuesto esso, ¿quál será la materia mélica?

CASTALIO.- La materia del mélico no tiene término prescripto, por que assí como el orador se espacia por toda materia con sus razones provables, traídas de lugares comunes, assí el lýrico trata qualquier materia que se le ofrezca. Pero trátala con algunos conceptos que son proprios suyos y no comunes al trágico ni al épico, de donde nace el estilo, como lo veréis quando demos la diffinición de la lýrica.

PIERIO.- ¿Pues qué cosa es la poesía lýrica?

CASTALIO.- Imitación de qualquier cosa que se proponga, pero principalmente de alabanças de Dios y de los santos, y de banquetes y plazeres, reduzidas a un concepto lýrico florido. Horacio: La musa manda en lýricas canciones cantar los altos dioses, semideos, al bravo vencedor, al más ligero cavallo, los cuydados, los amores de mancebos, las fiestas y banquetes.

Y essas cosas, que guarden unidad y conviniente grandeza y sean celebradas en suave y florido estilo en qualquiera de los tres modos: exegemático, dramático, misto.

PIERIO.- Todas estas partes de la diffinición las entiendo medianamente, porque diversas vezes avéis tratado dello y dezís que el lýrico puede usar de todos los tres modos referidos. Pero dudo en lo que apuntastes poco a, que del concepto se engendra la variedad del estilo.

CASTALIO.- Buelvo a dezir que sí, aunque Dante Alighiero affirmó que el estilo procedía de las palabras, las quales le hazían grave, humilde o mediano.

PIERIO.- Y aun a mí me lo parece, que las palabras escogidas y la virtud de la elocución haze el estilo y le pone en el grado que quiere.

CASTALIO.- Oýd lo que responde a esso Torquato Tasso, gran poeta y gran maestro de la poética. Los conceptos son el fin y, por consequencia, la forma de las palabras y de las vozes. La forma, pues, no deve ser ordenada en favor y gracia de la materia, ni pender de las palabras, antes al revés. Las palabras deven pender de los conceptos y tomar ley dellos. Pruévase la mayor: porque la naturaleza no nos dio la habla para otra cosa sino para significar los conceptos del ánimo. La menor es harto clara. Las imágines deven ser semejantes a la cosa imaginada y imitada. Las palabras son imágines e imitadoras de los conceptos (como dize Aristóteles), luego las palabras deven seguir a la naturaleza de los conceptos. Consta, porque gran absurdo sería hazer la estatua de Venus que representasse, no la gracia y hermosura de Venus, sino la ferocidad y rigor de Marte. Ítem, si queremos buscar alguna parte en el lýrico que corresponda proporcionadamente a la fábula de los épicos y trágicos, no podremos aplicar otra sino los conceptos; porque, assí como los affectos y costumbres se apoyan y estrivan en los conceptos, y assí como en aquellos poemas su alma y forma es la fábula, assí diremos que en el lýrico el alma y la forma son los conceptos. Y assí, quando son de una calidad los conceptos y de otra las palabras o la elocución, de allí nace la desconviniencia que se echaría de ver en un aldeano rústico, vestido con la enroscada garnacha del oydor.

PIERIO.- Si fuesse verdad que el estilo nace de los conceptos, como avéis provado seguirse, ya que tratando el lýrico los mismos conceptos y cosas que el épico, pues ambos tratan de Dios y de los santos y de los illustres varones, fuesse el estilo del uno y del otro semejante, o por mejor dezir, el mismo.

CASTALIO.- A esso se responde que ay grandíssima diferencia entre las cosas, conceptos y palabras. Cosas son aquellas que están fuera de nuestros ánimos y que están en sí mismas. Conceptos son las imágines de las cosas que se forman en nuestra alma diversamente, según es diversa la imaginación de los hombres. Las palabras son imágines de las imágines; quiero dezir, aquellas que por medio del oýdo representan alma los conceptos sacados de las cosas. Por tanto, si alguno dixere que si el estilo nace de los conceptos, y los conceptos son unos en el épico y en el lýrico, luego un mismo estilo tiene el uno y el otro, negaré que el uno y el otro tenga los mismos conceptos, aunque algunas vezes traten las mismas cosas. Porque él haze sus conceptos particulares con que se differencia del épico; y por esta differencia viene también a ser differente el estilo. El concepto del épico es grave y magnífico; el concepto del lýrico es florido y ameno, y esta amenidad próximamente nace del concepto, y remotamente de la elocución. Ved, por exemplo, cómo tratando el épico y el lýrico unas mismas cosas, usan diversos conceptos, de la qual diversidad de conceptos mana después la diversidad del estilo. Virgilio considera la hermosura de una muger. Esta hermosura de la muger es la cosa que dezimos que está en sí misma. De aquí saca el poeta épico un concepto suyo proprio, alabando la hermosura de Dido en esta manera: Regina ad templum forma pulcherrima Dido, incessit magna invenum stipante caterva, qualis in Eurotae ripis, aut per iuga Chinti exercet Diana choros, &c.

Simplicíssimo concepto es aquél (forma pulcherrima Dido); un poco de más ornato tiene lo otro, pero no tanto, que exceda el decoro del heroyco. Mas si esta misma belleza uviesse de escrivir el lýrico, no se contentaría con essa pureza de concepto. Diría que la tierra se le ríe encontorno, que se glorifica de ser hollada de sus pies, que el cielo herido de sus rayos resplandece más y parece más hermoso, que el sol se mira en ella como en espejo y que combida al amor a contemplar su gloria. Iamás el épico usó semejante concepto a este que diré, el qual usa el lýrico Petrarca con gran alabança suya: Qual fior cadea su’l lembo, qual su le treccie bionde, ch’oro forbito, e perle eran quel dì a vederle: qual si posava in terra, e qual su l’onde qual con un vago errore girando parea dir, qui regna amore.

De aquí se colija que si el lýrico y el épico tratassen las mismas cosas con unos mismos conceptos, resultaría que el estilo del uno y del otro fuesse el mismo. Resumamos, pues, que el estilo nace de los conceptos, y de los conceptos, la calidad del verso; es a saber, que sean graves, o humildes o templados. Lo qual se puede comprehender de Virgilio, que con la variedad de los conceptos hizo un mismo poema, ya humilde, ya magnífico, ya mediano. Pues vemos que en un lugar se levanta con excelencia, en otro se humilla, y en otro anda por medio, teniendo respeto a la calidad de la poesía que escrive.

PIERIO.- Mucho me satisfaze este discurso del concepto lýrico. ¿Ésse, en qué género de versos se canta?

CASTALIO.- Aunque se dize que el poeta en qualquier género de poesía canta, en ésta principalmente es cantor; la poesía en que lo es, se llama canciones.

PIERIO.- ¿Y qué es canción?

CASTALIO.- Una composición magnífica y espléndida, dividida en partes a solo un pensamiento endereçadas. Por lo dicho, os consta que la composición lýrica es florida y amena, y que los conceptos en el lýrico son como la fábula en los otros poetas, la qual es una, entera y de justa grandeza. Assí, pues, también la canción no a de abraçar más que un pensamiento, y ésse le a de vestir gallardamente el lýrico.

PIERIO.- Bien conozco esso por la differencia que e visto poco a en aquellos dos conceptos del lýrico y épico exemplificados. ¿Por qué llamáis la canción dividida en partes?

CASTALIO.- En esso aludo a la textura de la canción, la qual consta de partes que llamamos estancias.

PIERIO.- Y si la canción no tiene más que una estancia (como Horacio, que compuso oda de sola una estancia; y como las balatas y madrigales, que por la mayor parte no tienen más que una estancia), ¿cómo se llamará?

CASTALIO.- ¿Cómo se a de llamar sino canción? Pues de su naturaleza puede recebir otras estancias semejantes a la primera, y por no ser la materia capaz de más o por ser el uso en contrario, como lo es en las balatas y madrigales, no se estiende a más. La canción, pues, como dixe, consta de estancias. La estancia se divide también en dos partes: fronte y sirima. Assí la fronte como la sirima puede ser simple y compuesta. La una y la otra se componen de coplas, tercetos, quartetos, quinarios, senarios y septenarios. Copla es dos versos; terceto, tres; quarteto, quatro; quinario, cinco; senario, seys; septenario, siete. La fronte, que es la una parte de la estancia, consta de buelta y rebuelta. La buelta es la copla, el terceto, el quarteto primero, &e. La rebuelta es la segunda copla, terceto o quarteto, &e. Sea exemplo desto la estancia que pongo aquí agora: Fronte Divina Lisis tanto tienes de hermosura, que si el cielo mandara a un ángel santo tomar el más hermoso humano velo, Eslabón gloria de nuestro suelo, Sirima tu rostro el suyo fuera, su cuerpo el tuyo bello, y desde el pie al cabello, para bien parecer, te pareciera. ¿Quién no amará, pastora, que imita el ángel y que el cielo adora? Commiato Alça, canción, las alas, y a Lisis le declara que si conoce y siente que adoro su hermosura, ¿por qué en muerte tan dura morir tan a la clara un alma tan fiel dexa y consiente?

Aquí podéis notar cómo la fronte tiene su buelta y rebuelta de dos coplas, en que se acaba la fronte simple, y luego se sigue un eslabón, que casi siempre acuerda con el último verso de la fronte, y tras él, la sirima con diferentes consonancias en la forma que avéis visto. Éssa es una estancia que consta, como diximos, de fronte y sirima. Sabiendo esto, ya podréys atreveros a inventar una canción con las partes dichas, llevando advertido que por la mayor parte la fronte es menor que la sirima y que como fuere la primera estancia, es forçoso se sigan las demás hasta el commiato, el qual es un pedaço de estancia con que se da fin a la canción. Y comiença por un verso suelto, y en lo demás lleva su concento de consonancias. El officio del commiato es hablar con la canción, amonestalle que no se atreva a salir o que salga, que haga o que diga alguna cosa que convenga al poeta, o le enseña cómo se deve defender de los maldizientes, o la embía por mensagera de algún recaudo. Toda la canción puede abraçar, quando mucho, quinze estancias la mayor, y la menor tres. Dexo los madrigales, que no tienen más ordinariamente de una o de dos estancias.

PIERIO.- ¿Y la estancia tiene versos limitados?

CASTALIO.- Señor, sí. En Petrarca, ni en otro alguno de los lýricos, la menor estancia no lleva ni puede llevar menos de nueve versos, y la mayor veynte y quatro, aunque Micer Francisco no passó de veynte.

PIERIO.- Según esto, las que llaman lyras, que constan de cinco o de seys versos no más, ¿cómo se llamarán?

CASTALIO.- Assí como se comete barbarismo en llamarlas lyras se comete también una grande impropriedad en ponerlas en el número de las canciones. ¿No es barbarismo llamar lyras a las canciones? Lyra es instrumento músico con que se cantan las canciones, y de aí se dizen lýricas canciones. Pero que no sean canciones es claro, pues no tienen sus estancias, fronte y sirima, como es fuerça que las tengan. Sin duda es media estancia y no más.

PIERIO.- ¿Petrarca, de quánto número de versos hizo las estancias de sus canciones?

CASTALIO.- De 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 18, 20. De nueve es la canción treynta y quatro, que comiença: Sil dissi mai, &e.

Semejante a ésta es aquella del licenciado Iuan Martínez Mínguez. Quiero poner aquí exemplo a todos estos géneros de canciones de los poetas que Murcia y Cartagena oy tiene. Dize assí: No fíes en las blancas açucenas del cuello, en el carmín de las mexillas; con tales gracias, tantas maravillas uvo Floras y Laidas, uvo Elenas. Advierte, bella Fílida, que apenas sale con el Oriente la violeta excelente, quando el cierço inclemente derriba al pie sus hojas más amenas.

El commiato desta canción es conforme al de Petrarca. Commiato Si tan bella al cristal te ves fulgente, que a Venus no te humillas, ¿de qué te maravillas que tus luzes serenas, blandas sirenas sean a la gente?

De diez es la canción 17, pero sin commiato. Alude a ella la de don Miguel Maineta en esta forma: Segura ameno que por ambos lados con fértil agua el árbol cauto mojas, cuyas loçanas y sobervias hojas nos dan telas de sedas y brocados, pues tu madre y ribaços veo trocados y ya va tu corriente por valle differente, aunque mis pensamientos desdichados son por naturaleza, espero en parte que mudarán costumbre con el arte.

De onze, la canción 41. Tal es la que hizo el doctor León a la muerte de Lausis: ¿Qué devo hazer en tanto desconsuelo? Lausis, ¡ay triste!, es muerta, ya triunfa Lausis en la empírea esfera. Despojaréme del humano velo, correré sombra incierta los fieros passos de la muerte fiera. Mi alma que aquí era sierva suya, boló con ella junto; yo al coraçón difunto que fue, viviendo, su fiel requiebro las devidas obsequias le celebro. Commiato Huye los regozijos, no te llegues a júbilos y cantos, canción, sino a los llantos, que la viuda enlutada, triste y negra no está bien en el choro que se alegra.

De doze, la canción 42. Conforma con ella ésta del licenciado Pedro Ferrer. ¡O tarda discreción! Laída hermosa, poco el divino cielo te agradece que ayas colgado tu cristal al templo; no exala olor marchita ya la rosa, el dilatado don a quien se ofrece, ni obliga, ni combida, ni es exemplo. Tus despechos contemplo, y que es fuerça de edad lo que deviera ser santa enmienda y voluntad temprana; pero mucho se gana en dexar, aunque tarde, la carrera, que pérdida del Cielo, a durar fuera. Commiato Canción, a Laida dile que llore, que una lágrima vertida por Dios suele alcançar eterna vida.

De treze es la canción 26. Semejante es ésta del Beneficiado Cepeda. ¿Qué os quexáis, niño tierno, del golpe riguroso con que el hombre tan mal os a tratado? Pues siendo Dios eterno en trage vergonçoso venís de mortal hombre disfraçado. Pero mucho a importado la sangre que vertistes, que en essa chica llaga dais señal de la paga que pagar por el hombre prometistes, cuyo valor es tanto, que al cielo pone espanto. Commiato Canción, vete sin miedo, que aunque larga, más larga ser devías en lágrimas tan pías.

De catorze, la canción 9. Correspóndele ésta del Beneficiado Martín Hidalgo. Dorados tiempos que por mí passastes, levantándome al cielo en aquel tiempo, y agora me tenéys en un abismo, si de aquel venturoso passatiempo queréis bolverme lo que me quitastes, nuevo ser me daréis, ya que no el mismo. Mas será barbarismo, viendo tantos baybenes, admitir aun burlando la esperança. Ved qué tal me paró vuestra mudança, que ya de lastimado y temeroso, en la mayor bonança pienso vivir de vos más receloso. Commiato Canción, seguid al tiempo, pues la mayor firmeza con mayor fortaleza el tiempo la deshaze con su mano; y assí seguirle en todo es lo más sano aunque sería, mi canción, os juro de señor tan tirano, ni temer, ni esperar, lo más seguro.

De quinze, la canción 5. Y en conformidad della es la de Diego Beltrán Hidalgo a las ruinas de la ciudad de Cartagena, su patria: Destroços mudos que en lugar de lenguas burlando al tiempo el cielo os a dexado para contar al mundo vuestra historia, cuyo sobervio muro derribado, passadas honras y presentes menguas representan silencio a la memoria. Viendo resuelta en echos vuestra gloria, suspensa el alma por su exemplo, corta con vuestro desengaño la ahogadora cuerda de su engaño, pues halla en tanto que contempla absorta su misma desventura en vuestro daño, que el humano poder, honra y contento por ser la vida corta es sombra, sueño, humo, polvo y viento. Commiato Canción, si a tu sugeto, que es dibuxo que muestra mi desdicha en sus agravios, el cielo le eterniza, tus letras lenguas y tus versos labios serán que siempre digan, si por dicha tuvieren pechos sabios, dónde llegó un plazer y una desdicha.

De diez y seys, la canción 8. Imitóla el licenciado Alonso Tineo: La frente tiene de laurel cercada la imbidia tan sugeta que humilde le respeta del inclinado al levantado polo; la fama con su nombre al mundo inquieta de sus echos colgada, la oreja más cerrada tiene nuestro famoso y nuevo Apolo, señor único y solo del choro de las nueve que el agua santa beve de aquel milagro de la coz divina. ¡Ventura peregrina, qué illustres obras nuestra edad le deve! Una canción de a siete, cosa grave, ¿y quién sabe que es suya? Él se lo sabe. Commiato Canción, de aqueste Tasso la lima sorda y dura, tan virgen, casta y pura que aun su dueño en su vida la a tocado, búscala con cuydado y dile en parabién de su ventura que de sus bravas obras los estremos son muy famosos, mas que nos lo vemos.

De 18, la canción 39. Y su semejante es ésta del licenciado Alonso Cano de Urreta. De la injusta ambición el bravo viento, de las riquezas el furor tirano quiere enfrenar mi mano, torres levanto, contra el cielo lucho, pues el antiguo sceptro de la mano de tan sobervio rei quitar intento. Si quisiera mudar el firme assiento de la pesada tierra, fuera poco, solo en esto hallaré nombre de loco, y aunque no en este mal que aflixe mucho, por no poner en votos mi cordura, encerraré mi lengua en su clausura. Y en la sala del pecho cuya puerta sólo a Dios está abierta, porque un engaño tal fuerças no cobre, honraré el saber pobre, pondré a mis pies y perderé el decoro a la ignorancia, aunque cubierta de oro. Commiato Canción odiosa a tantos, pues te e dado solo en la cárcel de mi alma vida, cierra qual yo los labios animosos, que tus contrarios son los poderosos y eres muy débil para perseguida. De tu verdad rendida tienes entre carrozas y doseles enemigos crueles, y aun recelo de mí que te haré agravio, que tengo más de rico que de sabio.

De 20, la canción 4. Corresponde a ella la del doctor Leandro Corbera: POETA.- Amada musa mía, ¿qué te mueve a que ya no me muevas, ni me inflames de aquel furor divino que solías? MUSA.- Reposa, mi poeta, no me llames ni a mí, ni a otra ninguna de las nueve que habitamos el monte eternos días; tú, trocando la huella que seguías, te as venido a las plaças populosas, y al estruendo confuso de la gente, y asido tenazmente a la muger y hijas amorosas, vives de mí olvidado, ¿qué te espantas si mi gracia y favor ya no te aspira? Nadie de Apolo el sacro lauro empuña sino en el monte; si al nevado Espuña que las estrellas tan cercano mira, subí contigo, y a sus bellas plantas corrí de tu Segura, ¿qué te quexas si yo te dexo, pues que tú me dexas? Commiato Canción, buélveme en gracia de mi musa y mis copiosas lágrimas presenta, que a desdichados temo ser exemplo, sino la lyra cuelgo a su alto templo; y si se enfada haga bien la cuenta que si me dio la flauta, o cornamusa de Pan, o la cabeça de Medusa, en la exis de Palas se lo buelvo, tal y tan bueno. En esto me resuelvo.

No a passado deste número el Petrarca, y advertid que en los mismos números de versos tiene el gran lýrico toscano canciones de differente textura, assí de versos enteros como rotos, hechas con admirable artificio y singular ingenio. Rebolved su cancionero, que mejor se aprende esto que digo a vista de ojos que con preceptos. Tales son las sextinas, assí suias como de otros poetas. Tal es la canción 6. Verdi panni, sanguini, obscuri, o persi.

Tal es la canción 31: Qual più diversa, e nova.

Tal es la canción 34: Sil dissi mai che i venga in odio a quella.

Y algunas otras que callo.

PIERIO.- Éssas yo las iré a buscar y veré su particular compostura. ¿Ay otras canciones italianas?

CASTALIO.- Para las balatas y madrigales os remito a Tempo, y en su ausencia, a Rengifo, substituto suyo.

PIERIO.- Passo por ello, pero no passaré en silencio las canciones españolas que me prometistes.

CASTALIO.- ¡En hora buena! Veis aquí una cortada en la cantera del metro mayor nuestro: Amigo Clerardo, amigo Quirino, dos luzes del arte suprema de Apolo, si el áspero dardo del niño divino el pecho tocare más libre y más solo, no ay yerva bastante a sanarle en Timolo, ni yelo del Alpe enfría esta llama, ni curan de Calpe las yervas de fama, que el mal de amor cura no yerva, no el arte, mas sola ventura. Commiato Canción, di a Clerardo, canción, di a Quirino que teman al tiempo, no trueque la suerte de tal passatiempo.

También se pueden inventar canciones con el verso menor de España en esta manera y en otras muchas. Tierra bienaventurada, patrio muro, ya seguro alço la serena frente. ¿Qué nublado tan obscuro, patria amada, eclipsada me tuvo tu luz fulgente? Ya me alboroço presente a tus ojos, ya assereno los enojos, ya el capote triste y feo de ambas cejas desarrugo, ya el verdugo mi desseo eché después que te veo. Commiato Corre, canción, a mi Lisis, y al oído dirásle que soy venido, y aun plega a Dios que aproveche, que a ti sola y española podrá ser que te deseche.

PIERIO.- Alégrome a fe del nuevo género de canciones y espero que an de ser aprovadas del tiempo.

CASTALIO.- Vamos al soneto, y con él levantaremos las mesas de nuestro pobre banquete.

PIERIO.- Vamos, que yo lo desseava por estremo; y espero de vuestro ingenio en este particular alguna cosa curiosa.

CASTALIO.- La poesía más común que oy tiene España, y aun toda la Christiandad, señor Pierio, es el soneto. El docto y el indocto, quienquiera, se atreve a poner las manos en el sagrado soneto, sin creer que por ello el que no está ordenado del divino Apolo queda irregular y excomulgado ipso iure. Pero como tantas vezes a sido profanado el templo de las santas musas y se a quedado sin castigo, perdido ya el miedo, se perdió también la vergüença; de donde a venido a ser arte trivial la poesía, siendo mayorazgo antiguo de hombres doctos y discretos. Mas, pues ello es negocio irremediable y aun fuerça que aya necios poetas (si es que puede ser uno necio y poeta), passemos con ello, y alomenos sépanse vulgarmente las leyes y condiciones del soneto.

El soneto es una composición grave y gallarda de un solo concepto, tratada con cierto y determinado número de versos. Todos sabemos que la poesía está dividida en tres especies: heroica, scénica y lýrica. Pues por la diferencia que entre ellas ay, consequencia es llana que el soneto pertenece a la lýrica, y por esso dezimos agora en su diffinición que es una composición grave y gallarda, requisito proprio de la poesía lýrica. Será grave por el concepto que escrive el poeta lýrico, alabando a Dios, a los santos, a los príncipes. Será gallarda, ya por el modo con que escrive el concepto, ya por el lenguage florido y hermoso, dulce y suave con que está obligado a hablar. Bien es verdad que el estilo de la poesía lýrica no a de igualar en grandeza al de la heroyca, porque la gravedad es cosa principal en el poeta heroyco, y la gallardía, accessoria; como al contrario, la gallardía es cosa principal en el lýrico, y la gravedad, accessoria. Y aunque quiera el poeta lýrico ser igual al heroyco, no puede, fuera de otras causas, por éstas: porque el lýrico pinta la cosa muy por menudo, y es lei propria suya hazerlo assí, sopena de ser mal poeta. Ya sabéis, por exemplo, la diferencia del concepto épico y lýrico.

PIERIO.- Muy bien.

CASTALIO.- Pues con esso se ve claro la diferencia del heroyco al lýrico en una misma cosa; y se prueva nuestro intento, que por desmenuzar tanto un pensamiento el lýrico, viene a ser menos grave y más florido. Sabido, pues, que el soneto por ser de especie lýrica es una composición grave y gallarda, conviene también saber que a de ser de un concepto. En todas las poesías es necessaria la unidad, pero en el soneto con vínculo más estrecho, porque en essotras no se pide más que unidad de actión, y la actión encierra muchos y diversos conceptos. Mas el soneto, por ser poesía lýrica y tan corta, a de guardar unidad de concepto; digo que todo lo que el soneto abraçare se refiera a un solo concepto. Y aviendo cosas desasidas y sueltas fuera del concepto, porque se forma el soneto, será condenado por malo. Luego, se a de mirar que sea gallardo; y en tercer grado, que sea grave, según la calidad de la materia y obligación del lýrico. Estas tres virtudes no le an de faltar jamás al soneto. Sin estas tres, ay otras condiciones en el soneto, que aunque no son forçosas, son loables y maravillosas, y juntas con aquéllas le engrandecen y califican más. Digo, pues, que sea también el soneto dulce, ingenioso y agudo. Dulce es aquel soneto donde el poeta levanta los afectos y passiones del ánimo, alegría, tristeza, miedo, esperança, amor, odio, imbidia y los demás; que la poesía sin algo desto va muy floxa y desalmada. Será ingenioso el soneto que lleva algún particular artificio o disposición, como el que se hizo en la muerte de la reina doña Margarita de Austria: Mucho a la Magestad sagrada agrada.

Y como otros que tocan arriba diversas cosas, y al cabo las recogen todas. Y sin éstas, otras muchas maneras, que el ingenio es un espaciosíssimo campo. Será agudo el soneto en quanto pudiere ser, especial si es epigrammático. Aclarémonos, porque con esto parece que me e escurecido un poco. Yo tengo para mí que el soneto es como el camaleón, el qual tiene las colores de su objecto, de suerte que si el objecto es verde, roxo, amarillo o azul, tal se pone el camaleón. Pero con todo esso, su color natural no la pierde totalmente. El soneto es tal, que si la materia de que trata es heroyca, será heroyco, y por consequencia muy grave; si cómica, será soneto cómico y humilde; si trágica, será trágico y affectuoso. Si la materia fuere jocosa, será epigramático, y de necessidad agudo; si satýrica, será licencioso en palabras y sentencias. Mas, puesto que tome esta o aquella materia differente de la lýrica, que es propria suya, con todo esso se a de acordar que es poeta lýrico para tratar su concepto, qualquier que sea, con unidad, con gravedad y con ornato, según diximos arriba, con su differencia; porque el soneto cómico no será tan humilde, que pierda del todo la gravedad lýrica y adorno florido, y el soneto epigramático no será tan seco, que no vaya vestido de las flores lýricas, & sic de caeteris. En fin, a de ser el soneto como los demás poemas, claro e inteligible, porque la obscuridad es viciosa quando procede de ser el verso intricado y mal dispuesto; que si está obscuro por ser alto el pensamiento o por encerrar alguna doctrina no común, tal obscuridad de ningún modo se deve vituperar. La última parte de la difinición es que el soneto tiene cierto género de versos limitados. Cosa bien sabida es que el soneto sea de catorze versos, contenidos en dos quartetos y dos tercetos en varias maneras, como consta de mil exemplos. Otros se hallan que exceden este número; aunque poco recebidos, ni los condeno, ni los apruevo. Déxolos a la discreción de cada uno. Lo que sé dezir es que nunca Petrarca se atrevió a hazerlos, y esto me basta para no seguirlos. Si los imitare alguno sea raras vezes. No quiero exemplificar todos estos géneros de sonetos, ya por no cansarme, ya por no introduzir usos nuevos. El que quisiere ser curioso en esto, lea el Cancionero de Borchelo, adonde me remito y corto el hilo a esta plática, dexando para nuevas dudas, nuevos preceptos, si el tiempo nos diere lugar y la muerte tiempo.

PIERIO.- Pues avéis acabado con tanta felicidad, no quiero enfadaros, pero no dexaré de advertir que en vuestra traductión de la epístola de Horacio veo dos versos añadidos en el principio della. De osso los braços, de león la espalda, de águila el pecho y de dragón los senos.

Y abaxo veo otros dos.

CASTALIO.- Todo esso es verdad. Puse estos primeros, porque no me parecía estar bien hecha la descripción del monstruo sin expressar las partes dél; y los últimos, porque sin ellos quedava obscura la sentencia. Éstas y todas las demás faltas me supla vuestra amistad, que lo merece mi ánimo que a sido siempre de serviros. Y con esto vamos a casa, que es tarde.

PIERIO.- Vamos, y Dios os pague tan buen rato como con vos e gozado.

Laus Deo



Epístola III (Libro II)

Al Apolo de España. Lope de Vega Carpio
(En defensa de las comedias y representación de ellas)

Muchos días ha, señor, que no tenemos en Murcia comedias; ello debe ser porque aquí han dado en perseguir la representación, predicando contra ella, como si fuera alguna secta o gravísimo crimen. Yo he considerado la materia, y visto sobre ella mucho, y no hallo causa urgente para el destierro de la representación; antes bien muchas en su favor, y tan considerables, que si hoy no hubiera comedias, ni teatros de ellas, en nuestra España, se debieran hacer de nuevo, por los muchos provechos y frutos que de ellas resultan. A lo menos a mí me lo parece.

V. m. se sirva de oírme un rato por este discursillo, y decirme lo que siente, y pasar la pluma, como tan buen crítico, por lo que fuere digno de asterisco; que siendo v. m. el que más ha ilustrado la poesía cómica en España, dándole la gracia, la elegancia, la valentía y ser que hoy tiene, nadie como v. m. podrá ser el verdadero censor.

Así como entre los romanos tuvo la representación de tragedias y comedias firme asiento y alzó cabeza, hubo teatros, hechos por el pueblo romano, según Tácito, libro XIV de sus Anales, y Ausonio, in Sapientes, donde se hiciesen estos juegos escénicos. Y aunque al principio todo el auditorio de caballeros y ciudadanos estaba indistintamente junto, después, creciendo esta arte histriónica, creció también el gusto y curiosidad de oírla; y así se hicieron separados y distintos lugares para los senadores, para los caballeros, para las mujeres y para la gente plebeya.

El imperio romano, como al peso de su potencia trajo a sí todas las naciones, también trajo todos los vicios, y de la peste de ellos quedó tocada la representación, tomando larga licencia para hacer y decir torpezas y deshonestidades, hasta representar en el tablado descaradamente concúbitos torpes con lascivos meneos, irritantes a lujuria. ¿Qué os diré?, sacaban al tablado mujeres desnudas y hombres desnudos, mujeres públicas y muchachos perdidos y sucios, que acabada la comedia llamaban a los oyentes para usar con ellos. Véanse Tertuliano, Arnobio, Cipriano, San Agustín y otros padres de la Iglesia, que reprehenden estas abominaciones. Vino a tanto extremo la desvergüenza de esto, que la ley con justa razón condenó a los representantes a graves penas, y los dió por infames y privó de oficios públicos, hasta ponerlos en predicamento de esclavos. Y algunos emperadores los desterraron de toda Italia, aunque otros los hicieron volver y honraron de manera, que fue menester poner remedio en las muchas dádivas y honras que los príncipes les hacían.

Cornelio Tácito dice que Augusto César, ya por dar contento a su gran privado Mecenas, que favorecía a un famoso bailarín llamado Batilo, ya porque él tenia particular gusto en ello, se hallaba muchas veces en los teatros, con que hacía no pequeña lisonja al pueblo. Y añade, sobre este lugar, Lipsio que el mismo Augusto inventó la representación de los pantomimos; y Suidas y Zozimo escriben que antes de Augusto no los hubo, aunque César Bulengero dice que sí los hubo.

En aquel tiempo, y antes y entonces entre los griegos, se ejercitaba mucho y de muchas maneras la representación. Había histriones, según Ravisio, thymélicos, ethólogos, chironomos, rapsodos; había representación de comedias y tragedias, y de mimos, que eran unos entremeses de risa, pero con grande disolución y lascivia; había representación de bailarines, que representaban cualquiera acción, o fuese de amores, o alguna batalla, o toma de ciudad. Como se dice de Telestes, que delante del rey Demetrio danzó el concúbito de Marte con Venus con tanta propriedad, que le dijo el rey: Haces, amigo, tan al vivo esa representacion danzando, que me parece que lo veo todo, y que lo oigo. Y las saltaciones eran en dos modos, una Pírrica o armada, y otra Eumelia o pacífica. Había otra representación de músicos, que imitaban y hacían al vivo cualquiera acción, con su varia y dulce armonía de instrumentos musicales.

Tranquilo, en la Vida de Julio César, dice que Furio Leptino, de estirpe pretoria, y Aulo Calpeno, senador, danzaron la Pírrica. Pero ¿qué hay que espantar, si lo mismo se escribe de Octaviano? Fueron todo género de representantes tan estimados en aquellos tiempos, que grandes caballeros y príncipes los acompañaban por las calles y los visitaban en sus casas muy a menudo. Séneca, al fin del libro I de las Cuestiones naturales, dice estas palabras: "No se vacía la casa del representante Pilades y de Batilo; aguardan unos que salgan otros; en la escuela desta arte se ejercitan discípulos, y salen grandes maestros; por toda la ciudad, en cada casa suena el tablado de los bailarines; aquí danzan hombres, allí mujeres; y todos contienden sobre quién irá al lado del representante." Esta honra que usaban con los histriones caballeros y senadores, vitupera y condena el doctísimo Tertuliano en su libro De spectaculo, diciendo, en suma, que entraban en casa de los representantes hombres y mujeres: hombres, to que les daban las almas, y mujeres, que les daban los cuerpos; tanto era el deleite que sentían en aquella viciosa representación. Tácito en el libro citado dice estas palabras: "De la cantidad del salario de los representantes, llamado lucar, y contra la protervia de sus valedores se decretaron en el Senado principalmente estas cosas: Que ningún senador entrase en las casas de los pantomimos; que ningún caballero romano los acompañase por la ciudad, y que los pretores condenasen a destierro a los que los mirasen inmodestamente." Con todo eso, ni esta ni otras pragmáticas, ni esta ni otras penas pudieron refrenar el ímpetu de los aficionados a esta arte; porque en todo tiempo tuvieron los histriones grandes valedores. Roscio Galo, famosísimo representante, fue tan amado de Lucio Sila, dictador, que le hizo merced del anillo de oro, quiero decir, que le armó caballero, y Cicerón se ponía con él a contender: Cicerón a decir una cosa por más frases, y Roscio a representarla por más modos. Cicerón fue tan amigo de Esopo, histrión, que le llamaba su regalo. El emperador Nerva Cocceyo amó con grande extremo a Pílades, singular en la histriónica; Rubrio, según Plinio, fue muy estimado de Lucio Planco, tanto, que mandó se llamase Rubrio Planco; Astidamante mereció, por su arte, que se pusiese en el teatro su estatua; Nicostrato fue tan estimado entre los griegos como Roscio entre los romanos, por cuya destreza y perfección en esta arte se dice por proverbio: Yo lo haré como Nicostrato, que quiere decir, consumadamente. Citeris fue una representanta, a quien M. Antonio, después de su victoria, trajo a Roma en su coche, tirado de leones. Thymele fue la primera representanta que enseñó el arte de danzar representando, de quien los bailarines representantes se llaman thymélicos.

No trato de otros muchos de grande fama, que entre poetas y historiadores han dejado nombre excelente. Para mi propósito los dichos sobran; y aunque es verdad que todos éstos, y los demás que he callado, han merecido toda esta honra por la destreza y excelencia de su arte, por otra parte digo que la han desmerecido, y que con justa razón fueron desterrados de Tiberio y de Trajano y de otros emperadores, y vituperados de muchos varones graves y de muchos santos, y condenados por las leyes y por los cánones y decretos pontificales respecto de la torpeza y deshonestidad, y a veces arte mágica, con que en aquel tiempo representaban.

Pero agora ya la representación está castrada; ya tiene maniotas, que no la dejan salir del honesto paso; ya tiene freno en la boca, que no le consiente hablar cosa fea; ya vive tan reformada, que no hay ojos linceos de curioso que le ponga nota alguna. Gracias a Dios y a nuestro cristianísimo rey y a sus sapientísimos consejeros, que han examinado esto con tanta curiosidad y atención, que cuantas circunstancias podían agravar este caso las han mirado y previsto, prescribiendo a los representantes los términos de la representación, sometiendo a varones doctos el examen de las comedias, hasta mandar que no yendo firmadas o rubricadas del real Consejo no se puedan representar en parte ninguna.

Supuesto, pues, que hoy se representa sin deshonestidad, se danza sin movimientos irritantes y se canta tan modestamente como vemos, no ha lugar la ley que los amenaza; no ha lugar el decreto romano que los destierra; no han lugar los cánones de los pontífices que los condenan; no han lugar las reprehensiones de los santos. Concluyo, en fin, que la representación de las comedias es lícita.

Sobre esto habla largamente Homobono y el P. Mendoza en su Quodlibeto, y resuelven que oír comedias, o representarlas, o consentirlas, no es pecado mortal, no siendo las representaciones, bailes y cantares torpes y lascivos, aunque las comedias sean profanas, y aunque representen mujeres, y aunque éstas se vistan en hábito de hombres. Si bien advierte el P. Mendoza que si alguno hubiere tan flaco y fácil, que con cualquier pequeña ocasión de mujer tiene proclividad al pecado, que este tal hará mal de meterse en el peligro de pecar.

El P. Tomas Sánchez, religioso de la Compañía de Jesús, libro De matrimonio, dice y concluye que decir o escribir o oír palabras torpes y deshonestas no es intrínsecamente malo, sino indiferente; porque de las circunstancias y fin del que habla, escribe o oye, pende la bondad o malicia; que como las palabras son señales significativas del concepto, en tanto serán malas o buenas, en cuanto los conceptos son malos o buenos; y el conocimiento de las cosas torpes es indiferente, porque puede mirar, ya a buen fin, como es la investigación de la malicia moral, ya a mal fin, como al fomento de la lujuria. Y concluye también que es solamente pecado venial hablar palabras deshonestas por alguna vana causa, o por deleite del artificio y curiosidad, como no haya delectación venérea y lasciva. Y para lo dicho trae a Cayetano, a Filarco, a San Antonino, a Navarro, a Juan Hessels y a Graffis y a otros.

Pues ¿qué será no habiendo acciones, bailes, ni cantares torpes y lascivos, sino tan limitados y compuestos como hoy los vemos en las comedias? Será lo que infiere el dicho autor: que cuando las cosas que se representan no son torpes, y el modo de representar no es torpe, no pecan mortalmente los que los representan, ni los que las oyen, ni los que las consienten, ni los poetas que las escriben, ni los clérigos que asisten a oírlas, no obstante la prohibición del capítulo Clerici y el capítulo Non oportet; porque, según Cayetano, pueden lícitamente asistir cesando escándalo y menosprecio, el cual cesa hoy, a parecer del P. Tomás Sánchez.

Ya que se puede representar y oír representar con este salvoconducto de que los representantes no traen la peste contagiosa de la deshonestidad y lascivia, consideremos agora si el artificio de la representación y el de la comedia y tragedia es de algún provecho para la vida humana. ¿Cómo de alguno?, de infinitos. El P. Martín Antonio Delrío, religioso de la Compañía de Jesús, en sus comentarios sobre las tragedias de Séneca, en el prolegómeno, dice que en la tragedia se nos propone la vida y costumbres que habemos de huir y abominar, y en la comedia el género de vida que nos conviene seguir; y en confirmación de esto trae unos versos de Timocles, poeta griego, al cual citan Arsenio sobre Eurípides, y Ateneo en el libro VI, y Stobeo, cap. I, sermón 133. Traducidos suenan así:



Escúchame, te ruego, lo que quiero
Decirte en tu provecho. Ya bien sabes
Que el hombre es animal calamitoso,
Y su vida sujeta a mil molestias:
Un alivio le queda solamente
Para su bien, y es ése el mal ajeno.
Del mal ajeno toma documentos,
Del mal ajeno saca su consuelo,
Del mal ajeno forma sus costumbres:
¿La grande utilidad no consideras
Que acarrean los trágicos al hombre?
Si alguno vive pobre y afligido,
Viendo en mayor necesidad a Télefo,
Lleva con más paciencia su pobreza;
¿Otro es furioso?, de Alemeón se acuerda;
¿Otro es ciego?, consuélase con Edipo;
¿Murió tu hijo?, vuelve el rostro a Niobe;
¿Hay algún cojo? mire a Filoctetes;
¿Hay algún viejo miserable y pobre?
A Eneo represente ante los ojos.
En fin, quien considera los ajenos
Males en mayor punto de miseria,
Los suyos llevará con más paciencia.



Los poetas son cisnes que siempre cantan divinamente, águilas que se trasmontan a los cielos, ríos que en vez de agua manan candidísima leche, láminas donde se imprimen y quedan eternamente las leyes de amor, las de justicia, las de misericordia, las condiciones y preceptos de la vida humana. Vamos, vamos al teatro escénico, que allí hallará el rey un rey que representa el oficio real; adónde se extiende su potestad; cómo se ha de haber con los vasallos; cómo ha de negar la puerta a los lisonjeros; cómo ha de usar de la liberalidad, para que no sea avaro ni pródigo; cómo ha de guardar equidad, para no ser blando ni cruel. Vamos al teatro, y veremos un padre de familia, que con su vida y costumbres, y con sus consejos, sacados de las entrañas de la filosofía, nos enseña cómo habemos de gobernar nuestra casa y criar nuestros hijos.

Minturno dice, con Cicerón, que la comedia es imitación de las costumbres y imagen de la verdad. ¡Oh cielos, que sea esto certísimo, y haya quien exclame en los púlpitos, y acuse y reprehenda y condene la representación a las eternas penas del infierno! No sé con qué razón se defiende; no sé qué leyes, qué textos tiene en su favor; no sé qué espíritu le mueve la lengua. Trepidaverunt ubi non erat timor. "Temblaron de pies y manos donde no había peligro que temer." ¡Oh hombres sin hombre! ¡Oh corazones sin corazón! La comedia dice este autor que es imitación de las costumbres. Veamos esto cuán cierto sea. ¿Cuán cierto? Más que la regla de Policleto, más claro que el sol de mediodía.

Costumbres son las disposiciones del ánimo y apetitos a que naturaleza nos inclina; y como ya nos inclinamos al bien, ya al mal, por eso son las costumbres, ya buenas, ya malas; y porque el poeta es imitador de las acciones humanas, en las cuales se echan de ver y descubren las costumbres, necesariamente se ocupa en la imitación de las costumbres. El poeta es muy circunspecto y muy docto, y como tal, en sus poesías no perturba ni confunde las costumbres de los unos con las de los otros, sino que a cada uno le da sus partes y propriedades, pues en todas edades y en todos estados hay distintas costumbres. Los mozos de su naturaleza son lascivos, largos en dar y gastar, ambiciosos, coléricos, animosos, más amigos de honra que de provecho; prestos en creer, fáciles en mudarse, dados a cosas de alegría, incautos y olvidados del tiempo futuro. Al contrario, los viejos son cautos, prudentes, tímidos, de poca esperanza, avaros, templados, atentos a la guarda de la hacienda, grandes habladores, Catones en reprehender, jactanciosos y alabadores de si mismos, mal acondicionados y terribles. En fin, los poetas van discurriendo por las condiciones de todos y de todas las naciones; porque diferentemente se ha el Portugués que el Castellano, el Tudesco que el Italiano, el Ateniense que el Lacedemonio; y no solamente imita el poeta las costumbres, pero los afectos y pasiones del ánimo; por donde viene a ser el poema, ya morato, ya patético. Será morato, adonde principalmente se pintan y expresan las costumbres; será patético, donde predomina la pintura y descripción de los afectos.

Pues si tenemos en el teatro poesías que nos descubren las rayas de la naturaleza humana, y nos avisan del mal y del buen suceso que nos aguarda, y nos traen a la memoria los varios acontecimientos de la vida, y de ellos nos hacen un mapa universal, donde cada uno conoce y ve como en espejo sus costumbres, por las del otro que allí se representa, y aprende aquello que le ha de ser de provecho, y abomina aquello que le ha de ser dañoso y veneno mortal si lo toma y sigue, por el fin y paradero en que el otro vino a dar, ¿podrá decir alguno que la representación no es útil y provechosa? ¿Qué padre ve un hijo en el tablado, desbaratado y vicioso, que acaba en un infortunio, afrenta o muerte desgraciada, que no desvía el suyo de los pasos por donde aquél anduvo? ¿Qué madre ve una alcagüeta en el teatro, que entra en casa de la otra matrona en son de venderle tocas, pebetes, ungüentillos y otras buhonerías, y debajo de aquella simulada santidad trae a la hija el billete, y si puede, la habla y persuade que dé contento al galán que la sirve con vicioso intento, y no queda con esto advertida para no recibir en su casa tales viejas, tales Lamias, tales Circes? No es menester singularizarlo todo; que por las uñas se conoce el león.

Dice también que la comedia es imagen de la verdad. Dice verdad; porque, si bien los poetas, principalmente cómicos, por la mayor parte cuanto representan es fingido, y la acción que toman no pasó jamás, sino que ellos inventan el argumento y los nombres de las personas, esto hacen para representar más al vivo lo que importa a nuestras costumbres y al bien político y doméstico. Declárome: dice Aristóteles, en su Poética, capítulo VII, tratando de la diferencia que hay del historiador al poeta, que no es oficio del poeta narrar los casos sucedidos propriamente como sucedieron, sino como pudieran suceder verisímil o necesariamente. Por donde viene a ser la poesía más excelente que la historia; y la causa es, porque aquélla mira a objeto universal, y ésta particular. De aquí se echa de ver que tomando un suceso como naturaleza lo comenzó y acabó, le hallaremos muchas imperfecciones, y ésas es menester emendarlas con el arte, y perfeccionarlas de manera que no le falte circunstancia necesaria para que aquella obra parezca y sea consumada. Pues esta licencia que tiene el poeta para quitar y poner en la obra de naturaleza, se llama ficción poética; y para quitarse de este trabajo de estar emendando obras ajenas, suelen muchas veces, principalmente en poemas cómicos, fingirlo todo; porque, según los preceptos del arte, fundados en razón, salga la obra perfecta conforme a lo que el poeta pretende inducir y persuadir en favor de la buena institución nuestra. Como si quisiese movernos a la justicia, a la paz, a la guerra, a las letras, a la liberalidad, para cualquiera de estos objetos universales finge una acción particular, de donde derechamente venga a conseguir el intento que toma. Pues pregunto yo agora: ¿el poeta que esto finge, diremos que miente?, ¿diremos que dice contra la verdad? No por cierto; antes diremos que debajo de aquel argumento fingido nos pone un espejo y una imagen de la verdad. Pues en aquella acción de la paz nos representa las excelencias de la paz; y en la acción de un hombre liberal nos enseña el bien y gloria que el hombre alcanza usando bien de la liberalidad.

¿Qué no han dicho divinamente los poetas para bien nuestro?

Norunt omnia vates,
Quae sint, quae fuerint, quae post ventura trahantur.

Los poetas, dice Marón, son unos cristalinos espejos, que nos dicen la verdad de lo que pasa y ha pasado y pasará en el mundo. Descendamos, pues, al conocimiento de todas las artes y de todas las ciencias. Aquí se hallará lleno y cumplido abundantemente el espacioso círculo de las cosas divinas y humanas; la verdadera enciclopedia de los griegos, los filósofos platónicos y socráticos, la escuela de los epicúreos y las cavilaciones de los subtiles sofistas. Hallaránse en los trágicos y cómicos poemas, cuanto más en los heroicos, sus opiniones, sus proposiciones y axiomas. Aquí los astrólogos verán sus ascendentes, sus triplicidades y sus horóscopos con grande cuenta y verdadero discurso tocados. Aquí los retóricos conocerán las flores de la elocuencia, sus tropos y figuras, el modo de enseñar, de deleitar y de vencer, moviendo mejor que en Demóstenes y mejor que en M. Tulio. Aquí el ingenioso arquitecto se holgará de ver termas, coliseos, anfiteatros, arcos, puentes, templos, casas magníficas desde la planta y montea, hasta echar la clave al edificio con su justa simetría y corresponsión de partes, con todo género de colunas, desde el plinto hasta el capitel, más bien que del ingenio monstruoso de Polión tratadas y compuestas. ¿Qué no hay aquí, que tenga el mundo desde donde nace hasta donde muere el sol, desde el austro Líbico hasta las Cabrillas y Pastor del cielo? Pues la frasis de la poesía es la más limpia, más gallarda, más florida, más cortesana que habló el mejor pico de oro de Roma vencedora y de la docta Atenas. Si éstas no son utilidades, donde se representa la noticia de todas las cosas, ¿cuáles lo son?, ¿cuáles?

No quiero sepultar en silencio la viva y natural acción de los representantes, que con ella levantan las cosas caídas, despejan las obscuras, engrandecen las pequeñas, dan vida a las muertas. Las partes de la elocuencia son cinco: invención, disposición, elocución, memoria y acción. Ésta tiene en las oraciones (así lo dice Quintiliano) admirable virtud y dominio, porque no importa tanto que las cosas que decimos sean calificadas, cuanto el modo con que se pronuncian. Que de la manera que yo oigo la cosa, de esa manera me persuado y me muevo. Si me dicen el concepto flojamente, flojamente se me encaja, y al contrario. Y así digo que no hay razón tan fuerte, que no pierda sus fuerzas si no es ayudada con la animosa acción del que dice; y los afectos del ánimo es fuerza que relinguen y desmayen si no los sopla el viento de la voz, si no los favorece el semblante del rostro, si no los anima el movimiento de las partes del cuerpo. Tratando de esto particularmente Fabio, dice así: "Documento sunt scenici actores, etc." Esto que he dicho, dice, se echa de ver en los representantes escénicos, los cuales aun a los más excelentes poetas les añaden tanta gracia y los realzan de manera, que aquellas mismas poesías que les oímos, cuando las leemos nos agradan infinitas veces menos, y cebados de la buena acción nos hacen oír con gusto vilísimas raterías, y hacen que nos agraden poetas que puestos en nuestra librería no nos acordamos de ellos, y en los teatros son celebrados con grande copia y frecuencia de gente.

Nadie sintió como Demóstenes la potestad de la acción. Este gran orador, siendo preguntado que cuál era la más excelente y primera parte de la elocuencia, respondió que la acción; vuelto a preguntar que cuál era la segunda, replicó que la acción; y preguntado que cuál era la tercera, dijo que la acción. De donde coligieron que, no sólo juzgaba Demóstenes que la acción era la más principal, pero que ella era la que daba la victoria de la causa. Y el mismo Demóstenes era famosísimo en las acciones. Y así, habiendo leído los Rodios una oración de Demóstenes, le dijeron a su gran orador Esquines que les parecía admirable, y respondióles: ¿Pues qué os pareciera si la oyérades a él mismo?, dando a entender que una cosa buena, bien representada es mejor. Hablando Cicerón de la acción, dice que esta poderosa parte de la elocuencia la tiene el orador prestada y tomada del representante, cuya es de derecho, y del arte histriónica aprende el orador sus acciones, salvo que tiene algunas la histriónica que no convienen a la gravedad del orador, y éstas son las acciones mímicas, que son las que se usan en los entremeses o en los graciosos y vejetes de la comedia.

El representante, pues, sabe muy por menudo todo el oficio de la acción; la cual dice Quintiliano agudamente que es elocuencia del cuerpo; y así por todos los miembros dél va dando preceptos. De la cabeza dice que, así como ella es la parte principal en el cuerpo, lo es también en la acción, y que ha de tenerla el que dice, derecha, no baja como bestia, no torcida hacia tras como estrellero; pero si quiere significar arrogancia, la puede levantar; si tristeza, bajar; si dolor, inclinarla. El movimiento de la cabeza sea conforme a lo que dice, si niega, si concede; y corresponda con la acción de las manos; y el aspecto y semblante siga la significación de la cosa con moderación, porque el demasiado afecto es vicioso. Con el semblante nos mostramos humildes, bravos, blandos, tristes, alegres, soberbios y benignos. Lo primero que miramos en el que habla es el semblante; con éste amamos, con éste aborrecemos, y con éste entenderemos muchas cosas antes de hablar. La ceja, el soberbio y el que se admira la levanta, el que está triste la baja. Las narices hincha el airado; la honestidad pide los ojos serenos, la vergüenza bajos, la ira encarnizados, el dolor llenos de agua, el amor risueños y lascivos; y para no ser prolijo, no hay parte en el cuerpo que carezca de acción sujeta a las leyes de la histriónica.

Pues si sabemos por lo dicho que la acción es la que predomina en el oficio del orador, del predicador, de cualquiera que habla, y la victoria de lo que dice consiste en la acción, ¿quién negará el provecho de esta arte? Parece que basta lo dicho en abono de la poesía y de la representación; sólo querría desatar un lazo a mi parecer gordiano, y es éste: ¿cómo se puede creer que las tragedias y comedias son útiles y buenas, pues Platón expele de su república a los trágicos, cómicos y mímicos poetas, como a personas indignas del comercio humano? Espanta el rigor de Platón; pero no le espanta al indagador de la Natura, Aristóteles. Platón, como tan docto, sabía que el poeta es imitador de las acciones buenas y malas y de las costumbres buenas y malas de los hombres, y que cuanto más perfecto es el poeta, tanto más perfectamente trata la imitación dicha; y coligía que, en cuanto imitaba malas acciones y malas costumbres, damnificaba la república y era de mal ejemplo, y por esto no admitía poetas que se obligasen a esto, sino a aquellos, solamente, que cantasen los hechos insignes, las obras santas y alabanzas de los buenos, y grandezas de Dios.

A esto satisface Aristóteles en su Poética, diciendo que cuando el poeta saca al tablado un ladrón, un homicida cruel, una alcagüeta taimada, un mancebo vicioso, un perjuro, un rey tirano, y otras personas de mal ejemplo, que si esperamos hasta el plaudiste y hasta la solución de la fábula, veremos el mal fin en que éstos paran; el merecido castigo que del cielo tienen; las desgracias en que se ven en el discurso de su vida hasta la muerte. Y considerando esto, de la misma manera que el buen ejemplo del virtuoso me incita a los actos de virtud, así el desastrado fin de éstos me espanta y aparta del vicio y de los caminos por donde se perdieron. De modo que no menos me enseña el malo con su fin desastrado, que el bueno con la gloria que alcanza de la virtud. Éste me llega a su trato, aquél me aparta del suyo; éste me pone amor en su buen ejemplo, aquél me pone temor con sus infortunios, y ambos, en fín, hacen en mí un mismo efecto, que es llevarme al camino de la salvación. ¿Los padres de la Compañía y otros religiosos no predican sermones que llaman de ejemplos?, ¿qué ejemplos son éstos? Unos de hombres viciosos, que acabaron en mal o se convertieron milagrosamente; otros de hombres virtuosos, que con su vida y costumbres edificaron muchas almas. ¿Qué otra cosa hacen los poetas con sus imitaciones de buenos y malos?, ¿no hacen lo mismo? Luego Platón no tuvo suficiente causa para la expulsión de los poetas, ni nadie para la expulsión de las comedias.

Últimamente, digo que no sólo la comedia enseña, pero que también deleita, ya con la imitación de las acciones y costumbres buenas, como habemos visto, y con las malas y con las lastimosas. Esto con un símil quedará verificado. Cuando un toro en el coso arrebata a un hombre, y con los cuernos le echa por los aires, le da una y otra cornada, le despedaza bramando, y le mata cruelmente, ¿hay dolor que se compare a éste?, ¿hay ojos que no se hagan fuentes, viendo tan lastimoso espectáculo? Pues si un pintor con vivas colores, o un poeta con su verdadera imitación, pintase aquel triste caso tan propriamente, que me pareciese a mí que veía otra vez aquella crueldad, la genuina imitación del pintor o del poeta, ¿no me agradaría? Sin duda. Luego también agrada el histrión representando lo malo como lo bueno, lo lastimoso como lo alegre. Cuanto más que, fuera de que el principal deleite de la poesía nos viene por la imitación, tiene mil ayudas de costa para lo delectar: tiene los inopinados acontecimientos; tiene la tela del argumento tejida de varios enredos; tiene el artificio secreto que por debajo mina los corazones; tiene la diversidad de las personas; tiene las descripciones de los países, de los ríos, de los jardines, de los páramos y soledades; tiene la conexión y solución de la fábula; tiene la mudanza de una en otra fortuna, y tiene más que nadie sabrá decir. Y así lo dejo, porque callando lo reverencio más, y en el pensamiento celebro lo que no he dicho por cortedad de ingenio.

Nuestro Señor a v. m. guarde. Murcia y Julio 5 [1617].

Cartas filológicas, 1634






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